El reino de Greven está regido por el último rey Lycan de sangre pura, muy pocas veces se ha dejado ver, pero ha sabido llevar su país con autoridad, con rigidez, todas las normas se cumplen en las manadas sin titubeos, nadie se atreve a ir en contra de su voluntad, pues hacerlo saben que es una muerte segura.
En el reino se encuentra la manada cascada azul, donde habita Astrid, la chica más popular de la manada, lo tiene todo, amigos, padres amorosos y un novio perfecto, futuro alfa de la manada cascada azul.
Su vida ha sido tan tranquila y sin perturbaciones, solo se ha enfocado en sus estudios y en convertirse en la futura Luna de la manada.
Cuando cumplió la mayoría de edad pensó que sería la destinada de su novio, pero no fue así, aunque esto no la desanimo, pues desde hacía muchos años, pocas personas eran bendecidos por la Diosa Luna, así que el compromiso se hizo formal una vez que ni ella, ni su novió, Leandro, estuvieran emparejados por la bendición de la Diosa Luna.
Todo era perfecto, tan perfecto, que nunca se imagino que su vida daría un cambio totalmente.
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Era de noche, Astrid y Leandro estaban en el coche, besándose con intensidad, ambos estaban demasiado calientes, las caricias de Leandro buscaban con desesperación cada curva del cuerpo de ella, su falda se había subido lo suficiente para dejar a la vista la tela de encaje negro ya húmeda.
- Joder, Astrid- Gruño Leandro, sus manos se movían con experiencia en aquella zona, jugando con su centro húmedo.
Astrid no podía decir ni una sola palabra, de sus labios solo salían gemido tras gemido, llevo una de sus manos a la entrepierna de él, sintiendo su creciente erección.
- Vamos a la parte de atrás – Sugirió Leandro.
Y esas palabras fueron el quiebre del momento.
- ¿En serio? ¿Atrás? – Soltó molesta Astrid apartando su mano de aquella zona.
- bueno, un hotel – Comentó, esperando que ella accediera.
- No – Ella aparto la mano de Leandro de su intimidad. – Ya sabes que lo haremos después de la ceremonia – Agregó.
Ese había sido el acuerdo al que habían llegado, cuando Leandro le pidió que se convirtiera en su Luna, un acuerdo del cual se arrepentía, pues deseaba tanto tener sexo con ella, ser el primer hombre en su vida. Pero Astrid se ha negado rotundamente a tener sexo antes de la fecha acordada, y eso comenzaba a frustrarlo.
- Vamos, Astrid- Dijo en un bajo susurro, acariciando su muslo, subiendo lentamente hacía su intimidad - ¿Acaso no me deseas? – Preguntó Leandro haciendo movimientos circulares en su piel.
- Si y mucho, pero tenemos un acuerdo – Dijo ella mordiendo su labio inferior, resistiéndose a las provocaciones de Leandro. – Falta poco, muy poco para que sea tuya completamente – Se acercó a él y beso sus labios de manera tierna.
- Bien – Dijo resignado y frustrado Leandro, apartando su mano de ella.
Astrid notó la molestia en su rostro, se sentía mal por dejarlo así, pero realmente quería que su primera vez fuera especial y no en la parte trasera del coche o en un hotel, además que ese acuerdo que hizo con Leandro tiempo atrás se le hacía romántico y especial, más que un acuerdo para ella era una promesa de amor.
- Te veo mañana – Le dio un beso rápido antes de salir del coche y entrar a casa.
Leandro se quedo ahí hasta que ella entro a casa, segundos después ya estaba haciendo una llamada, aquella erección era una molestia y necesitaría ayuda para calmarse.
- Paso por ti – Dijo una vez que la otra persona contesto su llamada.
No tardo mucho en la llamada, sonrió al tener una respuesta positiva, arranco el coche y se puso en marcha a su siguiente destino.
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Astrid entro a casa para encontrarse con sus padres en la sala viendo una película, se acomodo bien sus ropas y se acercó a ellos para saludarlos antes de subir a su recamara.
- ¿Qué tal la fiesta? – Preguntó su padre Frank.
- Perfecta – Dijo ella con una gran sonrisa.
- Tu vestido para la ceremonia llegó, lo deje en tu recamara – Dijo su madre, Aurora.
Astrid se emociono al escuchar eso, corrió y subió las escaleras, el vestido era algo que había estado esperando por meses, incluso cuido mucho en no subir de peso, pues no quería que hubiera errores.
Al entrar a su recamara, lo vio, su madre lo había dejado listo para que ella se lo probara, estaba sobre la cama, era de un tono marfil, de escote corazón, tenía una abertura en medio de la entrepierna, y una caída larga por detrás.
Suspiró, era el vestido perfecto y lo usaría el día que se convertiría en la Luna de la manada, pero sobre todo en la mujer de Leandro, como lo había soñado desde hace muchos años.
Para Astrid su vida era tan perfecta, que no necesitaba nada más.
La mañana llegó más pronto de lo esperado, Astrid se alisto como de costumbre para ir a la universidad estaba cursando su último año por lo que era importante no saltarse ninguna de sus clases.
Al llegar la universidad vio a Leandro con Catalina, su mejor amiga, estaban demasiado juntos, pero para Astrid era normal, se conocían desde niños, se acerco a ellos muy emocionada, tenía que darles la noticia sobre la llegada de su vestido y de que le quedaba espectacular.
- ¡Hola! – Dijo emocionada, abrazando por detrás a Leandro.
Leandro se tensó ante su llegada, Astrid dirigió su mirada a Catalina, tampoco parecía alegre de verla.
- ¿Qué pasa? – Preguntó Astrid confundida por sus miradas serias.
- Nada – Respondió de inmediato Leandro – Te ves hermosa – Dijo dándole un beso en la frente y paso su mano alrededor de su hombro.
- Gracias, ¿Qué tiene Cata? – Preguntó al ver que ella seguía sin decir ni una sola palabra.
- No es nada, problemas hormonales…- Dijo con una forzosa sonrisa – Debo ir a clases – Agregó antes de darse la vuelta y marcharse sin dejar que ellos se despidieran.
Astrid se quedo sorprendida por la respuesta de Catalina, pero prefirió no decir nada más, continuar con su maravillosa mañana con su amado novio.
- Mis padres, quieren que cenemos con ellos hoy ¿Te parece? – Sugirió Astrid.
Leandro la miró y asintió.
- ¿Qué tienes? – Preguntó, conocía a Leandro desde hacía muchos años no solo como novios, sino también como amigos.
- No es nada, vamos a clases – Dijo y comenzó a caminar con ella.
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En el palacio real de Greven, el rey estaba recostado en su elegante silla de su oficina, tenía sus ropas desarregladas, como si tuviera días sin dormir, una espesa barba de candado, sus ojos estaban cerrados, su respiración estaba agitada.
- Majestad, la ceremonia de nuevo alfa y Luna de la manada Cascada azul, será la próxima semana – Dijo su beta mientras revisaba la agenda desde su dispositivo.
- Bien – Dijo en un bajo susurro.
- ¿Piensa ir? ¿O se mantendrá al margen como es normal? – Volvió a preguntar su Beta.
El rey jamás asistía a eventos de ese tipo, no era por que no le agradara, sino que, dado a sus años sin una pareja destinada, prefería estar alejado de la civilización pues su licántropo era demasiado posesivo y odiaba estar rodeado de personas, no quería sentir ningún aroma que no fuera el de su mate, una mate que el mismo rey pensaba que no existiría nunca más.
- Iré – Dijo resignado, ya no podía mantenerse más oculto, ni alejado de su reino. Debía empezar a vivir sin una mate y su licántropo debía también hacerlo.
- Perfecto, organizare todo – Dijo su beta y sin más salió de la oficina.
El rey se mantenía en su silla, pensando en las últimas noches pesadas que había tenido, su licántropo era poderoso, tanto que comenzaba a dañarlo, la esperanza de encontrar a su mate comenzaba a ser un simple sueño, la Diosa Luna los había abandonado hace mucho tiempo y era culpa de ellos, muchas veces renegaron de su bendición, rechazando y lastimando a sus destinados. No merecían su perdón.
Pero él, era de los pocos lobos que deseaba tener esa bendición, de encontrar a su pareja destinada y convertirla en su reina, la madre de sus cachorros y ante la única que podría arrodillarse y portarse tan dócil y tierno como un cachorro.
- ¿Dónde estás? – Susurró pesadamente.
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El día de la ceremonia finalmente llegó, Astrid estaba tan emocionada que no pudo dormir toda la noche anterior, se levanto desde muy temprano para arreglar los últimos detalles.
La ceremonia sería durante la noche cuando la Luna llena estuviera en su máximo esplendor, en el lago sagrado de la manada, ahí se daban todas las ceremonias desde hacia muchos años, y era un ritual sagrado para todos.
Sus padres estaban tan emocionados como ella, su pequeña y única hija se convertiría en Luna de la manada y eso los llenaba de orgullo, a pesar de que ellos eran simples lobos sin ningún rango alto.
- Astrid, deberías descansar un rato – dijo Aurora entrando a la recamara- ¿Qué pasa? -Preguntó al ver que Astrid no dejaba de ver su teléfono y parecía molesta.
- Leandro no me contesta los mensajes – Se quejo y miro a su madre.
- Vamos cariño, debe estar ocupado – Dijo – Y usted tiene que descansar – Le quito el teléfono, sabía de sobra que su hija no había dormido en toda la noche y necesitaba hacerlo por lo menos unas horas.
Astrid a regañadientes obedeció a su madre, se recostó para conciliar unas horas de sueño, pensando en lo maravillosa que sería su vida después de esa noche.
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Y así llego la noche, esa noche en que la vida de Astrid cambiara para siempre, sin siquiera imaginarlo.
Después de dormir unas horas se sentía con más energías, tomó su teléfono esperando que Leandro haya contestado alguno de sus mensajes, pero no fue así, decidió ya no tomarle importancia pues era cuestión de un par de horas para verlo y convertirse en su Luna y sobre todo en su mujer.
Las maquillistas llegaron y empezaron a hacer su trabajo, Astrid había pedido algo no muy cargado y que conservara su belleza natural así que no fue necesario usar tanto maquillaje, su cabello castaño y largo caía por su espalda con una diadema color dorada de adorno, sus ojos azules como el mar brillaban de felicidad.
Cuando quedo sola en la recamara, se dispuso a vestirse, se quito la bata de baño quedando en ropa interior de encaje color blanco, todo lo había preparado para esa noche, donde se entregaría a su amado Leandro por primera vez, se puso su vestido y sus lágrimas amenazaban con salir.
Su madre entro en esos momentos, se maravillo de ver lo hermosa que su hija se veía.
- Cariño, eres tan preciosa – Se acerco a ella y la abrazo.
- Gracias, mami – Sonrió sin dejar que una sola lágrima saliera - ¿Papá? – Pregunto al no verlo.
- Abajo, esperando – Respondió Aurora.
Astrid y Aurora bajaron las escaleras, al verlas Frank sintió nostalgia al ver a su pequeña hija, que estaba a punto de dar un paso importante en su vida, se acercó a ambas y dio sus manos para ayudarlas a bajar los últimos escalones.
- Tan hermosa, mi hija – Dijo Frank con ternura. – tengo un regalo para ti – Dijo, soltó la mano de Aurora que la veía con confusión y saco de su saco una cajita de terciopelo color azul marino.
- ¿Qué es? – Pregunto emocionada Astrid, tomando la caja, al abrirlo se encontró una medalla en forma de luna creciente y en medio tenía una estrella de piedra roja.
Astrid no se dio cuenta por la emoción de aquel regalo, pero Aurora miraba con desaprobación a su esposo.
- Es muy especial, y es tuyo, siempre ha sido así – dijo su padre con su voz entrecortada.
Astrid asintió ante esas palabras, miro a su padre y esa mirada tan tierna le hizo sentirse conmovida, aunque ya llevaba sus accesorios que había elegido especialmente para ese día, pero el regalo de su padre era hermoso y con un valor muy especial, así que no dudo en sacarlo de la cajita y pedirle ayuda para ponérselo.
- Cariño, ¿Segura? – Preguntó Aurora, no estaba del todo de acuerdo que ella usara ese collar.
- Si, es un regalo especial de papá – Dijo Astrid sin pensarlo.
Frank ayudo a su hija a usar ese collar, ella no se imaginaba de lo importante que era y sobre todo a quien pertenecía, pero ese era un secreto que jamás podrían revelar.
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Todos se habían reunido en el lago, era de noche la Luna llena ya estaba en su punto iluminando con su maravillosa luz todo el lugar.
El rey Lycan estaba aun oculto, tratando de controlar a su licántropo quien se negaba a rodearse de tantas personas, asegurando que de esa manera no podría percibir el olor de su mate.
- Majestad, si lo desea, simplemente puedo hacerme cargo – Hablo su beta, pero él negó, ya no quería seguir ocultándose.
- Solo avísame cuando la ceremonia inicie para hacer la presentación del Alfa y Luna – dijo.
Él solo tenía que salir y nombrarlos como Alfa y Luna, no tenía que hacer más, normalmente su beta o gamma se encargaban de hacerlo en su representación, esta sería la primera vez que él lo haría en persona.
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Astrid estaba ya en el lago, pronto darían inicio a la ceremonia, se habían alzado unas tiendas para tener ahí a los futuros alfa y luna en lo que la ceremonia iniciaba, ella estaba nerviosa por todo y también porque no había visto a Leandro.
Sonrió al ocurrírsele un maravilloso plan, ir a verlo, después de todo estaba a solo unos pasos de él, así que salió de manera sigilosa rumbo a la tienda de su futura pareja, pero al llegar escuchó unas voces familiares, Leandro y Catalina.
- No puedes convertirla en tu Luna – Reclamo Catalina.
- Basta, Catalina, no empeores más las cosas- Gruño Leandro.
- ¿Empeorar? ¡Joder! Ella no puede convertirse en Luna, debo serlo yo – Dijo casi gritando.
Astrid escuchaba todo del otro lado, sin hacer el más mínimo ruido.
- ¿Por qué? ¿Por qué esperas un cachorro según mío? – Preguntó con ironía Leandro.
Eso fue un balde de agua fría para Astrid, ¿Catalina embarazada de Leandro? Eso era imposible, Leandro no podía haberla traicionado de esa manera.
- ¿De quién más? Eres con el único con quien he estado – Siseo Catalina tratando de no quebrar su voz.
- No te creo…ese cachorro debe ser de otro – Soltó Leandro con burla.
La solapa de la tienda se abrió, Leandro se giro para encontrarse con Astrid, su rostro palideció, Catalina suspiró y abrió su boca de sorpresa.
- ¿Te acostaste con ella? – Preguntó Astrid sin dejar de fulminar con la mirada a Leandro.
- Deja que te explique- Leandro trato de mantener la calma y se acercó lentamente a ella.
- ¡Contesta! ¡Cabrón! – Grito Astrid con furia, sus ojos estaban llenos de lágrimas.
- ¡Si! ¡Y estoy esperando a su cachorro! – Grito Catalina, ya cansada de ocultar todo.
- ¡Son unos malditos perros asquerosos! – gruño Astrid.
- Astrid, no le creas ese cachorro no es mío – Leandro se colocó en frente y puso sus manos sobre sus hombros.
- ¿No? Ok, pero te acostaste con ella – Lo empujo - ¿Qué paso con la promesa de mierda que me hiciste? – Preguntó, sus lágrimas ya no pudieron contenerse, caían sin parar sobre sus mejillas.
- Da igual, después de la ceremonia, seremos solos tu y yo…nos marcaremos y …- Decía Leandro tratando de controlar aquella situación.
- ¡Vete a la mierda! – Grito Astrid dándole una fuerte bofetada y saliendo furiosa de la tienda.
Leandro, soltó una que otra maldición y dirigió su mirada hacia Catalina, estaba furioso, todos sus planes se arruinaban por culpa de ella, sin decir nada salió detrás de Astrid, tenía que convencerla para continuar con la ceremonia.
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Astrid corrió adentrándose al bosque, estaba tan perdida en el dolor de la traición que no se percato que estaba fuera de los limites de la manada, donde podría ser atacada por los desertores.
El dolor en su corazón era abrumador, nunca se imagino que Leandro la traicionaría de esa manera, toda su vida se venia abajo, sus deseos de vivir se terminaron.
Se tropezó con una rama y cayó al suelo sobre un charco de lodo, arruinando totalmente su vestido, su llanto se combinaba con el sonido de la naturaleza, la oscuridad la arropaba y la luna llena era su única compañera o eso es lo que creía.
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El rey empezó a sentirse demasiado incomodo, habían transcurrido las horas y la ceremonia no había dado inicio, su beta ya había ido a investigar, así que solo esperaba su informe.
- Majestad. Creo que la futura Luna se perdió – Dijo su beta, dudoso de lo que acababa de escuchar.
- ¿Aja? – Lo miró con ironía- ¿Qué carajo paso? – Pregunto.
El beta soltó un pesado suspiró, sabía qué al decirle la verdad, su rey tomaría una decisión que sería un castigo especial para el futuro alfa.
- El futuro Alfa le puso los cuernos a su futura Luna, y para terminar su amante está embarazada – Dijo.
El rey frunció el ceño ante esa respuesta, aunque no fueran parejas destinadas bendecidas por la Diosa Luna, para él la unión de un alfa con su luna era importante, el engaño era algo que él no perdonaba fácilmente.
- Vámonos – Dijo el rey con autoridad. No pensaba seguir ahí, pensaría en el castigo que le daría a ese joven alfa que se había burlado de aquella chica que pudo haberse convertido en su Luna.
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Astrid se había calmado finalmente, miro a los lados sin saber en donde estaba, así que continúo caminando hasta llegar a un lago que no había visto antes, se miro sus ropas, su vestido estaba totalmente arruinado, su piel blanca estaba cubierta de barro.
- Un baño es bueno, Astrid – Susurró así misma.
Se quito su vestido y lo dejo caer en el suelo rocoso, después se adentro al lago, esperando que la fría agua le hiciera olvidar todo lo que había pasado, pero su corazón seguía doliendo.
- Ay, Diosa Luna, ayúdame – Dijo con su voz quebrada, su corazón estaba roto.
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El rey se había escapado de su beta, necesitaba aire fresco, su licántropo estaba tan furioso, que quería tomar el control en esos momentos, llego hasta el lago, escuchó unos sollozos así que se puso alerta, buscando de quien se trataba hasta encontrar a una chica nadando.
Se quedo ahí parado.
- ¿Por qué? ¿Por qué nos abandonas? – Pregunto mirando hacía la Luna - ¡¿Acaso no somos tus amados hijos?! ¡Mira que ha hecho tu berrinche! ¡Casi me emparejo con un perro bastardo! - Gritaba.
El rey, sonrió ante las palabras de ella, era claro que estaba en una discusión con la misma Diosa Luna.
La siguió observando por un largo tiempo, hasta que su licántropo empezó a inquietarse, esa chica estaba llamando su atención, el rey trato de apartarse, no debía estar cerca de ella, el deseo de poseerla crecía en su interior.
Se levantó tratando de alejarse, pero dio un paso en falso y cayó al lago.
Astrid se asusto al escuchar el golpe del agua, se giro para ver a un hombre ahogándose, dudo por unos segundos, pero al final fue a ayudarlo.
El Rey sentía como su cuerpo ardía a pesar de estar totalmente mojado, al sentir la piel de aquella chica su deseo se encendió más, su vista estaba nublada, perdía la cordura de si mismo, dejándose llevar por el instinto salvaje, tomó a Astrid del brazo y la tiro a la orilla del lago, se subió sobre ella, su cabello negro y mojado caía al frente, sus ojos eran rojos como la sangre.
- ¡Suélteme! – grito Astrid tratando de empujarlo, pero el rey cegado por la lujuria no se lo permitió.
Se inclino a ella para besar sus labios de manera salvaje, Astrid seguía forcejeando tratando de quitarse a ese enorme hombre de encima, su cuerpo se tensó al sentir como su mano ya estaba acariciando su centro, mordió su labio inferior, no debía estar pasándole eso, ella simplemente quería salvarlo de que se ahogara, pero ahora, ese hombre estaba tocándola y para su mala suerte su cuerpo estaba respondiendo.
- Lo siento, prometo que tratare de ser gentil – Gruño el rey, mientras se desabotonaba sus pantalones, no podía contenerse más, necesitaba estar dentro ella.
Follar a esa chica desconocida.
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Astrid trago en seco ante sus palabras, ese hombre realmente estaba apunto de follarla, eso era abuso, no quería, no quería perder su virginidad de esa manera, con un desconocido y en ese lugar.
- ¡No quiero! – Grito ella dándole una bofetada\, pero ni así el rey se detuvo.
El rey sujeto ambas manos y las alzo sobre ella, su vista nublada apenas lograba ver su rostro, sabía que lo que estaba haciendo no estaba bien, pero no podía controlarse, se acomodó entre sus piernas, rozando sus intimidades.
Astrid soltó un gemido involuntario ante el roce, su cuerpo ardía de una manera incontrolable.
El rey no se contuvo más y entró en ella de solo una estocada, aunque quería ser gentil su salvaje deseo se lo impedía, estar en ella, sentir como apretaba empezó a volverlo loco, se movió con brusquedad, los gemidos de Astrid eran de dolor, no estaba disfrutando para nada su primera vez.
- Estúpido…dijiste que serías gentil – Gruño ella.
- Lo intento – Gruño El rey tratando de controlar sus movimientos.
Astrid empezó a olvidarse del dolor, su cuerpo se acostumbraba al tamaño de ese desconocido y empezaba a disfrutarlo, sentir sus movimientos bruscos comenzaban a darle placer ardiente, queriendo desear más, sus gemidos ya no eran de dolor, la pasión se había abierto en aquel momento, ella no envolvió sus piernas alrededor de sus caderas y empezó a moverse a la misma manera que él.
El rey disfrutaba cada estocada, entrar y salir de ella se había vuelto en el mayor de los placeres que jamás antes había experimentado.
Esa noche la Luna fue testigo de aquel momento, Astrid había perdido su virginidad con aquel desconocido, que era su rey Lycan.
El rey no logro ver su rostro por completo, pero tenía la ligera sospecha de quien era, así que una vez que lograra saciarse de ella se haría responsable, ella, aunque no fuera su pareja destinada, se convertiría en su Luna, ya lo había decidido y al parecer a su licántropo no le molestaba, pues ella estaba dándole el mejor de los placeres y saciando su apetito sexual por completo.
Pero ninguno de los dos se imaginaba, que el destino tenía otros planes para ellos, y después de esa noche no se volverían a ver por un largo tiempo.
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Cuatro años después
Astrid despertó con un fuerte dolor de cabeza, había dormido muy pocas horas, pero eso no era importante, tenía mucho que hacer ese día, entre ellas trabajar necesitaba el dinero para pagar el alquiler y la comida, no por ella sino por alguien en especial.
- ¡Mami! – Grito un pequeño de unos cuatro años\, de cabellos negros y ojos color azul como los de ella.
- Buenos días\, mi cachorro – Dijo Astrid rodeando en sus brazos al pequeño\, el fruto de aquella intensa noche en ese lago. - ¿Qué quieres desayunar? – Preguntó dándole un par de besos en sus mejillas rosadas.
- Panqueques- Dijo entre risas- Mami\, te amo mucho – Volvió a decir el pequeño y la abrazo.
- Y yo te amo a ti – Respondió al abrazo.
Después de aquella noche, Astrid escapo de ese hombre sin siquiera ver su rostro, no le interesaba, al volver a casa sus padres pudieron sentir el aroma de un hombre en ella, todo fue peor al ver que Leandro estaba ahí, la rechazó y repudió, de inmediato la desterró de la manada.
Sus padres sin poder evitarlo, le dieron sus ahorros para que ella viajara a casa de una tía lejana, pero Astrid no hizo eso, decidió que lo mejor era alejarse de todos, así que se instalo en una ciudad pequeña con los humanos, tiempo después se dio cuenta de que estaba embarazada.
La noticia la tomo por sorpresa, los ahorros que sus padres le dieron no durarían para siempre, así que por un momento pensó en abortarlo, pero se arrepintió estando en el quirófano, ese pequeño no tenía la culpa de la manera en la que fue concebido y ahora no se arrepentía de nada, la llegada de su cachorro alegro sus días grises y se convirtió en su razón de ser.
- Mami\, ¿Puedo acompañarte a tu trabajo hoy? – Preguntó el pequeño sacándola de sus pensamientos.
- No\, mi amor\, tienes que ir a la escuela – Respondió mientras se levantaba con él en brazos.
- Mami\, no quiero ir\, no me gusta esa escuela – Susurro el pequeño.
- ¿Por qué? – Preguntó Astrid caminando con el pequeño a la cocina.
- No me agradan los niños de ahí\, dicen que soy raro…- Susurro con su mirada baja.
Astrid suspiró, sabía que la vida humana sería difícil para su pequeño algún día, pero aun era un cachorro por lo que sus poderes de lobo aun no habían despertado.
- Alain\, no eres raro y no hagas caso a lo que te dicen los demás – Dijo acariciando su cabello negro\, que sabía que lo había heredado de su padre\, ese bastardo que se atrevió a abusar de ella hace cuatro años.
- Bueno – Dijo el niño resignado\, sin revelarle un pequeño secreto a su madre\, no quería preocuparla sabía que ya tenía mucho en su mente.
Astrid llevó al pequeño al colegio y después se fue a trabajar, su trabajo era de secretaria en una compañía que se dedicaba a la construcción, había entendido fácilmente sus funciones por lo que era muy eficaz en sus labores, además de que gracias a los beneficios es que el pequeño Alain podía estudiar en una escuela de paga, pues tenía una beca dada por la compañía.
- Señorita Cameron\, venga a mi oficina – Dijo su jefe\, un hombre de algunos treinta y tantos\, había cortejado a Astrid al inicio\, pero ella lo rechazo y se calmo al enterarse de que tenía un hijo.
Astrid se levanto y dirigió a su oficina, llevaba puesta una falda tipo tubo que hacía resaltar su figura.
- Dígame\, Señor – dijo con una sonrisa preparándose para tomar notas en su tablet.
- Esta despedida- Dijo de la nada.
Astrid lo miró incrédula, no podía decirle eso, no ahora que necesitaba tanto el trabajo.
- ¿Por qué? – Preguntó nerviosa.
- Recorte de personal- Respondió sin más- Pase a recursos humanos por su liquidación. Lo siento\, pero realmente estamos pasando por una crisis y solo podemos quedarnos con el personal con disponibilidad – Comentó al ver su rostro de asombro.
- Tengo disponibilidad…
- No la tienes- La interrumpió- Tienes un hijo y dado a eso no puedes dar horas extras\, así que bueno\, lo siento\, Astrid\, pero encontraras algo mejor – Sonrió y después se concentró en su laptop.
Astrid salió devastada después de recibir el cheque de su liquidación, podría cubrir algunas deudas y unos pagos de renta por adelantado, pero no podía costear el colegio de paga de Alain, por lo que tendría que cambiarlo a una pública.
Llego hasta el colegio para hacer todo el tramite de baja, ya no tenía caso seguir teniéndolo ahí más tiempo, también decidió llevárselo.
Ella esperaba tranquilamente a que su hijo llegara, cuando lo vio caminar hacía a ella, detrás de él venía la profesora, pero lo extraño fue que su pequeño venía murmurando algo, como si estuviera hablando solo.
- ¿Alain? – Lo llamó.
El pequeño levantó su mirada y sonrió, corrió a sus brazos y ella lo recibió con mucho amor.
- Te extrañe\, mami – Dijo emocionado el pequeño en brazos de su madre.
- Y yo a ti- Lo cargo y miro a la profesora\, se despidió de ella y se marchó con Alain en brazos que no dejaba de darle besos.
- ¿Mami saliste temprano del trabajo? – Pregunto Alain\, pues sabía que su madre iba por él hasta la tarde cuando ya no había ningún otro niño.
- Bueno\, digamos que tengo vacaciones- Mintió\, no quería que su pequeño se atormentara con los problemas – Por cierto\, Alain ¿Por qué estabas hablando solo? – Pregunto con curiosidad.
Alain la miro con sorpresa y tristeza, su pequeño cuerpo comenzó a temblar en sus brazos.
- Mami…no hablaba solo – Susurró con la mirada baja.
- ¿Qué quieres decir? – Pregunto Astrid con cierto temor en su pregunta.
- Hay alguien en mi mente\, dice que es mi amigo – Volvió a susurrar el pequeño Alain.
Astrid se detuvo en seco, eso no podía ser posible, hacía tantos años que ningún lobo tenía contacto con su lobo interior, así que su hijo no podría ser la excepción.
- ¿Qué te dice exactamente? – Preguntó ella tratando de ocultar sus nervios.
- Que es mi amigo y me va a cuidar…- El pequeño levanto la mirada con esperanza en sus ojos al ver que su madre le creía. – Mami\, no estoy loco\, en serio\, puedo escucharlo y él dice que tu debes creerme – Dijo el pequeño antes de que su madre dijera algo más.
- Si\, claro que te creo…ay por la Diosa – Dijo Astrid agobiada.
Ahora después de cuatro años, empezaba a preocuparse por la identidad del padre de su hijo, porque debía ser alguien con genes tan fuertes como para que su pequeño haya despertado a su lobo a temprana edad y sobre todo eso, que tenga comunicación con él.
Tenía que regresar al reino Greven y obtener respuestas, encontrar al padre de su pequeño cachorro, antes de que su lobo empezara a perder el control y lo lastimara.
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