Thiago sonrió y chocó copas con su grupo. Los sonidos de festejo del fin de año inundaban todo el lugar y la música retumbaba con fuerza. Se rieron cuando uno intentó beber un vaso puro de vodka escupiendo todo a mitad de vaso.
La noche recién empezaba y ellos lo sabían. Mara trajo de pasada de la cocina a la sala donde había una gran bolsa de frituras.
— ¡Oh, no! ¿Por qué? —sollozó una de las dos chicas del grupo, mientras robaba algunas frituras del paquete —. Yo que había empezado una dieta equilibrada —y se lo llevó a la boca con gusto.
— ¡Siempre dices lo mismo y terminas igual! La vez pasada hasta te comiste una hamburguesa triple de un 24hs.
— ¡Eran unas hamburguesas riquísimas!
Thiago negó con la cabeza y le pegó un trago a su vaso.
—Ey, ¿Qué es esto? —preguntó el mismo que casi se iba a un coma alcohólico, agarrando una botella de las tantas que había en la mesa.
— ¡No, no! —exclamó Mara, retirando la botella de sus manos —. Ya vimos suficiente de tus intentos de suicidio en el departamento. Si te desmayas, Thiago limpia tu vómito.
— ¡Aléjate! —gritó de pronto el mencionado, casi ahogándose con su propia bebida —. ¡Saquen todas las bebidas blancas de sus manos! Te vamos a dar solo jugo o gaseosa —le dijo apuntando con su dedo, como si lo retara.
—Amigo —se quejó Axel, bromeando. Hacía gestos de querer agarrar las botellas, pero las chicas eran más rápidas.
—La vez pasada, no solo vomitaste ¡Cagaste en nuestra ducha!
Mara asintió solapando a Thiago, indignada. El chico tuvo la decencia de verse avergonzado. Axel tenía un rostro amigable y un tanto regordete, su cabello negro y estaba corto, solía usar gel para dejarlo en punta. De contextura grande de altura y ancho de espaldas, parecía jugador de rugby.
Toña se burló de él, sacándole la lengua. Diminuta al lado de cualquiera, tenía la nariz respingona y pecas en toda la cara. Su cabello había pasado por tantos colores y tratamientos que ahora estaba en un terrible color zanahoria que la hacía ver como un duende.
La previa antes de su salida siempre era igual, Axel haciendo el valiente y terminando a las horas vomitando su vida entera. Esta vez se negaron a volver a pasar por lo mismo y lo detuvieron a tiempo.
La noche pasó rápido y el reloj marcaba cerca de las dos de la mañana. Las chicas y Axel habían ido al baño; Toña se retocaba el maquillaje mientras Mara y Axel se terminaban de acomodar el cabello, por tercera vez en el caso de Axel. Thiago simplemente esperaba tirado en el sillón a que terminara. Solo se ojeó por el reflejo del espejo. La chaqueta, jeans y una simple camisa negra lo palideció demasiado pero no le importó. Había estado indeciso sobre su cabello rubio y largo, al final decidió llevarlo suelto. Trató de relajar el ceño fruncido pero al poco tiempo, sus finas cejas volvían a fruncirse.
Una risa suave y femenina lo asustó. Giró encontrándose con Mara.
—No hagas eso, pareces fantasma —dijo —. Toda silenciosa, un día me dará un infarto.
—No puedo creer que estés mirando tu reflejo —sonrió. Su cabello corto y crespo, había sido bañado en productos para el cabello para darle forma y que bonitas rizos apenas tocando sus hombros. Había elegido un conjunto de top brilloso en dorado y shorts marrones que resaltaban su bronceada piel.
— ¿Y quién mejor que yo mismo para apreciar mi propia belleza? —con una expresión de arrogancia se llevó el cabello hacia atrás, en un gesto dramático.
Mara soltó una carcajada.
— ¡Mírate, no más! —exclamó Thiago, juguetón— ¿Hoy sales a buscar un compañerito de juego?
—No, paso. Hoy solo quiero beber y bailar —miró hacia el pasillo que daba al baño y gritó:—. ¡Ustedes dos, vayan terminando que voy pidiendo un auto!
— ¡Espera, Mara! ¡Me tembló la mano por culpa de alguien y me arruinó el delineado!
— ¡No me eches la culpa! —se defendió Axel, saliendo del baño —. ¡Te estaba quedando horrible de todos modos!
Una goma suave fue lanzada por la espalda directo a su cabeza.
A los pocos minutos se había pedido un auto y los cuatro iban directo a Hanging Gardens, su centro de encuentro regular. El lugar se destacaba por la pista al aire libre que daba de cara al río. Las noches de sábado se podía ver un flujo de personajes llamativos. Zapatos de plataformas con un agregado de veinte centímetros de tacón, prendas brillosas y lentejuelas, maquillajes dramáticos. Se respiraba un aire de carnaval, aunque no fuera febrero. Era el año nuevo, el día especial para romper con las tradiciones del sábado. Todo tipo de personajes inundaban el lugar y se mezclaban con quienes, en días normales, no se vería.
Esa noche no era diferente. Una vez dentro, buscaron quedar en una mesa o acaparar espacio en una parte de la barra. A lo lejos Thiago vio como alguien, con apariencia femenina, revoleaba una peluca castaña y lanzaba a bailar a la pista. Se río, y le aplaudió internamente.
— ¿Ustedes van a pedir algo o se van a la pista? —Toña hizo un esfuerzo de escucharse por encima de la música, lo suficiente para que sus amigos la entendieran.
— ¡Yo voy por un trago! —afirmó Mara.
Axel ya estaba perdido entre la multitud. Thiago le pidió a Mara un trago antes de que se fuera para la barra y Toña se fue por el mismo camino que Axel luego de tirarle unos billetes a Thiago.
—Ah, que lindo —contó los billetes, haciendo una cara de satisfacción —. ¿Al fin me pagas por tantos años de terapia?
—No, la última vez me lo bebí todo y tuve que volver en el transporte público.
Aunque la noche era agradable y parecía que iba a tener un buen final, Thiago se encontró un tanto ahogado. Por lo que buscó la zona al aire libre para respirar un poco. La música se podía seguir escuchando pero no era tan fuerte. Había personas tomando o fumando. Los que no aguantaban el interior, estaban aprovechando la pista de afuera. Disfrutó del aire frío, apoyándose contra la barandilla.
De entre los bolsillos de la chaqueta de cuero que llevaba encima, sacó una caja de cigarrillos. Puso el cilindro en su boca para describir que no traía consigo encendedor. Bufó, volteó los ojos hacia arriba.
— ¿Quieres fuego?
— ¡Oh, por favor! —murmuró con el cigarrillo en los labios. Una mano acercó el mechero encendido y pudo prender luego de un par inhalaciones. Liberó el humo y sonrió —. Gracias.
Su voz quedó casi atorada en la garganta, aún así mantuvo su dignidad y sonrisa en el lugar correcto.
—De nada.
Era un hombre. Uno bastante atractivo; ojos azules fríos con cejas gruesas y piel morena que parecía enmarcar más el color de sus ojos. Thiago apretó los dientes aún sonriendo: no era de su tipo pero tenía un atractivo que hacía que cualquiera darle una probada. Todo el hombre exudaba autoridad, mando. Este tipo no era de los que se dejaba llevar, él te llevaba hacia dónde quería. Thiago se preguntó si también lo llevaría a algún lugar.
—Es agobiante estar adentro —comentó, su voz era grave y cascosa.
Thiago parpadeó suave, sintiéndose atontado. Lo vió tantear con las manos y, asumiendo lo que buscaba, le ofreció de su caja.
—Tú me prestaste el encendedor —dijo ante la mirada sorprendida del hombre —. Es un trato justo, me parece.
El tipo aceptó con una sonrisa leve.
Pensó en sus posibilidades siendo año nuevo, y que sería una verdadera lastima si era hetero. Pero se dijo que no perdía nada, probaría terreno. Si veía que no iban por el mismo río, se retiraría, sino… bien podrían salir a jugar una noche. Thiago sonrió con un poco de coquetería.
—Es tan fresco —agregó justo cuando una ola de aire del río les llegó de frente. Ambos, de cara al río, se apoyaban en la barandilla con sus cigarrillos en mano —. Aunque es más entretenido estar allá —miro hacía el interior donde había un grupo de gente bailando.
—Mucha gente para mí gusto —respondió el hombre a su lado.
— ¿No te gusta bailar?
—Me gusta, me agrada pensar que es lo mejor que puedo hacer —sonrió.
— ¿Tu única cualidad? —volvió a preguntar, mirando esta vez hacía su acompañante.
—Ah, no, no —pareció pensarlo un momento antes de responder—. No creo que sea la única.
—A ver, cuenta —tomó un bocado de su cigarrillo y, mientras lo dejaba salir, preguntó— ¿Qué otras cualidades tienes entre manos?
El extraño se rió. Su risa fue grave y rica, dejando a Thiago un agradable cosquilleo en la espalda, se sentía deseoso de volver a escucharlo reír. Entonces aquellos ojos azules zafiro se enfocaron en su cara. Los pálpitos de su corazón lo asombraron un poco, sentía nerviosismo como si fuera a dar un discurso o una lección frente a muchas personas. Se había formado un nudo en su estómago y se apretaba con fuerza.
Tenía un fuerte impulso de querer frotarse contra esta persona. Se sentía abrumado. Quería tomar al hombre y complacerlo de una forma absurda. Algo, capaz su conciencia en lo recóndito de su mente, le dijo que no era normal lo que sentía. Pero pronto esa voz quedó ahogada por brillantes ojos azules. Bonitos y deslumbrantes.
La boca estaba seca y no era agua lo que quería. Un cosquilleo conocido se instaló en la parte baja de su estómago. Contuvo el deseo de llevarse una mano ahí. Entre la oscuridad de la noche, las luces de la pista, nadie notaría si lo hiciera.
— ¿Quieres que te enseñe? —la pregunta sonó sugerente. Thiago se preguntó si estaba alucinando o esto era real.
Asintió con la cabeza. En otro momento hubiera retrucado la pregunta con jugueteo y un poco burlón. Nada de eso pasó por su cabeza. Este hombre, atractivo y sensual, le quería enseñar y él quería aprender. Quería lo que fuera que le diera.
Su cabeza procesaba todo o muy lento o muy rápido. Si alguien le preguntara cómo o cuándo había salido de Hanging Gardens hubiera respondido que no sabía. No tenía recuerdo de cómo salió de allí. Todo era un recuerdo oscuro. Había aceptado la proporción de aquel extraño y este se le acercó con una sonrisa casi depredadora que, en vez de asustarlo, hizo que se excitara. Quería poner su boca sobre esa sonrisa y morderlo con ansias. Thiago sentía que era de esas sonrisas que te invitaban a un beso. Uno húmedo y casi salvaje.
Sintió que envolvía su figura con brazos fuertes y, pareciendo leer su mente, acercó sus labios hasta formar un beso. Ahí es cuando todo es confuso y algo oscuro. Thiago lo besó cerrando sus ojos de forma casi automática.
Primero fue simple, apenas un roce de labios, casi inocente. Un apéndice húmedo pidió permiso, no sabía quién fue primero, él o el extraño, pero no importaba. La lamida entre los labios buscó acceso cuando alguno exhaló aire en un gemido y de pronto se ahogó en algo intenso. El beso era abrazador, asfixiante. Las lenguas se enredaban en la boca de uno, retrocedía y el otro iba en su búsqueda. Casi una pelea de quién tentaba al otro a su territorio. Thiago se preguntó si estos besos eran normales, y se cuestionó todos los besos que había recibido antes.
Apoyó su mano derecha en la mejilla de su acompañante y la fue deslizando por entre su cabello, buscando tomar el control del beso. Un mordisco suave en su labio inferior hizo que abriera los ojos. Azules intensos, como un mar profundo puro y limpio. Thiago sonrío. Se sentía atontado y un poco ebrio por el beso, pero aún así fue descarado ¿Este hombre piensa que lo iba a dejar arriba sin pelear? ¿Ser el guía de un alma virginal? Un poco de picardía se entrevió en su expresión.
El extraño parecía desconcertado pero no molesto. Volvió a arremeter contra aquellos labios húmedos y enrojecidos por la fricción. Thiago podía sentir manos de dedos largos, frotar lo ancho de su espalda y desprenderse de su chaqueta de cuero. Parpadeó confundido, dejó el beso y levantó la cabeza, notando que no estaba en el patio de Hanging Gardens. Más bien parecía un ala de descanso, con sillones de cuero negro, luces tenues y paredes de colores grises.
— ¿Cómo…? ¡Ah! —gimió bajito cuando su acompañante mordisqueó su cuello.
—Estoy aquí —dijo en un tono exigente.
Thiago alzó una ceja, la comisura izquierda se levantó en una sonrisa que buscaba provocar. Tirando del pelo del extraño, levantó su cabeza y se acercó a su mentón.
—Sí, sé qué estás aquí —respondió y empezó un camino de mordiscos algo toscos y besos húmedos.
Si el tipo volvió a poner una expresión de consternación, Thiago lo ignoró en favor de atender una manzana más apetitosa en el cuello del desconocido.
Dedos largos y algo fríos habían escarbado debajo de su ropa y tenían contacto directo con la piel. Thiago soltó un suspiro profundamente de satisfacción contra el cuello de su víctima. Mordisqueando el lóbulo, dejó sus manos serpenteando por la espalda de su desconocido hasta encontrar piel. Acarició, con dedos suaves, relieves de heridas y siguió un camino invisible hacia el sur. Pasando una barrera de los pantalones tuvo acceso hasta una nalga firme. Sonrió cuando sintió un respingo de su compañero, quien se había entretenido dejando marcas por su cuello. Como respuesta recibió el mismo trató en sus nalgas con el agregado de que fueron apretadas y sintió un tirón que fue directo a su entrepierna.
Arremetió contra la boca del extraño, siendo recibido con entusiasmo.
Thiago pronto buscó retirar todo aquello que cubriera el torso de su acompañante, algo mutuo que terminó con las prendas perdidas en algún lugar de aquel salón. Thiago se rió entre dientes cuando pensó en la posibilidad de que alguien fuera a entrar y descubrirlos así. Ah, la idea dio otro latigazo de placer en su estómago bajo.
— ¿De qué te ríes? —Le susurró el extraño a su oído, mientras lo arrastraba consigo hasta uno de los sillones. Se sentó y arrastró a Thiago consigo.
—Estaba pensando qué pasaría si alguien entrara justo ahora —admitió con diversión, ubicación sus piernas en cada lado, acomodó sus rodillas sobre el sillón y busco sentarse de tal forma que ambos miembros, aún bajo capas de tela, se frotaron con un movimiento de cadera.
El extraño lo miró con algo oscuro y le mordió la barbilla. Thiago se volvió a reír bajo y fue directo a su boca. Buscando jugar con su lengua otra vez.
La sensación de piel contra piel era agradable, Thiago se sentía todo caliente y la piel del desconocido era fría, fresca. Algo duro se restregaba contra el suyo y el imperioso deseo de darle un vistazo se hizo presente. Pero alguien se le adelantó. El desconocido había llevado sus manos hasta la profundidad entre sus nalgas y un dedo había ingresado sorpresivamente. Un gemido ahogado y una exhalación se mezclaron, tragados por una boca hambrienta y voraz. Fue al seco pero Thiago aún así sintió que sus pantalones se habían humedecido.
De forma voluntaria se apoyó contra su acompañante. Alzó las caderas permitiendo que el dedo tuviera mayor acceso. Los sillones eran grandes, de esos modernos que casi podías entrar acostado. Sin embargo, su extraño estaba con medio cuerpo en el respaldo y el asiento, la posición no debía ser cómoda pero no parecía importarle. Le importó menos cuando Thiago comenzó a frotarse contra él cada que el dedo se deslizaba en su interior.
—No me has dicho tu nombre —dijo Thiago mientras sus manos buscaban acceder al interior del pantalón de su acompañante.
El extraño se rió con aquella voz rica y grave. Capaz considerando gracioso que preguntará justo ahora su nombre, con las manos metidas en sus pantalones.
—Ramsés —contestó. Dejó que su otra mano baja por el pecho de Thiago hasta sus pantalones desabrochado los primeros botones—. ¿Y el tuyo?
Ramsés mordisqueó sus clavículas. Thiago pensó que le dejaría varias marcas en su cuello, parecía especialmente atraído a este.
—Thiago.
Encontrándose con el miembro de Ramsés, Thiago lo agarró con una mano y empezó a frotarlo. De arriba a abajo, dejando caer su mano más abajo, buscando acariciar las bolas y volver al tallo. Ramsés resopló y Thiago jadeó cuando pasó de ser un dedo paso a dos. Dos muy ansiosos y viciosos que apenas salían para arremeter y retorcerse en sus entrañas.
Entrecerrando los ojos con reto, espero un nuevo ingreso de los dos dedos y se fue a su encuentro, permitiendo que fueran un poco más profundos. Sentía el pene en su mano palpitar y el suyo también.
—Mierda… —murmuró Ramsés, la mano que quedó a medio camino de encontrarse con el miembro de Thiago fue hasta agarrar los mechones rubios y desordenados del chico y lo empujó a un beso hambriento.
Thiago sintió que su boca estaba siendo follada. No había otra forma de describirlo. La lengua de Ramsés entraba con mayor vigor, lamiendo su lengua tanteando el paladar, chupando con ansias. Thiago no pudo contrarrestar esta vez y aceptó humildemente su derrota dejándose devorar por aquella boca. El beso tenía un gusto metálico y adictivo. Su mano nunca dejó de trabajar sobre el pene de su compañero y los dedos del mismo habían pasado a ser tres tiranos que lo embestía con saña.
—Con… condones —susurró entre beso y beso, tratando de encontrar un poco de cordura.
Ojos azules, tan abrasadores y sofocantes. Thiago no pudo entender qué pasó, qué cortocircuito tuvo su cerebro. Cuando fue consciente de todo, estaba desnudo de la cintura para abajo. Su acompañante aún estaba con el miembro por fuera de los pantalones. No recordaba qué había preguntado ni que había recibido como respuesta, algo había dicho ¿Que era?
Ahogó un gemido. El miembro erecto del extraño se frotaba en su entrada y Thiago solo podía pensar por qué no estaba enterrado en lo profundo de su trasero en ese momento. Fue casi como si lo hubiera escuchado. La primera estocada sacó todo el aire en sus pulmones, miró fijamente la cara de su acompañante mientras jadeaba. Aún estaba y las manos frías en sus caderas lo habían empujado hacia abajo.
—Yo estoy montando —susurró apretando un poco los dientes, mirando los ojos azules —. Estarás dentro, pero las correas son mías.
El extraño se rió.
—Entonces ven y montame —respondió divertido.
Los ojos azules parecían burlones, hermosos, y Thiago solo quería montarlo hasta que estuviera apunto de correrse y volver a montarlo hasta dejarlo seco. Parecía que un nivel de compresión habían conseguido entre los dos. Esos ojos zafiro no eran burlones, se habían oscurecido. Eran depredadores.
Thiago sonrío. Levantó su cadera, dejando solo la punta del pene de su desconocido dentro y embistió. Se permitió disfrutar de su propio placer, de la sensación del grueso miembro entrando y saliendo de forma rítmica a su completo gusto. Cuando uno tenía un amante ocasional no podía esperar que el otro lo supiera satisfacer porque hay un nivel de desconocimiento mutuo, no siempre uno encontraba un buen amante para acompañar la cama. Por lo que Thiago buscó un poco de su propio placer.
En un momento se sintió envuelto en un abrazo y notó que su compañero se había erguido y estaban cara a cara. Tenía una sonrisa salvaje que solo causó otro latigazo de placer en Thiago. Sus piernas fueron tomadas por debajo de las rodillas, y fue levantado unos centímetros antes de ser empalado.
Gimió. Volvió a ser levantado y empalado. Se repitió hasta que Thiago tuvo que aferrarse a los hombres del desconocido y dejarse penetrar a gusto. Sus dedos se clavaron en la carne dura y su boca devoró todo rastro de piel que estaba a su alcance mientras Thiago se daba el lujo de lloriquear.
—Más… ¡Ah!… ¡Más rápido! —susurraba mordiendo el lóbulo de su acompañante y jadeaba. Siseó cuando sintió una mordida en su cuello —. Más fuerte ¡No soy suave, puedes ser duro!
El tipo se levantó con su pene aún dentro de Thiago, agarrándole de la cintura para que no se caiga y lo aplastó contra una pared.
—Recuerda que me lo pediste —parecía estar enojado por la forma en que apretaba los dientes.
Lo volvió a tomar de las rodillas y Thiago se sintió muy expuesto, con esta posición le daba un mayor acceso a su interior. Se lamió los labios con anticipación, sintió como invadía con fuerza su interior, podía sentirlo apuñalando sus entrañas. Creía que, de poner una mano en su estómago, podría sentir el pene que lo estaba empalando. Cada embestida era hecha con saña, con ira y a Thiago le encantó. Sintió que, este tipo, comprendía al fin lo que estaba buscando. La sensación de humedad entre sus nalgas y las cosquillas de placer eran indicios de que estaba llegando.
Jadeó lloroso, las esquinas de sus ojos estaban cálidas y no podía evitar gemir cada que su cuerpo era embestido. El hormigueo de placer en su estómago era tan intenso, estaba seguro que estaba muy cerca de llegar. Contrajo los músculos de su interior y los relajó consiguiendo una exhalación. Sonrío con maldad, no iba a ser el único en correrse. Repitió hasta que ya no pudo más, las embestidas eran abrumadoras y sentía que la cabeza le pesaba. El extraño se entretenía en su cuello dejando mordiscos y una sensación de humedad.
Fueron embestidas continuas lo que desencadenó su placer, corriéndose con fuerza entre sus pechos. Los bombeos siguieron por un rato más para tortura de Thiago que estaba sensible por haberse corrido y le generaban agradables escalofríos. Los ojos azules habían abandonando su cuellos y ahora lo miraban mientras lo seguía torturando. Una gota de sangre estaba entre los labios del desconocido quien no dudó en lamerlo.
— ¿Qué…? —suspiró y jadeó cuando otra embestida dio en su punto dulce. Sintió que su pene podría volver a levantarse y ahogó una queja.
—Estaremos jugando un rato más —la voz grave susurró mientras apoyaba pecho contra pecho.
Thiago pensó que podría morir ahora mismo y no le importaría.
Mara había vuelto con los tragos a su mesa. Dejó ambos y miró a su alrededor, en un intento de identificar dónde estaría Thiago. Desde donde estaba ubicada podía ver todo la pista de baile, era una sección del lugar que era privada, tenías que subir por unas escaleras que se hallaban por la zona de barra. Decidió esperar un rato, asumiendo que solo había salido a fumar o que estaría en los baños. Las mesas eran cuadradas y los asientos eran unos sofás que iban a los costados, permitiendo una vista desde lo alto. Pudo ver a Toña siendo un punto naranja y Axel estaba estaba perdido en la multitud.
Acabó con su trago demasiado rápido para su gusto. Miró el vaso que hubiera sido de Thiago y se lo llevó a la boca. Siendo una persona poco perspectiva Mara no sintió los ojos fijos en su persona desde la oscuridad. Poco a poco, esta figura tomó forma entre la oscuridad de una esquina hasta tomar la apariencia de un hombre de cabello pelirrojo y rostro pecoso. Sonriendo con naturalidad y un rastro de amabilidad, estudio meticuloso a la ignorante muchacha que parecía más entretenida viendo el escándalo que formando parte de él.
Con paso pausado fue aproximándose, estaba a unos pasos de su presa. Un guardia de seguridad le pidió un comprobante de ser miembro para la zona VIP, negando la entrada en caso de que no tuviera uno. El pelirrojo sonriendo con amabilidad.
Si el guardia de seguridad hubiera sido más atento o capaz si el lugar fuera más iluminado, hubiera sentido un escalofrío que le recorriera la espalda. Aquella sonrisa en apariencia amable era perturbadora. Había algo oscuro en la apariencia amigable que dejaba entrever la falsedad de su gesto. En un parpadeo sus ojos brillaron de forma deslumbrante. Tornándose una agradable miel antes de cambiar a un marrón habitual.
—Gracias —susurró con voz suave, pasando por al lado del guardia quien seguía parado mirando un punto en la nada.
La presa seguía sentada en el lugar, dándole la espalda. Ignorando lo que a unos metros de distancia se había producido. Nadie notó lo sucedido y si lo hicieron no le dieron importancia. Todo había pasado desapercibido y le dió libre acceso a su pequeño premio sentado en la mesa.
Se acercó silencioso y deseoso. Parecía acecharla, y no estaba muy lejos de la realidad. Sondeó para encontrar algún posible problema. Sonrió mostrando los dientes, como un lobo que muestra los colmillos justo antes de atacar. Relajó su expresión a su anterior apariencia amigable.
—Disculpa.
Mara miró por encima de su hombro. Detrás un bonito chico estaba parado, de cara amable y agradable. De ojos café pequeños y gruesos labios. Capaz eran las pecas que le daban un toque travieso, o el pelo pelirrojo rebelde, no estaba segura.
Tratando de ser amable, contestó: — ¿Sí? ¿Necesitas algo?
—Ah… yo… —se sonrojó, viéndose ligeramente lamentable se llevó una mano al cabello —. Quería saber si… ¿Bailarinas conmigo?
Mara parpadeó confundida. De reojo vio la pista y terminó por asentir con una sonrisa.
—Claro, vamos.
Levantándose de la mesa dejando abandonado la mitad de su trago y tomándolo del brazo notó que era un más bajo que ella. Sin los tacones serían casi de la misma altura, pensó. Mara no le daba mucha importancia a las diferencias de altura, pero este chico que se veía absurdamente feliz por llevarla a bailar se le hacía extraño. Sentía la necesidad de observar.
Permitió que el chico la acompañara en tres bailes seguidos. Entre las luces y los movimientos de otras personas a Mara había algo que empezó a no gustarle, y no supo explicar qué era. Este chico parecía buscar su mirada cada vez que estaban cerca y, si no fuera que no intentaba nada, hubiera pensando que intentaba robarle un beso por la proximidad que manejaba.
Terminada la tercera pieza le hizo un gesto de que se retiraba. Pasando por entre la gente buscó llegar hasta la barra. Necesitaba tomar algo, y pidió al barman que le preparara un daiquiri ligero. A su lado pronto apareció el pelirrojo y pidió un trago también. Creyó que hablaría con ella en la barra pero no pasó, Axel apareció e interrumpió.
— ¿Has visto a Thiago? —preguntó alzando la voz por encima de la música.
Mara logró escuchar a medias la pregunta pero pudo deducir el resto, negó con la cabeza mirándolo confundida. Se aproximó y, usando sus manos como megáfono y evitando que su voz se distorsione, le dijo: — ¿Te fijaste en el VIP?
—Fui y no estaba, también estuve afuera pero… —e hizo un gesto de negación.
Mara arrugó los labios y el ceño, una mezcla extraña de preocupación y duda. Le hizo saber a Axel que la siguiera y se aproximaron hasta la mesa que tenían reservada. Ahí aún estaban sus cosas, buscó en el bolso de mano que había traía y sacó su teléfono. Con ambas cosas en mano, se dirigió al exterior. La música era más ligera y la gente menos escandalosa. Marcó el contacto de Thiago.
Primer timbre… segundo… tercero… llegó hasta seis timbres y se cortó. Retiró el teléfono de su oído y vió la pantalla. Se sintió descolocada cuando notó que eran ya las cuatro ¿En qué momento pasó tan rápido la hora?
Se giró hacia Axel que había estado esperando con ella aún lado.
—Busca a Toña y dile que nos vamos. Voy a llamarlo de mientras, no sé si está dentro y no puede escuchar el teléfono.
Volvió a marcar al número.
Había reglas dentro del grupo. Un acuerdo entre todos de forma tácita: si vienes conmigo, te vas conmigo. En caso de que alguno se fuera con otra persona avisaron. Era un método que habían implementado cuando eran jóvenes e iban de un lugar a otro. Mara estaba ansiosa puesto es algo que no pasaba con Thiago.
Mordiendo su labio, siguió buscando con la mirada, esperando que Thiago estuviera en algún lugar donde no pudiera escuchar su teléfono. Pronto, se volvió a cortar la comunicación y atendió el contestador.
Comenzó entonces a mandar mensajes.
—Estúpido —murmuró.
— ¿Lo pudiste contactar? —Axel ya estaba a su lado con una Toña bastante sonriente.
Mara alzó una ceja cuando notó la expresión tonta. Apostaba que su amiga ya estaba en camino a una buena borrachera, se mantenía en pie y derecha, pero su cara la delataba.
Se dirigió a Axel.
—Sigue sin contestar, ¿hace mucho que no lo encuentras?
—No lo vi desde que entramos y los dejé en la mesa. Lo estuve buscando después, pero no lo vi.
—Yo lo dejé en la mesa… volví con algo para tomar pero no estaba. Asumí que capaz había ido a bailar o se encontró con alguien.
Toña levantó una mano, aún sonriendo como tonta.
— ¡Yo sé, yo sé!
— ¿Lo viste? —preguntó Axel, mirándola con duda — ¿Dónde?
— ¡Estaba ahí! ¡Con un hombre hermoso! —Toña apuntó hacía la baranda que daba al río— ¡Después se volvió humo! ¡Puff! ¡Y se fue! —se rió mientras hacía un gesto con las manos, cerrando los puños y luego extendiendo los dedos como si explotará—. Se fue con un vampiro.
Axel y Mara se miraron. El primero se refregó la cara con fastidio y la segunda terminó por tomar aire y exhalar. Toña no estaba tan bien como habían creído.
—Está drogada —aseguró Axel mordiendo las palabras apretando los dientes —. No entiendo cómo, si según dijiste le diste todo tu dinero a Thiago.
Toña se rió.
—Solo le dí lo que no me iba a tomar —luego agregó: — ¡No estoy drogada! —hizo un puchero y se abrazó al brazo de Axel.
— ¿Qué crees que debamos hacer? —ignoró a Toña y se centró en Mara quien revisaba su teléfono.
Pensando un momento en qué hacer. No sabía si Thiago estaba, como había dicho Toña, con alguien y no les aviso. Podía pasar. No era lo normal, pero ¿Y sí, en su delirio Toña realmente lo vio irse con alguien? Capaz y solo estaba ahí con alguien más e iba a parecer mañana.
También estaba esa espina, oscura y escalofriante. Un susurró en su cabeza de que no, de que algo le pasó. Qué algo había pasado y ella no estaba ahí. Solo y desprotegido. Siguió mandando algunos mensajes, en espera de que le contestara. Axel lidiaba con la delirante de Toña que parecía asegurar de que un duende le había robado los pies.
— ¡No están, no están! —sollozaba mientras estaba sentada en el suelo, tocándose las rodillas.
—Estas sentada ¡No vas a ver tus pies así! —le contestó.
— ¡Ese duende me los robó, Axel! —seguía llorando y se abrazó a la pierna derecha del chico —. ¡Soy coja! ¿Cómo voy a caminar ahora? ¡Quiero hacer pipí y no puedo porque no tengo pies!
Axel parecía a punto de gritar mientras trataba de dialogar con Toña. Mara se apiadó de sus amigos, no podían quedarse esperando con Toña en ese estado, podría causar algún conflicto o vendrían a sacarlos y no estaban para eso.
Decidió entonces que esperaría. Si no era nada, entonces se encargaría de Thiago tan pronto lo viera. Pero… de no verlo llegar, iría a la primera comisaría que encontrará. Buscando, en consuelo, pensar que seguro aparecería al día siguiente, tomó su teléfono y pidió un coche.
—Volvamos —aconsejó mientras buscaba la dirección—. Vayamos saliendo y estoy pidiendo el auto.
— ¿Qué hay de Thiago? —preguntó Axel.
—Le avisaré que volvemos a casa. Cualquier cosa, lo esperamos allá.
Axel tuvo que llevar a Toña. Con una mano en la espalda y otra bajo sus rodillas, la levantó del suelo y se encaminó a la salida. Mara iba de frente para abrir paso, Toña continuaba maldiciendo a un duende que le robó los pies. Cuando Axel la alzó, seguía sin ver sus piernas, por lo que asumió que esté le había mentido, furiosa e indignada iba diciendo:
— ¡Ves, ves! —exclamó apuntando con el dedo— ¡Te dije que no tengo pies!
Esperar el auto afuera del lugar fue más fácil, Toña había quedado prendada de un farol y ya no le importaba la ausencia de sus pies. Mara esperaba encontrar a Thiago en algún lugar, sin embargo no creía que sucediera. Axel se entretenía meciendo a Toña como si fuera un enorme bebé en sus brazos. Se habían ubicado en la calle frente al lugar, puesto que había un coche detenido justo en la entrada.
Pronto llegó su vehículo. Mara sólo miró un momento por la ventana una vez lograron meter a Toña adentro, dejando en medio de los dos por si las dudas. Estaban tardando en salir, había demasiado movimiento de gente saliendo y vehículos, por lo que el chófer se quedó en el lugar hasta poder salir. Por la entrada alguien más era sacado en las mismas condiciones de Toña. No pudo ver quién era el que estaba siendo llevado en los brazos, pero si vio quién era el que lo llevaba en brazos.
El hombre era alto, parecía tener una apariencia ejercitada. La piel morena y el cabello negro. Lo perdió de vista cuando se inclinó dejando a su acompañante en el el auto que había estado esperando en la entrada. Dio la vuelta hacia el otro lado y cuando estaba apunto de abrir la puerta, se giró. Tenía una cara atractiva, de rasgos duros. Nariz aguileña y cejas gruesas, una mandíbula definida.
Ojos azules chocaron con los otros de un verde manchado en marrón. Se midieron en silencio hasta que el coche donde iba Mara encontró salida y empezaron a moverse alejándose del lugar. Tardó un rato en reaccionar.
Mara volvió a tomar su teléfono y escribió: "Espero que estés bien o voy a salir a cazarte con un arpón, tarado", y lo guardó en su bolso.
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