Sus pasos corrieron más de prisa cuando sintió que alguien la seguía, su corazón golpeaba en su pecho y apretó más fuerte su bolsa. Sabia lo que se encontraba en su bolso, un gas pimienta que su mejor amiga la había obligado a portar cuando los índices de crímenes habían aumentado en su localidad.
Los pasos avanzaron alcanzandola, la adrenalina corrió por sus venas y metió la mano a su bolso intentando encontrar en pequeño bote, maldijo mentalmente cuando vio que su tarea se estaba complicando. No podía hacer tres cosas a la vez, entonces a lo lejos apareció su salvación. Una puerta se abría, sabia a donde la dirigía pero no importaba, gente se encontraba alrededor y corrió a toda prisa lo que sus pies le permitieron.
Un hombre de mediana edad se encontraba deteniendo la puerta y entró. Sus pies, cansados por la caminata, se tropezaron cayendo encima de un hombre.
Ella levantó la mirada y se encontró con unos ojos color avellana, que interrogaban la situación, sus manos se encontraban en los costados intentando no tocarla.
Alfred no sabía quién era ella pero aún así, la miro con humor, se veía descuidada, con el cabello negro saliendo con su nudo, sus ojos se encontraban llorosos y sus labios carnosos se abrían un poco revelando sus perfectos dientes.
Entonces lo inevitable pasa, un fotógrafo toma la foto antes de que un guardia de seguridad lo saque del lugar.
Entonces alguien ya tenía la primicia del día siguiente.
El rostro de Florence se encontraba en la portada de la revista del corazón, su casual encuentro con el hombre el día anterior estaba en la primera plana pero le habían dedicado una revista completa para investigar su vida y a que se dedicaba.
Su horrible foto de la cédula se encontraba como foto de referencia y en ese momento se enteró del hombre que la había ayudado a escapar.
El rostro del primer ministro se encontraba impasible en la portada, de la mano de dos pequeños idénticos a él, se vestía elegante y sus ojos mostraban el autoritarismo que se supone debía de mostrar. Sus logros llenaban una página completa y lo llamaban la promesa del gobierno actual.
Los logros del hombre hicieron que Florence se sintiera pequeña, a sus 23 años solo era vocera del cuerpo estudiantil de su universidad.
Ella sintió que ni en un millón de años un hombre como él se podría fijar en ella.
Intento retirar su mente de la revista y hacer su rutina diaria, pero un golpe a la puerta hizo que en instantes su mente volviera a ello.
Camino hacia la puerta para encontrarse con un joven atractivo, en sus manos llevaba la correspondencia.
—Hola— hablo jovealmente, lo cual encendió las luces de alarma de su mente.
—¿Hola?
—¡Te traigo tu correspondencia!
Entonces le entrego un rollo de papeles que ni siquiera traían remitente, en el momento en el que ella bajo la mirada hacia los papeles, miles de cámaras se posaron en ella.
Mientras que del otro lado de la ciudad, se encontraba un hombre furioso caminando de un lado a otro en su despacho. Si, era alfred leyendo las atrocidades que habían inventado los periodistas sobre su supuesta novia.
Desde la muerte de su esposa el jamás había mirado a otra mujer y ahora, los periodistas le habían hecho una absurda historia de amor que iba a afectar su futuro y más aún, a sus dos pequeños que desde hace mucho necesitaban una madre.
—Nesesito saber como procederemos, primer ministro.
Su secretario personal se encontraba adelante de él, su cuerpo parecía listo para una guerra.
Entonces su publicista apareció de la nada, era una mujer delgada, su metro ochenta intimidaba a cualquiera, incluso al propio Alfred.
—¿Puedo opinar, primer ministro?
Este asintió esperando una idea clara, su dolor de cabeza volvió a resurgir.
—Esta mujer puede ser lo que nesesita ahora.— alfred la miro como si le hubiera crecido dos cabezas— Sé que usted piensa que es una mala idea pero permítame explicarme.
"El país en la actualidad no se encuentra en muy buen humor. Se están aburriendo de donaciones ó visitas a lugares de ancianos, al parecer necesitan un poco de cotilleo para que usted, primer ministro vuelva al foco público y sugiero que esta pueda ser una buena oportunidad.
Ambos hombres la miraron mal, alfred sabía que no quería que su carrera sea manchada por los "cotilleos" desde que empezó su carrera sabia perfectamente bien que su buena voluntad siempre iba a estar de su lado, sin embargo, con tantos sucesos en su vida, había dedicado al cien por ciento su carrera dejando su vida personal hecha un desastre.
Quizá esté sea tu momento de encontrar un nuevo amor, Alfred. La voz de su interior lo regaño viendo lo obvio, pero este no quiso hacerle caso. Sabia que lo que mal empieza mal termina y este no iba a ser la excepción.
Pero ahora, su carrera, sus años peleando por el puesto no iban a ser desmoronado por la ética que se había propuesto en un principio, las cosas cambiaban y el lo entendía perfectamente bien
Lo pensó dos segundos y llegó a la conclusion:
—Thomas— Después de un "Si dígame, continuo. — redacta un comunicado, esta tarde, yo y mi prometida daremos un comunicado de prensa en el Gran Salón.
Su secretario apretó la mandíbula pero su publicista sonrió como el gato de alicia.
Florence había hecho lo que pudo para cerrar la puerta de su departamento. La jauría de reporteros gritaba su nombre y le pedían a gritos que diera la exclusiva para su televisora.
Su cuerpo temblaba por el nerviosismo entonces camino hacia la cocina para preparar un poco de té que le calmará los nervios. En eso, un golpe a la puerta sonó más fuerte que lo normal, incluso podría decirse que no era un forma educada de llamar.
Florence se debatió por abrir, ya que ella no quería encontrarse con aquellos reporteros y se metieran en su vida personal como lo había hecho la revista del corazón. Y aunque se limitar a decir la verdad, ella sabia que las respuestas cuando no eran las que esperaban podrían salirse de control.
Entonces el golpe volvió a sonar y en eso una voz sonó:
—Abra la puerta señorita florence, soy Thomas Johnson, secretario del primer ministro, mi jefe solicita su presencia.
Ella se debatió en abrir la puerta, quizá era otra mentira de los reporteros para llegar a ella, sin embargo, una corazonada le decía que quizá era lo que tanto buscaba para salir de esta locura.
Tomo su gas pimienta de la bolsa y camino sigilosamente hacia el picaporte de su puerta abrió lentamente hasta que encontró a un hombre alto, musculoso y con cara de pocos amigos. Su estatura intimidaba, sus ojos color negros combinaban perfecto con su traje impecable.
—Thomas Jonhson, secretario personal del primer ministro— El hombre extendió su mano hacia ella dudando si la chica iba a corresponderle. Se veía como un perrito asustado. —El primer ministro se encuentra abajo, si gusta me puede acompañar.
Ella vio su mano y el hombre instintivamente la retiró para esconderla detrás de su espalda, ella recapacitó la situación y negó con la cabeza. Necesitaba seguridad y su pequeño apartamento podría dárselo, sabia donde se encontraba la escoba y también el sarten de acero donde cocinaba lasaña. Aquellos podrían ser una buena arma para futuras personas que pudieran hacerle daño.
—¿Y si mejor el primer ministro sube aquí? Conozco una entrada alternativa si es que los reporteros no lo dejan entrar con...tranquilidad.
Thomas sabía que era una mala idea pero acepto llamarle a su jefe, está situación estaba demasiado tensa y la chica hacía todo lo posible por provocar problemas aún mayores.
El hombre se retiró de la puerta de Florence, entonces ella cayó en cuenta que su departamento era demasiado pequeño y mal arreglado para ser presentado por un Primer ministro. Su pequeño cuarto constaba de un sillón de segunda mano, color naranja o bueno, era color naranja, ahora se encontraba deslavado, su alfombra era nueva pero se notaba la calidad, su pequeño televisor se encontraba empotrado en la pared, al fondo, su cama era un desastre, llena de ropa y con libros por doquier. Intento hacer algo pero enseguida vino el hombre a hablarle.
—El primer ministro viene en camino, ¿Puedo entrar a supervisar su hogar?
Florence se limitó a asentir y rogó a Dios porque en realidad apareciera el primer ministro y porque este encuentro no echará a perder su futuro.
Entonces apareció, el guapo hombre, la promesa del futuro, Alfred Van-Hansen subió las pequeñas escaleras de su viejo edificio y ahí por vez primera Florence quiso mirarlo de verdad, era alto, su cabeza era del tamaño promedio, su cabello bien peinado y cortado, sus ojos eran color negro, sus largas pestañas hacían envidiar a cualquier mujer, su nariz era un poco respingada pero conducían a lo que podía llamar lo deseable de él, unos labios carnosos color fresa que hacían que partes de ella doliera deliciosamente. Su cuello era visible con su manzana de Adán y sus anchos hombros eran visibles por su pequeña cintura. Sus manos se extendieron a ella en forma de saludo y ella solamente estaba imaginado como aquellas manos podían hacer cosas si se manejaran en los lugares correctos.
Alfred la miro, ella estaba pasmada mirando su cuerpo descaradamente, sus mejillas se encontraban rosadas y apretaban furiosamente su labio. Así que su trato volvió a considerarlo, aunque se veía con buen historial nadie sabía el fondo de la olla más que la cuchara, podría tratarse de que Florence Donovan se tratara de una pervertida ó una pedofila, tenía que investigarla más antes de que le soltara su vida así como así.
Él intentó llamar la atención de ella y Florence despertó llevando consigo un rubor aún más fuerte. Ella sabía que la habían visto comiéndose con los ojos al primer ministro y aún más sintió que esta noche se iba a quedar sin título universitario.
Este hombre puede tronar los dedos y dejarte viviendo en la calle y sin un título universitario se regañó a sí misma.
Entonces, esta se puso erguida y camino unos cuantos pasos para encontrar la mano del primer ministro, esta la estrechó y ambos se miraron a los ojos.
—Bienvenido, Primer Ministro.
Este asintió y busco una silla donde sentarse.
—Creo que debemos hablar sobre el incidente ayer en la tarde.
Florence se sentó frente a él y arrugó la falda de su vestido.
—Creo que es totalmente mi culpa, Primer Ministro, alguien venía siguiéndome y yo simplemente vi un escape.— En la voz de la chica se escuchaba culpable, aunque Alfred sintió una pequeña punzada de arrepentimiento.
—No se preocupe, mis escoltas debieron ver ese reportero, sin embargo, necesitamos...
—Sí, lo sé, aún no puedo buscar una salida, sin embargo, si usted gusta puedo hablar ante los reporteros. Aunque son unos terribles maleducados.
Alfred asintió en aprobación aunque no tanto por lo que la chica acababa de hablar, no era una grosera, así que tenía un punto más. Entonces, su mente recapacito y entendió lo que ella le había dicho, entonces su cuerpo se llenó de nerviosismo y su corbata ahora se sentía aún más incómoda que de costumbre.
—Mi publicista encontró una solución.— dijo sin más y como si hubiera sido la señal de la chica, apareció.
—Realmente podemos utilizar este cotilleo para aumentar la seguridad de los ciudadanos con el Primer Ministro, actualmente no se tiene mucha popularidad ya que la mayoría de los habitantes son personas jóvenes y apegados a la tecnología, entonces si él primer ministro y tu, llegan a formar "una alianza" tu serás recordada como la "Cenicienta" en la era moderna.
Karla, sonrió triunfante, sabía que pensar en aquello era lo mejor que se le había ocurrido, sin embargo, para Florence era la peor cosa que se le había ocurrido a la chica.
Alfred parecía una estatua en su pequeño sillón, él la miraba fijamente y la escudriñaba con sigilo.
—¡Pero si apenas soy una estudiante!
Entonces la publicista camino dos pasos para enseñarle su plan.
—No te preocupes por eso, la gente nesesita a alguien sin experiencia para poder destacar. Pero no te estamos dejando al aire, Florence, más bien, tendrá grandes beneficios. Podrás ser vocera de la literatura, podrás sacar tu propio libro e incluso conocer contactos que te pueden beneficiar en los asuntos futuros.
Entonces Alfred habló.
—El contrato estipula dos años. Podemos ser marido y mujer en el camino, lo que tu quieras será tuyo, pero hazlo conmigo.
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