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Malik Price

ABANDONO

¿Es posible que exista justificación alguna cuando un padre abandona su hogar y a su familia sin decir una sola palabra?

¿Hay algo más importante ahí afuera, como para dejarlo todo atrás?

Toda mi vida me he hecho la misma pregunta, pero no he obtenido una respuesta capaz de calmar la angustia, el dolor y la soledad que siento.

A través de los años he deseado poder seguir adelante y no pensar en ello, pero es imposible. Todo se siente tan reciente como ayer, como si esa herida no hubiera sanado, como si ese vacío fuera incapaz de desaparecer. Solo tenía ocho años cuando lo vi partir y no regresar nunca más.

Mi madre lo ha superado fácilmente. Incluso ha traído a vivir a su nueva pareja aquí; el mismo demonio en persona. El nombre de Lucifer encaja con su personalidad, apariencia y actitud. Es mucho menor que mi madre, si no fuera que tiene dinero de sobra, pensaría que su propósito de arrimarse a ella es por interés. Su nombre es Malik Price; le conocen como el abogado del Diablo. No ha habido caso que pierda o deje sin resolver. Mientras todos lo idolatran por doquier, solo puedo maldecirlo una y otra vez. No sé qué fue lo que sucedió con mi madre y por qué decidió traer a ese hombre a nuestra casa, pero no lo soporto. Todo ha cambiado desde su llegada aquí. Ha puesto a cada una de nosotras en riesgo debido a su oficio. Así como tiene personas que lo ven como un Dios, también tiene otros que quieren ver su cabeza rodar por el suelo; incluyéndome. Por su culpa, ya no puedo salir ni a la esquina sola, si no es con ese chófer que se la pasa detrás de mí en todo momento. He ganado enemistades en la universidad por su culpa y las amigas que creí tener, la mayoría se han alejado de mí; excepto por Bianca. Mi madre se la pasa viajando, ya que es azafata y puede fácilmente quedarse varias semanas fuera, algo que me obliga a tener que cruzarme con ese desgraciado a cada momento.

Entré a la habitación de mi madre, ya que estaba preparando su equipaje para irse y debía aprovechar que se encontraba sola.

—¿Cuándo regresas esta vez, mamá?

—En una semana, mi amor. Pórtate bien con tu padre, ¿sí?

—Él no es mi padre.

—No seas tan dura. Él se está esforzando en hacer las cosas bien y hacer las paces contigo, pero no le das una oportunidad.

—Se nota que estás ajena a las cosas que pasan en esta casa. No lo soporto. ¿Por qué no lo echas de una vez, mamá?

—Ya hemos hablado sobre esto, querida. Creí que lo habías comprendido, pero veo que no tomas en consideración los sentimientos de tu madre.

—Casi nunca estás en la casa, soy yo quien debe soportarlo todo el tiempo.

—Es cierto, el trabajo me ha limitado mucho, pero entiéndeme, mi amor. Disfruto de lo que hago, pese a que es tan sacrificado. Solo trata de llevarte bien con él, ¿sí? Estoy segura de que, si lo haces, podrás entenderlo mejor y verás que no es un hombre malo.

—No me pidas esto más, por favor. Por más que lo trato, simplemente no puedo— la abracé fuertemente, en busca de dejar a un lado ese tema.

Tan pronto terminó de recoger todo, la acompañé a la puerta y ahí estaba él, esperando para despedirse también. Solo me limité a darle un último beso y abrazo, luego fui directamente a la mesa del comedor por mi desayuno, pero, a decir verdad, he perdido el apetito. Él se unió a la mesa minutos después y, cuando creí que iba a permanecer leyendo el periódico en silencio, resulta que no fue así. Dejó caer el periódico sobre la mesa y su mirada se centró en mí.

—¿Descansaste bien anoche?

—Sí — respondí indiferente.

—Me alegro. ¿No te gustó el desayuno?

—No tengo hambre.

—Debes alimentarte.

—¿Y crees que puedo hacerlo mientras te tengo de frente? Mis tripas se retuercen de tan solo verte.

—¿Necesitas peptobismol?

—¿Te comiste un payaso?

—Deberías aprender a ser más educada. No te pareces en nada a tu mamá.

—No tengo por qué ser educada contigo. No eres nadie para mí. Si te crees que, por el simple de hecho de salir con mi madre, ya eso te da derecho de exigir respeto, me temo que te has equivocado. El respeto se gana y no te has ganado el mío. Además de que no eres mi padre y jamás lo serás.

—No tengo el más mínimo interés de ocupar o robar ese espacio sagrado que le guardas a ese hombre que las abandonó. Estoy intentando cumplir la encomienda que me ha dejado tu madre. Puedo entender que me odies, pero no dejes que ese rencor afecte tu salud o no tendrás energías para echarme de aquí como quieres.

—¿Cómo te atreves a mencionar eso? ¿Quién te has creído? — la rabia tras oír sus palabras se apoderó de mí.

—El día que logres superar el pasado, hablaremos sobre esto y compraremos un buen vino para apaciguar tu amargura. Mientras tanto, me temo que tendrás que soportarme y ser una buena chica. Rodríguez te está esperando, así que, si ya no comerás más, le daré esa comida al perro, él sí se la va a comer y no va a desperdiciarla como tú.

—Haz lo que te dé la gana, idiota — me levanté de la mesa y pasé por su lado.

—Te ves muy mal con esa falda, deberías quitártela. Con esas libras regadas, solo haces que se te suba como una cortina.

—¿Y en qué momento te pregunté?

—Si quieres mostrarles el trasero a todos, por mí no hay ningún problema, pero luego no estés llorando porque los hombres solo te ven como un aperitivo.

—Ese es mi problema, no el tuyo — subí a la habitación molesta.

Ese infeliz siempre me daña el día. Me miré en el espejo y noté que en parte ese idiota tiene razón. Incluso se nota bastante mi celulitis. No planeaba irme con esta falda para la universidad, pero solo por llevarle la contraria me quedaré con ella.

REBELDÍA

Rodríguez me trajo a la universidad y me encontré con Bianca en la entrada para ir juntas a nuestro salón de clases.

—¿Dónde nos encontraremos para el trabajo grupal? — preguntó Bianca.

—Cierto, aún no hemos quedado en nada y es para entregar el viernes — dijo Jonathan, compañero de clase con quien nos unieron.

Ese tipo no va a dejar que vaya a ninguna otra parte. Creo que lo mejor será hacerlo en la biblioteca o en mi casa. Aunque nunca he llevado a nadie a mi casa y no sé si ese idiota se luzca delante de ellos. Es un fastidio, pero no tengo porqué pedirle permiso, a fin de cuentas, esa es mi casa y tengo el derecho de llevar a quien quiera.

—Podemos hacerlo en mi casa. Mi habitación es grande, tengo acceso a internet y computadora.

—Tienes razón. Vives como millonaria. Quisiera ver tu casa.

—No es la gran cosa, Bianca.

—¿Me estás vacilando? Eres hija de Malik Price, el abogado más reconocido y temido de la ciudad.

—Él no es mi padre.

—Pero está saliendo con tu mamá, así que viene siendo tu padrastro.

—Estoy cansada. A todas partes que voy, tiene alguien que recordarme lo privilegiada que debo de ser por tener a un padrastro como él. Pues no quiero ser privilegiada. Prefiero la vida que tenía antes de que ese sujeto se apareciera en mi casa, tomando un lugar que no le pertenece, cambiando por completo nuestro estilo de vida y queriendo controlarlo todo. No conoces lo maldito que es, odioso, manipulador, sarcástico, egocéntrico; es un verdadero demonio.

—Tranquila, no tienes que ponerte así. Realmente no dije eso con ninguna mala intención.

—Será mejor no hablar sobre ese desgraciado, porque me pone de mal humor el simple hecho de escuchar su nombre — me acomodé en la silla, mientras me perdía mirando hacia la pizarra.

En la tarde, cuando salimos de la universidad, Rodríguez me trajo a la casa junto con ellos dos. Tan pronto entraron, se quedaron anonadados mirando los alrededores. Preferiría vivir en una casa más pequeña y humilde, probablemente me sentiría mucho más cómoda que aquí.

—¡Qué aparato de casa! — Bianca se sentó en el mueble y los tocó —. Estos muebles son extremadamente cómodos. Deben valer una fortuna.

—No te equivocas — escuchamos la voz de Malik y, automáticamente Bianca se levantó y yo me di la vuelta.

—¿Qué haces aquí? ¿Por qué has llegado tan temprano?

—¿Realmente me estás pidiendo explicaciones? Que hija tan maravillosa tengo.

Tras oír su sarcasmo, apreté los puños de la molestia e irritación.

—Debiste avisarme que tus amistades vendrían, así se preparaba algo especial y exquisito para ellos.

—No tiene de qué preocuparse, señor. Por cierto, es un placer conocerlo — Bianca le habló, pero él ni siquiera la miró, solo me observó detenidamente—. Mi nombre es Bianca. Quiero pedirle disculpas por lo de hace un momento.

—No hay problema. Es un gusto también — por fin la miró, pero no duró mucho, cuando fijó su mirada en Jonathan—. ¿Y tú quién eres?

—Jonathan, señor. Es un honor conocerlo en persona.

—Igualmente. Siéntanse como en casa.

—Gracias —respondieron ambos a la par.

—Vengan conmigo — rompí el incómodo silencio y le agarré la mano a Bianca—. Subamos a mi habitación.

—Supongo que han venido a estudiar, ¿no? — cuestionó Malik.

—Sí, señor.

—Entonces, ¿por qué no se quedan aquí en la sala? No tendrán interrupciones, hay espacio de sobra, los muebles son cómodos y hay una mesa bastante grande.

—Queremos nuestra privacidad, pero gracias, padrastro— dije, con evidente sarcasmo—. Vengan conmigo — subí las escaleras con ellos y los guíe hacia mi habitación.

—No puedo creer que acabo de conocerlo. Se ve mucho más joven y guapo en persona — dejó escapar Bianca, saltando en un mismo sitio.

—Más respeto, Bianca.

—Lo siento.

—En cambio para mí es demasiado aterrador. Cuando me miró, tuve la sensación de numerosas cuchillas atravesar mi pecho. ¿Crees que le he caído mal? —preguntó Jonathan.

—¿Qué dices? Si casi ni hablaste con él. Probablemente fue tu imaginación.

—Él mira mal a todo el mundo, te lo digo yo — comenté, sentándome en el borde de la cama—. Comencemos; que ya quisiera terminar.

Para ser totalmente honesta, no me sentía con ganas de hacer nada, estaba sumamente desconcentrada y agotada. Haría lo que fuera por darme un rico baño. Estando tendida boca abajo en la cama, con el computador y los libros a un lado, ese idiota tocó la puerta y entró a la habitación. Traía consigo una bandeja, la cual colocó sobre la mesa de noche y me arrancó la sábana de un tirón, casi llevando consigo el computador y los libros, solo para tirarme parte de ella por encima.

—¿Qué estás haciendo? — me la quité de encima, luego lo enfrenté furiosa—. ¿Qué es lo que te sucede a ti?

—Les he traído comida, ya que están trabajando tan duro. Si me permiten, traeré a mi hija conmigo unos segundos. Que les aproveche — me agarró el brazo bruscamente y me llevó por el pasillo—. ¿Qué te dije sobre esa falda esta mañana? ¿Lo haces a propósito?

—Primero que todo, suéltame. ¿Quién te has creído para tratarme de esta manera? — me soltó el brazo y desajustó su corbata—. ¿A ti qué te importa sobre la ropa que me ponga?

—Eres una señorita y debes aprender a comportarte como tal. ¿Por qué estabas acostada de esa manera? ¿Cómo puedes ser tan despreocupada y desvergonzada? Además, no puedes simplemente traer a quien quieras y mucho menos encerrarte en una habitación con un hombre, como si eso no fuera nada. Para completar, enseñándole el trasero a tus amistades. ¿Qué pasa por tu cabeza?

—¿Con un hombre? Estoy en compañía de mi amiga Bianca también, realizando un proyecto importante, en el cual estás interrumpiendo. Además, ¿a ti qué te importa lo que yo haga? ¿Con qué derecho me vienes a mí a reclamar? No eres nadie en mi vida, así que déjame tranquila.

—Aunque no me quieras ver como tu padrastro, eso es lo que soy y me debes un respeto; no solo a mí, sino también a esta casa y a tu madre. Si quieres comportarte de esa manera, hazlo fuera de aquí.

—¿Perdón? ¿Comportarme cómo? Según tú, ¿qué es lo que hice mal ahora? ¿Todo este melodrama es por una falda? ¿Tú me estás hablando en serio?

—Te estoy protegiendo, aun así, te quejas.

—¿Esto es protegerme? ¿Quién necesita de tu protección? No te he pedido que hagas absolutamente nada. Bueno, sí te he pedido que hagas algo; y es que te largues de esta casa y no vuelvas nunca más.

—Creo que terminarás desapareciendo tú primero, antes de que yo lo haga— entrelazó un mechón de mi cabello en su dedo y sonrió—. Con esa rebeldía y ataques, solo haces que me entren más ganas de quedarme aquí. Si quieres obligarme a abandonar esta casa, me temo que deberás esforzarte mucho más, querida hijita.

¡Maldito sea! ¿Qué pudo haberle visto mi madre a este maldito? Lo odio con todo mi ser.

PAPÁ...

—Esa mirada me gusta, al igual que el silencio que has hecho. Sigue estudiando— me dio la espalda y desapareció en instantes del pasillo.

Regresé a la habitación con Bianca y Jonathan, quienes estaban comiendo y decidí hacer lo mismo. Luego de comer, continuamos con el proyecto. Adelantamos algo, pero aún falta bastante para terminar. Decidimos dejarlo para el miércoles, ya que Jonathan tiene cosas que hacer mañana. Tan pronto los despaché en la puerta, ignoré la presencia de Malik y subí directamente a bañarme. Me intenté quedar debajo del agua por un largo rato, ya que me ayuda mucho a relajarme. De mañana en adelante haré todo lo contrario a lo que ese idiota diga. Quiera o no, terminará por largarse de aquí. Se le nota que esa es su debilidad, no le gusta que lo desobedezcan, así que eso haré. Va a arrepentirse por haberme provocado. Escuché un extraño sonido, algo que me sobresaltó instantáneamente y me obligó a correr la cortina.

—¿Quién anda ahí? — me asomé y es cuando vi a Odie acercarse a la bañera—. Hola, pequeño. ¿Así que has sido tú? Eres un pequeño travieso. No sabes el susto que me has pegado. Al menos ya te han subido.

En la tarde de hoy, he decidido no irme con Rodríguez después de clases, sino con mi amiga Bianca a dar una vuelta. Incluso apagué el teléfono. Hemos venido a comprar algunas cosas en el centro comercial. Estoy harta de seguir las estúpidas reglas de ese cretino. Ese tipo se cree que todos deben hacer lo que él diga, pues no, no es así. Caminamos por el pasillo, entrando a cada tienda que veíamos, aunque aún no conseguíamos nada que nos llamara la atención.

—¿Te sientes mejor?

—Te juro que estoy harta de ese tipo.

—A mí no me parece una mala persona. Tal vez hace todo esto porque te ve como una hija.

—¿Una hija? No te equivoques, ese tipo lo que quiere es fastidiarme la vida. No sabes lo arrogante, maldito e infeliz que es. Algún día le mostraré a todo el mundo su verdadera cara. Ahora que lo pienso, eso sería una grandísima idea.

—¿Qué estás planeando?

—Yo me entiendo.

Escogí varias prendas de ropa, pero cuando estaba en la caja, la mujer estaba teniendo problemas con la tarjeta.

—Pero ¿qué es lo que sucede, señora? Yo tengo balance.

—La está rechazando.

—Eso no es posible. Intente con esta — le entregué otra tarjeta, pero el error persistía.

Tras la vergüenza e incomodidad, encendí mi teléfono para llamar al banco y me dieron la mala noticia de que han paralizado todas mis cuentas.

—¡Esto tiene que ser obra de ese maldito! — le di un golpe a la pared y ambas se sobresaltaron.

—¿Qué sucede?

—Me ha congelado la cuenta. ¿Te das cuenta ahora de lo que es capaz?

—Probablemente el chófer le fue con el cuento de que no regresaste con él.

—¿Puedes pagarlo tú y te pago luego?

—Claro, no hay problema.

Salimos del centro comercial y nos detuvimos por el camino en una barra a tomarnos unos cuantos tragos. Todavía no puedo quitarme esta rabia por dentro, por lo que no he querido llegar a la casa. Ese infeliz solo sabe hacerme la vida de cuadros. Es un verdadero hijo de puta. Lo detesto con toda mi alma.

—No deberías tomar así, vas a embriagarte rápido.

—Despreocúpate, no soy tan débil. Ese hombre me sacará las canas antes de tiempo.

—Se nota. No has dejado de hablar sobre él en todo el camino. ¿Has pensado en qué harás cuando te toque enfrentarlo en la casa?

—No tengo que enfrentarlo. Soy una mujer adulta y puedo hacer y salir a dónde quiera. Además, él no es nadie para mí, no tengo que hacerle caso.

Tomé varios tragos seguidos, hasta sentir que mi cuerpo se había ido relajando. Aunque no puedo quitarme de la cabeza a ese hombre. Esto es una pesadilla.

—Ya para de tomar.

—Solo un trago más.

—No, ya estás que no puedes ni levantarte. Ahora tendré que darle la cara al demonio de tu padrastro.

—Debe estar pasándola mal, ¿cierto? Ya lo imagino con el ceño fruncido y disgustado al darse cuenta de que no se ha salido con la suya — reí, mientras Bianca me ayudaba a levantar.

Caminé tropezando casi con todo hacia la entrada del lugar y de la mano de Bianca.

—¿Quién eres? — escuché la pregunta de Bianca y traté de mirarla, ya que se oía como asustada, cuando sentí que me soltó y del empujón me hizo tropezar con alguien.

—Lo siento — traté de enderezarme, cuando sentí unos brazos rodear mi cuerpo.

Este perfume no es de Bianca. Tras ese pensamiento, levanté la mirada para saber de quién se trataba y es cuando lo veo. Maldición, me ha encontrado. Los murmullos de la gente a nuestro alrededor me hicieron intentar soltarme de su fuerte agarre, pero su mano se colocó por detrás mi cabeza, presionándome contra su pecho.

—Encárgate de esto— no parece que hablara conmigo—. La llevaré a la casa.

Caminé como pude con él, por la misma manera en que me agarraba, sin dejarme hacer nada más que no fuera caminar. Me ayudó a sentar en el asiento trasero y el chófer puso el auto en marcha. Estaba demasiado cerca y su perfume era agradable. Podría decir que lo único agradable de su persona.

—¿Te divertiste? — rompió el silencio.

—Sí — contesté con descaro.

—Espero estés preparada para tu castigo.

—¿Por qué no te callas?

Recosté la cabeza de la ventana, debido a la misma pesadez y debilidad, cuando sentí su agarre por detrás de mi cabeza y me hizo aterrizar contra su pecho nuevamente.

—El auto está en movimiento. Si dejas tu cabeza ahí, llegarás con moretones en la frente y luego dirán que te he maltratado.

—¿Y no es lo que haces?

—Jamás te he puesto un dedo encima, tampoco tengo el más mínimo interés.

—¿Por qué tu corazón está tan alborotado?

—Por el disgusto.

Por alguna razón, es cómodo y agradable estar aquí. La forma en que sus brazos me engullen se siente tan bien y me resulta tan familiar. El calor y olor que emana de él es relajante. Parece tanto a los brazos de mi…

—Papá…

—¡Detén el auto! — el tono molesto en que habló me asustó.

—¿Qué sucede, señor?

—¡Qué detengas el maldito auto!

Tan pronto el chófer se detuvo, él se bajó y luchaba por tratar de comprender lo que estaba sucediendo, pero la verdad es que me sentía muy mareada.

—Llévala a la casa y pídele a Maribel que le dé un baño. Acabo de recordar que debo hacer algo.

—Pero ¿se quedará en medio de la calle, señor? No puede estar solo.

—No cuestiones mis órdenes y llévatela— tiró la puerta bastante fuerte, sin haber tenido oportunidad de preguntar lo que sucedía.

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