Desde que se conocieron jamás se separaron. Tanto en la primaria como en secundaria la pasaron juntos, y siempre se mantuvieron en una firme alianza de lealtad. Fue así como Arturo Cinn y Melvin Niall decidieron crear su propia empresa desde los cimientos. Al entrar a la universidad se esforzaron para sacar sus carreras de Administración de Empresa y Marketing. Fue ahí que mientras cursaban sus estudios conocieron a las que serían sus futuras esposas.
Los años pasaron y Melvin junto a su mujer Evelyn tuvieron un hijo al que llamaron Indigo. Dos años después Arturo y su esposa Cleissy también tuvieron un hijo al que bautizaron con el nombre de Aidan.
Desde pequeños tanto Arturo como Melvin hicieron que sus hijos fueran amigos y jugaran juntos, más aún porque vivían lado a lado, por lo que prácticamente se criaron juntos. Sin embargo mientras más crecían, más molestos se volvían entre ellos. Sus competencias a pesar de ser inocentes siempre terminaban por dejar a uno de los dos niños llorando.
Pasaron veinte años y la empresa prosperó convirtiéndose en la compañía más grande de Administración de Publicidad y Marketing, trabajando así con importantes marcas reconocidas. La llamaron Golden.
Indigo y Aidan se convirtieron en fuertes y sanos jóvenes, ambos con la esperanza de conseguir un buen futuro en la universidad que los enviaron sus padres. Ahí sacarían sus carreras para ayudarlos con el tema de la empresa familiar. Aidan iba en segundo año de la carrera, Indigo iba en cuarto año.
La universidad a la que asistían contaba con cuatro facultades, entre ellas Administración y Marketing. Ahí ambos chicos cultivaban sus conocimientos para prosperar en un futuro del negocio familiar, pero también daban rienda suelta a sus competencias para demostrar quién era el mejor. Tanto en notas como en lo deportivo, la universidad Crisol se destacaba por tener a los mejores alumnos en todas las ramas que enseñaban, además de fomentar el deporte y la vida saludable.
Era lunes por la mañana, y un nuevo año comenzaba. Como era habitual Aidan montaba en su Honda CBR400RR, ese llamativo rojo salía rugiendo de su garage en busca de su mejor amigo que vivía a sólo unas calles de ahí. El pelinegro de ojos oscuros solía salir temprano para encontrarse con Sayer, su mejor amigo. Éste en cariño le decía bambi por tener los ojos negros como los ciervos.
—¡Al fin llegas!— le dijo el pelirrojo con una sonrisa—. Me estaba congelando Bambi.
—No tardé tanto— se quejó Aidan.
—Es una broma. ¡Feliz cumpleaños!— le dijo dándole un regalo.
—Sabes que no era necesario— le sonrió el pelinegro.
—Sabes que sí— le dijo Sayer dándole un abrazo. Luego se separó para ponerse el casco—. Hoy cumples veinte años, ¿cómo lo vamos a celebrar?.
—No lo sé, no lo he pensado aún— dijo Aidan—. Vamos, súbete.
El pelirrojo se puso el casco y se acomodó atrás. Luego se afirmó de su amigo, y salieron rumbo a la universidad.
En el camino se detuvieron en un semáforo en rojo, a su lado apareció un Audi azul oscuro, quién lo manejaba era su amigo-rival Indigo. El castaño de ojos avellanas miró hacia su costado con algo de desdén, Aidan ni se inmutó, siguió viendo hacia el semáforo hasta que éste cambió.
Sayer observó al rival de su mejor amigo y luego miró hacia adelante. Conocía bastante bien la historia entre esos dos, y sabía que a pesar de haberse criado desde pequeños no lograron llevarse bien. Más parecían enemigos que les gustaba competir por todo, siempre era una apuesta por saber quién era el mejor. Y a pesar que sus familias se llevaban bien, ellos sólo fingían para no tener que darles explicaciones de sus comportamientos.
Finalmente llegaban a la universidad, Aidan estacionó su moto. Dejaron los cascos guardados y luego se dirigieron hacia su salón. Detrás de ellos llegaba Indigo, el castaño puso su vehículo al lado de la moto y se bajó.
—Buenos días— le saludaron de pronto. Indigo miró a su amigo frente a él.
—Odris— le saludó el castaño—. ¿Llegaste hace mucho?.
—Cinco minutos— respondió el pelinegro—. Será mejor que entremos, sabes que el profesor llega temprano.
Indigo asintió sin decir nada y siguió a su amigo hacia su salón de clases. La jornada de estudios iniciaba para todos a las ocho de la mañana.
En el salón de segundo año, Aidan y Sayer hacían una presentación de sus trabajos. Se llevaría la mejor nota el que supiera vender mejor los productos con una alta gama de calidad y precio justo, siempre que el vendedor no perdiera.
Después de terminar con las exposiciones, los alumnos recibieron sus notas. A los chicos no les fue como esperaban, y eso fue algo que molestó de sobremanera a Aidan pues sabía que Indigo había tenido nota sobresaliente cuando le tocó hacer ese trabajo en segundo año.
El timbre del receso sonó y los chicos salieron hacia el comedor para ir a almorzar, Aidan iba con el ceño fruncido pensando en como subir esa nota, que a pesar de no haber sido baja necesitaba superar de alguna manera a la de su rival. Y para peor el destino le jugaba en su contra, ahí frente a ellos caminaban Indigo y Odris.
—Aidan, ¿cómo te fue en la presentación?— le preguntó Indigo—. Supe que uno de tus compañeros igualó mi puntaje, creí que que serías tú— sonrió con ironía.
—Aún soy joven y estoy aprendiendo— le dijo Aidan tratando de calmar el enojo. Estaba seguro que si no se controlaba le daría un puñetazo, y no mancharía sus antecedentes académicos por arrebatos innecesarios—. Tengo el tiempo a mi favor para superarte. Es más, recuerda que éste año te largas de la universidad.
Indigo se puso serio.
—Sí, pero jamás vas a superarme— le dijo el castaño.
Aidan se hizo hacia adelante al igual que Indigo, sus dos amigos se pusieron en medio.
—Ya basta— dijo Odris.
Sayer tomó al pelinegro y lo jaló hacia atrás, miró con mala cara a Odris que sostenía a Indigo de los brazos.
—No me mires así, yo sólo trato de calmarlos— le dijo Odris al pelirrojo.
—Tú amigo es siempre es el que inicia todo— dijo molesto Sayer—. Es un bruto.
—Tú amigo no lo hace nada mal tampoco— le habló Odris con tono severo.
Indigo y Aidan tuvieron que ahora ellos parar a sus amigos.
—Mejor vamos a comer— le dijo Aidan al pelirrojo.
Miraron a los otros dos con mala cara y se alejaron para ir al comedor.
—Estoy harto de ese imbécil— dijo Aidan a su amigo mientras caminaban por el pasillo.
—Ya no pensemos en ellos— le pidió Sayer—. Hoy cumples veinte años y debemos celebrarlo.
Aidan sonrió viendo a su amigo que siempre lo animaba.
—Es seguro que mis padres me harán algo en casa, ¿vas a venir verdad?— le dijo el pelinegro.
—Claro, jamás me lo perdería— le sonrió Sayer.
Entraron al comedor y luego fueron por sus almuerzos. Buscaron una mesa desocupada pero no había.
—Ven— le dijo Sayer a su amigo.
Aidan lo siguió hacia una mesa que estaba ocupada por algunos alumnos de los cursos superiores. El pelinegro pudo reconocer a dos de ellos que eran del centro estudiantil.
—Disculpen, ¿nos podemos sentar?— les preguntó amablemente Sayer.
—Claro— dijo una de las chicas, su nombre era Brenda.
—Gracias— dijeron ambos.
Se sentaron frente a dos apuestos chicos, estos los quedaron mirando.
—¿Nos conocemos?— preguntó de pronto Kilian mirando a Aidan, el pelinegro levantó la vista.
—No lo creo, soy alumno de segundo año de Administración de Empresa y Marketing— le dijo con tono amable—. Me llamo Aidan y él es mi amigo Sayer.
El rubio sonrió a ambos.
—Es un gusto conocerlos, me llamo Kilian y soy presidente del centro estudiantil, estoy en último año de la misma carrera que ustedes.
Los dos menores sonrieron.
—Y él es Mael, vicepresidente del centro estudiantil— continuó Kilian—. Pueden pedir nuestra ayuda cuando la necesiten.
Aidan y Sayer sonrieron más que felices, en realidad les vendría bien la ayuda de alumnos de cursos superiores. Después de todo debía superar de alguna manera a Indigo, y estaba claro que él jamás lo ayudaría.
—Muchas gracias por el ofrecimiento— le dijo Aidan—. Creo que estaré yendo seguido a tu salón.
—Es en el cuarto piso, salón A— le sonrió Kilian.
Salón A, cuarto piso, aquel lugar ya lo había escuchado Aidan antes, ese era el salón de Indigo lo que quería decir que eran compañeros de su rival.
—¿Sucede algo malo?— le preguntó Mael viendo la cara del pelinegro.
Sayer le dio un puntapié a su amigo por debajo de la mesa para que espabilara.
—No, no es nada— le sonrió Aidan.
Continuaron comiendo, mientras que a lo lejos eran observados con desinterés por Indigo y Odris.
Después de comer los chicos salieron un rato a tomar algo de aire antes de dar comienzo a las clases de la tarde.
—Entonces, ¿habrá pastel?— le preguntó Sayer a su amigo mientras caminaban a unos asientos.
—¿Pastel?— preguntó Kilian que iba cerca de ellos—. ¿Es tú cumpleaños Aidan?.
—Sí, hoy cumplo veinte— le sonrió el pelinegro.
Kilian le devolvió la sonrisa, a decir verdad le había agradado bastante ese chico.
—Que lástima no haber sabido antes— se lamentó el presidente del centro estudiantil.
—Nos acabamos de conocer hoy— le sonrió Aidan—. No tienes porque sentirlo.
—El viernes iremos a beber a un bar para celebrar el cumpleaños— les dijo Sayer—. Podrían venir.
—Gracias, aceptamos con gusto— sonrió Kilian.
Después del receso, los alumnos regresaron a las clases de la tarde.
—Nos vemos— se despidieron Kilian y Mael.
Los chicos les sonrieron y siguieron a su salón, los otros dos se dirigieron al suyo.
Las horas de la tarde fueron pasando y finalmente la jornada de estudios terminaba. Los alumnos salían de su salón para dirigirse a casa.
—Entonces no pasarás a tu casa— le dijo Aidan a su amigo.
—No, ya le avisé a mis padres que iré a tu casa para celebrar— le sonrió Sayer.
Se dirigieron al estacionamiento.
—¿Aún no abres el regalo qué te di?— le preguntó el pelirrojo mientras se ponía el casco.
—Quiero abrirlo en casa con los demás regalos— le sonrió Aidan.
—¿Qué eres, un niño de primaria?— se burló su amigo acariciándole la cabeza.
En eso aparecían Indigo y Odris, ambos caminaban al Audi. El castaño miró al par de amigos que se subía a la moto.
—¿Irás?— le preguntó de pronto Odris llamando la atención del castaño.
—Tengo que— le dijo Indigo—. Mis padres irán y es obvio que debo ir al cumpleaños de mi amigo— habló haciendo comillas con los dedos.
—Bueno, lo tendrán que hacer hasta que tus padres ya no estén— le dijo Mael.
Indigo dio un suspiro, ambos subieron al auto, el castaño iría a dejar a Odris a su casa como lo hacía todos los días antes de ir al cumpleaños.
Mientras que los chicos llegaban finalmente a casa de Aidan, para la no sorpresa de éste los padres de su rival ya se encontraban ahí.
—Hola a todos— les saludaron Aidan y Sayer una vez entraron.
—Que bien que están aquí— le sonrió Arturo a su hijo—. ¿Y no has venido con Indigo?.
El pelinegro le sonrió a los cuatro adultos.
—Indigo fue a dejar a Odris a su casa, llegará pronto— tomó de un brazo a Sayer para llevarlo a su habitación.
Entraron al dormitorio y dejaron las mochilas.
—¿Estás bien?— le preguntó Sayer a su amigo.
—Estoy harto— le dijo Aidan sentándose en su cama—. Me cansa fingir que nos llevamos bien, es una maldita pesadilla pensar que debemos hacernos cargo de la misma compañía.
—¿Qué piensas hacer respecto a eso?.
El pelinegro dio un suspiro.
—Sé que mi padre fundó esta compañía desde sus cimientos, pero tengo pensando en vender mi parte a un gran precio y hacer mi propio negocio— le dijo Aidan—. ¿Crees qué es muy egoísta lo que estoy pensando?.
—Creo que sería más egoísta si vives una vida de mierda por ellos— dijo Odris—. Tienes que ser feliz, y sabes que junto a él no lo serás jamás.
Aidan asintió.
—Ya es hora que lo sepan— dijo el pelinegro decidido—. Se los diré hoy, ya tengo veinte años y es hora que sepan la verdad.
Sayer se sorprendió por aquello, en realidad no era la idea que echara a perder la celebración, y más si estaban los padres de Indigo, eso sería realmente incómodo.
—¿Estás seguro de esto?. Yo creo que deberías esperar para hablar con ellos a solas, afectarás mucho sus sentimientos— le aconsejó Sayer—. Creo que deberías pensarlo bien.
—No, ya lo pensé demasiado. Si lo hablamos con seriedad sé que lo entenderán, además Indigo me apoyará. Él tampoco me soporta.
—Sí, tienes un punto a favor— le dijo Sayer con poco convencimiento.
Ambos chicos salieron de la habitación y se dirigieron al jardín de la casa. Los padres de Aidan habían preparado una parrillada con rica carne y buena comida. Además del pastel de cumpleaños. Indigo ya había llegado.
—Al fin estamos todos— les dijo Melvin tomando a su hijo por los hombros, Indigo le sonrió a su padre.
—Podemos comenzar— sonrió Cleissy la madre de Aidan.
Sayer miró a su amigo con nerviosismo, ya veía que el cualquier momento las cosas se salían de control y el cumpleaños se iba al carajo.
—Abre los regalos hijo— le dijo Arturo.
Aidan hizo caso y abrió primero los regalos de los cuatro adultos, les dio las gracias a todos por los lindos detalles.
—Abre el mío— le dijo Sayer al pelinegro.
Aidan tomó la cajita y la abrió, dentro había una pulsera similar a la que llevaba el pelirrojo.
—La hice yo— le sonrió Sayer, fue con su amigo y se la puso—. Llevamos la misma, es una pulsera de la amistad.
—Gracias— le sonrió Aidan dándole un abrazo.
—Muy bonita— le sonrió Claissy a Sayer. El chico le sonrió.
—¿Y tú le has traído algo?— le preguntó Melvin a su hijo.
Indigo se acercó a Aidan y le dio una cajita roja.
—Toma— le dijo mirando sus ojos—. Feliz Cumpleaños.
—Gracias— el pelinegro también lo miró, pero por primera vez sintió que los ojos de Indigo eran diferentes. Como si ese odio ahora se notara indescifrable. El chico abrió la cajita viendo un collar de plata con un dije de corazón brillante. Aidan se sintió extrañamente confundido y algo nervioso por aquel regalo. Seguramente lo hacía para ridiculizarlo frente a su familia.
—Esto— dijo Aidan tratando de hablar claro. Sayer miraba a su amigo sin entender porque veía así la cajita.
—Lo escogí yo— le dijo Indigo con rostro serio. Se acercó y sacó el collar de la cajita. Todos miraban en silencio—. Lo encontré lindo para ti— le habló mientras se lo colocaba.
Aidan estaba tieso, su corazón se disparó con fuertes latidos y su rostro comenzó a sonrojarse levemente. Indigo luego se puso frente a él para verlo a los ojos, luego miró el collar.
—Es como lo imaginé, se ve lindo en ti.
El pelinegro estaba tan descolocado que no sabía que responder. Sayer sintió que las cosas se estaban colocando un tanto raras.
—¡Es hora del pastel!— gritó el pelirrojo llamando la atención de todos.
Cleissy y Evelyn fueron a la cocina por el pastel, los demás se quedaron afuera esperando.
Unos minutos después salían ambas mujeres cantando el cumpleaños feliz para Aidan. El chico se acercó y sopló las velas. Luego hicieron un brindis y continuaron comiendo y bebiendo.
—¿Qué fue todo eso?— le preguntó Sayer a su amigo.
—No lo sé, Indigo siempre me regalaba cosas que sus padres le sugerían. Pero dijo que ahora él lo escogió para mí— le dijo Aidan—. Creo que quiere burlarse.
El pelirrojo miró a su amigo y luego dirigió sus ojos a Indigo, el castaño no les había sacado la mirada de encima.
—Yo creo que deberías dejar de pensar tanto— le sonrió Sayer—. Es tu cumpleaños, disfrutemos de la comida y el pastel.
Aidan le hizo caso a su amigo, después de todo cuando fuera el cumpleaños de Indigo él también se burlaría.
Los padres de ambos estaban bastante felices con lo que habían visto, ahora Arturo y Melvin podían llevar a cabo la idea que tenían. Estaban seguros que con lo que habían visto no habría problemas en poner en marcha lo que habían discutido por algún tiempo.
—¿Crees qué lo deberíamos hablar ahora?— le preguntó Arturo a su amigo.
—Es el cumpleaños de tú hijo— le sonrió Melvin—. Deja que los chicos disfruten, después haremos una reunión familiar para hablar de eso.
—De acuerdo— le dijo Arturo.
Cerca de las diez de la noche, Aidan fue en su moto a dejar a Sayer a su casa. El pelirrojo no le dijo nada a su amigo de como vio que Indigo no le sacó los ojos en toda la celebración.
—Gracias por traerme— le dijo Sayer bajando de la moto.
—Te veré mañana— dijo Aidan—. Gracias por el regalo— levantó su mano derecha.
El pelirrojo sonrió.
—Es nuestro lazo de amistad. Ve a casa con cuidado— Sayer se despidió de su amigo y se dirigió a su hogar.
Aidan puso la moto en marcha y regresó. Llegó justo cuando la familia de su rival se despedía para irse. Dejó su moto afuera y se acercó a la puerta.
—Fue una linda tarde— le dijo Evelyn a Cleissy—. Nos vemos mañana en el salón de belleza.
—Por supuesto— le sonrió la mujer.
Arturo y Melvin quedaron de acuerdo en el día de la reunión familiar para hablar de tan importante asunto. Ambos hombres estaban felices de poder al fin dejar su gran patrimonio en manos de sus hijos.
—Feliz cumpleaños— le dijo Indigo a Aidan, el pelinegro lo miró con algo de desconfianza.
—Gracias— dijo apenas.
—Espero te haya gustado el regalo.
Aidan se llevó una mano instintivamente al cuello para tocar el dije de corazón.
—No sé porque me regalaste algo así, tal vez quieres burlarte de mí— le dijo el pelinegro—. Pero te recuerdo que aún no es tu cumpleaños, yo también me puedo reír de ti.
—Sólo quiero saber sí te gustó, no si te vas a vengar— dijo Indigo mirando sus ojos.
Nuevamente ese extraño sentimiento se apoderó de Aidan, sintió que sus mejillas nuevamente se acaloraban.
—Sí-me gustó— respondió el chico con un hilo de voz.
Indigo hizo una pequeña sonrisa ladina. Luego de eso se retiró con sus padres de la residencia Cinn para volver a su casa.
Después que todos regresaron a sus casas, Aidan fue a darse un baño para luego ir a la cama. Antes de entrar a la ducha se miró al espejo viendo el colgante brillar en su cuello.
—¿A qué juego quieres apostar ahora?— se dijo mientras pasaba suavemente sus dedos por el—. Sea lo que sea te ganaré.
Entró a la ducha y dejó caer el agua sobre su fría piel. Después de un rato y de dejar de pensar en su rival, se secó para luego ponerse el pijama y salir a su habitación. Se encerró.
—Mañana llevaré pastel— pensó mientras se arreglaba para dormir. Apagó la luz y se acostó, antes de cerrar los ojos puso la alarma.
Un nuevo día comenzaba, Aidan se levantó con ánimo para iniciar su nuevo día. Se dio una ducha y luego se vistió. Tomó su mochila y salió de su habitación para dirigirse a la cocina, abrió el refrigerador y sacó el pastel. Tomó unos recipientes con tapa y cortó cuatro trozos, luego los empacó.
—¿Vas a tomar desayuno?— le preguntó Cleissy.
—No mamá, comeré algo allá con Sayer— le sonrió su hijo. El pelinegro se acercó y le dio un beso en la mejilla, luego se despidió de su padre y salió de la casa.
Subió a su moto y fue en busca de su amigo. Unas calles más allá vio al pelirrojo que le hacía señas.
—Voy con hambre, ¿qué me llevas?— le preguntó Sayer mientras se colocaba al lado de la moto.
—Pastel, pero primero me acompañarás a un lado, y después tomamos desayuno— le sonrió Aidan.
El pelirrojo asintió, se subió sobre la moto y se agarró firme para no caer. Era temprano por lo que las calles estaban vacías, llegaron en pocos minutos a la universidad. Entraron al estacionamiento, se pusieron cerca de la entrada, guardaron los cascos y luego se dirigieron al edificio.
—¿Dónde quieres ir?— le preguntó Sayer mientras seguía a su amigo por los pasillos.
—Le quiero dejar algo a Kilian— le dijo Aidan.
—¿A Kilian?— preguntó algo sorprendido el pelirrojo.
—Sí, es por agradecimiento por ofrecernos su ayuda— le dijo Aidan—. ¿Sucede algo malo?.
—No, nada— le sonrió su amigo.
Llegaron al cuarto piso y se dirigieron al salón A.
—Buenos días— saludaron ambos mientras entraban con algo de timidez.
—Buenos días— saludaron los alumnos que ahí estaban.
—Buscamos a Kilian y Mael— dijo Aidan.
—¿Nos buscan?— dijeron desde atrás.
Ambos chicos se giraron para ver detrás de ellos a los dos alumnos nombrados.
—Hola— les saludó Aidan.
—¿Necesitaban algo?— preguntó con una sonrisa Kilian.
—Sí, les traje pastel— les dijo el pelinegro dándole las dos cajitas envueltas—. Espero les guste.
—Que amable— le sonrió feliz Kilian, ese fue un gesto que no se esperaba.
Tomaron las cajitas.
—Podríamos comer juntos, aún es temprano— les dijo Mael mirando su reloj.
Los chicos asintieron con una sonrisa.
—Siéntense, iré por algo de café— dijo Mael.
—Te acompaño— le dijo Sayer.
Salieron del salón con el mayor. Los otros se fueron a sentar.
—¿Tienen pensando dónde ir el viernes?— le preguntó Kilian.
—Aún no, pero creo que un lugar tranquilo donde podamos beber sería genial— le dijo Aidan.
—¿Te gustaría ir al bar de mi familia?.
El pelinegro lo miró sorprendido.
—¿Tienen un bar?— preguntó Aidan.
—Sí, ¿te gustaría venir?— le sonrió Kilian—. Estaremos en el VIP.
—¡Me encantaría!.
En eso llegaban Indigo con su amigo Odris, Aidan estaba tan entusiasmado hablando que no los vio. Detrás de ellos entraron Mael y Sayer con unos café, se sentaron con sus amigos.
—Aquí tienen— les dijo Mael dándoles los cafés.
—Perfecto, comamos— les sonrió Kilian abriendo su cajita. Todas tenían su tenedor correspondiente—. Eres muy diligente— dijo mirando a Aidan.
—Fueron muy amables con nosotros— le dijo el pelinegro—. Y quería agradecerles por ofrecernos su ayuda. El segundo año no se hará tan difícil.
Kilian y Mael les sonrieron y comenzaron a comer.
—No sabía que Aidan era tan cercano a Kilian— le dijo Odris a Indigo mientras se acomodaban en sus asientos.
—No, yo tampoco lo sabía— dijo el castaño mirando al cuarteto.
Los otros seguían disfrutando del rico pastel.
—¿Tú madre lo horneó?— le preguntó Kilian al pelinegro.
—Sí, a ella le gusta mucho la cocina— le sonrió Aidan.
—Tienes— le dijo Kilian levantando su pulgar para limpiar los labios del pelinegro—. Crema.
Aidan se sonrojó se golpe, para ser sincero no estaba acostumbrado al roce tan personal. A decir verdad sólo había tenido una novia que duró menos de cinco meses, y no tenía esa costumbre de tener a alguien cerca salvo a Sayer.
—Ahora sí, me decías que a tú madre le gusta la cocina— le sonrió Kilian con naturalidad.
—Sí, ella hace cosas muy ricas— le dijo Aidan.
—Bueno, ella te tuvo a ti— dijo el mayor mirándolo como si lo contemplara.
Las mejillas del pelinegro se volvieron a sonrojar de golpe. Sayer se quedó con la boca abierta por la atrevida lengua del presidente estudiantil, incluso a Mael le extrañó aquella actitud de su amigo.
De pronto el timbre sonó, los chicos se miraron.
—Vamos tarde— dijo Aidan levatándose del asiento, guardó su caja con el trozo de pastel que le quedaba. Tomó el vaso de café—. Bien, que tengan buenas clases.
—Nos vemos para el almuerzo— le dijo Kilian al pelinegro.
Aidan asintió y luego salió con su amigo del salón de clases para regresar al suyo.
—¿Me explicas qué fue todo eso?— le preguntó Mael a su amigo.
—Pues no lo sé, pero Aidan es lindo— sonrió Kilian.
Mael lo miró y frunció levemente los labios, en eso el profesor llegaba iniciando las clases.
Mientras los otros dos se apuraban para llegar a su salón, por suerte el profesor aún no entraba. Fueron a sus mesas y se sentaron.
—Fui yo, o Kilian te estaba coqueteando— le dijo Sayer al pelinegro.
—No lo sé, pero su mirada me cohibió un poco— dijo Aidan—. ¿Crees qué haya estado coqueteando conmigo?. Nos invitó el viernes al bar de su familia, dijo que podíamos celebrar allá mi cumpleaños.
—Ok, ¿y tú quieres ir?— le preguntó Sayer.
—Fue cortéz con nosotros— le dijo Aidan.
—¿Y sí te está coqueteando?— dijo el pelirrojo—. ¿Lo aceptarás?.
—Creo que nos estamos equivocando con él, y estamos sacando conjeturas— miró a su amigo—. Verás que en el almuerzo no será así.
—Ajá.
El profesor entraba al salón saludando a todos sus alumnos, luego dio inicio a las clases.
Las horas de la mañana fueron pasando y finalmente el receso llegó. Los alumnos comenzaron a salir después de escuchar el timbre del almuerzo. Sayer iba bastante interesado en saber como sería el comportamiento de Kilian con su amigo. No le parecía un mal tipo y nunca antes le había coqueteado un hombre al pelinegro, eso sería interesante de ver.
Salieron hacia el comedor, en el camino se encontraron con su eterno rival, Indigo miró al pelinegro con mala cara.
—¿Así que ahora le llevas pastel a tus mayores?— le preguntó con cierto enojo Indigo.
—Les llevo pastel a los mayores porque ellos nos ofrecieron su ayuda, no como otros— le dijo Aidan mirándolo—. Además, ¿qué rayos te importa a ti?, ¿no comiste suficiente ayer?.
Odris miró a su amigo, los ojos de Indigo bajaron al cuello del pelinegro viendo que llevaba aún el collar. Aidan lo notó y por breves segundos se silenció.
—Vamos a comer— le dijo el pelinegro luego de espabilar. Tomó a su amigo de un brazo para sacarlo de ahí. Sayer se dejó guiar por los pasillos hasta llegar al comedor.
Fueron por sus almuerzos y luego buscaron una mesa desocupada, para su suerte había una cerca de una ventana.
—Es un maldito imbécil— dijo molesto Aidan.
—Creo que no deberías darle demasiada importancia— le dijo Sayer mirando a su amigo. El pelirrojo cada vez entendía menos el comportamiento que estaban teniendo todos.
De pronto llegaban a la mesa Kilian y Mael, se sentaron.
—¿Y le has contado a Sayer de la invitación para el viernes?— le preguntó Kilian al pelinegro.
—Sí, le conté algo— le sonrió Aidan al mayor.
—¿Cómo se llama el lugar?— le preguntó Sayer.
—La Galaxia de Andrómeda— le dijo Kilian al pelirrojo.
—Guo, que bonito nombre— dijo Aidan.
—Verán porque la llaman así— les dijo el mayor—. ¿Pueden quedarse afuera el fin de semana?.
Los chicos se quedaron mirando.
—Sí es por estudios— sonrió Aidan—. ¿Por qué?.
—Bien, pueden decirles a sus padres que los ayudaremos con unos informes— le dijo Kilian—. La Galaxia de Andrómeda queda en un lugar algo lejano de la ciudad.
Mael miraba a su amigo, era primera vez que veía a Kilian tan interesado en alguien y para ser sincero no le gustaba mucho. Él siempre había estado al lado del rubio, lo ayudaba en todo como buen amigo que era, pero sin darse cuenta había despertado sentimientos por él y eso era algo que mantenía en secreto.
—¿Conoces el lugar?— le preguntó de pronto Sayer a Mael sacando a éste de sus pensamientos.
—Sí, les va a gustar— le sonrió Mael.
Mientras comían eran observados a lo lejos por Indigo y Odris, ambos chicos estaban sentados en una mesa con sus dos compañeras de salón Brenda y Gladys.
—Creo que deberíamos salir— dijo de pronto Brenda llamando la atención de todos en la mesa—. Podríamos ir a beber y relajarnos antes que comiencen con los informes y exámenes.
—Me apunto— le dijo Gladys—. ¿Y ustedes?, deberían venir con nosotras.
Ambas chicas eran bastante atractivas. Sus compañeras hace un año que trataban de coquetear con ellos, pero aún no iban más allá de unas cuantas cervezas y una buena compañía.
—Creo que nos apuntamos— les dijo Odris viendo que su amigo no atinaba a nada. No era que quisiera algo serio, pero no estaba mal salir a divertirse.
Indigo estaba molesto, algo que él no comprendía claramente. No le gustaba estar así de enojado sin saber los motivos suficientes, por lo que aceptó la salida con las chicas, así se distraería un poco.
Después de comer los chicos salieron a sentarse afuera, Kilian se fue conversando con Aidan acerca del lugar que visitarían el viernes. Para ser sincero cada palabra lograba entusiasmar cada vez más al pelinegro.
—Ya quiero estar ahí— le sonrió Aidan mientras se sentaban en la banca.
—Sólo faltan algunos días para que llegue el viernes, pero asegurénse de pedir permiso pronto— le dijo Kilian.
El pelinegro asintió, se quedaron conversando hasta que el timbre de inicio de la jornada de la tarde sonó.
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