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La Amante De Edwin

Comienzo

Es la primera vez que escribo esta clase de novela en parrafitos, espero que te guste.

Ella es Mónica, una chica soñadora y trabajadora que desea algún día alcanzar todos sus sueños. Llena de ilusiones y deseos, anhela algún día casarse con su querido Edwin. Lo ama tanto, pero tanto que es capaz de dar su vida por él. No le importa el precio, sólo desea estar con él hasta que la muerte los separe.

Lamentablemente esta historia de amor no es la típica de los cuentos de hadas, donde todas las princesas son felices, donde siempre se casan con un hermoso príncipe y viven en un lujoso castillo. La historia de Mónica sólo es la historia de una villana que se enamoró de un príncipe azul. Un príncipe que le prometió muchas cosas y que no ha cumplido aún. Mónica no le importa, sabe que las personas tenemos grandes defectos y siempre nos equivocamos de todo. Nadie es perfecto. La perfección no existe cuando el amor llega a los pies.

Lo malo es que este hombre millonario tiene un pequeñito defecto, no es tan grave, no te preocupes, no es de importancia, sólo es un defecto que sucede seguidamente en la vida de Mónica y quizás algún día los has vivido. No lo sé. Dime tú. El pequeñito defecto que tiene este hombre que ama Mónica, es que él... ¿Cómo debería decirlo? Es pequeño, pero no me gusta ser tan metiche en asuntos de enamorados. Uff... Bueno, este pequeño defecto que tiene Edwin, es que es... es que él... es in... infiel. ¡Ya lo dije!

Edwin es un hombre casado, se casó con Sol, ella es una linda esposa y bastante millonaria. Le encanta gastar y gastar todo su dinero. No le importa el precio, todo lo compra para estar siempre a la moda y ser la envidia de todos. Edwin le encanta hacerlo todas las noches con ella, la quiere demasiado. Lástima cuando amanece... Todas las mañanas tiene peleas de pareja, peleas normales: se ofenden, se dicen groserías y un montón de cosas más. No pueden estar juntos, se detestan. Pobre de sus pequeños: Juan de 6 y Álvaro de 4. Tenía que ser, ambos se casaron por interés.

Sus sentimientos los aplastaron por las órdenes de sus padres. Ya eran adultos, pero les daba flojera enfrentarse a sus padres y más aparte sus padres tienen un comportamiento delicadito. La mamá de Sol decía que se le paraba el corazón, sólo si Sol se negaba casarse. Los padres de Edwin andaban de dramáticos, decían que iban a ser la vergüenza de toda la sociedad, si rechazaba el matrimonio. Sus padres desearon lo mejor para ellos, desearon que fueran ricos, sólo la riqueza les traería felicidad.

Vaya felicidad, ¿verdad? Son muy felices. Todos estos personajes son muy, pero muy felices.

Antes de irse a casa, Edwin sonrió con cara de que algo malo va hacer, caminó hacia el lugar de trabajo de Mónica. Ella, su más preciada secretaria y su mejor amiga. Es la única que siempre lo escuchó y la única persona fiel que es capaz de dar todo para estar con él. Él decide que ya es hora de dar el paso, no soporta a su mujer y necesita respirar aire puro. Invita a su secretaria y ella por inocencia va. Los dos platican y sonríen de felicidad. Se llevan bastante bien, son el uno para el otro, son la pareja perfecta. Al menos eso piensa Edwin.

Mónica está feliz, se siente tan feliz el estar platicando con su querido jefe, lo ama tanto pero al mismo tiempo no se hace ilusiones, sabe que este hombre está casado. Lo descubrió la primera vez que vino a buscarlo su esposa para algo que no sabe, sólo vino a buscarlo. Ella puso rostro de tristeza, en serio ama a este hombre, pero sabe que no puede y no debe porque él no siente nada por ella.

–Mónica, ¿te gustaría ser mi amante?

El hombre todo decidido se lo dijo así de directo, sin rodeos, sólo lo dijo. Mónica no sabe que decir, esto no se lo esperaba, esto era una locura.

– ¿Yo? ¿Su amante?

–Si.

– ¿Por qué me pides esto a mí? A mí. Tu secretaria. Eres un hombre casado.

-Siento algo por ti.

Los ojos de Mónica se sorprendieron ante tal declaración. Edwin estaba todo avergonzado por la tontería que acaba de decir. No sabe por qué lo dijo, sólo lo dijo. Siente que fue muy tonto haber dicho eso de más. Decide levantarse y pagar la cuenta. Mónica se levantó y lo siguió.

– ¡Espera!

–No es necesario esperarte, ya sé tú respuesta.

–Sí, acepto.

– ¿Qué?

–Acepto ser tu amante, pero quiero que me prometas algo.

– ¿Qué deseas pedirme?

–Si te enamoras de mí, promete que te divorciaras, promételo a cambio de ser tu amante temporal.

-Lo prometo.

Mónica está feliz, va aprovechar esta oportunidad para enamorar a su queridísimo jefe. Espera lograrlo, espera algún día enamorarlo hasta hacerlo completamente suyo. Edwin está gritando de felicidad por dentro, grita de felicidad porque logró conseguirse una amante, una mujer con quién divertirse esta noche. Desea tanto llegar a la casa de ella y hacer eso pronto.

–Vamos.

– ¿A dónde?

–A tu casa por supuesto, vamos a "eso".

Mónica se ruborizó al entender sus palabras encantadoras. Está toda avergonzada, está toda apenada ante las palabras de este hombre seductor. Él no le importa, ignora sus ridículos sentimientos dándole la espalda.

–Pero si no quieres, no pienso obligarte.

Mónica siente un dolor punzante dentro de su pecho, siente que debe hacer algo. No quiere perderlo, quiere enamorarlo. Siente que debe ser atrevida, tan atrevida en el modo en que se convierta en la mejor amante. Está decidida, lo hará. Dejará la pena a la basura para demostrarle todo lo que siente hacia él. Caminó toda decidida. Jaló su corbata con su mano...

Esto no lo esperaba Edwin, esto nunca lo esperó. Sabe que su amiga es aburrida y lenta para estas cosas, pero nunca creyó que iba atreverse hacer esto. Está todo sorprendido ante la belleza de este ángel que le acaba de robar un beso como un demonio. Edwin cerró los ojos y decidió seguir besándola. Decidió disfrutar sus dulces labios.

– ¿Qué tal? ¿Te gustó?

Mónica se lo dijo con una sonrisa, se lo dijo como si ella llevara el mando de la relación. Edwin no quiere ser el sumiso, quiere ser el dominante de esta relación.

–Nada mal.

Mónica volvió a ser Mónica, quedó completamente ruborizada ante la belleza de este hombre encantador. No sabe que decir, está completamente privada por su belleza. Está nerviosa. Edwin sonrió al darse cuenta que ella sólo actuaba, aún sigue siendo el macho alfa de la relación. Se acercó a su auto. Abrió la puerta como todo un hombre.

-¿Vienes?

Rápidamente ella reaccionó, sabe que no debe dejar esta oportunidad. Entró y se sentó. Nerviosamente intentó colocarse el cinturón de seguridad. No pudo por estos nervios, entonces Edwin le ayudó a colocárselo. Le echó un ojo a la mercancía. Aun no se arrepiente el haberla elegido para ser su amante. La medida de su pecho y de su cintura parece atractivas ante los ojos de este hombre. Por dentro sonríe lleno de maldad.

Todo el rato fue un gran silencio, Mónica no sabe cómo debería comenzar una conversación. Sabe que su jefe está atento mientras conduce, no quiere distraerlo, no quiere molestarlo. No desea que su primera vez sea por un accidente. Se siente triste mientras mira la ventana del auto. Ella soñaba que su primera vez fuera con alguien... Alguien que no estuviera casado... No importa, todos modos está feliz, está feliz porque lo hará con la persona que ella quiere y sabe que él siente algo por ella. Eso es suficiente para ser feliz, sólo con eso ella se siente feliz.

Llegaron, se bajaron del auto. Ella lo llevó adentro de su casa.

-Linda casa.

-Gracias.

-¿Dónde está el baño?

-Está en esa dirección.

Edwin caminó rápidamente al baño, se le ocurrió darse un baño. No quiere que su primera vez con una amante sea desastrosa, quiere que esta relación siga, quiere que siga para al menos pueda disfrutar de relajación al estar libre de su esposa. Mónica está nerviosa, no sabe qué hacer, qué ropa usar, no sabe con qué empezar. Todo es un lío en su cabeza. Edwin salió del baño usando una toalla, Mónica casi le sangra la nariz de la impresión. Pasó cercas de él, entró al baño sin decir pío.

Suspiró. Empezó con todo. Se bañó, rasuró lugares inimaginables, maquilló su rostro de nuevo y se puso ropa de la más sexi que nunca creyó encontrar. Está lista. Está toda decidida. Está preparada. Lo va hacer. Va a ir y besará a ese hombre con tanto fervor para hacer aquello y lo otro, y tal vez algo más. Salió del baño, su atrevimiento se convirtió en vergüenza. Ese hombre la estaba esperando como todo un león, listo para empezar la acción, listo para comerse a su presa. Ella se sentó a un lado de él, está nerviosa, quiere echarse para atrás.

-¿Pasa algo?

Edwin se le acerca a ella con una mirada preocupada, está preocupado de ella. Mientras que por dentro espera que no se eche para atrás, no quiere que se arrepiente de esto. Ya perdió tiempo en pedirle ser su amante para que salga con esto. No quiere que se eche para atrás, intenta mostrar preocupación para ver si la motiva a seguir. Ella sonríe, se acerca a él y más que decidida, lo hace con él. Toda una noche de pasión empezaron estos dos.

Mónica sintió una gran felicidad, siente que esta sensación que disfruta de él, es porque realmente él la ama, pero aún no se da cuenta de lo que siente por ella. Piensa que es demasiado inocente. ¡Vaya, que inocencia! Segura de si misma, decide volverse atrevida, tan atrevida como un lobo salvaje. Se convierte en una fiera con él, se convierte en lo que él nunca esperó, hace que esto se convierta toda una noche de lujuria.

En el caso de él es diferente, lo está disfrutando, lo está gozando, siente que esto es lo mejor que pudo pasarle en esta vida. Es la envidia de todo hombre. Cualquiera anhelaría un sueño así. Ahora tiene dos mujeres en la palma de su mano y puede hacer lo que quiera con ellas dos. Está bien feliz este tipo. Tiene la cara tallada por el mismo diablo en persona. Su corazón ríe de felicidad. Aunque algo salió mal, no esperaba esto. Fue algo que nunca creyó que iba a pasar. Mónica se convirtió en la dominante de él. Esto lo llenó de disgusto y mejor decidió parar.

– ¡Me largo!

– ¡¿Qué?!

Edwin se puso su ropa y se fue sin decir adiós. Mónica le suplicó regresar, claramente no lo hará. El pensar que será el pasivo con ella, llena su rostro de mediocridad. No quiere ser dominado por una mujer, quiere ser quien lleve las riendas de este placer. Mónica se quedó sola, lágrimas mojan su almohada. Se siente impotente, incapaz, inútil. Nunca fue lo suficientemente complaciente para él.

Edwin llegó a casa todo decepcionado, en serio deseaba tener una aventura con alguien, pero nunca esperó encontrarse algo así. Caminó a su habitación. Su esposa toda calenturienta, lo está esperando. Sonrió.

– ¿Me esperaste tanto tiempo?

–Claro.

Edwin estaba realmente feliz, ya no le interesó engañarla. Se dió cuenta que ya tenía algo mejor que lo que buscaba. Lamentablemente al otro día su mujer se dió cuenta del perfume extra que tenía su camisa. Se puso estérica, le lanzó un montón de cosas. Edwin no sabe cómo darle una explicación a esto. Realmente nunca hubo eso, aunque si hubo besos y unas cuantas caricias. Tiene miedo que se ponga peor, decide callar y mejor largarse a trabajar.

Mónica se dio cuenta de la tristeza del rostro de su jefe, decidió darle un vaso de café y mejor se fue a comprarse otro. Todos los días que llegaba a casa, su esposa empezó ser más un monstruo. Día y noche le sacaba el mismo tema. Piensa que la sigue engañando. Él para evitar su furia, sólo le dice que no la engaña. Ella sigue molestado con lo mismo, todos los días es lo mismo, no puede respirar. Él ya no puede más, está harto de soportarla.

– ¡Ya no puedo más con esto!

– ¿Pasa algo, señor?

Mónica se acercó a él con preocupación ante tal desesperación por tanto trabajo. Él ya no puede más con esto, toda su vida se ha vuelto un infierno. Todos los papeles del escritorio cayeron al suelo, la mirada de Mónica está impactada ante el beso robado. Su mente está en blanco. No sabe que hacer. No sabe que elegir. Decide no resistirse, decide sólo cerrar los ojos, decide seguir besándolo.

NOTA: Perdón por la molestia. Si tienes alguna duda en relación a una palabra, frase o párrafo que no entiendas o sientas que se haya escrito mal. Puedes sacarle una captura y comentar. Esto ayuda a enriquecer la historia. Es que a veces se me pasa ciertas palabras, y eso que reviso varias veces. Gracias por tu tiempo de leer esta nota. Nos vemos.

Berrinche

Las yemas de sus dedos acarician los cabellos de ella, los acaricia con gentileza, los va deslizando como pequeñas serpientes envolviendo a su pequeña presa dentro de un mundo de pasión. No dejan de besarse, no dejan de abrazarse. El jefe Edwin ya no puede más, está ardiendo de calor, necesita agua. Siente que está sensación lo está quemando, lo está dejando sin aire.

Se aflojó un poco la corbata, se la aflojó sin dar una gota de descanso, sin dejar de besar sus dulces labios. Sabe que esto no ayuda nada, sigue siendo hombre ardiente. Algo dentro de él quiere salir, quiere ser libre. Olvidó su estrés por completo, pero ahora no sabe qué hacer con ese pequeño problema. Intenta ser un caballero, intenta soportarlo por más tiempo.

Mónica siente gloria, no deja que gozar este delicioso beso que le ha dado su jefe. No desea que esto termine, quiere seguir besándolo, quiere que este momento siga hasta el final. Tan caliente se ha puesto Mónica, todo un rostro ruborizado de la vergüenza. Tiene miedo de hacer algo que no le guste. Tiene miedo de perder el control de sí misma. No desea meter la pata como la otra vez. Quiere que este momento siga.

Desea ser arrojada sobre el escritorio, ser tomada por su jefe, que le arranque la ropa con los dientes, tener sus manos vacías sin sus lentes. ¡Quiere estar como dios la trajo al mundo! ¡Una mujer sin ropa! ¡Una mujer sin temor ante su jefe! Anhela ser tomada como una cualquiera. Quiere sentir mariposas, quiere sentir el mismo cielo en sus manos, quiere dar luz a su felicidad. Mónica tan sólo desea complacer a su querido jefe, de igual manera quiere que la complazca a ella.

¡Quiere que sea una bestia con ella! ¡Que le dé duro contra la pared! ¡Duro contra ella! ¡Que haga mover el escritorio a gran magnitud! ¡¡Quiere romperle sus lentes para que no se distraiga!!

Esta mujer está cada vez más caliente por él, tiene tantas ganas de pasar al siguiente nivel, pero no quiere... Tiene miedo de que vuelva a repetirse lo que pasó la otra vez. Edwin quiere aventarla al escritorio, romper su ropa, darle duro contra la pared, pero no quiere parecerse como un tipo perverso como en las películas. Si lo hace parecido, siente que Mónica se dará cuenta que sólo la está usando como una amante cualquiera. Y es lo que menos quiere llegar.

Quiere hacer que se sienta como una mujer importante, alguien valiosa, no una mujerzuela. Quiere una amante duradera que no lo traicione con otro. Una amante inocente que sienta que no es una amante, sino que lo vea como el amor de su vida, un amor verdadero hacia él, un amor secreto y fiel, aunque para Edwin sea falso. En serio desea hacerlo, anhela hacer un montón de cosas perversas a ella, pero tiene miedo que esto termine peor.

Piensa que esto debe ser lento, debe ser una relación de poco a poco para conocer las mañas de ella. Esa vez que lo intentaron, salió todo mal. No quiere perder el dominio. No quiere terminar debajo de ella. Tiene miedo y al mismo tiempo goza este delicioso beso de chocolate. Escucharon un ruido emanar afuera de la puerta, eran los pasos de alguien acercándose. Rápidamente se separaron. Tocó la puerta.

–El señor Vásquez viene a verlo, señor Edwin. Viene por el contrato.

–Maritza, hazlo pasar.

Mónica estaba completamente nerviosa, casi la descubren con el jefe. Recogió todos los papeles con torpeza. Algunos se le caían. El jefe le ayudó a recogerlos, él actuaba tranquilo, no sentía ni una gota de nervios. Quizás la torpeza de Mónica hacia que él se sintiera tranquilo. Quizás el ruborizado rostro de ella al intentar mirar a otro lado, hacía que el jefe pensara en ella antes que sus propios nervios. Mónica no dijo nada, estaba nerviosa, casi se lleva los documentos a su espacio de trabajo, se tuvo que regresar.

–Gracias.

Mónica no dijo nada ante la sonrisa dulce de su jefe, sólo se fue, salió huyendo a seguir trabajando. Maritza guió al señor Vásquez a la oficina del jefe, notó algo raro al ver a Mónica salir deprisa. El comportamiento de Mónica no era normal. Su rostro expresaba un comportamiento que nunca había visto en ella. Sabe que Mónica es muy amable con todos, parece una chica de buen corazón, pero estaba comportándose de una manera extraña. Su rostro estaba apenado, era como si algo hubiera pasado dentro de la oficina del jefe. No deja de mirarla, los ojos de Maritza estaban en la mira de Mónica.

Mónica tan inocentemente notó el cómo la miraba Maritza, sonrió como una tonta, mientras Maritza no entiende lo que le pasa a ella. Ahora piensa que probablemente está un poco loquita. En el caso de Mónica es diferente, piensa que probablemente quiera ser su amiga. Se le ocurrió invitarle un café durante la hora del almuerzo. Maritza no entendía el para qué era el café, lo más raro es que ese café si era su favorito, era un café endulzado con miel en vez de azúcar. No le importó, siguió bebiendo su café tranquilamente. Dejó en el olvido lo de hace rato.

Al llegar la hora de la salida, Mónica pasó a despedirse de su jefe, igual que siempre. No sé por qué lo hace, quizá sea una costumbre o le agrada demasiado hacerlo. Ella se despidió de él.

–Espera.

Con un tono frío ante un ambiente melancólico, Edwin decidí hablar con ella. Siente que debe llegar a un acuerdo, debe hacerlo para que no vaya a surgir rumores de lo que pasó hoy. No quiere que esta noticia llegue a las manos de su esposa, tiene miedo que su mujer quiera matarlo por esto. Sabe que un rumor así de fuerte, lo harán ver peor que escoria. Ella se detuvo.

– ¿Se le ofrece algo, señor?

–Quiero hablar contigo seriamente.

Decidió voltear a verlo, intenta mantener la cordura, camina de regreso a él. No puede olvidar el beso de esta mañana, sigue pensándolo cada vez que mira su tentadora mirada. Intenta fingir que lo que pasó esta mañana, sólo fue un impulso por parte de él. Quizás el estrés lo obligó a besarla ante una confusión o quizás sigue siendo amantes... Por una parte ella está feliz, ese beso dice mucho, pero no ha dicho si son amantes por lo de esa vez y más aparte está casado... Esto es delicado.

Decide no hacerse ilusiones, probablemente cerrará el tema de lo que pasó esta mañana, lo hará para no afectar su matrimonio. Por dentro está llorando, mientras que por fuera intenta mantener la cordura ante su respuesta de rechazo. Desea que por lo menos intente pedirle ser su amante, desea al menos ser su amante para poder tener un poco de su interés en ella. Lo ama tanto que duele el pensar que nunca volverá a besarla de nuevo.

– ¿Qué se le ofrece, señor?

–Siéntate.

–Dígame.

–Mónica... Lo que pasó esta mañana... Yo...

Edwin intenta fingir lo más tonto posible, intenta verse como una víctima pero al mismo tiempo responsable de sus actos. Quiere engañarla a través de su acto aparentemente inocente. Quiere darle entender a ella que está interesado de una manera que no lo entiende, de una manera que lo hace sentir que la desea más que a su propia esposa, aunque en la realidad su corazón está más vacío que una nuez.

–Entiendo.

Mónica entiende exactamente lo que le trata de decir, su forma de actuar ante la inocencia de sus ojos, la hace pensar que sigue amando a su esposa más que a nadie. Tiene envidia de ella. Admira que siga amando a su propia esposa. Mónica piensa que no puede ofrecerle nada, nunca podría fijarse en alguien como ella. No viene de una familia millonaria, no es una famosa modelo ni siquiera una mujer con doctorado, sólo es una mujer común y corriente que estudio la media superior. Decide levantarse.

– ¿Mónica?

–Olvidaré lo que pasó esta mañana, por favor no lo haga de nuevo.

La fría actitud inesperada de Mónica hizo preocupar a Edwin. Desea que caiga, que sea su amante, no que se aleje de él. Esto fue algo inesperado para él. Ella se fue intentando mantener su cordura. Intenta no llorar, intenta mantenerse fuerte. Edwin se cuestiona así mismo entre pensamientos, intenta buscar una respuesta a este fracaso.

¿Qué fue lo que hice mal para que ella decidiera salir huyendo? No lo entiendo. Tenía que funcionar. Pensaba que el portarme de esta manera haría que ella volvería conmigo, pero me doy cuenta que todo salió mal. La otra vez le pedí que fuera mi amante y no fue difícil, aceptó sin dudar demasiado. Ahora me sale que me dejará en paz. No la entiendo. Las mujeres son difíciles de entender. En serio deseaba tener una amante, Mónica era perfecta para serlo, con sólo besarla sentí que todo el estrés se desvanecía en su boca.

Edwin con su cara atontada, acaricia sus labios recordando el apasionado beso de esta mañana. Tiene un rostro tontamente ruborizado. Le encantó. Sonrió con una mirada perversa, sonríe como si tramara algo malo.

Mónica llegó a su casa, aventó su bolso y se lanzó a las sabanas de su colchón y lo primero que hizo fue... Es lo que hace siempre una mujer con el corazón roto, es la única manera de borrar este dolor tan profundo, sólo lo ajeno ayuda curar lo propio.

Pensaste que lloró, ¿cierto? Pues no, no le gusta llorar, porque si llora, ya no puede parar y su maquillaje se corre haciéndola ver como una muñeca diabólica. Prefiere leer memes en su teléfono para olvidar este dolor y evitar ensuciar sus sábanas. A veces leer ayuda olvida el dolor profundo de nuestro ser. Lástima cuando te retiras el maquillaje enfrente de un espejo y recuerdas el por qué sientes este dolor. Mónica tardó salir del baño...

Edwin llegó a casa, su esposa intenta actuar como buena esposa. La cena está servida, sus hijos están esperándolo. Se sentó. No deja de mirarla. La mira con decepción, preguntándose cuándo dejará de actuar, cuándo se atreverá sacar el mismo tema de siempre, cuando volverá a gritar de nuevo enfrente de sus hijos. Dejó de mirarla y comenzó a cenar. Se pregunta cuál era esa felicidad que iba a ganar el casarse con esta loca. Un plato frío es lo que sabe, ante esta familia tan falsa que tiene.

Al terminar de cenar, los niños alegremente fueron a dormir a su habitación. Decidió ir a verlos, decidió leerles un cuento a los dos. Esto no lo esperaba, sus hijos salieron caprichosos. Él no lo había notado por estar todo el tiempo ocupado, siempre la madre es quien los consciente. Esto le molesta, y más en que ellos prefieran ver vídeos en vez de escuchar su cuento. Hacen berrinche, son insoportable, lo hacen para no escuchar un cuento, prefieren un vídeo forzosamente. Edwin se siente desesperado. Como todo padre, quiere darles un buen manazo en su nalguita, para callarles al menos esa ruidosa boquita.

Tiene tantas ganas de hacerlo, pero al momento de querer hacerlo, se acuerda que su padre lo golpeaba seguidamente cuando era niño. Sabe que a veces se portaba mal, pero piensa que esa nunca fue la manera correcta de hacerlo. Lo hacía sin lastima, sin una gota de compasión, lo hacía para que fuera un hombre recto y derecho. Nunca mostró una gota de cariño a su propio hijo. Le duele recordar, duele recordar a su tiránico padre, tal vez esa fue la razón del por qué no es feliz en este momento, del por qué se dejó influenciar para casarse con una desconocida.

Lo hace pensar que sólo lo vio como un perro obediente y no como su propio hijo. Se da cuenta que esa manera de educar, sólo le causaba dolor, miedo y odio a su propia familia. Decide mejor quitarles sus tablets. Los niños salieron con su berrinche peor que antes, no les hizo caso, siguió leyéndoles el cuento. Intenta mantener la calma. ¡Ya no puede más! ¡Dejó de leer! Los amenazó con nunca regresárselos, sólo si seguían portándose mal. No le creían, decidió llevárselas.

Todo enojado fue a su despacho, encerró las tablets en caja fuerte. Decidió ir a dormir. Sus hijos salieron tramposos, fueron a suplicarle a su madre sus queridas tablets. Su mujer toda furiosa le lanzó algo a su cara teniendo a los dos niños presentes. Comenzó a sangrar un poco. Se reían a espaldas de su madre, se reían el ver a su padre maltratado por una simple mujer. Esto le molesta a Edwin.

– ¡Regrésales sus tablets, ahora mismo!

–Pero amorcito... Ellos...

Huir

Su esposa en serio está furiosa, desea no enfrentarse a ella, desea hacerle caso. Él muy obediente trajo las tablets, los niños muy felices, los mira alegremente a los tres, pero él no está feliz. Siente que esta familia está completamente loca. Tiene un nudo en la garganta, sabe que algo está mal, el comportamiento de sus hijos no es normal. Se da cuenta que su mujer está criando unos monstruos, peores que lo que criaron sus propios padres.

Sol y sus dos hijos abrieron sus ojos de gran impacto al ver a Edwin realmente furioso. Edwin sacó toda su furia sobre tales objetos. No deja de aplastarlos, crujirlos y destruirlos con sus propios zapatos. Quiere seguir saltando sobre ellos hasta que se vuelvan polvo. Detesta esta familia, detesta ser millonario, y lo que más detesta, ¡es el haberse casado con esta tipa! Ellos quedaron privados ante la locura que hizo enfrente de sus ojos. Sol tiene miedo de enfrentarse, sus hijos están temblando de miedo. Ninguno tiene ganas de ir en su contra.

–A partir de mañana vendrá una niñera a cuidarlos, su madre tiene prohibido consentirlos. ¿Entendido?

–...

– ¡¡Entendido!!

– ¡¡Si!!

–Y tú... Si vuelves a consentir a nuestros malcriados hijos, juro que te meto a un manicomio.

– ¡Tú no puedes...!

–Vuelve a alzarme la voz y juro que en este momento me llevo a nuestros hijos lejos de ti.

Retiró la mano de la boca de ella, está privada. La madre y sus hijos no dejan de llorar ante este hombre tan terrorífico. Edwin decide acompañar a sus hijos a la habitación. Regresó, se acostó a dormir.

Honestamente hubiera sido una excelente idea, lamentablemente esto nunca pasó. Esto sólo pasó en su mente. Esto sólo fue una suposición, una suposición de lo que podría pasar una vez que les diera sus tablets. Él está a punto de abrir su caja fuerte, está a punto de sacar las tablets, está a punto de romper la promesa, una promesa de portarse bien. Sus hijos son unos malcriados, están aprendiendo mañas que no deberían hacer, están aprendiendo a manipular a sus propios padres y eso no está bien.

Sabe que este matrimonio es un fracaso, pero que su propia sangre, en versión pequeña, esté aprendiendo mañas que no deberían, esto lo enfadan. Se da cuenta que cada vez se parecen a los abuelos. Decide no abrir la caja. Sabe que esto va a enfadar a su mujer, sabe que esto terminará en otra discusión más. La única manera de parar todo esto, es que los niños no sigan viendo a sus padres pelear. Es inútil. Con Sol no se puede hablar. Decide mejor irse. Al menos creé que eso hará que sus hijos se porten bien.

Los niños aparentemente angelitos ante la madre, comenzaron hacer berrinche. Sienten que su padre se está tardando. Sol se está desesperando, igual que sus hijos. Sus hijos se volvieron cada vez más berrinchudos, esto enfadó más a Sol. Decide prestarles su teléfono e ir a buscar su padre. Fue a buscarlo a su despacho. No había nadie. Esto la enfadó más que nunca. Comenzó a buscarlo en todos los rincones de la casa. No lo encontró.

–El amo me dijo que le diera esto.

Una sirvienta se acercó a ella. Le dió una carta. Sol está furiosa, quiere matarlo con sus propias manos, ¡Quiere ahorcarlo! Sus ojos no dejan de llorar ante la furia de su rostro. Siente que esto es traición. Siente que la ha traicionado para largarse con otra. Aunque ella exagera, la carta sólo decidía que a partir de ahora, él ya no vendría, ya no vendrá porque las discusiones están dañando a sus propios hijos. Rompió la carta. Regresó a su habitación. Abrazó con cariño a sus hijos.

–Mamá, ¿qué pasa?

– ¿Por qué lloras?

– ¿Dónde está papá?

–Su papá nos ha abandonado, él ya no vendrá con nosotros, decidió largarse con otra mujer.

Los niños inocentemente creyeron en las lágrimas de su madre. La abrazaron con cariño. Odian a su padre.

– ¿Le preocupa algo, señor?

Mónica notó que su jefe se veía terrible, era como si nunca hubiera dormido toda la noche. Tiene grandes ojeras en sus ojos. Aunque notó una pequeña herida arriba de su ojo izquierdo. Probablemente se golpeó con algo cuando se levantó.

–No quiero que nadie me moleste por una hora.

–Entendido.

Mónica se fue. Edwin tiene demasiado sueño. Si su esposa se atreve a buscarlo, aquí podrá enfrentarla. Cualquier escándalo sería escuchado por todos sus empleados. Algo que la denigraría, dañaría la reputación de ella. Durmió tranquilamente. Toda la noche no pudo dormir, estuvo en vela. Sintió que en cualquier momento su esposa lo iba a encontrar, tenía la sensación que en cualquier momento iba a entrar por esa puerta. Nunca pasó, pero todos modos no pudo dormir. No puede creer que haya sido realmente valiente. Está feliz el haberse ido, siente por fin paz, por fin respira.

Terminó despertando bastante tarde. Mónica estaba a su lado, estaba acariciando sus cabellos con una sonrisa discreta, una sonrisa oculta de un ángel bondadoso. No sabe que tiene la mano de Mónica, pero cada vez que acaricia sus cabellos, siente una profunda tranquilidad, una tranquilidad que hace desvanecer la preocupación de su corazón. Le encanta la manera en que acaricia sus cabellos.

Mónica vió los ojos de Edwin abrirse ante ella, una mirada magnética con una sonrisa inocente. Decide mejor dejar de acariciar sus cabellos, siente peligro ante esa mirada pecaminosa. Demasiado tarde, Edwin tomó su mano justo a tiempo. Mónica se asustó. Quiso desafarse de su mano. Edwin no piensa soltarla, no piensa dejarla ir fácilmente. Mónica intenta desafarse de él.

Edwin sonríe a la tentación de caer ante el deseo ardiente. Comenzó a besar la mano de Mónica, la besó de una manera hambrienta. Ella dejó de resistirse, le gustó la manera que lo hace, quiere seguir sintiendo sus labios en su mano. Tiene un rostro apenado y al mismo tiempo se muerde un labio anhelando ser tomada por este hombre apasionado. Besa su mano cada vez más arriba, la besa con deseos de tomar a su amiga.

Los besos de Edwin son cada vez más apasionados, cada vez están más cercas al cuello de ella. Siente que en cualquier momento perderá el control, tendrá las ganas de atreverse a robar un beso a la boca de él. Mónica tiene un rostro lleno de deseos. ¡Quiere hacerlo! ¡Quiere robárselo! ¡Quiere besar los labios del jefe!

– ¡No!

Mónica decide parar, siente que esto no está bien, esto está mal. Probablemente el no haber dormido lo suficientemente bien, lo ha hecho alucinar. Siente que aún está soñando, que aun sueña, probablemente está soñando en su encantadora esposa cuando en realidad está con ella. Duele, esto le duele mucho. Le duele porque en todo este rato su jefe ha estado en silencio sin decir ni una sola palabra. Esto debe ser un sueño, un sueño en que aún sigue soñando a ella.

Edwin le sorprendió el repentino empujón que le dió Mónica, no esperaba algo así. Pensó que ella iba a dejarse besar por más tiempo. Tiene un rostro lleno de tristeza. Sus ojos no quieren ni mirarlo. No sabe qué decir. Está privado ante la tristeza de esta inocente dama. Quiere decir algo, pero sus palabras no salen. El dolor de sus ojos siguen dejándolo petrificado como una roca. Ella decide mejor...

–Aaaauuch...

Mónica le dió una fuerte cachetada a su jefe. Él no entiende el por qué le dió una fuerte cacheta. Se pregunta qué es lo que le pasa a ella. ¡¿Por qué le dio una fuerte cachetada?! Ni siquiera volvió a besarla, ¿qué tiene de malo ver su rostro?

Ella decide mirarlo seriamente, una mirada tan seriamente ocultando por completo la tristeza de sus ojos. Él ya le cayó raro por completo su comportamiento. ¡No la entiende!

– ¡¡Despierte!!

– ¿Qué?

–No soy su esposa.

–Ah.

Edwin no entiende que le pasa a Mónica, ella se fue de su oficina. Mónica siente dolor dentro de su pecho. Y Edwin... Él está confundido, no entiende nada de lo que está pasando. Él pensó que iba a caer, que iba hacerlo con él, pero al parecer no... No entiende nada de lo que está pasando. Está completamente confundido. Ve la hora de su reloj.

– ¡Ay, por dios!

Rápidamente comenzó a trabajar, se da cuenta que ya es demasiado tarde, esto debió haberlo firmado esta mañana. Más tarde llegó Mónica, vino a despedirse. Él no ha terminado con todos estos papeles. Tiene mucho trabajo, pero...

– ¡Espera, Mónica! ¡Regresa!

Decidió regresar. Puede ser algo importante. No quiere mirar su rostro. Edwin se dió cuenta de su alejamiento hacia él. Piensa que tal vez se pasó con ella, parece querer con él, pero al mismo tiempo no. Probablemente no va a funcionar...

–Lo siento.

– ¿De qué?

–De haberte ofendido de esa manera.

–Yo también me disculpo.

– ¿Tú, por qué?

–No debí haberle dado una cachetada, debí lanzarle agua.

– ¡¿Agua?! Por cierto, ¿por qué fue la cachetada?

–Por estar soñando con su esposa, cuando al mismo tiempo estaba conmigo.

–Aaaaaaah...

Edwin ya entendió el por qué la cachetada, ya entendió lo que está pasando. Mónica piensa que ya no son amantes, pero él si la quiere de amante. Las señales que ha hecho es por qué no ha rompido el acuerdo que hicieron. No puede creer que Mónica haya pensado que él estaba soñando, que estaba soñando al momento de besar su mano. Al menos lo hace ver menos mal. Se pregunta si será buena idea aclararlo o mejor dejarlo así.

Mónica ha sido una mujer bastante buena conmigo, ha sido una buena amiga. Aun no ha hecho un escándalo, a pesar que piensa que no somos nada. Probablemente piensa así por la forma que salí huyendo, la vez que íbamos hacerlo. Fue mala idea, pero no quería, esto daba miedo.

Edwin desea que sea su amante, ella es perfecta, hace olvidar sus problemas, pero puede que las cosas se arreglen pronto con su esposa. Si se arregla y ella termina enamorada... ¿Cómo piensa romper su corazón? Es su mejor amiga. Su esposa puede cambiar. Quizás este distanciamiento la haga reflexionar. Tal vez las cosas vuelvan a ser como antes, como los primeros días de casados. Es la primera vez que hace esto. Piensa darle una oportunidad a ella.

–No volveré a molestarte...

Mónica se sorprendió y al mismo tiempo se sintió peor. Edwin se lo dijo en un tono bastante triste, en un tono que te hace querer salir huyendo. Mónica entiende su respuesta. Sabe que esto lo hace porque ama a su esposa. Es normal que el esposo prefiera a su esposa antes que a una extraña. Desea algún día conocer alguien igual a él.

–Lo entiendo.

Mónica intenta mantener las lágrimas de sus ojos, intenta no dejarlas salir. Edwin levantó su mirada a los ojos de ella, se da cuenta de su tristeza, se da cuenta que le ha hecho mucho daño. Se siente culpable el haberle hecho sentir de esa manera. No sabe qué hacer, no sabe que decir, solamente quiere encontrar la manera de sanar el dolor de ella.

– ¿Eso es todo?

–Si.

Mónica se levantó, caminó hacia la puerta. A espaldas de Edwin, una lágrima corrió de su rostro. Edwin se siente terrible, siente que no debió ser tan así con ella. El haberlo dicho de esa manera tan cortante, lo hizo sentir culpable. Su desesperación explotó.

– ¡Ven, conmigo!

– ¡¿Queeeeeee?!

Edwin recogió sus cosas, se fueron, se largaron, huyeron.

– ¿A dónde me lleva?

–A un mejor lugar.

– ¿Qué piensa hacer conmigo?

–Este será nuestro secretito.

– ¿Secretito? ¡Usted dijo que ya no iba a molestarme!

–Lo sé, pero esto es diferente. Tú y yo somos amigos, y no me gustaría perderte por tarado. Así que deja de hablarme como tu jefe, en este momento soy tu amigo.

El rostro de Mónica se ruborizó ante la confesión de amistad por parte de su jefe. Se siente feliz y al mismo tiempo triste. Siente que no es tan malo seguir siendo su amiga, pero al mismo tiempo le duele el ser la amiga.

– ¿Por qué te casaste sin invitarme a tu boda?

Mónica lo dijo de manera molesta, era como si quisiera sacar un tema pendiente a él, un tema que se le había olvidado preguntar, era sobre el día que vio por primera vez a su esposa, la vez que la vio entrar a su oficina. Siente que Edwin se pasó el no haberla invitado.

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