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Fragmentos De Un Amor

I. Esperanzas

...Lo que me da miedo no es el olvido, a lo que realmente le temo; es a no volver a verte....

...Emma Lam....

Emma seguía sosteniendo la mano de su amado esposo, así lo había hecho cada día por todo un año, al enterarse del accidente de auto que había sufrido, el cual, lo había dejado en estado crítico debido a los graves traumas en la cabeza, costillas y una pierna; llevaba exactamente 365 días en estado de coma. Los doctores no le daban esperanza alguna, pues ya llevaba mucho tiempo sin reaccionar.

Emma cerró los ojos viendo la hoja en su mano, mientras con la otra acariciaba en círculos la palma de su adorado Gregory, con el cual llevaba cinco años de casada. El doctor tratante de su esposo le había otorgado el poder para desconectar a Gregory, y darle así, un descanso eterno.

Ella se negaba, aún guardaba la esperanza de volver a ver sus ojos color marrón, y que la vieran con aquella ternura que siempre la había visto. Un dolor se plasmó en lo profundo de su pecho, se cuestionó ¿Y si no llega despertar nunca?. Sus ojos se empañaron de lágrimas, al imaginar una vida sin él, aunque literalmente, ya no estaba allí caminando a su lado.

Sus lágrimas descendieron de sus ojos sin poder contenerse ya. Le era muy duro verlo cada día postrado en una cama. Entonces recordó desde el primer instante en el que sus miradas se estrellaron:

Gregory Lam era el hijo del hombre con más poder en el pequeño pueblo de Gretna, situado en Canadá. Su padre le había heredado la granja donde habían crecido y obtenido la gran fortuna. Gregory, no compartía esa misma pasión que su padre. No obstante, trabajó para él durante muchos años; logró ahorrar lo suficiente para comprar un terreno, donde construyó una casa de tres plantas. Su gran sueño era ser el dueño de un periódico, por ende, se había ido a los 18 años para Estados Unidos, y así formar su carrera como periodista.

Paso cinco años de su vida en el exterior, siendo el mejor estudiante en su ámbito. Fue reconocido y premiado por lanzar a todos los medios la noticia de una pequeña familia inmigrante, que había pasado muchas necesidades para llegar a vivir el sueño americano. En sus días de investigación y de prácticamente convivir con aquellas personas, conoció a Emma Rogers; una colaboradora social quién se hallaba ofreciendo comida y ropas a las familias de aquel resguardo.

Emma tan solo tenía 19 años, cuando conoció al joven periodista de 23. Quedó fascinada y flechada por la sencillez y el alma caritativa del hombre. Apenas empezaba su carrera como columnista, y tener un experimentado periodista le ayudaría con su columna de "vidas perdidas": ese era el trabajo a realizar para la tesis de la Universidad, como buen amigo, Gregory le ayudó y así se fueron conociendo más a fondo.

Él quedó encantando con la inteligencia de la castaña de ojos verdes, quien tenía un enorme corazón, su gran fluidez para expresar sus letras le atrapó a querer saber más de ella, y hasta llegó a ofrecerle un lugar en el periódico de su pueblo, lo que no convencía a la chica era lo lejano que estaba de su país, así que se limitó a agradecer y dejar pasar la oportunidad.

Un año después, la castaña recibió un correo de Gregory, donde el ofrecía un contrato de trabajo, no era necesario que se mudara de país si no lo quería, Emma pensó que el hombre quizás se había olvidado de ella, lo que secretamente no sabía era que, Gregory no podía sacar a la castaña de ojos verdes de su pensamiento, se le hacia tonto e inmaduro sentir algo por una chica que apenas conocía, pero el impulso le ganó cuando la encontró en una editorial muy prestigiosa de Estados Unidos, pues la chica escribía para ellos, dejando boquiabiertos a quienes la leían.

Se preguntó por días en los que no pudo descansar, si había hecho bien al enviar el correo y cuando creyó perder la esperanza; se llevó la gran sorpresa al ver a Emma una mañana en la entrada del periódico, su mirada llena de tristeza le rompió el corazón, ella le transmitió esa sensación de que algo malo había pasado.

Y no se había equivocado en su sensación, Emma había acabado de perder a sus padres, quedándose sola en la vida. Duro días encerrada en su luto, e investigó Gretna y le pareció un pueblo acogedor, algo lejano, pero sería un buen lugar para comenzar desde cero. Así que tomo la decisión de ir hacia la oportunidad que Gregory le había ofrecido algunos días atrás.

Y así fue como empezaron su historia, ella siendo su mano derecha, siendo la mujer quien ayudó a crecer e hizo parte de su sueño. Las cosas se fueron tornando por otro camino y la atracción surgió irremediablemente, pasaron de un gusto al amor verdadero, donde no lo pensaron dos veces y luego de algunos meses de novios, tomaron la decisión de casarse.

Como en todo matrimonio, tenían altos y bajos. Pero su amor era mucho más fuerte que aún sin importar que, siempre sabían como arreglar las cosas, lo que no sabían era que el destino aveces era injusto, y la desgracia les haría tomar rumbos diferentes, solamente para convencer a la ruleta, que no siempre se anhela lo que ya se ha tenido, y que la vida separó.

— ¿Ya ha tomado la decisión señora Lam? — inquirió el doctor a la mujer sentada a un costado de la cama—. Es lo mejor para su esposo.

Emma soltó la mano de su amor, y dejando un suave beso en su frente; rompió en pedazos la hoja. Ella no se iba a dar por vencida, su esposo iba a despertar, eso le gritaba su corazón.

— Lo siento doctor Sherman, pero aún guardo mi esperanza — el hombre suspiró pesadamente. Él más que nadie le dolía todo lo que estaba pasando, ver a su mejor amigo en ese estado no le agradaba en lo absoluto. Pero debía basarse en la medicina, y está decía que, no iba a despertar nunca.

II. Cielo

Habían pasado varios días en los que Emma sentía desfallecer, con la mirada fija en su esposo, haciéndole sus terapias y tratando de que el sintiera sus manos.

Su corazón latía desenfrenado cada que aquella posibilidad se plasmaba en su pensamiento.

Sonrío y empezó a tararear una hermosa canción, mientras proseguía con el masaje en sus piernas, deslizaba las manos de arriba hacia abajo en la blanca piel del hombre, cual lucía delgada. Su ojos nuevamente se llenaron de lágrimas, no soportaba verlo más así, quería escuchar su voz... aunque fuera una última vez.

— Emma, porque no vas a descansar — Lisa tocó el hombro de su mejor amiga, su cuerpo estaba empezando a sentir la ausencia del sueño y la comida; lucía delgada, cansada y triste. Ya no era aquella chispa de alegría que todos estaban acostumbrados a ver—. Anda ve a descansar, yo me quedaré con Greg.

Emma negó, no quería despegarse de su esposo. Quería estar con él cuando abriera sus cautivadores ojos marrones.

— ¿Y si despierta y no estoy? No Lisa, debo estar aquí para cuando abra los ojos — dijo ella sin dejar de acariciar sus muslos, sus dedos estaban empezando a surgir un efecto en el sueño del hombre—. Debo estar para él.

Lisa suspiró cansada, sabiendo que era un imposible hacerla entrar en razón, y como buena amiga, le ayudó a untar más crema en sus manos, para que Emma siguiera masajeando su piel.

— Por cierto, ¿Cómo han ido las cosas en el periódico? — preguntó, ahora masajeando el brazo de su esposo.

Ya había pasado un buen tiempo en el que no iba a trabajar, debido a su entera dedicación a Gregory.

— Bien... todos extrañan tus columnas y tus versos — respondió Lisa—. Pero de resto todo ha marchado en orden, tal y como le gustaría a Greg.

— En hora buena — sonrío ligeramente al contemplar el rostro de su esposo por escasos segundos—. Tengo unos versos escritos, mañana te los entrego para que la imprenta los empiece a sacar.

— ¡Estarán felices! — respondió sin dejar de sonreír. Durante los ejercicios de movilidad de Gregory, Lisa estuvo contándole como iba su relación con el doctor Sherman y de sus dos preciosos hijos.

Por alguna razón Emma se preguntó si nunca tendría la oportunidad de ser madre, en los años de matrimonio no le había llegado la bendición de traer un pequeño al mundo.

...Su corazón entristecido se rompía con cada sueño no vivido....

...Emma Lam....

Días, noches, madrugadas seguían pasando sin obtener respuesta de su esposo.

Suspiró sentándose en el sillón que adornaba la habitación.

Emma abrió el cuaderno donde escribía sus pequeños versos, muchos de ellos dedicados a Gregory. Sacó la pluma del estuche y se dejó llevar por todos los sentimientos guardados en su corazón.

Con tanta fluidez, letra por letra, fue soltando su increíble y única imaginación. Sus lectores quedaban encantados con tan hermosas letras que la señora Lam escribía; con tanto amor y dedicación, poniendo su toque mágico, como le decía su esposo.

...Cielo, toca las nubes con tus dedos...

...Cielo, traza tu camino en mi cuerpo...

...Cielo, te llevaré al paraíso de mis adentros...

...Cielo, quiero ser la luz en tu profunda oscuridad....

Su llanto salió como un bebé sin poder controlar las emociones que le embargaba el corazón. Sí, anhelaba darle la luz en esa oscuridad en la que estaba sumido desde hace un año. Quería poder estar adentro de su ser y mostrar el camino que debía tomar, para estar nuevamente junto a ella.

Se levantó, camino hacia la cama. Contempló su rostro; sus pestañas largas y negras juntas, su nariz perfilada, sus labios cubiertos con el respirador, sus pómulos visiblemente de un color pálido y apagado. Pero el atractivo de su esposo seguía ahí con él. El hombre era sumamente guapo.

Suspiró cansada, tomo su mano con suavidad y dejó un beso en los nudillos, enlazó sus dedos como pudo y recosto la cabeza sobre su pecho, sintiendo como sube y baje pausadamente. Los latidos de su corazón llenaron sus oídos, y se dejó llevar por la paz de aquel sonido tan envolvente hasta quedar dormida...

III. Despertar

Una corriente de calor atravesó el cuerpo de Gregory, quién empezaba a percibir poco a poco el sentido de un suave tacto contra su piel, sentía hormigas caminando encima de él sin comprender porque. Al tiempo, empezó a escuchar la hermosa y fina voz de una mujer, la letra de la canción era hermosa, muy a lo lejos comprendía alguna que otra palabra; la dulce voz no le dejaba visión para más.

El toque más aquella desconocida voz, lo estaba sacando de aquel profundo sueño. La oscuridad por fin parecía tener luz. Lentamente abrió los ojos, mientras las caricias de aquellas manos lo empujaban hacia ellas, hechizado por el delicado toque, sintió como cada parte de su cuerpo se encalambraba, la sensación de sacudirse le invadió. Una fuerte punzada en la cabeza le advirtió que algo andaba mal, entonces tomo aire y abrió completamente los ojos. Lo primero que vio fue un techo blanco, perfectamente ya sentía los dedos de una persona tocando sus piernas, bajando hasta llegar a sus dedos, y al sentir un ligero pellizco sus reflejos le hicieron pegar un salto.

Levantó la cabeza un poco, estrellándose con la mirada más dulce y hermosa que haya visto. Sus ojos mostraban un sin fin de sentimientos, pero el que más percibió fue el de la felicidad.

Emma dejó de tocar las piernas de su esposo instantáneamente. Su sexto sentido no le había fallado, su esposo por fin había despertado de ese profundo sueño, por fin volvía a ver esos ojos que tanto había extrañado. Su corazón bailaba de felicidad dentro de su pecho, ya no tendría que seguir llorando y pidiendo a un Dios porque por fin, el despertar había llegado.

— Amor — susurró delicadamente acercándose a Gregory, quién la miró extraño y confundido—. ¿Estás bien? ¿Te duele algo? ¡Dios mío!. Llamaré al doctor.

Y como un rayo salió de la habitación con una sonrisa en sus labios, ya podía volver a respirar el aire sin que este le ahogara los pulmones.

Gregory quedó confundido, ¿Dónde estoy? fue lo que se preguntó una vez la mujer desconocida para él, salió por la puerta. Y lo que más le retumbo en la cabeza fue el hecho de que le dijera amor. ¿Soy su amor? siguió preguntándose. El lugar era desconocido para sus ojos, no tenía la menor idea de lo que estaba pasando

¿Qué me pasó? Esa era una gran incógnita para todos, un año después del accidente, aún no conocían los verdaderos hechos de este, pues el auto había impactado violentamente contra un árbol, según los investigadores, Gregory iba manejado a alta velocidad lo que causó que perdiera el control del vehículo.

Esa supuesta teoría no convencía del todo a Emma, ella conocía lo cuidadoso que era Gregory, entonces ¿Realmente que fue lo que pasó?. Una pregunta sin respuesta, porque la única persona que la podía responder; perdió cada recuerdo de su vida.

— ¡Es un milagro de Dios, doctor. Le dije que nuestro Greg iba a despertar! — Sherman se acercó rápidamente para hacerle chequeos a su amigo. Estaba tan sorprendido como Emma quien no se apartaba ni un segundo del lado de su esposo.

— Al parecer has burlado la muerte, la ciencia y la medicina — bromeó Sherman revisando sus signos vitales y las heridas en la cabeza.

— ¿Cómo te sientes, cariño? — susurró suavemente, acariciando su cabello y perdiéndose en esos ojos que tanto amaba ver.

El doctor retiro poco a poco la máscara de oxígeno de su boca, necesitaba asegurarse que todo estaba en orden y que no tendría ninguna secuela. Gregory no sabía que contestar, ante sus ojos esas dos personas eran completos desconocidos. Luego de revisar que su condición física estaba bien, el doctor empezó a hacerle preguntas en las que Gregory devolvió con un denso silencio.

Sabía que era una probabilidad que había decidido callar para no lastimar más a Emma, pero la realidad le estaba diciendo que no debió ocultar algo tan importante.

— Greg, amor. Acá estoy mi vida — volvió a tocar su cabello, el hombre acostado en la cama la miró por unos instantes y luego desvío la vista, su cercanía lo ponía nervioso—. Háblame...

Emma estaba empezando a preocuparse, respiró profundo y decidió darle espacio para que él se sintiera más cómodo y así, pudiera decir algo. Ansiaba escuchar de nuevo su gruesa y seductora voz.

— Gregory, ¿Sabes en que día estas? — preguntó, este negó con la cabeza. El miedo empezó a dominar a Emma ante las preguntas que el doctor le hacia a su esposo—. ¿Sabes quién es ella?.

— No, doctor. No sé quienes sean ustedes — por fin decidido responder. El corazón de Emma crujio dentro de su pecho. El miedo, el terror, la tristeza, todo estaba creciendo dentro de su mente a gran velocidad—. ¿Quién eres? — miró con detenimiento a la mujer, Emma tragó el grueso nudo que se formó en su garganta y apenas en un susurro respondió:

— Soy tu esposa Emma — el silencio gobernó la habitación de la única clínica, que desafortunadamente no contaba con los recursos necesarios para realizar un tratamiento para Gregory.

— Disculpa, pero en realidad no sé quién seas. Así que por favor no digas que eres mi esposa, no recuerdo haberme casado.

Emma lo miró sorprendida con las lágrimas apunto de caer por sus mejillas. Agachó la cabeza y como cascada empezaron a rodar, Sherman palmeo ligeramente su hombro, acariciando a la mujer para consolarla. Gregory, realmente se sintió mal al verla y oírla llorar.

No fue su intención haberle hecho sentir mal. La verdad era que no recordaba a la mujer que su corazón amaba.

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