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Renací Para Formar Mí Harén

Capítulo 1

El sonido de clic de su ratón era un sonido diario, algo constante en la oficina, de lo cual Elizabeth ya se había acostumbrado hace mucho tiempo.

A sus treinta y cinco años, Elizabeth trabajaba como gestora de proyectos para una corporación de logística, un puesto que exigía precisión, paciencia y una mente fría y calculadora. Lo cual, claro, ella dominaba.

Gracias a ese puesto ella podía llevar una buena vida, su salario estaba bien para ella sola. A veces aprovechaba para ir a uno que otro barcito y conocer a gente nueva, por lo general masculinos bien dotados, a veces dos o quizás alguna parejita que buscaba un tercero.

Ella se movía por doquier con aires de confianza y seguridad, pero pocos conocían los años de terapia que eso le llevó, el poder reconstruirse. Era una mujer que había aprendido a la fuerza que nada más se podía confiar plenamente en uno mismo y nada más.

Había pasado la etapa de buscar validación externa. Ahora, la validación venía de su propia satisfacción. Sin embargo, bajo esa coraza de eficiencia y disfrute, persistía la cicatriz más profunda que le había tocado vivir. El recuerdo de Marcus, su primer y último ex.

Los recuerdos de sus golpes, abusos y manipulaciones, todo aquello que había destruido su relación y consigo misma. El golpe, la sangre, silencio posterior... esos eventos no solo le habían marcado el cuerpo, sino que la habían hecho perder a su bebé, su esperanza, y junto a aquella perdida, llegó la esterilidad.

A veces, en las noches de soledad, Elizabeth se preguntaba si el precio de su libertad había sido demasiado alto.

Elizabeth había tenido que pasar por muchas cosas desde su nacimiento. La vida se había ensañado con ella desde muy temprana edad.

Sus padres biológicos la dejaron abandonada en las puertas de un orfanato, ella jamás llegó a conocerlos o saber por qué fue que hicieron eso. Al llegar al orfanato, los niños más grandes la molestaban por el extraño color de cabello que tenía, ella había nacido con un tono blanco platinado.

Las cuidadoras del orfanato no se hacían cargo de ella correctamente, hacían la vista gorda a los maltratos, y como si fuera poco, también la maltrataban ellas mismas, obligándolas a limpiarles sus habitaciones, baños y demás.

Todo pareció cambiar el día que a sus trece años, llegó una mujer mayor, al parecer para dejar una donación, pero al hacer contacto visual con aquella mujer, ambas sintieron algo cálido recorrerles por dentro, tanto así que aquella mujer decidió adoptarla.

La mujer la adoptó como suya, haciendo oídos sordos a todos aquellos que la llamaban loca por adoptar a una niña crecida y de esas condiciones, además de que ella ya tenía hijos crecidos y hasta nietos. A la mujer no me importó nada y me enseñó un poco del oficio, su mundo, las matemáticas...

Elizabeth fue creciendo feliz junto a aquella mujer, hasta que un día de repente falleció. Nadie supo bien la causa, ya que no estaba enferma de nada, y era muy sana. Pero aun así, las sanguijuelas de hijos que tenía echaron a Elizabeth a la calle sin remordimientos, sin permitirle llevar ni sus ropas.

Ella vagabundeó por varios lugares, hasta que consiguió un puesto de trabajo gracias a lo que la señora le había enseñado. Aunque durmió un par de noches en la calle, pronto logro encontrar un alquiler de monoambiente, el cual pudo llamar hogar.

Poco a poco fue construyéndose hasta lo que logró en administración.

Un día como cualquier otro, al medio día en la empresa, llegó la hora para almorzar, y su estómago rugía como loco.

-Nos vemos a las dos y cuarto en la oficina - avisó a su equipo, agarrando su bolso y saliendo de la empresa.

Al salir afuera sintió el sol pegándole fuertemente en la cara y toda su piel, el día estaba muy caluroso y las calles muy transitadas. Cruzó la acerca con la mirada fija en el restaurante italiano de la esquina.

No vio, o quizás eligió no ver, la camioneta negra que venía acelerando imprudentemente por la avenida, ignorando el semáforo en rojo.

El sonido fue ensordecedor, el chirrido de los frenos seguidos del impacto brutal.

En un parpadeó, Elizabeth estaba tirada en la acera, con un horrible dolor, en realidad todo su cuerpo dolía, hasta la punta del pelo de cada mechón, pero lo que más le dolía era la pierna. Al levantar la mirada, vio que se le había desprendido el músculo del hueso, y él esté lo tenía expuesto.

La gente se amontonaba a su alrededor asustados, llamaban desesperados a la ambulancia y a la policía. Ella entre toda esa gente lo pudo distinguir a él, al que había provocado el accidente, quien la había atropellado. Marcus

Lentamente cerró los ojos, dejando caer una lágrima de dolor, pero uno más emocional. Y luego, ya no sintió nada más.

...----------------...

HOLA MI GENTE HERMOSA✨☺️🫶🏻

Hoy les traigo esta novela que como verán es de época antigua y de harén.

Les pido por favor que sí no es de su agrado el tema, no lo lean. Es en vano leer algo que no les gusta y dejar una mala calificación, cuando yo me he esfuerzo de principio a fin en cada capítulo de cada novela. Es triste que lo tenga que aclarar cuando sé que hay mucha gente hermosa que no hace ese tipo de cosas, pero bueno, desgraciadamente hay gente que hace esas cosas.😞

Por otro lado, a los que les gusta, les pido por favor que no se olviden de dejar sus likes👍🏻, comentarios 🗣️, sus votos ✨ y sí quieren, calificarla ⭐⭐⭐⭐⭐ para que la novela pueda llegar a más personas 😸😽

Ahora sí, continuemos🌻✨✨✨

Capítulo 2

Elizabeth se siente como si estuviese flotando, absorta en la nada, no ve ni siente absolutamente nada.

A lo lejos cree percibir una luz, algo brillante y atrayente. Siente que debe ir ahí, por lo que avanza con todas sus fuerzas hacia la luz.

Cuando la atraviesa, siente como está recostada, y al abrir los ojos es esa luz que veía antes. La luz de una habitación.

Elizabeth mira a su alrededor y nota que todo está muy bien ordenado, pulcro. La habitación era linda, sencilla aunque todo era bastante antiguo, ni siquiera había tele o lámparas.

Elizabeth se levantó de la cama con un poco de dolor, se revisó el cuerpo y vio que estaba en perfectas condiciones, cosa que no podía creer después del tremendo golpe que se había pegado en el accidente.

También noto ciertas inconsistencias en su cuerpo, sus muslos eran más pequeños, su trasero y senos también, había lunares que no están en su lugar, todo le pareció muy extraño, por lo que se acercó a un espejo de cuerpo para verse bien, pero al verse, quedó impactada.

No era ella misma, no era su cuerpo siquiera, ni su rostro. La única característica que conservaba era su largo cabello blanco platinado. Pero gracias a ello, supo dónde estaba

Elizabeth Wilson

Al parecer, luego del accidente ella había muerto, y reencarnado en la última novela que leyó, la cual odio, ya que era muy desagradable, contrario a sus gustos. Nada más la había comprado porque la protagonista tenía el mismo color de cabello que ella, pero vaya chasco se llevó al leerla.

De pronto comenzó a sentir un fuerte dolor de cabeza, era como si miles de espinas se le clavaran de golpe. Cada una, achacada a recuerdos, recuerdos de la verdadera Elizabeth Wilson, la protagonista de esa novela.

Podía ver en aquellos recuerdos como su "madre" y "hermana" la hostigaban todo el tiempo, golpeándola, humillándola y encerrándola en ese cuarto que no era ni de sirvientes. Por sus humillaciones, ninguno de los sirvientes de la casa la atendía como correspondía, y se burlaban de ella.

Tenía un hermano también, Arthur. Pero él o no se daba cuenta de lo que pasaba o hacía la vista gorda, ya que jamás había hecho nada para defenderla o molestarla, solo se ocupaba de su entrenamiento y nada más, el resto le era indiferente.

Por otro lado, su padre, el duque Robert Wilson, era un buen hombre, que no estaba enterado de absolutamente nada de lo que pasaba en su casa, ya que se la pasaba viajando por negocios. Él era un hombre de familia que amaba a sus tres hijos y esposa por igual.

Elizabeth Wilson, la verdadera, había sido muy débil, permisiva, se dejaba tratar como ellos querían, incluso cuando su padre no estaba, ella hacía las tareas del hogar, hacía lo que le correspondía a las sirvientas, además de ello la verdadera Elizabeth era muy infantil para hablar vestirse y aunque era un poco inteligente, no lo era lo suficiente, y no se molestaba por querer estudiar o saber más.

Ella viendo toda la situación pensó que la situación no daba para más, ella no era la verdadera Elizabeth Wilson y no se dejaría tratar de esa forma, aprovecharía que es la hija del duque y cambiaría las cosas a su favor. Además, ella tenía la ventaja de que sabía lo que iba a pasar en la novela, era un punto a su favor.

Recordó porque estaba en la cama acostada. Su hermana mayor Amelia la había empujado de las escaleras provocándole una fuerte contusión cerebral, pero lo que ellos no sabían, era que realmente al caer, Elizabeth había muerto, por lo que su alma había ocupado ese cuerpo por motivos que ella desconocía.

Aún estaba viéndose en el espejo cuando la puerta se abrió de golpe, era su hermana Amelia junto a una sirvienta, la cual también la molestaba. Ambas entraron muy altaneras, rebajándola de pies a cabeza.

-¡Oh, vaya!, parece ser que la bella durmiente por fin despertó - se rio con burla Amelia

Amelia Wilson

-Ay señorita, seguramente quería hacer drama y saltarse los deberes que tiene en la casa - habló la sirvienta soberbia

-Eso creo, pero mira Elizabeth, no te saltearás tus deberes por andar de holgazana y dramática - advirtió Amelia acercándose de forma amenazante a Elizabeth

Elizabeth al ver la situación, sonrió satisfecha, ahora les demostraría quien era ella en esa casa.

-¿Y por qué motivo debería hacer yo los deberes de las sirvientas? - sonrió burlona Elizabeth mirando con desagrado a su hermana y a la sirvienta, que no podían creer que les estuviera respondiendo, ya que por lo general solo agachaba la cabeza temerosa

-Porque es lo que ¡yo!, digo y punto - respondió soberbia Amelia

-Aja, ¿y vos quien sos exactamente para decirme lo que tengo que hacer? - replicó con su sonrisa Elizabeth

-Soy la hija mayor del duque - respondió Amelia con el mentón en alto - ¿y desde cuándo vos me cuestionas a mí? - preguntó molesta ya

-Yo también soy la hija del duque, y me niego a hacer lo que vos me digas, además te respondo porque quiero - se rió sarcástica Elizabeth

-¡Cómo te atreves a hablarle así! - gritó furiosa la sirvienta queriendo pegarle a Elizabeth, pero se sorprendió al recibir primero el golpe de ella.

Elizabeth al ver que le iban a pegar, dió el primer golpe, claro, puño cerrado para mayor impacto

-¡Bestia!, ¿cómo te atreves? - gritó Amelia acercándose rápidamente y dándole una sonora cachetada a Elizabeth

Elizabeth en lugar de enojarse, sonrió y como si el diablo se apoderará de ella, tomó a Amelia de los pelos junto a la sirvienta, las llevó fuera de la habitación y, ya que estaban en la primera planta, las llevó rápidamente al salón. Todos los sirvientes salieron a ver lo que sucedía al escuchar los gritos de las chicas, no lo podían creer. Ella las tiró a ambas al suelo con todas sus fuerzas y una vez ahí las uso de demostración.

-¡Miren todos lo que sucede a quienes no me respetan y me tratan como una simple empleada! - gritó con fuerzas mirando a todos a su alrededor. Y luego tomo del cabello a la sirvienta, levantando su rostro lloroso y comenzó a darle golpes a puño cerrado, le dió alrededor de diez golpes dejándola sangrante y con la nariz rota, luego se giró hacia su hermana y repitió lo mismo.

Elizabeth sonreía satisfecha, limpiándose la sangre de la mano en la ropa de su hermana.

-¡Ahora quiero que me lleven a mí habitación, no a esa pocilga dónde estaba y más les vale traerme algo adecuado y decente para comer! - ordenó a los demás sirvientes, al hacerlo, también notó a su hermano Arthur entre los sirvientes, observó todo pero no interfirio ni dijo nada, por el contrario, vió lo que secedia y se marchó.

Capítulo 3

Luego de aquella demostración de poder, una sirvienta salió de entre los demás y se ofreció amablemente a llevarla a su cuarto, su verdadero cuarto.

Miró todo a su alrededor en su habitación, al tener los recuerdos de la anterior Elizabeth sabía cómo era y lo que tenía, por lo que se dio cuenta de que sus vestidos más "elegantes" no estaban al igual que algunas joyas. No le gustaban, ya que eran demasiado infantiles para su gusto, pero no podía permitir que le robaran sus cosas.

-¿Cómo te llamas? - preguntó con voz autoritaria a la sirvienta

-Me llamo Nina, señorita - respondió ella con la cabeza gacha

-Si te diriges a mí, mírame a los ojos, no al suelo - la reprendió suavemente Elizabeth, no tenía malos recuerdos de aquella chica, al parecer también la molestaba por ser joven y linda - Escúchame Nina, de ahora en adelante me servirás solo a mí, ¿de acuerdo?

-Como usted diga señorita - respondió Nina mirándola a los ojos sonrojada

-Ayúdame a buscar algo decente para vestirme por favor - pidió amablemente Elizabeth. Nina se apresuró a buscarle ropa decente, aunque nada le gustaba realmente a Eli, decidió que más tarde renovaría su armario y se vistió con lo que le ofrecían.

Ya vestida de forma decente, pidió que me prepararan algo de comer, algo sustancioso. Ese cuerpo estaba hambriento, y con razón, si cada vez que el duque se iba de viaje, la mantenían a pan duro y agua o tan solo una sopa que en realidad era agua sucia con verduras sin cortar. Mientras tanto le preparaban eso, se dirigió al cuarto de Amelia, ahí encontró sus pertenencias y se las llevo de nuevo a su cuarto. Puede que no le gusten, pero eran objetos caros que se podían vender.

Una vez se acomodó en su cuarto, sintió como la puerta fue azotada de un fuerte golpe, entrando su querida y adorable madre, Penélope. La mujer, sin medir palabra alguna se arrojó hacía Elizabeth dándole dos sonoras cachetadas.

-¡Maldita bestia salvaje!, ¿cómo te atreves a golpear de esa forma a mi hija? - gritaba colérica la Duquesa mientras la jalaba del cabello

Duquesa Penélope

-¿Y acaso yo no lo soy, madre? - preguntó con sorna y una sonrisa ladeada

La duquesa se frenó por un momento, mirándola fijamente. Se había asustado, ¿qué sabía ella?, ¿por qué siquiera le respondía?.

La duquesa sin responderle nada, volvió a levantar la mano para golpearla nuevamente, pero está vez Elizabeth se soltó y le metió un fuerte golpe en el estómago, lo que la hizo doblarse a la mitad. Ahí se quedó unos minutos recobrándose cuando llegó Nina y la vio.

-Señorita, le traje su comida - anuncio Nina haciendo la vista gorda

-Gracias Nina, muy amable de tu parte - le agradeció Elizabeth con una cálida sonrisa, aunque en realidad era por hacerse la desentendida y no armar escándalo

Cuando la duquesa se recompuso y levanto la vista, vio como Elizabeth comía de lo más tranquila y su sirvienta Nina le comentaba unos asuntos, como si ella no existiera ahí, como si nada hubiese ocurrido.

-¡¿Qué haces vos sirviéndole a esta desgraciada?!, ¿acaso no viste como me golpeó? - reprendió la Duquesa haciéndose la víctima

-No, duquesa. Yo no vi nada - respondió de lo más tranquila Nina. Ella no era tonta y sabía de qué lado le convenía estar, luego de ver cómo por fin su señorita se había defendido de esas arpías y ahora de la duquesa misma, un gran respeto y admiración había nacido dentro de ella hacía su señorita.

Luego de ese evento, las cosas dentro del ducado habían cambiado drásticamente. Cada vez que un sirviente le faltaba el respeto a ella o a Nina, se lo hacía pagar con creces, por lo que nadie quiso meterse nuevamente con ninguna de las dos.

La duquesa me había prohibido salir del ducado, por lo que no podía asistir a fiestas de té, hacer compras o ir a eventos, mientras que Amelia iba y venía a su antojo. Por un lado, Elizabeth lo agradecía, ya que no le apetecía salir aún. Así que se encerraba en su habitación o en la biblioteca del ducado para estudiar más cosas de esa época, sobre la política, economía, jerarquías y todo sobre su propia familia y lo que aportaba al reino.

Cuando por fin llegó el duque de sus viajes de negocios, la duquesa junto a Amelia se habían encargado de llenarle la cabeza con mentiras y engaños, haciéndola quedar como una joven violenta y problemática. Arthur solo lo saludó, dio su reporte del entrenamiento y continúo con lo suyo, sin confesar que había sido testigo de la golpiza que Elizabeth le había dado a Amelia.

El duque enfurecido fue al encuentro de Elizabeth y la encontró con ropas muy humildes estudiando en la biblioteca, además, se le podían ver moretones por todo su cuerpo al estar usando un vestido veraniego. El duque Robert al ver esto se quedó frío, en ningún momento su esposa e hija habían hecho mención de que ya habían castigado a Elizabeth.

Duque Robert Wilson

-¡Oh padre, ya llegó! - sonrió de forma tierna a su padre yendo a su encuentro para abrazarlo - lo he extrañado muchísimo

-Elizabeth tenemos que hablar sobre tu comportamiento inadecuado - respondió algo confuso el duque, ya no estaba seguro de que hacer

-¿De mi comportamiento padre?, ¿qué he hecho? - preguntó con los ojos llorosos Elizabeth fingiendo ser tierna y vulnerable con él

-Tu madre y hermana me han dicho que las has golpeado y además a unos cuantos sirvientes más, también me dijeron que despilfarras el dinero en vestidos y joyas... - luego de decir esas palabras miró más detenidamente la vestimenta de su hija, ni las sirvientas vestían así

-¡Oh padre, mi lamento tanto! - se disculpó Elizabeth llorosa - lo que sucedió realmente es que estaba agotada de tanto limpiar y hacer mis deberes, que un día reaccione mal y le respondí feo a mi madre y hermana - mintió con la cabeza gacha

-¿Limpiar?, ¿deberes?, ¿de qué estás hablando Elizabeth?, esas son las tareas de las sirvientas, para eso les pagamos como se debe. - preguntó indignado el duque - ¿y que son esas ropas que llevas?

-Es mi uniforme para limpiar padre, mi madre me lo ha dado

-Elizabeth, vamos a tu habitación, quiero ver tu armario - ordenó el duque con la mandíbula apretada. Elizabeth lo guío al cuarto donde estaba al despertar, como ya sabía cuando venía, lo tenía todo muy fríamente calculado.

Ella lo hizo pasar a la habitación, la cual se veía horrible, estaba sucia y muy pobre, pero se notaba que había sido habitada recientemente.

-¿Y tú cuarto? - preguntó furioso el duque

-Ahora es de Amelia, dice que le gusta más el mío y se lo quedó - respondió tranquilamente Elizabeth

Luego de aquello, el duque castigo a Amelia severamente prohibiendole salir del ducado y donando muchos de sus vestidos y joyas, además de limpiar ella misma su propio cuarto. A la duquesa la reprendió fuertemente por permitir ese maltrato a su hija. A ella también le prohibió salir del ducado y le quitó temporalmente el dinero que le daba para gastos personales, además de que la mando a cumplir con los roles de la casa, las cuales no estaba haciendo. Por otro lado, a Elizabeth le había dado una gran suma de dinero para sus gastos personales, le devolvió su habitación y le dió permiso de ir a dónde quisiera junto a Nina y unos guardias.

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