Alguna vez se han imaginado ¿Cómo sería su vida si conocieran a una estrella, una celebridad? Ya sea un actor o cantante, o ambas cosas, han pensado ¿Cómo es su vida? ¿Qué hacen en su tiempo libre? ¿Cómo es su verdadera personalidad? Bien, yo les puedo decir algunas cosas, aunque parezcan ángeles o dioses, a pesar de que los vemos como algo inalcanzable para nosotros, las personas comunes, no somos tan diferentes, al igual que nosotros tienen un trabajo que deben realizar para obtener un salario, se fatigan, enferman, sufren, se enamoran, incluso odian, se sienten amenazados y algunas veces te hacen sufrir de diferentes maneras.
¿Saben por qué les digo esto? Bueno eso es porque viví en carne propia el amor y desamor de una estrella, ¿Quieren saber más? Entonces, los invito a conocer más de esta historia, mi historia con alguien que parecía inalcanzable como una estrella…
** *~*~*~*~***
Era el inicio de un nuevo periodo escolar, y unos meses antes de esto una tragedia familiar había cobrado la vida de la mayoría de mi familia a excepción de mi hermano mayor y de mí, a decir verdad no sabíamos muy bien cómo es que nos salvamos de una muerte segura, pero teníamos que salir adelante, y yo no soportaba seguir viviendo en la casa donde aquel fatal día la muerte se había llevado a la gente que amo, así que con veinte años le dije a mi hermano que me habían aceptado como alumna de intercambio estudiantil en Lost Town, llamada así ya que en el pasado era muy difícil llegar a ella por cualquier vía de transporte, pero hoy día es una de las ciudades más visitadas. Estaría en esta ciudad por dos largos años.
* ¿Cuándo te vas? – preguntó mi hermano.
* En un mes a partir de hoy – le contesté.
Pude notar en sus ojos una gran tristeza, se quedaría solo en esa casa llena de recuerdos, mientras que yo escapaba de ese lugar. Solamente pensando egoistamente en mí.
* ¿Y si vienes conmigo? – le pregunté sin rodeos buscando en sus ojos la respuesta que quería escuchar, pero lamentablemente lo que sus ojos reflejaron no era lo que yo esperaba.
* Lo siento Lucy - me dijo – Pero esto es algo que tienes que hacer sola, además, tengo varios asuntos pendientes aquí, tal vez cuando los termine vaya de visita ¿Qué dices? Dos años son mucho tiempo para no ver a mi hermanita.
El saber que no pasaría mucho tiempo para volver a ver a mi hermano me llenó de alegría el corazón.
El tiempo que faltaba para mi partida la pasamos juntos, cada momento libre que teníamos lo usábamos para salir al parque de diversiones, al cine, a una cafetería, etc., no nos importaba mucho el lugar, lo único que queríamos era pasar el mayor tiempo juntos y es por eso que tomábamos mucha, pero muchas fotos y videos, sabía que pasaría un buen tiempo sin verlo y quería atesorar cada momento que pasaba con él, era mi única familia y yo por mi egoísmo me iba muy lejos, pero, tenía que hacerlo.
El mes pasó como una estrella fugaz, no podía creer que el tiempo haya pasado tan rápido, cuando menos lo noté, mi ropa y artículos de valor ya estaban empacados, mi habitación se quedaría igual, o por lo menos eso me prometió mi hermano; la hora llegó y ahora nos encontrábamos despidiendo en el aeropuerto, no pude evitar las lágrimas, lo iba a extrañar mucho y me sentiría muy sola, pero ya era tarde para arrepentirme de mi decisión. La voz de una mujer por el altavoz interrumpió nuestra despedida, mientras avisaba que mi vuelo ya iba a salir y que todos los pasajeros teníamos que llegar a la línea de abordaje, tome mis maletas y me fui.
El vuelo tardo dos días, la verdad fue muy cansado estar dos días allí, sin poder hacer gran cosa, más que escuchar las historias de un anciano que estaba junto a mí. Llegando al aeropuerto esperé por mi equipaje el cual tardó mucho en aparecer, no pude evitar suspirar mientras cada vez que aparecía una maleta que no era la mía, lo único que tenía para no aburrirme era mi IPod, así que estaba escuchando música, estaba pensando en llamar a mi hermano para hacerle saber que ya había llegado, pero sería mejor avisarle cuando ya estuviera en algún hotel, para mi "buena" suerte se me olvidó hacer alguna reservación desde casa, así que, supongo tardaré un poco en encontrar algo económico.
Cuando por fin mi equipaje hizo su aparición lo tomé y salí de prisa del aeropuerto porque estaba segura que toda la gente estaría esperando algún taxi, y no me quería quedar sin transporte ni esperar mucho por uno. Para mi mala suerte el único taxi fue ocupado por un señor regordete con bigote, calvo y lentes cuadrados, no lo pude creer yo estaba ¡justo enfrente! ¿Dónde quedó la caballería en estos días? No esperé por otro taxi y comencé a caminar… mal elección.
Unas grandes nubes grises obstruían el resplandor del sol, el cual parecía que quería deslumbrarnos con su brillo, pero las celosas nubes no se lo permitían.
Comencé a observar todo a mi alrededor mientras caminaba, a pesar de estar nublado la vista que tenía era muy hermosa, las calles estaban muy limpias, todo era muy colorido, pasé por un parque lleno de vida, tenía enormes árboles verdes, flores de diferentes tipos: claveles, rosas, lirios; tenía juegos para los niños, columpios, sube y baja, resbaladillas, un tipo castillo, túneles; había bancas para que uno pudiera descansar, tenía quioscos, mesas e incluso un pequeño estanque con peses, si el día no estuviera nublado se miraría muy bello aquel lugar.
Seguí caminando en busca de un lugar en donde hospedarme, no sé hasta donde habría un lugar, tampoco sabía cuándo tiempo había estado caminando, pero estaba muy cansada, mis pies me dolían y más porque llevaba tacones, así que me senté en una parada de autobús, pensé que en cuanto llegara uno le preguntaría al chofer sobre algún hotel o posada que estuviera cercas.
Pensé que mi suerte iba a cambiar cuando mire a un señor acercarse caminando, parecía que iba a tomar también el autobús, se acercó a mí y se sentó en la banca.
- Buenas tardes señor, disculpe ¿Sabe sobre algún hotel o posada que se encuentre cerca de aquí? – pregunté con cortesía.
- No, lo siento – me contestó cortante mente, no pude evitar soltar un suspiro, no pasó ni un minuto cuando el señor se puso de pie y salió corriendo… ¡con mi equipaje!
Me puse de pie y comencé a perseguirlo mientras le gritaba, las personas que encontraba a mi paso no hacían nada más que observar, llegué al punto en que ya no logré verlo, se perdió entre una multitud que hacía mucho escándalo, parecía que estaban filmando algo o que habían encontrado a un artista, quién sabe, lo que sea que haya sido no me importó, yo solo quería mis cosas de vuelta, aunque, afortunadamente la cámara donde tenía las fotos que me tomé con mi hermano en un mes las tenía en mi bolsa que llevaba cruzada en el pecho, así como mi celular, mi IPod y… un poco de dinero… el resto estaba en mi maleta, al pensar en el dinero logré deprimirme ¿Y ahora? ¿Qué iba a hacer? En una ciudad desconocida, sin dinero, sin ropa, sin zapatos, lo único que podía hacer ahora sería llegar a la universidad en donde estudiaría estos dos años y esperar a que algo bueno pudiera pasar.
Caminé acaso unos diez pasos cuando un tacón se rompió, ¡No lo podía creer! Tenía tan mala suerte este día, y cuando pensé que no podría pasar nada peor comenzó a llover, las personas que parecían estar filmando comenzaron a correr para resguardarse, mientras yo… no pude evitar comenzar a llorar como una niña de cinco años, no podía creer que tuviera tan mala suerte, mire al sujeto con mis cosas pasando la calle y por un impulso me quité mis zapatillas, los tomé en mis manos y corrí hacia el señor que me había robado.
Por correr sin pensar, no logré darme cuenta que un auto se acercaba a mí, cuando sentí las luces tan cercas de mi voltee a ver con una cara de horror y esperando lo peor, me paralicé, no pude dar ni un solo paso, escuché el rechinido de las llantas y el grito de una señora a lo lejos, el carro iba bajando la velocidad pero aun así terminé en el suelo.
No fue tan fuerte el impacto como lo había pensado, no perdí el conocimiento, pero sentía mucho dolor sobretodo en mi pierna, creo que me la había roto o algo, o solo era el golpe, no lo sabía pero dolía y mucho. Estaba segura que el dueño del auto se iría, como era típico en estos días, pero no fue así, escuché como la puerta del piloto se abría y el conductor se acercaba a mí.
— Oye, ¿Estás bien? – me preguntó, ¿Cómo diablos iba a estar bien?
— ¡No! No estoy bien… duele… mucho – dije entre cortado por el dolor
— Ahora mismo te llevaré a un hospital.
No contesté a su amabilidad, esperen ¿amabilidad? ¿pero qué era lo que pensaba? ¡Si él me había atropellado! Pero… bueno, si no hubiera corrido hacia la calle esto no hubiera pasado, el dueño era un muchacho, no logré verlo muy bien ya que las luces del auto no me lo permitieron, pero al escuchar su voz supe que era un muchacho. Escuché como otra puerta se abría, al parecer iba acompañado, él me tomó en sus brazos y me cargó hasta sentarme en el lado del copiloto. Aunque ya tuviera buena iluminación para conocer a aquel chico no logré voltearlo a ver, el dolor y la vergüenza no me lo permitían, comencé a sentir mi cuerpo caliente, creo que me estaba dando fiebre por la lluvia o era la vergüenza que hervía mi sangre.
Llegamos al hospital y nuevamente me tomó en sus brazos, entró pidiendo un doctor, me recostaron en una camilla y comenzaron a colocarme el catéter para el suero, trataron de colocármelo 5 veces porque la muchacha no encontraba mi vena o me la reventaba, hasta que llegó una señora y logró ponérmelo rápidamente y sin batallar, escuché que alguien me preguntaba mi nombre, pero eso fue lo único que escuche, después nada, por mi cansancio de haber corrido mucho, mi pierna al parecer rota, la pérdida de sangre y la fiebre que estaba segura la tendría a casi 40° me desmayé.
No sé cuánto tiempo dormí, pero comencé a escuchar mucho murmullo, abrí lentamente mis ojos, la luz me lastimó un poco la vista, cuando abrí los ojos observé que estaba en una cama de hospital, en la mano derecha tenía el catéter con el suero el cual iba a la mitad, en la otra mano tenía un algodón y sobre él un tape de curaciones, al parecer también tenía un catéter allí. Me incorporé hasta quedar sentada y miré mi pierna con yeso, no pude evitar suspirar, genial, me habían robado, no tenía ropa, dinero, los únicos zapatos que tengo se rompió uno, no tengo donde dormir, y ahora, una pierna rota. ¿Acaso mi suerte no podría ser peor?
Dejé de lamentarme cuando me di cuenta de una persona que yacía dormida en un sofá que se encontraba en una esquina de la habitación, supuse que sería quien me atropelló. Era un chico bastante apuesto, no muy delgado, se notaba a leguas que hacia ejercicio, su cabello un poco largo y castaño claro le cubría los ojos, yo digo que el cabello le llegaría más o menos por las orejas, sus pies salían del sillón así que posiblemente es más alto que yo. Era guapo… bastante. No duró mucho en comenzar a despertar, se sentó y nuestras miradas se cruzaron, tenía unos hermosos ojos color avellana, se acercó hacia la puerta y la cerro, después se dirigió hacia mí, no pude evitar ponerme un poco nerviosa, y como era lógico le tenía que dar las gracias por no huír y dejarme sobre el asfalto frío y mojado.
— Muchas gra…
— ¿Pero qué era lo que pensabas al correr hacía la calle? – no pude continuar con mi agradecimiento, él de golpe me reclamó, en su voz se notó un evidente enojo y sus ojos expresaban todo menos cosas buenas - ¿Qué no sabes que tienes que ver a los lado antes de cruzar? – grito – y ahora, gracias a ti me he metido en un gran lio.
— Yo… lo siento… es que un señor… - me interrumpió de nuevo.
— ¡No me interesa!
Me sorprendí mucho, ya que cuando me llevó al hospital se mostró amable y ahora era muy grosero, tal vez solo era para regañarme, no estaba segura, después de eso hubo un silencio incomodo; la puerta se abrió y entró un doctor seguido de una enfermera, me preguntaron cómo estaba y les respondí que bien, me hicieron una revisión de rutina y dijeron que tendría que quedarme allí una noche y que podría irme en la mañana.
— ¿Nos podría dar el número de algún familiar para informarle que se encuentra aquí? Cuando ingresó no encontramos identificación alguna, solo un IPod, un celular, una cámara y poco dinero – dijo la enfermera de forma amable. – Tampoco había una cartera.
— Lo siento, pero no tengo familiares aquí. Me temo que no podrán comunicarse con nadie. Mi hermano no vive en esta ciudad.
— Entonces, díganos cuál es su dirección, llamaremos un taxi para usted en cuanto el medicamento termine. – suspiré.
— Para mi mala suerte no tengo en donde quedarme, yo acababa de llegar aquí de intercambio estudiantil, estaba buscando un lugar para quedarme y un señor me robó todas mis cosas, lo único que me quedó es lo que mencionó antes. – al recordar mi mala suerte no pude evitar llorar – yo… no tengo nada… nada – cubrí mi rostro con mis dos manos mientras lloraba, no podría llamar a mi hermano, ya que no tendría dinero para viajar hasta Lost Town y no sé de qué sería capaz para venir hasta aquí.
— ¿Podemos hablar un momento? – le dijo el doctor al muchacho, el cual aún desconocía su nombre, pero parecía que era conocido del doctor, salieron de la habitación dejando la puerta abierta y caminaron unos metros hasta un mostrador que estaba enfrente.
El doctor comenzó a hablar y al parecer lo que le estaba diciendo no le agradó nada a aquel joven, no pasó mucho tiempo cuando llegó un hombre, no era muy joven ni muy viejo, tal vez estaba cerca de los 30 años, los tres comenzaron a hablar y al parecer al muchacho le estaba disgustando aquello ya que comenzó a discutir y a apuntar hacia donde yo estaba, tal vez… hablaban sobre una demanda, porque ¿Qué podría ser aquello que lo molestara tanto? El joven que llegó al final comenzó a hablar con él, se miraba tranquilo y varias veces volteó a verme, no sabía qué sentir; aquel muchacho golpeó el mostrador y pasó su mano entre sus cabellos, se giró y comenzó a caminar hacia mí con una mirada de enojo e indiferencia a la vez, lo cual me dio escalofríos.
— Cuando te den el alta mañana quiero que te cambies, tomes tus cosas y me busques en el estacionamiento ¿Entendiste? – me ordenó con indiferencia.
— ¿Por qué tendría que hacer eso? – dije con un poco de enojo ¿Qué le pasaba? ¿Por qué tendría que ir a buscarlo?
— ¡No preguntes nada y solo hazlo! – dicho esto salió cerrando la puerta de golpe.
No lograba entender nada, tenía muchas cosas en la cabeza, pasé la noche en el hospital, no sabía cómo avisarle a mi hermano, tal vez, lo mejor sería no decirle nada para evitar que se preocupe, cuando amaneció llegó la enfermera y me puso un último medicamento, esperaron un tiempo y luego me dieron el alta, me regresaron mis cosas en una bolsa y dos cambios de ropa los cuales era obvio que no eran míos.
— Disculpe, pero esta ropa no es mía – le dije a la enfermera, ella sonrió.
— No se preocupe, es ropa de mi hermana menor, hace mucho que no me visita, así que llamé a mi madre para que me trajera dos cambios, estoy segura de que te quedaran a la perfección.
— Pero… ¿Por qué hizo eso por mí? – pregunté con mucha pena.
— Usted misma lo dijo, no tiene nada, solo lo que se encuentra en esta bolsa, y yo no podría permitir que saliera con esta ropa sucia y llena de sangre, de igual forma me tomé la libertad de pedirle a mi madre que le trajera un par de zapatos de mi hermana.
— Lamento que se haya tomado tantas molestias.
— No se preocupe por eso ¿Si? Ahora le daré tiempo para que se cambie, o a menos de que quiera que la ayude para que no batalle tanto por el yeso. – eso último me dio mucha pena.
— ¡No! Yo puedo cambiarme sola, tardaré un poco pero yo puedo.
— Muy bien, cuando esté lista salga, la estaré esperando en el mostrador.
— Gracias.
Antes de que saliera me dejó una silla de ruedas junto a mi cama para poder salir de allí. Comencé a cambiarme, tomé mi ropa interior de la bolsa y me la puse, con eso no tuve problemas, después me puse la blusa y llegó la parte difícil… el pantalón… metí primero la pierna que estaba bien y después la que se encontraba con yeso, no podía, era demasiado difícil, tardé minutos en lograr ponerme bien el pantalón, e incluso comencé a sudar. Cuando al fin estuve lista me arreglé un poco el cabello y me senté en la silla de ruedas.
Salí de la habitación y fui con la enfermera, mis cosas y la ropa que me dio la llevaba sobre mis piernas, ella me llevó al elevador y bajamos al sótano en donde estaba el estacionamiento. Íbamos avanzando entre los carros hasta que lo vi.
Aquel muchacho estaba recargado en el auto y con los brazos cruzados, levantó la mirada y nuevamente nuestros ojos se cruzaron, y para colmo él seguía con esa expresión molesta en su rostro; llegamos junto a él y la enfermera le preguntó si el doctor le había dado las muletas que tenía que usar mientras tuviera el yeso en mi pierna a lo que él respondió que sí, le dio medicamentos para una semana y una receta, comenzó a darle las indicación para mi cuidado y la fecha de mi próxima cita para que me examinaran nuevamente y ver cómo iba evolucionando el hueso roto. Yo ya ni sabía qué pensar ante esta situación, lo único que pude hacer fue estar callada.
Él tomo de mala gana lo que ella le daba y fue hacia el asiento del piloto y se subió al auto mientras lo encendía, yo no entendía nada ¿Por qué precisamente él tendría que saber sobre mis medicamentos, cuidados y citas? La enfermera y el señor que había hablado con él y el doctor me ayudaron a subir a la parte trasera del auto, la enfermera se fue y el auto comenzó a moverse hacia la salida.
— Disculpen… ¿A dónde vamos? – pregunté un poco temerosa, recibí una fugaz mirada del piloto por el retrovisor, eso me hizo desviar la mirada hacia la ventana.
— Vamos a la casa de Leonardo - dijo el señor refiriéndose a nuestro conductor.
— ¿Por qué? – pregunté.
— Bien, hablamos con el doctor y nos dijo que ya que no tenías a donde ir era la responsabilidad de Leonardo el de cuidarte, así que estarás viviendo en su casa por un tiempo…
No pude evitar sorprenderme, ¿Yo? ¿Con él? ¿En su casa?, esto no podría ser nada bueno.
No estaba muy segura de lo que estaba pasando conmigo, iba muy confiada en aquel auto hasta que una idea se me vino a la mente ¿Y si eran secuestradores? ¿Asesinos? Un temblor invadió cada rincón de mi cuerpo, eso era lo más lógico que se me pudo ocurrir, porque no es normal que después de un accidente el accidentado vaya a parar a la casa de un completo extraño solo para “pagar” el daño ¿o sí?, tantas cosas comenzaron a llegar a mi cabeza hasta el punto de que comenzó a doler, estaba segura de que tenía que bajar inmediatamente de ese auto. Pero no sabía cómo lo lograría, las puertas tenían seguro y si se lo quitaba lo más seguro es que volverían a ponerlo desde la parte delantera.
— ¿Saben? Ya me siento mejor, así que será mejor que yo baje aquí y hacemos como que nada paso. – dije tratando de no sonar muy nerviosa.
— Por supuesto que no, tú irás con nosotros, en estos momentos no necesitamos hacer un escándalo o que tú le digas a la prensa lo ocurrido provocando un drama.
— ¿A la prensa? ¿Qué tiene que ver la prensa con esto?
— ¿Cómo? – pregunto el señor mientras asomaba su cara hacia atrás para verme - ¿Acaso no sabes quién es Leo? – dijo con asombro.
— No… - conteste mientras miraba a joven de nombre Leonardo, aunque no logré identificarlo con alguien que haya visto.
— No lo puedo creer – dijo decepcionado. - ¡ah! Me olvidada, lo siento, no sé dónde quedaron mis modales, me llamo Klein y él es Leonardo, ¿Cuál es tú nombre? – me preguntó con una sonrisa, al parecer esta persona era totalmente opuesto con el malhumorado que llevábamos como piloto, no supe cómo reaccionar, la verdad no me daban la impresión de ser malas personas, de mi boca solo salían monosílabos, no sé qué impresión habrán tenido de mí, pero, no sabía qué decir ni cómo actuar. – No te preocupes, nosotros somos personas de fiar, tal vez cuando convivas un poco con nosotros te sentirás segura. – me sorprendí al escucharlo decir eso, parecía que había leído mi mente, yo solamente asentí con mi cabeza.
— Me llamo Lucy es un placer conocerlo señor.
— Olvida lo de señor, solo llámame Klein. Además no soy tan viejo como para que me digan así. – me ruboricé de la vergüenza.
— En ese caso, es un placer conocerte Klein.
— Lo mismo digo, Lucy, tienes un bello nombre.
— Gracias.
El resto del camino fue en total silencio, hurgué en mi mente el rostro de Leonardo ¿por qué debería conocerlo? No se parecía a ningún chico que haya conocido en la vida. El carro se detuvo, por la ventana solo pude ver una gran casa, era tres veces la mía, abrí la boca sin querer ¿esa era su casa?
— Llegamos – dijo el piloto mientras salía del auto y entraba a aquel lugar que parecía una mansión.
— Te ayudo a bajar. – decía Klein mientras extendía su mano en busca de la mía, una vez que estuve de pie me pasó las muletas y me ayudó a entrar.
El jardín era enorme, fácil se podría tener una fiesta con 100 invitados ahí, parecía un parque, tenía árboles, pasto, arbustos y algunas flores, se notaba que todo estaba muy bien cuidado. La casa era de dos pisos, blanca en el exterior con dos pilares en la entrada, grandes ventanales, tal vez el doble o más de mi estatura, pobre de quien los limpie; al entrar no pude evitar abrir la boca, la sala de estar era ¡enorme! Se podría tener una buena fiesta ahí dentro. Había varias puertas que no supe qué eran, lo que si pude notar es que aun lado de las escaleras estaba el comedor y al fondo una puerta, supongo que era la cocina.
— Lo siento, Lucy – dijo de pronto Klein, quien me sacó del asombro que sentía por aquel lugar.
— ¿Por qué?
— Tendremos que subir las escaleras. - decía mirando hacia arriba.
— Oh - Fue lo único que pude decir al ver las escaleras tan altas.
— ¿Quieres que te ayude?
— No gracias, yo… – estaba a punto de decir “yo puedo” pero me detuve ¿en qué pensaba? No podía quedarme en este lugar, con estas personas desconocidas – no creo que pueda quedarme.
— ¿Qué? – dijo con asombro - ¿por qué?
— Seamos sinceros, él no me quiere aquí, yo no quiero estar aquí, a todo esto ¿por qué debería quedarme? Somos desconocidos y no creo que esto sea buena idea, mi hermano no estaría de acuerdo y…
— Basta de quejas – dijo el dueño de aquel lugar desde arriba.
— No son quejas – repliqué – solo digo la verdad, debo buscar algún otro lugar, instalarme, prepararme para el inicio de clases y…
— ¿Con qué dinero? – preguntó Klein – recuerdo que en el hospital mencionaron que no tenías mucho – Leonardo bufó.
— ¿Quién viaja sin dinero? – se burló
— ¡Si tenía! No soy tonta ¿sabes? Solo que… ¡me lo robaron! ¿acaso fue mi culpa?
— Tal vez eso no, pero si tus padres te hubieran enseñado a mirar antes de cruzar esto no hubiera pasado y no tendríamos este lío – un nudo en la garganta apareció al escuchar que mencionaba a mis padres, ¡claro que me enseñaron! Quise decir, pero no pude, el dolor de no tenerlos en mi vida me dolía demasiado.
— ¡Basta! – nos regañó el mayor – no vale la pena pelear por algo que ya pasó – volteó con Leonardo y lo fulminó con la mirada, él solo levando las manos y se fue. – Ven Lucy, vamos a que te sientes un momento.
Me acompañó hasta el sofá y nos sentamos un momento, comenzó a disculparse por todo, desde el golpe con el auto, el hospital, la forma en que Leonardo me habla y el cómo sin preguntarme decidieron llevarme a esa casa.
— Es para protegerlo… - dijo de golpe.
— ¿Protegerlo? ¿a quién? ¿Leonardo? – pregunte confundida.
— Sí.
— ¿Por qué necesitaría protección?
— Verás – sonrió – la verdad, no sé cómo decirlo, porque a estas alturas es imposible que esto pase.
— ¿A qué te refieres?
— Bueno es que, debo protegerlo de la prensa.
— ¿La prensa? ¿qué? ¿acaso es un artista o algo así? – su sonrisa me indicó que yo estaba en lo correcto.
— Deja presentarme como es debido. – dijo poniéndose de pie – mi nombre es Klein, soy el manager de Leonardo canta autor pop del momento.
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