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La Belleza Está En El Alma

Huyamos juntos

"¿Qué es más importante en la vida? La belleza física o la belleza del alma.

Por supuesto, que la belleza es totalmente subjetiva, pero todo el mundo puede coincidir en que lo bello debe ser agradable a la vista, que te dé la sensación de bienestar y admiración hacia la persona o el objeto en cuestión. La belleza es una forma de alcanzar la perfección.

La perfección muchas veces, no es más que una simple ilusión, donde tanto las mentes simples como las más soñadoras, plasman sus anhelos y todo aquello que desean encontrar en el otro.

Pero, ¿que pasa cuando encontramos algo que no se adapta a nuestros estándares de perfección? Como cualquier cosa inútil, está es desechada.

Si alguna vez amamos, por ejemplo, un precioso florero de porcelana, y este, en un descuido se rompe ¿que hacemos entonces? Lo inútil, por su puesto, se deshecha, pero a este objeto en especial, le dimos nuestro amor, entonces ¿lo conservamos pese a que ya no sea lo que antaño fue? ¿Un objeto roto y destrozado aún es bello y vale la pena ser adorado?"

La suave voz de de Gabriel se interrumpió de repente, el joven estaba ensimismado en sus pensamientos. Quizá la lectura de hoy no fue la correcta.

- Gabriel, ¿porqué te detienes?, ¿pasó algo malo? -la suave voz de Luciana arrancó al joven de sus pensamientos.

- No, es que le falta una página al libro.

- Oh, que pena, me había gustado mucho el tema. ¿Trajiste alguna otra cosa para leerme hoy?

Como siempre, la mirada de Luciana estaba perdida. Gabriel sólo podía admirar su bellaza y amarla desde lo más profundo de su corazón, sin ser capaz de expresarlo al resto del mundo, pues se lo tenían prohibido, una chica ciega no podía pertenecer a la familia real.

- ¿Gabriel? A mi no me engañas. Algo te sucede hoy. Estás muy extraño, no estás feliz como otros días ¿pasó algo en el palacio?

- Eres quien mejor me conoce, Luciana. Estoy devastado.

- Acércate a mi, déjame tocar tu rostro -el joven se acercó, y la chica pudo sentir sus lágrimas-, ¿que es tan malo que te ha hecho llorar?

- Padre ha decidido mi compromiso. Me casarán con tu hermana Sophie.

Los ojos de Luciana se llenaron de lágrimas. Pero se esforzó por darle una sonrisa a Gabriel, ocultando su dolor.

- Sabíamos que esto pasaría, tarde o temprano escogerían a una mujer sobresaliente para ti. No debería de sorprendernos.

- Pero yo no quiero, Luciana. Sophie es como las demás, ninguna de ellas es tú. Yo sólo me quiero casar contigo.

- Sabes que no es posible -la joven negaba con la cabeza-. No puedes seguir siendo de la familia real con una esposa ciega. Lo has elegido tú mismo hace mucho tiempo.

- Si ya no soy de la familia real, entonces no tendré nada que ofrecerte. Soy un inútil.

- Eres un príncipe, tu deber es con el reino, no conmigo. Verás que llegaras a querer a mi hermana. No es tan mala como crees que es. Quizá solamente caprichosa.

- No lo entiendes, yo quiero renunciar a todo. Escapemos esta noche, ¿que dices? Solo tu y yo, Luciana. He comprado una villa, cerca del mar, podemos vivir ahí, puedo trabajar como abogado, pero por favor, escapa junto a mi.

Luciana asintió llorando, era sumamente feliz, podría estar junto al chico que amaba y casarse, podrían vivir juntos y en paz. Gabriel se acercó a Luciana, y le dio un beso en los labios, primero con suavidad y después más desesperadamente, hasta robar un quejido de los labios de la chica.

- Esta noche, te iré a buscar en tu habitación. Quiero que tu y yo seamos uno solo antes de huir juntos, ¿aceptas ser mía para siempre?

- Sí, Gabriel, quiero que estemos juntos para siempre.

Luciana podía sentir el calor inundando sus mejillas. Desde un tiempo atrás, Gabriel y ella se veían a escondidas, y se daban besos llenos de amor. Gabriel no podía esperar más para que esa hermosa doncella fuera suya. La amaba con todo su ser y deseaba su cuerpo intensamente. Luciana era la chica más hermosa del reino, pero a sus 18 años no tenía ningún pretendiente por haber nacido ciega. Tenía el cabello cobrizo largo y con suaves caireles en sus puntas, su rostro era el de un ángel, tenía una suave forma redondeada, con sus pómulos altos y sus suaves y regordetes labios en forma de corazón, su nariz eras respingada y pequeña, sus cejas estaban bien delineadas, y tenía pestañas como mariposas, pero su mirada estaba cubierta por un manto gris que le impedía ver el mundo.

Varias noches, sin que ella se hubiera dado cuenta, el se había colado a su habitación mientras dormía, tenía una figura hermosa y suave, su generoso busto se asomaba fuera de su ropa ceñida, su cintura estaba definida pero tenía una cierta curvatura que le fascinaba, sus caderas eran anchas, y sus muslos lo invitaban a amarla. Sabía que estaba mal, ella era vulnerable, pero aún así no podía evitar seguir visitándola algunas noches, aunque ahora, sería la última vez que lo haría, a partir de mañana sería su esposa. Pero ninguno de los dos contaba con que alguien estaba escuchando a escondidas.

En la noche, Luciana estaba inquieta, sabía lo que pasaría, pero alguien entró a su habitación, y cubrió su nariz, ella intentó luchar, pero al final cayó inconsciente.

Cuando Gabriel entró a la habitación de Luciana, todo estaba oscuro, pero pudo ver una figura femenina acostada en la cama.

- Amor mio, he venido -dijo el príncipe acercándose a la cama, para luego empezar a besarla con pasión-. ¿Estás segura de que quieres ser mía esta noche? -la chica bajo su cuerpo asintió.

Gabriel se desnudo y comenzó a acariciar a la mujer bajo su cuerpo, al principio se sorprendió porque su cuerpo se sentía diferente a como el se había imaginado que sería, sentía sus pechos más pequeños y sus labios diferentes, pero el deseo le pudo más, y después de sentir como la virtud de su amada se fue, la euforia se apoderó de él. Cuando escuchó gemir y decir su nombre a la mujer se asustó, esa no era la voz de su Luciana. Corrió a encender algunas velas, y ahí estaba Sophie, ese momento tan especial que debía ser de el y Luciana había sido robado por Sophie.

- ¿Qué haces aquí? Este es el cuarto de Luciana.

- Gabriel, ¿que te pasa? Estábamos tan bien, hace un rato lo disfrutabas.

- Tu no eres Luciana, ¡¿donde está ella?! Debió ser ella y no tú.

- Pero yo soy tu prometida, por eso acepté. Papá nos cambió de cuarto hoy.

- ¡NO NO NO NO!

Los gritos histéricos y el llanto de Gabriel despertaron a todos en la mansión del Gran Duque Martell, quienes vieron como el príncipe Gabriel había robado la virtud de Sophie Martell, la menor de sus hijas.

Preparativos de boda

El Duque Martell mandó a un mensajero, para pedir al rey que fuera a su mansión por un asunto delicado concerniente a su hijo.

- ¿Donde está Luciana? La quiero ver. Tengo que explicarle. Esto no es lo que parece.

- Alteza, usted podrá ser un príncipe, pero no puede hacer lo que quiera. Mi hija Sophie es su prometida, entiendo sus deseos de hombre, pero no es correcto hacerle eso a una señorita de familia.

- No entiende Duque, yo quería a Luciana. Ella es la que debería ser mi esposa.

- Esto es el colmo alteza, ¿quería robarle la virtud a mi otra hija también? Si ya está comprometido con una.

- No. Yo no quiero a Sophie. Quiero a Luciana.

La joven ciega había logrado despertar y la llevaron a su cuarto, ahí Gabriel se hincó ante ella.

- Luciana, mi amor -dijo tomando sus manos-. Yo no quería, creí que eras tú, lo juro, no se porque Sophie estaba en tu habitación, yo... -Gabriel empezó a llorar y Luciana estaba parada como una estatua.

- Alteza, levántese por favor, no es apropiado que se arrodilla frente a mi.

- Este hombre a profanado el cuerpo de tu hermana ¿que tienes que decir de eso? Ese chico sigue diciendo que debiste de haber sido tú -la voz chillona de su madrastra resonaba en sus oídos.

- El príncipe me pidió que huyeramos para casarnos, y yo acepté. Nos iríamos esta noche -ella hablaba con seriedad y elegancia.

Luciana sintió un fuerte golpe en su mejilla.

- ¡Zorra! Te atreves a robar el prometido a tu hermana. ¿No te bastó matar a tu madre el día que naciste? Que más desgracias buscas para esta familia -los gritos de su padre, más la bofetada que le dio fueron suficientes para hacer llorar a Luciana.

- ¿Qué más quieren de mi? No les basta con humillarme y azotarme cada día de mi maldita vida. Sólo quería casarme con el hombre que amo.

Gabriel se acercó a abrazar a Luciana, pero cuando apenas la había estrechado entre sus brazos, lo apartaron bruscamente.

- Principe, manténgase alejado de mi hija. Ella traerá honor a la familia. Ya he concertado su propio matrimonio.

Gabriel y Luciana estaban conmocionados. Ella no dejaba de llorar y él sólo seguía gritando que la amaba con todo su corazón. Mientras sacaban al príncipe de la habitación, el seguía gritándole a Luciana.

- Te juro que creí que eras tú. Lo juro, amor mío. Si me obligan a casarme con ella nunca la tocaré nuevamente. Tú eres mi único amor. Luciana, por favor, perdóname -los gritos de Gabriel retumbaban por toda la casa.

Cuando el rey llegó, abofeteó a su hijo, y prometió que harían la boda lo más pronto posible, pues no querían manchar la reputación de la joven Sophie.

La casa estaba llena de felicidad ante la boda de Sophie, futura princesa del reino Silax, pero para Luciana todo era tristeza. La única luz de su vida la encontraba en la música y las visitas de Gabriel, ahora el se casaría con su hermana, cuando estuvieron a punto de casarse les robaron su sueño. Ella no era tonta, sabía que todo fue planeado, pero no tenía como contactar a Gabriel ni medios para investigar quién había ideado ese plan.

Si tan sólo no fuera ciega, ella es la que se casaría con Gabriel y su padre estaría muy orgulloso de ella. Pero había cometido el pecado de matar a su madre el día que nació, y los dioses la habían condenado a una vida de oscuridad.

El hermano de su madre y su esposa, muchas veces intentaron que ella se fuera a su casa, se habían ofrecido a criarla y educarla conforme a una joven de su rango, pero su padre se negó. Incluso la habían llevado con un mago, que dijo que su ceguera se podía curar antes de los 20 años, pero que necesitaba materiales muy valiosos y raros, y ellos no podían conseguir ni uno solo de esos ingredientes. Luciana agradeció desde lo profundo de su alma su intención, y se sintió dichosa de tener quien se preocupara por ella. Ellos también le habían regalado un bastón dorado que se extendía, para que pudiera caminar con mayor facilidad.

Los preparativos de la boda iban muy bien, en menos de dos semanas se casaría el príncipe y Sophie, por lo que Luciana tenía que vestir adecuadamente, cómo la hermana de una princesa. Fue a la ciudad junto a su doncella Marie, y le tomaron medidas para un nuevo vestido, que su doncella le dijo que sería de color verde, que la haría ver aun más hermosa de lo que ya era. A Luciana le causaba gracia la emoción de Marie, pues ella no comprendía la importancia de un color en especial.

- Señorita, los colores transmiten emociones. Además en una mujer, pueden realzar sus atributos. Por eso son importantes los colores.

- Está bien. Vamos a la librería después, quiero que compremos algún nuevo libro de romance, o sobre que te gustaría leerme esta semana Marie.

- Escuché que hay una novela sobre piratas, señorita, y dicen que... Relatan los actos maritales -dijo esto último en un susurro.

Las dos jóvenes se empezaron a reír ante las ocurrencias de Marie. Cuando Luciana y la doncella caminaban por la calle, Luciana sintió como chocaba contra algo muy duro, y cayó de espaldas, dándose un fuerte golpe en la cabeza. Asustada, Marie reprendió fuertemente al hombre, pero en cuanto lo vio, grito de la impresión, el hombre por su parte, se puso inmediatamente una máscara que cubría la mitad de su rostro.

- Disculpe, señorita. Venía distraído -cuando se dio cuenta de que Luciana estaba tirada inconsciente, reaccionó rápidamente y la cargo, subiéndolo a su carruaje, Marie los siguió inmediatamente y le dijo que su señorita era Luciana Martell. Y que debían llamar a un doctor inmediatamente para atenderla, pues la chica no gozaba de muy buena salud.

Xander se quedó asombrado ante la belleza de esa joven. En su mente no podía concebir a un ángel más hermoso que ella. Se preguntó si de verdad esa era la chica a la que el Duque Martell le había ofrecido su mano en matrimonio.

Xander Wolf

Xander regresaba a su mansión luego de casi tres años de ausencia. Su tío Salazar se encargaba de organizar y llevar a cabo todas las actividades de sus negocios. Era el único familiar que le quedaba y la persona a quien más apreciaba.

- Xander, hijo, que gusto verte de nuevo -Salazar hablaba con gran alegría, sonriendo felizmente. Era la única persona que no se asustaba cuando veía las cicatrices de su rostro.

- Tío -el joven abrazo fuertemente al hombre mayor.

- Ya no te vayas tanto tiempo, si no, la próxima que vuelvas yo ya estaré muerto. Te sentirás muy triste de no pasar tiempo con este viejo.

- Ya no me iré tío. La guerra en la frontera a acabado hace mucho tiempo, sólo hacíamos tareas de construcción. El rey me ha mandado a llamar. Creo que me pedirá que me quede aquí indefinidamente.

- El ministro de guerra es viejo. Ya es tiempo de que la sangre joven nutra a nuestro reino.

- El rey quiere algo más ¿verdad?

- Así es -suspiró su tío- te pedirá que te cases, es casi seguro.

Xander comenzó a reír amargamente.

- Ninguna joven noble querría casarse conmigo tío, ya me has visto.

- No hables así hijo, eres un buen hombre. Esas marcas no significan nada.

- Entonces, ¿hay alguna voluntaria?

- En realidad -el hombre parecía incómodo al mencionar eso-, el Duque Martell ofreció la mano de su hija mayor en matrimonio. Se llaman Luciana Martell, tiene 18 años y es una joven muy amable y hermosa...

- Pero... Es muy bueno para ser verdad tío, y lo sabes.

- Es ciega, de nacimiento.

Xander comenzó a reír a carcajadas. Era el mejor chiste que le habían hecho en su vida. Algunas lágrimas salieron de sus ojos luego de tanto reír.

- La esposa de un desfigurado es ciega. Vaya crueldad para con su propia hija.

- Todo mundo sabe que el Duque no adora precisamente a su hija mayor, la culpa por matar a su madre. Quizá sea buena idea que te cases con ella, sólo para sacarla de ahí. He investigado sobre ella desde que me enteré de las intenciones del Duque, tu eres el segundo hombre más rico del reino, y naturalmente le convendría un matrimonio que los emparentará así que está muy interesado.

- Que investigaste, tío.

- Al parecer, ella era muy amiga del príncipe Gabriel. Pero recientemente, el se metió a la casa del Duque y tuvo relaciones con su prometida, pero luego dijo que el creía que era Luciana. Y que la amaba, que se iban a huir juntos, pero el rey decretó su matrimonio rápidamente.

- Que otro hombre la ame, y que ella ame a otro hombre no me hace que quiera casarme con ella.

- No entiendes. Su familia la golpeó por eso. Los sirvientes dicen que la azotan muy seguido. Pero ella no se queja nunca. Me da mucha pena su situación. Ella tiene unos tíos, que viven en la isla Zafiro. Si te casas con ella, la puedes liberar del infierno en el que vive, te divorcias de ella y la mandas con sus tíos. Así podrás cumplir con las órdenes del rey y ayudar a esa pobre chica.

- No lo se. No me gusta la idea de casarme por caridad. Tampoco me gusta la idea de que me obliguen casarme. Si fuera por mí, me quedaría en la frontera.

- Lo sé. Supongo que no te haría daño conocerla. Estamos invitados a la boda real, es obvio que la señorita Luciana asistirá, así que tendrás la oportunidad de verla después. Si aún así no te quieres casar con ella, es posible que el Duque la case con cualquier hombre que codicie su belleza.

Xander sabía que su tío tenía buenas intenciones, pero el matrimonio no era para él, mucho menos el amor. Había cometido muchos pecados en su vida, y no creía ser merecedor de tener algo positivo, incluso su padre y hermano lo habían odiado por el hecho de ser hijo del pecado.

Después de dos días de haber llegado a Citial, la capital del Reino, el fue a la ciudad, según su tío un hombre de su importancia y riqueza debía vestir adecuadamente. No le gustaba salir, pues sentía que todo el mundo observaba siempre las cicatrices de su rostro, por lo que casi siempre que salía llevaba una máscara que ocultaba sus marcas. Había ido a que le tomaran medidas, encargando la ropa de mejor calidad y pidiendo que fuera enviada a su mansión. Xander platicaba con un amigo, un joven capitán muy prometedor, y se había quitado un momento la máscara para limpiar el sudor que recorría su rostro, cuando sintió un golpe en su espalda.

- Señor, debería ser cuidadoso, mi señorita no puede ver, y usted está como un bruto... -la joven gritó en cuanto vio su cara, y Xander maldijo su descuido. Se apresuró a ponerse su máscara, y luego vio tirada a la más hermosa mujer del mundo, como inconsciente. La levantó con la intención de llevarla al médico, pero su acompañante le dijo que era la hija de Duque Martell, entonces se dirigieron a casa de ella.

Cuando llegó, le sorprendió que los sirvientes parecían preocupados, pero no la familia, por lo que él mismo mandó llamar al médico, y luego pidió una audiencia con el Duque.

- Duque Martell, disculpe haber llegado sin invitación, pero me topé con su hija en la ciudad, al parecer perdió la conciencia y la traje inmediatamente. He llamado a un médico.

- Ah. Muchas gracias general Wolf. Mi hija tiende a hacer ese tipo de cosas.

- Disculpe, no le entiendo.

- Si, hace como que se desmaya, pero está bien. Dentro de poco despertará.

Xander parecía enojado, y estaba a punto de regañar al hombre cuando anunciaron la llegada del conde Vigril, un anciano decrépito conocido por ser un lujurioso. Xander aborrecía a ese tipo de gente.

- Duque Martell, que gusto verlo -dijo el anciano con voz silvante-, ¿ya pensó en mi propuesta de matrimonio para la señorita Luciana? Esté seguro que la trataré como se merece -Xander sentía asco, conocía a los tipos libidinosos como él, seguramente sólo deseaba poner sus asquerosas manos encima a la hermosa Luciana.

- Conde, verá, en realidad su propuesta es muy tentadora, para el futuro de mi hija por su puesto, yo creo que si...

- Disculpe que lo interrumpa Duque, pero tenia entendido que se me hizo la oferta de matrimonio a mi también. No había podido aceptar como se debe por cumplir con mis deberes, pero en realidad, deseo casarme con su hija. De hecho hoy planeaba venir a verlo para conocer a la señorita, pero como le comenté hace un momento antes de la interrupción de este anciano, me la encontré hoy.

- Jovencito -grito el viejo asqueroso, rojo del coraje-quien te crees que eres, como para atreverte a hablarme así.

- Soy el General Xander Wolf. El futuro esposo de la señorita Luciana -no sabía porqué, pero después de ver a la joven y pensar en las ideas indecentes del viejo Vigril, Xander tomó la decisión de salvar a aquella joven indefensa.

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