LESLIE
¿Por qué tuve que elegir un día tan nublado para escapar de casa?
Mi vida era tan triste como las nubes negras que reposaban sobre el cielo. Por lo menos ellas tenían un propósito antes de desvanecerse, y yo no tenía nada. Tal vez papá tenía razón cuando decía que era una buena para nada. Si tan solo se hubiera tomado la molestia de aparecer de vez en cuando por el colegio, sabría que soy la mejor de mi clase.
La única amiga que tengo en el mundo me decía que no me diera por vencida; aseguraba que tarde o temprano se daría cuenta de quién soy en realidad. Pero escuché tantas veces la palabra inútil, que terminé por creerlo.
Mamá procuraba mantenerme dentro de mi habitación para no molestar a Roberto. No entendía por qué prefería a su novio antes que a su hija. Por eso decidí mudarme con Jason, por lo menos él si se preocupaba por mí. Me llamaba una vez a la semana para cerciorarse de que aún respiraba.
Hasta donde sabía, Jason vivía una buena vida, era un excelente arquitecto: exitoso y rico. No me quedaba más opción que emigrar hacia la capital en busca de una nueva vida.
Hasta ese momento, Jason nunca había mencionado nada acerca de alguna mujer, deseaba con todo mi corazón que siguiera siendo soltero; de otra manera, podría correrme de su casa.
Tomé el primer autobús de la mañana, compré un café y un paquete de donas para el camino.
Sentí que una parte de mi corazón se había quedado en Monterrey, me dolía mucho irme del lugar que me vio nacer, pero no tenía opción. De esta manera dejaría de ser una carga para mis padres. Sé que sueno patética, mentiria si dijera que no lo era.
El camino fue largo, me quedé dormida un par de veces.
Estaba asustada cuándo llegué a la capital, nadie me esperaba en la terminal de autobuses y no sabía hacia dónde dirigirme. Anoté en una hoja de papel la dirección que me había dado Jason para que lo buscara si había alguna emergencia.
Antes de salir de casa, tomé todos lo ahorros de mi vida para poder costear mi viaje. Me acerqué a la parada de taxis y le di al chofer la hoja con la dirección.
La ciudad es un sitio bonito, pero bastante congestionado. Hay grandes edificios por doquier y mucha gente.
El camino duró alrededor de una hora, el taxímetro marcaba una cantidad exorbitante. Saqué mi cartera para verificar de que podía costear la cantidad que marcaba. Llevaba contando la mitad cuándo el chófer anunció que habíamos llegado a mi destino.
Me espanté cuándo descubrí que me faltaban ochenta pesos para cubrir mi deuda. Bajé del taxi y le supliqué al chófer que me diera tiempo para conseguir el resto, pero se puso a la defensiva, se bajó y comenzó a gritarme.
—¿Qué está ocurriendo? —preguntó un joven alto y bastante atractivo.
—Esta mocosa de mierda trata de robarme, la he traido desde lejos y no le alcanza para cubrir el monto, sino me paga en este momento llamaré a la policia.
—¿Cuánto le debe? —el extraño atractivo sacó su billetera para pagar el resto que debía.
—Cien pesos.
—No es verdad, me faltaban ochenta —repliqué.
—Son ochenta, mas veinte del tiempo que me has hecho perder.
—Le daré los cien, solo deje de gritar y váyase —sacó un billete y le pagó al chófer.
La gente de aquí era bastante enérgica y grosera. Simplemente le arrebató el billete, se subió a su taxi y se marchó dejando un rastro de humo negro detrás.
—¡Muchas gracias! —agradecí avergonzada.
—No te preocupes, ¿hacia dónde vas?
—¡Carajo! El señor del taxi se marchó con la dirección de mi hermano.
—¿Tú hermano vive cerca?
—No sé, no soy de aquí.
—¿Cuál es su nombre? Si vive cerca, quizás lo conozca.
—Jason, su nombre es Jason García.
—¿Es broma? Jason García es amigo mío. No sabía que tuviera una hermana tan linda como tú.
—Gracias, ¿podrías llevarme con él por favor?
—¡Claro! Acompañame, nosotros vivimos juntos.
Seguí al guapo amigo de mi hermano hasta un edificio. Ambos vivían en un departamento ubicado en la colonia Roma.
—¿Cuál es tu nombre? —le pregunté.
—Soy Leonardo —respondió con una sonrisa.
—Mucho gusto, yo soy Leslie. Le pediré a mi hermano que te dé los cien pesos.
Subimos tres pisos y nos detuvimos en el departamento número trece.
—¿Fuiste a poner los huevos? —preguntó otro joven después de que entramos en el departamento.
—No.
—¿Quién es ella? Sabes de sobra que no puedes traer clientas al departamento.
—No es una clienta, ella es hermana de Jason.
—¿Jason tiene una hermana?
—Eso parece.
—Mucho gusto, soy Leslie.
—Jason está en el baño, supongo que le va a dar gusto verte.
—Espera por él, el desayuno está casi listo. ¿Nos acompañas? —Leonardo me acompañó hasta la pequeña mesa que había en la cocina.
—¿Viven todos juntos? —pregunté.
—Sí, los cinco vivimos juntos —respondió Leonardo—. Él es Jorge —señalo hacía el joven que estaba cocinando—. Y todavía faltan Damián y Lucas, que supongo aún duermen.
No tenía ni idea de que mi hermano viviera con cuatro hombres. Los dos que conocí primero estaban muy guapos, parecían artistas de telenovela. ¿Serán homosexuales?
Su finta metrosexual indicaba que lo eran. No es que me haya puesto a juzgar, pero esas cejas depiladas y ese monton de músculos me decían que mi hermano podría ser gay.
—¿Ya está listo el desayuno? —preguntó Jason mientras se acercaba a la cocina.
—Ven rápido, tienes visitas —gritó Leonardo.
—¡Qué diablos! ¿Por qué estás aquí? ¿Viniste sola? —al parecer Jason estaba muy sorprendido de verme.
—Me da gusto verte, te extrañé horrores —corrí para abrazarlo.
—¿A qué has venido?
—A verte.
—Hablemos —me arrastró del brazo hasta su habitación, parecía estar bastante molesto.
Realmente creí que le daría gusto verme, quizás estba molesto por que no le avisé, o tal vez se avergonzaba porque descubrí su desviación sexual.
—No te enojes, lamento haber venido sin avisar—bajé la mirada al suelo y esperé a ser regañada.
—Lo siento, no quise hacerte sentir mal, es solo que me has sorprendido.
—La verdad me fui de casa, el novio de mamá me trata con la punta del pie y ella no hace nada al respecto. Hace un año que no veo a papá, y tampoco me contesta las llamadas. No sabía que más hacer, así que decidí vivir contigo. No quiero ser una molestia, pienso trabajar y pagar mis gastos.
—¡Pero que has hecho!
—Lo siento, pensé que estaría mejor a tu lado. Por teléfono me has dicho que eres un arquitecto famoso, y supuse que me recibirías con los brazos abiertos. Jamás mencionaste que vivías con cuatro hombres. No te preocupes no me molesta el hecho de que seas gay. Supongo que eso es mejor que una cuñada malvada.
—No soy gay, lo siento mucho pequeña, pero te mentí. No soy arquitecto. Honestamente abandoné el colegio en el primer semestre y no tengo la solvencia para cuidar de ti. Trabajo como mesero en un club nocturno.
—¿Por qué me mentiste?
—Quería que estuvieras orgullosa de mí, pero ahora que ya lo sabes y has huido de casa, supongo que no hay remedio. Puedes quedarte conmigo. Tendremos que compartir habitación. Damián y Jorge comparten habitación; Leonardo y Lucas duermen juntos, y yo estoy solo. Únicamente hay tres habitaciones.
—No hay problema.
—Ve por tus maletas y acomoda tus cosas, yo iré a hablar con los demás.
El equipaje no era tan pesado, solo llevé lo indispensable. Pensé que con el tiempo iría comprando lo que faltara.
Me alegraba mucho que Jason me aceptara en su vida.
Decidí no salir de la habitación para que Jason hablara cómodamente con sus amigos acerca mi repentina mudanza. No quería incomodar a nadie con mi presencia.
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No salí de la habitación durante dos horas, me dediqué a acomodar mis cosas. No sabía si los demás estaban de acuerdo en compartir el lugar con una niña torpe.
Jason tampoco volvió.
Me daba miedo salir, el estómago me crujía de hambre, pero tenía que esperar a que mi hermano volviera.
—¿Puedo pasar? —Jason tocó la puerta.
—Entra.
—Vamos, te voy a presentar con los chicos.
Caminé con timidez hacia la sala. Todos estaban sentados en el sillón mirando televisión.
—Atención todos, ella es mi hermana, Leslie —anunció Jason.
—Ya nos conocimos hace rato, solo faltaba que conociera a Damián y a Lucas —comentó Jorge.
Damián se levantó del sillón y se acercó a mí para saludarme.
—Yo soy Damián, te pareces mucho a Jason. No seas tímida, todos estamos contentos de que estés aquí —dijo mientras sacudia mi cabello con su mano derecha.
—Es un gusto conocerlos, les agradezco mucho su calurosa bienvenida. Les prometo que no voy a molestar a nadie.
Un llanto surgió sorpresivamente de un pequeño moises ubicado a un costado del sillón grande. No me había percatado de que estaba ahí.
—¿Eso es un bebé? —pregunté sorprendida.
—Sí, es el bebé de la casa —respondió Jason.
—¿De quién es? —inquirí.
—Es mío —respondió Leonardo.
Por un momento sentí alivio, creí que era la única mujer en la casa. La verdad es que eso me estaba molestando mucho. Me daban nervios saber que viviría sola con cuatro hombres guapos.
—Está precioso —comenté después de que Leonardo lo sacó del moises.
—Él es Lucas, saluda a tú tía Less —dijo Leonardo.
—Es tan pequeño, ¿cuántos meses tiene?
—Tiene tres meses, ¿quieres cargarlo?
—No. Me da miedo.
—Esta bien, no te preocupes. Después te acostumbrarás.
Todos fueron a realizar deberes de la casa mientras yo terminaba de instalarme.
Sin darme cuenta se había hecho de noche y Jason se preparaba para ir a trabajar.
—Guardé un poco de comida para ti en el refrigerador, cuando acabes vas a comer algo, hermana.
—Gracias.
—Ya me voy, cuídate —me dio un beso y se fue.
Después de un rato salí para comer algo. Lo único que había en mi estómago era el café y las donas de la mañana.
—Hola —saludé a la joven que estaba sentada en el sofá jugando con Lucas.
—Hola, ¿quién eres tú?
—Soy Leslie, hermana menor de Jason, y supongo que tú debes de ser la esposa de Leonardo.
—Estás en un error —comenzó a reírse.
—¿Entonces?
—Soy Lina, y soy la niñera de Lucas.
—¿Niñera? ¿Dónde está su madre?
—Leo me contó que su mamá murió en el parto, así que es padre soltero.
—¡Dios mío! Lo siento, no quise ofenderte.
—No te preocupes, ¿quieres mirar televisión conmigo?
—Sí, solo deja caliento mí comida.
No me esperaba escuchar una notícia como esa. Pobre hombre, tenía que ser difícil criar a un hijo solo. Tenía que hacer el propósito de acercarme al bebé para ayudar un poco.
Le pedí a Lina que me enseñara a sostenerlo después de terminar de comer.
—¿Podrías enseñarme a cargar al bebé?
—¡Por supuesto!, solo sostén su cabecita con una mano y apoya su cuerpo entre tus brazos.
Jamás había cargado a un bebé, era tan frágil y pequeño. Olía muy rico. Por fín entiendi porque decían que el aroma de un bebé era único y encantador.
—Es muy fácil.
—No lo creo, me da miedo.
Lina y yo miramos la televisión hasta quedarnos dormidas. El llanto de Lucas nos despertó en la madrugada, tenía hambre y necesitaba un cambio urgente de pañales.
Nadie había vuelto aún, no tenía idea de qué tan tarde podía cerrar un club nocturno.
—¿Sabes a qué hora cierran el club? —le pregunté a Lina.
—Bueno, el club está en servicio durante toda la noche. No esperes aquí, ellos volverán por la mañana. Si quieres ve a dormir a tu habitación.
—Me da pena dejarte sola.
—No te preocupes, no estoy sola. Lucas me hace compañía.
—Es cierto, pero… la verdad me da miedo estar sola en un lugar desconocido, si no te molesta, prefiero quedarme aquí.
—No hay problema, me agrada tu compañía. ¿Quieres uns taza de café?
—Sí, yo lo preparo.
Caminé hacia la cocina, busqué un posillo y calenté agua. Preparé dos tazas de café y volví al sillon, junto a Lina.
—¿Desde cuándo trabajas aquí?
—Desde que Lucas tenía una semana de nacido.
—Pobre Leo, debió de haber sufrido mucho.
—Pues sí, fue un golpe duro para él.
—¿Podrías platicarme algo acerca de mi hermano?
—Pues, no sé que decidirte. Es tu hermano, tendrías que conocerlo mejor que yo.
—Hace muchos años que no le veía, yo vengo de Monterrey. Él vino a México cundo cumplió dieciocho, y hace aproximadamente nueve años que no lo veía físicamente.
—¿Cuántos años tienes?
—Tengo diecisiete.
—¿Estás de visita?
—No. En realidad me fui de casa.
—¿Por qué?
—Es muy complicado.
—Entiendo, no te preocupes. Yo también vivo en el edificio, tu hermano y los chicos se mudaron hace un año. No los conozco muy bien, pero siempre son amables y supongo que son buenas personas. El día que necesites compañía o desees platicar con alguien me puedes encontrar en el departamento número cinco.
No sabía que mas preguntar, Lina volvió a encender el televisor y yo me quedé dormida.
Jason me despertó por la mañana, llego a las siete de la mañana. Leo le hacía compañía, los otros dos no llegaban aún.
—Llegaste —dije tallando mis ojos.
—¿Por qué dormiste en el sillón?
—Porque le hice compañía a Lina.
—Ve a la habitación, ahí estarás más cómoda.
—Ya no tengo sueño, tú deberías dormir un poco.
—Estoy muy cansado, iré a dormir. Desayuna y después te encierras conmigo.
—Sí.
Había pan y jamón, me hice un sándwich y un té para desayunar.
Leo despidió a Lina y le pagó por su trabajo.
Lucas había despertado. Leo lo tomó entre sus brazos y le hablaba con mucho amor mientras lo acunaba. Se veía muy tierno, no tenía duda de que era un buen padre.
—¿Quieres algo más para desayunar? —preguntó Leo.
—No, gracias. Esto está bien, ¿tú quieres un sándwich?
—¡Claro! Gracias.
Caminó hacia la cocina con Lucas entre sus brazos.
—¿Cómo la pasaste? ¿Lucas lloró mucho?
—No. Lucas es un bebé muy tranquilo.
—Se parece a mí, ¿verdad?
—Mmm… sí.
—Me alegra que estés aquí.
—¿Ya te pagó mi hermano?
—No le cobré, no te preocupes por eso.
—En cuánto pueda te pagaré, voy a buscar empleo.
—¿Empleo? Eres muy tierna, una niña como tú debería estudiar muy duro en lugar de pensar en trabajar. Te lo digo por experiencia, mejor estudia para que tengas una buena vida.
—No lo sé, lo voy a pensar.
—Eres muy bonita, en el edificio hay muchos jóvenes atrevidos. Si alguno te molesta no dudes en contarme, juro que enseguida voy y lo pongo en su lugar, hermanita.
—¿Hermanita? Suena lindo.
Terminé mi desayuno y me fui para la habitación. Jason dormía profundamente, parecía estar muy cansado. Entre sus cosas tenía varios libros, unos eran de arquitectura y otros eran… bueno no eran para una joven de mi edad.
No podía juzgarlo, pero me dio curiosidad saber porque Jason poseía libros como el "Kamasutra", "Como complacer a una mujer", "El punto G". Eran algunos de los títulos.
No le podía preguntar, me daba vergüenza. Solo tomé uno de arquitectura y me senté a leer.
Jason despertó a las tres de la tarde, yo continuaba leyendo. No entendía mucho, pero me gustó el libro.
—¿Qué haces? —preguntó medio dormido.
—Estoy leyendo.
—¡Mierda! ¿Qué estás leyendo?
—Un libro de arquitectura.
—¡Cielos! —se levantó rápido, tomó los libros indecentes y los escondió dentro de un cajón—. No toques mis cosas, espera a que pueda hacerte un espacio —gritó molesto.
—Lo siento.
—Disculpa, no quise gritar. Solo no toques mis cosas.
Jason se fue a dar un baño y yo salí a buscar algo de comer, olía rico y mi estómago ya tenía hambre.
Jorge, Leo y Damián comían mientras miraban televisión.
—¿Quieres comer? —preguntó Leo.
—Sí.
—Sirvete lo que gustes, Jorge es un gran cocinero.
Me serví de comer y me senté en la cocina. No quería molestar.
Cuando Jason salió del baño lo llamé a la mesa, le serví de comer y le hice compañía.
—Tenemos que ir de compras —dijo Damián.
—Lo sé, pero… ¿y mi hermana? —preguntó Jason.
—Tu hermana se puede quedar con Lucas. ¿Verdad qué no te molesta cuidar un rato del bebé? —me preguntó Damián.
—N-n-no —dije insegura. Me daba miedo quedarme sola con el bebé.
—No hace falta, no podría pedirle una cosa así. Todos vamos por lo mismo, yo me puedo quedar con ellos. Ustedes vayan y me traen mi pedido —dijo Leo.
—Bien —dijo Jason.
Mi hermano se levantó de la mesa y me hizo señas para que fuera tras él.
—¿Puedo ir contigo? —pregunté.
—No.
—¿Por qué?
—Vamos a comprar truzas y calcetines a una tienda para caballeros. No salgas de la habitación mientras no estoy.
—¿Por qué? ¿Leonardo es una mala persona?
—No, pero tú eres una chica muy bonita.
—No me austes.
—Tienes razón, Lucas es un buen hombre y no desconfío de él. Solo no hables con él.
—¿Ok?
Las palabras de mi hermano me asustaron un poco. Leonardo parecía una buena persona; incluso, hasta me llamó hermanita. No entendía por qué no podía hablar con él. Tal vez Jason me escondía un gran secreto que no quería que supiera, o quizás, en realidad era una mala persona. No lo sabría en ese momento, no quise preguntar más. Jason se veía alterado y algo molesto. No quise hacerlo enojar con más preguntas.
Los tres salieron de compras y yo me encerré en mi habitación.
Estaba aburrida y tenía muchas ganas de orinar. No pensé que algo malo me pasaría si caminaba dos metros para ir al baño.
Salí de la habitación, miré hacia ambos lados para verificar que no hubiera nadie. Entré al baño sin darme cuenta de que estaba ocupado. Leo salía de la ducha, estaba completamente desnudo. En lugar de salir corriendo, me quedé parada como idiota mirando su hermoso cuerpo. Parecía una pervertida, hambrienta de testosterona.
—Lo siento mucho —dijo Leo, cerrando el cancel de la ducha.
—Yo lo siento, no toqué la puerta.
Las ganas de orinar se me fueron, salí del baño y cerre la puerta. No corrí a la habitación, caminé despacio. Estaba en shock, nunca había visto a un hombre desnudo. El corazón me palpitaba demasiado rápido, sentí una ola de emociones nuevas.
¿Qué se sentía desear a un hombre?
Ese día lo descubrí, Leo no solo era atractivo, sino también sexy.
Díez minutos más tarde, Leo tocó la puerta.
—Less, ¿estás ahí?
—No. Digo, sí. Pasa.
—Quería disculparme por lo de hace rato. No le puse seguro a la puerta, no estoy acostumbrado a tener en casa a una bella señorita.
—La culpa fue mía, lo siento.
—No creo que sea buena idea que Jason se entere de esto, mejor que sea nuestro secreto.
—Tienes razón, lo siento.
—Debiste de haberte asustado mucho, no se volverá a repetir.
—Sí.
Él estaba apenado, pero yo sí quería que se repitiera. La escultural figura de Leo desnudo se había metido en lo más profundo de mis pensamientos. Su voz y su sonrisa se clavaron en mi corazón como una estaca afilada.
¿Me había enamorado?
Supuse que sí.
No quería salir de mi habitación, solo alcanzaba a escuchar que Leo andaba por ahí, caminando de un lado a otro. Imaginé qué eataba acunando al pequeño Lucas.
De pronto, me dio curiosidad saber acerca de la madre de su hijo, ¿cómo era ella? ¿Qué clase de mujer logró envolver el corazón de Leo?
Seguramente era bonita y tenía un cuerpo bien definido, todo lo contrario de mí. Yo soy una chica plana y sin chiste. Nunca pondría sus hermosos ojos sobre una niña como yo, además, mi hermano jamás lo permitiría por la diferencia de edades.
Lo mejor sería olvidarme de ese momento en el baño, Leo era un hombre inalcanzable para mí.
Me recoste resignada a renunciar este nuevo sentimiento que surgía en el fondo de este terco corazón. Miré hacia el techo para contar los picos de pasta que lo decoraban. Llevaba 115 cuando el sueño comenzó a ganarme.
—¿Less? —preguntó Leo mientras tocaba la puerta.
—¿Sí?
El sueño se esfumó cuando escuché su bella voz.
—¿No tienes hambre?
—Sí, enseguida salgo.
Me puse los zapatos y me acomodé el cabello antes de salir.
Leo preparó macarrones con queso y dedos de pollo para la comida.
—Ya está servido, ojalá te guste.
—Gracias, ¿y Lucas?
—Ya se durmió.
Probé los alimentos sobre mi plato, no tenía mucho sabor, a mi gusto le faltaba sal. Pero no dije nada y comencé a comer.
—¿Cuántos años tienes? —pregunté para romper ese silencio incómodo que surgió mientras comíamos.
—Tengo veinticinco.
—Eres un año menor que Jason.
—¿Y tú? Cuéntame de ti, hermanita.
—Yo tengo diecisiete, y pues, no hay mucho que contar. Tengo buenas calificaciones, soy una niña cerebrito y me gusta leer y escuchar rock antes de dormir o cuando estoy triste.
—Aquí no vas a pasar tristeza, todos vamos a cuidar de ti, hermanita.
—¿Y tú? Cuéntame de ti.
—Pues yo vengo de San Luís Potosí, vine a vivir a México hace cinco años. Mis padres se quedaron por allá, trabajo duro para mandar algo de dinero. No saben que soy padre, y menos que… nada. ¿Qué te gustaría estudiar?
—No lo sé, en realidad quería ser arquitecta como mi hermano.
—¡Fantástico!, si quieres mañana buscamos una escuela para que no pierdas el año.
—¿Puedo preguntarte algo personal?
—Sí.
—¿Y la mamá de Lucas?
Sonrió com tristeza.
—Su madre murió durante el parto, soy padre soltero.
—Lo siento, no te quise incomodar. No era mi intención hacerte recordar algo tan triste —dije con una terrible angustia.
—No te preocupes, no te pongas triste. Ahora eres parte de esta extraña familia, ella no murió. En realidad se marchó en cuanto salió del sanatorio. Dijo que no estaba lista para ser madre, y mucho menos la mujer de un fracasado como yo.
—No eres un fracasado, no llevó ni una semana aquí, pero me doy cuenta de cuanto amas a tu hijo.
—No conoces mi lado oscuro, no soy un buen hombre.
—¿Por qué dices eso?
—No te asustes, jamás te haría daño ni a nadie.
—Yo podría cuidar de Lucas, claro, si tu quieres.
—Eres muy dulce, pero no puedo pedirte algo así. Tú enfocate en tus estudios, yo me encargo de mis problemas.
No dijimos nada más, mi hermano y los demás volvieron y no quería desobedecer a Jason.
—¿Tienen hambre? —pregunté.
—Mucha —respondió Damian.
—Les sirvo en un momento.
—¡Por supuesto que no! Ve a la habitación y quédate ahí —dijo Jason con un tono de voz seco y serio.
Levanté mi plato y me fui a encerrar. Jason parecía tenso, no entendía porque se portaba tan grosero conmigo. Estaba consciente de que llegué sin avisar, tal vez era una carga con la que no podía lidiar. Pero no era motivo para que fuera tan duro conmigo.
No salí de mi habitación hasta que se hizo de noche. Todos eataban listos para ir a trabajar, pero Lina no llegaba.
—¿Crees qué puedas cuidar de Lucas solo esta noche? —me preguntó Leo.
—¡Sí, claro! —respondí.
—¿Estás de broma? No puedes pedir algo así —protestó Jason.
—Tienes razón, lo siento —dijo Leo.
—No hay ningún problema, lo haré con gusto. Además, así podré pagar la deuda que tengo con Leo.
—¿Cuál deuda? ¿Qué le debes a Leo?
—Le debo cien pesos del taxi que me trajo de la estación de autobuses.
—Yo le pagaré el dinero, ve a tu habitación en este preciso momento —ordenó Jason bastante molesto.
Tal parecía que mi hermano no se llevaba bien con Leo. Le tenía algún tipo de tirria y quería saber ¿cuál? Leo no me parecía una mala persona.
Hice un gesto de disgusto y obeseci en silencio.
Esperé una hora antes de volver a salir, mi estómago rugia y tenía mucha sed.
Todos se habían ido, o eso parecía. La luz de la sala estaba encendida, pero no había nadie.
Me dirigí a la cocina para buscar un poco de pan y leche.
También quería darme un baño antes de ir a dormir.
Saqué un paquete de pan tostado de la alacena para untar un poco de mermelada sobre dos tapas. Un profundo silencio predominaba en el lugar, sentí un poco de miedo, así que me coloqué los audífonos para escuchar algo de música mientras preparaba la cena.
Casi me da un infarto cuando sentí que una mano helada me tocó el hombro. Vire mi cabeza lentamente sin soltar el cuchillo.
—¡Cálmate! Soy yo —dijo Leo levantando ambas manos.
—Lo siento, me asustaste. Pensé que no había nadie.
—Lina no vino y mi bebé no se podía quedar solo.
—Entiendo, lo siento. ¿Quieres cenar?
—Sí, gracias. Ahorita me sirvo yo.
—Si quieres pan con mermelada solo dime cuantos y yo te los preparo.
—Mejor no, yo lo hago. Gracias.
—No te preocupes, yo los preparo.
—Está bien, entonces yo prepararé la leche.
Leo abrió el refrigerador para sacar la leche y ponerla a calentar.
—¿Te gusta muy caliente?
—S-sí.
—La leche, Less. Hablo de la leche.
—Yo también —dije ruborizada.
No sé porque respondí de esa manera, por un instante recordé aquel musculoso cuerpo que conocí en el baño.
—¿Por qué te llevas mal con mi hermano?
—Lo que sucede es que hace tiempo tuvimos una discusión en la que no llegamos a nada.
—Yo creo que eres una buena persona, aunque tu digas que no. Un chico tan noble y guapo…
¿Dije guapo? ¡Diablos!
—¿Guapo?
—Me refería a… a que te ves lindo cuando acunas a Lucas.
—¿Lindo? —se sonrojó.
—Bueno, lindo no más bien bonito. ¡Carajo! Mejor ya no digo nada —dije avergonzada.
—Eres muy divertida.
Decidí guardar silencio, ya no podía seguir diciendo tonterías.
—Ya me voy a dormir —recogí los platos y estaba dispuesta a salir corriendo de ahí.
—¿Por qué? Jason no está y no va a volver hasta mañana. ¿Vemos una película? Ya me acostumbré a no dormir durante la noche y no quiero estar solo.
Sus palabras me sonaron como a una cita en casa. Estaba muy avergonzada, pero no podía desaprovechar una invitación como esa.
—Ven, no muerdo a menos de que me lo pidas.
—¿Cómo?
—Es broma, si tienes sueño ve a dormir.
—No tengo —mis piernas cobraron voluntad propia arrastrándome hasta el sillón.
Dejé mi timidez a un lado y me senté junto a él. Leo buscó en el cable una película de terror.
Yo era muy asustadiza y la trama me sacó un par de gritos, pero hubo una escena que me dio mucho miedo. Sin pensar me aferré con fuerza de su brazo izquierdo.
—No pasa nada, solo es ficción —aseguró para intentar que me calmara.
—¿Ya pasó?
—No.
Duré aferrada a su brazo, con mi rostro embarrado en su fuerte y sensual pecho como cinco minutos.
—¿Ya?
—Aun no.
Me armé de valor y miré la pantalla. La escena ya se había terminado, y sospeché que desde hace unos cuantos minutos.
—¿No qué aún seguía?
—La verdad es que…no quería que te soltaras de mi brazo. Te veías como un conejito aterrado.
Miré a Leo a los ojos, él también me miró. De pronto, sus ojos estaban a un centímetro de los míos y sus labios rosaban mis labios lenta u suavemente. ¡Me estaba besando! No moví ni un músculo, estaba anonadada. Yo no sabía besar, era mi primera vez.
Leo me tomó del cuello con una mano y la otra la deslizó hacia mi espalda. Sus labios sabían a mermelada de fresa y a leche con chocolate.
—Lo siento —se disculpó una vez que me soltó.
No podía decir nada, estaba en completo estado de shock.
—¿Less?
—Aquí sigo, solo que me tomaste por sorpresa.
—¿Era tu primer beso?
—Sí, ¡diablos! ¿Tanto se nota?
—Bastante, eres una niña muy dulce.
—¿Por qué me besaste?
—Porque me gustas.
—¿De verdad?
—Me gustaste desde el día que te vi discutir con el hombre del taxi. No te ayudé por amabilidad, lo hice porque tu bello rostro y esa peculiar manera de vestir llamaron mi atención.
—¿Me visto de manera peculiar?
—Un poco.
—¿Crees qué mi rostro es bello?
—Mucho muy bello. Me gustas, Less. Pero tu hermano jamás me va a permitir estar a tu lado, y no lo culpo. No soy una buena persona.
—¿Mataste a alguien?
—¡No! Mi trabajo me impide salir con una niña como tú.
—No me molesta la idea de que seas mesero. No soy prejuiciosa.
—¿Salimos en secreto? —preguntó sonriendo.
—Sí.
—Eres muy tierna —me dio un beso en la frente.
Seguimos mirando películas, pero ya no de terror. Ahora me tocaba elegir a mí y escogí una romántica. Leo me abrazó y yo me acomode en su pecho musculoso para disfrutar mejor de la dulce película.
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