Nuestro Amor Eterno
                                                        El encuentro
                    
        El sol se filtraba por las cortinas de la habitación de Mateo, pintando líneas doradas sobre el desorden de libros y ropa esparcidos por el suelo. Se removió entre las sábanas, intentando aferrarse a los últimos vestigios de su sueño, pero el insistente sonido de su despertador lo arrancó de ese estado de ensueño. Con un gruñido, extendió la mano y lo apagó, sintiéndose como si hubiera dormido apenas unos minutos.
 
Se sentó en la cama, frotándose los ojos, y miró a su alrededor. Su habitación era un reflejo de su mente: caótica, desordenada, pero llena de cosas que amaba. Libros de poesía apilados junto a novelas de ciencia ficción, camisetas de sus bandas favoritas colgadas de las perillas de las puertas, y un escritorio cubierto de bocetos a medio terminar.
 
Se levantó y caminó hacia la ventana. Desde su apartamento en la Ciudad de México, podía ver el bullicio de la ciudad despertando. Coches apresurándose por las calles, gente caminando hacia sus trabajos, y el aroma de los puestos de comida callejera que comenzaban a abrirse. Respiró hondo, sintiendo la energía vibrante de la ciudad llenando sus pulmones.
 
       
        Contexto:Mateo era un joven de veinticinco años, con una mirada intensa y una melena de cabello lila que siempre parecía estar despeinada. Trabajaba como ilustrador freelance, y pasaba la mayor parte de sus días encerrado en su habitación, dibujando mundos imaginarios y personajes fantásticos. Era un alma creativa, un soñador empedernido, pero también un poco solitario
 
       
        Después de una ducha rápida, se vistió con unos jeans ajustados y una camiseta con el logo de una banda indie. Bajó a la cocina, donde su compañera de piso, Sofía, ya estaba preparando el desayuno.
 
       
        
        Sofia 
"Buenos días, dormilón", dijo Sofía, con una sonrisa. "Creí que no te levantarías nunca".
 
        
       
        
        Mateo
"Lo intenté", respondió Mateo, bostezando. "Pero la ciudad me estaba llamando".
 
        
       
        Sofía era una chica extrovertida y llena de vida, con una melena rubia y una risa contagiosa. Era la mejor amiga de Mateo desde la universidad, y siempre estaba ahí para sacarlo de su caparazón.
 
       
        
        Sofia 
"¿Tienes planes para hoy?", preguntó Sofía, mientras le servía una taza de café.
 
        
       
        
        Mateo
"Tengo que terminar un par de ilustraciones para un cliente", respondió Mateo. "Y luego, tal vez salga a dar una vuelta por el centro. Necesito un poco de inspiración".
 
        
       
        
        Sofia 
"Deberías ir a la galería de arte que abrieron hace poco en la Roma", sugirió Sofía. "Dicen que está muy interesante".
 
        
       
        
        Mateo
"Buena idea", dijo Mateo. "Tal vez vaya por la tarde".
 
        
       
        Después del desayuno, Mateo se encerró en su habitación y se puso a trabajar. Se sumergió en su mundo de líneas y colores, creando imágenes que cobraban vida en la pantalla de su ordenador. Las horas pasaron volando, y cuando se dio cuenta, ya era la hora de comer.
 
Salió de su habitación y se encontró con Sofía en el pasillo.
 
       
        
        Sofia 
"¿Qué tal el trabajo?", preguntó Sofía.
 
        
       
        
        Mateo
"Bien", respondió Mateo. "Ya casi termino. ¿Te apetece ir a comer algo?"
 
        
       
        
        Sofia 
"Me encantaría", dijo Sofía. "Conozco un lugar de tacos veganos que está delicioso".
 
        
       
        Salieron del apartamento y se dirigieron al restaurante de tacos. Mientras comían, hablaron de todo y de nada, riendo y compartiendo historias. Mateo se sentía afortunado de tener a Sofía en su vida. Ella era su confidente, su apoyo, y la única persona que realmente lo entendía.
 
Después de comer, Mateo se despidió de Sofía y se dirigió a la galería de arte en la Roma. El barrio era conocido por su ambiente bohemio y sus calles llenas de cafés y galerías. Mateo se sentía como en casa allí.
 
Entró en la galería y se quedó impresionado por la exposición. Había pinturas, esculturas, y fotografías de artistas locales e internacionales. Mateo caminó lentamente por la sala, admirando cada obra de arte. Se sentía inspirado y emocionado.
 
       
        De repente, su mirada se detuvo en una pintura en particular. Era un retrato de un hombre joven, con ojos profundos y una expresión melancólica. Mateo sintió una conexión instantánea con la pintura. Era como si el hombre lo estuviera mirando directamente al alma.
 
Se acercó a la pintura y leyó la etiqueta. El artista se llamaba Alejandro. Mateo no había oído hablar de él antes, pero sintió curiosidad por saber más.
 
Pasó un buen rato contemplando la pintura, perdiéndose en sus detalles. Cuando finalmente se dio la vuelta para irse, chocó con alguien.
 
       
        
        Mateo
"Lo siento", dijo Mateo, avergonzado.
 
        
       
        Levantó la vista y se encontró con un par de ojos marrones que lo miraban con una sonrisa.
 
       
        
        Alejandro
"No te preocupes", dijo el hombre. "Yo también estaba distraído".
 
        
       
        Mateo sintió que su corazón daba un vuelco. El hombre era increíblemente guapo, con una mirada amable.
 
       
        
        Alejandro
"Soy Alejandro", dijo el hombre, extendiendo su mano. "Soy el artista de esta exposición".
 
        
       
        Mateo estrechó su mano, sintiendo una corriente eléctrica recorrer su cuerpo.
 
       
        
        Mateo
"Soy Mateo", respondió. "Soy un gran admirador de tu trabajo".
 
        
       
        
        Alejandro
Alejandro sonrió. "Gracias", dijo. "Me alegra que te guste".
 
        
       
        Se quedaron mirando el uno al otro durante un momento, sin decir nada. Mateo sintió que el tiempo se detenía. Era como si estuvieran solos en el mundo.
 
       
        Finalmente, Alejandro rompió el silencio.
 
       
        
        Alejandro
"¿Te gustaría tomar un café conmigo?", preguntó. "Me encantaría hablar contigo sobre mi trabajo".
 
        
       
        Mateo sintió que su corazón latía con fuerza.
 
       
        
        Mateo
"Me encantaría", dijo.
 
        
       
        Y así, Mateo conoció a Alejandro, el hombre que cambiaría su vida para siempre.
 
                                                                La confesión
                    
        La cafetería estaba llena de gente, pero Mateo y Alejandro encontraron una mesa tranquila en un rincón. Se sentaron uno frente al otro, con sus tazas de café entre ellos.
 
       
        
        Alejandro
"Así que, Mateo", dijo Alejandro, con una sonrisa. "¿Qué te trae por aquí?"
 
        
       
        
        Mateo
"Soy ilustrador", respondió Mateo. "Estaba buscando inspiración y Sofía me recomendó venir a esta galería".
 
        
       
        
        Alejandro
"¿Y te inspiraste?", preguntó Alejandro.
 
        
       
        
        Mateo
"Mucho", dijo Mateo, mirando a Alejandro a los ojos. "Tu trabajo es increíble. Me encanta la forma en que capturas la emoción en tus pinturas".
 
        
       
        
        Alejandro
Alejandro se sonrojó un poco. "Gracias", dijo. "Eso significa mucho para mí".
 
        
       
        Hablaron durante horas, sobre arte, música, libros y sus vidas. Mateo descubrió que Alejandro era un hombre apasionado y sensible, con una visión única del mundo. Se sentía atraído por su inteligencia, su humor y su calidez.
 
       
        Alejandro, por su parte, se sentía fascinado por la creatividad y la sensibilidad de Mateo. Le encantaba escuchar sus historias y sus ideas. Se sentía conectado a él de una manera que nunca antes había experimentado.
 
Cuando se dieron cuenta, ya era tarde. El sol se estaba poniendo y la cafetería estaba casi vacía.
 
       
        
        Alejandro
"Creo que deberíamos irnos", dijo Alejandro, con pesar.
 
        
       
        
        Mateo
"Sí", respondió Mateo. "Pero me gustaría verte de nuevo".
 
        
       
        
        Alejandro
Alejandro sonrió. "¿A mí también", dijo. "¿Qué te parece si cenamos juntos mañana?"
 
        
       
        
        Mateo
Mateo sintió que su corazón daba un vuelco. "Me encantaría", dijo.
 
        
       
        Intercambiaron sus números de teléfono y salieron de la cafetería. Se despidieron con un abrazo y Mateo se dirigió a su casa, sintiéndose como si estuviera flotando.
 
No podía dejar de pensar en Alejandro. Su sonrisa, su voz, sus ojos. Todo sobre él lo atraía. Sabía que algo especial estaba sucediendo entre ellos.
 
Llegó a su apartamento y se encontró con Sofía en la sala de estar.
 
       
        
        Sofia 
"¿Qué tal la galería?", preguntó Sofía.
 
        
       
        
        Mateo
"Increíble", respondió Mateo, con una sonrisa. "Conocí a un artista increíble".
 
        
       
        
        Sofia 
"¿Ah, sí?", dijo Sofía, levantando una ceja. "Cuéntame más".
 
        
       
        Mateo le contó a Sofía todo sobre Alejandro, desde su arte hasta su personalidad. Sofía escuchó atentamente, con una sonrisa en su rostro.
 
       
        
        Sofia 
"Parece que estás enamorado", dijo Sofía, cuando Mateo terminó su historia.
 
        
       
        
        Mateo
Mateo se sonrojó. "No lo sé", dijo. "Pero siento algo muy fuerte por él".
 
        
       
        
        Sofia 
"Bueno, solo te diré una cosa", dijo Sofía. "No dejes que se te escape. Un hombre como ese no se encuentra todos los días".
 
        
       
        Mateo asintió, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. Sabía que Sofía tenía razón. No podía dejar pasar esta oportunidad.
 
       
        Al día siguiente, Mateo pasó todo el día pensando en Alejandro. No podía concentrarse en su trabajo. Su mente estaba llena de imágenes de su rostro.
 
       
        Por la tarde, comenzó a prepararse para su cita. Se duchó, se vistió con su mejor ropa y se peinó cuidadosamente. Quería verse perfecto para Alejandro.
 
Cuando llegó la hora, salió de su apartamento y se dirigió al restaurante donde habían acordado encontrarse. Estaba nervioso, pero también emocionado.
 
Llegó al restaurante y vio a Alejandro esperándolo en la entrada. Llevaba una camisa blanca y unos pantalones negros, y se veía aún más guapo que la noche anterior.
 
Mateo sintió que su corazón daba un vuelco al verlo.
 
       
        
        Mateo
"Hola", dijo Mateo, acercándose a él.
 
        
       
        
        Alejandro
"Hola", respondió Alejandro, con una sonrisa. "Me alegra verte".
 
        
       
        Se abrazaron y entraron al restaurante. Se sentaron en una mesa junto a la ventana, con vistas a la ciudad.
 
       
        Durante la cena, hablaron de sus sueños y sus aspiraciones. Mateo le contó a Alejandro sobre su pasión por la ilustración, y Alejandro le contó sobre su deseo de cambiar el mundo a través de su arte.
 
Se dieron cuenta de que tenían mucho en común. Ambos eran creativos, apasionados y soñadores. Ambos querían dejar su huella en el mundo.
 
Después de la cena, salieron del restaurante y caminaron por las calles de la ciudad. Se tomaron de la mano, sintiendo una conexión profunda entre ellos.
 
Llegaron a un parque y se sentaron en un banco. Se quedaron mirando las estrellas, en silencio
 
       
        De repente, Alejandro se giró hacia Mateo y lo besó.
 
       
        Fue un beso suave y dulce, pero lleno de emoción. Mateo sintió que su cuerpo se estremecía. Había esperado este momento durante mucho tiempo.
 
       
        Se separaron y se miraron a los ojos.
 
       
        
        Alejandro
"Te quiero", dijo Alejandro, con voz suave
 
        
       
        
        Mateo
"Yo también te quiero", respondió Mateo.
 
        
       
        Se besaron de nuevo, esta vez con más pasión. Sabían que estaban enamorados.
 
                                                                La boda
                    
        Los días siguientes fueron como un sueño para Mateo. Pasaba la mayor parte de su tiempo con Alejandro, explorando la ciudad, visitando museos y galerías, y simplemente disfrutando de la compañía del otro.
 
Se enamoraban más cada día que pasaba. Se sentían completos cuando estaban juntos.
 
Una tarde, mientras caminaban por el centro histórico, Alejandro se detuvo frente a una joyería.
 
       
        
        Alejandro
"Espera aquí", dijo Alejandro, con una sonrisa misteriosa.
 
        
       
        Entró en la joyería y salió unos minutos después, con una pequeña caja en la mano.
 
       
        
        Mateo
Mateo lo miró con curiosidad. "¿Qué es eso?", preguntó.
 
        
       
        Alejandro se arrodilló frente a Mateo y abrió la caja. Dentro había un anillo de plata con una pequeña piedra de jade.
 
       
        
        Alejandro
"Mateo", dijo Alejandro, con voz temblorosa. "Sé que nos conocemos desde hace poco tiempo, pero siento que te conozco de toda la vida. Me haces feliz como nunca antes lo había sido. ¿Quieres casarte conmigo?"
 
        
       
        Mateo se quedó sin aliento. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.
 
       
        
        Mateo
"Sí", dijo Mateo, con voz entrecortada. "Sí, quiero casarme contigo".
 
        
       
        Alejandro le puso el anillo en el dedo y se abrazaron con fuerza. Estaban comprometidos.
 
La noticia de su compromiso se extendió rápidamente entre sus amigos y familiares. Todos estaban felices por ellos.
 
       
        
        Sofia 
Sofía estaba especialmente emocionada. "Te lo dije", dijo Sofía, con una sonrisa. "Sabía que ibas a encontrar el amor verdadero".
 
        
       
        Los preparativos para la boda comenzaron de inmediato. Querían una ceremonia sencilla y íntima, rodeados de sus seres queridos.
 
       
        Decidieron casarse en un jardín en las afueras de la ciudad. El jardín estaba lleno de flores y árboles, y tenía una vista impresionante de las montañas.
 
       
        El día de la boda, Mateo se despertó sintiéndose nervioso y emocionado. Se vistió con un traje blanco y se peinó cuidadosamente. Quería verse perfecto para Alejandro.
 
Llegó al jardín y vio a Alejandro esperándolo en el altar. Llevaba un traje negro y se veía increíblemente guapo.
 
Mateo sintió que su corazón daba un vuelco al verlo.
 
Caminó hacia el altar, tomado del brazo de su madre. Cuando llegó al lado de Alejandro, se tomaron de las manos y se miraron a los ojos.
 
El oficiante comenzó la ceremonia. Leyó poemas de amor y habló sobre la importancia del matrimonio.
 
Mateo y Alejandro intercambiaron sus votos. Se prometieron amarse y respetarse para siempre.
 
Cuando terminaron de decir sus votos, el oficiante los declaró marido y marido. Se besaron apasionadamente, mientras todos los presentes aplaudían y vitoreaban.
 
Estaban casados.
 
                                                            
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