Capítulo Uno.
Un catorce con terapia.
Mi nombre es Génesis, y tengo un problema, aunque bien, yo no lo llamaría así. Es para mí más una ventaja a mis ojos, que me ha ayudado a vivir en la jungla humana, más años del que esperaba realmente. Más específicamente, en el área del amor.
Digamos que he tenido que ser así, por un pasado, del que soy consciente, no puedo soltar. Es en realidad una cosa simple, quién en su vida no lo ha hecho alguna vez...
La cosa es que mi personalidad varía dependiendo de la persona que se me presente. En cualquier situación, he aprendido a variar “creo” mis reacciones, lo que hace verme diferente, con diferentes personas.
Lo he asumido bastante bien.
Sé por mi terapeuta que no hay ningún tipo de trastorno, o algo así. O eso era lo que sostenía, hasta hoy.
La verdad lo tomo más como un juego, para ver que versión de mí la gente va a obtener.
Es como si tuviese un catálogo. Depende de como tú seas, es la versión de Génesis que te toca. Pensaba que esto era una ventaja por sobre todos los demás, o al menos eso creía.
San Valentín. La peor fecha de mi existencia, desde mi adolescencia siempre fue el peor día, el por qué nadie iba a amar nunca a la gordita simpática del salón, amigable para todos pero para nadie su amor. Una vez pensé que había encontrado mi media naranja, que mi vida sería diferente y todo sería el sol para mí, pero eso duró lo que toda ilusión, la nada misma.
No creo en el amor, está más que claro. Es una burda y absurda mentira en la que los idiotas deciden deliberadamente involucrarse, sin saber que es la peor de todas, esa que ilusoriamente queremos creer y aferrarnos a ella, como si fuese un real salvavidas.
Algunos dirán que el resentimiento no me deja vivir, pero que me perdonen, o más bien... yo los perdono, por ser idiotas crédulos y románticos.
Aquí me encuentro, caminando entre la gente, esquivando mirar la idiotez humana, mientras se profesan amor eterno en la calle y respiran el primer dulzor, de aquello que pronto será tan amargo como hiel. ¡Un poco, tan sólo un poco, de decencia no les vendría nada mal! ¡Lo privado en el cuarto! ¿O no?
Bien como sea, acabo de salir de una sesión con Carla. Ella está empeñada en creer que lo que tengo es temor al amor, y hoy mas que nunca me ha torturado para que me someta a una terapia "Especial".Mirándose desde su lógica quizás pueda ser, o simplemente el amor no se hizo para mi.
...
Hace poco tiempo dejé de verme con un sujeto, éste espécimen de hombre es digamos lo que toda mujer "desearía", sólo tiene un defecto, yo era la amante número cinco, bien, todo riquísimo y los relucientes cuernos al cielo, me cansé, y todo ¿Por qué? por qué mi cuerpo y yo no valíamos para ser la única.
¡A mi liberación... mucha carne para tan poco!
El aire que respiro se siente un poco pesado, mientras el sol me da en los ojos, decido ser más lenta para disfrutar el poco paisaje verde que hay camino a casa.
Continuemos...
Vamos a llamar a este sujeto, E.M.E. (Espécimen de Minúsculas Extensiones)
Resulta que conocí a E.M.E. hace más o menos ocho meses, en los cuales por cierto, he explorado el sentimiento de humillación, muchas más veces de las que he querido, para ser realmente honesta. Este bonito ser me confunde, más de lo que quisiera admitir. ¿Por qué un chico así de lindo, apuesto, bien parecido, amistoso y resplandeciente se la lleva conmigo? Me lo había preguntado más de una vez, pero aún así me dejé llevar por el frenesí de su dulzor y su habilidad innata para envolver en palabras.
A saber... Como dije, ser la quinta para él no resultaba un problema, mientras yo voy ahora esquivando calles para llegar a mi tan amada casa, lo único que quiero es tirarme al sillón para ver mi serie preciosa, después de otro asqueroso y empalagoso catorce de febrero, de nuevo en soltería, la única que nunca me abandona.
Capítulo Dos.
Que tu boca no atente contra tí mismo.
Después de pensarlo bien, tirada en mi sillón, he decidido mudarme con Laura, a la gran espléndida manzana, ella trabaja en un pequeño bar nocturno, y yo voy a ir a probar suerte. Estoy cansada de éste pueblo de mala muerte, donde constantemente me cruzo idiotas, prejuicios y ojos que me ven con asco que termino por querer enterrar bajo tierra cada día.
He de reconocer que nunca fui de carácter dócil, y no dejarme pisotear por cualquiera ha hecho de mi ser, una gran molestia en el trasero de varias personas, sobre todo de aquellas que han tenido el tupé de joderme y aún continúan... En algún tiempo me había propuesto ser su karma en vida, de ahí el punto a que mi personalidad cambia drásticamente según la persona que tengo en frente, eso y otros puntos.
Mis ojos van a la ventana, allí, regando un rosal que tiene más ganas de vivir se encuentra la Señora Doris.
Ella por ejemplo, es una de esas personas. Si tuviera que describirla, diría que es tenaz, observadora, meticulosa y precisa al hablar, aunque claro, no en la mejor versión de estas cualidades. Esa mujer ha empeñado alrededor de veinte años de mi vida en joderme la existencia, solamente porque mis lonjas sensuales, le joden de sobremanera. Sabiendo destilar su veneno ha ido suministrando gota a gota, lentamente, hasta ennegrecer cada aspecto más y más.
"¡Señora no es usted la que compra mi ropa y paga mi comida!"
Sin contar por ejemplo, lo que ocurría antes, cuando mis curvas y yo nos acomodábamos al sol en tanga en el verano, y el viejo de su marido se la pasaba en la ventana babeando como un idiota. ¡Pero vamos que eso no es culpa mía! Mi pies duelen un poco, pero he decidido hacer más que solo estar mirando una pantalla.
Estoy ahora en el mercadillo del barrio, haciendo las compras para mi madre, y ésta mujer está una vez más molestando... me ha perseguido entre las góndolas, sólo para decir que mi ropa no me queda. Solo para decir que mi estatura no es adecuada, ni mis pies aguantaran más de un par de años.
—Mujer, ¿Cuándo vas a vestirte adecuadamente?, es una pena que una joven como tú se deje estar de esa manera.— dice, mientras el claro hilo de veneno corre por esa vieja lengua.—yo a tu edad mataba corazones, y cualquier cosita de ropa, quedaba bien en mí .—Menciona, sosteniendo su flaca y escualida cintura que se deja ver bajo un vestido largo y holgado, cuando ella se aprieta los lados. La "Cualquier cosita de ropa" la hace ver extremadamente flaca, como una mujer dejada y mal alimentada.
Yo apuesto mi último dólar a que esta vieja a mi edad todavía era una mojigata, pero dejémosla ser, es mi último día escuchando su voz torturante, luego hasta puede ser que la extrañe.
Camino directo a la caja para pagar e ir a casa, quiero hacer una rica comida para mamá antes de irme, sé que voy a extrañarla mucho, lo sé, pero necesito un cambio de aires.
Estoy a punto de sacar mi cartera del pequeño bolso que he decidido traer, para poder pagar.Una punzada inesperada en mi pierna me sorprende, cuando un golpe seco resuena tras de mí. Me doy la vuelta, la amorosa Doris ha clavado la punta de su carrito de compras en mi nalga carnosa.
—¡Señora eso duele!— le digo con cara de pocos amigos.Ella solo me observa, dándome un rosa de suficiencia increíblemente oscura.
—Deberías darnos el lugar a la gente mayor, gordita— Habla despectiva con una sonrisa que se torna en cinismo, callada le cedo el paso y ella se pone frente a mí en la fila, orgullosa de sí misma, dejo que pague sus compras, y cuando está recogiendo sus bolsas entonces hablo.
—¡Qué bueno que a mi edad soy así, de otro modo si hubiese sido como usted, ya de mayor sería una vieja pedante y aún mojigata! —suelto mientras pago en el cajero. El chico frente a mí se sonríe mirándome, y niega mientras me da una pequeña bolsa.La miro, respondiendo a la bola de mierda que me dijo en los pasillos. Su cara está ahora de un tono rojo intenso, entonces recojo mis bolsas y paso a su lado, que es cuando oigo fuerte y claro sus dientes rechinando.
¡Ah! la pura satisfacción.Voy saliendo del mercado a casa, con una carga menos en los hombros creo.
Hoy como dije, es el último día que vivo con mi madre y mi pequeña hermana Jazmín, mañana en la mañana salgo temprano para Nueva York, Laura me estará esperando en el departamento.
Capítulo Tres.
Terminarlo de romper.
Me siento bien, al menos voy a poder liberarme del espécimen de hombre que me cargué por idiota. No ha dejado de enviarme mensajes y llamarme, cuando encontré al descarado teniendo sexo con otra.
James Brown, a menudo es un terrible imbécil, y parece que seguirá siéndolo
—apagué el celular y me avoqué a lo que me compete ahora, complacer a mi madre en esta rica cena. Ya es de noche, la luna está espléndida en el firmamento.
Jazmín y mamá están en la sala acomodando los platos, y éstos spaghetti a la carbonara son todo lo bueno en esta vida.Receta que me enseñó mi difunta abuela Carmencita, ¡como la extraño! Ella era la única que amaba estrujar mis regordetas mejillas.
Nos sentamos a la mesa, la sonrisa de mamá me inquieta.
—¿Estás totalmente segura de que podrás allá hija?—ella siempre ha sido protectora conmigo, recuerdo cuando era pequeña, ella se llevó bajo los pies a medio vecindario por defenderme, es la mejor del mundo.
Sus ojos color miel me observan, mientras revuelve el plato, en un silencio que hace doler mi pecho.
—¡Estaré bien mamá! además Laura me da sitio, pagaré la mitad de la renta con ella, no te pongas así, también haré mis papeles para trabajar de lo que me he titulado.—suelto y termino el último bocado de mi plato, mientras ella suspira.
—¡Bien, no pensaré más en ello, sólo hazme un favor, cuidate ! ahora ve y saca la basura, yo recogeré los platos y me iré a la cama, tu hermana ya está adormilada.— me acerqué a Jazmín y dejé un beso en su frente, para tomar las bolsas de basura y dirigir mis pies fuera de la casa.
Hace algo de frío, debí colocarme algo encima, una blusa corta sin mangas no ayuda en mucho con el viento frío que corre.
—¡Mi amor!— suena una voz conocida al cerrar la puerta, levanto los ojos después de colocar las bolsas en el cesto rojo, antes de girarme para volver a la casa, el Porsche negro de James reluce en la puerta de mi casa. La respiración se me corta, haciendo que corra hacia él, se lo ve con cara alegre mientras yo deseo acribillarlo contra una pared.
—¡¿Qué haces aquí?, ¿Cómo llegaste?!— digo apretando los dientes, con mis ojos hechos en furia, él me mira confiado y se medio sonríe. Es un maldito adulador.
—¡Un novio debe saber donde vive su pareja mi vidita!— dice confiado y estira la mano para darme una caricia en mi mejilla. Su sonrisa blanca hace que la ira vaya subiendo, hasta mis puños apretados.
—¿Pareja?, ¿Qué mierdas andas soltando Brown?, yo nunca te dije donde vivía.—vomito con asco cada palabra.
—¡Tengo mis métodos nena! debemos hablar de lo que pasó, y como no respondías a mis llamadas, pues aquí estoy.— habla bajo, como queriendo hacerse la víctima de la novela, mientras sostiene el volante entre sus manos, jugando con sus dedos.
_¡Yo no tengo nada que hablar contigo bastardo traidor! ¡Te estabas revolcando con otra y aún tienes la cara de venir a mi casa!— digo e intento girar en mis pies para volver a la casa, pero lo veo abriendo la puerta y bajando del coche, con extrema y sadica tranquilidad, mientras la sangre brota pir mis venas.— Vete de aquí antes de que te deje las pelotas en la nuca Brown.— la ira se está acumulando en todo mi cuerpo, empujo su puerta y se vuelve a cerrar, haciendo que no pueda bajar.Mi rostro va a pasar de carmín a violeta si no le parto la cara de una bofetada.
—¡Ahí quisiera tenerlas pero contigo encima, está haciendo frío, entra!—,me señala el asiento del copiloto y me sonríe otra vez. Miro hacia la ventana de mi casa y la luz del cuarto de mi madre se apagó. No podemos hablar aquí, este vecindario es un nido de serpientes al acecho, de hacerlo, mañana mi madre tendrá la noticia fresca de que he discutido con un carbón de un Porsche negro.
Temblando de ira me doy la vuelta del auto y entro, de la rabia que me fluye, sin querer casi le hago giratoria la puerta. Él sólo me mira y niega mientras sonríe.
—¡Te doy treinta minutos y desapareces de mi existencia James!— el enojo se filtra en mis palabras,me pongo el cinturón mientras el coche se pone en marcha.
No hablamos en todo el camino, pero terminamos en un bar que siempre frecuentábamos antes, Macuba Club. Lo miro con odio, sin desprender el cinturón.
— ¿Quieres que baje ahí con estas pintas?, no lo haré, así que habla ya, sólo te quedan veinte minutos.—no pienso bajar ahí, apenas tengo un chongo mal hecho en el pelo, con una blusa roja sin mangas, que uso en la casa de pijama y un jeans roto en las rodillas que me hace ver como indigente.
—¡Simplemente baja vamos cariño!— lo veo bajar del coche y abrirme la puerta, me toma de la mano y me lleva a la puerta del local. Entramos y no hay ni un alma dentro, siento una suave tela cubrir mis ojos y la voz de éste infeliz a mi oído.
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