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La Bella Y El Emperador Bestia

Capítulo 1

La Condesa Margaret Fe Veritas entró al vestidor con su porte elegante, gesto sereno y una botella de champagne en una mano y con la otra sosteniendo su pomposo vestido color borgoña.

- La Familia Claves nos envía champagne, ¿quién quiere?-

Su voz detonaba cierta amargura y resignación, su cabello rubio se alzaba recojido y abultado con un par de rizos enmarcando su rostro y sus ojos dorados aparentemente serenos en realidad estaban fastidiados.

- ¡YO!- Una de las tres jóvenes pelirrojas en la habitación exlamó mientras metía pequeños bultos de servilletas en su pecho para hacerlo mád boluptuoso.

- lAlexandra!, no es correcto que una novia camine borracha al altar- otra de las pelirrojas, su nombre era Isabel, saltó fieramente en nombre de la sobriedad, a diferencia de la primera joven, esta pelirroja alzaba su cabello sobre su cabeza con su flequillo bien peinado y un sobrio pero elegante vestido amarillo.

- Pues si mi prometido es como dicen, "borracha" es un requisito para este matrimonio- dijo Alexandra con un fastidio similar al de la Condesa.

- Es requisito para cualquier matrimonio querida- respondió la Condesa mientras le entregaba una alargada copa de champagne, Isabel frunció el ceño frustrada, detrás de ella una tercera hermana, Ana, reía en voz baja.

- ¡MADRE! No diga esas cosas, ¿acaso no ve que Alexandra ya es lo suficientemente...desaliñada?- se quejó Isabel mientras arreglaba el cabello de Alexandra sin encontrar la palabra para describir a su hermana, Alexandra se limitó a tomar su licor de un solo trago.

- Meh...- respondió la Condesa sentándose en un sillón observando a sus hijas mientras bebía.

- Madre...- Isabel insistía

- Ya casi es hora, necesito otra copa- Alexandra interrumpía acercando su copa para que se le sirviera más, la habitación era un caos, Isabel estaba por perder los estribos a causa de su madre y Alexandra, madre e hija tan sólo la ignoraban, mientras que Ana se limitaba a correr de aquí a allá arreglando los últimos detalles del arreglo de Alexandra pues, ese escandaloso día sería la boda de Alexandra con el temible "Emperador Bestia", nunca antes la hija de un Conde había alcanzado tal estatus y por ello por más indecente que Alexandra fuera, debía salir y verse como una digna esposa de un Emperador.

En medio del alboroto no escucharon cuando unas sirvientas y el mayordomo del Emperador tocaron la puerta, tras no obtener respuesta decidieron entrar, cual fue la sorpresa del Mayordomo Marcel Ghal Parvis al encontrarse con las cuatro mujeres hechas un lío, la Condesa, ebria sobre un sillón, la novia fastidiada mientras su hermana menor le acomodaba la cola del vestido y la hermana mayor sacando lo que parecían ser servilletas de su busto.

Con toda serenidad posible, el elocuente y capaz mayordomo las reverenció.

- Miladys, dadas las...circunstancias, les permitiremos 5 minutos más.- dijo el hombre mientras desviaba la mirada antes de salir de la habitación.

Todas habían quedado en silencio tras la interrupción del estirado sujeto.

- Estoy plana...- se quejó Alexandra una vez que Isabel había retirado todas las servilletas.

- Preferible eso a que mañana te cuelguen por engañar al Emperador con senos falsos- respondió la hermana mayor, la más racional.

Una vez listas, las cuatro salieron, y después de cruzar esa puerta, era como si fueran personas distintas, no importaba lo vulgares que fueran entre ellas, la familia era tan unida que en la privacidad, la relación era salvaje y desafiante pero sabían que frente a los demás debían dar la mejor imagen, más ahora que una de las hijas se casaría con el Emperador.

- ¡Presentando a Alexandra Trinity Veritas!-

Los presentes se giraron a ver a la desdichada, la ceremonia se llevaría a cabo dentro de uno de los salones de Palacio, con sólo las familias del Consejo Real invitadas, en número solo eran alrededor de unas 16 personas contando a la familia de la novia, el Sacerdote, Alexandra y el Emperador.

Mucho se hablaba de Alexandra y su familia, desde cómo había sido que la joven aceptó casarse con el Emperador Bestia hasta las críticas a su familia por vender a su hija con tal de subir en su estatus social.

Lo que sí era un hecho era que en ese momento Alexandra estaba caminando al altar con un hombre al cual no había visto mas que de lejos en algunos eventos sociales y que ahora ni si quiera la estaba mirando.

"Hendrik Skylar de Renance, Emperador del Imperio de Renance, apodado el Emperador Bestia por su horrenda herida de guerra en su lado izquierdo del rostro, por lo que siempre lo cubría con una máscara y con su cabello azulado...o eso decía el libro" recordó Alexandra.

Capítulo 2

Todo empezó con Fátima, joven adulta de 26 años, poco reconocida, vida simple, Fátima amaba leer, y como muchos, las nuevas tecnologías le daban nuevas oportunidades para conocer historias, uno de sus géneros favoritos era el romance, un romance irreal, empalagoso, poco racional, como esa última novela web que leyó, "*La Bella y el Emperador Bestia*"...

"...*Tras la muerte de su hermana después de casarse con el Emperador Bestia, Ana Holy decide descubrir la verdad detrás de su muerte, sin saber que está por descubrir el verdadero amor más allá de las apariencias*..." era la sinopsis de la novela, finalmente el anónimo autor la había concluído y Fátima leía con emoción las últimas palabras mientras caminaba por la calle inmersa en su teléfono.

" *Ana Holy y el Emperador Hendrik olvidaron el trágico pasado que los unía para vivir felices hasta el final de sus días*...***FIN***"

Fátima soltó un chillido emocionado, el final perfecto, todos felices, los villanos derrotados, la verdad de la muerte de la hermana de Ana Holy revelada y los protagonistas declarando su amor, nada había salido mal, nada podía salir mal, o eso pensaba Fátima justo antes de caer con una profunda alcantarilla.

La música de sus audífonos no le permitió escuchar a las máquinas encendidas, o al trabajador que le gritó -¡**CUIDADO**!-, y así, sin más, Fátima se convirtió en una confusa noticia que serviría de ejemplo para los más jóvenes:

"*Mujer muere al no mirar agujero de zona de construcción frente a ella, testigos indican, la mujer estaba mirando su telefono con audífonos puestos al momento del siniestro*."

Cuando Fátima volvió a abrir los ojos algo no estaba bien, se encontraba recostada en una cama cercada dentro de una hermosa y luminada habitación con estampados victorianos en tonos claros, trató de hablar pero de su boca solo salían balbuceos y de inmediato una mujer rubia se acercaba a ella, una fastidiada mujer de extraños ojos dorados.

- Que seas mujer solo significa que deberé pasar otra vez por ese infierno de parto solo para intentar un varón, pero ya le dije a Anton que será la última vez, tres partos en una vida son más que suficientes...- se quejó la mujer mientras levantaba a Fátima, fue en ese momento cuando la chica se percató de su pequeño, redondo y frágil cuerpo de bebé. -...Tampoco creo que tu quieras tener tantos hermanos, ¿no es así, Alexandra?- dijo la mujer.

Alexandra Trinity Veritas, Fátima tuvo que aprender a responder a ese nombre, ese lugar era como un sueño, pero por más que durmiera y volviera a despertar el sueño no acababa, por lo que se resignó y comenzó a ceder a este nuevo mundo, pronto aprendió que su madre era la Condesa Margaret Fe Veritas y su padre el Conde Anton Cross Veritas, tenía una hermana mayor, Isabel Saint Veritas, pero un sentimiento de horror nació en ella cuando su madre dio a luz al tercer bebé de la familia, una niña, Ana Holy Veritas, Ana Holy no era un nombre común, y con su nacimiento todas las piezas comenzaban a tener sentido.

**Las coincidencias con el libro**.

El reino era Renance

Ana Holy estaba en él

Y lo más aterrador.

La segunda hermana de Ana es aquella que muere con el fin de que Ana y el Emperador se enamoren y esa hermana, era Alexandra.

"...*Alexandra, horrorizada tras la apariencia del Emperador y sin la posibilidad de ver a su familia pagó a su sirvienta para que le llevara veneno que la mataría rápidamente y sin dolor, su muerte había sido suicidio, el Emperador no había tenido nada que ver, Ana Holy conmovida comenzó a ver al Emperador de otra manera*..." Así era como Fátima, ahora Alexandra, lo recordaba, pero no lo permitiría, no tenía intenciones de morir otra vez y tampoco de casarse, pero como siempre, las cosas no saldría como ella quería.

Los tiempos nunca fueron precisos en la novela por lo que desde el nacimiento de Ana, Alexandra vivió a la expectativa de los eventos, la historia comenzaba con la proclamación de matrimonio del Emperador y la Familia Veritas ofreciendo a su hija, antes de eso no había nada, a Alexandra sólo le quedó esperar y vivir.

Las hermanas se llevaban muy bien, eran las tres Bellezas de Veritas, y su popularidad crecía aún más ahora que las tres habían sido presentadas a la sociedad, con 16, 17 y 19 años respectivamente.

- Lexi, ¿crees que pueda usar el vestido rosa o ese lo llevarás tú? no lo recuerdo.- Ana Holy preguntó con su voz angelical, por más que la viera, Ana era en su totalidad una protagonista, era hermosa, su lacio y largo cabello rojo era más claro que el de Alexandra e Isabel, y sus ojos dorados eran redondos con un brillo especial, su personalidad era igual de atractiva, inocente y agradable, como una princesa, tratada con especial cuidado por ser la menor.

- Si te gusta úsalo tú, yo puedo llevar el azul, se ve más cómodo.- Alexandra respondió, a sus 17 años ya se había acostumbrado a su agradable apariencia, abundante y rebelde cabello rojizo, felinos ojos dorados y porte tosco, estaba segura de que la salvaje apariencia de Alexandra era a causa de sus rasgos como Fátima, no tenía esencia de princesa, algo que si mal no recordaba era una característica de la verdadera Alexandra descrita como débil, triste y delicada.

- El azul era de Ana, si lo cambian complicarán la labor de las damas que nos apoyan a vestirnos.- puntualizó Isabel quien creció para convertirse en la madre estricta que no tenían pues su verdadera madre, Margaret, era como otra adolescente, fastidiada y desinteresada, el porte de Isabel era elegante, altivo, cabello borgoña como el de su padre y ojos dorados helados como los de su madre, esbelta, recién comprometida con el único hijo de los mejores amigos de sus padres, los Duques Claves, una boda más de amistad que de intereses.

- Isa, déjala usar el rosa si ella quiere.- insistió Lexi al ver a Ana desanimada.

- Tú serás entonces quien le dé los accesorios y zapatos- concluyó Isa, la mirada de Ana se iluminó de inmediato, Lexi sonrió, no había forma de que Ana no fuera una protagonista, era adorable, si su destino era ser Emperatriz, ella la apoyaría hasta el final... sin necesidad de morir.

Capítulo 3

Si algo caracterizaba a las hermanas Veritas era su unión y complicidad, si alguien decidía entrometerse con alguna de ellas tendría que lidiar con las consecuencias de las otras dos.

Alexandra sabía que ésta historia era distinta a la del libro pues ella estaba ahí y nunca se permitiría terminar con su vida y que si Ana estaba destinada a amar al Emperador, ella no se interpondría.

Las tres terminaron de ponerse sus vestidos, esa noche se daría una Gala en el Palacio del Emperador y sería la primera fiesta a la que asistirían las tres juntas pues apenas un mes atrás Ana había sido presentada a la sociedad, no podía esperar a bailar toda la noche tomadas del brazo, riendo y conversando con otras damas de la alta sociedad.

Apenas se subieron al carruaje el Conde Veritas ya estaba aturdido de tanto parloteo y risas bobas de niñas divertidas, pero aún así sonreía, pues amaba a esas tres niñas más que a nada en su vida, más que a su propio título que estaba por desaparecer a falta de un heredero varón, ojalá y la Luz le concediera vida para que alguno de sus nietos pudiera heredar su posición.

- Espero que esta noche Alexandra y Ana cautiven lo suficiente como para mañana atender cortejos, Isabel, no olvides saludar a los Claves, debe quedar claro que tú eres la prometida de su hijo.- indicó el Conde.

- Por supuesto Padre- asintió Isabel.

- Papá, ¿no podríamos saltarnos nuestros deberes de matrimonio esta noche? es la primera fiesta de Ana, déjala disfrutarla.- Alexandra dijo.

- Ana puede, pero tú Lexi, ya saltaste tus deberes desde hace un año, se nos acaban las excusas para rechazar las propuestas.- el Conde sonrió con dulzura, ante sus ojos, Alexandra siempre había sido la más rebelde de sus hijas, la de imaginación volátil y peligrosa ideología, siempre abogando por la salvaje libertad de ella y sus hermanas, y en otra época lo permitiría, pero ahora, por el bien de sus hijas, las tres debían encontrar marido, y pronto.

Arribaron al palacio y fueron recibidos por los Escoltas Reales, al entrar quedaron maravilladas por el hermoso salón de baile, grandes ventanas con vista a los jardines un candelabro de oro y al fondo, el palco del Emperador, vacío, como era costumbre, el Emperador solo salía al momento de brindar y después desaparecía, pero eso para las hermanas Veritas no era importante, tan pronto la música comenzó a sonar Ana se aferró al brazo de Lexi, la joven quería bailar, quería conocer aquel mundo de bailes y vestidos de la mano de la hermana a la que más admiraba, para Ana, Alexandra era el mejor modelo de mujer al que podía aspirar, fuerte, independiente, nadie podría aprovecahrse de alguien como Lexi.

Alexandra notó la emoción de Ana y el brillo en sus redondos ojos la conmovió, Isabel pronto había desaparecido, cumpliendo su rol como futura Duquesa Claves, se encaminó a la pista de la mano de Joseph Kian Claves, por lo que Lexi no lo dudó y llevó a su hermana pequeña a bailar, bailaron una, dos, tres piezas, los jovenes caballeros las acompañaron, algunos de ellos ya sabían de la afición de Alexandra Veritas por el baile y aunque algunos de ellos ya habían sufrido del rechazo de la chica de fieros ojos aún así disfrutaban de su compañía, y otros tantos ya veían ese momento como una oportunidad para cortejar a la más joven de las hermanas.

Fue entonces cuando Alexandra lo notó, en una de las piezas, su mirada se dirigió hacia el palco del Emperador y desde las sombras un hombre enmascarado observaba, "Es él" pensó Lexi, la máscara blanca era inconfundible, esa perturbadora e inexpresiva máscara de porcelana que cubría todo el rostro del Emperador, así como su azulado cabello, por un momento a Lexi le dio la sensación de que el Emperador la observaba, a ella directamente, pero seguro era su imaginación, porque el Emperador, según el libro, no sabría de la existencia de las Veritas sino hasta su boda.

Ignorando esa extraña situación, Alexandra y Ana bailaron hasta que sus pies se hincharon.

- Nunca me dijiste que estas fiestas eran tan divertidas.- rió Ana

- Lo son si las miras como eso, fiestas, no como aquellas chicas, míralas, solo se acercan a los caballeros esperando atención.- Lexi señaló a un grupo de jovenes que reverenciaban chicos mientras les sonreían cortejando.

- Papá dice que en estas fiestas debemos encontrar un buen marido.-

- Y lo encontrarás, linda.- respondió Lexi.

- ¿Lo crees?-

- ¡Claro!, y eres tan bonita y agradable que será alguien muy poderoso.-

- Solo espero que me ame de verdad.- suspiró Ana.

- Y lo hará, créeme.- dijo Lexi con seguridad acariciando los mechones rojos del cabello de Ana pensando en lo imposible que era que el Emperador no se enamorara de ella.

- Pero, pase lo que pasé, nunca me dejarás, ¿cierto, Lexi?- Alexandra la miró con cariño, en su vida pasada no había tenido hermanos por lo que esa cálida sensación a lado de Ana era nueva e increíble.

- Por supuesto que no Ana, pase lo que pase, tú e Isabel son lo más importante para mí, nunca las dejaré.- dijo antes de abrazar a Ana.

Alrededor de las dos de la mañana la familia se retiró de la Gala, el Conde estaba muy complacido, no sólo por ver a sus hijas disfrutar de la velada sino también por los múltiples halagos y propuestas que había estado recibiendo durante la noche por su pequeña sensación, Ana Holy.

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