Saya se encontraba absorta, cuestionándose la realidad de su situación. Un pellizco en su antebrazo le trajo un dolor que confirmó sus temores.
Estaba encerrada en una vasta jaula de hierro y plata junto a su padre y su hermana Anika; su hermano Elric había cometido el error fatal de raptar a la hija del rey Alfa Kadir I de la manada Green Field.
Ahora, su familia era rehén, una moneda de cambio para que Elric devolviera a la princesa raptada. Su padre, Lord Sallow, era un hombre acaudalado y respetado, amado por su pueblo.
¿Cómo habían llegado a tal infortunio?
Los sollozos de Anika rompieron el silencio.
Saya la observó; aunque solo le llevaba dos años, eran como la noche y el día. Saya era conocida por su fortaleza y rebeldía, según su madre, mientras que Anika era la personificación de la dulzura y la sumisión.
De pronto, un hombre se aproximó con una oferta engañosa de agua. Saya, instintivamente, retrocedió.
El hombre rio ante su miedo, y sus compañeros se dispersaron, dejándolos solos en la jaula.
El hombre, con una mirada lasciva, intentó seducir a Saya con el agua de su ánfora.
Aunque su padre fingía dormir. El hombre sujetó su cabello oscuro, derramando el agua al suelo en un acto de burla, antes de forzar un beso. Saya, repugnada, pero resistente, soportó el asalto.
El grito de Anika despertó a su padre.
En un destello de astucia, Saya deslizó el cuchillo del cinturón del hombre, sin que él se percatara.
El padre de Saya avanzó con furia contenida, listo para atacar, mientras Saya, aún atrapada por su cabello, arañó los ojos del hombre con sus uñas.
Él estuvo a punto de gritar, pero ella sofocó su voz con una mano firme sobre su boca.
Su padre, al ver el cuchillo, no vaciló en clavarlo en el pecho del hombre.
Ya con el hombre en el suelo, su padre registró sus bolsillos y encontró las llaves de la jaula.
Con un movimiento rápido, lo arrojó al suelo.
Saya intercambió una mirada con su padre; ambos sabían lo que tenían que hacer.
Él abrió la puerta con sigilo, evitando ser descubiertos.
Una vez abierta, la única opción era correr. Saya tomó la mano de Anika, quien temblaba.
—Tengo miedo —susurró Anika.
—Silencio. Corre por tu vida, sin mirar atrás, sin importar si papá o yo estamos contigo. ¿Entendido? —instruyó Saya con firmeza
—¿Me protegerás, Saya?
—Siempre —respondió Saya, con una promesa en sus ojos.
—¡Ahora! —exclamó su padre, y sin más preámbulos, se lanzaron a la carrera.
Se convirtieron en lobos fuertes, lejos de la jaula, y el sonido de sus patas corriendo alertó a los guardias del rey Alfa, que comenzaron a perseguirlos con gritos estridentes.
Eran muchos, y la posibilidad de escape parecía remota, pero Saya recordaba las palabras de su padre: “Es mejor morir luchando que vivir de rodillas”.
Corrían impulsados por la desesperación, con su padre cubriéndoles la retaguardia.
Los guardias se acercaban peligrosamente, armados con arcos y flechas, disparando sin cesar, algunos en formas lobunas amenazantes.
El miedo los envolvía, pero la adrenalina los empujaba a seguir adelante.
***
No muy lejos, la manada Luna Dagda recolectaba bayas, hierbas y hongos, mientras otros cazaban para proveer a su gente.
Entre ellos estaba Alfa Savir, cuyas tierras habían ganado por derecho de una batalla ancestral.
Savir, con su aguda percepción, captó la presencia de extraños y, con un gesto, silenció a sus hombres.
Eran pocos, apenas diez, pero cada uno era un guerrero desde la cuna, listos para la batalla. Los lobos de Savir se dispersaron, camuflándose entre la vegetación y los árboles, aguardando la revelación de la amenaza.
Anika corría sin cesar, seguida de cerca por Saya y su padre.
Una flecha surcó el aire, impactando en la pierna del hombre, que cayó con un grito de dolor.
Saya se detuvo, volviendo sobre sus pasos para ayudar a su padre. Él, atrapado en el dolor, luchaba por ponerse de pie.
—¡Vete sin mí! —exclamó con desesperación.
Pero Saya, en su forma lobuna, no podía abandonarlo.
Los enemigos se acercaban rápidamente. Saya buscaba frenéticamente algo con qué defenderse, bajo la atenta mirada de Savir.
Él no supo por qué, pero de pronto, el olor de la tierra cambió y esa loba hizo rugir a su lobo interior.
Anika, abrumada por el miedo, rompió en llanto, suplicando por ayuda.
Saya, al ver a un lobo salvaje acercándose, se lanzó contra él, en una batalla que su loba no iba a poder ganar.
Sin embargo, el lobo cayó malherido por su mordida.
Intentó repetir la hazaña con otro enemigo, pero falló.
El lobo fue contra ella con toda fuerza.
Saya luchó valientemente, pero fue arrastrada y tuvo que cambiar a su forma humana.
—¡Corre, Anika! —gritó Saya.
Anika, paralizada por el terror, apenas logró moverse, mientras otro lobo la perseguía.
El atacante se lanzó sobre Saya, y su padre recibía golpes de otro lobo.
El lobo cambió a su forma humana, sobre Saya, y ese lobo no era otro que el campeón del rey Kadir, el guerrero más temido.
Savir observó la escena con una claridad helada. Reconoció al campeón del rey, un viejo lobo adversario al que una vez había derrotado. Una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro al recordar aquel triunfo pasado.
—¡Voy a darte tan duro, pequeña zorra, que vas a gemir como perra en celo!
El hombre intentó desgarrar su ropa, ella gritaba, lo rasguñaba, se defendía como podía.
Los lobos de La manada Luna Dagda estaban en silencio, con la rabia hirviendo en su sangre, no podían soportar eso, no cuando su pueblo pasó por algo tan horrible.
—¡Ayuda! ¡Luna buena, Diosa Luna, ¡no nos abandones! ¡Luna Dagda! —exclamó el padre en el suelo.
Sus palabras fueron suficientes, Savir miró a su gente.
—¡Peleemos! —dijo y saltó fuera de la hierba, haciéndose presente ante sus enemigos, convirtiéndose en un feroz lobo oscuro de ojos rojos.
Los guardias no lo esperaron.
Lucharon contra ellos, los lobos de la tribu Luna Dagda eran feroces, diestros combatientes, que aprendieron de errores pasados; hábiles con las flechas y espadas y con mordidas sangrientas.
Uno a uno, los enemigos fueron masacrados, los lobos de Luna Dagda estaban por acabarlos.
Yulak, el guardia del rey, tomó a Saya del cuello.
Savir sonrió frustrado.
—¡Eres un cobarde! ¿Y te llamas lobo? Tú y tu rey no conocen lo que es honor, son unas bestias, unos bastardos ¿Matarás a la chiquita en vez de enfrentarte a mí? ¡Cobarde!
Yulak se calentó la sangre, lanzó a la chica a un lado.
Saya se escabulló, cuando los escuchó gruñir.
Lobo contra lobo lucharon por herirse.
Saya solo pudo mirarlos, y se arrastró hasta llegar a su padre.
—¡Papá!
—Estoy bien… —balbuceó, y Anika, que había vuelto a salvo, fue con ellos, sollozando, asustada.
Savir dio una mordida al brazo de ese sucio lobo, Saya lo observó, era realmente un lobo fuerte.
El otro lobo quiso contraatacar, no pudo,
El hombre cayó al suelo, gritó del dolor.
Savir sonrió.
—¡Dile a tu rey que no vuelva a pisar las tierras que son de la manada Luna Dagda, o morirá como su hijo! —sentenció
Savir caminó hacia Saya, sus ojos se encontraron, por un instante hubo algo extraño en su mirada, era resplandeciente, se sostuvieron la mirada intensamente y entonces ese olor envolvió a Savir, supo sobre el vínculo sagrado, ¡estaba en ella!
—¡Cuidado! —exclamó Saya detrás de él.
Savir alzó la vista, logró esquivar el golpe del hombre, pero este siguió intentando golpearlo.
—¿Es todo lo que tienes? —exclamó Savir, él rio.
Yulak quiso ir contra él, pero Savir le dio un fuerte golpe en el estómago, que lo hizo caer.
Yulak se transformó en lobo y corrió lejos de ahí, asustado como un cachorro herido.
Savir sonrió satisfecho.
—Nos hemos buscado un buen lío con el rey Alfa Kadir —dijo Byron
—¡¿Y a mí que me importa el rey Alfa Kadir?! Mejor que se aleje o iré por él, te aseguro que, a pesar de los años, él sigue temiendo de mí —dijo sonriente.
Byron asintió, pero pensó que, de todos modos, la manada Luna Dagda era menor en número que todo el gran ejército del rey Alfa de Kadir, aunque después de todo, Savir logró vencer al rey y su gran ejército, casi solo.
Saya alzó la vista, observó a ese hombre, ella nunca lo vio antes, pero escuchó sobre la tribu Luna Dagda, en su manada se escuchaban cosas horribles sobre ellos.
Su padre lanzó un quejido de dolor.
El hombre se acercó y Saya tembló de miedo, sus miradas volvieron a cruzarse, sintió la fuerza de esos ojos, bajó la vista al instante. Entonces, ella también sintió ese olor, era a menta, a árboles de pino, a hierba fresca.
“Él es…” se negó a decirlo, porque era imposible, ¡Imposible!
Savir observó la herida por la flecha, un hombre se acercó ala herida, le sacó la flecha que tenía onagra, mientras el viejo gritaba, Anika lloraba abrazada a su hermana, el padre se calló al notar el miedo en sus hijas.
Le colocaron hojas de ciprés sobre la herida, y trataron de cubrir su pierna para detener el sangrado, decidieron cargarlo entre varios hombres, y llevarlo con las curanderas de la aldea.
—Será más difícil llevarlo a la manada—dijo Savir hablando como si las hijas del padre no estuviesen ahí.
Anika miró a Saya.
—¿A dónde llevan a mi padre? —exclamó Saya cuando lo levantaron
Savir la miró de reojo.
—Lo llevaremos a la manada Luna Dagda.
—¿Por qué? ¿Por qué no lo llevan a nuestra manada, con el curandero, o con el sacerdote?
Los ojos de Savir se fijaron en la chica.
—¡Lo llevaremos a donde yo diga, niña! Mírate, estás viva, y es por mí, por el Alfa de Luna Dagda; ahora ustedes me pertenecen, su padre debe ser salvado, pues me debe sus vidas, debe pagar por ellas.
Anika se abrazó a Saya con fuerzas, Saya estaba a punto de ir por el hombre, pero Anika la detuvo.
—No hagas locuras, por favor, piensa, tienen a papá, pueden matarlo, y luego vendrán por nosotros, al menos no nos han lastimado, por favor.
Saya miró alrededor, miró los cuerpos de los hombres acabados, supo que Anika tenía razón, siguieron al hombre.
***
Al llegar a la manada, observaron las vastas tierras, era un lugar realmente acogedor, Saya y Anika iban detrás de su padre, él estaba débil, verlas sanas lo reconfortaba.
Hembras y machos corrieron a ellos, algunas mujeres tomaron la cacería del día para redistribuirla a fin de mes.
—Llamen a la curandera —sentenció Savir.
Luego, siguieron el camino hasta llegar a un enorme castillo de piedra y hierro, las chicas miraron atónitas, alguna vez visitaron el castillo de rey Alfa Kadir, y el palacio del rey Alfa Hang, bueno, ese castillo era hermoso, tanto como los otros.
Las chicas siguieron a su padre, a quien llevaron a una habitación con una cama, lo recostaron boca abajo, ya que su herida estaba en la pantorrilla derecha, en el músculo gemelo.
La curandera no tardó en llegar, comenzó a revisar al paciente.
Savir salió de la habitación.
—Mantengan vigilada la habitación, ninguno de los tres puede irse sin mi consentimiento, y llévenles comida —ordenó.
La curandera aplicó ungüentos, y curó la fiebre que comenzaba.
—¿Estará bien? —preguntó Saya
La mujer miró a la chica.
—Lo estará, es un hombre fuerte, no se angustie.
Saya se sintió mejor, observaron la comida que les trajeron, Anika no dudó en comer, Saya no tenía hambre.
***
Savir fue a sus aposentos, cuando abrió la puerta, una joven mujer saltó a sus brazos, rodeando su cintura a horcajadas, besando sus labios con pasión y ardor.
Era Kendra, su concubina principal, sus besos eran ardientes, sus lenguas danzaron húmedas en ese beso pasional.
—¿Estás agotado de tanto cazar, mi jefe?
Él la puso sobre la cama, sonrió malicioso.
—En realidad, no pude cazar, no tuve tiempo, tuve un problema.
Savir recordó el olor de esa loba, y sintió una urgencia, un deseo de su lobo Rix, pero no iba a escucharlo, había cosas prohibidas para él y tener una mate, era parte de eso.
—¿Qué ha pasado, mi Alfa? —dijo la hembra, quitándose el vestido, descubriéndose los pechos para él.
—Enemigos a los que maté.
La chica sonrió.
—Nadie puede con mi indomable Alfa —dijo la mujer, se recostó en la cama.
Él se acercó a ella, su boca capturó uno de sus botones rosados, su lengua lo acarició, ella jadeó cuando llamaron a la puerta.
—¡Maldición! —espetó Savir.
Caminó a la puerta, y la cerró al salir, viendo a su criada temerosa de su expresión molesta.
—Lo siento, Alfa.
—¿Qué quieres?
—El consejo de ancianos ha pedido verlo, dicen que es urgente.
Savir asintió, nunca faltaría a una reunión con ellos.
Bajó la escalera de piedra, deambuló hasta ahí.
Kendra salió de la habitación, estaba de mal humor porque el gran jefe la dejó sola, maldijo por lo bajo.
Pronto se encontró a una sirvienta, quien tomó su mano, era su sirvienta personal.
—¿Qué te pasa, Lotti?
—El Alfa ha traído Hembras, Kendra.
La mujer se puso pálida, su mano se volvió un puño.
—¡¿Dónde?! —exclamó la mujer desesperada.
***
Cuando Savir llegó a la carpa del consejo, los ancianos que la constituían estaban ahí.
Eran ocho ancianos, incluidos su padre y madrastra.
Savir tomó asiento, tenía duda de porque estaban ahí.
—¿Cuál es el tema por tratar, querido consejo?
—Alfa Savir, hemos observado tu arduo trabajo para dirigir a la manada Luna Dagda, como siempre, estamos orgullosos de ti, nos hemos reunido pensando en ti, nuestra Diosa Luna nos ha enviado un mensaje en el sueño de nuestra querida Lady Lynn, quien lo expresó; “es hora de que nuestro gran Alfa tenga a su compañera destinada, es hora de que nuestro jefe tenga a su Luna”
Savir no esperaba esas palabras, negó con rapidez, moviendo su cabeza de un lado a otro.
—Yo ya tengo una pareja, Maeve, no pueden olvidarlo —dijo con fuerza
Los ancianos se miraron entre sí, era la primera vez que Savir veía decepción en ellos.
—Maeve, ha muerto, Alfa, es hora de continuar, debe casarse, debe dar un heredero tan fuerte como el Alfa Savir —dijo la anciana Lynn.
—Nunca me casaré de nuevo, nunca encontraré a una mujer como Maeve.
Lynn se levantó.
—En mi sueño te veías feliz con otra mujer, decías amarla como a la Luna y al sol, te unirás a una compañera de nuevo, no será Maeve; será tu Luna destinada, Alfa.
Kendra bajó la escalera, hasta llegar al lugar donde la sirvienta le informó que encontraría a las mujeres.
—Una mujer tiene el cabello del color del sol y la otra como la noche, pero sus ojos son color del cielo, brillantes como estrellas —dijo la mujer
Kendra sintió celos de tal descripción, se asomó al umbral de la puerta, pudo verlas.
Sintió rabia, el relato de la sirvienta no hacía justicia, al par de jovencitas, en realidad, eran más bellas de lo que la criada dijo, eso Kendra lo odió, porque había pasado dos años largos luchando por capturar la atención del Alfa Savir solo para ella.
El Alfa, que en el pasado decidió tener un pequeño grupo de concubinas, decidió dejarlas de lado, y aceptar a Kendra como su única favorita, pero eso no la hacía su esposa.
Eso atemorizaba a la mujer, si aparecía una mujer que robara la atención del Alfa, ella estaría perdida.
La mujer entró y gritó;
—¿Quiénes son ustedes? ¡Ahora mismo se largarán de aquí! No crean que van a robarme a mi hombre.
Saya se levantó del suelo, pero no fue tan rápida para evitar que Kendra abofeteara el rostro de su hermana, y rasguñara su rostro blanco.
Saya saltó encima de la loba de forma salvaje, nadie podía tocar a su hermana, ella no se quedaría quieta.
Mientras tanto, su padre balbuceaba que se detuviera, estaba débil siquiera para hablar.
Dos guardias se acercaron y quitaron a Saya de encima de Kendra, así que la mujer no pudo seguir golpeándola.
Saya fue llevada.
—¡Ejecútenla! Quiero que la maten —gritó Kendra.
Anika gritó asustada, pero le impidieron salir, la joven lloraba.
Saya sintió miedo, mientras los guardias la llevaban afuera del castillo, Kendra los seguía, con una gran sonrisa feliz.
Saya sintió pavor, supo que esto iba en serio.
—¿Te creíste tan lista para venir a seducir a mi macho? Veamos como lo harás sin tu cabeza, ¡corten su cabeza! —exclamó Kendra.
El verdugo fue por su hacha, dispuesto a obedecer a la mujer, que para los súbditos parecía ser casi la Hembra del Alfa
***
Savir caminó de vuelta al castillo, pensaba en Maeve, su primera compañera amada, quien murió dieciocho años atrás, eran muchos años de recuerdos apilados en su corazón, pese a eso, sin importar el tiempo, Savir no podía olvidarla
«Eres mi único amor, Maeve, nunca amaré a nadie, solo a ti», pensó
Flashback:
Dieciocho años atrás.
Savir recordó ese día, no era el Alfa destinado de la manada Luna Dagda, el Alfa era Kelly, era joven, y era fuerte, tenía una voz de mando que podía doblegar a todos los lobos.
En aquel entonces, Savir solo tenía dieciocho años, era un cazador nato, además trabajaba como beta en el ejército del Alfa, un gran guerrero, pero la paz inundaba la tribu, así que solo ayudaba a cazar.
Fue aquel fatídico día, salió temprano, mientras Maeve lavaba en el río, Savir besó por última vez a su pequeño hijo en la cuna, luego se fue.
Aquel día estaba grabado en su alma, él cazó cinco ciervos solo, estaban felices, habría un buen festín, en aquel entonces, los cazadores recibían buen dinero por sus presas.
Fue cuando vieron al hombre que corrió hacia ellos, era de la manada, estaba ensangrentado, herido.
—¡La manada fue atacada!
El miedo que se apoderó de Savir, se transformó en su forma lobuna, luchó por llegar, pero lo que sus ojos vieron lo dejaron helado.
La manada estaba destrozada, miles de mujeres, niños y ancianos fueron asesinados, corrió a su carpa, solo quería ver a su mujer, pero la imagen que vio rompió su corazón y su alma, Maeve estaba desnuda en el suelo, estaba muerta, con las manos extendidas y los ojos abiertos.
—¡No! No, mi amor, ¡Maeve! —gritó.
Savir recuperó la conciencia, solo para buscar a su bebé, pero observó su cuerpecito, el bebé también estaba muerto, lanzó un grito de dolor, todo se volvió penumbras en su corazón»
***
—¡Mátenla de una vez por todas! —la voz de Kendra lo volvió a la realidad.
Saya era sometida por el guardia, fue arrodillada, ella sintió terror, su corazón latía como si fuese a salir, las lágrimas brotaron por sus ojos, escuchó como el verdugo liberó su espada, cerró los ojos.
«¡Voy a morir! ¿Voy a morir ahora?», pensó con terror.
El verdugo alzó la espada, para devolverla contra la cabeza.
—¡Detente! —gritó Savir
Solo en ese momento la espada se quedó alzada, y el guardia detuvo al verdugo, que era mudo y sordo, si cortaba esa cabeza ante la renuencia del Alfa, los muertos serían otros.
—¡¿Qué rayos está pasando aquí?! —espetó enfurecido
Kendra agachó la cabeza, sintió temor. Nunca solía ir por encima de las reglas del Alfa, menos dando órdenes, hoy había perdido el control.
Saya se levantó y miró al hombre.
—¡Ella me golpeó, Alfa!
Savir miró el rostro de Kendra, amoratado y lleno de rasguños, miró a Saya con ojos severos, casi rabiosos.
La joven tragó saliva ante esa mirada furiosa.
Él se acercó a ella, la miró de arriba abajo, excepto por sus lágrimas, no tenía ni un rasguño, salvo el que tenía antes.
—No tienes ni un golpe, hembra, ¿Por qué has golpeado a uno de mis súbditos? ¡¿Con qué derecho?! —exclamó poniéndose frente a ella
Saya alzó la vista, sintió mucho miedo.
—Yo… —su voz tembló
—Por favor, no lastimé a mi hermanita, se lo suplico —exclamó Anika poniéndose de rodillas frente al hombre, sollozó y agachó su mirada
Savir miró a la joven, levantó con su mano su barbilla, miró sus rasguños y heridas. Luego observó a Kendra, lo supo todo.
—¡¿La has golpeado tú?! ¿Has golpeado a mi invitada, Kendra?
La mujer retrocedió cuando vio un fuego de rabia en la mirada del Alfa Savir.
—¡Fuera de mi vista! —bramó, la mujer se echó a correr adentro del castillo, temerosa.
Savir volvió la mirada a las mujeres, Anika se levantó del suelo, se puso tras de su hermana como si ella fuese su escudo protector.
—Déjenos ir, por favor, queremos volver a nuestra casa, le aseguro que nuestro padre pagará por su ayuda —dijo Saya.
Las palabras de la mujer hicieron que los ojos de Savir se volvieran estoicos, pero gélidos.
Anika tuvo miedo, murmuró que debía callarse.
—No te irás de aquí, sin que yo lo diga, si yo quiero ahora mismo vives o mueres, niña —sentenció—. No necesito dinero, tengo suficiente
Se alejó de ellas.
Saya abrazó a su hermana, la consoló, pues lloraba sin cesar, vieron a una mujer que llevaba una delicada corona de oro en la cabeza, Saya intuyó que era importante.
***
Lynn encontró a Savir en el balcón principal.
—¿Qué sucede, Alfa? ¿Pensó en la propuesta?
—Basta, madre Lynn, está torturándome —espetó
Lynn fue su gran apoyo cuando su madre, su esposa e hijo murieron, sin embargo, su peor defecto era ser controladora, la mujer tocó su hombro.
—Todo el mundo dice que eres el gran Alfa, que eres mejor que Kelly, pero te falta lo que él tuvo, su Luna, la manada está creciendo, hijo, si quieres seguir siendo el gran Alfa, una Luna unificará tu manada, debes demostrar que estás estable, que tienes a tu familia, ya debes seguir adelante.
—¿Quieres que despose a Kendra?
Lynn se echó a reír.
—Esa Loba solo sirve para dar a luz omegas bastardos, no, necesitas ser inteligente, hijo, hacer alianzas, supe que tienes a un lord de, reino de Green Field, es hora de que te cases con una Lady, elige entre las dos niñas del Lord, una de ellas será tu nueva Luna.
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