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Un Reino Por El Que Pelear

Prólogo: "Y mi plan para estar por sobre todo y todos, se cumplirá"

¡HOLA BUENAS!, gracias por leer esta historia. Primero que todo, esta sigue en constante desarrollo por lo que los capítulos podrían cambiar de un momento a otro así como otras cosas, por ello, si te gustó y quieres más capítulos, sólo te pido paciencia ya que se me ha hecho algo difícil mantenerme en una sola línea, pero la obra será buena, buscaré mejorar en cada uno de mis errores. Ahora, sin más dilación, sigue con tu lectura. :D

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Francia se encontraba enormemente golpeada por los estragos de la guerra pues no solo Inglaterra estaba conquistando territorios aledaños a a París corriendo un peligro inminente de conquista total por parte de "Los cruzados", el país también enfrentaba una cruda situación económica Dada la guerra pues estaban completamente inhabilitados para comerciar y el descontento de la población se hacía notar cada vez más con las calles encendidas en llamas cada noche.

En una de las múltiples batallas llevadas a cabo para detener la avanzada cruzada se encontraba un llamativo soldado al que sus compañeros le llamaban "el bastardo del rey" pues su similitud con la máxima autoridad era increíble, quizás una extraña coincidencia.

Este soldado estaba tomando un descanso junto a su gran amigo Pablo; un español que encontró el amor por la patria en territorio francés. Ambos estaban sentados mirando una fogata conversando cosas tan triviales como el clima, o el insufrible olor a hierro que había siempre en el campo de batalla cercano a Toulouse, sin embargo, conservaban un buen humor. Humor que se perdió en el instante que Pablo le comentó a Antoine sobre su apariencia.

—Hey, ¿y si un día vas y le dices al rey que eres su hijo perdido? "¡Sacgebleu!" —comentó con un tono humorístico.

—¿Sigues sin saberlo decir? Te he dicho que es "sa-croe-bloe" no "sa-goe-blu". Y no, no haré algo así, jamás ¿y si me expulsan o ejecutan? Mi vida es miserable pero no lo suficiente como para terminar con ella todavía —dijo con un tono bastante serio mientras picaba la madera encendida con una pequeña vara.

Pablo golpeó suavemente su espalda como queriendo consolar a su amigo.

—Oye, Pablo, hay algo que debo decirte. Es muy importante...

Su conversación se vió interrumpida por los otros soldados que habían recogido sus armas y corrían hacia algún lugar, se notaban tensos y nerviosos, ninguno respondió a las preguntas de Antoine y Pablo que no sabían qué sucedía, se enteraron de la situación mediante un grito lejano: «¡¡Cruzados a la vista».

Ambos se levantaron de manera inmediata agarrando una espada y un escudo de madera que tenía grabado el símbolo de una rosa blanca envuelta en ramas espinosas. Al correr junto a los demás se encontraron con la sorpresiva cantidad de 20 tropas inglesas que se acercaban a paso seguro hacia la ciudad. El abrumador silencio permitía oír las respiraciones agitadas de los franceses y los duros pasos metálicos de los ingleses pues estaban a punto de enfrentarse a nada más y nada menos que la unidad conocida como "Los caballeros", eran hombres altos que cargaban con pesadas armaduras y espadas que fácilmente podrían ser del tamaño de una persona promedio, sus escudos metálicos en forma de rectángulo tenía pintado la cruz roja con blanco en sus esquinas.

Los caballeros eran unidades temidas por múltiples ejércitos dado que eran decisivos en las batallas, la enorme fuerza y aguante que cada miembro posee llega a ser algo casi imposible de creer, no existen demasiados por lo que se les ve en grupos pequeños que, a pesar de ello, son más que suficientes.

La batalla para los franceses será dura, pero están dispuestos a darlo todo por su amada patria. Los franceses gritaron al unisono y cargaron hacia los caballeros ingleses dejando de lado todo tipo de miedo. Solo existía una cosa en sus mentes: matar a toda costa.

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Los charcos de sangre dejados por la pequeña batalla estaban por toda la tierra, algunos charcos eran más oscuros que otros pero todos tenían el mismo disgustante olor que provocaba mareos en muchos y placer en otros, cuerpos con algunos miembros desmembrados eran los orígenes de aquellos charcos y Antoine se encontraba caminando allí junto a Pablo haciendo el trabajo sucio, verificaban que los rivales estuvieran realmente muertos atravesando sus cuellos con la espada. Habían ganado, contra todo pronóstico, habían vencido una de las divisiones de los temibles caballeros pagando un alto coste. La sangrienta batalla había visto su término en el alba cuando el último de los caballeros se rindió y acabó con su cabeza separada de su cuerpo.

—Me duele el brazo, uno de ellos me golpeó con el mango de su arma y me dejó muy adolorido ahí... —comentó Antoine levantando su manga para desvelar un enorme moretón cercano al hombro.

—¡Sanará! una pequeña herida no es nada comparado con tu vida, hay que ser agradecidos con Dios que guío nuestras armas directo a la victoria —dijo Pablo enérgicamente a pesar de su cansancio— antes me ibas a decir algo, ¿qué era?

Antoine clavó su espada en el último caballero que quedaba por ver y se paró frente a Pablo firmemente y puso su puño cerrado en su pecho, cerca del corazón.

—¡Seré rey de Francia! —exclamó con seguridad—

Su grito fue escuchado por los otros soldados también. Algunos rieron pensando en la ingenuidad de Antoine y otros meramente lo ignoraron mientras que Pablo no tuvo reacción alguna, veía y escuchaba la seguridad con la que Antoine había dicho eso casi creyendo que así sería.

—¿Tú, rey de Francia? No, no. Eso es imposible, el rey ya tiene su heredera y eso no podrás cambiarlo por nada del mundo ¿c-como pretendes conseguir algo así? —se rascó la mejilla intentando convencerse de algo.

Antoine esbozó una sonrisa ya que había conseguido la reacción de Pablo que él esperaba, aquel hombre era la persona en la que más podía confiar y el haber conseguido que dudara es un completo logro pues creía que recibiría alguna burla o negativa de su parte. En su mente repasó su plan de manera minuciosa para poder contarlo de una manera apropiada.

—Me haré con el favor del rey de alguna manera, tendré su confianza absoluta sea como sea. Luego, me encargaré del heredero de alguna forma, lo sacaré del camino y de aquella manera mi nombre estará por encima que cualquier otro familiar de su majestad. Finalmente, cuando mi coronación sea pre-anunciada, mataré al rey y todo lo demás será automático. Tendré a la gente de mi lado, trabajaré para ellos, para que hagan ver a cualquiera que soy una persona digna de portar la corona y seguir con el linaje Lancaster, extendere las tierras francesas y les daré una gloria nunca antes vista, seremos lo mejor que ha pisado esta tierra, los romanos no serán nada en comparación a nosotros. Y te necesito a ti —le extiende la mano a Pablo— porque tú serás una persona influyente en el ejército, tu abogarás por mi para bien, así escalare hasta ser un guardia real y todo lo demás lo pondré en marcha.

Pablo estaba atónito, iba en contra de sus valores lo que su amigo le sugería, era una completa locura y él lo sabía. Pero por alguna razón, se convenció a si mismo para poder creer que hará algún bien si sigue aquel disparatado plan.

—¿Entiendes el riesgo de esto? pondré mi vida en tus manos, Antoine. Confío en ti como nunca —correspondió el apretón de manos.

La luna llena fue testigo del peligroso pacto realizado por estos dos, Antoine se sentía con mucha confianza ya que el primer paso estaba dado.

—(Y entonces, estaré por sobre todo y todos, se hará mi voluntad tal como un deseo).

La coronación.

Y un inesperado día llegó, la noticia se esparció por toda Francia tal como una gota de agua que cae por una ventana a toda velocidad. La muerte del rey Carlos VI fue algo repentino y que golpeó con fuerza tanto al país como a su rival: Inglaterra. De cierta forma era un alivio para algunos, no se sabía con certeza pero después del asesinato de su esposa y la traición de un amigo muy cercano se comenzó a comportar de manera extraña y cometía todo tipo de actos sin sentido, comenzaba campañas de guerra que conducían a una derrota o bien, en él atacando a los suyos creyendo que le traicionaban. El nivel de abandono en el país era evidente y toda la culpa residía en Carlos pero, ¿se puede culpar a un enfermo? Sin familiares cercanos vivos que tomaran el trono por él ni con consejeros leales, el reinado de Carlos fue un fracaso con letras mayúsculas.

La "estabilidad" en la guerra para Francia llegó de la mano de alguien que se dió a conocer como Patrick, este hombre que estaba cercano a los cuarenta años llevaba mérito tras mérito con tal de obtener el cargo de general hasta que finalmente, después de una avanzada fallida de Carlos en la que su general falleció, Patrick pudo asumir realizando las reformas necesarias y siendo ocasionalmente la voz de la razón para Carlos quien hacía caso cuando estaba en sus cabales.

Dado que la única descendencia de Carlos era una joven de 15 años llamada Elodie, tuvo la obligación de asumir el trono con todo lo que conllevaba y la leve, casi inexistente preparación que tuvo no ayudó para nada. Tras la muerte de Carlos se declaró un duelo nacional de una semana en la que todos los días fueron nublados y con lluvias que duraban todo el día y toda la noche.

—¿Qué haré ahora, Antoine? —la joven se escondía su rostro con lágrimas en el pecho de su amado, este último le acarició el cabello mientras miraba la tumba de Carlos.

—He estado pensando en algo.

Ella levantó su rostro levemente hasta encontrarse con la mirada de Antoine— ¿E-en qué...?

—Cédeme el trono.

—¿Qu-qué?

—Es simple, Elodie. Tú no estás en condiciones yo en cambio he estudiado cada rincón de París, conozco qué pasa con la gente y sus inquietudes. Si lo haces te prometo lo siguiente: acabaré con cada conflicto que exista, haré de Francia un lugar próspero y hermoso para los que vendrán. Pero eso solo será posible... por ti —dijo mientras pegaba su frente a la de ella y ponía sus manos en su rostro.

Elodie no tuvo forma de responder, era la pura verdad, ella no era apta para el cargo y vagamente confiaba en los demás. Ella asintió sin pensarlo demasiado— mañana...

—¿Mañana...?

—Mañana serás, ante todos, el rey de Francia.

Aquella respuesta dejó a Antoine sin palabras pero a la vez le entregó un alivio importante, le quitó un peso enorme de encima. Su plan ya se había concretado, pero, ¿qué quedaba por hacer ahora? El resto del día se sintió una eternidad, Antoine repasaba en su mente con inquietud cada cosa que hablaría con tal de ganarse la confianza rápidamente de las personas y de todo cercano al trono.

Finalmente, el ansiado día llegó, él estaba junto a Elodie en el salón del trono, uno a uno fueron llegando distintas influencias: consejeros, el general, comandantes y diferentes duques y barones. De manera inesperada los líderes de la casa York y Lancaster acordaron un momento de tregua para asistir a la importantísima reunión.

Elodie se encontraba sentada en el trono de la reina y Antoine en el del rey, aquello llamó la atención de todos casi instantáneamente.

El general miraba a Antoine con un rostro de muerte, le parecía tremenda insolencia verlo sentado en el trono.

—Saludos a todos, les agradezco que hayan venido pues tengo un anuncio muy importante —dijo Elodie mientras se levantaba y Antoine le seguía.

—Muy buenos días su majestad —exclamó rápidamente uno de los entrenadores arrodillándose.

—Es bueno ver que está bien, reina —contestó el general arrodillándose también.

Los demás copiaron el gesto saludando muy respetuosamente.

—Espero no sonar insolente, pero, ¿por qué nos ha convocado aquí hoy?

—Esa es una buena pregunta general, verán —levantó su mano izquierda e hizo un gesto con el cual un sirviente apareció rápidamente trayendo un cojín de color morado con bordados dorados. En él estaba la corona perteneciente a Carlos, era una corona en forma de aro que tenía puntas altas en cada costado del círculo y unas puntas más pequeñas entre medio. Joyas de color verde y rojo adornaban cada punta y el metal relucía tal como la primera vez que se forjó hace ya cuarenta años— hoy delego mi puesto como máximo monarca de Francia, dicho puesto será tomado por mi prometido, Antoine —ella puso con cuidado la corona sobre la cabeza de Antoine ante la mirada atónita de los invitados que no comprendían las razones detrás de el sorpresivo nombramiento y si esque las habían.

—D-disculpe su majestad, ¿he escuchado bien, verdad? —el general se levantó lentamente mientras aclaraba su voz— usted... ¿le está cediendo el TRONO a ÉL? me perdonará pero no estoy de acuerdo, ¿qué experiencia tiene? quiero decir, ni siquiera pertenece a la familia real, es un aparecido. ¿Está segura de esto?

—Tenga respeto en mi presencia general. Y sí, estoy completamente segura de mi decisión. Yo no estoy completamente capacitada para estar a cargo de todo lo que conlleva ser la monarca de esta nación que está tan dolida por la guerra. ¿Preferiría a alguno de la casa York o Lancaster? No, ellos siguen en disputa poniendo en peligro a la nación internamente a pesar de los golpeados que ya estamos por las enfermedades y la guerra contra Inglaterra.

El general se quedó sin respuesta porque en el fondo sabía que ella tenía parte de razón por lo que guardó silencio. Antoine dió un paso al frente y se puso una mano en el corazón— sé lo que todos están pensando pero quiero me gustaría que sepan que daré todo de mí para mejor el reino y solucionar sus problemas.

Sus palabras resonaban en todos los invitados pero no de buena manera, cada letra caía tan pesado que generaba un disgusto inmediato, sin lugar a dudas, una manera de empezar las relaciones con el pie izquierdo.

Con todo ya hablado, los invitados procedieron a retirarse sin siquiera un "adiós". Ciertamente aquello no desconcertó ni a Antoine ni a Elodie pues era una reacción esperada.

—¿qué te parece mañana hacer una fiesta? invitaremos a las familias importantes y a quienes estuvieron aquí hoy —propuso la muchacha mientras arreglaba la camisa de Antoine.

—Suena bien pero tengo algo en mente. ¿No sería mejor hacer una ceremonia con el pueblo? después de todo, también me voy a dedicar a ellos, ¿qué piensas?

—Mmm... muy humilde de tu parte. Me agrada —ella besó su mejilla casi con emoción— ¡que así sea entonces! Su majestad —dijo mientras levantaba ligeramente su vestido y se inclinaba.

El día siguió con tranquilidad para Antoine quien se ausentó del palacio y del lado de Elodie durante la mayor parte del día, estaba junto al herrero real supervisando una nueva corona que había pedido para el día de mañana, fue un proceso de tan solo unas horas lo cual le dejó muy sorprendido y al ver el resultado final quedó con un buen sabor de boca. Al salir del establecimiento se encontró con el general Patrick ambos se miraron durante unos segundos sin decir palabra alguna hasta que las palabras del general salieron; con voz grave dijo sin rodeo alguno «¿qué pretendes?»

—No pretendo nada, general. Nada más que ayudar al país.

—Tch, ¿ayudar al país? todos queremos ayudar al país pero no todos ascendemos al trono. Sé más claro.

—Esa es la pura verdad, ¿qué espera que le diga? ¿que planeo robar, quedarme con todo y hacer que el agujero en el que estamos sea más grande? No, eso no va a pasar. Mire a nuestro al rededor, general, TODOS estamos mal, usted incluído. No le pido su apoyo, solo que sepa ver la realidad de las cosas —Antoine esquivó al hombre y siguió su camino dejando libre la tensión del momento. Patrick no se fiaba en lo absoluto de sus palabras pero al ser ya prácticamente oficial que él sería el nuevo rey no había una forma concreta en la que pudiera oponerse— ya verá, señor Patrick, no me ganaré su confianza con palabras, sino con acciones. Que tenga un buen día —Antoine siguió su camino dejando en Patrick un sabor amargo pero que él mismo intentaba apaciguar haciéndose creer que lo que decía Antoine sería cierto.

Un nuevo día llegó, Antoine se despertaba temprano por la mañana, la emoción del momento le carcomía a pasos agigantados. Se quedó observando el techo y pensando en cómo iría toda la ceremonia, las cosas que haría una vez sea oficialmente el rey de Francia. Pudo observar el cielo gracias a una ventana que estaba sobre él notando que estaba nublado pero ya no llovía lo cual lo alivió bastante. Después de un rato fantaseando se levantó, se cobijó con una túnica blanca y se lavó el rostro. Caminó por los relucientes pasillos del palacio inspeccionado diferentes habitaciones tales como la cocina, un auditorio, el baño, el comedor real y el de los sirvientes. Todos y cada uno de ellos le impresionó de sobremanera, aún habían otros que no se dedicó a explorar pero que lo haría en algún momento. Durante su paseo se encontró con muchos sirvientes a los cuales saludó cálidamente.

Elodie también se despertó pasado un tiempo, ella se fue directamente al comedor pues era casi la hora del desayuno, para su sorpresa, Antoine no estaba allí y cuando le preguntó a un mayordomo acerca de su paradero se sorprendió al oír la respuesta «está en el comedor de sirvientes, compartiendo con ellos». Fue probablemente la respuesta que menos esperaba por lo que se dirigió hacia allá antes de entrar escuchó bastante bullicio y al mirar por la puerta que estaba semi abierta notó como todos estaban riendo, se contaban chistes y anécdotas. Algo bastante inusual, no se solían escuchar risas en ese palacio. La chica se unió sin pensarlo, saludó con respeto y se sentó a un lado de Antoine y escuchó la conversación que trataba sobre "los borrachos que profesaban amor eterno a la botella". Cerca de dos horas duró aquello hasta que Elodie lo sacó a rastras puesto que la ceremonia estaba cerca de comenzar. La ciudadanía estaba expectante pues la última coronación de Carlos VI había sido en privado y el hecho de que este nuevo rey lo hiciese junto con ellos les daba cierta sensación de confianza.

Fuera del palacio había una plataforma decorada, habían muchos guardias rodeándola y gente que ya empezaba a amontonarse. Sobre la plataforma había un pequeño pilar que tenía sobre él un gran platillo de plata que contenía óleo sagrado y a su lado, un sacerdote listo para la ceremonia. Ya era cerca del mediodía por lo que dió comienzo; con unos tambores dieron la entrada a Antoine, el joven estaba completamente tapado por una capa enorme de seda, era de color blanco y dibujos dorados yacían en su espalda, sus largos y rubios cabellos estaban a merced del viento. Una sonrisa se dibujó en su rostro al ver tanta gente congregada, apoyó una de sus rodillas en el suelo, puso su mano derecha en el centro de su pecho y levantó la izquierda con la palma abierta y dedos juntos— Todo lo que diga de ahora en adelante es mi pura verdad. ¡Estoy muy agradecido de que estén hoy aquí, todos ustedes hoy aquí serán presentes de un antes y un después para Francia, para ustedes! —el cura se acercó con la fuente entre sus manos listo para verter su contenido sobre la cabeza de Antoine, este último cerró sus ojos y esperó por el hombre para que procediera la ceremonia.

—Por el poder que el todo poderoso, nuestro Dios, me confiere... —lentamente echó el óleo en el cabello del nuevo rey— ante los ojos de ustedes, nuestros y el del creador, proclamo con todo orgullo a Antoine Segundo, ¡el nuevo rey de Francia! —el óleo acabó y, a continuación, se le fue entregada la corona. Sorpresa causó en Elodie que vió una corona nueva, muy lejana a la de su padre Carlos. Ésta era una corona de espinas dorada, tenía pequeñas gemas no demasiado visibles en cada espina. Fue puesta con cuidado, procurando no dañar al hombre. Justo en aquel momento, como por gracia divina, el cielo se abrió para dejar que un rayo de luz impactara directamente en Antoine resaltando el rubio de su cabello gracias al Óleo y el brillar de la corona. Se le otorgó un anillo plano con una inscripción "II" denotando ser el segundo.

Antoine se levantó y se acercó a Elodie— tú más que yo eres digna de continuar con el legado de tu padre, mereces esto —otro sirviente se acercó por detrás con la corona de Carlos Sexto y la puso sobre la cabeza de Elodie— te ves preciosa, amada mía —besó su frente y frotó sus hombros con orgullo. Posteriormente se bajó de la plataforma y se acercó a la multitud. Apartó a los guardias que custodiaban y caminó entre ellos— ¡Francia será resplandeciente otra vez! —sus manos estaban ligeramente despegadas de su cuerpo y eran tocadas por la gente, pero evitaban robarle el anillo o la corona— ¡Escucharme por favor, les haré saber todo lo que quiero para ustedes! —caminó lentamente entre ellos con una ligera sonrisa— ¡Educación; la educación es importante y ayudará a forjar a las personas que el día de mañana harán de Francia un país glorioso, por lo que arreglaré y mejoraré el sistema educativo tanto para pobres, como para ricos por igual! —la gente realmente no comprendía la importancia de aquello, pero el saber que para los pobres sería igual, les encantaba— ¡Empleos; sabemos que todos tienen necesidades y por ello, crearemos trabajos; acomodaremos a cada quién con sus habilidades y con ello alimentaremos el progreso de nuestra querida París para en el futuro, extendernos a todo el país! —tener empleo significaba dinero por lo que la gente gritó de emoción por ello— ¡Un sistema político transparente; yo seré el rey pero no seré la máxima autoridad, crearé a un grupo destinado a diferentes áreas para su fiscalización tales como las anteriores nombradas y a su vez, también, corroborarán que mis acciones son correctas y de no ser así, dimitire de mi puesto! —Antoine detuvo su andada, y se dejó besar las manos, algo que era común en las coronaciones pero no por los plebeyos— ¡Y ustedes eligiran a dichas personas! —un grito conjunto de las personas sentenció la exitosa y arriesgada apuesta de Antoine de hablar directamente con ellos e incluso estar entre ellos corriendo diversos peligros. Retrocedió hacia el palacio en total calma y con una sonrisa en su rostro, las autoridades del ejército y los consejeros escuchaban con mucha atención y sorpresa viendo algo nunca antes visto. Patrick se mostró reacio, pero estaba muy impresionado por el acto, dándole cierta esperanza.

Alyssa y Nicolette.

— Todavía los veo... puedo sentirlos... puedo olerlos... sus dulces voces... sus cuerpecitos ahí tirados con esas pintas negras... —solloza— la peste... ¡esa maldita peste! —aprieta sus dientes y golpea el suelo— perdónenme por favor... —.

 

A su mente volvieron los recuerdos que tanto le atormentaban, esos días en Marsella donde el sol estaba ausente, un silencio sepulcral, la ausencia de brillo... nada más...

 

— Todo se vino a abajo desde entonces... recuerdo que éramos felices, corríamos por las calles con sonrisas en nuestros rostros, pero ahora... todo parece lejano como un cuento. Les contaré —. —.

 

La chica respiró profundo y procedió a contar su historia.

 

— Hace unos años, en Marsella, nosotros vivíamos felices. Nuestros padres no eran los más adinerados pero sin duda que hacían todo lo posible para que no faltara la comida y ropa... Tuve que crecer rápido, supongo, cuando tenía siete años mi primer hermano nació y tuve que cuidar de él desde entonces... luego vino Antoinette y tuve que repetir lo mismo de antes... rara vez podía jugar con otros niños, siempre tenía que estar con mis poussins[iq1] , je, así solos llamarlos. En fin, eso no era algo de lo que me haya quejado. Me gustaba ver sus sonrisas... esas tiernas risas que salían de ellos lo eran todo para mí —.

 

La muchacha respira profundo nuevamente intentando calmar las lágrimas que estaban por salir.

 

— Lo lamento... — dijo sollozando. — sigo. Para ellos yo era más madre que hermana... nunca supe por qué mère no estaba en casa. Todo el día estaba fuera... al igual que père. Ellos llegaban por la noche y apenas podían mantenerse en pie, supongo que por cansancio. Yo desistí de muchas cosas para cuidar de ellos y al final, todo fue en vano... —suspira—. Un día père volvió temprano... Y no se sentía bien, luego mère le siguió. Ninguno dijo nada... simplemente quedaron en silencio y evitaron tener contacto con nosotros. Tanto los niños como yo quedamos extrañados así que salí, no sé porqué pero necesitaba hacerlo. Cuando lo hice todo fue... confuso... había poca gente, unos estaban vestidos en túnica negras y en su rostro tenían algo, una máscara como de ave que era negra también. Tenían grandes ojos, era intimidante... cuando me acerqué a uno de ellos para preguntar simplemente se alejó de mí y me dijo que no me acercara, parecía que había pasado mucho tiempo desde que no salía de casa, supongo que esos siete años pasaron muy rápido, después de todo, nuestra casa era grande y podíamos jugar sin salir a afuera. Bueno, lo demás... nadie me daba respuestas por lo que me volví a casa, allí mis hermanos estaban muy tranquilos... por lo que fuí a ver a mis padres y no paraba de toser, sudaban mucho también... me pedían agua pero no sabía de dónde iba a sacarla... no sabía que hacer en realidad, estaba muy asustada. El resto del día fue... incómodo, apenas hablábamos entre nosotros y tenía que lidiar con las ganas de los niños de ir y ver a nuestros padres, no sabía cómo hacer que entendieran que no podían verlos. Por la noche, mientras dormían, pensé en escapar con ellos pero ¿A dónde iba a ir? Sentía que algo malo pasaría si nos quedábamos ahí y mis padres fueron prueba de ello. Había un carrito fuera de nuestra casa, era perfecto, ellos dos dentro y yo empujando. El problema era... ¿Y si me veían robándolo? ¿Si père y mère mejoraban? No pude aunque quisiera. El resto de la noche me dediqué a dormir junto a mis pequeños y a la mañana siguiente me dispuse a salir al mercado, nuestros padres no habían traído comida ese día y tuvimos que aguantarnos. Tampoco teníamos dinero por lo que tuve que robar... pude robar algunas manzanas, nada más pero debía ser suficiente, creo. Cuando llegué los dos Stephan estaba particularmente intranquilo, le pregunté una y otra vez si sucedía algo pero me esquivó la pregunta. Al final, me rendí y comimos las manzanas, los pobres tenían mucha hambre... desistí de la mía y se las di a ellos, yo podía aguantar todavía. Mientras comían Stephan, de la nada, habló: "Pėre tenía cosas negras en el brazo... sus dedos eran negros, se sentían raros" aquello hizo que mi cabeza y pecho dolieran un montón, ¿Cosas negras en el cuerpo? ¿Y si lo que tenían se podía transmitir? Subí de inmediato al cuarto de ellos solo para ver... muerte. Stephan tenía razón, tenían sus dedos negros así como otras partes del cuerpo, en sus brazos habían como burbujas, negras también. Sus rostros... llenos de sangre, salían de sus narices, boca y orejas... fue horrible, sus ojos estaban fijos, no respiraban... definitivamente se habían ido. No supe cómo reaccionar, me senté en el piso y me eché a llorar... Pero debía ser fuerte por los niños, cuando bajé me senté con ellos a explicarles que père y mère estaban paseando por un prado junto a el gran señor.  Al parecer se tragaron la historia, porque Stephan se veía mucho más tranquilo, el transcurso del día fue una agonía... empezaban a estar igual que père y mère... para entonces, me temía lo peor y no podía evitar llorar pensando en que ellos también me iban a dejar... en la noche me pidieron que les contara de ese prado donde père y mère estaban... Recuerdo perfectamente cómo se los dije:  Es un lugar donde hay muchas flores de todos colores, el verde pasto abunda y el aire juega con tu cabello, allí puedes saltar, reír y bailar cuanto quieras acompañado de un hombre grande, bondadoso y sonriente que te acompaña en tu camino. Allí, père y mère están bailando... —solloza— j-juntos. Luego... me preguntaron si ellos también podían llegar a allí, simplemente asentí. Los abracé y besé antes de que se durmieran sonrientes, pensando en el prado... No pude dormir esa noche, me dediqué a llorar, los ojos me dolían de tanto hacerlo pero pensar una y otra vez en lo mismo solo hacía que más lágrimas salieran... la noche fue larga, muy larga... Los observé y noté que sus cuerpos también estaban... estaban con esas pintas negras... Las tenían en sus rostros... también estaban sangrando, toque la mejilla de Antoinette y estaba caliente, demasiado. Al llegar la mañana ellos eran la viva imagen de père y mère, los veía reflejados en ellos... ¿Recuerdan esas burbujas negras? También las tenían, en sus ojos. Ellos aún se movían incluso, Stephan me llamaba... preguntaba por mí pero no podía responder, estaba demasiado apenada y confundida: "Alyssa, ¿dónde estás? ¿Por qué no puedo ver, me estás tapando los ojos?" E-ellos creían que jugaba con ellos... ¡p-pero no! —se pone a llorar— y-yo solamente... —su voz se quiebra— solamente... ¡Si hubiera robado ese carrito! Si me los hubiera llevado... si tan solo hubiese tenido el valor... ellos estarían aquí, conmigo... Lo último que oí de ellos antes de escapar fue... "Hermana, veo el prado...".

 

Alyssa procede a abrazar a su acompañante en busca de refugio— si pudiera... si pudiera volver a atrás yo... yo... ¡Yo!...

 

— Y hacer las cosas diferentes, lo harías, estoy segura de que sí... —dijo la chica abrazandola.

 

La pareja de ancianos que les escuchaban estaban asombrados y dolidos, el relato de la muchacha los había dejado perplejos.

 

Nicolette acariciaba la cabeza de Alyssa suavemente para intentar calmarla.

 

— L-lo lamentamos mucho, fue mala idea preguntarles su historia... —el anciano se veía realmente acomplejado pero la otra chica guardaba la calma con un semblante serio pero compasivo.

 

— Descuiden... suele pasar a menudo. Yo puedo seguir relatando la historia.

 

— No tienes que hacerlo querida —respondió la anciana —

 

— Descuide... —Nicolette se acomoda un poco y tose para aclarar su voz— Bien... poco después Alyssa huyó se su hogar, no me ha dicho exactamente donde vivía pero sí me dijo que había caminado durante horas al momento de encontrarnos. Sí, yo también soy se Marsella y soy huérfana, a ella la encontré en las calles, estaba peor que cualquiera de nosotros así que decidí ayudarla. Al principio no hablaba nada pero con el pasar del tiempo fue confiando en mí pero con los demás le costaba socializar un poco... es más, hasta era agresiva. Sobrevivimos a base de robos, ya sabe, no hay nadie que nos alimente y nadie daba trabajo por lo que debíamos robar. Así nos mantuvimos durante un año hasta que nos metimos en un lío muy grande... verá, un día asistimos a un mercado bastante grande de Marsella, allí se supone que habían cosas muy buenas y bueno, sí que lo habían. Las manzanas más rojas que existen, ropa bonita, joyas entre otros. De verdad todo muy genial así que nos decidimos a robar algunas cosas para venderlas después, nos escabullimos entre la multitud y pudimos robar algunas cosas interesantes, collares y pulseras más que nada. Pero en un momento le robas a nada más y nada menos que... ¡Al sobrino del rey Antoine! cuando nos descubrió nos echó a los guardias encima, nos persiguieron por toooodo el lugar, de verdad. Pudimos escapar pero los carteles con nuestros rostros estuvieron por todas partes en poco tiempo, ¡Hasta me dibujaron con una nariz gigante! Qué horrible... Al final tuvimos que escapar de Marsella porque incluso nuestros "amigos" intentaron vendernos. Hemos estado recorriendo durante días los caminos pidiendo alguna ayuda quien pase pero toda se niegan... menos ustedes, nos ayudaron ciegamente y sólo tengo palabras de agradecimiento para darles.

 

— Estamos felices de ayudarlos, ¿De qué sirve tener tanta comida si no la vas a compartir? Seremos viejos pero amor nos queda por montón —la pareja de ancianos sonreía y Nicolette también. Alyssa, en cambio, aún intentaba calmarse.

 

— Han sido días largos, gracias nuevamente... Encontraré la forma de recompensarles, de verdad.

 

— No te preocupes, descansen —los ancianos dejan la habitación, ambas se quedan en silencio durante un rato hasta que Alyssa logra calmarse.

 

— ¿Estás mejor Dyantha?

 

Alyssa se separó de Nicolette y miró hacia el suelo limpiándose los ojos— Sí... ya estoy mejor.

 

— Recuerda que seguiremos con nuestro plan. Llegar a París y entrar al ejército.

 

— Lo sé, lo tengo en mente aún. Pienso que lo mejor es que nos vayamos mañana.

 

— Ja, hemos fantaseado mucho con eso, ¿no crees? Hasta ya se me ha ido el porqué íbamos a unirnos.

 

— Si triunfamos podríamos tener riquezas... y con ello podremos construir ese lugar donde ayudaremos a quienes lo necesitan, sin distinción.

 

— ¡Ah, claro! Es un sueño bastante grande, ¿eh?

 

— Es el sueño más noble que puedo tener ahora mismo.

 

— Lo sé Dyantha, lo sé.

 

Ambas se abrazaron y se dispusieron a dormir. La noche transcurrió tranquila, haber hablado de su pasado le sentó bien a Alyssa pero estaba lejos de calmar su dolor.

 

Temprano por la mañana la anciana levantó a las dos para el desayuno, estas lo aceptaron amablemente y compartieron la mesa.

 

— De verdad que su hospitalidad ha sido increíble, se los pagaremos, lo juro —Nicolette besa su dedo y lo apunta hacia arriba— a propósito... ¿cómo se llaman? No sé los preguntamos hasta ahora.

 

— Yo soy Ostin y esta bella dama de aquí —toma su mano— es Arleth —ambos se miran y sonríen—.

 

— Es un agrado... nos gustaría quedarnos pero nuestro camino debe seguir, aún hay un largo tramo por recorrer.

 

— Es una pena oír eso... pero cada quién debe seguir sus aspiraciones, les deseamos toda la suerte posible —.

 

Ambas terminan de comer, agradecen y se van de la casa siguiendo su camino rumbo a Francia.

 

— Entonces falta mucho, ¿no?

 

— Si nos dedicamos a caminar, sí. Peeero, no caminaremos, piénsalo Dyantha, somos dos jovencitas hermosas y desamparadas, ¿qué estúpido no querría llevarnos? Es más, ahí viene uno —al ver a un solitario hombre que llevaba una carreta empujada por un caballo esta rompió un poco su vestido para dejar ver su pierna y subió su escote, le hicieron parar y, sacando su lado seductor, Nicolette logró hacer que el hombre las llevara las dos—

 

— (qué suertudo... ¿quién iba a pensar que un par de jovencitas se iban a tirar así por mí. Joel, eres muuuy afortunado) —por la mente del hombre cruzaron todo tipo de pensamientos y escenarios, le sonrojaba la sola idea de saber que detrás de sí llevaba a tan lindas muchachas— ¿Saben, bellezas? Detendré la carreta un poco más adelante para que tengamos un momento a solas y podamos conocernos mejor... ¿qué dicen?

 

— En realidad, señor, nos gustaría primero llegar a Francia y... —Nicolette se acercó por la espalda del hombre y le habló suavemente a su oído— podríamos ver allí qué hacemos, ¿no? —el corazón del hombre se aceleró un montón y supo contener sus impulsos, asintiendo y siguiendo el camino. Nicolette se volvió a sentar junto a Alyssa y ambas suspiraron en silencio, aliviadas.

 

El viaje siguió sin mayores sobresaltos, el hombre no siguió intentando nada, estaba convencido que de llegar a París sucedería todo lo que habría pensado.

 

Cuando entraron a París tras un extenso y agotador viaje las chicas se intentaron bajar silenciosamente pero el hombre las interceptó igualmente con una mirada llena de vicio y exhalando de manera violenta — bueno linduras, ¿vamos a divertirnos un poco? —dijo acercando a Nicolette a su cuerpo—.

 

La chica se sentía evidentemente incómoda, intentó buscar con la mirada algo que la pudiese salvar de ello. A unos metros había dos guardias, vio en ellos una oportunidad de oro— ¡Ayuda!, ¡Ayuda por favor, este hombre se quiere aprovechar de mí! —unas falsas lágrimas salieron de ella, aquello hizo su escándalo más creíble y los guardias asistieron inmediatamente. El hombre soltó a Nicolette y esta, al estar libre, agarró a Alyssa de la mano y ambas salieron corriendo mientras los guardias interrogaban al hombre.

 

Ambas corrieron por unos cuantos metros antes de esconderse y recuperar el aliento.

 

— Ah... eso estuvo cerca, ¿no? Jajaja —jadeaba Nicolette—.

 

— Algún día nos va a pasar algo realmente malo si sigues siendo así de impulsiva... ¿Qué voy a hacer contigo? —dijo Alyssa mientras intentaba mostrarse seria, pero no evitó soltar una pequeña risa también—.

 

— ¡Ya estamos en París, querida! Podemos mirar por aquí y por allá, disfrutar de cosas que en Marsella poco se ven y...

 

— Concéntrate, Nicolette, nuestro objetivo primero. Andando.

 

— Sí claro... el ejército, allá vamos...

 

Cuando iban caminando por las calles fueron interceptadas por dos soldados. Ambos lucían como mastodontes, sus enormes cuerpos opacados por esas brillantes armaduras plateadas con esas armas en sus cinturas ninguna de las chicas podía siquiera emitir un solo ruido— por orden explícita de su majestad, quedan detenidas —a continuación, fueron golpeadas en sus cabezas cayendo de golpe al suelo quedando inconscientes.

 

Fue un sueño bastante corto, al despertar, se vieron en una especie de campo de entrenamiento, era un enorme establecimiento, mucho más grande que los orfanatos en los que había estado Nico por lo que miraba sorprendida a todos lados mientras que Alyssa lucía algo inquieta a pesar de formarse una idea de lo que estaba pasando <> y de pie ante ellas estaba un instructor con una mirada bastante intimidante— ¡De pie, soldados —!

 

En un parpadeo ambas estaban de pie, apenas tuvieron tiempo de apreciar dónde estaban— ¡Están en un centro de entrenamiento, el más duro y preciso de París y Francia! ¡AQUÍ NO SE VIENE A PASEAR! —.

 

Ahora sí miraron a su alrededor, el extraño lugar en el que ambas chicas se encontraban estaba extremadamente asegurado con altas murallas que llegaban al cielo, de ladrillos oscuros con una pinta tenue y muchos guardias en ellas, sin mencionar que en las mismas en las alturas estaban cercadas con alambres— ¡Préstenme atención! Están aquí porque el país las necesita, ahora mismo están en el complejo 1-B. Las habitaciones están por allá, busquen los puestos libres y prepárense que las pruebas comienzan en 30 minutos —todo era muy confuso, pero la duda más grande que tenían era que el rey las había detenido— S-señor... este... ¿sabe usted por qué antes de golpearnos nos dijeron que el rey nos detuvo? ¿Por qué está todo tan cerrado? ¿Cuánto tiempo estaremos aquí? —el hombre suspiró y se dio media vuelta, se acercó a la muchacha de negros cabellos y, mucho más calmado que antes, se dispuso a contestar— Estarán el tiempo que sea necesario, todo está así porque hace unos años dos cadetes escaparon y murieron afuera, bajas significativas —luego se dio media vuelta una vez más, siguiendo con su camino— ah y lo de su majestad... —gira ligeramente su cabeza— es su forma de decir "sé quién eres".

 

— ¿Cómo que sabe quiénes somos? ¿¡Dyantha!? —Nicolette, nerviosa, zarandea a Alyssa esperando respuesta, pero solo notaba a su amiga con una mirada seria, no era normal en ella...

 

— ¡No lo sé, Nico, no lo sé! —aparta suavemente las manos de Nicolette que la sostenían y se sacudió su ropa— vamos, hay que prepararse, dijo que en unos minutos comenzaba todo —.

 

Al entrar en los dormitorios notaron que había camas con unas sabanas tiradas encima, al adentrarse más en aquel lugar se encontraron con la sorpresa de que había más hombres que mujeres, todos las observaban fijamente, las miradas implacables de aquellos hombres pesaban como un yunque de acero sobre ellas tanto era que el solo estar ahí ya era extremadamente incomodo, unas miradas en señal de rechazo, pero se mantenían en silencio. Ambas encontraron los lugares reservados, pero estaban bastante alejados el uno del otro. No hubo más remedio que aceptarlo, la vergüenza de cambiarse ante la mirada y murmullos de todos a sus alrededores hizo que ambas se sonrojaran mientras lo hacían, sin embargo, a Nico no le gustaba oír a las personas hablar de ella y mucho menos de Alyssa sobre todo al escuchar a uno de los sujetos: —Mira esos músculos, ¿A qué hombre podría gustarle eso? —se alzó contra el tumbándole de un puñetazo en el rostro, ya encima de el a punto de darle otro golpe el instructor entró a los dormitorios casi como un salvador. Todos se pusieron de pie de inmediato ante su presencia, aquel sujeto se limpiaba la sangre de su boca avergonzado por su reciente paliza—¡Dejen sus problemas para sus descansos!, Como habrán notado algunos, hay dos nuevos cadetes. Se unen un poco tarde pero peor es nunca... para ustedes soy el instructor Édouard. Ahora, vamos a afuera, haremos repasos hasta poner a punto a los nuevos —.

 

Durante cinco largos y arduos meses hicieron repeticiones de ejercicios tanto físicos como mentales y charlas con tal de que Alyssa y Nicolette alcanzaran al resto.

 

Nicolette demostró ser bastante ágil y fuerte pudiendo realizar con relativa facilidad tanto ejercicios físicos como los combates de prueba en algunos casos demostrando cierta facilidad en combate uno contra uno. Alyssa, en cambio, era más torpe en combates, se puede decir incluso que no le gusta combatir. Es ágil también pero significativamente más frágil que su compañera y el resto de cadetes, sin embargo, tiene una increíble capacidad para memorizar y aprender técnicas de combate, estrategias o cualquier cosa que se le ponga en frente, es muy superior al resto por lo que se ha hecho una excepción con ella al mantenerla dentro del programa de caballeros.

 

Pasaron dos años, dos largos años.

 

Mayormente ese entrenamiento consistía en aprendizaje de ideas y tácticas de batalla, un poco alejado a lo que era antes que se basaba en la fuerza y resistencia propia de la persona. Entre los candidatos se corrían leyendas acerca de los fantasmas de aquellos niños fugitivos que buscaban venganza. Sus nombres siempre fueron enigma, pues se les prohibía a todos siquiera mencionar una letra.

 

Tanto Alyssa como Nicolette se les veía considerablemente alejadas del resto, ellas en cambio solo hablaban lo justo y necesario para no perder del todo contacto; sin embargo, sus palabras no eran verbales, sino que habían desarrollado una especie de código que únicamente ellas conocían, lo habían usado por primera vez en un combate grupal sobresaliendo estas por su conexión dejando asombrados a algunos de los entrenadores del recinto.

 

El programa se suponía iba a durar dos años más, pero se detuvo anticipadamente sin razón aparente por lo que todos y cada uno de los cadetes tuvieron que superar la prueba física y de conocimiento para probar que estaban preparados. Esta última fue bien para ambas, destacando en ámbitos distintos, pero ya estaban pasadas, su sueño era cada vez más cercano.

 

— ¡Dyantha!, ¿has visto lo mucho que hemos crecido? mírate, alta, imponente, de piel blanca como la nieve y ese cabello corto y rojo. Demonios, eres bellísima.

 

— ¿Quieres que te describa también? estatura media, cabello negro y largo. Y una piel que ostenta el hermoso color de la madera de roble. Oh y no olvides esos grandes ojos negros. Te caen perfecto, Nico —ambas rieron y se abrazaron— lo logramos Nico... cada vez más cerca. El nombramiento de grupos será en unas horas y no puedo esperar a ver cómo nos llamarán. Hay que portar armaduras y dijeron que había que prepararse para una sorpresa, ¿qué será?

 

— No lo sé. Pero bueno, hay que ponerse esas relucientes armaduras, apresurémonos, los caballos esperan fuera —.

 

Alyssa asintió y fue junto a Nicolette en busca de las armaduras que les habían preparado previamente. Estas eran bastante elegantes y ligeras, el hierro pulido les daba un aspecto divino. Las dos procedieron a ponérselas y salieron del complejo en dirección al establo donde los caballos esperaban. Los caballos eran blancos, también portaban algo de armadura, pero no suficiente, estaban adornados con los colores azul y amarillo.

 

Ambas subieron a sus respectivos corceles, se acomodaron sujetando las riendas y se apresuraron en cabalgar. Al salir los caballos galopaban con intensa rapidez pudiendo rápidamente avanzar su camino hacia París con una sonrisa en sus rostros, ya estaban ansiosas de cumplir con la patria.

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