Hoy es el cumpleaños de Miranda, cumple 28 años. Se despertó a las 6 a. m. como todos los días.
Primero se prepara ella, pide a su cocinera que haga el desayuno, levanta a los niños, José de 5 años y Lily de 3 años.
Después de prepararlos bajan al comedor a tomar el desayuno.
Al terminar les ayuda a lavarse los dientes, les prepara las mochilas y lleva a ambos niños a la escuela.
José está en preescolar, mientras que Lily va a la guardería.
Al llegar muchas otras madres la saludan, algunos padres la miran, siempre arreglada de forma impecable, siempre con una sonrisa en los labios.
Siempre ha escuchado los rumores sobre ella, algunos creen que es madre soltera pues nunca han visto a su esposo.
Otros dicen que es amante de un hombre influyente.
Realmente su esposo es un reconocido abogado, su agenda es tan apretada que ni siquiera va a dormir a casa.
Miranda ha tratado de mitigar el dolor y pesar, para no mostrar lo que siente su corazón frente a sus hijos.
Su esposo siempre está ocupado para ella, para sus hijos. Sin embargo, constantemente es visto con "amigas" en bares o restaurantes.
Miranda sabe que si no llega por la noche no está en la oficina sino en algún hotel de la ciudad.
Ella ha tolerado tantos agravios por amor, pero ese amor antes era como un fuego de grandes llamas, que devoraba todo su ser, se sentía feliz cuando lo veía dormir a su lado.
Cuando compartían la mesa o simplemente verlo día tras día.
Pero ese amor con cada ofensa, con cada humillación se iba apagando poco a poco.
Hoy... Otra vez, despertó sola.
Más de una ocasión ha pensado en separarse, pero sus padres tienen una forma de pensar demasiado conservadora. En su familia no es bien visto el divorcio.
Después del nacimiento de Lily, los padres de Miranda pudieron ver lo cruel y distante que es Eduardo. Pues en lugar de acompañar a su esposa al hospital y estar al pendiente del nacimiento de su hija, el argumentó que tenía un caso importante en puerta.
Sin embargo, el hermano mayor de Miranda lo vio en el aeropuerto junto con una mujer, el destino era el Caribe.
Enrique, el hermano de Miranda les comentó a sus padres lo que vio, los ancianos se negaron a creerlo, y le prohibieron a Enrique decirle cualquier cosa a Miranda.
Pero por cosas del destino Miranda se entero, le dolía tanto el corazón.
Estaba en el hospital, su bebé nació antes, tuvo algunas complicaciones y su esposo, estaba en el Caribe con una amante.
Esa fue la última vez que ella dejó de pensar en él como el hombre de su vida.
Después de eso dejó de llamar a su oficina, dejó de llamarle para preguntar si regresaría a cenar.
Cuando llegaba a casa dejó de correr a servirle la cena caliente.
Era cuestión de tiempo para que ella convenciera a sus padres de que lo único que le quedaba era el divorcio.
Siempre que pensaba en él aún le dolía, se preguntaba cada que lo veía sonreír con una mujer ¿por qué no me sonríe a mí de la misma forma?, ¿por qué no me ama a mí?, ¿Qué es lo que no he hecho bien?
Desafortunadamente el hospital donde ella trabaja queda muy cerca de la firma de abogados de su esposo.
Así que constantemente lo ve con diferentes mujeres.
Para él no hay diferencia, castañas, morenas, rubias. Cada una de ellas tomada de su mano o colgada de su cuello.
El corazón realmente le dolía muchísimo al ver eso. Él tal vez alguna vez la vio en la calle, pero no le importaba que lo viera. Pasaba a su lado como si no la conociera.
Eso paso tres veces en menos de un mes así que ella evitó encontrarlo, si lo veía desde lejos ella cambiaba de banqueta o entraba a algún negocio sobre la calle.
Todo para no sentir nuevamente el dolor y la humillación de ver a su esposo con otra mujer, la cual parecía ser mucho más importante que ella.
Ese mes lo pasó muy mal, cada vez que lo recordaba le dolía tanto, los ojos los tenía rojos e hinchados por el llanto.
Cuando le preguntaban en el trabajo que era lo que le pasaba, argumentaba tener gripe.
Ella era joven, exitosa, amaba a sus hijos, buena madre, buena hija y si se lo permitiera Eduardo sería buena esposa.
Hoy es su cumpleaños sus padres como cada año la han invitado a cenar. Así que ella pidió a su amiga Lorena que la cubriera unas cuantas horas.
Primero pasará por sus hijos, para después ir a casa de sus padres.
De camino a casa de sus padres pensó en llevar un postre.
Entró a una fina pastelería y estaba en el mostrador esperando a que le tomarán la orden. El pequeño José le soltó la mano y se acercó a una pareja que estaba esperando su pedido.
Era un pastel de cumpleaños exquisito, se leía "Feliz cumpleaños", cuando Miranda fue por su hijo el niño observaba a la joven y amorosa pareja.
Miranda no le dio mucha importancia hasta que José llamó al hombre.
-Papá, papá...
El hombre volteo y Miranda lo reconoció, era su esposo.
-Papá ¿ese pastel es para mamá? - preguntó el niño
El hombre se sorprendió al ver a su hijo en ese lugar en ese momento, le dio el pastel a la mujer que estaba a su lado y le dijo
-Ve al auto, te alcanzo en un momento - miró al niño y le dijo con fingida amabilidad- hijo esa señorita en un cliente muy importante y hoy es su cumpleaños.
-Mamá también es importante y también es su cumpleaños.
-Está bien, te dejaré dinero para que le compres algo a tu mamá, yo me tengo que ir.
El hombre sacó su cartera y lanzó una mirada de reproche a Miranda .
Miranda se sintió tan inquieta y dolorida que tomó a su hijo de la mano y salieron de la pastelería.
El hombre se quedó con la billetera en mano, no tardó mucho en que recibió la llamada de la mujer que había salido al auto.
-Cariño, el auto está cerrado, no tardes.
-Voy para allá, espera por mí.
Miranda tenía el corazón roto, su esposo, el hombre al que amaba la había ignorado una vez más, pero había tenido tiempo para ver a su amante.
Tuvo el tiempo para pensar en su cumpleaños, pero no en ella, nunca en ella.
Después de salir de la pastelería, espero en el auto a calmarse.
Vio salir a su esposo y besar tiernamente a su amante.
¿Entonces que era ella en la vida de Eduardo?, era sólo una carga, era sólo un estorbo.
No es una mujer de segunda mano, no es una mujer que merezca no ser amada.
Dejó su brillante futuro cuando renunció a ir a hacer la especialidad al extranjero por casarse con ese hombre.
Solo la utilizó para quedarse con la firma de abogados de su padre.
Eduardo era un joven recién titulado que comenzó a trabajar con su padre, cuando ella lo conoció se enamoró perdidamente. El siempre mantenía distancia, pero en una ocasión la invitó a tomar un helado.
Esa tarde fue mágica, pensaba que él gustaba de ella, pero él sólo la utilizó.
La enamoro y cuando su padre anunció que su hermano Enrique había hecho su propia empresa y no podía dejarla por el bufete de su padre fue entonces cuando los ojos de Ramón, el padre de Miranda vio al joven como su sucesor.
En ese momento fue cuando Eduardo dio el toque final a su farsa pidiéndole matrimonio a Miranda.
Fue así como Miranda cayó en el engaño del hombre.
El primer año estuvo lleno de muchas apariencias y fue cuando Miranda se embarazo de José, después de ese primer año la máscara de Eduardo cayó, cuando ella lo fue visitar a su oficina y lo encontró teniendo relaciones con su secretaria.
En ese momento ella se sintió morir, hizo lo que cualquier mujer hubiera hecho, reclamó a su esposo, pero lo único que encontró fue indiferencia.
El tomó su saco y lo coloco sobre los hombros de su amante, mientras que Miranda fue completamente ignorada.
Solo salieron unas cuantas palabras frías de la boca de Eduardo
-No vengas a mi lugar de trabajo
Miranda no lo podía creer, ella era la hija del fundador de esa firma de abogados, ella era su esposa.
¿Cómo él la pudo tratar así?...
Esa fue la primera vez que le comento a sus padres sobre el divorcio, a lo cual ellos se opusieron de forma determinada.
Después de eso la relación se hizo cada vez más fría, cada vez más distante.
Hasta una noche en la que Eduardo llegó borracho y comenzó a besar a Miranda ella se dejó llevar por el toque de su esposo, fue así como nuevamente quedó embarazada.
Sin embargo, al siguiente día de la noche de pasión con su esposo el salió muy molesto de la casa.
Ella no sabía el por qué, fue acaso que se equivoco de mujer y realmente no quería estar con ella, este pensamiento le pasó por la mente por mucho tiempo, cada vez más doloroso, cada vez más el fuerte sentimiento de humillación.
En su mente cualquiera era mejor que ella.
Miranda seguía en el estacionamiento, la mujer al lado de su esposo hizo pucheros por estar sola, Eduardo sacó de su bolsillo una pequeña caja, seguramente era una joya, porque a la mujer le brillaron los ojos.
Miranda respiro profundamente, tenía tres opciones, continuar como hasta el momento por darle gusto a sus padres de no divorciarse.
Divorciarse pese a que esto la pondría en una situación difícil con sus padres.
O irse con sus hijos y no regresar jamás a ver a ese hombre.
Estaba detrás del volante meditando que tendría que hacer.
Ya estaba cansada de sentirse siempre una mujer sin valor.
Siempre como alguien que no merece ser amada.
Sus pequeños hijos estaban entretenidos mirando una película en la tableta, alguien tocó la ventanilla que la trajo a la realidad.
Era una mujer que llevaba un pastel en las manos.
Miranda bajó la ventanilla,
-Señora, no recogió su pedido
-Y-yo lo siento, no pague - Miranda busco su bolso para sacar su tarjeta y pagar.
La empleada vio la acción y se apresuró a decir
-La persona con la que estaba ya ha pagado
-Oh, ya veo, entonces gracias.
Miranda tomó el pastel y lo coloco en el asiento del copiloto.
En su mente pensaba que entonces el sí recordaba su cumpleaños, eso le dio un poco de calor en su corazón frío.
Se fue a casa de sus padres, ellos la recibieron con mucho gusto.
Les gustaba mucho ver a sus nietos, de hecho le pedían a Miranda de forma constante que se quedará una temporada en la casa con ellos pero Miranda siempre se negaba por su trabajo, la casa de sus padres estaba muy lejos del hospital.
Enrique estaba en la puerta esperando a que sus padres terminarán los besos y abrazos a sus nietos para poder saludar a su hermana.
El noto la irritación en los ojos de Miranda, creyó saber a qué se debían, una discusión con Eduardo. Pero decidió no decir nada.
Cuando estuvieron dentro de la casa la madre de Miranda ordenó a la servidumbre pusiera la mesa para poder cenar.
Miranda había olvidado el pastel regalo de su esposo en el auto y salió a recogerlo.
Llegó a la mesa y lo coloco. Abrió la caja y dentro había un pastel sin ninguna leyenda. Pero la decoración era más para un niño que para un adulto, realmente el pastel era para sus hijos y no para ella.
Nuevamente sintió un hueco en el estómago. Se disculpo y salió,
-¿A dónde vas hija? -preguntó su madre - ya está la cena servida.
-Olvide algo en el auto no tardó.
Miranda salió a toda prisa del lugar sentía que se asfixiaba, jadeaba para poder tener el aire que necesitaba.
Su hermano salió detrás de ella, sabía que algo le pasaba, no era tan insensible como sus padres.
-Hermana ¿qué te pasa?
Miranda no pudo contenerse y se arrojó a los brazos de su hermano.
-Ya no puedo más, hermano, ya llegue al límite de mi tolerancia, quiero divorciarme.
-Si estas segura yo te ayudaré, no importa que nuestros padres no estén de acuerdo, tarde o temprano lo tendrán que aceptar.
Miranda se sintió apoyada, el sentimiento de soledad dentro de su alma se hizo más pequeño.
-¿Estas de acuerdo en que me divorcie? - de repente le llegó a la mente, por que su hermano la apoya sin preguntar el problema, ¿qué sabe él?
-Si hermana yo siempre estaré a tu lado.
-¿Por qué Enrique?, - la cara de Miranda se puso muy seria.
Enrique dudo unos momentos pero por fin se decidió a hablar.
-Por qué ese infeliz tiene otra familia, siempre pasa por la calle con diferentes mujeres, por que me canse de callar.
-¿Desde cuándo lo sabes?
-Hermana, el día que nació Lily, él se fue al Caribe, yo mismo lo vi abordar el avión con una mujer.
-¡¿QUÉ?! - Miranda no podía creerlo, su hermano sabe de la vida tan miserable que ha llevado desde hace tres años- ¿por qué no dijiste nada?
-Por qué nuestros padres no me dejaron hablar contigo.
Era como si a Miranda le arrojará un balde de agua fría, sus padres saben del infierno que vive y prefieren que su hija viva así a que se divorcie.
Miranda cayó sobre sus rodilla, grandes lágrimas corrían por sus mejillas, la traición no sólo era de su esposo, también sus padres, ellos que decían amarla, no la apoyaban aún sabiendo que su marido es un infiel.
Miranda se sentía tan enfadada, tenía el corazón roto. Pero el apoyo de su hermano fue suficiente para no sentirse perdida por completo.
-Hermano podemos entrar a la casa y no mencionar nada, tengo que pensar bien lo que haré.
-Sabes que aquí estaré para ti, lo que necesites yo te apoyaré
-Gracias hermano - Miranda se limpio el rostro que estaba algo enrojecido por el llanto.
Busco en su bolso el maquillaje y retoco su rostro para que no se notará que había llorado, quería mantener las apariencias frente a sus padres.
Cuando regresaron a la casa el pequeño José ya le había platicado a sus abuelos sobre la forma casual en que se encontraron a su padre en la Pastelería con otra mujer.
Los ancianos no dijeron nada al respecto, pero estaban considerando su decisión que le habian impuesto a su hija.
Ella prácticamente era madre soltera, su esposo sólo era en papel, mientras que como padre de los niños era distante y casi siempre ausente.
La cena pasó sin por menores, una fuerte tormenta comenzó a caer, Miranda quería regresar a su casa pero la lluvia había inundado parte de las principales vialedades por donde ella tenía que transitar.
De ese modo tuvo que aceptar quedarse en casa de sus padres, afortunadamente al día siguiente era fin de semana, los niños no tenían Escuela.
Si ella se levantaba temprano podría ir a trabajar sin problemas. Dejaría a los niños con sus padres y regresaría por la tarde por ellos.
Al día siguiente las cosas funcionaron como ella las planeo, el día pasaba sin ningún contratiempo de forma pacifica y tranquila, hasta que casi cuando estaba por salir de trabajar pidieron al personal que se reuniera, tendrían una reunión para presentar al nuevo miembro del equipo de neurología.
Miranda llamó a la casa de sus padres para informar que llegaría más tarde.
Cuando todos estaban en la sala de reuniones del hospital se sorprendió al reconocer al nuevo miembro, era un viejo conocido.
Un vecino de la infancia, después de la escuela media, sus padres se divorciaron y él se fue con su madre al extranjero. Pero aún cuando había pasado mucho tiempo ella lo reconoció de un solo vistazo.
-Buenas tardes a todos, esta reunión es breve. El Dr. Miguel Sánchez es el neurocirujano que a partir de hoy se integra a nuestro hospital. Por favor ayuden a que se sienta cómodo.
-Buenas tardes - Todos al unísono
-Un placer conocerlos a todos, espero que trabajemos muy bien, para mi es un placer estar aquí.
-Bienvenido
-Bienvenido.
Miranda salió del hospital, sin saludar al recién llegado, pensando que en el futuro tendría la oportunidad. En ese momento muchos de sus colegas se acercaron a saludar y hacer su presentación personal, de esperar llegaría muy tarde por los niños.
Antes de ir a la casa de sus padres pasó por algo a su propia casa, algo dentro de ella le decía que fuera.
En cuanto abrió la puerta principal escucho sonidos sexual en sus oídos.
-Tu esposa no llegará pronto.
-No, está en casa de sus padres tenemos la casa a solas por lo menos un par de horas más
-Pero si ella llega a entrar ¿qué le dirás?
-Nada, ella es tan tonta que solo mira a otro lado, si no fuera por la firma de abogados de su padre nunca me hubiera casado con ella, realmente la detesto, siempre tan digna, pero mira hemos pasado frente a ella y ni un reclamo ha hecho. Realmente me enferma.
-No seas tan malo, por lo menos cuida muy bien a tus hijos.
-Tienes razón sirve para niñera, cuando tenga todo el bufete en mis manos le daré los papeles de divorcio y me ayudarás a criar a mis hijos.
-Si, si, claro que lo haré.
Miranda escuchaba la platica entre su esposo y su amante, después de decir esas pocas palabras continuaron con su actividad sexual nuevamente.
Como si las humillaciones no fueran suficientes este hombre pretendía que su amante criará a sus hijos.
Ya no lo tolerará más, se giro sobre sus talones y salió de la casa.
Cuando llegó por sus hijos ella ya había pensado no regresar a la casa donde vio a su esposo revolcarse con otra.
Estaba dispuesta a entrar y escupirle toda su triste realidad a sus padres, estaba realmente furiosa. Ella era una buena hija y no era posible que ella tuviera que soportar esta situación sólo por capricho de sus padres.
Cuando entró al garage de la casa ya había pensado todo lo que les diría a sus padres nada ni nadie la detendrían.
Cuando llego cerró la puerta de un portazo, preguntó a una de las chicas de la servidumbre por sus padres, la chica le dijo que estaban en la sala de estar.
Miranda se dirigió a ellos con paso firme pero cuando estaba por hablar sin dejar que nadie la hiciera callar, vio que sus padres no estaban solo, su antiguo vecino estaba charlando cómodamente con ellos y su hermano.
Miranda no pudo hablar, su mente quedó en blanco y sólo atinó a decir
-Hola, buenas tardes.
Sus padres la miraron
-Ya llegaste, ven siéntate, ¿lo recuerdas? es nuestro vecino, hace mucho que no sabíamos de él, al parecer va a trabajar en el mismo hospital que tú.
-Hola, ya nos habíamos visto antes, solo que tenía algo que hacer y no pude acercarme a saludar como se debe
Miranda se acercó y le extendió la mano.
-Él se quedará a cenar con nosotros, no me digas que te irás a tu casa en este momento.-Dijo su madre.
-No, no, como creen sería una grosería de mi parte. Primero iré a ver a mis hijos, ¿dónde están?
-La niñera les esta dando una ducha, están arriba.
-Bien, entonces me disculpo y en un momento bajo.
-No hay problema estamos esperando al amigo de Miguel, olvido algo y no tarda en volver.
Miranda ya no pudo hablar con sus padres sobre el divorcio con Eduardo. Entró a ver a sus hijos ambos jugaban en la bañera, ya tenían a Lety la niñera empapada, pero los tres jugaban y reían.
-Ese bastado, quitarme a mis hijos, ya veremos - Dijo Miranda entre dientes, sin percatarse que su hermano estaba muy cerca de ella y escucho lo que dijo.
-Hermana
Miranda volteo sorprendida al encontrar a su hermano detrás de ella.
-Dime que fue lo que pasó, ¿discutiste con ese bastado?
Miranda recordó lo visto y escuchado minutos antes, la furia regresaba a su mirada, que parecían ojos de un asesino en ese momento.
-No discutí con él, fui a la casa a recoger algo antes de venir aquí y encontré que Eduardo mete a esa mujer a nuestra casa y la folla donde sea, pensarlo me da asco. No solo eso él quiere tener toda la firma de papá en sus manos para después despojarnos y quitarme a los niños.
-¿Él té dijo eso?
-Jajaja, no él es un cobarde, lo escuche hablar con su amante. Yo no puedo más con o sin la aprobación de nuestros padres yo me divorcio, si papá desea que él siga con el bufete es asunto suyo, yo estoy cansada de ser humillada.
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