...¡Hola, queridos lectores! Espero que estén muy bien, quisiera informarles. Esta novela sigue en proceso de edición, los capítulos no se encuentran corregidos todavía, si encuentran errores ortográficos o alguna irregularidad es por esa causa. Ahora sí, los dejo adentrarse en la historia. ¡Un saludo! ❤...
^^^"Sé ese faro que me salve, guiándome en medio de esta inevitable tempestad"^^^
^^^–Laara–.^^^
–¡Mamá, mírame por favor! –Acarició sus pálidas mejillas, caminando apresurada a la vez que llevaban la camilla a toda velocidad–. No me dejes, por favor...
–Señorita, le pido que espere en la sala de espera, nos agilizará más el trabajo. –Quedó paralizada en el lugar viendo que desaparecían por las puertas de operaciones.
Aurore desolada se sentó en una de las sillas, solo estaba ella, eran las 23:25 pm de la noche.
No podía soportar más ese nudo horrible que llevaba horas oprimiendo en su garganta, cuando vio a su madre tendida sobre aquellos fríos azulejos en el centro de la cocina, ya no era capaz de aguantar esa imagen grabada en su mente. Había sucedido anteriormente, no era la primera vez que pasaba, pero no podía acostumbrarse a ello.
Estalló en lágrimas, sintió que se le desgarraba el alma, esta vez tenía un presentimiento vaporoso, una sensación de vacío en el pecho, como si fuese la última vez que vería a su madre.
Enterró su rostro entre sus manos, las cuales temblaban sin cesar.
Vivía siempre con el temor de perderla, en cualquier momento su peor pesadilla podía hacerse realidad y eso la atormentaba constantemente. Cuatro años después de la muerte de su padre, le habían detectado un cáncer de pulmón a su mamá. Desde ese instante tuvo que dejar los estudios, había terminado la educación secundaria cuando se vio obligada a trabajar de camarera; niñera, recepcionista y numerosas labores para sobrevivir y hacerse cargo económicamente de todo.
Su madre se negaba a su decisión, habían aceptado a Aurore en una universidad muy prestigiosa por sus notas de honor, estudiaría medicina especializándose en oncología, aunque era un sueño muy lejano, pudo haber curado a su mamá. Una vez le quitaron a su papá, el destino no podía ser tan injusto arrebatándole lo único que le quedaba en la vida.
Perdida en sus pensamientos y sumergida en la desesperación, escuchó el sonido de su teléfono.
Era Jake, su padrastro.
–¿Qué quieres? –Preguntó Aurore con tono despectivo hacia él. A pesar de tener carácter, a ella no le gustaba hablarle mal a nadie, sin embargo el comportamiento tan irresponsable de Jake la sacaba de quicio.
–¿E-estáis otra vez en el hospital? Acabo de llegar... a casa y no hay nadie.
–¿Estás borracho de nuevo? Y todavía te atreves a preguntar dónde estamos. Juro que no tienes vergüenza. –Sintió que iba a explotar de la impotencia.
–¡Cállate y responde, ingrata! –Se oyeron platos romperse.
–¡No te atrevas a aparecer aquí! –Su voz se quebró y terminó la frase sacando fuerzas que no tenía.
Se colgó del otro lado.
Su madre conoció a Jake hace cinco años, tenía la persistente idea de que necesitaban a un hombre para que las cuidara, jamás lo amó, se casó simplemente por ese motivo, para protegerlas y brindarles apoyo. Pero nada de eso se cumplió. En vez de ayudarlas, solo regresaba borracho a casa y la mayoría de las veces no aparecía en días incluso semanas.
Nunca vieron un centavo de su parte, parecía tener un buen trabajo por los caprichos costosos que se daba, como relojes y ropa de calidad, alquilando coches de lujo. Sin embargo, jamás les dijo cuál era su trabajo. Era un hombre misterioso, en ocasiones parecía querer mucho a Rose, la mamá de Aurore, pero en otras la trataba mal, ofendiéndola e hiriéndola.
Pues cuando ella estaba presente no lo permitía pero cuando se encontraba trabajando estaba segura de que sucedía, porque al volver a casa la veía llorando y varias cosas rotas al rededor. Eso no le hacía bien debido a su enfermedad, tenía que estar tranquila pero Jake únicamente le traía disgustos. Por eso lo detestaba tanto.
Habían pasado 2 horas.
Aurore estaba a punto de volverse loca, se sintió sofocada y salió un minuto fuera para tomar un poco de aire sabiendo que la operación duraba un par de horas más como de costumbre.
Después de un corto tiempo tenía la intención de volver, era una noche fría y nublada, otoño estaba por finalizar y el invierno se avecinaba. Sintió un escalofrío recorrerle la espalda, salió corriendo y solo se pudo poner lo primero que vio, vistiéndose mientras trasladaban a Rose a la ambulancia.
Llevaba puesto un jersey rosa palo, junto a unos vaqueros cortos azul marino; calzando botines negros con cordones. No solía maquillarse, pues la mayor parte del tiempo estaba en el trabajo, casi nunca salía. Igual su mamá le decía que no le hacía falta; con su tez colorada, y sus hoyuelos. Llevaba el cabello suelto con sus ondas naturales. Y por supuesto, el collar de su papá que la acompañaba siempre.
Al sentir una punzada en el pecho, solo podía estrechar con fuerza el collar que llevaba puesto, era de su querido y extrañado padre, se lo había regalado cuando cumplió doce años, se le fue entregado, y acompañado de palabras que jamás podría olvidar:
–¿Ves estos dos círculos? El pequeño eres tú y yo soy el gigante, mi flor. Están entrelazados porque sellan nuestro amor. Cuando estés triste, no olvides apretarlo con fuerza y estaré a tu lado siempre.
Siempre...
–Te necesito, papá. Daría todo porque estuvieras aquí... –Soltó estas palabras en un susurro.
No pudo evitar derramar un par de lágrimas viendo al cielo, secó su rostro húmedo con la manga de su jersey.
Cada vez hacía más frío, prefirió entrar de nuevo a la sala de espera, pero algo la paró, no podía creer lo que estaba viendo. Su padrastro con una botella de alcohol en la mano se acercaba a ella.
–¿Qué haces aquí, Jake? –Preguntó espantada, sabía que ese hombre era capaz de todo cuando estaba ebrio.
–¡¿Dónde está?! –Gritó tambaleándose de un lado a otro.
–Jake, te lo pido por favor, no hagas un espectáculo. No es el momento ni el lugar.
–¡Tú te callas! ¿D-Dónde está Rose?
Aurore desde que lo conoció nunca le temió, jamás le había puesto una mano encima ni a ella ni a su madre porque no lo permitía, tenía el suficiente carácter para rebelarse a él.
Pero lo conocía lo suficiente como para saber que era un sinvergüenza sin pudor, era capaz de armar un show dentro del hospital.
–Jake, vete... Yo te aviso cuando salgamos del hospital, ¿sí? –Intentó decir con una pacífica voz, intentando tranquilizarle.
–¿Piensas que soy estúpido? ¡Yo quiero verla ahora!
–Baja la voz, estamos en un hospital. –Dijo Aurore para advertirle.
No le hacía caso alguno, sólo bebía y gritaba. Casi ni se le entendía.
–¡Como no bajes la voz, Jake! ¡Llamo a la policía! –Esta vez la que gritó fue ella, estaba cansada de esos bochornosos momentos, la gente empezaba a verlos muy atentos.
Se río como si estuviese oyendo a un payaso en un circo.
–¿No me crees? –Procedió a sacar el móvil de uno de su bolsillo para llamar a la policía. Ella no era así de impulsiva, de hecho no tenía claro lo que estaba haciendo.
–Vale...vale...sí...¡me voy! Tú ganas, histérica. –Dijo esto último alejándose, estaba tan boracho que casi choca con una mujer que pasaba.
Aurore entró hasta estar convencida de que se había ido por completo.
3 horas después.
Sin darse cuenta se había quedado dormida entre dos sillas, la había levantado un fuerte dolor de cuello. Somnolienta vio el reloj, transcurrió mucho tiempo. Pensó en preguntar, pero sabía que no conseguiría nada. Unos treinta minutos después, salió el cirujano. Tenía un semblante extraño, ya lo conocía, operó varias veces a su madre, pero esta vez lo notaba extraño.
–Dígame doctor, ¿cómo se escuentra mi madre?
–No ha sido para nada una operación fácil, estuvimos a punto de perder a Rose.
Las últimas palabras fueron balas directas para Aurore, sintió que se empezaba a marear. El doctor notó su malestar.
–Srta, cálmese, pudimos salvarla pero las cosas se le están complicando mucho a mi paciente.
–¿A qué se refiere? Por favor, sea directo.
–Rose requiere de un trasplante pulmonar, el suyo no aguanta más, y lo necesita de urgencia. Hay varios donadores pero ese no es el inconveniente, el caso es que para este tipo de cirugías el seguro no lo financia. Y es una gran cifra.
–¿De cuánto estaríamos hablando? –A Aurore se le pasaron varias ideas por la cabeza, como pedir un préstamo en el banco. Seguro le darían una cantidad pequeña aunque fuese.
–Serían unos 200.000$.
El aspecto de ella cambió por completo al escucharlo, se le caía el mundo encima en un segundo, ¿dónde encontraría ella esa cifra? Si por suerte le llegaba para comer, y pagar el alquiler. Aunque pidiese numerosos préstamos, no alcanzaría lo que se necesita.
–¿Y no hay otra forma? –Sabía cuál era la respuesta pero estaba perdida, no sabía qué hacer.
–Lamento decirle que no, la cirugía tiene un plazo de un mes, pero si se procede lo antes posible sería la mejor opción.
–Doctor, ¿puedo ver a mi madre?
–El horario es a partir de las 10 am.
Soltando esto último, se despidió cortésmente y desapareció de la misma forma en la que vino.
Aurore estuvo mirando la puerta por donde se fue el cirujano durante varios minutos, sumergida en sus pensamientos. ¿Cómo iba a hacer para conseguir ese dinero? Si no lo conseguía la perdería, esas palabras retumbaban en su cabeza, mientras volvía a casa en metro.
Al llegar, encontró la puerta abierta, se alarmó pensando que había entrado ladrones, cuando la abrió fue entonces cuando observó a Jake tirado en el piso de la entrada. No era la primera vez que lo veía en esas condiciones.
Cerró la puerta y se dirigió a su habitación.
No pegó ojo en todo lo que restó de noche, eran las 9 am, ¿cómo iba a dormir con esa tormenta encima de ella? Ya vestida fue a la cocina para hacerse un café, lo necesitaba urgentemente, uno totalmente negro.
Mientras estaba terminando su café, escuchó gruñidos, sabía quién era perfectamente.
Vio entrar a Jake con una gran mueca en el rostro.
–Que puto dolor de cabeza... –Gruñó sentándose en la mesa.
–¿Qué esperabas? Bebiste todo lo que encontraste, sólo te faltaba el agua de los jarrones.
–No hables tanto y hazme el desayuno...
–Háztelo tú, tengo que ir al hospital.
–¿Al hospital? ¿Para qué?
Ella lo fulminó con la mirada, le parecía increíble el descaro que tenía, era un irresponsable. Se quedó en silencio y lo vió agrandar los ojos como si hubiera visto a un fantasma.
–¡ROSE! ¿Está bien? –Preguntó levantándose de la silla.
Ella desvío la mirada, esa angustia no la abandonaba ni por un segundo, recordó que tenía que conseguir ese dinero lo antes posible.
–¿Qué pasa? ¡Aurore, dime algo!
–Está bien, por ahora. Necesita un trasplante de pulmón y la cirugía es muy costosa.
–¿Cuánto? Lo pago yo.
Se sorprendió con lo que dijo, era la primera vez que aquel hombre quería ayudarlas en cuanto al dinero.
–Docientos mil dólares, Jake. –Le dijo en un murmullo, sintió de nuevo esas horribles ganas de llorar.
Lo observó abrir los ojos como platos, daba vueltas como un loco por todos lados.
–Mierda... Mierda...
–Voy al banco después del hospital, pediré un préstamo, trabajaré horas extras y...
No la dejo terminar.
–¿De verdad piensas que eso funcionará? ¿Sabes lo que son docientos mil dólares? No seas ilusa, por favor. –Terminó soltando una carcajada irónica.
–Y según tú, ¿qué tengo que hacer, eh? ¿Acaso prefieres que me quede mirando cómo mi vida se va junto a la de ella? Dime, ¿qué hago? –Se le quebró la voz y salió sin verle a la cara.
En el metro de camino al hospital, su móvil sonó:
Era Ámbar, su compañera de trabajo y mejor amiga.
–Ámbar... –Susurró con voz débil.
–¿Qué te pasó, Aurore?
–Se me va mi mamá. –Sollozó, reprimiendo el llanto–. No sé que hacer...
–¿Dónde estás? –Preguntó muy preocupada.
–Voy de camino al hospital.
–Perfecto, me tienes allí en nada.
Al llegar, Ámbar ya estaba esperándola, corrió a abrazarla.
Le contó todo, la operación, el dinero necesario.
–Ay, Aurore. ¿Cuándo Rose y tú podrán ser felices de nuevo?
–¿Crees que si trabajo horas extras todos los días y con un préstamo del banco consiga el dinero? –Todavía tenía la esperanza de conseguirlo a pesar de las palabras tan duras de Jake.
–Es muy difícil lograrlo de esa forma, Aurore. Pero en 6 o 7 meses seguro conseguirás más de la mitad, yo también te ayudaré amiga.
Aurore se puso pálida, su amiga lo notó.
–¿Qué pasó?
–Necesito el dinero en un mes, cada día que pasa es más peligrosa la cirugía.
Vio la reacción de sorpresa y tristeza en Ámbar.
–¿Quieres la verdad? Es imposible hacerlo de esa manera, aunque te ayude; no podremos reunir todo ese dinero.
–¿Voy a perderla? Si ella se va no sé que será de mí. Ya no tendría sentido seguir, Ámbar...
No soportó esa idea y las lágrimas caían sobre sus mejillas, su amiga la abrazo muy fuerte.
Las visitas ya se podían realizar, Aurore entró a la habitación en la que se encontraba Rose.
Se veía tan hermosa, estaba dormida. Se quedó admirándola un rato largo.
Besó su frente.
–Mami te pondrás bien, te lo juro. Haré lo que sea para que vuelvas a sonreír, y me veas con esos bellos ojos que tienes...
...--------------...
El poderoso magnate, Alessandro Ferrari se encontraba sentado en su despacho; enorme, y lujoso, donde predominaban los colores beige, negro y madera. Adornado de cuadros únicos de cifras indescriptibles, con largas bibliotecas rodeándola.
Era el único dueño de todo ese imperio, poseía empresas y negocios a nivel internacional, de diferentes funciones y categorías, los cuales producían cifras incalculables.
Su teléfono sonó:
–Jefe, está todo hecho. Ya mandaron los depósitos a Pekín y Moscú.
–Bien.
–Jefe, ¿puedo pedir dos horas libres? Necesito ir a un lugar urgentemente. –Preguntó dudoso.
–¿Cuántos hombres hay?
–Doce en la parte de atrás, y catorce delante y al rededor de la casa.
–Puedes irte.
–Gracias, seré puntual.
–¿Jake está aquí? –Su tono pasó a ser amenazador.
–No, llega otra vez tarde.
–Cuando llegue ese maldito lo quiero aquí de inmediato, ¿entendido?
–De acuerdo, jefe.
Colgó.
Sus facciones cambiaron por completo. Todo el mundo sabía, que una vez lo traicionaran, no había vuelta atrás.
20 minutos después tocaban la puerta.
–Adelante. –Dijo molesto, tenía mucho trabajo y no quería que nadie lo interrumpiera.
Era Jake, estaba asustado pero intentaba disimular.
–Jefe, le pido disculpas por mi retraso pero tengo problemas familiares.
Alessandro alzó la mirada hacia él frunciendo el ceño.
–¿Acaso me importa? Es la segunda vez que llegas tarde. Sabes lo que le pasó a Arthur por llegar tres veces fuera de la jornada. –Dijo con tono imponente.
–S-sí jefe...pero déjeme le expli...
Lo interrumpió el teléfono de Alessandro.
–Jefe, el trabajo que me mandó se está complicando.
–Habla.
–No encuentro a ninguna candidata que esté dispuesta.
–No quiero excusas, ¡quiero a una maldita niñera pasado mañana!
–Sí, jefe...
Al colgar, Jake no pudo resistir decirlo.
–¿Busca a una niñera como la que tenía?
–¿Por qué la pregunta? –Una de las cosas que más detestaba era a la gente entrometida.
–Puedo ayudarle. –Sus palabras tenían malicia, no pudo evitar decirlo con una sonrisa de lado.
–Habla, puede que te la pase si encuentras una solución para este maldito problema.
–Puedo conseguirle a la canguro cuando quiera.
–Dijo más decidido que nunca.
–No busco a una simple canguro. Tiene que ceñirse a las reglas del contrato y tener experiencia.
–Lo sé perfectamente, al igual que sé lo que le pasó a la anterior por infringir las reglas...
–Nadie preguntó si sabías o no algo, no hagas que me arrepienta de darte otra oportunidad.
–Sí jefe, perdón... Mi hijastra necesita una cifra de dinero y estoy seguro que aceptará.
–¿Para qué necesita dinero? –Preguntó con intriga.
–Mi mujer debe hacerse una cirugía costosa y ella no podrá negarse.
Sabía que ganaría terreno al ayudarle, llevaba más de cuatro años trabajando con él pero era imposible ganarse su confianza. Únicamente confiaba en una persona y ese era Francesco, su socio y mejor amigo. Con tan solo treinta años era uno de los hombres más poderosos y adinerados del mundo empresarial.
Era un hombre extremadamente peligroso, lo vio mandar y hacer cosas espantosas sin siquiera pestañear. Vivía solamente con su sobrino y tía, aunque ella se la pasaba todo el tiempo viajando. Nunca supo qué pasó con los padres del niño, pero un día oyó que desaparecieron cuando a penas era recién nacido.
Era evidente que su punto débil era ese niño, lo sabía por la forma en la que lo protegía.
–¿Y eres tan miserable de hacerle eso a tu hijastra? ¿Sabes bien las reglas, no es así?
–Sí jefe... L-Lo sé, pero ella es perfecta para el puesto. A su sobrino le encantará, y estoy seguro de que no se negará, porque está desesperada.
Por un momento pensó en matar a ese desgraciado por ser tan sanguijuela, se notaba que no quería a esa mujer y le importaba nada su sacrificio. A Alessandro no le interesaba absolutamente nada ni nadie, pero para él la familia era sagrada.
–¿Cómo sabes que mi sobrino estará bien con ella? –Quería indagar más, no iba a permitir que cualquier mujer se encargara de Florentino.
–La he visto en varias ocasiones con niños, la quieren mucho y se sienten cómodos con ella. De hecho trabajó de niñera varias veces.
–¿Tiene hijos? ¿Cuántos años tiene?
–No, para nada. Solo tiene veintidós años, jefe.
–No sé si será lo suficientemente madura y responsable como para no restringir ninguna regla. Sabes que si lo hace, pasará por la misma suerte que la otra.
–Le puedo asegurar que es muy responsable, trabaja desde años, se hizo cargo de su madre.
–¿No las ayudas? Aquí te pagan lo suficiente para tener una buena vida.
–Por supuesto, pero ella no quiere mi ayuda. –Mintió, claro que era consciente de que era un desgraciado e irresponsable con su esposa y Aurore.
–Necesito verla, páseme su dirección de la casa o de su trabajo para hablar con ella.
–Jefe... Preferiría hablar yo con ella, si no le molesta.
–Si te equivocas o algo sale mal te irás tras ella. –Le advirtió.
–No s-se preocupe. Puedo enseñarle una foto de ella, si lo desea.
Él asintió indiferente. Le daba lo mismo cómo era, sólo le importaba que hiciera bien su trabajo y que cumpliera al pie de la letra las reglas. El escritorio estaba entre ellos, le pasó el teléfono. Lo agrarró con desinterés pero lo oprimió con más fuerza al ver la imagen.
Para él las mujeres eran todas iguales, las trataba como objetos, satisfacía en ellas sus necesidades y fantasías sexuales para después no volver a verlas, pues siempre dejaba las cosas claras antes de tener algo con alguna, solo sexo. Unas eran más guapas que otras pero ninguna le hacía sentir más nada que deseo y pasión.
Sin embargo, esa mujer tenía algo diferente en la mirada, por un momento se perdió en esos ojos azul zafiro, eran tan enigmáticos y profundos. Su mirada se deslizó hacia aquellos enrojecidos y rellenos labios naturales, era evidente que no usaba maquillaje en la fotografía. Se acaloró al pensar en todo lo que podría hacer con ellos.
–Jefe, ¿hay algo de malo? –Preguntó Jake al ver que no contestaba después de varios segundos.
–Nada. Hable con ella y que firme el contrato, la quiero aquí pasado mañana, como ya sabe no volverá a salir. –Terminó dándole el teléfono y el contrato a Jake, que pocos segundos después salió por la puerta después de despedirse.
Alessandro quedó impresionado, podía decir que era la mujer más bella que vio, y sonaba paradójico, teniendo en cuenta que había estado con modelos y actrices muy hermosas. Su cuerpo se inquietó de tan sólo verla.
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Aurore después de la visita en el hospital y despedirse de su amiga, se dirigió hacia el banco donde preguntó cuál sería la cifra de dinero si pidiera un préstamo con intereses. Desolada por haber escuchado la respuesta se fue de regreso a su casa, no le proporcionaban ni la mitad del dinero.
Vivían en una pequeña casa, cuando su papá falleció se tuvieron que mudar. Era un vecindario tranquilo pero en ocasiones se le hacía muy complicado pagar la renta.
Llegó a su casa y se encontró a Jake en el salón viendo la televisión de lo más tranquilo, pareciera que no estuviese pasando nada para él.
–Hola... –Lo saludó. Estaba indignada por el comportamiento de este, pero no tenía fuerzas ni para enfadarse.
–¡Hola, Aurore! –Le contestó con una amplia sonrisa.
–¿Qué te hace tan feliz? –No pudo evitar preguntarle.
–Encontré la solución para el dinero de la cirugía de Rose. –Contestó con alegría.
A ella se le iluminó la mirada cuando escuchó esas palabras, pasó de estar derrotada y desesperada a sentir aunque sea una minúscula esperanza.
–¿Cómo? ¿Acaso pediste un préstamo?
–Mucho mejor, podremos financiar la cirugía completamente sin préstamos.
–Jake, no estoy de humor para esto ahora...
–No...no...te voy a contar todo pero primero siéntate y ponte cómoda.
A Aurore le parecía extraña esa manera de tratarla, nunca antes se había preocupado por ella. Se sentó en el sillón que había al lado.
–Encontré un trabajo en el cual te pagarán muy bien, tienes que cuidar a un niño.
–¿Pero cómo me van a pagar doscientos mil dólares por trabajar de niñera? Jake, ya te dije que no estoy para bromas.
–Aurore escúchame...te darán todo el dinero antes de trabajar, no serán mensuales. Aquí está el contrato, tienes que firmarlo.
–Pero...¿Cuánto me darán al principio? ¿Y cuánto tiempo tendré que trabajar? –Estaba confundida, no entendía nada.
–Te darán medio millón de dolares, lo pone en el contrato. En verdad no hace falta leerlo, sólo pone lo que te estoy diciendo...–Dijo colocando el contrato delante de ella y un bolígrafo encima.
–Medio mill...pero, ¿cómo es eso posible por cuidar de un niño? –Preguntó dubitativa.
–Para que lo entiendas mejor, lee la primera página, ahí te lo explica todo. –Recomendó sabiendo que en la primera página ponía lo principal.
Ella procedió a leerlo detenidamente, estaba nerviosa, el simple hecho de pensar que podría salvar a su madre causaba en ella ansiedad. El contrato mencionaba que pasaría a vivir en esa casa, las necesidades del niño, sus obligaciones y tareas. Se alteró un poco al leer los años que debía trabajar.
–Jake...¿Tengo que trabajar seis años?
–Sí...bueno son muchos años pero valen la pena por la cifra que te darán, ¿no crees? –Dijo él un poco asustado, parecía que dudaba.
–Sí, pero...sigue siendo mucho...
–Aurore, ¿crees tener otra idea para salvar a Rose? Está en peligro cada día que pasa, nada nos garantiza que la cirugía tenga un 100% de éxito dentro de dos o tres semanas.
Sabía cómo convencerla para que aceptara, al igual que era consciente de la aflicción que reflejaba su rostro, haría lo que fuera por su madre.
–Tienes razón...No puedo ser egoísta. –Sus ojos estaban enrojecidos de tanto llorar, llevaba un cansancio y peso emocional que no la dejaba respirar.
Había terminado la primera página y se disponía a leer las cuatro restantes.
–Aurore no hace falta leer las demás... total si van a ser lo mismo. –Tenía que impedir por todos los medios que lo leyera completo.
–Sí...Pero es mejor revisarlo todo. –Comentó ella.
–¿Para qué? ¿Acaso crees que te voy a relacionar en algo que te perjudicara? Y además estás muy cansada, mírate se nota que no dormiste anoche.
No era desconfiada, al contrario, era bastante ingenua y más en estos momentos, en los cuales haría cualquier cosa por su mamá. Sabía que Jake no era el mejor hombre del mundo, pero tampoco sería capaz de meterla en problemas.
–¿Estás seguro?
–De verdad, querida...no hace falta molestarte en ello, firma y vete a descansar, ¿está bien?
A ella le sorprendió ese afecto tan cercano que tenía, jamás la había llamado así. ¿Será que Jake estaba cambiando para bien? Tal vez, al ver a su madre en aquella situación, provocó su cambió.
–Vale...–Terminó por hacerle caso y firmar en las cinco hojas.
–Empiezas el lunes. –Le informó mientras recogía las hojas y las volvía a introducir en el sobre.
–Pero necesito informarle a Gustavo que dejaré de trabajar con él en el restaurante, no puedo irme sin más.
–Yo voy a hablar con él si quieres, así tu vas empacando tus cosas y pertenencias. La casa en la que trabajarás está a dos horas de aquí.
–¿A dos horas? Pero, ¿cómo visitaré a mamá si está tan lejos? ¿Tendré días libres, no?
–Supongo que sí...–Sabía perfectamente que no era así, una vez que ella entrara allí no saldría–. Aurore...me voy a dormir, estoy muy cansado por el trabajo.
–Sí...buenas noches Jake y muchas gracias por ayudarme. –Dijo con los más sinceros sentimientos.
–No tienes que agradecerme nada. –Mostró una sonrisa–. Buenas noches. –Sabía que ese agradecimiento iba a desaparecer cuando se enterara de la verdad.
Aurore no podía más, sus ojos se cerraban inevitablemente, se dio una ducha rápida y vistió su pijama. No tenía la intención de cenar, sólo quería dormir. No tardó ni dos minutos en quedarse dormida.
Toda la mañana y tarde del domingo se la pasó en el hospital, Rose no había reaccionado todavía por la fuerte anestesia que le habían puesto. A las ocho de la noche se dirigía a su casa para empacar, se suponía que viajarían Jake y ella hacia su trabajo.
Se cubrió el cabello con un gorrito y se dio una ducha rápidamente, no había salido del hospital durante todo el día, para estar más cómoda vistió un vestido de cuadrados rojos y negros, de tirantes, un poco por encima de las rodillas; junto a unos botines. Elaboró un maquillaje natural, una chaqueta azul con bolsillos, y por último se alisó el cabello para parecer más formal.
Aurore estaba un poco nerviosa, quería dar una buena impresión.
Terminó de arreglar todo, tenía dos maletas en la puerta y su mochila. Jake por alguna razón le había aconsejado que trasladara todas sus pertenencias de una sóla vez. Su comportamiento desde hace días había sido tan radical, que no podía evitar sentirse inquieta.
Fue un trayecto corto, él conducía rápido para gusto de Aurore. Cada vez se adentraban en zona montañosa, parecían estar llegando y se notaba por el hecho de las fachadas lujosas que dejaban atrás, había villas enormes. Jake descendió la velocidad al encontrarse en frente de un portón de rejas, a simple vista parecía de oro, aunque no estaba segura.
Unos hombres trajeados de negro lo abrieron para proporcionarles el paso, había un inmenso y desmedido jardín al entrar, y una monumental fuente de agua en el centro, la cual parecía también de oro puro. El lugar se encontraba completamente rodeado de hermosas flores; de todo tipo.
Sin embargo, lo que más predominaban eran esos hombres vestidos completamente de negro, parecían vigilantes de seguridad.
–Jake...todo esto, ¿es de mi jefe? –Preguntó perpleja.
–Sí, esto no es nada, Alessando Ferrari es un magnate con propiedades y negocios por todos lados. –Aurore lo vio carraspear, como si hubiera dicho algo indebido.
Estuvieron varios minutos recorriendo el jardín hasta llegar a la mansión.
Un –wow–, salió de sus labios, era la mansión más hermosa y desmesurada que había visto en su vida. Poseía tres plantas, y se encontraba completamente rodeada por ventanales.
–¿Aquí trabajaré? –Preguntó curiosa.
–Aquí es, sí.
Jake terminó de bajar las maletas que inmediatamente desaparecieron en segundos, ya que varios empleados, supongo del mantenimiento del lugar habían trasladado dentro.
–Bueno, Aurore. Nos despedimos aquí, tengo que irme a trabajar. –Soltó apresurándose hacia el auto de nuevo.
–Pero, Jake...¡Espera! ¿A dónde me dirijo?
–Los empleados te ayudarán en todo, no te preocupes. –De inmediato se fue sin más, dejándola ahí plantada.
Parecía apresurado, seguro era algo importante. Pensó mientras miraba los alrededores, se encontraban vigilantes y jardineros.
–Es todo tan bonito... –Dijo cerrando los ojos un instante, hacía frío. Aún estando abrigada sentía escalofríos.
Los presentes no paraban de observarla, estaban a bastantes metros, pero la examinaban de arriba abajo. ¿No venía mucha gente por allá? Parecía ser que no. Eso, o traía algo fuera de lugar. Revisó su vestimenta, y tocó su cabello. No, estaba bien.
Era extraño.
Por alguna razón sentía una mirada pesada sobre ella, esa sensación que tenemos cuando alguien nos observa. Descartó esa idea y con la intención de encaminarse hacia la mansión, paró en seco al ver a alguien en la puerta principal, un hombre. A pesar de la distancia podía verlo claramente, no podía negar que era un hombre extremadamente atractivo.
Sin embargo, había algo que la perturbaba; su mirada. Era.... misteriosa; impasible, fría. Notaba su rostro arder, se sentía extraña con esos ojos sobre ella, de los cuales no descifraba el color.
No pasó un prolongado tiempo, solo segundos, pero para ella parecían ser horas, las piernas empezaban a temblarle. ¿Y si no la veía a ella? Giró sobre sus talones, pero no había nadie. Frunció el ceño, ¿realmente la miraba a ella? Entonces, ¿por qué la observaba con tanto detenimiento? ¿Había hecho algo malo?
Volvió a ver en esa dirección, no obstante, esta vez no hubo nadie. Suspiró. Nunca antes un hombre la había intimidado tanto, ¿sería el dueño? O, ¿un familiar?
–Respira... ¿qué te pasa? –Murmuró abanicándose la cara con discreción.
Cuando se recuperó de ese perturbador momento recordó qué se encontraba haciendo en ese lugar. Se dirigió a la puerta, donde una empleada yacía esperándola. Le mostró el camino a la entrada, si el hall era así no imaginaba las demás estancias. Más que una mansión, parecía un palacio.
La dirigió al que sería su dormitorio; los sitios necesarios para el cuidado del niño como las cocinas, comedores, salones, etc. Todo era espacioso, por poco se perdía en uno de los extensos corredores. El pequeño no estaba en aquel momento, le habían dicho que tenía una cita con el médico pero volvería pronto.
No podía evitar que la inquietud la carcomiera. Sobre todo recordando a ese hombre y cómo la miró. ¿Será que lo volverá a ver? Agitó la cabeza eliminando el pensamiento.
Después del pequeño tour, le permitieron dirigirse a su habitación. Dejó escapar el aire, depositó su mochila en el sillón cerca de su cama. Y observó con más detención la estancia, ya que antes solo la vio un corto tiempo. Sonrió, le gustaba, era lo suficientemente grande para ella. Y predominaba su color favorito; el blanco.
El baño estaba a mano derecha y el vestidor en la dirección contraria. Lo que más llamaba la atención era la cama por su tamaño, no pudo evitar lanzarse a ella. No había tenido un viaje largo, pero teniendo en cuenta que llevaba todo el día en el hospital y las prisas de empacar sus cosas, habían terminado con su energía. Aún con todo eso, no podía dormirse todavía, debía recibir al niño. Miró el reloj, eran las 23:00 pm. ¿Una cita en el médico? ¿A esta hora? Le parecía bastante extraño.
Transcurrieron alrededor de veinte minutos, los cuales pasó admirando las vistas por el ventanal, desde esa posición el jardín poseía una magnitud mayor, tanto que no parecía tener fin.
Dio un salto en su lugar al oír unos leves golpecitos en la puerta, no tardó en ir a abrir, era Olivia, si no recordaba mal, el ama de llaves, una señora de mediana edad muy amable.
–Buenas noches, Srta. Quería informarle de la llegada del pequeño.
–Gracias, iré ahora mismo. –Le respondió con una sonrisa.
Notó cómo Olivia le veía los hoyuelos al sonreír, la miraba con cariño.
–La noto cansada, ¿desea un té?
–No quisiera darle más trabajo... –Respondió cohibida.
–No es nada, ya verá que le reconfortará ese té. –Dijo con una afectuosa sonrisa.
Era encantadora.
–Olivia, llámeme Aurore –Era inevitable no sonreírle a esa mujer.
–De acuerdo, Aurore. A mí todos me llaman Olivia. No dude en llamarme para lo que sea necesario.
–Le agradezco su amabilidad, Olivia.
–¿Por qué no se puso el pijama? Estará cansada ya de vestir la misma ropa.
–Esperaba el uniforme... –Dijo confundida.
Olivia sonrió alegremente.
–El señor no les solicitó a las anteriores niñeras el uso de un uniforme. Ha sido así siempre. –Explicó.
–Oh, ya veo...
–No se preocupe. Ese pequeño es la alegría en esta casa. Vaya y póngase el pijama para conocerlo.
–Así será. –Contestó sonriente.
Después de retirarse Olivia, fue corriendo al vestidor, ya había desempacado las maletas. Una mueca se asentó en sus labios, no tenía pijamas adecuados para la ocasión. Amaba dormir cómoda. Y además, hacía años no compraba nada nuevo. No estaba segura de que alguno le sirviese. Rebuscó buscando el más apropiado.
Al final se decidió por un conjunto rosado, de camisa y pantalón largo. Supuso que iba a ser suficiente, pero al ponérselo la parte de arriba era muy pronunciada, mostrando la forma de sus senos. Resopló exasperada. Pensó en cambiarse, pero estaba tardando mucho. No quería que la tomaran como irresponsable, por llegar tarde. ¿Qué debía hacer? ¿Ir así? No, no estaría bien. Recordó que tenía una bata negra, no muy ancha para su lamento, pero era suficiente.
Suspiró de alivio.
Se echó un vistazo en el espejo. Pensó en recogerse el cabello, pero lo dejó suelto sin más. Terminó por salir y dirigirse a la habitación del pequeño donde había dicho Olivia, se suponía que era todo recto a la izquierda, estando ya en el lugar había dos puertas. ¿Era la derecha o la izquierda?
Insegura iba en busca de Olivia para consultarlo, entonces vio la que estaba entreabierta, supuso que era la del pequeño esperándolo, estando en frente empujó con suavidad. Se llevó una sorpresa, no fue como creía, era un despacho ostentoso, se notaba que lo habían hecho a medida como cada estancia. Aunque no se encontraba nadie, no pudo evitar observar la estancia con curiosidad.
De repente, escuchó un carraspeo tras ella. Del susto casi cae al suelo, logró agarrarse del pomo. Al voltearse y ver quién era, los nervios la traicionaron. Ese hombre, el de la mirada intensa, la veía de esa manera de nuevo, de arriba abajo, sus ojos se centraron en su pijama.
El rubor se apoderó de sus mejillas. Estaba a menos de un metro de ella.
–Perdón... –Se aclaró la garganta al tartamudear–. Estaba buscando la habitación de Florentino. –Dijo sosteniendo su mirada con dificultad.
–Esa no es su habitación, ¿no le mostraron cuál es cuando llegó?
Su voz la ponía aún más nerviosa, era extremadamente ronca.
–Sí... Pero vi dos puertas. Pensé que era esa. Lo lamento. –Se cerraba la parte superior de la bata continuamente, sentía que estaba desnuda ante esos ojos color avellana.
–Mañana la quiero en mi oficina, ¿sabe dónde queda? –Tenía un tono audaz.
Él sabía que la intimidada, no era difícil darse cuenta, veía cómo intentaba cubrirse a pesar de que la bata no ayudara y se ciñera a su cuerpo.
Aurore entendió que era su jefe al escucharlo decir eso. Era evidente su tono irónico.
–¿Se está burlando de mí? –Preguntó ella viendo el despacho que tenía detrás.
–Si quiere verlo de esa forma. –Claro que le agradaba lo que veía; esa bata y ese rostro, ni hablar de esos labios...
Por como la miraba en cualquier momento se desmayaba, ¿por qué la observaba así? Trabajó en otros lugares y sus antiguos jefes no la veían de esa manera.
–¿A qué hora debo estar presente? –No sabía qué contestarle, daba gracias a dios que pudiera gesticular palabras.
–A las 8 am. –Notaba cómo se ruborizaba, estaba lo suficientemente cerca. Y eso le hacía tener curiosidad. Algo inusual en él.
–De acuerdo... Estaré aquí sin falta. –Volvió a aclararse la garganta–. Realizaré mis deberes, señor. Buenas noches...
Soltó el pomo que llevaba agarrando con fuerza todo ese tiempo, tocó la puerta de al lado. Segundos después oyó una vocecita decir –adelante–. Entró dejando la puerta entreabierta, no quería cerrársela en la cara, no lo veía pero notaba su insistente mirada.
Cuando entró seguía tensa y nerviosa, pero al ver a esa criatura se tranquilizó, era tan pequeño y adorable, le había dicho Jake que tenía a penas cinco años, estaba jugando en su cama y de pronto posó sus ojos en ella.
–Hola... Florentino, ¿verdad? –Dijo acercándose a él. Parecía analizarla con esos grandes ojos azules y sonrosados mofletes.
–Hola, ¿quién eres? –Preguntó bajándose de la cama y viniendo hacia ella. La veía desde abajo atento.
–Soy Aurore, tu nueva niñera, desde ahora pasaremos mucho tiempo juntos.
–¿Seremos amigos? –Su pregunta causó en ella una sonrisa.
–Algo así.
–¿Y qué hacen los amigos?
–Digamos que un montón de cosas, entre ellas aprender, jugar. Lo pasaremos genial, ¡ya verás! –Contestó poniéndose de rodillas para estar a la misma altura.
–Y... ¿saldremos a jugar al jardín con Peter? –Tocaba el cabello de Aurore jugando con sus ondulaciones.
–¿Peter, es un amiguito tuyo? –Le divertía verlo jugando con su melena.
–¡Sí! ¡Es un perro! ¡Muy grande! –Denotó elevando los brazos para expresar lo grande que era.
Aurore no pudo contener la risa.
–¡Wow! ¿Será más grande que nosotros dos juntos entonces? –Acarició sus mejillas.
–¡Sí, es gigante!
Florentino llevó su pequeño dedo índice a uno de los hoyuelos de Aurore, los veía asombrado.
–¿Qué es esto, Aurore?
–Son hoyuelos, aparecen cuando sonrío.
–Son tan bonitos, como tú Aurore. Tío, ¿a que sí? –Preguntó mirando hacia la puerta.
Ella giró un tanto la cabeza, y ahí estaba ese hombre otra vez, apoyado sobre el marco de la puerta. Para su sorpresa la observaba fijamente, ¿había estado ahí todo este tiempo?
–Hay que ir a la cama, campeón –Dijo evitando su pregunta sin dejar de mirarla.
¿Es que en algún momento pararía de verla? La descolocaba.
–¿Tío conociste a Aurore? –Preguntó de nuevo abrazándola.
Aurore estaba completamente enamorada de ese pequeñín, lo abrazó de vuelta besándole un moflete.
–Sí, ya la conocí –No la perdía de vista ni un segundo.
Ella intentaba no verlo, poniendo su atención en Florentino.
–Ya es hora de dormir. –Dijo mirando su reloj.
Aurore sabía que era su trabajo acostarlo, lo ponía en el contrato o al menos lo que logró leer.
–Vamos, cariño... Ya es tarde. –Florentino la tomó de la mano dirigiéndose a la cama.
–¿Me lees un cuento, Aurore? Tío, ¿también quieres que te lea un cuento para dormir?
Ella quedó atónita al verlo sonreír, por un momento pensó que ese hombre no sonreía nunca.
Se veía aún más atractivo...
–Otro día será, Florentino. –Contestó volviendo a verla de nuevo–. Buenas noches, no tarde mucho en leerle el cuento.
Ella asintió. Cerró la puerta al salir dejándolos a los dos solos.
Alessandro se sentó en su sillón de cuero negro, se maldecía a sí mismo por desear a esa mujer, ¿qué tenía que lo alteraba tanto? Sabía que la podría tener cuando quisiera pero era la maldita niñera de Florentino.
Se masajeó la nuca.
–Y se pone esa bata para provocarme la muy astuta... –Resopló–. No va a conseguir nada, todas son igual de interesadas.
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