Fuego Y Sombras (BkDk)
El hijo del silencio
La lluvia caía con una cadencia constante sobre las calles grises de Musutafu. En los barrios altos, los rascacielos brillaban con luces de neón, pero más abajo, donde el aire olía a humo y gasolina, la ciudad mostraba su verdadera cara. Allí, la ley no la dictaban los jueces… sino los clanes.
El nombre Midoriya significaba poder. No el tipo de poder que se compra, sino el que se hereda con sangre. Izuku había crecido rodeado de esa sombra: su padre, Hizashi Yamada, era un hombre de voz suave y ojos fríos, un estratega que movía la ciudad como si fuera un tablero.
Desde pequeño, Izuku aprendió que las palabras eran más peligrosas que las armas. No tenía permitido mostrar miedo ni debilidad. A los diez años, ya sabía leer rostros y detectar mentiras.
A los trece, ya había presenciado su primera reunión clandestina.
Hisashi Midoriya(A)
Nunca levantes la voz
le había dicho su padre una vez
Hisashi Midoriya(A)
Un verdadero líder no necesita gritar para ser temido.
Izuku lo recordaba bien. Y lo aplicaba sin esfuerzo.
Silencioso. Preciso. Controlado.
El heredero del otro lado de la ciudad. Donde el fuego reemplazaba las reglas, y la fuerza bruta se respetaba más que la palabra. Su familia no tenía la elegancia de los Midoriya, pero controlaban los puertos, los talleres y las calles.
Donde hubiera movimiento, había un Bakugo observando.
Los dos se conocieron en una reunión de clanes juveniles, una tregua forzada organizada por los adultos. Izuku estaba sentado en silencio, analizando.
Katsuki, en cambio, apoyado contra la pared, sonreía con arrogancia.
Bakugo Katsuki (D.D)
Así que tú eres el chico perfecto del clan Midoriya
dijo Bakugo, con una voz rasposa y segura
Bakugo Katsuki (D.D)
El que nunca se mancha las manos.
Izuku levantó la vista, tranquilo.
Izuku Midoriya (G.P.D)
Y tú el que no sabe cuándo callar.
El ambiente se congeló. Nadie solía responderle así a Bakugo. Él sonrió, como si acabara de encontrar algo interesante.
Bakugo Katsuki (D.D)
Tienes agallas, te lo admito. Pero en esta ciudad, los que hablan bonito no duran mucho.
Izuku Midoriya (G.P.D)
Y los que gritan demasiado suelen ser los primeros en caer
respondió Izuku, sin apartar la mirada.
Aquel fue el primer cruce.
Breve. Silencioso. Pero suficiente para que naciera algo que nadie podría detener después.
No era odio todavía. Era algo más peligroso: una curiosidad que ardía como gasolina.
Los años pasaron, y los nombres “Midoriya” y “Bakugo” se volvieron sinónimos de poder joven. Uno reinaba en la sombra. El otro, en el fuego.
Pero en una ciudad donde las alianzas cambiaban como el clima, el equilibrio duraba poco.
Y la chispa de aquella primera mirada no tardó en encender una guerra.
Porque en Musutafu, solo había espacio para un heredero del futuro. Y ninguno de los dos pensaba ceder.
Ecos de guerra
El amanecer no trajo paz.
Solo humo.
Desde las azoteas del distrito norte, Izuku observaba cómo los cargamentos eran revisados uno a uno. El clan Midoriya mantenía un control casi perfecto sobre la zona: cada camión, cada trabajador, cada movimiento.
El silencio era su lenguaje.
Detrás de él, Uraraka y Todoroki repasaban documentos.
Ochaco Uraraka (O)
Los Bakugo están expandiendo su territorio otra vez
informó ella, con el ceño fruncido
Ochaco Uraraka (O)
Anoche tomaron otro almacén en el puerto.
Shoto todoroki (O.P)
*Cierra la carpeta*
Shoto todoroki (O.P)
Van demasiado rápido. Es una provocación.
Izuku no respondió enseguida. Tenía las manos cruzadas a la espalda y los ojos fijos en el horizonte.
Izuku Midoriya (G.P.D)
Entonces quieren que reaccionemos
Sabía perfectamente quién estaba detrás de esa jugada.
En el otro extremo de la ciudad, en un taller lleno de olor a metal y gasolina, Bakugo reía.
Bakugo Katsuki (D.D)
¡Mira nada más, idiotas!
exclamó mientras sus hombres descargaban cajas
Bakugo Katsuki (D.D)
Ahora sí tenemos la ruta completa.
Kirishima, su amigo más cercano, lo observaba con una mezcla de respeto y preocupación
Eijiro Kirishima (D)
¿Seguro que quieres provocar a los Midoriya así? Sabes que no se lo tomarán bien.
Bakugo encendió un cigarrillo y soltó una risa baja.
Bakugo Katsuki (D.D)
Eso es lo que quiero. Que se muevan. Que salgan de su cueva de silencio y me miren a la cara.
Era impulsivo, sí, pero también inteligente a su manera. No le gustaba el control calculado de los Midoriya; lo veía como debilidad.
Bakugo Katsuki (D.D)
(Si alguien va a gobernar esta ciudad, que sea quien tenga las agallas de ensuciarse las manos)
Esa noche, la tensión se materializó.
Un convoy del clan Midoriya cruzó la frontera del distrito industrial. No era una invasión, solo una inspección rutinaria… en teoría. Pero a Bakugo no le gustaban las teorías.
Cuando los camiones llegaron, él ya los esperaba, de pie sobre un contenedor, rodeado por su grupo. Las luces de los autos iluminaban su silueta. Izuku bajó del vehículo principal, tranquilo, como si la situación no le afectara.
Izuku Midoriya (G.P.D)
No pensaba verte tan pronto, Bakugo
Bakugo Katsuki (D.D)
¿Y yo pensaba que te esconderías detrás de tus guardaespaldas?
respondió él, sonriendo con ese tono burlón que lo hacía insoportable y fascinante a la vez.
El viento sopló fuerte, levantando polvo y papeles. Nadie habló durante unos segundos. Dos herederos. Dos estilos. Dos destinos que no podían coexistir.
Izuku Midoriya (G.P.D)
Este territorio es neutral
dijo Izuku, sin levantar la voz
Izuku Midoriya (G.P.D)
Te advertí lo que pasaría si lo tocabas.
Bakugo Katsuki (D.D)
Y yo te advertí que la ciudad no es tuya
replicó Bakugo, bajando del contenedor
Bakugo Katsuki (D.D)
Si quieres mantenerla, tendrás que pelear por ella.
El silencio volvió a caer, pero esta vez cargado de electricidad. Uraraka y Kirishima dieron un paso al frente, listos por si estallaba algo.
Eijiro Kirishima (D)
*junto a bakugo*
Ochaco Uraraka (O)
*Junto a Izuku*
Pero entonces, una sirena lejana rompió el momento.
Alguien más se estaba moviendo.
Un tercer grupo.
Ni Midoriya. Ni Bakugo.
Izuku Midoriya (G.P.D)
Esto no es tuyo, Bakugo.
Bakugo Katsuki (D.D)
Ni tuyo tampoco *gruñe*
Por un instante, ambos se miraron con algo que no era odio… sino una intuición compartida. Algo se avecinaba. Algo que los obligaría, tarde o temprano, a dejar de luchar uno contra el otro y mirar hacia el mismo enemigo.
Pero ese día aún no había llegado.
Bakugo Katsuki (D.D)
La próxima vez no hablaré tanto
dijo Bakugo antes de girarse.
Izuku Midoriya (G.P.D)
Ni yo
Y cuando cada uno se marchó en dirección opuesta, la ciudad supo que acababa de encenderse la primera chispa de una guerra.
La noche del eco
La ciudad dormía, pero solo en apariencia.
En los barrios bajos, las luces nunca se apagaban. Los camiones seguían moviéndose, los rumores viajaban más rápido que el viento, y los ojos de los clanes nunca descansaban.
Izuku Midoriya estaba en su oficina, revisando informes, cuando la llamada entró. Una voz al otro lado, temblorosa:
Hombres del Dekusquad
Jefe… el almacén del norte está ardiendo.
Izuku se levantó tan rápido que la silla cayó al suelo.
Izuku Midoriya (G.P.D)
¿Qué? ¿Quién fue?
Hombres del Dekusquad
No lo sabemos, pero… no son los Bakugo.
Por un segundo, la respiración de Izuku se volvió un susurro contenido.
Izuku Midoriya (G.P.D)
Evacúen. Y manténganse fuera de la vista
ordenó con calma. Pero su mente ya corría más rápido que las palabras.
Si no eran los Bakugo… entonces había un tercero en el tablero. Uno que se movía en la oscuridad, esperando el momento perfecto para atacar.
En otra parte de la ciudad, Bakugo se encontraba en el taller, afilando un cuchillo mientras escuchaba el rugido distante de las sirenas.
Kirishima entró corriendo.
Eijiro Kirishima (D)
¡Bakubro! Los del norte están en llamas.
Bakugo Katsuki (D.D)
¿Nuestros?
Eijiro Kirishima (D)
No. De los Midoriya.
Bakugo Katsuki (D.D)
Tch… entonces alguien se está metiendo en nuestro juego.
Su sonrisa no fue de alegría, sino de pura adrenalina.
Bakugo Katsuki (D.D)
Vamos. Quiero ver con mis propios ojos quién tiene el descaro de incendiarle algo a Deku.
Kirishima dudó un segundo
Eijiro Kirishima (D)
¿Y si es una trampa?
Bakugo Katsuki (D.D)
Mejor
respondió Bakugo, saliendo con el abrigo sobre los hombros
Bakugo Katsuki (D.D)
Así tengo a quién romperle la cara.
Las llamas eran visibles desde varias cuadras.
El almacén, uno de los más importantes del clan Midoriya, ardía como si el cielo mismo lo hubiera condenado.
Izuku llegó en un coche negro, acompañado de Todoroki y Uraraka.
El calor era insoportable. Los bomberos ni siquiera se habían atrevido a entrar; sabían que no se trataba de un incendio común.
Todoroki examinó el suelo.
Shoto todoroki (O.P)
Explocivos industriales. No fue casualidad.
Izuku observó las marcas, los restos de metal, las huellas en el pavimento.
Izuku Midoriya (G.P.D)
Son profesionales. Y dejaron que creyéramos que eran los Bakugo.
Una figura apareció entre el humo. Rubio. Desafiante. Bakugo caminaba directo hacia él, con su abrigo medio abierto y los ojos encendidos por la luz del fuego.
Bakugo Katsuki (D.D)
¿Qué demonios hiciste, Deku? *gruñe*
Izuku Midoriya (G.P.D)
Eso mismo iba a preguntarte
replicó Izuku sin levantar la voz.
Uraraka intentó interponerse
Ochaco Uraraka (O)
¡Basta! Esto no es el momento
Izuku Midoriya (G.P.D)
Cállate
Bakugo Katsuki (D.D)
Cállate
dijeron los dos al mismo tiempo.
El fuego crepitaba a su alrededor.
Por un instante, el mundo parecía reducido a ellos dos y al rugido del incendio.
Izuku dio un paso al frente.
Izuku Midoriya (G.P.D)
No fuiste tú… lo sé. Pero alguien quiere que creamos lo contrario.
Bakugo lo miró con sorpresa apenas perceptible.
Bakugo Katsuki (D.D)
¿Y por qué diablos confiarías en mí?
Izuku Midoriya (G.P.D)
Porque eres demasiado orgulloso como para atacar sin que te vean hacerlo.
Bakugo soltó una risa seca
Bakugo Katsuki (D.D)
Touché.
El silencio volvió, roto solo por el chisporroteo de las llamas.
Por primera vez, estaban del mismo lado, aunque ninguno lo admitiría en voz alta.
Shoto todoroki (O.P)
¡Movimiento en el techo!
Una sombra saltó entre los edificios. Alta. Rápida. Sin emblema de clan. Y antes de que pudieran reaccionar, desapareció en la noche.
Bakugo Katsuki (D.D)
Sea quien sea, acaba de firmar su sentencia.
Izuku lo miró con una expresión que mezclaba rabia y algo más difícil de nombrar.
Esa noche, bajo el fuego y el humo, la ciudad entendió que había nacido un nuevo enemigo.
Y que, aunque lo negaran, Midoriya y Bakugo iban a tener que luchar juntos, o morir separados.
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