Ilan
Me dejaron en la habitación del hospital, mi madre estaba al teléfono afuera, apenas podía escuchar su voz como un murmullo. La cara me dolía, tanto como las muñecas y el cuello, las heridas eran superficiales, pero aun así dolían. Mi camiseta estaba llena de sangre, Ivana se enfadará mucho cuando vea la ropa manchada. Solté un suspiro pesado, toqué la venda de mi mejilla, el dolor no tardó en aparecer, pero no aparté mi mano. De repente, unos toques en la puerta hicieron que apartase la mano. Al no recibir respuesta, estos insistieron.
—¿Puedo pasar? —escuché la voz de mi madre cuando la puerta se abrió un poco—. Ilan, hijo —entró al cuarto sin esperar respuesta—. Le he pedido a los médicos que se dedicasen unos días a tus heridas, así que te quedarás aquí. No tendrás que ver a tu padre.
Asentí con la cabeza sin emitir ningún sonido. No había dicho nada desde antes de herirme, no tenía muchas ganas de hablar.
—¿Por qué no hablas, hijo?
Porque, aunque lo haga, ni a ti ni a tu esposo parece importarle lo que me sucede.
—Ivana me ha dicho que no has hablado desde el almuerzo.
Eso era correcto, ya eran casi las ocho de la noche y no les había dicho nada; tampoco planeaba hacerlo, no por ahora. De repente, el celular de mi madre comenzó a sonar, miró la pantalla y rápidamente salió del cuarto. Solté un suspiro pesado al tiempo que me recostaba en la camilla.
—Odio todo esto. —volví a suspirar.
Mis padres siempre habían estado más pendientes de sus trabajos que de cualquier otra cosa. Mi madre siempre había pasado más tiempo fuera del país que en mi casa conmigo. Pasó un rato largo hasta que mi madre volvió al cuarto. Parecía un poco malhumorada, así que supuse que le jodí algún trabajo, del que le están reclamando ahora.
—Mañana no estaré aquí —dijo en tono seco; que raro mamá, nunca puedes quedarte más que unas cuantas horas conmigo—, tengo que volver a Gales, aún tengo trabajo por hacer.
Se formó un silencio entre nosotros, la miré, ella tecleaba rápidamente en su celular quien sabe que mierda. Solté un bufido desviando mi mirada hacia el techo; no era para nada importante, mi padre ni siquiera había venido a verme, no le importaba nada más que sus fotografías y su perfecta esposa. Me saqué los zapatos, me acomodé en la camilla y me tapé.
—¿Dormirás tan temprano? —Le di la espalda—. Que carácter... —La escuché levantarse—. No sé de dónde sacaste ese carácter tan odioso —Revolvió mi cabello de manera brusca—. Bien, cuando se te pase todo esto, llámame.
Dicho esto, se alejó de mí, apagó la luz y salió del cuarto dejando la puerta abierta de par en par, solté un bufido. No quería levantarme, ya me había acomodado, así que dormiré con la puerta de mi habitación abierta como si fuera un niño pequeño. No tenía sueño realmente, no estaba cansado y las heridas me ardían un poco; esto no me dejará dormir cuando quiera hacerlo. Solté un suspiro pesado, me levanté de mala gana y cerré la puerta. Volví a acostarme, esta vez mirando la ventana. Las cortinas se encontraban cerradas, pero había una pequeña separación entre estas por la que podía ver algunos edificios y un poco del cielo.
—Esta noche estaré tranquilo al fin.
Salvo por Ivana, preferiría pasar toda mi vida en este lugar. Cerré los ojos exhalando lentamente. Debería hacer esto más seguido para estar aquí siempre, aunque Ivana seguramente me regañe cuando me vea, no podré volver a hacer algo así.
Desperté sintiendo la luz del sol que entraba por la ventana, me moví un poco con incomodidad; no recordaba cuando me quedé dormido, solo recordaba haber cerrado los ojos y ponerme a darle un par de vueltas a unas cosas. Bostecé aun algo cansado, intenté volver a dormir, pero unos toques en la puerta me lo impidieron. Al instante el médico que me había tratado las heridas entró junto con una enfermera, revisaron los cortes, volvieron a desinfectarlas y cambiaron las gasas.
—Tu madre me ha pedido que te informara que hoy verás a un psicólogo —simplemente asentí; ¡genial! No tenía ganas de ver a nadie que no sea el médico—. Trabaja en este hospital, así que, una vez que te dé el alta, tendrás que venir para verlo.
Solté un suspiro, el médico me miró unos instantes, para luego salir junto con la enfermera. De nuevo me encontraba solo en mi habitación, exactamente como los últimos diecinueve años de mi vida. Me levanté de la camilla y abrí las cortinas, luego abrí la ventana para asomarme. El viento frío me pegó en la cara, respiré profundo llenando mis pulmones de aire fresco. Estaba tranquilo por alguna razón, solo esperaba no tener que volver tan pronto a mi casa, no quería ver a mi padre de nuevo.
—Cierra esa ventana, niño, vas a resfriarte —sonreí al instante al escuchar aquella voz—. ¿No me oíste? —Se acercó a mí, me apartó de la ventana y la cerró—. Vas a enfermarte y en lugar de estar hasta mañana aquí, vas a pasar la semana —dijo con el ceño fruncido, para luego sonreírme—. Te he traído una camiseta limpia, unos calzoncillos y tu cepillo de dientes.
Ivana había sido como mi madre, de hecho había sido más que mi madre. Hace quince años está cuidándome. La contrataron solo para hacer los quehaceres en la casa, pero terminó haciéndose cargo de mi cuando vio el poco caso que me hacían mis padres.
—Ya habla niño, no querrás hablar con tu madre ni con los doctores, pero puedes hablar conmigo —acarició mi cabello, yo solo desvié la mirada—. Está bien, ya me hablarás, por ahora solo aséate y come algo.
Asentí, me dio la mochila que me había traído con mis cosas. Me dirigí rápidamente al baño, me di una ducha y me aseé. Luego salí encontrándome a Ivana sentada en la camilla mirando hacia la ventana. Me senté a su lado dejando la mochila en el suelo, ella posó su mano en mi mejilla y la acarició con cariño.
—También te traje tu celular. Tu amigo ha llamado un par de veces a casa ayer, ha dicho que no le contestabas y se preocupó.
Sonreí. Busqué mi celular y miré los mensajes que Aksel me había dejado, eran muchos y en todos hablaba en tono preocupado.
—Háblale luego, estuvo preocupado con lo que pasó.
Asentí, volví a guardar el celular en mi mochila. Ya lo llamaré cuando recupere las ganas de hablar con alguien. Nos pasamos unos minutos en silencio, ella acariciaba mi mejilla de manera maternal y cariñosa, pero nuestra tranquilidad fue interrumpida por unos toques en la puerta. Ivana se levantó rápidamente, se acercó a la puerta y la abrió dejando que una enfermera junto con un médico entraran al cuarto. La enfermera traía una bandeja con algo de comida, que colocó en una especie de mesa para los enfermos que se encuentran acostados, la acercó a mí y luego salió. En cuanto al médico, tomó una de las sillas que se encontraban al lado de la ventana, la acercó un poco a la camilla y me miró.
—Adelante, come —me sonrió desviando la mirada hacia Ivana—. Soy el psicólogo, tengo que hablar con el paciente, necesitaremos privacidad.
Ivana se acercó a mí.
—Vendré a buscarte mañana por la mañana, no te quedes dormido. —Asentí—. Se un niño bueno y no des problemas al médico, ¿entendiste?
Volví a asentir. Me tomó de las mejillas, me besó en la frente y salió del cuarto despidiéndose una vez más. Cuando estuvimos solos, el médico se sentó en la silla que había acercado a mi camilla y abrió la pequeña carpeta que traía entre las manos. Por mi parte, me dispuse a comer; desde ayer no comía nada.
—Ilan, ¿verdad? —asentí sin prestarle mucha atención—. Soy Aidan Zhang.
Lo miré, él simplemente me sonrió.
—Tu madre me ha dicho que no has hablado desde el almuerzo del día de ayer. ¿Por qué no lo has hecho? —me encogí de hombros; tampoco hablaré contigo, no me interesa hablar con nadie—. Bien, supongo que permanecerás en silencio —soltó un pequeño suspiro, acercó más su silla a mí y se inclinó un poco—. Escúchame, Ilan, no soy tu enemigo, intento ayudarte, ese es mi trabajo, solo necesito que cooperes.
Tomó mi mano entre las suyas; parecí que mis manos eran como las de un niño si las comparaba con las de este hombre.
—Nada de lo que digas aquí será rebelado a tus padres si no es algo que ponga en riesgo tu vida. Puedes decir todo lo que quieras sobre ellos, pero nada saldrá de aquí, ¿entiendes? Cuanto antes hables, antes podremos terminar con el tratamiento. Antes podrás tener tiempo libre para jugar con la consola, estar con tus amigos o con tu novia. Solo necesito que hables. —Soltó mi mano, miré unos segundos por la ventana y luego volví a mirarlo.
—No tengo novia, soy gay —contesté—. Y no necesito un psicólogo, así que le agradecería que se fuera.
Soltó un suspiro.
—No parece que te haya importado mucho lo que te dije antes —se levantó de la silla y se sentó a mi lado—. Ilan, tómame como un amigo. Al final del tratamiento voy a conocerte mejor que tú mismo —volvió a tomar mi mano—. Hagamos un trato: prueba a hablar conmigo un mes, si no te sientes cómodo, te doy el alta y no tienes que venir de nuevo.
Miré nuestras manos unos instantes; seguía creyendo que mis manos se ven como las de un niño pequeño cuando están entre las de él.
—¿Cuántas sesiones son por semana?
—En tu caso, serán tres veces por semana. ¿Tenemos un trato?
Levanté la mirada a su rostro, no lo iba a negar, era un médico apuesto, tal vez valía la pena tener las sesiones con él, al menos para mirarlo mientras hablaba.
—Está bien.
Me sonrió soltándome la mano. Volvió a su lugar y yo a distraerme con la comida que me habían traído. Comenzó a preguntarme cosas básicas, como cuál era mi edad, si ya había terminado la escuela, donde vivía, si tenía muchos amigos, si salía constantemente. Contesté a todas las preguntas, después de todo no me estaba preguntando nada muy íntimo. Luego de las preguntas que me hizo y de anotar mis respuestas empezó a preguntarme sobre mis gustos. No le encontraba mucho sentido que tenga que preguntarme sobre algo así siendo mi psicólogo, pero no me molestaba en absoluto, al menos el tiempo se pasaba un poco más rápido.
—Bien, por hoy terminamos —se levantó—. Te veré el viernes, no lo olvides —negué con la cabeza, noté que escribió algo rápidamente en su libreta y luego arrancó un pedazo de la hoja—. Ten —me extendió el papel—. Es mi número, si necesitas hablar de algo puedes llamarme, sea cual sea la hora y cualquier día —me sonrió.
—Gracias.
Tomé el papel, él me saludó con la mano para luego salir del cuarto. Me quedé mirando el papel, para ser médico tiene una muy bonita letra. Saqué mi celular y abrí WhatsApp, aún tenía que responderle a Aksel, pero antes, me puse a leer todos y cada uno de los mensajes que me había enviado.
—"Estoy aquí. Ivana me ha traído el celular hoy".
Le contesté. No pasaron ni dos segundos hasta que obtuve respuesta por su parte.
—"Me tenías preocupado, idiota. ¿Qué has hecho? ¿Te has lastimado? ¿Tu padre te ha hecho algo?".
Solté un suspiro pesado, no quería contarle nada de lo que había pasado aún, seguramente iría a verme a mi casa cuando saliera del hospital.
—"Ya verás, no quiero contártelo ahora. En su lugar, prefiero informarte que tengo que ver al psicólogo tres veces por semana".
—"Te hará bien, Ilan" —Esperé unos instantes—."¿Al menos es un psicólogo lindo?" —sonreí, nunca fallaba, él siempre intentaba buscarme un novio en cada hombre que se me acercaba—. "¿Te ha dicho su nombre? Deberías buscarlo por internet, tal vez encuentres sus redes sociales y sepas mejor si tiene novia y si puedes intentar algo con él" —solté una pequeña risa; Aksel era un idiota si creía que un médico como él me haría caso.
—"Eres un idiota, ¿sabes?" —sonreí—. "Y sí, es un médico muy lindo" —miré el papel que me había dado Aidan—. "También tiene una caligrafía hermosa y legible. Para ser médico, es muy bonita su letra".
Y ahí volvió el viejo Ilan, fijándose en cosas que nadie más se fijaría en el momento de buscar una pareja. Decidí salir de WhatsApp y agendar a Aidan, luego volví a la aplicación y actualicé los contactos para ver a Aidan entre los demás. Tal vez esto de recibir terapia por parte de alguien como él no sea tan malo como había pensado en un principio. Podría acostumbrarme a verlo tres veces por semana, no me agradaba la idea de tener que contarle mi vida, pero eran detalles menores.
Aidan
Ilan entró a mi consultorio, aún llevaba las vendas que le habían puesto cuando estuvo internado. Me levanté sonriéndole, él rápidamente se acercó a mí con la misma seriedad del primer día, le extendí la mano, la cual estrechó. Volví a sentarme invitándolo a que él también lo hiciera, dejó su mochila al lado de la silla, se sacó el abrigo y lo puso en el respaldo del asiento.
—¿Cómo has estado? —pregunté cuando se acomodó—. ¿Cómo han estado tus heridas?
Se encogió de hombros.
—Estoy bien.
—No parece que estés muy bien —me levanté y me acerqué a la cafetera—. Cuéntame que ha pasado —me giré antes de que contestara algo—. ¿Tomas café? —asintió, serví dos tazas de café y las coloqué en mi escritorio—. Debes tener frío, esto te hará entrar en calor.
—Gracias, doctor.
Le dio un sorbo al café. Saqué mi silla de donde estaba y la puse junto a la de Ilan, acerqué mi cuaderno e hice una anotación rápida.
—Puedes llamarme por mi nombre, no tenemos mucha diferencia de edad —simplemente asintió dándole otro sorbo a su café—. ¿Me quieres contar algo? —negó con la cabeza, esta vez el que suspiró fui yo; parece que no será nada fácil hacerlo hablar—. ¿Cómo están tus heridas? ¿Aún te duelen? —pregunté escribiendo unas pocas palabras en mi cuaderno.
—Un poco. Ivana, la empleada de mi casa, se ha ocupado de revisarlas todo el tiempo —se volvió hacia mí—. ¿De qué se supone que tengo que hablar en las sesiones? Nunca he estado en un psicólogo.
Tomé un sorbo de mi café antes de que se enfriase, dejé la taza en el escritorio y me acomodé en mi asiento.
—En principio, puedes hablarme de lo que quieras, de lo que te moleste, de lo que te haya pasado en el día, de tus pensamientos, pero sería ideal empezar por lo que te sucedió. Me gustaría que me hables de porqué te has herido de esta manera —desvió la mirada de mi rostro, dejó la taza en el escritorio soltando un suspiro—. Tu madre me ha pedido que te trate por lo que ha sucedido, quiere que saques aquello que te aqueja para que no vuelvas a hacerte daño —me acerqué un poco más a él.
—Estoy seguro de que quiere hacer de cuenta que le importo para que no se sienta tan mal en su lecho de muerte solo por no haberme prestado atención durante todo este tiempo.
Comencé a anotar lo que me había dicho; bien, uno de los problemas era su madre.
—¿Todo éste tiempo? —asintió—. ¿De cuánto tiempo hablas?
—Diecinueve años —su edad—. Casi no estuvo en mi casa por su trabajo. Ivana es más mi madre de lo que lo fue ella.
Noté que por sus mejillas comenzaban a resbalar unas cuantas lágrimas, rápidamente bajó la mirada a sus manos, tomé un par de pañuelos y se los extendí.
—¿Te sientes solo? —asintió comenzando a sollozar, solté un pequeño suspiro y me acerqué a él—. Tranquilo, Ilan, cálmate un poco.
Acaricié su cabello, se acercó a mí y me abrazó, correspondí al abrazo aunque no fuera del todo profesional. Sentí que debía salirme de mi profesionalidad y consolarlo. Colocó su cabeza en mi pecho sollozando todavía, acaricié su cabello intentando tranquilizarlo
—Escucha, Ilan, sé que todo esto te lastima, pero necesito que hables conmigo para poder ayudarte —lo separé un poco de mí para mirarlo—. Si no sacas todo eso que te hace llorar no estarás bien nunca —tomé uno de los pañuelos de su mano y sequé con cuidado sus lágrimas—. Por hoy podemos concluir la sesión, pero el lunes quiero que hables conmigo. También puedes mandarme mensajes o llamarme si necesitas hablar de algo, tienes mi número —me miró unos instantes con los ojos aún llenos de lágrimas—. Escúchame, no suelo hacer esto con pacientes, menos si son tan jóvenes como tú, pero si quieres podemos ir mañana a tomar un café y me hablas de lo que sucede en tu familia.
—N-no Aidan, n-no es necesario que rompa las reglas —dijo separándose de mí—. Gracias de todas maneras —me mostró una pequeña sonrisa—. Intentaré hablar la próxima sesión.
—¿No quieres quedarte un poco más? Así te calmas antes de salir —dejé mi cuaderno en el escritorio, terminé el café y lo miré—. ¿Quieres un poco de agua?
Asintió, rápidamente salí del consultorio por un poco de agua, luego volví con él y le extendí un pequeño vaso descartable, Ilan solo tomó un par de sorbos y dejó el vaso.
—Hablaré el lunes, doctor, intentaré contarle porqué he terminado aquí —lo miré unos instantes para luego asentir, bajó su mirada—. ¿Puedo quedarme aquí? Al menos hasta que mi turno termine.
No siente que su casa sea un lugar seguro, de otra manera ya se hubiera ido.
—Claro —me senté a su lado nuevamente—. Entonces, cuéntame cosas de tu vida. No te escucharé como tu psicólogo, sino como tu amigo.
Le sonreí, me miró unos instantes sin decir nada, luego sonrió bajando la mirada hacia sus manos nuevamente. Comenzó a hablarme de los amigos que había hecho antes de terminar la escuela, pero que únicamente consideraba como un verdadero amigo a un solo chico, que lo conocía desde primaria. Me ha contado de los viajes que ha hecho por el país y lo mucho que le gustaría viajar fuera, lejos de sus padres. Cuando mencionó a estos, volvió a estar cabizbajo. Realmente el problema se encontraba en sus padres, su casa no le hacía ningún bien al parecer.
—Escucha Ilan, tu cita ya ha terminado. ¿Vendrás a verme el lunes? —nos levantamos para acercamos a la puerta.
—Hicimos un trato, ¿no? Vendré a verte —sonreí abriendo la puerta—. Nos vemos el lunes, doctor
Me sonrió también, acto seguido, salió del consultorio. Luego de la cita con Ilan, el día continuó tranquilo y atareado como de costumbre. Cuando terminé con los pacientes, tomé unos cuántos papeles que debía llenar para los legajos, tomé el resto de mis cosas, me coloqué mi abrigo y salí del consultorio cerrando la puerta con llave, luego salí de la clínica.
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Me desperté con el sonido de mi celular, tanteé en mi mesa de luz buscando el aparato, cuando lo encontré, miré la pantalla con algo de dificultad por culpa del brillo que tenía este. Tenía unos cuántos mensajes de trabajo, unos cuántos de un par de amigos y un par de un número desconocido. Decidí abrir estos últimos, me intrigaba saber de quien se trataba. Era Ilan, parecía angustiado por algo, pero no especificaba que era lo que le ocurría, solté un bostezo y lo llamé.
—G-gracias por llamarme... —contestó al instante—. L-lamento molestarlo así. ¿P-puede romper las reglas? N-no creo poder aguantar hasta hablar con usted el lunes.
Me levanté prácticamente de un salto.
—Está bien, deja que me alisto —dije mientras me dirigía al baño—. Apenas salgo de la cama, intentaré alistarme lo más rápido que pueda —lo escuché sollozar del otro lado de la línea—. Escúchame, nos veremos en la cafetería cerca del hospital. ¿Sabes de cual te hablo? —Abrí la canilla de la ducha.
—S-sí... —contestó con la voz entrecortada—. N-no se tarde, p-por favor...
Dicho esto, colgó. Me desvestí y tiré el celular sobre mi ropa, me duché y alisté lo más rápido que pude, tomé mi billetera, mi celular y mis llaves, para luego salir de la casa. Cuando llegué a la cafetería, paseé mi mirada por el lugar hasta dar con Ilan, él se había sentado en una de las mesas más alejadas. Me acerqué y lo saludé sentándome frente a él, noté que tenía los ojos vidriosos, no tenía la venda en su rostro dejando a la vista una profunda cicatriz en su mejilla y parecía no haber dormido nada.
—¿Qué ha sucedido? —sus ojos se llenaron de lágrimas inmediatamente—. Ilan... —Tomé su mano y la apreté levemente.
—¿S-sabe quién es mi padre? —negué con la cabeza—. S-soy hijo de Kevin Metzel, un célebre fotógrafo de modelos —asentí, creía haber visto algo que tenía que ver con él, pero no creí que él fuera el mismo Metzel—. Kevin conoció a Tara Bowen cuando fue a Gales a trabajar con una revista de allá. Él se volvió loco con esa mujer, le parecía perfecta. Es su musa aún hoy —bajó la mirada hacia nuestras manos—. U-unos meses después de conocerse y de comenzar una relación, se casaron. Al año nació un niño —comenzaron a resbalar algunas lágrimas por sus mejillas—. E-el niño era una carga para sus padres. S-su madre pasaba más tiempo en Gales, su país natal, que en Croacia con su hijo y su esposo, por lo que Kevin tuvo que "encargarse" del niño.
Lo detuve, su rostro estaba completamente empapado con sus lágrimas.
—¿Puedes seguir contándome eso en la sesión del lunes? Tengo que anotar muchas cosas para que pueda ayudarte en tu tratamiento adecuadamente —asintió con la cabeza soltando un pequeño suspiro—. Escúchame, pide lo que quieras, yo pagaré. Mientras desayunamos algo hablamos y te distraes un poco.
Volvió a asentir, le sonreí, solté su mano y llamé a la camarera. Una vez que hicimos los pedidos y la camarera nos dejó solos, volví a tomar la mano de Ilan, él me miró con un pequeño sonrojo en las mejillas que me llevó a soltarlo nuevamente. Desvió la mirada hacia la mesa
—Dime, ¿qué piensas estudiar? —Se encogió de hombros.
—Aún no lo sé. Mi padre me está presionando para que sea fotógrafo, pero, sinceramente, no me gusta —levantó la mirada—. Aún no me he decidido que estudiar —asentí—. No piense que no quiero estudiar nada y vivir de mis padres toda la vida.
—No pienso eso. No todo el mundo sabe lo que quiere cuando sale de la escuela —la camarera trajo lo que habíamos pedido interrumpiendo la conversación—. Solo tienes que buscar algo que te interese. Podríamos intentar encontrar algo que encaje contigo luego de la terapia. Si quieres, claro —asintió mostrándome una pequeña sonrisa.
—Gracias, Aidan. No creí que me propondría verme aquí cuando vio los mensajes. Ni siquiera esperaba que me llamase. Creo que mi madre ha hecho algo bien en mi vida cuando lo contrató para que me tratara —una sonrisa avergonzada apareció en su rostro.
—Estoy para ayudar, ese es mi trabajo —le sonreí también—. Además, parecías estar muy mal cuando te llamé —le di un sorbo al café—. No quería quedarme sin hacer nada —desvió la mirada hacia la mesa aún con la sonrisa en su rostro—. ¿Te encuentras mejor? —asintió.
—¿L-le molestaría venir conmigo al parque? Me gustaría ir a caminar con alguien, pero Aksel esta algo ocupado con su trabajo hoy.
Me le quedé mirando unos instantes sin decir absolutamente nada, si me distraía tanto con este niño tendría que desvelarme para hacer mi trabajo y ni siquiera estaba seguro de poder terminar todo hoy.
—S-si no puede lo entenderé, ya es suficiente que haya venido hasta aquí, prácticamente lo desperté hoy... —dijo en tono nervioso, negué con la cabeza.
—Podemos ir a caminar un rato, luego te llevaré hasta tu casa, Ilan.
Sonreí, seguro de que ésta noche no dormiría por estar con mi trabajo, pero valía la pena apartarme un poco de lo que tenía que hacer para ayudar a un paciente. Luego de desayunar, decidimos salir a caminar. Me enfoqué en sacarle alguna que otra cosa sobre su persona, conocerlo un poco mejor para poder ayudarlo luego con su terapia, pero, al parecer, no tenía muchas ganas de hablar de él.
—Cuénteme de usted —le dirigí una mirada seria.
—No soy tan mayor, no es necesario que me trates como un hombre de cincuenta años.
Soltó una pequeña risa.
—Está bien, doctor, cuéntame de ti —volví a mirarlo de manera seria.
—Yo soy el psicólogo, no tú.
Se encogió de hombros con una sonrisa en el rostro.
—Solo quiero saber un poco más de quien me va a dar mi tratamiento —sonrió—. Dime, ¿qué edad tienes? —preguntó tomándome de la muñeca para llevarme a una banca cercana.
—Veintiséis años —asintió haciendo la mímica de que anotaba algo en una libreta invisible—. ¿Me estas burlando, niño? —pregunté actuando como si me hubiera ofendido.
—Claro que no, doctor, pero ahora es mi turno de ser el psicólogo. ¿No te parece divertido cambiar de rol un día? —sonreí para luego asentir—. Bien entonces, ¿tienes pareja? —negué con la cabeza, volvió a hacer aquella mímica—. ¿Tienes mascotas? —asentí—. Ya veo... —bajó sus manos y desvió la mirada.
—¿Alguna pregunta más, señor doctor?
Negó con la cabeza levantándose de la banca, lo miré sin entender su repentina seriedad.
—¿Me acompañas hasta mi casa?
Asentí levantándome también. Comenzamos a caminar en silencio. Él estaba algo más distanciado de lo que lo había estado antes, sin contar su repentina seriedad. Esperaba no haber dicho o hecho algo que lo molestara, ya nos estábamos entendiendo bastante bien como para arruinarlo.
Ilan
—¿No le has preguntado si es gay? —preguntó Aksel mirándome desde mi cama, negué con la cabeza—. Eres un idiota, lo sabes, ¿verdad?
Hice un bollo con un papel de mi escritorio y se lo tiré.
—Está bien, está bien, veo que ya lo aceptaste —soltó una pequeña risa, para luego ponerse serio nuevamente—. ¿Y si es gay y tienes una pequeña oportunidad con él? No pierdes nada con intentarlo —me giré en mi silla quedando frente al escritorio.
—No lo sé, Aksel. No es ético que un psicólogo se meta con su paciente —el bollo de papel que le había lanzado a Aksel cayó justo a mi lado—. Que mala puntería tienes.
—Como si no hubiera pasado antes. No seas idiota, ya te dijo que no tiene pareja —me giré hacia él—. Piénsalo, Ilan, puede ser tu escape de tu casa. De tu miseria.
—No se fijará en mi... —Señalé la herida de mi rostro—. Recuerda que cada vez soy un poco más imperfecto. Aidan no se fijará en mí.
De repente sentí un vacío en mi interior, como si me hubieran arrancado el corazón de cuajo y no tuviera nada allí más que aire. Escuché un suspiro por parte de Aksel, bajé la mirada hacia mis manos.
—Nunca tendrás novio así —comencé a juguetear con mis manos—. Solo has salido con un chico desde que saliste del clóset y solo fueron dos meses los que estuviste con él. Deberías darte otra oportunidad. Intenta algo, tal vez resulten las cosas con tu psicólogo —me tomó del mentón haciendo que levante la mirada hacia él—. El señor psicólogo amará saber que tus hermosos ojos verdes solo se fijan en él —me le quedé mirando unos instantes.
—Si no tuvieras novia, ahora te hubiera besado —hizo una mueca de asco mientras se alejaba de mi rostro—. No seas así Aksel, sé que quieres ocupar el lugar de Aidan —lo tomé de la nuca acercándolo a mí nuevamente.
—Despacio, Ilan, no puedo dar ese paso aún.
Solté una pequeña risa mientras me alejaba de su rostro.
—No eres mi tipo de todas maneras —se tomó del pecho mientras hacia una expresión de dolor—. Que dramático eres.
Le sonreí volviéndome hacia el escritorio, tomé mi celular y miré la pantalla, tenía mensajes de Aidan en mi WhatsApp de ayer, cuando repentinamente decidí que quería volver a mi casa. Parecía genuinamente preocupado por mi estado, me envió un par de mensajes luego de dejarme en mi casa y esta mañana me preguntó cómo me encontraba. No había respondido aún a ninguno de sus mensajes, no me sentía listo para hablar con él.
—Respóndele de una vez, debe de estar preocupado de verdad, de otra manera no te hablaría.
Abrí su chat, Aidan estaba en línea, miré a Aksel, él me hizo una seña con el mentón que me hizo volverme a la pantalla del aparato.
—"Lamento lo de ayer. Me encuentro perfectamente bien, gracias por preocuparte".
Tecleé rápidamente, pero no lo envié, simplemente me quedé mirando la pantalla.
—Que frío suenas —dijo Aksel desde mis espaldas—. Dile que no te encuentras bien así le sacas algo más de conversación —Borré lo que había escrito y bloqueé el celular—. Te dejo solo, Ilan, háblale a tu chico y cuéntame luego. Nos vemos.
Me revolvió el pelo como si fuera un niño pequeño y salió de mi cuarto. Volví a mirar mi celular sin tener idea de qué podría escribirle, pero tenía que pensar rápido, ya había visto sus mensajes.
-—"Lamento haberme comportado así ayer, se me atoró una de las preguntas que te quería hacerte".
Escribí rápidamente para luego enviárselo. No tardó mucho en ver el mensaje.
—"¿Una pregunta? Antes que nada, ¿cómo te encuentras?"
Respondió sin perder un segundo, estaba a punto de contestarle cuando, de repente, la puerta de mi habitación se abrió, me giré rápidamente viendo a mi padre en el marco de esta.
—Ya estás aquí —dijo de manera fría—. Sirve de algo y acomoda el set, tengo que tomar algunas fotografías —dicho esto, cerró la puerta azotándola, solté un pequeño suspiro.
—"No muy bien, mi padre me ha pedido que prepare el set de fotografías". —le envié el mensaje—. "Espero hacerlo bien para no enfadar a mi padre. Te diré como estoy luego de ver cómo me trata".
Noté que leyó los mensajes antes de salir de la aplicación. Guardé el celular en mi bolsillo y salí hacia el cuarto que utiliza mi padre como set, él se encontraba allí, ordenando un par de cosas, cuando se percató de mi presencia, levantó la vista con una mirada fría.
—Muévete, inútil —asentí agachando la cabeza—. ¿Por qué tu madre decidió tenerte? —lo escuché decir entre dientes—. Al menos si fueras una niña, estoy seguro de que serias igual a ella; igual de atractivo que tu madre y me servirías de algo al menos.
Sentí una punzada en mi pecho mientras lo escuchaba hablar entre dientes. Nuevamente no le servía de nada, siendo que siempre había hecho todo cuando debía trabajar. Comencé a mover las luces y a preparar la cámara mientras mi padre salía del cuarto. Preparé todo rápidamente para luego quedarme parado cerca de la puerta, mi padre volvió al poco tiempo con una chica joven, ella me sonrió mientras que mi padre lo hacía de manera fría, miró el set, deformando su expresión a una dura.
—¡Eres un inútil de mierda! Tantos años y no sabes cómo van los focos. Vete a tu cuarto y no salgas hasta la hora de cenar.
Se volvió hacia la chica y comenzó a hablarle cortésmente. Salí del set cerrando la puerta con sumo cuidado para no desencadenar otra ola de insultos. Volví a mi cuarto y me desplomé en la cama sacando nuevamente mi celular.
—"Me gustaría que me hablaras de él mañana".
Solté un pequeño suspiro, no había salido de su papel.
—"Está bien, lo intentaré, pero no prometo nada".
Contesté, al instante vio el mensaje y comenzó a escribir.
—"Está bien. Ahora respóndeme por favor, ¿cómo te encuentras? Me dejaste preocupado luego de haberte ido así".
Sonreí sin poder evitarlo; sabía que lo decía solo porque era mi psicólogo, pero me hacía sentir que le importaba a alguien más que no sean ni Ivana ni Aksel.
—"Mi padre me ha tratado mal de nuevo, pero me encuentro bien".
Contesté rápidamente. Dejé mi celular en la mesa de luz y me cambié la ropa por el pijama. Luego volví a acostarme y tomar el celular. Miré mi Instagram, Aksel subió un par de fotos de cuando estaba aquí, en una me encontraba yo, reclinado en la silla de mi escritorio. Abrí nuevamente WhatsApp y miré el mensaje que había dejado Aidan.
—"Espero que realmente lo estés, mañana ya me contarás como sigue tu historia. Espero que estés con ánimos de hablar".
En mi rostro se asomó una pequeña sonrisa.
—Mañana lo veré —susurré metiéndome en la cama.
Era algo temprano para ir a dormir, ni siquiera había cenado, pero me sentía como los niños pequeños, quería que pase el día, que terminara pronto para poder ir a consulta con Aidan. Dejé el celular en la mesa de luz, apagué las luces de mi habitación y me acomodé, desvié la mirada hacia la ventana, Aksel había cerrado las cortinas y ahora no podía ver el cielo nocturno, pero, por primera vez, no lo odio.
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Me levanté temprano, me bañé, me alisté, tomé mi celular y bajé al comedor. Ivana se encontraba apenas preparándose su desayuno. Sin hacer un ruido, me senté en la mesa y me quedé mirándola hasta que se giró llevándose un susto.
—Idiota... —dijo provocando que soltara una carcajada—. ¿Qué haces levantado tan temprano? —dejó su taza en la mesada—. ¿Quién te ha robado todo ese sueño que solías tener hasta ayer? Y háblame sin esa cara de idiota por favor, me dan ganas de golpearte.
Sonreí bajando la mirada hacia la mesa
—Habla, niño idiota —comenzó a preparar más café.
—No es nada, Ivana, simplemente me levanté con energía —mentí con una pequeña sonrisa en mi rostro que no podía eliminar.
—Ya dime. ¿Te crees que no me doy cuenta de que alguien te trae así? —puso una taza de café frente a mí, tomó la suya y se sentó—. Dime de una vez.
¿Qué tan arriesgado era que le diga que mi psicólogo era quien me tenía de tan buen humor?
—No es nadie especial, Aksel me presentó un amigo y parece que nos llevamos bien —dije soltando un pequeño suspiro al final, tomé la taza, tomé un sorbo y la miré, ella me examinaba con la mirada haciendo que me pusiera nervioso.
—Ya veo —sonrió—. Espero que todo salga bien y recuerda cuidarte con él.
Me ahogué con el café al escucharla.
—¡Ivana! —exclamé tosiendo—. No digas tonterías, ni siquiera somos amigos aún.
Soltó una carcajada.
—¿Cómo es? Cuéntame, no me dejes con la mitad de la información, niño.
Negué con la cabeza, bebí el café prácticamente de un trago, miré mi celular y me levanté.
—Tengo que irme. Lo siento, Ivana, pero tendrás que esperar a conocerlo.
—Cuando vuelvas, me lo describes, no me dejarás con la intriga, mocoso —hice una seña con la mano dirigiéndome a la escalera—. ¡Abrígate o te enfermarás por idiota!
La escuché gritarme mientras subía. Vi a mi padre salir de su cuarto cuando llegué a la planta alta, esquivé su mirada lo más que pude antes de meterme en mi cuarto. Me puse un abrigo, mi gorro y tomé mi mochila, volví a bajar.
—¡Nos vemos, Ivana! —saludé saliendo de la casa.
Mientras caminaba, saqué mi celular y le marqué a Aksel. Estaba seguro que aún no se había levantado. Marqué un par de veces más hasta que recibí respuesta por su parte.
—Levántate, que tienes que ayudarme —recibí por su parte unos murmullos incomprensibles—. ¡Aksel!
—¿Eres idiota? —soltó un suspiro pesado—. ¿Ya viste que hora es? Quieres matarme, ¿verdad?
—No es para tanto, no te quejes. Ya levántate, estoy a un par de cuadras de tu casa y necesito que me ayudes con Aidan.
Me detuve antes de cruzar la calle.
—Hoy vas con él, ¿verdad? Deberías pedirle que esté contigo después de tu sesión —parecía haberse despertado de repente al escuchar el nombre de Aidan—. Te estaré esperando en la puerta, no te tardes, Ilan.
Dicho esto, cortó la llamada. No tardé mucho en llegar a la casa de Aksel. Como me había dicho en la llamada, me esperaba sentado en los escalones que llevaban a la puerta de su casa. Cuando me vio, se levantó rápidamente y abrió la puerta para que pasara. Sin perder tiempo, nos dirigimos a su cuarto y nos sentamos en su cama. Comenzamos a tramar como y de qué le hablaría a Aidan, no teníamos ni idea de que podría hablarle a mi psicólogo. Al final decidimos que él me ayudaría cuando le hablara por WhatsApp. Aksel me escribiría preguntas para que le hiciera a Aidan y, así, poder avanzar un poco con él.
—¿Puedo hacerle preguntas subidas de tono? Estoy seguro de que así no te verá como un niño —le di un golpecito en el hombro, provocando una risa por su parte.
—Eres un idiota, si sabía que ibas a tener esa idea no te hubiera pedido ayuda —miré la hora en mi celular, ya casi era hora de almorzar, tenía que volver a mi casa para que Ivana no me regañara—. Tengo que irme, hoy tengo que hablarle a Aidan de mi vida —hice una mueca—, pero en la noche te hablaré para que me ayudes con él —Aksel asintió haciendo como si no le importara en absoluto lo que pase entre mi psicólogo y yo—. Nos veremos mañana, ¿verdad? —Volvió a asentir, me levanté y lo miré—. No actúes como si no te importara, ¿o estas celoso de que mi hermoso psicólogo capte toda mi atención?
Sonreí de manera burlona, por su parte, se sentó dirigiéndome la mirada haciendo pucheros como si fuera un niño pequeño.
—Antes eras solo mío y ahora estas idiotizado con ese —solté una carcajada.
—Cállate, idiota. Como si te fuera a cambiar por mi príncipe —sonreí, tomé mis cosas y volví a mirarlo—. Tendrás a un cuñado de foto de revista —soltó un largo suspiro al tiempo que se acostaba nuevamente—. Nos vemos mañana.
Me saludó con la mano con pereza de siquiera mirarme, sonreí con cariño; si fuera otra persona, seguramente me enfadaría, pero con él era imposible hacerlo, era casi como mi hermano. Salí de su cuarto y luego de su casa pensando en mi psicólogo. Esperaba que todo fuera bien con Aidan, poder conocerlo un poco más, de verdad quería gustarle, o al menos llegar a ser su amigo.
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