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Diciembre Y Todo Un Año Sin Ti

Prefacio

Era la fría noche del siete de diciembre cuando Tristan se encontraba en su casa, solitario como siempre, había pasado un tiempo desde que se había sentido tan triste, aislándose a sí mismo de las demás personas solo porque no quería hacerlos sentir triste.

Tristán había mostrado muchas veces lo bromista que podía ser, siempre con sus bromas y cuidado hacia sus amigos pero ahora no podía ser fuerte, su alma dolía porque el eco de la pérdida siempre estaba en él, había perdido todas las ganas de mostrarse a otros luego de todo el daño que sentía.

Cicatrices profundas de heridas viejas se volvían a abrir cada diciembre y eso era lamentable, porque todo el progreso en las terapias y en su vida diaria se iba por el retrete cada diciembre, porque dolía como el infierno.

Sentirse triste hacía que su pecho siempre estuviera comprimido, las lágrimas se formaban en él con cada doloroso recuerdo de aquel dolorosos diciembre.

El frío viento pasa con furia por todo el apartamento de Tristán, lo hacía sentir como si volviera a aquellas épocas. En estos momentos un abrazo no le caería mal, extraña el tacto humano, los cálidos abrazos y los besos en las mejillas, definitivamente extraña la sensación de sentirse acompañado, estaba abandonado y triste, era como si todo a su alrededor fue un grito de que nunca tendría eso pero él realmente lo anhelaba ¿Quien no lo haría?

Gruesas lágrimas salen de sus ojos, apoya su frente en sus rodillas y deja que los dolorosos alaridos llenen el espacio, su única compañía eran las lágrimas y eso es lamentable. No tenía a nadie para consolarlo y eso lo hizo sentir miserable.

Aún recuerda cuando aquella persona se fue de su vida, en un día como este, él tomó sus maletas, sus sentimientos y se fue sin decir ni una palabra, lo dejo con las palabras en la boca y el corazón en la mano, sangraba su pecho y está persona solo se volvió en otra cicatriz más. Un doloroso recuerdo para llorar y guardarlo en el cajón de personas que amo sinceramente.

Saber que estaba solo, que vivía solo y que nadie iría a salvarlo solo lo hundió más, más profunda se volvió la cicatriz, si lo piensas bien, tu tienes a alguien allí en quien apoyarte pero Tristán solo tenía los recuerdo de que amo pero no lo amaron devuelta.

Tristán había entregado todo lo que le quedaba pero nadie había hecho lo mismo con él, todos se llevaban un gran pedazo de él y a cambio, solo dejaban dolor y soledad.

Tristán ya no tenía a quien amar, ya no quedaba más que hacer, solo sobrellevarlo y luego recuperarse, para luego caer y ver cómo aquellos fantasmas de amores pasados se burlaban de él.

Aún escuchaba sus risas, carcajadas fuertes de personas a las que amo pero que no lo amaron, burlándose de su ingenuo corazón y luego comentando lo terriblemente estupido que se veía allí tirado, borracho.

Sin esperanzas.

Primero de diciembre:

Tristán se encontraba en su apartamento, uno al estilo vintage con grandes ventanales y muchas plantas en ellos, las cuales regaba con esmero y amor desde que las había plantado, había un bonito cactus en el centro de la mesa del comedor y las cortinas eran color crema, su cama quedaba en el mismo espacio que su sala, comedor y cocina.

Tristán odia diciembre, especialmente por sus traumas de aquella fecha, despedidas y pérdidas que aún dolían en el fondo de su corazón magullado, le recordaba que la terapia no ayudaba y que el alcohol lo hacía sentir menos miserable.

En sus recuerdos aún tiene aquella vez en que inició su destrucción, ya siendo un hombre totalmente independiente aún hay sombras en él de aquel niño inseguro, que se metió en tantos problemas con la intención de olvidar.

Tristán había pasado por mucha mierda, en sus años universitarios descubrió que las drogas son un puto virus que te carcome, la marihuana había estado en su sistema hasta que su madre, en medio de la desesperación, lo saco de casa:

— Tus hermanos merecen un mejor ejemplo— había dicho ella con gruesas lágrimas en sus ojos, aquello sucedió un día como hoy, un primero de diciembre.

Entonces, con lo que pudo, se fue a vivir solo pero en cada lugar había un poco que porro para el desahogarse en la depresión, estaba terriblemente deprimido, con sus ojos siempre hinchados de tanto llorar y sus manos temblando, sus amigos ya no lo eran ¿Quien quiere estar con un desastre?

No eran tan estúpidos como para dejarse consumir por la adicción de Tristán. Les gustaba el porro, pero solo en fiestas o con amigos, no lo tomaban como una adicción; pero Tristán tenía restos de porro por todo lado, ojos rojos y ansiedad cuando no lo tenía.

Así que una noche sin control, terminó convulsionado en el baño de su apartamento y no hubo nadie que lo cuidara, la ambulancia llegó cuando su vecina lo encontró casi muerto pero nadie quería estar a lado de un adicto.

Hacía tiempo que este chico estaba sobrio, escondiendo los fragmentos que aún vivían dentro de él, escondiendo a él inseguro e idiota que vivía dentro de su quebradiza paz.

Tristán se tiró en su cama y cerró sus ojos, sentía un agonizante dolor dentro de su mismo de solo recordar esto, el inicio de su dolor, ahora tenía unos cuantos amigos pero ellos, incluso luego de la recuperación de Tristán, se mantenían distantes y evitaban ser parte fundamental del quebradizo chico.

Cuando el cielo naranja se cubrió de azul oscuro, la puerta de Tristán fue golpeada repetidas veces haciendo que este se acercara a ella y la abriera, afuera se encontró con la hija de su vecina.La niña tenía en sus manos un plato de comida y una taza con chocolate

extendidas hacia Tristán:

— Mamá te lo envía— habló la pequeña con una sonrisa que mostraba que sus dientes delanteros aún no habían salido.

— Gracias— agradeció Tristán y tomó con suavidad el plato y la taza.

Cerró su puerta luego de que la niña se fuera a su apartamento y ceno en su comedor, mirando a su cactus.

Su vecina era la única que medianamente se preocupaba por él, una mujer de treinta y dos años con una hija de siete años, había sufrido de cáncer de mama cuando conoció a Tristán y este la había cuidado, otra alma que había estado solitaria luego del divorcio pero que ahora tenía la compañía de su pequeña hija.

Su vecina sabía de los demonios con los que luchaba Tristán cada diciembre y siempre estaba cuidando de que no terminara muriendo de depresión o de hambre, era costumbre que en este mes ella enviara comida diaria a él, haciéndolo recordar que aún había alguien que lo quería aunque sea un poco.

Tristán estaba marcado por el dolor de la pérdida, porque un primero de diciembre fue que perdió los lazos con su familia y de aquí en adelante, todos estos días, le recuerdan el dolor de la soledad y el amargo sabor de no saber qué es volver a amar.

Asistía a terapia, pero en diciembre siempre lo posponía porque no se sentía cómodo, además de que su psicólogo siempre viajaba para estas festividades hacia la casa de su madre con sus esposa y su hijo de trece años.

Había intentado resolverlo visitando a otro terapeuta pero no servía, entonces empezó a ir con grupos de ayuda y allí descubrió que habían más desamparados como él, entonces le gustó y siguió haciendo esto.

Eran las nueve de la noche y estaba en el lugar donde se hacían las reuniones del grupo de apoyo, aquí había todo tipo de personas que habían sido adictas y otros que aún luchaban contra ello.

Allí estaba Danielle, una chica rubia que llevaba tres años sobria, ella era la más cercana a Tristán y la que más lo comprendía.

Cuando Danielle tenía trece años su padrastro abusaba de ella en repetidas ocasiones haciendo de esto un trauma que intentó curar con heroína, la cual solo la hizo recordar esto más y más frecuente pero que para su desgracia, también se había vuelto una adicción, a sus veinte años su madre la encontró agonizando por una sobredosis en su habitación y desde entonces empezó la rehabilitación, ahora tenía veinticinco años y estaba bien.

Tristán siempre intenta apegarse a ella sin darse cuenta de que eso lo llevaría a conocerlo a él y darse cuenta que el amor es una dolorosa sensación que carcome tu mente y te hace sentir miserable.

Dos de diciembre:

El dos de diciembre siempre le recuerda a Tristán que está solo, no porque algo trágico hubiera ocurrido en esa fecha, sino porque en esa fecha pasó algo tan dulce que le duele saber que no lo recupero.

Tristan siempre se esmera en recordar cosas buenas pero eso solo lo hace sentir triste porque se da cuenta que nunca volverá a ser tan feliz como antes.

Desde hace años Tristán tiene un cajón en el que guarda amores perdidos, allí se encuentra su madre, también se encuentra su padre y también está él.

Tristan los guarda allí con la intención de que en un futuro le devuelvan su alegría pero todos sabemos que eso no va a ocurrir, entonces solo le queda abrir la botella de vino que reposa cada diciembre en su refrigerador, junto a la verduras y la natilla. Sinceramente, es mejor estar borracho que recordarlo sobrio, lo hará más dificil.

Tristán siempre ha amado dibujar, quizá no sea el mejor en ello pero lo ama, entonces este día decidió dibujarlo a él. Con su lápiz carboncillo empieza a trazar sus profundos ojos negros, largas pestañas en ellos y el característico brillo que siempre amo, luego proceder a hacer el resto de su rostro recordando el rostro de quien más amo con cada trazo, recordando cada uno de sus gestos y su dulce voz.

Tristán era más que consciente que lo extrañaba, extrañaba su cítrico perfume de poco precio, su horrible olor a café y sus cicatrices por las drogas, pero también era consciente de que eso no llegaría durar más de lo que duró porque ambos eran una bomba de tiempo que explotó en diciembre.

Los dulces besos que lo hicieron olvidar por un tiempo la soledad en su corazón los sentía en su rostro mientras dibujaba a aquella persona, aún sentía las dulces palabras de amor y las suaves manos recorrer su cuerpo. Sin darse cuenta, lágrimas cayeron en su dibujo y tuvo que detenerse, sus manos temblaban y sintió como todo el dolor fluyó por medio de sollozos y llanto.

Se había estado reprimiendo de todo esto durante todo el año para derrumbarse el segundo día de este mes, sentía como todo a su alrededor gritaba el nombre de la persona que amo pero ya no está junto a él.

Cuando sintió que el llanto disminuyó, apoyo su cabeza en la mesa y dejo que su cabello le pícara un poco los ojos. Era como un muerto en vida, le habían arrebatado cosas importantes y eso lo hacía sentir extremadamente miserable.

La puerta fue golpeada y él fue a abrirla luego de limpiar su rostro con las mangas de su suéter de lana, allí se encontraba su vecina con una botella de vino y dos copa:

— ¿Quieres beber un poco?—

— No me caería mal— le respondió el chico.

La vecina entro y se sentó en el sofá marrón de Tristán, este se sentó frente a ella y allí empezaron a beber.

La vecina de Tristán bebía en esta ocasión porque su pequeña hija ahora estaba con su padre, quería olvidar un poco la mierda que había pasado y sabía que Tristán buscaba lo mismo. Cuando lo vio colapsar en innumerables diciembres, entendió que ella no era la única que estaba mal y entendió que Tristán también necesitaba un momento de paz entre tantos recuerdos.

Ya ebrios, la vecina tambaleante se puso en pie y vio el retrato que hizo Tristán de la persona que más amo, paso sus dedos por el papel y dijo:

— Aún lo recuerdo—

— ¿Lo haces?— cuestiono Tristán mirándola, ella miraba el dibujo con suma atención.

— El te hizo feliz— susurró la mujer— Pero también te hizo triste, pensé que duraría más pero al parecer lo mío no son las predicciones.

Tristán también pensó que duraría más, sabía que esa persona estaba mucho peor que él pero realmente quería que durará más, no había pensado que perderlo le dejaría tan marcado. Otra persona que guardo en el cajón de las personas que más amo.

La vecina de Tristán estaba lo suficientemente borracha para siquiera caminar, así que él la acomodo en su cama y la dejo durmiendo allí. Él tomó una manta y se acomodo en el sofá para dormir.

Tristán no era el hombre más alto, media menos del promedio, así que no le era tan incomodo acomodarse en el sofá marrón. La persona que más amo si que era más alta, sus piernas siempre se doblaban cuando dormía allí y amanecía con dolor de espalda y extremidades.

El vino en el sistema de Tristán aún no le permitían dormir, así que empezo a recordar, habían cosas felices en diciembre pero para él, había sido el mes en que más había perdido, entonces no sé sentía bien, se sentía terriblemente adolorido, pero no podía huir de los recuerdos porque estos lo perseguían.

Tristán siempre había amado dibujar y la persona que más amo siempre había amado verlo dibujar, especialmente cuando el sol de primavera si filtraba por el pequeño apartamento y con sus rayos iluminaba todo, el calor estaba en su punto y hacia que Tristán utilizará bermudas con camisas blancas, también porque aquella luz siempre hacia que Tristán luciera extremadamente adorable.

Realmente habían vivido buenas temporadas, así como habían pasado las peores tormentas juntos ¿Entonces porque no duró más de lo que duró?

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