La avaricia de las personas terminó en una fatídica guerra algunos lograron ocultarse gracias a una persona que poseía mucho poder y dinero, en la soledad y desesperados, despojados de todo hogar se aferraron a las promesas de tal hombre, formaron un reino que contaba con seis pueblos divididos estratégicamente entre sí a unas dos horas de distancia . Lo nombraron su rey a pesar de contar con solo veinte años, lentamente todo comenzó a tomar rumbo, se edificaron los pueblos así como habitaron, veinte años ya habían pasado desde la guerra y el rey ya contaba con una esposa y dos hijos. El rey poseía solo una regla, las parejas casadas no debían tener más de dos hijos, afirmaba que con un control poblacional las cosas mejorarían, se utilizó la moneda de intercambio por mucho tiempo hasta que las familias pudieron establecerse y mantenerse por sí mismas. Si alguien rompía la única regla que imponía el rey era obligado a dar a su hijo al castillo para servir en él, lo despojaban de todo apellido y no podían establecer ningún tipo de contacto con él .El rey tenía una mano derecha, una persona en la que confiaba muchísimo, quien se casó y tuvo dos hijos. Todo el orden que había puesto el rey parecía funcionar perfectamente hasta que un día falleció, la muerte dejó en shock a todos los pueblos y hubo días de mucho silencio. La reina tomó el lugar del rey, ya que solo faltaba unos pocos meses para que su hijo mayor adquiriera la edad requerida para reinar, pero necesitaba una esposa. El hijo del rey tenía una novia en el pueblo de Slimy, la reina no aprobaba esa relación y un día dieron la noticia de que él desapareció. Hubo una gran revuelta sobre quien lideraría los pueblos hasta que la reina impuso que ella seguiría en el trono hasta que su otro hijo cumpliera la edad requerida en dos años, casi no se sabía nada de él. Muchas cosas cambiaron en manos de la reina, según la gente de los pueblos no era muy confiable. Mi padre fue la mano derecha del rey durante mucho tiempo, se casó con mi madre a los veinticuatro años y tuvieron dos hijos, Ethan mi hermano mayor y yo. Él falleció cuando yo tenía cuatro años en un accidente de auto, el rey quedó devastado y nos ayudó muchísimo. Mi madre entró en una depresión y mi hermano comenzó a dedicarse a la cafetería que nuestro padre había fundado, se hizo cargo de nosotras y cuido de mi madre a pesar de su corta edad, siempre se ocupó de que no me faltara nada, pero no era una persona afectiva, si cruzaba diez palabras conmigo en la semana lo consideraría un récord. Mi madre ni siquiera hablaba, parecía estar ausente la mayor parte del tiempo y casi no recordaba cómo era el sonido de su voz así que me pasaba la mayor parte del tiempo en la casa de mi mejor amiga, su familia me hacía sentir como si fuera mi casa y su madre trato de darme todo el amor y consejos que mi madre no podía brindarme. No la culpaba, sabía que era una enfermedad difícil de sobrellevar y que no lo hacía intencionalmente, pero el sentimiento de sentirme sola todo el tiempo no se iba por más de que la familia de Agnes me hiciera sentir como parte de ellos. Lo poco que recuerdo de mi padre son recuerdos borrosos, no me acuerdo de su risa o el sonido de su voz, Ethan tenía siete años cuando falleció nuestro padre y por lo que me contaba la madre de Agnes eran muy unidos, sentía que guardaba cierto resentimiento hacia mi madre, pero igualmente siempre se ocupó de que no le faltara nada. En cuanto a mí si bien no tenía un entorno familiar soñado me sentía feliz con la vida que llevaba, una vez que termine la preparatoria me dedique a trabajar en la cafetería, la madre de Agnes siempre nos contaba las historia antes de que comenzara la guerra, ambos padres estaban cursando sus primeros años en la universidad. Aquello parecía tan incierto para nosotros, no podíamos comprender el tipo de vida antes de la guerra, lo veíamos como algo imposible de soñar. La abuela de Agnes era doctora en el hospital que se encontraba en la residencia. En el centro de nuestra ciudad se encontraba el castillo donde vivía el rey, un hospital a una cierta distancia y un lugar donde hacíamos las compras semanales de ropa y víveres. Los pueblos se encontraban distribuidos a dos horas de distancia de este centro. La abuela de Agnes que trabaja en el hospital nos contaba que en su tiempo antes de la guerra, asistió a la universidad para estudiar medicina. Era una de las mejores, teníamos otro doctor que se encontraba en ese tiempo todavía estudiando y la abuela de Agnes le termino de enseñar lo que debía saber, así el rey descubrió que necesitaría gente para enseñar lo esencial para nuestra subsistencia. Así la abuela de Agnes entreno a más personas para practicar medicina, y hoy en día el primer doctor que entreno dirige el hospital y le enseña a Agnes para ser doctora. Agnes me pidió que fuera con ella, hicimos planes y todo, pero finalmente no pude dejar a mi madre y hermano solos, terminé tomando clases de cocina con mi vecina y me dedique completamente a la cafetería, en la que ahora servimos todo tipo de comidas. Nuestro pueblo solo contaba con un bar y un restaurante de lujo a la que mucha gente no podía asistir, así que generalmente la gente solía acudir a nosotros por nuestros bajos precios y con alguno que otro ofrecíamos intercambio, Ethan se disgustaba conmigo cada vez que lo hacía, pero sé que a escondidas le daba comida a los niños que a veces no podían llegar a comprarse una galleta. El padre de Agnes siempre nos contaba que el rey hizo todo lo posible para evitar la desigualdad entre los habitantes por eso en el principio se usó la moneda de intercambio, pero todo esto cambió cuando la reina tomó el poder, la desigualdad se hizo cada vez más grande y tan solo en un año se notaba cada vez más. La gente esta cada vez más desilusionada y algunos cada vez más inquietos, la reina organizaba ferias y regalaba cosas a la gente para mantenerlos contento, sin embargo, mucha gente comenzaba a impacientarse sobre el estilo de vida y si habría algo más allá de donde vivíamos, una regla que impuso el rey más allá de su única regla fue que las personas podíamos visitar los otros pueblos, pero si llegábamos a visitar algo más allá de los 600 kilómetros no seriamos nuevamente recibidos en la sociedad, tendríamos que conformarnos con vivir en el bosque. Según mi hermano, mi padre se opuso completamente a esta regla, fundamentando que debía haber alguien más allá de nosotros y que debíamos buscar la manera de volver a formar la vida como antes de la guerra, la reina se opuso a esto y el rey para calmar las cosas termino decretando esta nueva norma. Luego de que el rey falleciera varias personas desesperanzadas dejaron los pueblos, afirmando que tendría una buena vida antes que caer en manos de la reina, sin el rey ya no había nadie que equilibrara las cosas mucho más después de que su hijo de veinte años escapara justo antes de acceder al trono. Algunas personas decidieron aguantar hasta que su otro hijo suplantara a su madre, pero fueron dos años de desesperanza para algunos y de casi vivir en la miseria para otros. Al ser un pueblo chico nos conocíamos entre todos y tratábamos siempre de ayudarnos, pero estábamos atados de pies y manos, con mi hermano hacíamos funcionar bien la cafetería, pero era lo suficiente para mantenernos, ya que con la muerte de rey también comenzaron a cobrar un impuesto a cada persona que tuviera un negocio, las ganancias iban ahora un 40% para el reino y el resto para nosotros. Las únicas personas que tenían un sueldo decente eran las que trabajan en la zona del castillo, les daban casas para vivir gratis solo por servir a la realeza y las personas del pueblo de Sandy eran las mas adineradas.
―Deberías agregar horas extras al club de lectura ―me suelta Agnes una vez que ingresa por la puerta de la cocina, habíamos estado hasta altas horas de la noche hablando y dijo que pasaría a verme antes de volver a la zona residencial.
―No tengo más tiempo de leer libros ―le digo apuntando con el batidor limpio antes de empezar a batir una crema de limón.
―Puedes mentirle a tu hermano Beth, no a mí que sé muy bien la cantidad de maquillaje que tienes puesto para taparte las ojeras por quedarte leyendo hasta la madrugada.
―Totalmente culpable ―respondo riéndome porque me conocía demasiado bien.
―¿no puedes quedarte un rato más?
―No, tengo que volver pronto. Además, quiero volver a ver a mi sexy superior.
―No puedo creer que sigas insistiendo con él, creo que fue muy claro y te dijo casi diez veces que era tu supervisor y no podía pasar nada entre ustedes.
―No me doy por vencida tan fácil. Por cierto, no sabes la noticia que tengo, me entere hace un rato, pero no quería llamarte. Mi padre me contó que la reina le cederá el trono a su hijo menor ―exclama con dramatismo.― Pronto habrá una coronación real.
―Pensaba que seria en seis meses, cuando el príncipe cumpliera los veintiún años, no era así la regla. ¿Habrá sucedido algo?
―No tiene elección, se la sede a su hijo ahora o un pariente cercano tomará su lugar.
―Bueno es media arpía la reina, tal vez mejoren un poco las cosas por aquí ―digo acomodando las cosas que termine de usar en el lavaplatos.
―Sí, supongo que podemos soñar. Habrá un baile real.
―¿Eso existe? ―pregunto intrigada, ya que nunca había presenciado un baile real. Agnes me contó que eso existía en la vida antes, teníamos bailes en la preparatoria, pero según ella esto era más formal.
―El príncipe necesita casarse antes de acceder al trono, así que la fiesta es solo una excusa para qué la reina elija con quien se va a casar.
―Suena aburrido, de todos modos no lo realizaron con el príncipe Henry así que no te hagas ilusiones de que sucederá.
―El príncipe Henry se opuso a efectuar el baile porque ya tenía una novia, pero como la reina se opuso a esa unión y el príncipe desapareció antes de que organizaran los preparativos, pero esta vez el príncipe Max no tiene posibilidades de rechazar el trono.
―Supongo que las cosas no pueden empeorar más de lo que ya lo hizo la reina.
―Podría ser mucho peor, debería volver antes de que salga el trasporte.
Me despedí de Agnes un poco triste porque no la volvería a ver por unas cuantas semanas, además de hacer prácticas en el hospital por vivir en la residencia tenía que ayudar con los preparativos del baile. Decidí quedarme hasta tarde preparando cosas para la mañana y trate de ordenar y limpiar toda la cafetería, Ethan me había dejado sola hace horas, diez minutos después de cerrar desapareció por la puerta. Leí casi cinco capítulos de la novela que me había traído Agnes ayer y perdí la noción del tiempo, cuando volví a mi casa la calle estaba sumida en un silencio y oscuridad. Entre sin hacer ruido para no despertar a Ethan, normalmente no era de hacerme problemas por los horarios en los que regresaba a casa, trataba de no molestar demasiado a mi madre, Ethan nunca me lo dijo directamente, pero sé que pensaba que la depresión de mi madre era en parte mi culpa, mi madre ya estaba depresiva antes de que falleciera mi padre, pero por lo menos lo intentaba por nosotros, cuando falleció mi padre no salió más de su habitación y rara vez la veía caminar por la casa. Una vez que estaba lista para dormir, programe mi despertador un poco más tarde de lo normal, ya que la mayoría de las cosas que debía preparar temprano en la cafetería ya las había realizado. Cuando salí del baño Ethan estaba tras la puerta esperando que terminara.
―Me quede preparando todas las cosas para mañana ―le digo una vez que salgo y comienzo a caminar hacia mi habitación.
―Elizabeth, tenemos que hablar mañana ―me dice preocupado y comienzo a inquietarme, Ethan no muestra nunca sentimientos―. Hablaremos en la cafetería mañana.
―Allí estaré, buenas noches, Ethan ―le digo y vuelvo hacia mi habitación.
Cuando comenzó a sonar el despertador resistí el impulso de tirarlo contra el piso para que dejara de sonar, me levante y prepare rápidamente el almuerzo de mi madre. Ethan contrató a una amiga de el para que le hiciera compañía, no hablaba mucho, pero se notaba claramente que a mi madre le agradaba contar con su presencia al contrario que la mía, cada vez que trataba de acercarme a ella, cada vez me alejaba más y ella empeoraba así que aprendí a mantener mi distancia con mi madre. Trataba de ayudar a Ethan en lo que más podía, mantenía el orden en la casa y me encargaba de cocinar, él solo hacía las compras en la residencia, ya que no le gustaba que yo visitara esa zona. La única vez que conocí la residencia tenía tres años y acompañe a mi padre a hacer las compras, casi vi poco del castillo y mi madre casi enloquece cuando llegamos a casa, desde ese día nunca más visite la residencia.
Cuando llegue a la cafetería Ethan se encontraba sirviendo unas mesas, me puse mi delantal y rápidamente comencé a ayudarlo y terminar de preparar tartas para la tarde. Cuando terminaba la hora del almuerzo las cosas se volvían más tranquilas. Estaba terminando de ordenar la cocina cuando Ethan se sentó en una pequeña mesa que había puesto, ya que generalmente comía y cenaba acá, si hubiera tenido el suficiente lugar también había traído mi cama, la cafetería era mi lugar seguro y me hacía sentir cerca de mi padre.
―Hace unos días llegó una invitación al baile real para ti ―me dice como si estuviera luchando contra el impulso de decírmelo ―. Es una oportunidad para ti.
―No creo que sea una buena idea ―digo sorprendida.
Hace unos días habíamos ido con Agnes al bar y escuchamos la conversación de una de las chicas diciendo que le había llegado la invitación para el baile real.
―Además, suponía que todos estábamos invitados a ese tipo de eventos.
―A la coronación si está todo el pueblo invitado, pero este es un baile donde el príncipe elige esposa, se quedarán tres días en el castillo.
―No quiero hacerlo ―respondo resignada, sin pensar que la conversación más larga que tengo con mi hermano prácticamente desde que nací sea precisamente esta.
―No considero que tengas opción Elizabeth, tienes que hacerlo. Kat cuidará a nuestra madre como siempre y se encargará de todas tus tareas, yo me haré cargo de la cafetería tiempo completo y la vecina Alice se comprometió a ayudarme con las cosas por hornear.
―Creí que tenía prohibido dirigirme a la residencia ―Ethan me fulmina con la mirada―. Está bien, lo haré.
―No sé nada sobre esa vida Ethan, no me obligues ―se para un segundo en la puerta y suspira.
―Llama a Agnes, ella te ayudará ―me dice sin ni siquiera voltearse hacia mí y se retira de la cafetería.
Al final del día cuando despido al último cliente aprovecho para llamar a Agnes, al principio se encuentra un poco sorprendida y luego accede a ayudarme. El viernes se celebra el baile real así que arreglé con ella para ir dos días antes a su casa para que me enseñara lo suficiente. Prepare todas mis cosas y me encontraba despidiéndome de Kat en la puerta de mi casa cuando llego Ethan.
―Elizabeth, toma esto es para ti ―me tiende una bolsa y la abro viendo un vestido en color crema con unas finas piedras, parece un vestido de princesa.
Si bien nunca nos faltó nada nunca tuve cosas lindas y de lujo como tenía Agnes, su familia era la que mejor vivió en nuestro pueblo, el trabajo de su abuela le permitió tener muchos ahorros y acceder a muchas cosas de las que para nosotros se nos hacía imposible. Sin pensar mucho abrazo a Ethan aunque sea solo por un segundo y se sorprende tanto como yo. Kat me ayuda con las cosas y espero a que el transporte llegue por mí, nada más hay otra chica que viaja conmigo y está tan nerviosa como yo. Cuando veo a Agnes esperando por mí, siento que me sacan un peso de encima y mis nervios se calman.
Mi mejor amiga se dedicó todo lo que restaba del día muy pacientemente a explicarme todas las reglas, me llevo a dar un paseo para conocer los alrededores, pero no teníamos tiempo para ir hasta el castillo, según ella ya tendría tiempo suficiente para recorrerlo entero. No tenía muchos recuerdos de la zona residencial, pero no imaginaba que parecería tan común, me imaginaba a las personas vestidas de gala y super maquilladas a primera hora de la mañana. Teníamos como un ideal de perfección que tendrían las personas que vivían aquí, si bien se vestían todos bien pero parecían más comunes de lo que los imaginaba. Me daba mucha intriga conocer el castillo y saber que tipo de vida llevaban.
Cuando Agnes me dejo en el castillo no podía apartar la mirada de él. Era impactante, el magnífico edificio de roca gris frente a mi mirada me hace sudar las manos, me aliso el vestido y trato de aparentar la calma que perdí esta mañana cuando mi mejor amiga me despertó para decirme que ya era hora de presentarme ante la reina. Intento que mis ojos no salgan de órbita al ver el sorprendente vestíbulo, me tomo un momento para admirar la escalinata, es demasiado hermoso para ser verdad, me distraigo tratando de guardar cada detalle en mi memoria cuando tropiezo con alguien por no mirar el camino.
―Eh, ten cuidado por donde caminas ―cuando levanto mi vista hacia la persona delante de mí muy enfadada, me sorprende ver a una chica casi de mi misma altura, pero era perfectamente bella.
―Lo siento, solo estaba... ―no logro terminar la frase cuando ella me interrumpe.
―Solo estabas siendo torpe ―me contesta con una mueca de burla―. De seguro eres nueva por aquí, no sabes con quién estás hablando.
―No, lo siento, no sé quién eres ―trato de ser amable, no quiero causar una mala impresión, pero de verdad me está molestando su mirada despectiva.
―Claro, de seguro debes ser de Arid, no tienes los modales, ni la vestimenta apropiada para el castillo, ni para la fiesta de bienvenida ―dice divirtiéndose de la situación―. Deberías saber que el personal de servicio entra por la puerta trasera. Soy Charlotte ¿te suena?
―Mira, siento haber tropezado contigo, no sé cuál es tu problema, pero no quiero montar una escena. Así que, si me disculpas, voy a buscar el salón de baile no me quiero perder la fiesta ―contesto con cara triunfante.
Me mira sorprendida, como si no fuera verdad que una persona como yo asista al baile. Parece que soy la primera persona que la hace callar también.
―Ten más cuidado la próxima vez ―anuncia a mi espalda Charlotte; no me volteo a mirarla.
Comienzo a seguir a la gente que se dirige al salón de baile, espero que no hayan sido testigos de mi abrupto con Charlotte. Me pregunto si todos aquí serán como ella, vaya forma de empezar mi estadía aquí. Busco un rostro amable entre la gente, distingo a Charlotte en el otro extremo y me estremezco
―Prefiero estar nadando con tiburones -no me di cuenta de que estaba pensando en voz alta hasta que una voz me interrumpe.
―¿Antes que estar aquí? Creo que estoy de acuerdo ―me giro hacia la voz que proviene de mi costado y veo a un hombre, bastante joven, aparenta unos veintiséis años, va con un traje típico para los caballeros en este tipo de fiesta. Me llaman la atención sus ojos color miel y a comparación de mi primer encuentro con Charlotte, tiene una mirada amable. Me sonrojo por la presencia de él y avergonzada de que considerara mal sobre mi comentario de estas personas.
―No puedo creer que me escucharas hablando sola ―digo casi en tono de disculpa. Me sonríe.
―Hablar con uno mismo puede ser divertido en ocasiones ―trata de quitarle seriedad al momento―. Especialmente en una sala llena de engreídos ―me dice en un tono más bajo y trato de contener la risa.
Me ofrece su mano y se la apretó ligeramente, suspirando de que por lo menos alguien se presenta amablemente.
―Me llamo Nate ―me dice en un tono amistoso.
―Elizabeth, pero la mayoría me llama Beth ―me mira asintiendo levemente―. Es un placer conocerte.
―No te había visto antes por aquí ―me dice con un tono de duda.
―Nunca había estado en la zona residencial previamente ―me mira confundido―. Es largo de explicar, pero vivo en Arid.
―Bueno es un placer tenerte por aquí. Bienvenida, espero que aprendas a nadar entre estos tiburones. No todo es tan malo por aquí. Supongo que esperas capturar la atención del príncipe, como todas las damas aquí.
―Bueno, no lo conozco. Supongo que las damas están aquí por eso; yo no estoy tan segura ―comienzo a sentirme incómoda con el tema de conversación.
―Tranquila, te caerá bien el príncipe, es una gran persona -noto un tono de admiración en sus palabras, seguro deben ser cercanos―. Tiene encanto natural. Nacer en la realeza no es tan genial como toda la gente cree.
―Sí, considero que nunca lograré aprender todas las reglas y formalidades que tienen ―me mira sonriendo cómplice.
―Sé cómo es empezar desde lo más bajo y no te preocupes todo se aprende.
―No estoy bastante segura de pertenecer a este mundo. Suena bastante difícil.
Nos vemos interrumpidos cuando comienzan a sonar aplausos y veo a la reina subir al escenario para hacer su discurso. Su aspecto es mucho más joven lo que me imaginaba, tenía un vestido color blanco que denotaba perfección, su cabello bien peinado, sus uñas bien pintadas y el maquillaje aplicado en los lugares correctos.
―Es mi señal de retirada ―me dice con un tono bromista ―. Tengo que sacar al príncipe antes de que se escape ―me sorprende lo familiar que me siento con él―. Nos volveremos a encontrar. Un gusto conocerte.
Lo saludo con un asentimiento de cabeza y antes de que diga algo lo pierdo de vista.
Mi atención vuelve hacia la reina y su discurso, dando la bienvenida a todas las damas, deseándoles buena suerte.me cuesta concentrarme en sus palabras cuando dice que estos días nos pondrán a prueba para elegir a la indicada para reinar junto al príncipe. Esto es demasiado para mi cerebro, necesito estar con un café, un libro y en mi casa lo más rápido posible. Me siento totalmente fuera de sitio, pero me mantengo firme, no puedo imaginar la cara que pondría Ethan si supiera que a las dos horas llegas ya quería renunciar a esto. La reina anuncia las cenas y reuniones que tendremos que asistir todas las damas.
Distingo a Jenny entres las personas que se encuentran sirviendo aperitivos a los invitados, me mira de una manera incómoda. Frunzo el ceño; Jenny fue una de mis grandes amigas en la preparatoria y muchas veces nos vemos en la cafetería por la tarde y en el club de lectura nocturno. No sabía que trabajaba en el castillo, sin embargo, muchas personas del pueblo trabajan aquí, pero de eso no se habla mucho. La mayoría evitan hablar demasiado para mantener sus trabajos, la reina es muy estricta con esas cosas. La reina finalmente termina su discurso, presentando al príncipe. Me pongo nerviosa y me entra la intriga de saber cómo será. El público comienza a aplaudir cuando sube al escenario.
―Buenas noches ―dice en tono levemente aburrido, aunque su rostro no lo demuestra. Creo que realmente no quiere estar acá. Bueno, somos dos en la lista.
Las mujeres a mí alrededor se sonrojan y susurran unas con otras. Es hermoso, lo admito, parece sacado de un cuento de Disney, un verdadero príncipe encantador. Tiene una belleza digna de admirar, el cliché rubio de ojos claros continúa hablando
―Me alegro de que estén presentes esta noche, las conozco a la mayoría de las damas que se encuentran hoy aquí ―ruedo los ojos, apuesto que su cama también las conoce―. Me alegro de verlas nuevamente ―examina la multitud que se encuentra suspirando por la escasa cantidad de palabras que pronuncio. Sus ojos se detienen en mí y entiendo por qué están todas revolucionadas. Sus ojos son tan azules y tan intensos que me cortan la respiración, trato de disimularlo. Sonríe levemente y continúa su discurso, mientras intento no sonrojarme―. Agradezco a mi madre, que le ha dado tantos años de su vida a este reino. Espero poder seguir sus pasos.
Las damas a mi alrededor murmuran entusiasmadas al finalizar su discurso. El príncipe se dirige hacia la multitud saludando una por una. Su rostro refleja aburrimiento, su madre le lanza una mirada de advertencia sutilmente. Nadie a mi alrededor parece notar eso, todos están demasiado concentrados en sus conversaciones excepto yo que estoy sola con una copa en la mano y terminando mi bocadillo con la otra. Lo veo dirigirse hacia mí y ahora siento unos enormes nervios. Se acerca lentamente con una sonrisa de chico malo y ahora me siento más intrigada que nerviosa.
―Buenas noches, creo no haberte visto antes por aquí ―me ofrece su mano y se la apretó suavemente. Él sonríe y espero no tener las manos demasiado sudadas. Lo miro directo a los ojos y me pierdo en ellos. No sabía que era tan informal, aunque no vi estrechándoles las manos a las demás damas.
―Elizabeth Brooke.
―Elizabeth, un placer ―me suelta la mano lentamente.
―Nada más Beth o Liza, bueno solamente mi padre me llamaba Liza, mis amigos me dicen Beth ―incontinencia verbal, genial.
Necesitaba que alguien me callara urgente, no sé por qué solté todo eso. El príncipe seguía mirándome divertido.
―Supongo que debería seguir. Quedan muchas más damas que saludar ―bueno, por lo menos ya puede descartarme de su lista de posibles esposas después de este encuentro.
Me coge la mano para besarla suavemente, dejo de respirar me suelta rápidamente y se da vuelta para seguir saludando a las demás y yo me encuentro en una situación tratando de recordar como se respira. Me quedo nuevamente sola y deseando estar en una cama. Salgo del salón de baile y me encuentro a Nate.
―Hola extraña, demasiada diversión ―dice en tono de burla. Me divierte.
―Sí, deseo salir de aquí lo antes posible ―digo dramáticamente.
―Vamos, te mostraré tu habitación ―gracias, bendito Nate, si no fuera por las normas de conducta lo estaría abrazando en este momento.
―Gracias, te debo una ―le digo en agradecimiento.
Sigo sorprendiéndome de lo grande que es el castillo. Nos dirigimos escaleras arriba al sector de habitaciones, donde nos alojan a todas las damas estos días.
―Gracias por acompañarme, lamento que te estés perdiendo la fiesta.
―No te preocupes, no me gustan las fiestas.
―Sí, claro como no -le digo irónicamente.
―Primer día y juzgando a la gente ―me dice en tono divertido―. No es algo digno de una señorita -continúa imitando el dramatismo real. No puedo contener la risa. ―Me gustan las fiestas, pero no esta clase de bailes. Todos comportándose como perfectas damas y caballeros cuando en realidad no lo son.
La sinceridad de Nate me deja impactada. La realeza sí que sabe fingir muy bien.
―Gracias, has sido muy amable.
Se detiene frente a un dormitorio y veo mi nombre en la puerta con una caligrafía muy linda. Él me deja sola y cuando entro a la habitación ya no me sorprende que sea linda. Escucho un que tocan mi puerta.
―Beth ¿estás aquí? ―me sorprende la voz de una mujer.
―Sí, adelante ―suspiro aliviada cuando veo a Jenny; me da un pequeño abrazo.
―Siento no saludarte antes, son muy estrictos respecto a las reglas, la reina da miedo ―nos reímos y me alegra tenerla acá, me hace sentir en casa de algún modo―. ¿Te gusta? Es la más linda. Me sorprendí cuando vi tu nombre y supe que tenías que quedarte acá.
―Gracias Jenny, no te hubieras molestado ―le digo avergonzada, esto es muy raro.
―Te lo mereces más que todas ellas, era lo menos que podía hacer. ¿Cómo va todo?
―Bastante mal empecé, lo único bueno es un amigo del príncipe que conocí. Es el único que se mostró amable.
― ¿Nate? ―Asiento―. Sí, es genial. Es demasiado bueno para este lugar. ¿Quieres comer algo? Mi turno terminó y podemos buscar algo en la cocina.
―Sí, antes apenas pude comer un bocadillo, estaba demasiado nerviosa.
Jenny me indica el camino hacia la cocina. La cocina es hermosa, típica cocina de chef y me da nostalgia mi cocina de la cafetería. Jenny prepara unos tés con unos cupcakes de chocolates que estaban sirviendo en el baile. Pruebo uno, chocolate y almendras; delicioso.
Nate nos sorprende a las dos y me empiezo a asustar; técnicamente no deberíamos estar aquí. No llevo ni tres horas en el castillo y ya me estoy buscando que me echen.
―Sabía que ibas a estar acá ―exclama acusando a Jenny y luego se percata de mi presencia-. ¿Se conocen? ―Jenny contesta preparándole más te, mientras él se sienta a su lado.
―Sí, nos conocemos del pueblo, Beth hace las mejores galletas de navidad -él me mira encarnado una ceja. Parece bastante sorprendido.
―Soy dueña de una cafetería y preparo todas las cosas que vendemos.
―Deberías conocerla alguna vez ―le dice Jenny uniéndose a nosotros.
―Sí, me encantaría.
Termino mi té y me despido de ellos para dirigirme a mi habitación; esperando no perderme en el camino.
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