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Sweet Strawberry

Prólogo

—"Baby ... Daddy te reclama "

                          💋💋💋

  —Mi  Daddy ... baby  ya está  aquí...

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Un lindo doncell es salvado de un ataque. Comienza de un día para otro a tener una vida que jamás había soñado ... las confusiones van y vienen, y ni se imagina quién es su salvador hasta que se deja llevar por la pasión.

¿ Dónde estoy?

Sábado por la noche, en una fiesta.

—¡¡Oye !! Su- sueltame!.—solloza el jovencito arrinconado al váter.— Suelta—lagrimean esos ojitos color miel, cuando ven a aquél tipo sombrío desabrocharse el pantalón. La mano asquerosa y lasciva del tipo corre suavemente por las piernas del muchachito.

—¡Vas a dármelo ... maldito niño!— el olor a alcohol avanza al pequeño, su piel se pone pálida cual papel, el sudor frío lo cubre mientras tiembla. No puede gritar, nadie lo oirá; la música invade el lugar y una mano con olor a whisky cubre con fuerza sus labios rojos.

Solloza sin poder moverse, esperando lo peor.

El tipo quita su camisa, tocando con deseo los pequeños botoncitos rosas, mientras el miedo sucumbe en las entrañas del pequeño más y más. Quiere gritar una vez más, no puede...Siente que va morir.

Una patada con fuerza sobre la puerta de aquél baño se oye, haciendo que los ojos amielados se abran sorprendidos sin parar de temblar.

El tipo frente a él da un grito sordo, mientras un silbido incesante acapara los oídos, parece que siente explotar. Podría jurar que el fluir de sus sangre por las venas se oye claramente.

—¡ Qué mierda quie... —gotas de sangre cubren el rostro del niño, que acaba de oír un disparo.

Se corre del váter sin pensar, antes de que aquél cuerpo caiga sobre él. Su corazón siente desfallecer, todo se apaga, solo que unos grandes brazos lo toman y se vuelve oscuro.

•••••

El pequeño de ojitos miel se acomoda en el lugar, sintiendo una suave almohada con aroma a rosas. Abre lentamente sus párpados; se encuentra en una gran cama, sin poder moverse, su cuerpo duele ... aquél tipo lo golpeó demasiado.

Mira por debajo de las sábanas, su ropa ha sido cambiada, lo cubre una fina camisa de seda y un pantalón suelto muy suave.

Un leve movimiento, que sólo da un jadeo de dolor, que lo obliga a poner su cabeza denuevo en la almohada. Es inútil, cada moretón en su esbelto cuerpo duele. No había podido defenderse, ese tipo lo persiguió toda la fiesta, cuando se metió al baño, lo atacó.

Da un suspiro mirando al techo blanco, mientras los pensamientos fluyen en torbellino de emociones. Con su frágil figura le fue inútil hacer algo, con sus piernas largas , piel rosada, y unas manos blancas suaves... ¿Quién en su sano juicio le haría algo?Es como ver un ángel.

Sus ojos miel se llenan de lágrimas soltando un llanto bajito, mientras sus manos cubren su carita y muerde sus carnosos labios con fuerza. No puede parar de llorar de rabia, se siente tan inútil por dejar que eso pasara.

Sumergido en el llanto, no se ha percatado de aquél hombre parado junto a la cama que observa con ojos perdidos cada detalle de su figura cubierta por la delgada sábana.

Sus lunares, sus labios rojos, sus cabellos de ondas azabache, su piel rosada y perlada.

El hombre lo mira, como si estuviese tontamente enamorado por primera vez. Una tranquila presencia a su lado, de la que aún no descubrió su rostro, está demasiado avergonzado por todo.Por su fragilidad, por haber tenido miedo, por estar en una cama que no es suya, por no saber quién es esa presencia. Da un gran suspiro, una mano suave acariciar el filo de su mandíbula para terminar quitando luego las temblorosas manos de su linda carita. Allí, en cuclillas, un muchacho de mirada azul cielo y cabello rubio oscuro lo mira sonriente

—¡Ya despertaste bonito! —lanza el rubio con voz suave.—Me tenías preocupado.— Susurra mientras se sienta a su lado. La voz gruesa y ronca del otro pone al niño nervioso.Trata de sentarse en la cama, pero le es imposible. Unos brazos rodean su cintura colocándolo despacio sobre una almohadas.

—¡Auch! — solta un quejido de dolor y el otro lo observa dulcemente con una leve sonrisa.—¿ Dónde estoy ? —Pregunta con miedo al otro, mirando el gran cuarto que lo hace sentir pequeño ... es lujoso, con grandes ventanales, la casa de alguien rico, o eso cree.

— Estás en mi casa.—menciona el rubio sonriendo—¡más bien, estás... en mi cama!

•••••

¿Quien eres?

Mira por la ventana, el sol radiante brilla... un suspiro que corre por sus labios, y el rubio que lo observaba embelezado.

—Traigan ropa para él— habla fuerte .— iremos a almorzar... preparen todo.—Una mujer sonriente asinte y sale del cuarto.El pelinegro está atónito,de cachetes rojos por vergüenza.Al tiempo, llegaron con percheros, llenos de ropa de diseño y zapatos de charol.

—Elije, ésta es tu ropa.

—Mi ..mi ¿Qué?... —abrelos color miel, sonrojado hasta las orejas. Jamás en la vida ha tenido tanto.

—Tu ropa bonito - el rubio tira del brazo del niño y lo coloca frente a él mientras sonríe. Un perfume desconocido rodea todo, un perfume que le gusta, como esos ojos azules que lo miran tanto. Las enormes manos rebuscando entre perchas que parecen de plata pura, la mujer que una vez salió, mira al rubio expectante. Un par de minutos después varias prendas son entregadas a ella. Todo parece armonioso, como sacado de una escena de Holiwood, en una película romántica. Al menos eso piensa el pequeño, que vuelve sus ojos entre la mujer y el rubio sin saber qué hacer.

—Pongamos estos mujer bella—habla bajo el gran muchacho, dándole la ropa con suavidad. Ella y tres chicas rodearon al pelinegro y empezaron a desvestirlo, mientras meden su cuerpo con un centímetro y gran rapidez.

—N -no, no por favor yo...Yo lo hago — los ojos miel van y vienen, en un intento de comprender lo que sucede, pero es inevitable, la timidez sucumbe en la boca de su estómago una vez más.

—Retírense, yo me ocupo.—Las cuatro mujeres salieron hablando bajo.—¿Qué pasa bonito?—sonríe una vez más, el aire de realeza fluye por los poros de ese hombre, tan natural que hasta asusta quizás.

—¿Quie quién eres? —susurra cubriendose, había quedado casi desnudo.

—Eso no importa ahora— pegándose al niño, acariciando la fina cintura del otro.

—¡Ah -ah, ahí no, por favor!—gimotea la voz dulce, cuando la mano suave llega a su muslo lastimado.—¡Du- duele!—Baja la mirada. La fragancia lo sigue envolviendo, calmando un poco sus nervios. El rubio toma tranquilo el cuerpecito golpeado del otro, lo coloca suave sobre la cama. Toma poco a poco la ropa, deslizándola por la piel rosada.Podría jurar que ya no queda aire en la enorme habitación, o es sólo la percepción nublada de los dos.

—¡Vamos bonito!

...****************...

A decir verdad este niño de ojos miel, nuca había  sido tan débil, a pesar de que su cuerpo no lo ayuda  en lo mas mínimo. Este joven  había  tenido que pasar muchas situaciones que lo habían  obligado a ser fuerte. Por eso, aún no puede comprender como la.noche pasada resultó así.Pensando niega fuerte con la cabeza, ese hecho lo estresa demasiado.

—¿Qué  sucede jovencito? —Dice  suave la tierna voz de la señora, la jefa de servidumbre.—te ves estresado, puedes  contar conmigo.— se acerca sonriendo.

Levantó  su mirada, — es...es solo que yo, no soy asi de débil— refunfunia golpeando la pequeña mesa a su lado.—¿Cuánto más va a tardar?, hace una semana que estoy aquí... necesito ir a mi casa.—cierra sus ojos.—¡Ah ayy! —La queja salió de su boca.

—Joven, me temo que aún no sana, su cuerpo es delicado, no puedo dejarlo ir; el jefe  no lo permite.Por favor no se queje—masculla la mujer, sanando con cuidado las heridas de éste.

En realidad  volver a su casa ... no es algo que quiera, pero se siente un poco incómodo.En sí su casa ya no era su casa,su madrastra se la había quitado y su padre.había  fallecido muy enfermo.Pero no entendía  por qué  aquél  rubio lo había  hospedado, en esa enorme mansión.—Niño escúcheme... —Dice obsevando el jardin de rosas, que se ve desde el banco que ocupan sentados al sol. —El joven, no  tiene este tipo de tratos con  nadie, es muy solitario... pero desde que usted... él   se ve diferente.—Deletrea la voz baja y tierna—¡no queria irse, pero los negocios!.Reacio, siquiera sabe el nombre de esa persona... Niega y reniega la justificación que ella le ha dado una vez más.

"¿Quien eres?"— piensa dando un suspiro de agobio, dejando pasar poco a poco la frase hasta quedar en blanco.

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