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No Pienso Volver A Enamorarme

Capítulo 1. Edicto real

Habían pasado tres años desde la muerte del esposo de Sara, ella estaba en el jardín jugando con su pequeño hijo Alec quien corría y saltaba por el jardín persiguiendo a Taffi el perro que ella le había regalado para su cumpleaños, cuando Paul el hijo de una de las sirvientas se acercó a ella corriendo muy agitado y le dijo.

__ Señora Sara, señora Sara tiene que venir rápido.

__ Calmante Paul explícate qué ha pasado.

Paul tomó varias bocanadas de aire y cuando estuvo un poco calmado dijo.

__ Varios guardias reales han venido a buscar al duque y escuche que traían un edicto real, al parecer el duque tendrá que ir a pelear para defender la frontera.

__ Sara palideció ante las palabras de Paul y se levantó rápidamente del suelo donde había estado sentada y le dijo a Paul.

__ Cuida de Alec por mi quieres.

__ Sí señora Sara.

Sara se apresuró a ir a buscar a su padre deseando que Paul se hubiera equivocado, su padre estaba en el estudio apoyado en su bastón mirando la armadura que tenía en una esquina de la habitación; al verlo ella le dijo.

__ Padre es cierto lo que ha dicho Paul.

El padre de Sara dio un suspiro y se giró hacía ella y le dijo.

__ Vaya con ese muchacho, están entrometido que a veces me desespera.

__ Papá.

__ Calmante Sara.

__ Papá, dime que no es cierto lo que ha dicho Paul.

__ Es cierto Sara, el rey a enviado un edicto ordenando que me aliste en la guerra.

__ Sara sintió que las fuerzas de sus piernas le fallaban y tuvo que sentarse para no caer al suelo, su padre ya era muy viejo, y su salud se iba deteriorando día con día y apenas y podía caminar apoyado con su bastón, si su padre iba a la guerra ella sabía que moriría así que le dijo.

__ Padre tú estás viejo y enfermo, no puedes ir a la guerra.

Su padre se acercó cojeando hasta quedar enfrente de ella y le dijo.

__ ¡OH! Mi pequeña Sara, esta es una orden del rey, si no la cumplo seré acusado de traición y toda nuestra familia será decapitada .

__ Pero padre.

__ El edicto dice que cada familia debe de enviar a un representante, pero tu hermano y tu esposo han muerto, así que no me queda más remedio que ir.

Las lágrimas de Sara comenzaron a rodar por sus mejillas mientras veía a su padre parado frente a ella. Él y su hijo Alec eran la única familia que le quedaba y pensar que podría perderle le rompió el corazón, su padre le acarició la mejilla y le dijo.

__ Mi pequeña, debes de ser fuerte por el bien Alec.

__ Sara tomó la mano de su padre y le dijo.

__ No es justo, tú ya has peleado antes en la guerra.

__ Sara está guerra ha durado mucho tiempo y hemos perdido a mucha gente, si puedo ayudar en algo para lograr que acabe, lo haré.

__ Morirás ahí.

__ Tarde o temprano tendré que morir, ya sea antes o después eso es inevitable.

__ Pero papá, no quiero perderte a ti también.

__ Lo sé, a mi tampoco me gustaría dejarte, pero no sé puede evitar.

Sara se enjuago las lágrimas de la cara y le dijo a su padre.

__ Déjame tomar tu lugar en la guerra.

Su padre se sobresaltó al escuchar a su hija y le dijo.

__ Sara no.

__ Padre sabes que soy buena peleando.

__ Aún así no puedo dejar que hagas eso.

__ Padre si yo voy tengo más posibilidades de regresar con vida, si tu vas seguro que morirás.

__ Aún así no pienso dejar que arriesgues tu vida por salvar la mía, tu tienes un hijo del cual cuidar no pienso dejar que cometas tal locura.

__ Padre si está guerra no acaba pronto, no habrá ningún lugar seguro en el cual estar.

Sara se levantó de su silla y le dio un abrazo a su padre y le dijo.

__ Padre sabes que soy más fuerte que cualquier otro soldado, si yo voy tenemos más posibilidades de ganar la guerra a que si vas tú.

__ Aún así tu eres una mujer, no te dejarán que tomes mi lugar.

__ El edicto decía que cada familia debía enviar un representante, en ninguna parte ponía que no podía ser una mujer.

__ Sara estás loca.

__ Padre no pienso perderte a ti también en esta guerra, haré todo lo posible por mantener a mi familia unida aunque tenga que pelear por ello.

Sara se quedó abrazando a su padre un buen rato, hasta que su padre le dijo.

__ Está bien, dejaré que tomes mi lugar, pero solo si logras que te acepten.

Sara le dio una sonrisa a su padre y le dijo

__ No te preocupes por eso, haré que ellos me acepten.

El padre de Sara dio un largo suspiro y le dijo.

__ ¿ Y cómo tienes planeado hacer eso?

__ Tu solo espera y verás.

Al padre de Sara no le hacía mucha gracia que ella no le contara lo que tenía planeado hacer, pero él conocía muy bien a su hija, y sabía que por más que le insistiera ella no iba a decirle nada así que no siguió preguntando.

Él sabía que dejar que Sara tomará su lugar era una verdadera locura, pero lo que ella le había dicho era verdad, si alguien tenía posibilidades de sobrevivir en el campo de batalla era ella, desde que Sara era solo una niña ella mostró increíbles habilidades de lucha aún mejores que las de su hermano, pero como ella era mujer no se le permitía aplicar como guerrera.

Después de terminar de hablar con su padre Sara le dio un beso en la mejilla y le dijo.

__ Te quiero papá, te veré después.

Y salió corriendo a buscar a su hijo, Alec seguía jugando con Taffi y Paul en el jardín, ella sabía que una vez que se marchara a la frontera pasaría mucho tiempo antes de poder volver a verle, así que decidió disfrutar de cada momento que tuviera con su hijo.

Capítulo 2. Armadura plateada

Sara jugó con su hijo hasta que esté estuvo tan cansado que terminó quedándose dormido en su regazo, ella lo llevó hasta su habitación, lo acostó en su cuna, y se quedó admirando a su pequeño dormir. Alec se parecía mucho a su esposo, tenía el mismo cabello rubio y los ojos azules como dos zafiros, su piel era tan blanca como la porcelana y su rostro tan bello como el de un ángel, siempre que Sara lo veía, el recuerdo de su esposo invadía su mente.

A pesar de que su esposo llevaba tres años muerto ella aún le seguía amando, cuando ella se enteró de la muerte de su esposo Caleb, Sara se pasó varios días y noches llorando hasta que un día su cuerpo no pudo más y se desmayó, el médico al revisar su condición le dijo que estaba embarazada, desde ese día Sara dejó de llorar ya que eso no le hacía ningún bien a su bebé.

El dolor por perder a su amado aún seguía arraigado en lo más profundo de su corazón, sin embargo no estaba sola tenía a su padre y a su hijo, y eso le dio la fuerza para salir adelante.

Pero ahora todo su mundo volvía a verse amenazado por el edicto del rey, sin embargo Sara estaba cansada que la guerra le quitara a los que más amaba, así que decidió luchar en lugar de su padre e intentar darle fin a la interminable guerra que se había desatado.

Sara se quedó admirando a su pequeño dormir hasta entrada la medianoche, al salir de la habitación de Alec, Sara se dirigió a su habitación, abrió las puertas de su armario y sacó un baúl de madera que estaba en la parte más profunda de su armario, el baúl estaba cerrado con un pequeño candado.

Ella sacó la llave que tenía guardada en un cajón en la mesita que estaba a la par de su cama, abrió el baúl y sacó una armadura color plata que su padre le había regalado cuando ella había cumplido la mayoría de edad.

Cuando su padre se la dio ella pensó que nunca tendría la oportunidad de poder usarla, sin embargo se había equivocado, Sara se probó la armadura para ver si aún le quedaba, al mirarse al espejo se sorprendió mucho al ver que le quedaba como un guante.

Sara se quitó la armadura y la dejó en una esquina de su habitación apoyada contra la pared, se puso un camisón de seda blanco y se metió en la cama ya que al día siguiente le esperaba un día muy ajetreado.

A la mañana siguiente Sara se levantó muy temprano sacó de su armario una túnica de color azul turquesa y unos pantalones negros, se cambió y se apresuró a ir al cuartel general, donde se estarían reuniendo todas las personas que habían recibido el edicto real.

Al llegar al cuartel uno de los guardias le impidió la entrada y le dijo.

__ Señora está prohibida la entrada de los civiles, así que le agradecería mucho que se retirará.

Sara sacó el edicto del rey que llevaba guardado en una bolsa, se lo entregó al guardia y le dijo.

__ Estoy aquí por el edicto del rey.

El guardia se quedó muy sorprendido al escuchar las palabras de Sara y le dijo.

__ Señora creo que está usted equivocada.

__ Por supuesto que no lo estoy, el edicto decía que un miembro de cada familia debía presentarse para ir a defender la frontera; por eso estoy aquí.

__ Si pero siempre es un hombre de cada familia el que se presenta no una mujer.

__ Lo sé, pero en el edicto no decía nada de que una mujer no podía presentarse.

El guardia volvió a leer el edicto del rey para asegurarse de que lo que Sara le estaba diciendo fuera verdad, y ella tenía razón, el edicto no especificaba que el miembro de cada familia debía de ser hombre y como no pudo encontrar nada para detener a Sara la dejó pasar y le dijo.

__ Vaya a esperar con los otros reclutas hasta que sea asignada a un escuadrón.

__ Gracias...

Sara se fue a esperar con los demás reclutas la llegada del general, mientras ella esperaba pacientemente todos los presentes se le quedaban mirando muy asombrados y hablaban en voz baja diciendo que cómo era posible una mujer se hubiera presentado en ese lugar para ir a la guerra.

Cuando el general llegó todos se quedaron en absoluto silencio, el general Morris era el que estaba encargado de asignar a los nuevos reclutas a sus debidos escuadrones, cuando el general miró a Sara entre aquel montón de hombres se quedó perplejo y le dijo.

__ ¿Qué está haciendo una mujer en este lugar?

Sara levantó su cabeza en alto y le contestó.

__ He venido como representante de mi familia.

El general se acerco a ella hasta quedar frente a su cara, ella podía incluso sentir la respiración del general por lo cerca que estaba y le dijo.

__ Este lugar no es para que las niñas vengan a jugar, así que ve de regreso a tu casa y dile a un miembro varón de tu familia que venga inmediatamente.

__ No puedo hacer eso señor, en mi casa los únicos miembros varones son mi hijo de dos años y mi padre el cual está viejo y enfermo, él ni siquiera se puede mantener de pie por eso he tomado yo su lugar, además en el edicto del rey no especificaba en ningún lugar que una mujer no pudiera presentarse.

El general fulminó con la mirada a Sara pero por más que él quisiera que ella se largara de ese lugar ella no pensaba marcharse, el general se dio la vuelta y le dijo.

__ Veremos cuanto tiempo aguantas en este lugar.

Sara se quedó mirándolo fijamente y le dijo.

__ Le demostraré que puedo ser un mejor soldado que cualquiera de los presentes se encuentran en este lugar.

__ Eso está por verse.

Capítulo 3. Prefiero la espada

Para decidir en qué escuadrón asignaban a los nuevos reclutas, siempre hacían una pequeña competencia para ver qué habilidades poseía cada uno, siempre les daban a escoger un arma en la cual se considerarán buenos, Sara se acercó a una de las mesas dónde estaban las armas y escogió una espada larga.

Cuando uno de los soldados que estaban ahí la vio coger la espada le dijo.

__ Sería mejor que escogieras el arco en vez de la espada.

Sara lo miró con una sonrisa un tanto engreída y le dijo.

__ Muchas gracias por tu consejo, pero yo prefiero la espada.

Sin más Sara se retiró y se unió al grupo de reclutas que habían escogido espadas, el general iba a supervisar las habilidades de los que habían escogido espadas y al ver a Sara entre ellos la miró con desdén y le dijo.

__ Hubiera sido mejor que escogieras el arco, quizá la espada sea demasiado para ti.

__ Gracias por su preocupación general, pero prefiero usar la espada.

El general Morris la ignoró y les dijo a todos.

__ Escojan una pareja para pelear y comiencen.

Todos los reclutas hicieron lo que se les ordenó y se unieron en parejas dejando a Sara de lado y sin pareja, el general al ver que ella había quedado completamente sola le dijo.

__ Vaya, al parecer ninguno quiere hacer pareja contigo.

__ Ya que nadie quiere pelear conmigo, ¿Por qué no pelea usted conmigo general?

Todos los presentes comenzaron a susurrar lo idiota que era Sara por pedirle al general que peleará con ella, pero Sara los ignoro y le dijo.

__ O acaso tiene miedo de perder contra una mujer.

__ Sabes tienes una lengua muy afilada, aceptó pelear contigo, pero si pierdes quiero que te largues de aquí inmediatamente y no vuelvas a poner un pie en este lugar.

__ Acepto tu condición, pero y si yo gano, ¿Qué me darás?

__ Si por casualidad llegaras a ganar, dirigirás a los nuevos reclutas.

__ Eso me parece bien.

Sara y el general se dirigieron a la arena para pelear; el general sacó su espada y le dijo.

__ Prometo no ser tan duro contigo.

__ Le aconsejo que no me subestime general Morris o pueda que se arrepienta de ello.

__ Bueno, como quieras.

Sara se centró en su posición, el general Morris tenía los pies firmemente apoyados, como él era más alto que ella, por lo tanto el tendría mayor envergadura y alcance, además de que el general tenía fama de ser un temible luchador.

Sara colocó sus propios pies en posición, el derecho delante, el izquierdo atrás, arqueando la parte dominante del cuerpo hacia su oponente.

El general le dio una sonrisa de superioridad a Sara y le dijo.

__ Que comience la lucha.

El general corrió hacia Sara como un caballo desbocado, con la espada por delante. Sara se sorprendió mucho por la velocidad del general, ella salto fuera de su alcance.

El general Morris se sorprendió de ver que Sara había podido esquivar su golpe, ya que incluso muchos de sus soldados más experimentados no podían hacerlo, el general arremetió otro golpe pero esta vez Sara no lo esquivo sino que lo detuvo con su espada, los pies de Sara estaban firmemente anclados al suelo y a pesar de que él había golpeado con todas sus fuerzas apenas y había logrado hacer que ella se moviera unos centímetros.

Todos los que veían la pelea se quedaron con la boca abierta al ver a Sara que igualaba al general Morris, ella aprovechó el desconcierto que sentía el general para atacar y arremetió con su espada de frente. El general intentó bloquear el golpe con su espada y al parar el golpe sintió como sus brazos se tensaban de dolor.

Sara había usado mucha fuerza al golpearlo, ella se movía como alguien experto, y el general no se explicaba de dónde ella sacaba tanta fuerza ya que Sara era pequeña y menuda.

Sara se alejó un poco de él, luego volvió a dar otro golpe el cual el general había detenido a puras penas, Sara volvió a atacar de nuevo y el general salto hacía atrás.

El general oía su propia respiración irregular, Sara era buena peleando, cosa con la que él no había contado, Sara volvió a atacar y él paró el golpe y sintió los brazos entumecidos.

__ Parece que se está cansado en general.

Dijo Sara en tono de burla.

__ No puedo negar que eres buena, pero no eres lo suficientemente buena como para poder ganarme.

__ ¿Está seguro de ello?

Sara salto hacía el general nuevamente sin darle la más mínima posibilidad de reaccionar, ella le quitó la espada de un golpe y deslizó su pie detrás de los del general y lo tiró al suelo y le puso la espada en el cuello y dijo.

__ Parece que he ganado.

El general se había quedado completamente perplejo, él no podía creer que aquella pequeña joven de aspecto delicado lo hubiera vencido y le pregunto .

__ ¿Quién te enseño a pelear así?

__ Mi padre me enseñó todo lo que sé.

__ ¿ Y quién es tu padre?

__ Mi padre es el duque Darius Brown.

__ Jajaja.

El general comenzó a reír y le dijo.

__ Ahora entiendo porque eres tan buena pelando, tu padre ha sido el mejor estratega y guerrero que este reino ha tenido, sin duda alguna te pareces a él.

Sara se sintió muy orgullosa de que el general hablará así de su padre, de que aún hubieran personas que recordarán el magnífico hombre que era su padre y le dijo.

__ Gracias por hablar así de mi padre.

El general se levantó del suelo, se quedó enfrente de Sara y le dijo.

__ El duque Brown ha sido uno de los mejores guerreros que he conocido, él se ha ganado mi respeto.

Sara le dijo al general Morris.

__ Supongo que ahora que te he ganado no te opondrás a que tome el lugar de mi padre.

__ No, tu has ganado y cumpliré mi palabra, podrás dirigir a los nuevos reclutas.

Todos los que estaban presentes y vieron la pelea se habían quedado anonadados al ver que Sara le había ganado al general y todos sintieron un profundo respeto hacia ella.

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