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Mi Guardaespaldas Un Amor *Prohibido*

Valentina

Mis queridas Lectoras. Aquí estamos nuevamente, con esta nueva obra. Esperando que sea de su agrado.

Y no les resulte aburrida, pues es más narrativa.

Esta nueva obra está en emisión. Si quieres leerla completa espera que sea terminada, para poder leer completo.

Sí, por algún motivo no te gusta. Solo retírate, sin dejar un mal comentario. Aquí hay muchas noveles super buenas que podrás encontrar, para tu gusto.

Chicas, yo no les pido nada, solo esos pulgares hacia arriba 👍 👍

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** Ahora sí comencemos **

Valentina Rossi, nació en el seno de una de las familias más influyentes de Francia, en una mansión de mármol blanco que parecía más bien un palacio que un hogar. Desde el instante en que abrió los ojos, el mundo ya tenía un lugar preparado para ella: ser la heredera de la fortuna Rossi, un imperio empresarial con raíces en el lujo, la moda y las inversiones inmobiliarias. Nació en cuna de oro, literalmente; pero con el paso del tiempo, ella descubría en todo lo sé podía convertir

Su madre Catherine, era una mujer elegante y distante, cuyos rostro siempre estaba impecablemente maquillado, como sí formara parte de la fachada de la familia. Su padre Lucio Rossi, es un magnate qué rara vez está en casa. Valentina creció rodeada de institutrices, tutores privado y una servidumbre que parecía cambiar con frecuencia. Desde muy pequeña comprendió que la soledad era su más fiel compañera.

A los 7 años, ya sabía sentarse erguida como una reina, responder en varios idiomas y sonreír de manera encantadora frente a las visitas importantes. Sin embargo, cada vez que se miraba al espejo, sentía que detrás de esa sonrisa ensayadas se escondía una niña hambrienta de abrazos y risas sinceras. Cuándo se escapaba de la mansión, para correr descalza por los jardines o esconderse en la cocina con los trabajadores, encontraba un respiro que no hallaba en los salones de mármol.

En la adolescencia, Valentina hermosa en belleza. Sus ojos grises, profundos como la niebla de París, empezaron a llamar la atención de todos los que la rodeaban. Los periódicos sociales comenzaron a hablar de la "princesa Rossi", participando en las galas más exclusivas. Pero junto con el reconocimiento vino también la presión: debía ser perfecta, debía representar a su familia sin un error, debía vestir como un ícono, comportarse como toda una dama y nunca mostrar debilidad.

El peso de esas expectativas se volvió insoportable. Mientras sus compañeras de colegio soñaban con viajes, música y amores juveniles, Ella tenía un calendario lleno de clases con protocolo, piano y reuniones con futuros socios de la empresa familiar. Su vida era una agenda diseñada, para fabricar la herencia ideal.

A los 16 años conoció lo que creía que era el amor. Un joven estudiante de arte, apasionado y bohemio, se cruzó en su camino en una exposición. Fue la primera vez que Valentina sintió que alguien la miraba como una persona, no como un apellido. Valentina se escapaba para encontrarse con él, se escribían cartas, y se juraba un futuro lejos de la opulencia. Pero ese romance fue descubierto, y su familia lo aplastó sin piedad. El muchacho fue enviado al extranjero con una beca "generosamente" financiada por los Rossi, a Valentina le recordaron que su deber no era enamorarse, sino perpetuar el legado. Ese fue el primer golpe que la endureció, la primera lección que en su mundo el corazón era un lujo que no podía permitirse.

En los años siguientes se dedicó a esculpir a la mujer que todos esperaban. Se graduó en las mejores universidades, con títulos en administración, finanzas y arte. Era brillante, perspicaz y elegante. La prensa la aclamaba como un ícono de la sofisticación, y los negocios familiares se beneficiaban de su imagen impecable. Sin embargo, por dentro, Valentina se sentía como un reflejo vacío.

A menudo, en las noches, se quedaba mirando la ciudad desde lo alto de su ático en París. Preguntándose. Quién era en realidad. ¿Era la hija obediente, la heredera de la fortuna, la joven que deslumbraba en los eventos? ¿O seguía haciendo aquella niña que deseaba correr libre por los jardines sin que nadie la juzgara?

La presión aumentó cuando cumplió 24 años. Su padre, ya envejecido, le recordó que no bastaba con ser la cara pública del imperio: debía casarse con alguien de su mismo nivel, unirse a otro linaje poderoso y asegurar así la continuidad de la dinastía Rossi. Pretendientes no faltaban; príncipes, banqueros, herederos de fortunas internacionales, todos querían a valentina no solo por su belleza, sino por lo que representaba.

Pero Valentina nunca olvidó la sensación de aquel primer amor arrancado de sus manos. Desde entonces, había aprendido a desconfiar de los compromisos impuestos. Veía a cada pretendiente como una transacción, una negociación disfrazada de romance. Por eso, rechazaba sutilmente a todos, aunque su madre se desesperaba y su padre la reprendía con dureza.

Lo que nadie sabía era que Valentina tenía un secreto: un lado rebelde que florecía lejos de los flashes y los titulares. Y por las madrugadas, se escapaba de su mansión y recorría la ciudad como una mujer común, ocultando su identidad bajo ropa sencilla. Caminaba por los barrios más humildes, observando a los artistas callejeros, se sentaba en cafés pequeños donde nadie la reconocería y podía escuchar las risas auténticas de la gente. Esos momentos eran los únicos en los que Valentina, se sentía viva.

Fue en una de esas escapadas donde su vida cambió. Una amenaza en contra de la familia Rossi, envuelta en chantajes y rivalidades empresariales, la obligó a aceptar lo que más odiaba: la vigilancia permanente. Su padre le impuso a un de sus guardaespaldas personal, demás confianza, un hombre de mirada dura y un pasado misterioso, que debía acompañarla a todas partes. Valentina lo detestó desde el primer instante; lo veía como una cadena más, un recordatorio de que hasta su libertad más pequeña estaba haciendo arrebatada.

Sin embargo, con el paso de los días, comenzó a notar algo distinto en él. No la miraba como los demás, no la trataba como una joya Intocable ni como un trofeo. La protegía, sí, pero también la confrontaba con su carácter rebelde, la obligaba a salir de la burbuja de cristal en la que había vivido siempre. Valentina, acostumbrada a que todos le dijeran que sí, descubrió un muro contra el, que se estrellaba... Y qué, de algún modo. comenzó sentir algo más real que nunca.

La atención entre ambos creció en silencio. Valentina luchando contra lo que sentía, recordando las cicatrices de su primer amor destruido y el peso de su apellido. Pero por las noches, cuando lo escuchaba caminar cerca de su puerta, cuando lo veía vigilar a la distancia en los eventos, cuando su mirada se encontraba fugazmente, sentía que algo dentro de ella se quebraba.

La heredera perfecta, la mujer de hielo que todos admiraban, empezaba a descubrir que su corazón aún estaba vivo. Y con ese descubrimiento venía un nuevo dilema: ¿podría desafiar a su familia, arriesgar todo por un amor imposible? ¿o terminaría, como siempre, obedeciendo al destino que otros habían escrito para ella?

El peso de un apellido

La familia Rossi, es sinónimo de poder en Francia en gran parte de Europa. Con décadas de inversiones exitosas, controlaban desde la moda de alta costura, hasta los hoteles más exclusivos de la Riviera. Lucio Rossi, patriarca del imperio, había construido su nombre avancé de astucia y riesgo; Catherine, su esposa, se había encargado de mantener la imagen social impecable que los distinguía. Juntos habían convertido el apellido en un símbolo de riqueza, aunque detrás de las sonrisas para la prensa se escondían hilos oscuros de ambición.

En los últimos años, el imperio Rossi, no estaba tan sólido como parecía. Nuevos competidores habían surgido con fuerza, y algunos de los viejos aliados exigieron favores a cambio de mantener el equilibrio de poder. En reuniones privadas, Lucio recibía carpeta llena de amenazas, qué podían arruinar su reputación si se hacían públicas, fotografías comprometedoras que llegaban en sobres anónimos. Eran chantajes cuidadosamente planeados por rivales que no solo querían dinero: deseaba la caída de los Rossi.

Catherine, siempre altiva, comienzo a sentir el miedo en cada cena de gala, sonreía para las cámaras, pero sus dedos temblaban al sostener la copa de champán. Sabía que, el mundo en que vivía, no venía en forma de pobreza, sino de humillación pública. Lo que estaba en juego no eran los negocios, sino el prestigio de generaciones.

Valentina, su única hija y heredera, pronto se convirtió en la pieza central de esas tensiones. Los chantajistas insinuaban que podían exponer secretos de la familia, o incluso secuestrarla, para forzar a Lucio a ceder en negociaciones. Los rumores llegaban a los periódicos, disfrazado de artículos de sociedad, y el apellido Rossi aparecía constantemente en los titulares.

Lucio, consciente del peligro, decidió actuar con frialdad que lo caracterizaba.Contrató seguridad privada para su esposa: Ordenó qué un guardaespaldas personales estuviera con ella en las 24 horas del día, un hombre que fuera de entera confianza que pudiera acompañar a su esposa en cada uno de sus eventos.

Por su parte Gabriel, con su porte imponente, mirada severa, Y voz firme, se convirtió en una sombra constante, para Valentina. La acompañaba todo el tiempo: en desayunos discretos hasta las galas más brillantes. Valentina lo detestaba. No porque fuera un grosero o irrespetuoso, sino por qué simbolizaba la pérdida total de su libertad.

Para una joven que había crecido con el mundo controlado, donde cada paso era observado, la llegada de un vigilante permanente a su vida fue la gota que colmó el vaso. Valentina sentía que vivía en una cárcel dorada, rodeada de lujos pero sin un respiro real.

Los Rossi reforzaron la mansión con cámaras de vigilancia, guardias de seguridad y alarmas. Valentina apenas podía caminar por los jardines sin sentir los ojos de la seguridad sobre ella. Sus salidas se redujeron a eventos sociales estrictamente controlados, y cada encuentro estaba marcado por la presencia de Gabriel, siempre a su lado, observando, anticipando y cuidando.

Al principio, ella lo desafiaba con comentarios sarcásticos y silenciosos incómodos. Se vestía con provocación, intentaba despertarlo con cambios repentinos de planes, o se quedaba en los balcones demasiado tiempo para irritarlo. Pero él no se inmutaba. Gabriel estaba entrenado. Para no perder el control, y. Esa frialdad solo aumentaba la frustración en Valentina.

Lo que sus padres no entendían era que el verdadero peligro no estaba en los chantajes extremos, sino en el efecto que el encierro estaba causando a su hija. Valentina necesitaba respirar lejos del apellido, lejos de los flashes, lejos de la mirada impenetrable de su guardián.

Una noche, cansada del silencio opresivo de la mansión, Valentina ideó un plan. Había observado con detalle los turno de los guardias, el ritmo de las patrullas en el jardín, e incluso los momentos en los que Gabriel parecía distraerse revisando informes de seguridad. Con la astucia que siempre ocultaba bajo su apariencia de heredera perfecta, se deslizó fuera de su habitación y se escapó por una ventana lateral.

El aire frío de París golpeó su rostro como una caricia de libertad. Vestida con ropa sencilla que había escondido entre sus pertenencias. -- Unos jeans oscuros, una chaqueta de cuero y un gorro -- se mezcló con la multitud nocturna. Por primera vez en semanas, nadie la reconoció. Nadie le pidió una foto, nadie la llamó "madamselle Rossy"

Valentina caminó por las calles iluminadas, disfrutando del bullicio de los cafés, las risas de los estudiantes y la música callejera que llenaban las plazas. Se sentó en una pequeña terraza, pidió un café y escuchó conversaciones ajenas, fascinada por la naturalidad de esas vidas que parecían tan ajenas a la suya.

Esa noche, y muchas otras que siguieron, se convirtió en un fantasma en la ciudad. Se escapaba cuando la mansión dormía, dejaba atrás a su guardaespaldas y se sumergía en la vida común que tanto anhelaba. Para ella, esas horas eran un bálsamo: caminaba por los mercados nocturnos, conversaba con desconocidos, escuchaba a los músicos del metro y, a veces, simplemente se sentaba y se quedaba mirando la luna.

Gabriel no tardó en notar las desapariciones. Su entrenamiento le permitía detectar hasta los cambios más sutiles, y pronto descubrió que Valentina se escabulía con una maestría inesperada. En lugar de delatarla de inmediato, decidió seguirla en secreto.

La primera vez que la vio caminar sola. Por el barrio humilde, con una sonrisa auténtica en el rostro, se sorprendió. Aquella mujer, que la mansión se mostraba arrogante y rebelde, parecía transformarse en alguien vulnerable, incluso feliz, entre la gente sencilla. No era la heredera que todos tenían tocar, sino una joven que buscaba pertenecer a un mundo normal.

Gabriel comenzó a seguirla desde las sombras, sin que ella lo notara. Aseguraba su seguridad en silencio, permitiéndole disfrutar de esa libertad robada. Y en ese proceso, empezó a comprenderla. Valentina no escapaba por capricho, sino porque estaba asfixiada en la prisión de oro que sus propios padres habían construido.

La caída

Mientras tanto, los chantajes empresariales se intensificaban. Lucio recibía llamadas a medianoche con voces anónimas que exigían concesiones millonarias. Catherine se vio obligada a asistir a reuniones secretas, dónde le recordaban que su hija podía ser el blanco perfecto si no obedecían. El miedo caló hondo en la mansión, y cada gesto de seguridad se volvió más estricto.

Valentina, sin embargo, se aferraba más a sus escapadas. Cuando más la encerraban, más fuerte era el impulso de huir. Esa era su forma de rebelarse contra la opresión de un apellido y la vigilancia constante. En cada salida nocturna encontraba un pedazo de sí misma, aunque también ponía en riesgo todo lo que sus padres temían perder.

Una madrugada, cuando regresaba por los jardines tras una escapada, encontró a Gabriel esperándola en la penumbra. No la reprendió con gritos ni la delató con sus padres. Solo la miró fijamente y le dijo con voz grave. -- Si quieres libertad, al menos aprende a cuidarte. El mundo allá afuera no es tan indulgente como crees. --

Ese fue el comienzo de un entendimiento silencioso entre ambos. Valentina siguió escapando, y Gabriel siguió protegiéndola en la sombra, consciente de que esas noches Era lo único que mantenía viva a la joven heredera atrapada en un mundo de chantajes, apariencias y encierro.

Nunca ninguno de los dos podía anticipar que esas escapadas, de Valentina, se convertirían en el inicio de un vínculo peligroso, que Valentina estaba muy lejos de imaginar lo que sucedía a su alrededor. Los chantajes hacia su padre, se intensificaron cada vez más. Mensajes anónimos, llamadas durante todo el día. Notas que se deslizaban en sobres elegantes que llegaban a la oficina de la Torre Rossi, en pleno corazón de París. Al principio le parecieron advertencias vagas, frases antiguas como: "Todo imperio cae", "sabemos lo que ocultas". Lucio, acostumbrado a los rivales envidiosos, no le dio más importancia.

Pero de pronto, los mensajes se convirtieron en pruebas. Fotografías de reuniones secretas, contratos manipulados, documentos que, de hacerse público, podrían poner en duda su reputación. Lucio entendió que alguien estaba en los rincones más oscuros de sus negocios. Sabía que ningún magnate llegaba tan alto sin haber hecho concesiones grises, pero nunca se imaginó que esos pecados serían usados en su contra con tanta precisión.

Las amenazas crecieron: filtraciones a la prensa, rumores en los círculos financieros, miradas inquisitivas y las galas sociales. Lucio sentía estar ya encerrado en su propia jaula.

Catherine, mantenía el porte impecable de siempre. Sonreía en los eventos, vestía con una elegancia de una reina y respondía a los rumores con desdén. Pero por las noches, cuando las luces de la mansión se apagaban, la mujer altiva se transformaba en una madre temerosa. -- Nos quieren destruir Lucio. -- susurraba en la oscuridad de su habitación, mientras Lucio encendía otro cigarrillo.

-- Y si no pueden contigo, Irán por Valentina. --

Lucio la escuchaba en silencio. es idea de que su hija fuera usada como moneda de cambio lo enfurecía más que cualquier amenaza. Por eso le había ordenado a Gabriel que el fuera el guardaespaldas de Valentina. Sabía que él estaba muy bien entrenado y se convertiría en la sombra de Valentina. Pero aunque blindara. La mansión, sabía que la verdadera guerra se libraba en despachos oscuros, con contratos y chantajes que podían arruinarlo sin necesidad de armas.

Los chantajistas nunca se mostrarán de frente. Era una red invisible que operaba desde las sombras, utilizando intermediarios, correos anónimos, llamadas imposibles de rastrear. Lucio sospechaba de viejos rivales: la familia Dufresne, banqueros con los que había competido durante décadas; los Magnier, dueños de cadenas hoteleras que codiciaban sus terrenos en la costa azul. Pero no tenía pruebas.

El precio de su silencio no era dinero inmediato. Le exigían ceder acciones, entregar proyectos estratégicos, dejar espacios vacíos que sus enemigos ocuparían. Querían desangrar lentamente. El imperio Rossi hasta reducirlo a una sombra, a modo de que no quedara nada.

Lucio, terco y orgulloso, se negó. Había construido ese imperio con sus manos y no iba a permitir que lo despojaran. Pero cada negativa suya venía acompañada de un golpe más fuerte: un artículo publicado en la empresa insinuando fraudes, un socio que repentinamente retiraba su apoyo, un banco que se negaba a renovar créditos. La telaraña apretaba cada vez más.

Mientras tanto, Valentina vivía su propia prisión. Encerrada en la mansión, vigilada día y noche por Gabriel, sentía que su mundo se le escapaba de las manos. Intuía que algo oscuro se acercaba sobre la familia, aunque sus padres rara vez le hablaran con claridad. Solo se percibía el cansancio en el rostro de su madre, y el silencio cada vez más largo de su padre, y las miradas tensas en la mesa del comedor.

Ella se revelaba con escapadas nocturnas, buscando un respiro en la ciudad. No sabía que mientras caminaba por las calles anónimas, su padre, Lucio se encontraba en reuniones secretas que iban desgastando su vida.

El golpe final llegó una tarde de otoño. Lucio recibió un sobre más pesado que el anterior. Dentro, había pruebas concretas de operaciones ilegales en las que se había involucrado hacía más de 20 años, para expandir sus hoteles. nada que un hombre de su poder no pudiera encubrir en su momento. Pero sí salía la luz ahora. No solo perderían su reputación: enfrentaría juicios, cargos, y su apellido Rossi quedaría manchado para siempre.

La carta era. Clara "última oportunidad. O cedes el control de tus cadenas hoteleras, o mañana todo París sabrá quién eres realmente"

Lucio sintió, por primera vez, que el peso de la derrota lo aplastaba.

Esa noche Catherine encontró a su marido en el despacho, sentado frente a la chimenea. Con una copa de coñac intacta. Y el sobre abierto en la mesa. No era el Lucio orgulloso de siempre, sino un hombre cansado, envejecido de golpe.

-- ¿Qué piensas hacer? -- preguntó Catherine, temblando.

Lucio levantó la vista. Sus ojos normalmente duros, estaban vidriosos. -- He pasado toda mi vida construyendo esto, Catherine. He sacrificado todo... incluso a Valentina. Y ahora quieren arrancármelo de las manos. --

Catherine quiso responder, Pero él levantó la mano.

-- No me doblegaré. Prefiero morir antes que entregar lo que es nuestro. --

La mañana siguiente, la prensa amaneció con un titular devastador: "Lucio Rossi, magnate francés, fue hallado muerto en su despacho"

La versión oficial habló de un infarto fulminante. El cuerpo fue encontrado desplomado en su sillón de cuero, y sobre la mesa el sobre del chantaje. Que nadie mencionó. Las noches insoportables. Sin dormir, la presión constante que lo había carcomido desde adentro. Nadie habló de cómo, poco a poco, la red de chantajistas había logrado lo que ni los negocios ni. Las guerras empresariales habían conseguido: destruir al hombre más poderoso de Francia.

Para Catherine, fue una tragedia envuelta en silencio. Para Valentina, un terremoto que le arrancó al padre, que a su manera, siempre había querido protegerla. Y para el mundo, un recordatorio cruel de qué incluso los imperios más sólidos podían derrumbarse con un susurro en el momento correcto.

La muerte de Lucio Rossi no puso fin a los chantajes. Por el contrario, abrió un nuevo capítulo. Los enemigos olieron la sangre y comenzaron a acechar con más fuerza. Valentina, convertida ahora en la heredera absoluta, se convirtió en el objetivo principal.

Las noches de libertad que Valentina tanto había disfrutado quedaron manchadas por la certeza de que su apellido era una condena. Y mientras Gabriel reforzaron su vigilancia, ella comprendía que la verdadera prisión no eran los muros de la mansión, sino la carga de un imperio construido sobre secretos que le habían costado la vida de su padre.

Valentina

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