La luna era como una corona posada en la cabeza de esa fría noche. Bestias caminaban por el oscuro bosque, sus pisadas retumbaban entre los altos árboles. La niebla se esparcía rápidamente, haciendo desaparecer el suelo por completo, como una nube gris en la tierra. Ese era su mundo, oscuro, frío, peligroso. El miedo no podía existir, no podían sentirlo, no en su día a día.
Se dedicaban a la caza, pero no a cualquier caza. Sino a una llena de bestias demoníacas y despiadadas. Estaban acostumbrados a salir lastimados, por otros o por ellos mismos. Los corrompieron desde su nacimiento,
son almas atormentadas y repletas de heridas.
Ella estaba rota, permanentemente rota. Pero aun así intentan repararla.
...¿Lo roto puede arreglarse? ¿Lo corrompido puede
...
...volverse puro?
...
...No busques respuestas, porque solo encontrarás preguntas....
El maldito celular comenzó a gritar una ruidosa melodía, marcando las cinco y media de la mañana. Ella, enredada entre las sábanas, lo buscó tanteando las frazadas. Al encontrarlo, lo silenció. Se levantó y, tambaleando, abrió las pesadas cortinas.
Se dirigió al baño, orinó y se aseó, cepilló su cabello y sus dientes. Abrió el armario, se quitó el camisón que llevaba puesto y empezó a cambiarse. Se colocó un pantalón ajustado negro, unas botas y una camiseta, sin mangas, blanca.
Ató su largo cabello negro en una ajustada coleta y apoyó el pie en la punta de la cama, para ajustar bien los cordones de la bota.
Se escuchó un gruñido desde la misma cama, las frazadas se retorcieron hasta que la cara de un muchacho se asomó desde abajo, con los ojos entrecerrados y quejándose de la luz que lo invadía. Él tenía el cabello negro, los ojos oscuros y la piel clara, era musculoso y alto, con varios tatuajes en el cuerpo. Era muy atractivo.
¿Por qué diablos empiezas a molestar tan temprano? No tenemos clases hasta las ocho, maldita.
Ella revoleó los ojos y continuó con lo suyo.
Sabes que siempre voy dos horas antes al gimnasio para entrenar. Es la única forma de seguir el ritmo y no fracasar en las misiones.
Yo nunca entreno y, aun así, nunca fracaso. —Contestó él, petulante.
Bueno, no todos tenemos esa suerte, narcisista de porquería respondió ella, harta de su actitud.
Me encanta cuando te enojas.
Ella simplemente se limitó a dejar la habitación e ir directamente al gimnasio. Él se dio vuelta en la cama y volvió a dormirse.
Ellos eran tan diferentes como el hielo y el fuego, pero, aun así, eran el equipo más fuerte y conocido de toda la academia. Les otorgaban los mejores casos y jamás fallaban. Ella se esforzaba y superaba sus propios límites todos los días, él era excelente por naturaleza.
La joven caminó por los pasillos de los dormitorios hasta salir al patio interno, que era exageradamente grande. El frío hizo que un leve vapor se escapase de sus labios. Aceleró el paso y cruzó por el centro del predio. Notó que habían puesto varias cosas del gimnasio allí afuera, así que decidió quedarse.
Dio incontables vueltas corriendo, para calentar. Hizo abdominales, saltos y varios ejercicios más para preparar su cuerpo. Luego comenzó a golpear la bolsa de boxeo con sus puños y pies. Se trepó a las firmes barras y saltó de una a otra. Enredó sus piernas en una, y se puso de cabeza. En esa difícil posición, comenzó a hacer abdominales.
Allí, pudo notar como un chico estaba mirándola fijamente. Le pareció muy raro porque a ese horario solía estar sola, todos los demás dormían. Se sostuvo de la barra con ambas manos, dio una vuelta en el aire y cayó de pie, con éxito, en el suelo.
Se limpió el sudor de la cara con una toalla que había llevado y se estiró un poco. Su respiración era irregular por todo el ejercicio y esfuerzo que había hecho. Trató de calmarse y ver con más claridad al muchacho. Tenía el cabello blanco y los ojos tan azules que parecían piedras de océano. Era tan clara su piel que lucía como alguien enfermo. Era delgado y alto, tenía una apariencia particular. Lo vio mover los labios, como si estuviese susurrando algo, pero no podía adivinar qué.
Quiso acercarse, pero él salió corriendo. Le pareció extraño, pero no lo pensó mucho y siguió entrenando. Antes de que se diera cuenta, ya era casi la hora de ir a clase. Corrió a su habitación, se duchó y se colocó el uniforme. Una falda acuadrillada, estilo escocés, color negro con violeta, una camisa blanca, una corbata con el mismo estampado de la falda, y un saco negro bordado con el mismo patrón.
Antes de salir, una mano la detuvo, sosteniéndola del brazo. Se giró violentamente y vio que era su compañero, no había notado que estaba por ahí. Él ya estaba vestido con el uniforme.
Tienes el cabello mojado, ven, siéntate que te lo secaré rápido. Llegaremos bien.
¿Travis, estás loco? Mira la hora, faltan veinte minutos. No tenemos tiempo. Vámonos ya.
Emma, escúchame. Llegaremos a tiempo, así que te vas a sentar en esa silla y dejarás que te seque el cabello. Está helando afuera, si sales así te enfermarás y si estás enferma ¿cómo haremos nuestro trabajo?
Emma (como su madre la había llamado, ya que ese nombre germánico significaba «grande», «fuerte», «inmensa», «poderosa») analizó la situación, se relajó y decidió ceder. Silenciosamente, se sentó en la silla y dejó que el aire caliente del secador se entrelace con su cabello.
Emma era la cazadora del equipo y Travis, el familiar. Así se conformaban los grupos de la academia. El cazador se encargaba de exterminar a los demonios peligrosos y el familiar protegía al cazador a toda costa. Los familiares tenían sangre de demonio en ellos, así que solían poder transformarse en alguna figura demoníaca.
El vínculo era extremo, ambos eran uno. Sus sentimientos, sensaciones, recuerdos, compartían prácticamente todo.
Emma estaba acostumbrada a que Travis esté cuidándola y atendiéndola. Después de todo, era el trabajo de un familiar.
Cuando terminó de secarle el cabello, salieron disparados a clase.
La Academia Gehena era una construcción milenaria, de una inmensidad imponente y una histórica composición de gigantescas columnas de miles de años de antigüedad. Su decoración era de tema gótico y no muy iluminado. Paredes altísimas y techos casi imposibles de ver.
Entraron corriendo al salón y se sentaron juntos en sus lugares habituales. Los bancos eran de cemento, al igual que las mesas, largas y gruesas. Estaban colocados en doble fila hasta llegar al banco inmenso del profesor.
Tenía gigantescos ventanales con vidrios de colores y formas ancestrales. Por suerte, habían llegado antes que el profesor. La clase era la de Dominación Demoníaca.
Todos estaban en sus lugares cuando la puerta se abrió de par en par al llegar Mr. Dragon. Era un hechicero de reconocido nombre. Mientras caminaba, observaba atentamente a cada uno de sus alumnos, cerciorándose de que nadie estuviera ausente.
Emma y Travis siempre se sentaban adelante, por decisión de Emma, si fuera por Travis, estarían atrás. Al llegar, dejó sus libros en la mesa y se acomodó en el medio, para tener una mejor visión. Fijó la mirada en uno de los alumnos.
Buen día alumnos, hoy tienen un nuevo compañero. Póngase de pie y venga aquí —lo señaló—. Mr. Dawn, preséntese.
El muchacho de apellido Dawn obedeció y Emma se sorprendió al ver quién era. Era el mismo chico que había visto cuando estaba haciendo ejercicio. Su delicada y alta figura llamaba la atención, las chicas ya estaban hablando de lo tierno y lindo que era.
Me llamo Luke Dawn, soy un familiar y tengo 16 años. Espero que nos llevemos bien.
Todas las chicas comenzaron a saludar y caer rendidas a la ternura del chico. Las cazadoras susurraban entre ellas y deseaban poder hacer equipo con él, ya que se podía tener más de un familiar.
Bueno dijo Dragon, siéntese con la alumna Guerrero.
Esa era Emma. Luke caminó silenciosamente y se sentó del lado derecho de Emma, sin decir una sola palabra. El profesor Dragon comenzó la clase, retomando donde lo habían dejado en la anterior. Emma anotaba frenéticamente todo lo que podía, Travis levantó los pies sobre la mesa y se quedó mirando por uno de los ventanales que estaba abierto.
Emma, con un movimiento de mano y sin despegar los ojos de su cuaderno, obligo a Travis bajar los pies. Él exhaló con fuerza, pero continuó mirando por la ventana. A la mitad de la clase, Travis desvió la mirada a Emma y notó como el chico nuevo la observaba. Emma estaba tan absorta en la clase que ni lo notó. A Travis le invadió una rabia que no pudo explicar. Le dio un fuerte golpe a la mesa, que asustó al chico.
—¿Qué mierda estás mirando, rarito? —gruñó.
Emma lo miró, desconcertada, y luego miró al chico. Sus ojos se encontraron y ella sintió algo extraño, no supo describirlo. Él la miraba. Ella sintió la necesidad de protegerlo.
—Perdón, yo no quise molestar —susurró Luke.
Emma tocó su hombro y a Luke le dio una electricidad tan grande que tuvo que cerrar los ojos. Al abrirlos, se encontró con la dulce sonrisa de ella.
—Discúlpalo, es un poco bruto. No molestas, estaba demasiado concentrada en la clase y no me di cuenta de que aún debes estar adaptándote. Si tienes alguna pregunta solo hazla. Te ayudaré en lo que pueda.
Travis quedó boquiabierto. Emma jamás había sido así de amable y educada con nadie, ni siquiera con él. Hasta compartían la misma cama. Eso lo molestó demasiado, pero decidió cerrar la boca, sabía que si continuaba por ese camino ella se enojaría. Se limitó a mirar hacia otra dirección y guardarse el odio.
Luke, al escuchar las suaves palabras de Emma, sintió como las mejillas le ardían. Repitió una y otra vez esa dulce voz en su cabeza las veces que pudo. Abrió la boca, pero nada salió de ella, así que solo miró al suelo y asintió. Emma asintió también, quitó la mano de su hombro, y volvió a concentrarse en la clase. Luke, por otra parte, no pudo prestar atención ni a una sola palabra de lo que decía el profesor. Solo podía mirarla escribir y observar su preciosa letra. Todo pequeño movimiento que Emma hacía era gloriosamente hermoso para él.
Travis lo miraba de reojo, con odio, deseando estrangularlo por ser el primero al que su dueña había tratado bien. Odiaba cómo la miraba, con esa cara de estúpido. La única cosa que lo detenía de abrirle la garganta era Emma, que estaba sentada en el medio de los dos.
Al sonar la campana, terminó la clase y todos salieron tranquilamente del salón. Era la hora del almuerzo. Emma sintió que alguien pellizcó su chaqueta, se giró y era Luke. Era tan alto que ella tuvo que levantar la mirada para poder llegar a sus ojos. Él intentó decirle algo, pero no salió nada de su boca. Ella entendió inmediatamente.
—No sabes dónde está la cafetería, ¿cierto? No te preocupes, ven con nosotros, te llevaremos.
Travis no pudo contenerlo más, la agarró de un brazo y la tironeó hacia él.
—¿Por qué diablos eres amable con él? Esta no eres tú. ¿Qué te pasa?—preguntó harto.
Ella lo miró a los ojos con severidad, obligándolo a tranquilizarse. Su conexión era tan fuerte que solo una mirada era suficiente para saber lo que el otro quería decir. Emma lo tomó del brazo y lo obligó a agacharse hasta llegar a su altura, ya que ella era pequeña, y acercó sus labios a su oído.
—Luke vendrá con nosotros, no quiero escuchar más quejas tuyas. ¿Está claro?—le susurró.
Travis, como todo familiar obediente, asintió y obedeció a su dueña.
Lo soltó, se dio la vuelta, y le sonrió a Luke.
—¿Vamos?
Luke asintió y los siguió.
Ya sentados en la cafetería, comenzaron a comer el menú del día. Se sentaron exactamente como estaban en clase, Emma en el medio, Travis a su izquierda y Luke a su derecha.
Un chico de rasgos asiáticos, junto con otro rubio de ojos verdes, se acercaron a la mesa, dejaron caer sus bandejas y se sentaron frente a ellos.
—¿Qué hacen con el chico nuevo? —preguntó el de rasgos asiáticos.
—Pregúntale a ella —masculló Travis.
—Se llama Luke y le estoy mostrando la escuela —dijo
Emma sin despegar los ojos de la comida.
—Es un gusto Luke, soy Alex —dijo el chico rubio—. Y él es Baek. Soy su familiar. Me imagino que todavía no tienes dueño.
Luke negó con la cabeza.
—No eres de hablar mucho, ¿eh? —dijo Baek.
—Es tímido, pero ya se soltará —dijo Emma.
—Me resulta raro que estés con alguien que no sea Travis o nosotros, ¿lo conoces de algún lado?
Ella le dedicó una mirada a Luke que le heló la sangre.
—No, solo quería ayudarlo. ¿Tan raro es?
—Sí —dijeron Baek, Alex y Travis al mismo tiempo.
Revoleó los ojos y siguió comiendo.
Cuatro chicas pelirrojas y bellísimas se acercaron a su mesa. Sus faldas eran cortas por demás y estaban escoltadas por varios chicos y chicas.
—Hola preciosura, ¿por qué no vienes con nosotras? —le dijo a Luke una de ellas.
—Primero Travis y ahora él, eh. ¿Acaso ya no tienen suficientes familiares? —dijo Emma.
—Yo sigo prefiriendo a Travis —dijo otra— me enloquece su estilo bad boy.
—Siempre tienes a los mejores —le dijo a Emma otra.
—¿Quiénes son ellas? —le susurró Luke a Emma.
—Alice, Ally, Ani y Abi. Cuatrillizas. Son hechiceras y cazadoras, como yo, son algo pesadas, pero te acostumbrarás.
—Como decía —continuó Alice—, ven con nosotras. Te divertirás mucho.
Luke miró tímidamente a Emma, como pidiendo ayuda. Emma suspiró y volvió la mirada a las brujas.
—Por ahora estará con nosotros, si él después quiere jugar con ustedes, se los daré.
—Está bien —dijo Alice—, te lo dejaremos por ahora. Pero volveremos por él.
Se fueron sin decir más.
Luke quedó nervioso. Después de todo, había sido un intenso encuentro. Emma lo notó.
—No dejaré que te lleven a ningún lado, así que no te preocupes —dijo seriamente.
El alma le volvió el cuerpo.
—Así que hoy tienen una misión en el bosque infernal —dijo Alex.
—¿En serio? —preguntó desconcertado Travis.
—Te lo dije ayer —dijo Emma sin mirarlo.
—No lo recuerdo —dijo Travis.
—¡Como no vas a recordar algo tan importante! Vale una fortuna ese trabajo. Ojalá no los hubieran dado a nosotros —exclamó Baek.
Las misiones en la Academia eran como trabajos, los alumnos recibían dinero por cada misión, mientras más complicada, mayor era el premio. Ese dinero les ayudaba a mantenerse y comprar cualquier material que necesitasen para las clases.
—¿Cuándo irán? —preguntó Alex.
—Cuando baje el sol —respondió Emma—. Será más fácil atraparlo cuando salga de su escondite.
—¿Irán por un demonio? —preguntó Luke tímidamente.
—De eso se tratan las misiones —respondió Travis desafiante.
Emma le dedicó una severa mirada y Travis simplemente guardó silencio, sabiendo que ella no sería misericordiosa con él. Sabía qué le pasaría si no cerraba la boca rápido.
—Irás a entrenar ahora mismo. No quiero verte hasta dentro de cuatro horas, mínimo —dijo Emma con severidad.
—¿¡Cuatro horas!? —exclamó Travis.
—¿Tengo que repetírtelo? —dijo entre dientes.
Travis lanzó su bandeja, con rabia, haciendo que vuele toda su comida restante. Se levantó golpeando la mesa, y se fue con dirección al gimnasio.
Todos veían el escándalo, estupefactos, algunos ya acostumbrados a su temperamento. Emma ni siquiera lo miró y terminó su almuerzo. Los chicos la miraban, preguntándose cómo podía estar tan tranquila.
—¿No eres un poco dura con él? —le preguntó Baek algo asustado.
Emma lo miró y él tragó saliva, nervioso.
—¿Acaso no viste cómo reaccionó? Cuando empiece a tranquilizarse seré más suave. Por ahora entrenará hasta que le sangren las manos y no pueda respirar.
Baek asintió, entendiendo a lo que se refería, y continuó comiendo. Alex suspiró, agradecido de que su cazador no fuese tan cruel y exigente con él como Emma lo era con Travis. Pero nadie sabía la verdadera relación que tenían ellos dos. No era amor, no era odio, iba más allá de esos sentimientos. Ellos eran uno, compartían un vínculo que no era fácil de explicar.
—Voy a dormir, necesitaré estar descansada antes de irnos. Nos vemos luego —dijo Emma mientras se levantaba para irse.
Sintió un tirón en su codo y se giró, era Luke, nervioso.
—¿Te vas? —dijo Luke causándole a Emma ternura.
—Sí, dormiré unas horas. Si necesitas algo, puedes venir a buscarme a mi habitación. Es la 98. En el tercer piso.
—Gracias Emma —sonrió dulcemente Luke.
Emma le devolvió la sonrisa y se retiró. Caminó por los pasillos de la gigantesca y antigua Academia Gehena. Por fuera parecía una inmensa iglesia milenaria.
Entró en su habitación de decoración francesa, que contenía una danza de colores oscuros, del bordo al azul marino. Era muy grande por dentro. Tenía dos camas de dos plazas y media, pero Emma y Travis preferían dormir juntos la mayoría del tiempo, debido a las horribles pesadillas que tenía Travis, casi siempre relacionadas con su desgarrador pasado. Emma lo entendía, ya que ella misma había pasado por esa terrible etapa; noches sin dormir, demonios de su pasado acechándola constantemente sin descanso. Eso era su día a día. La diferencia entre ellos en ese tema era que ella no tenía a nadie que la calmase una vez que se despertaba horrorizada, Travis por lo menos la tenía a ella. Se acostó en su cama y se tapó hasta la cabeza. Estaba exhausta. Programó la alarma en su celular y se dejó llevar por el cansancio hasta quedar dormida.
***
Sintió el espantoso sonido de su alarma y la apagó. Se sentó en la cama y comenzó a estirarse. Tanteó el colchón, Travis no había vuelto.
Se levantó lentamente y se tambaleó hasta el baño. Se duchó, se lavó los dientes, se puso desodorante, perfume y luego comenzó a prepararse. Se vistió como siempre lo hacía para las misiones; pantalones gruesos color verde musgo, musculosa blanca, botas negras, un abrigo negro de invierno y cinturón especial para colocar sus armas. Las escondía detrás del armario. De ahí tomó varios cuchillos, que aseguró bien en su cinturón, y un arco con varias flechas. Se ató una firme coleta alta y salió, preparada.
Su celular marcaba las cinco y media. Ya estaba bajando el sol. Debía encontrar rápido a Travis para irse antes de que anocheciera. Como si él le hubiese leído la mente, apareció en el pasillo. Se veía listo para partir. Su ropa era igual a la de ella. Se miraron. Emma fue la primera en hablar.
—¿Ya estás tranquilo?
Travis ladeó la cabeza y asintió.
—Entonces vamos.
Salieron de la Academia y se dirigieron hacia el estacionamiento externo. Allí estaba la motocicleta de Travis, una Honda CBR 500 R negra. Subieron y él condujo a la velocidad extrema con la que solía hacerlo.
Al costado de la carretera había una entrada hacia el bosque, no tenía pavimento, así que él condujo con el mayor cuidado que pudo. Emma le indicó la dirección donde parar.
—Seguiremos a pie —dijo Emma.
Travis no la contradijo. Escondieron la motocicleta entre los arbustos para que nadie notara que ellos estaban allí.
Él se quitó toda la ropa y la escondió en el baúl de la motocicleta. Se colocó en cuatro patas y el vapor empezó a salir a su alrededor, su cuerpo se cubrió de pelo negro. Comenzó a crecer, unas enormes garras salieron de lo que antes eran sus pies y manos, que ahora eran patas. Los dientes se convirtieron en afilados colmillos y la boca, en un hocico. Se transformó en un animal alto y grande, como un caballo, tal vez más grande. Era un gigantesco lobo negro.
—Ven aquí —le indicó Emma.
La bestia, que antes era un humano, se acercó, y ella tomo su hocico y colocó su mequilla sobre él.
—No quise ser tan dura contigo, lo siento. Solo quiero ayudarte con tu temperamento, que descargues tu ira de alguna forma. No puedo quedarme callada viéndote sufrir.
El animal calmó su respiración y cerró sus ojos.
—Sí, lo sé. Somos solo tú y yo, siempre ha sido así y siempre lo será. No voy a abandonarte, lo juré, y tú hiciste lo mismo. Estamos conectados de por vida.
—Por siempre —escuchó Emma en su mente. Era Travis. Esa era la forma en la que se comunicaban cuando él se transformaba.
Él se recostó y ella subió encima de él. El lobo se puso de pie.
—Vamos —dijo Emma.
Y él obedeció.
Recorrieron el bosque en el silencioso atardecer. Se infiltraron en lo profundo de los árboles. Antes de que se dieran cuenta, la noche había caído y estaban iluminados por la luz de la luna y las estrellas. Era algo maravilloso de ver, lástima que estaban demasiados ocupados como para notarlo.
—Para —dijo Emma.
Y Travis se detuvo.
Ella saltó para bajar de él y se agachó. Tocó el suelo con las manos y acarició una marca en la tierra.
—Es la pisada de un tigre.
—¿Hay tigres en Hades City?
—No. Es el demonio, tomó forma de un mamífero. Los rastros son muy profundos y claros, no debe estar muy lejos. ¿Puedes rastrearlo?
Travis acercó el hocico a las pisadas y las olfateó.
—Es leve, pero puedo sentir su esencia. Es suficiente para seguirlo.
—Perfecto. Vamos.
Volvió a montarlo y él aceleró el paso para no perder el rastro. Emma tuvo que sostenerse bien del pelaje de la nuca de Travis para no caerse.
Llegaron hasta donde terminaban las pisadas. Había una gran bajada desde donde podían visualizar al animal. Era un tigre de bengala blanco, enorme, podía decirse que del tamaño de Travis. Se estaba alimentando de un cuerpo humano que seguramente él mismo había asesinado.
Emma sacó el arco de la espalda y una flecha con un tranquilizante. La colocó en posición y estiró la cuerda. Apuntó y, como un suspiro, la soltó. La flecha voló rápidamente por el aire y se clavó en el torso del tigre, que lentamente cayó desmayado.
La joven cayó en el suelo de un salto y bajó con cuidado. Travis hizo lo mismo. Al acercarse, notaron que se estaba alimentando de una persona, era un hombre mayor, de unos 70 años. Ellos estaban al tanto de las desapariciones y ataques de un animal salvaje que había en el pueblo, por lo que habían asumido que se trataba de un demonio que había tomado forma de animal. El cadáver tenía el estómago abierto y sus entrañas estaban por el suelo. Habían llegado demasiado tarde. Emma se acercó.
—Lamento que no llegáramos a tiempo, señor —le dijo al cuerpo mientras dibujaba una cruz en su frente con la sangre que salía de su estómago.
Sacó un cuchillo de su cinturón y degolló al tigre, que se convirtió en una bola de fuego flotante de color azul.
—Hazlo —le indicó a Travis.
Él se acercó lentamente y abrió su prominente mandíbula para devorar la llama. De un solo trago se lo comió. Esa era el alma de un demonio, de las cuales los familiares se alimentaban. Mientras más fuerte fuese el demonio, más fuerza absorbían los familiares.
—Delicioso —dijo Travis.
—Qué asco —agregó Emma—. Ve por las cosas, yo esperaré aquí.
—¿Por qué?
—No quiero dejarlo solo.
—¿Al anciano? Pero si es un cadáver, Emma.
—Voy a enterrarlo como es debido. No puedo dejarlo así. Además, no deben quedar pruebas.
—Como sea. Entonces pasaré a buscarte cuando termine — dijo Travis y salió trotando.
Emma estiró ambos brazos hacia el suelo y abrió sus manos.
—Solo surgere —recitó.
La tierra comenzó a elevarse hasta formar un profundo agujero, suficientemente grande y profundo para que cupiera el hombre. Hizo que la tierra flotante se posara a un costado del agujero. Volvió a acercarse al cuerpo y se agachó cerca de su cara. Lo miró detenidamente, los ojos eran negros y la piel estaba arrugada, el cabello, blanco, seguramente por el pasar de los años.
—Siento mucho que murieras de esta manera, espero que hayas tenido una vida plena y placentera —tomó aire—. Hodie facti sunt unius naturae —recitó, lo cual significaba «hoy te vuelves uno con la naturaleza».
Se alejó de él y elevó los brazos.
—Elevare —dijo, y el cuerpo yaciente en el suelo comenzó a elevarse.
Ella caminó y el cuerpo la seguía, lo guio hasta depositarlo suavemente en el agujero. Una vez que terminó de colocarlo correctamente, hizo que la tierra lo tapase.
Ya estaba hecho, lo había enterrado, pero aun así Emma sentía un enorme vacío en el pecho. Escuchó unos pasos detrás de ella y al darse vuelta una persona la golpeó en la cabeza con un bate. Lo siguiente que vio fue... oscuridad.
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