BORIS
El día habia llegado y junto con él los problemas golpeando su puerta. La luz del amanecer lo despertó unos segundos antes de que lo hiciera la directora entrando violentamente a su dormitorio.
Su acostumbrado malhumor no era novedad para el niño de 12 años que aún yacía en lo que podría llamarse cama.
— ¡Arriba holganzan! ¿Acaso crees que la comida es gratis? ¡Hay mucho por hacer!
Luego se fue. La señora de negro le decían a la directora que parecía tener alergia a los niños y a los jóvenes ya que vivía infestada de malhumor.
Boris suspiró profundo y abandonó la cama para ir al baño a lavarse. En quince minutos estuvo listo para servir el desayuno a los más pequeños. Los que tenían desde 11 hasta los 14 años debían ayudar en el orfanato.
Una vez transcurrido ese tiempo si o si debían irse ya que la ley no autorizaba seguir manteniéndolos.
Boris prefería no pensar en lo que haría o sería de él dentro de dos años cuando cumpla los 14 años. A su edad sentia que la condena estaba cada vez más cerca.
Suspirando apesadumbrado sujeto la gran olla y tomando el cucharon fue pasando uno por uno en la larga mesa sirviendo la leche o lo que parecia ser leche. Boris al ver aquella sustancia viscosa tenía sus dudas.
Media hora después todos los niños estaban sentados en sus respectivos asientos. Él tenía que esperar junto a los mas grandes que todos los pequeños acabasen de desayunar y levantar las mesas, lavarlo todo para recien poder desayunar ellos.
En verdad era algo agobiante y agotador pero no le quedaba otra.
Ese lugar era el verdadero infierno donde prevalecía la ley del más fuerte y aunque él era uno de los más fuertes nunca se hubo aprovechado de ello como sucedía con otros chicos.
Incluso se culpaba de faltas que él no cometía para encubrir a los más debiles y pequeños.
Esa día había despertado con un pésimo humor debido al castigo que recibió el día anterior injustamente. El más terrible de los chicos lo había inculpado frente a la directora sobre el robo de un paquete de pan dulce.
Recibió veinte latigazos sin poder evitarlo y todo porque ese chico lo odiaba. Todavía le dolía la espalda aunque debia cumplir con sus responsabilidades y sin chistar o volvería a ser castigado. Simplemente odiaba su vida.
Era el único rubio de ojos celestes de todo el orfanato y por tal razón los varones lo envidiaban y odiaban mientras que las chicas lo deseaban, pero él sabia distinguir a la lujuria detrás de cada linda palabra.
Todo tenía un doble sentido y eso lo tuvo que aprender por las malas. Cerró los ojos y sacudió la cabeza intentando eliminar aquellos nefastos momentos vividos.
Cuando acabó el desayuno debía empezar a limpiar los pisos junto con los demás chicos mayores. Pero su rival se hubo ocupado de romper algunos elementos de limpieza, asegurandose de que sean los únicos que quedasen para él dificultandole aún más el trabajo.
Aquello colmó su paciencia. Hecho una furia fue en busca de esa basura morena para darle su merecido. Estaba metiendose con él muy seguido maldita sea.
Lo encontró riendose junto a los demás chicos que debian limpiar. Ciego de furia se le abalanzó dandole un fuerte golpe en pleno rostro ante la atónita mirada de los demás.
— ¡Maldito! ¡Aprenderás a no meterte más conmigo! — rugía golpeándolo desde el suelo pero dos de los espectadores sujetaron a Boris alejándolo del caído. — ¡Sueltenme maldita sea! ¡Te arrepentirás el haberme provocado! ¡Sueltenme!
Pero las palmas de la directora detuvieron la pelea de golpe. Soltaron a Boris al instante quien furioso rugió mirándola:
— ¡Ésta vez no me culpes a mi!¡No fuí yo! — Señaló a su rival que apenas se mantenía en pie — ¡Ésta basura se metió conmigo varias veces!
— Boris, compórtate -- fue la tajante respuesta de ella y recién él lo vió.
Apareciendo detrás de la directora para colocarse a su lado, un hombre de blanca piel, negros y sedosos cabellos, ojos oscuros. Vestía un elegante traje negro con tapado y galera negra.
Sostenía un finísimo bastón en su mano derecha con el tallado de una plateada serpiente. El recién llegado le clavó la oscura mirada y sonrió divertido.
— El señor Ugarte vino a verte y planea adoptarte — prosiguió la directora.
— ¿Qué?
Boris y los demás chicos quedaron en una pieza tras oír aquello ya que las adopciones eran muy escasas y pasados los 11 años directamente inexistentes.
Pero Boris le clavó la mirada al extraño y tras levantar una ceja se cruzó de brazos diciendo:
— ¿Por qué haria tal cosa? Aquí hay niños que bien podría elegir ¿cierto?
— ¡Boris! — dijo la directora roja de la vergüenza.
—¿Por qué a mi?
— Porque así se decidió — fue la simple respuesta del Ugarte — Bien, termina con ésto porque partiremos cuanto antes. — Le dijo a la mujer.
Así Boris fue conducido a su habitación donde lo obligaron a bañarse mega bien como si quisieran arrancarle la piel. Aún tenía las cicatrices del castigo de ayer por lo que acabó muy adolorido.
Le dieron las mejores ropas que tenían y una hora después se despedía de todos.
No era que él sintiera deseos de despedirse porque nunca se sintió a gusto en ese lugar ya que era vivir en un continuo infierno. Por tal razón ni se molestó en saludar a nadie.
El carruaje que afuera los esperaban era súper lujoso al punto que dejaron al niño con la boca abierta. Los caballos tenían un porte finísimo.
Era más que evidente que el señor Ugarte era muy pero muy rico. Le recordó cuando aún vivía con su madre.
Aquel recuerdo lo volvió a golpear. Suspiró hondo dejándose conducir por ese extraño, quien le abrió la puerta y lo miró con una sonrisa.
Sin mostrar emoción alguna Boris entró seguido del extraño y se pusieron en marcha.
Una vez dentro, Boris se limitó a mirar en silencio a quien sería su tutor a partir de ese momento cruzándose de brazos. Por su parte, el señor Ugarte colocó su bastón en el suelo sin mostrar ningun sentimiento tampoco ni molestarse a mirarlo.
Más bien miraba por la ventana. El carruaje seguia en marcha y cuando no pudo más Boris rompió el silencio.
—¿Y bien? ¿Cuál es la trampa? — el señor Ugarte lo miró en silencio pero con frialdad — ¿No me dirás nada?
— ¿Por qué supones que hay una trampa? — fue la tranquila pregunta del Ugarte.
— Nadie me adoptaría a mí edad, eso lo sé perfectamente no soy tonto — El extraño sonrió mirándolo fijamente hecho que incomodó aún más al rubio — ¿Por qué me adoptó?
— Te equivocas, yo no te adopté.
— ¿Qué? — Boris en verdad fue sorprendido ante ésta afirmación — ¿Entonces....?
— Solo soy el gestor, por decirlo así. Me envió tu verdadero tutor con todo los papeles legales para hacer el tramite.
— ¿Y quién me adoptó?
El señor Urquina y por el momento no te diré nada más. — En ese instante se detuvo el carruaje y el señor Ugarte sujeto su bastón para luego abrir la puerta — Baja, iremos de compra.
Boris se limitó a mirarlo sin salir del asombro total.
BORIS
Con muchas dudas Boris bajó del carruaje encontrandose en una calle totalmente diferente a las que solía frecuentar estando en el orfanato.
Ésta era en extremo lujosa cuyos edificios tenían magníficas fachadas, la limpieza era notoria ya que se respiraba deliciosos aromas. Los transeúntes vestían elegantemente como el señor Ugarte lo hacía.
Repentinamente se sintió fuera de foco por sus humildes ropas.
— Sigueme Boris.
Le dijo el señor Ugarte y empezó a caminar. Boris era conciente de las lascivas miradas que todas las mujeres de diversas edades le lanzaban al señor Ugarte.
Sabía perfectamente el significado oculto tras esas odiosas miradas pero al adulto parecia no importarle. En verdad era extraña su actitud.
Así llegaron a un lugar donde vendían ropas para hombres y niños. Entraron y el señor Ugarte le pidió al hombre, que se les acercó, que le tomase las medidas a Boris porque pensaba comprarle unas cuantas prendas de vestir.
Aquello tomó por sorpresa al niño pero nada dijo.
Inmediatamente pasaron al interior del local donde estuvieron más de tres horas eligiendo las ropas. Más bien era el señor Ugarte quien elegía ya que Boris permanecía en silencio dejándo que elijan y opinen por él.
En verdad no estaba acostumbrado a eso por tal razón no le importó.
Cuando se desvistió para probarse las nuevas prendas el extraño frunció el ceño al ver las cicatrices que Boris tenía en su espalda, pero nada dijo.
Cuando se hubo elegido las suficientes prendas de vestir el señor Ugarte le dijo:
— Elije las prendas que quieras y pontelas. — luego dijo al empleado de la tienda que esperaba — Tire esas ropas que él traía puestas.
— Bien señor.
Cuando Boris salió del probador tenía un aspecto totalmente diferente. Vestía un pantalón negro, una camisa color azúl oscuro y un tapado negro. Zapatos negros. El señor Ugarte tenía dos paquetes en la mano que se los dió a él para que los lleve.
Al salir del lugar entraron en otra tienda de venta de ropas y se repitió el mismo proceso.
Solo que en esta ocasión Boris salió vestido con las mismas ropas que tenía tras salir de la primera tienda.
Más tarde compraron un baúl para guardar las ropas nuevas que iban comprando haciendo que el cochero, tras llenarlo, lo lleve al carruaje.
Concluída la renovación del guardarropa de Boris se fueron a un lujoso restaurante para almorzar.
Boris en verdad estaba hambriento y practicamente devoró todo lo que pidió pero con los finos modales que sus padres en el pasado le habian enseñado. Eso ni el orfanato pudo arrebatarle.
El señor Ugarte lo miraba con una sonrisa en su rostro. Sonrisa sincera, hecho que incomodaba al niño.
— ¿Puedo saber cómo te llamas o debo decirte señor Ugarte nomás?
— Soy Sasha Ugarte
— ¿Cuántos años tienes Sasha?
— 30.
— ¿Estás casado? ¿Tienes hijos?
— No y no.
Boris tenía millones de preguntas por hacerle sin embargo no se animaba a formularlas. Pero al menos ahora sabía el nombre de quién lo salvó de ese infierno y le estaba dando la posibilidad de tener una exisitencia digna.
Porque lo que hasta el momento tuvo en el orfanato no se podía llamar vida.
— Gracias Sasha
— ¿Por qué me agradeces?
— Me salvaste de ese maldito infierno donde me encontraba.
Sasha sonrió mirandolo unos momentos. Aquello en verdad incomodaba a Boris ya que no sabía qué pensaba su interlocutor.
— Debes agradecerle al señor Urquina — dijo Sasha al cabo de unos momentos.
—¿Quién es? ¿Dónde está?
—¿Terminaste de alimentarte ya? — le preguntó Sasha cambiando abruptamente de tema.
— Si pero....
— Bien, es hora de irnos entonces.
Sin prestarle atención a lo que le decía Boris se levantó, tomó su tapado se lo puso, se colocó su galera y tras sujetar su bastón se dirigió a la puerta. Boris tras colocarse su tapado también lo siguió frustrado.
Un mozo les abrió la puerta de calle. Fuera empezaba a nevar pero el carruaje estaba a dos pasos.
Ambos fueron hasta el vehículo en silencio. Una vez dentro Sasha se quitó la galera y dejó a un lado su bastón para sacar del interior de su tapado un cuaderno cuya tapa era de un azul aterciopelado y decía: "Diario".
Boris estaba molesto con Sasha por no responder sus preguntas. Él tenía derecho a saber quién era su nuevo tutor y hacia dónde estaba siendo llevado.
Quería saber sobre Sasha mismo incluso, pero él parecía no importarle nada de nada. Solo obedecía órdenes al parecer.
Frunciendo el ceño lo miraba. Sasha abrió el cuaderno y empezó a leer en voz alta:
"Mi nombre es Nahuel Nacher y aquí plasmaré mi historia intentando no perderme en detalles ya que necesitaría más de un cuaderno si asi lo hiciera. Este diario personal ayudará a que entiendas muchas cosas..."
— ¡¿Qué demonios es eso?! — rugió Boris indignado al oír aquello, de repente estaba hecho una fiera — ¡¿Nahuel Nacher?! ¡Es broma! ¡¿Cierto?! — Sasha se detuvo limitándose a mirarlo con una ceja levantada. Pero al volver a empezar con la lectura en voz alta Boris volvió a interrumpirlo — ¡Ya callate! ¡¿No me interesa nada que tenga que ver con Nahuel Nacher?!
— Sin embargo tendrás que escuchar toda la historia - fue la calmada respuesta de Sasha.
— ¡¿Por qué?!
— Digamos que tenemos demasiado tiempo hasta llegar a destino y como no podremos hacer otra cosa qué mejor que disfrutar de una lectura para hacer más entretenido el viaje ¿no lo crees así?
— ¡No! ¡Para nada!
— Pero no tendrás otra opción Boris, así que tendrás sí o sí que escuchar.
— Tsk — Boris hizo un gesto despectivo.
— "Este diario personal ayudará a que entiendas muchas cosas y a mi me ayudará a dejarlo todo atrás.O al menos eso quiero creer..."
— No me interesa nada de esa basura — interrumpió Boris una vez más mirando por la ventana cruzado de brazos.
Sasha miró al niño sin dejar de sonreír, movió la cabeza y prosiguió con la lectura en voz alta.
NAHUEL
La última vez que ví a mí padre fue aquella tarde gris cuando su esposa, es decir mi madrastra, estuvo hablando con él en su despacho durante dos horas.
Tuve un mal presentimiento ya que ella no solo me odiaba sino que tenia una gran influencia sobre mi padre quien era fácilmente manipulable.
Desde que se hubo casado con ella comenzó mi infierno ya que por aquel entonces tenía diez años y nada entendía. Aún estaba dolido por la muerte de mi madre por tuberculosis. Sin embargo siete meses después de su muerte, mi padre apareció con esa mujer para que al mes y medio anuncien la boda.
Desde que se casó con esa bruja todo cambio para mí ya que ella me despreciaba y continuamente le hablaba en mí contra a mí padre. Al principio él se limitaba a ignorarla, luego se enojaba con ella por no aceptarme.
Pero con el correr de los años su perspectiva hacia mí fue cambiando volviéndose más distante y taciturno. Ya no reíamos ni conversabamos como antes y mi madrastra se notaba mucho más alegre.
Cuando ella quedó embarazada fue una fiesta y a mí me empezó a tratar como el sirviente. Luego del nacimiento de su hijo que por cierto vino enfermo mi padre directamente me miraba con odio ¿a qué se debía esto?
A que mi madrastra lo convencio que debido a mí culpa por provocarle malestares durante el embarazo su hijo nació débil.
Así cuando cumplí los 15 años él personalmente me echó de casa alegando que no tenía suficiente dinero para mantener a cuatro personas.
Recuerdo esa tarde tan bien porque fue la peor de mi vida. Ver el odio y desprecio de quien había querido tanto y con quién fuí tan felíz simplemente me desgarró el alma.
Estaba en su despacho abrazando a su esposa cuando me lo dijo:
— Nahuel tú formas parte de un doloroso pasado en mi vida que por cierto debo olvidar para poder seguir viviendo. Así que toma tus cosas y vete de mi casa.
— ¿Qué? — no daba crédito a lo que oía — Pero papá...
— No tengo suficiente dinero para mantenerte a tí y a mi nueva familia Nahuel.
Inmediatamente observé a mi madrastra, quien me miraba triunfante. Cerré mis manos en forma de puños con ira mientras mis ojos se humedecían de la frustración.
— ¿Qué haré papá? ¿A dónde iré?
— ¿Ves querido? Te lo dije, Nahuel solo quiere tu dinero no a tí — dijo sonriendo la bruja.
— Ese ya no es mi problema Nahuel. Vete ahora mismo.
No pude llevarme todas mis ropas ya que ella me lo prohibió. Esa tarde sujetándo una valija sali de donde me habia criado y hube crecido con gran pesar y preocupación.
Fuera hacia muchísimo frío. Pude ir a un albergue situado en una zona oscura y peligrosa.
Sentía muchísimo miedo y solo quería llorar pero sabía que nada lograría con ello por lo que empecé a buscar trabajo al día siguiente. Por supuesto que en el albergue me dijeron que solo podria quedarme por dos meses nada más.
Buscar trabajo era difícil al no saber hacer nada de nada. Durante un mes y medio estuve vagando por las calles sin poder encontrar ningún trabajo ni nada.
Mendigando por un pedazo de pan escapando de la policía que parecia haberse ensañado con personas como nosotros, los indigentes.
Fuí aprendiendo a sobrevivir a medias pero una noche de crudo invierno cuando regresaba al albergue me cercaron dos tipos.
Tenían muy mal aspecto y sinceramente tuve miedo. Nada pude hacer ya que me sujetaron y me arrastraron a un callejón oscuro.
Supe qué querian hacerme al sentir sus mugrosas manos bajo mis ropas y grité mientras luchaba defendiendome pero ellos eran muy fuertes. Cuando senti que uno de ellos desabotonaba mi pantalón rugí de miedo moviendome como un animal enjaulado.
Pero en ese instante aquel que empezaba a meter su mugrosa mano bajo mi pantalón voló por los aires cayendo lejos de mi. El otro me soltó y salió corriendo.
Yo estaba temblando acurrucado sujetando mis piernas mientras lloraba.
Quién había acudido en mí ayuda se me acercó y suavemente me fue hablando hasta que me calmé. No lograba ver su rostro debido a las sombras pero atiné a cerrar mi pantalón de nuevo sin dejar de temblar.
— ¿Tienes dónde ir muchacho? — me dijo y yo negué con la cabeza sin dejar de llorar. Él acarició mis dorados cabellos y yo sentí un ligero escalosfríos cerrando mis ojos - Ven conmigo muchacho - me dijo pero yo no me moví del lugar — No te preocupes no te haré daño.
Se colocó de pie y me extendió la mano esperando pacientemente mi reacción.
Sabiendo que no tenía opciones ni alternativas sujeté su mano y me ayudó a colocarme de pie. Luego me atrajo a la luz para verme mejor.
— No estás nada mal muchacho ¿cuántos años tienes?
— 15
— ¿Tienes familia? ¿Alguien que espera por ti? — yo negué con la cabeza —¿Cómo te llamas?
— Nahuel Nacher.
— ¿Quieres venir conmigo? Tengo un club nocturno por esta zona llamado Akira. Puedo ofrecerte trabajo y un lugar donde vivir ¿te interesa?
— De acuerdo — dije ya que no tenía nada.
— Estupendo — recién él salió a la luz. Parecía tener aproximadamente 27 años, su roja cabellera resaltaba junto a su violacea mirada y su blanca piel. — Soy Nadir Asecas — Era bastante impactante, debo reconocer, en especial esa mirada violeta intimidante.
Sonreía ampliamente y a mí solo me provocaba escalozfrios. Fuimos al albergue a retirar mis cosas y de ahi me condujo a su club nocturno que por cierto estaba sitiuado en el peor de los lugares de la ciudad.
El interior era oscuro y muy viejo maloliente y hasta repugnante en ciertos aspectos pero era lo que había y no podia ponerme en papel de exquisito. Tendría que dejar de lado mi orgullo si quería sobrevivir.
Fuí presentado a los demás que serían mis compañeros a partir de ese momento para luego ser conducido a la parte trasera del club donde estaban las habitaciones
Tras recorrer esos pasillos podia ver algunas puertas abiertas en cuyo interior habia chicas y hombres desnudos envueltos en un humo cuyo hedor lograba marearme
Sus miradas parecían perdidas y hasta vacías, también junto a cada uno había alguien. Eran hombres algunos muy elegantes mientras que otros no tanto pero por sus rostros estaban muy lúcidos y hasta manoseaban a algunas chicas y chicos.
No me gustó el ambiente del lugar y tuve el impulso de salir corriendo pero como adivinando mis intenciones Nadir me dijo:
— Hay distintos tipos de trabajos aqui Nahuel. Lo tuyo será limpiar el lugar durante el día y servir los pedidos a los clientes durante la noche. Por el momento no harás nada más.
Luego se detuvo frente a una habitación vacía:
— Ésta será tu habitación. Deja tus cosas y ven que hablaremos de los detalles sobre tu trabajo. - Aguardo a que obedeciera para conducierme de regreso por ese sitio. Minutos después estaba en el salón sujetando una escoba.
— Barre todo el lugar — me dijo Nadir y obedecí.
A medida que pasaba el tiempo iba escuchando fragmentos de conversaciones de mis compañeros intentando pasar inadvertido.
"Es muy bonito" "¿Cuánto tiempo tardará Nadir en venderlo?" "Da pena pobre chico"
Aquello me descorazonaba y peor aún me hacia sentir el hecho de saber que no tenía dónde ir ni a quién recurrir para salir de ésta. Sin embargo mis problemas no habían empezado aún.
Aquella noche, mi primera noche fue la más agobiante. Los clientes del lugar eran hombres de todo tipo de clases sociales y de diversas edades. Por sus recciones era mas que sabido que iban a ese lugar en busca de sexo.
Apreté mis labios al tener que tomar los pedidos, llevarles las bebidas y sentir sus manoseos. Como me molestaba aquello, me corría brúscamente de sus tactos. Si tan solo tuviera algo mejor.
Ese sitio me provocaba asco y repugnancia por tal razón debia recordarme una y otra vez mi necesidad y el tener que ocultar mi estúpido orgullo.
Cuando el amanecer estaba naciendo y con el cansancio a flor de piel tuve que limpiar todo el desorden. Aquello me llevó cuatro horas. Al acabar comi algo por obligación más bien y me fuí a mi habitación a dormir. Estaba reventado.
No veía ni oía nada, tras cerrar la puerta me arrojé al colchón con la ropa que llevaba puesta directamente.
Esa noche tuve un sueño oscuramente espeluznante.
Los días se sucedieron en total monotonía, de la misma manera sin cambios ni nada.
Los gritos y llantos empezaban a resultarme cotidianos ya que comenzaba a acostumbrarme a ellos.
Pero hubo una tarde que Nadir entró a mi cuarto para "charlar" sobre nuevos puestos para mí en el club.
Tendría que aprender a bailar ya que planeaba subirme al escenario. Aquello me hizo sonrojar hasta la raíz de mis cabellos despertando una sonrisa en Nadir.
— Carmen te enseñará a bailar durante el día así que no tendrás que barrer ni limpiar nada — me dijo sin preguntarme si estaba o no de acuerdo — Es necesario que hagas algo que genere mayores ganancias al club Nahuel.
— De acuerdo pero...
— ¿Pero?
— Fuera del escenario no recibiré clientes.
Nadir me miró en silencio unos momentos, se veía la furia en su violácea mirada pero finalmente sonrió y respondió:
— Por supuesto Nahuel, aún no estás preparado para eso.
— No lo estaré nunca Nadir.
— Ya veremos más adelante muchacho — luego acarició mi rostro y yo cerré mis ojos intentando contener mis temores — Pero recuerda dónde te encontré.
Esa tarde empezaron mis clases de baile y para sorprsa de todos aprendía rápido y tenía una gracia natural al moverme. Poco me relacionaba con mis compañeros ya que no sabía qué decir.
No me gustaba mi trabajo pero era algo y sabía que Nadir tenía razón, no debía olvidar dónde y en qué circunstancias me encontró.
Finalmente habia llegado el día de mi debut. Llevaba escasas ropas, semidesnudo y bien maquillado con una peluca roja más larga que mi cabello natural.
Me presentaron con el seudónimo de Kurt y subi al escenario. Sin mirar a nadie de los alli presente me limité a bailar dejándome llevar por el ritmo de la música.
En cada movimiento sentía que podía expresarme liberándome. Si fuese en otras circunstancias podria decir que hasta lo disfrutaba pero eso era más que imposible en ese lugar. Al concluir sentía los efusivos aplausos y hasta silvido.
Velozmente me perdí adentro ya que no me gustaba la forma en que me miraban ni tener que estar semidesnudo frente a ese tipo de gente.
Así noche tras noche bailaba en el escenario logrando que los clientes se multipliquen y por supuesto querían que los atienda en privado después, pero Nadir cumplía con mi pedido.
Sin embargo llegó un momento en que me exigió hacer algo más que reemplace el atender a los clientes si quería seguir asi ya que tenia demasiadas propuestas.
Fue cuando se me ocurrió agregar al baile el canto ya que habia estudiado música y canto mientras estuve con mi familia.
Por supuesto que aquello se complicaría un poco debido al repertorio pero nada imposible de lograr. Así haría dos números, uno de baile y otro de canto. Por supuesto que dió resultado ya que los clientes y aplausos se triplicaron.
Mi finura y buenos modales cautivaban a todos mis compañeros quienes sentian gran curiosidad sobre mi identidad pero yo ya les habia dicho todo. No tenía nada nuevo que decir.
Tenía reglas que exigía a Nadir que respetara si queria que siga haciendo el show:
*No recibir clientes luego de cada show
*No frecuentar a ningun cliente del club
*No mezclar los sentimientos con el trabajo.
*No rebelar mi identidad, ya que llegada la noche era Kurt no Nahuel Nacher.
— Asi todo irá bien — le decía aquella tarde.
Nadir estaba más que sorprendido de mi forma de pensar y de encarar aquel trabajo pero no tenía nada que objetar.
Pero esa noche conocería a alguien que arruinaria mi negocio por decirlo así. No te haces una idea lo mucho que me había esforzado por mantener aquella fachada pero como dice el dicho: "nada es para siempre".
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