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Arenas Del Destino

Después de La Princesa y el Rey de Wall... Arenas del destino

Las gotas constantes resonaban como martilleos en su cabeza.El agua qué no caía sobre el suelo, sino directamente sobre su piel, gotas frías como hielo. Nasser abrió sus ojos, y de inmediato supo que estaba en Durham.

El hedor fétido y del hierro oxidado lo envolvía otra vez, como un sudario invisible.

Las paredes tenían marcas de sangre , cicatrices vivas que aun parecían brotar.

Quería moverse, pero sus brazos estaban sujetos por grilletes antiguos qué se clavaban en su piel, como si llevara ahí toda la eternidad y ese era su castigo, morir en ese lugar.

La pequeña ventana que no lograba alcanzar, era ahora un ojo que lo vigilaba constantemente, un vigilante cruel.

Las paredes, barrotes y el techo se movían presionando a Nasser, no lograba respirar.

Como si la tortura no fuera ya suficiente, voces conocidas comenzaron a llamarlo, su madre rogaba, sus hermanos y su padre quien suplicaba.

Y esa voz, esa voz que lo torturaba llorando, Mariana.

 Nasser intentó gritar, pero su voz no salió, el aire se volvió espeso mientras sentía que ese lugar se cernía sobre él robándole hasta el aliento.

—Nunca saldrás de aquí —dijo la sombra, con una voz que era la suma de todas las voces que lo atormentaban.

Nasser quiso retroceder, pero la celda se había vuelto un ataúd de piedra. Las paredes cerraban, la oscuridad tragaba todo, y el eco de las gotas ya no era agua… era sangre cayendo, interminable.

Despertó de golpe, jadeando, con el corazón a punto de estallar. Estaba en su cama, sudando frío, pero durante un instante no supo dónde terminaba el sueño y dónde empezaba la realidad, tres años de infierno no se olvidaban fácilmente.

Esta es la historia de Nasser Al-Sabah, pasaron cinco años desde su liberación, durante estos cinco años Nasser ha trabajado incansablemente para recuperar todo lo que había perdido por la injusticia, cada día trabajaba arduamente como abogado para que otros no fueran víctimas de la injusticia.

Aunque él, en el fondo sabía que si había cometido un crimen y tal vez el peor de los pecados, había oído murmuraciones, había dudado de la lealtad y honestidad de Mariana Hazbun su prometida, lo peor de todo era que había callado porque no quería lastimar a Mariana con sus dudas, para al final del dia terminar lastimandola con su actitud, pero como solía decir su madre tal vez ese era el destino trazado por Dios.

Nasser salió de la cama se dio una ducha y se dirigió a su oficina, ese día comparecería ante los tribunales.

Al llegar se asomó a la ventana de su oficina, como si el universo quisiera recordarle lo que había perdido frente a sus ojos había una gigantografía de la heredera de Raleigh junto a su primogénito Khalil Beaumont heredero de Raleigh, el pequeño de cuatro años ya era toda una celebridad en Raleigh.

Se escucho un golpe en la puerta.Su secretaria Fatima ingreso.

— Buenos días, señor Al-Sabah le traje la correspondencia.

— Gracias Fatima, no me pases llamadas quiero concentrarme en el expediente de Al–Rashid.

— Como ordene, ¿Desea algo de tomar?.

— Tráeme un café dijo Nasser.

Ya con su taza de café Nasser se sentó en su escritorio con el expediente de Amina Al–Rashid. Nasser había estudiado Derecho, se había especializado en Derecho Penal, terminaba de recibirse y durante un acto de rebeldía contra su padre quien era un importante decano de la Universidad de Raleigh, se había inscrito en el ejército. Llegando a participar en la batalla contra Jaddara, fue asi que conocío a Mariana. Eran las últimas horas de la batalla y su avión había sido averiado, al eyectarse vago por el desierto durante dias hasta que terminó en el valle de Athuk, lugar donde Mariana acampaba junto a su padre, ella como buena doctora le salvo la vida y él perdió la cabeza por un par de ojos de color celeste como creados por el mismo cielo, asi que en cuanto se recuperó tuvo dos prioridades, volver a ver a Mariana y trabajar para el bienestar de las mujeres de Raleigh como abogado.

Nasser desecho los recuerdos del pasado y ñse concentro en el expediente, una familia estaba al borde del precipicio. Amina era viuda. Su esposo, Kazim Al–Rashid, pertenecía a una familia influyente y conservadora del país. Tras la muerte de Kazim en un accidente <>, la familia paterna exige que los hijos de Amina sean criados bajo su custodia, alegando tradición y “derecho de sangre”.

Para doblegarla, la acusaban falsamente de abandonarlas costumbres y poner en riesgo la educación y bienestar de sus hijos. La denuncia viene acompañada de cargos fabricados <>. Si la condenaban, no solo iría a prisión, sino que sus hijos pasarían automáticamente a la familia paterna y ellos no la volverían a ver.

Había demasiado en juego, con ese caso.

Era cerca del medio día cuando Nasser se dirigió a los tribunales.

La sala del juzgado era un lugar solemne. Techos altos, adornado con madera talladas.

En el centro un estrado elevado donde se encontraba la silla del juez.

Las paredes estaban cubiertas con tapices antiguos qué representaba diferentes hechos históricos de Raleigh y frases en caligrafía que recordaban la importancia de la tradición y la justicia. Y en el centro la imagen del Rey Khalil Hazbun y su heredera.

Frente al estrado, bancas de madera oscura, donde acomodaban a las familias y acompañantes; la familia paterna de Amina ocupaba un lugar destacado, protegida por guardias que se mantenían en silencio, imponentes. Entre las bancas y el estrado, un pasillo central de alfombra carmesí guiaba la vista directamente hacia el juez, como si cada quien debiera rendir cuentas ante la tradición.

Nasser tomó aire, ajustó la túnica sobre su traje y se preparó para hablar. Cada fibra de su cuerpo sabía que en ese instante, más que un caso legal, estaba enfrentando el peso del pasado, la tradición y la justicia, todo al mismo tiempo.

—Excelencia, antes de hablar en nombre de mi defendida, debo hablar como hijo de esta tierra. He visto cómo la justicia puede ser usada como un arma para callar a los débiles. Hoy pido que este tribunal no sea cómplice del silencio, sino guardián de la verdad...

Mientras tanto a treinta minutos de Rhaydan la capital de Raleigh se encontraba la ciudad de Al-Rimah donde se erguía la base militar más importante de Raleigh.

Si bien el ejército de Raleigh había comenzado a aceptar mujeres treinta años atrás solo podían servir en áreas médicas, administrativas, comunicaciones y logística, pero en los últimos cinco años accedían a entrenamiento de combate.

Vestida con un atuendo militar oscuro, botas tactica, el cabello recogido y tapado con un pañuelo estilizado, Mariana Hazbun la heredera al trono de Raleigh hizo su entrada a la sala de Jefes de La Base militar Al-Rimah...

...****************...

Una vez mas gracias a todas por acompañarme en esta nueva travesía, no se olviden de dar me gusta al final del capítulo ya que es lo que punta al libro.

Desapareció en combate

Todos se pusieron de pie y realizaron los correspondientes saludos.

— General Al–Hamdan, ¿ qué esta pasando?, pregunto ella tomando asiento en la cabecera de la mesa.

— Excelencia como bien sabe en el último año hemos estado trabajando en conjunto con el Servicio Secreto de Raleigh, controlando la actividad en Wadi Al-Rimal. Nuestro hombre lleva más de setenta y seis horas desaparecido.

Mariana frunció el ceño, Raleigh era un país moderno y había avanzado mucho, ella al igual que su padre tenían la firmeconvicción de que no podían construir un futuro destruyendo la tradición pero el problema radicaba en que en Wadi Al-Rimal se había transformado en la cuna de todo aquel que estaba encontrá de los avances y en los últimos cinco años desde que ella había sido nombrada como heredera todo había empeorado. En particular para Mariana, Wadi Al-Rimal era sinónimo de pérdida, su abuela Zulema había muerto ahi torturada por un grupo extremista.

— Como su consejero creo que es hora de tomar decisiones más drásticas exclamó Mahmoud Al– Thani líder del consejo.

— ¿Alguna prueba de que estén planeando una rebelión?, pregunto Mariana.

— Oficialmente ninguna solo rumores, exclamó el general Al–Hamdan.

— Creo que es hora de que el rey envíe al ejército exclamó el jefe del servicio secreto.

Mariana sopeso la idea unos minutos —Enviaremos un contingente de médicos, a realizar una campaña de vacunación y salud, tengo entendido que están a unos kilómetros de ahí, instruya a su personal General Al–Hamdan para que se unan a ellos, la misión será encontrar a nuestro hombre. Si no hay pruebas del complot no iniciaré un conflicto solo porque piensen diferente.

El silencio se instaló en la sala, los jefes se miraban unos a otros con cautela, conscientes de que no solo estaba en juego la desaparición de un hombre, sino la paz de Raleigh

— Con el debido respeto, Alteza, dijo el general Al–Hamdan, inclinando la cabeza.— Wadi Al-Rimal no es un enemigo extranjero. Es nuestro propio pueblo, pero rehúsan aceptar la autoridad del rey, sobre todo el hecho de que una mujer herede el trono.

Mariana mantuvo la mirada firme mientras apoyaba la mano sobre la mesa.

— Por eso mismo debemos actuar con cautela, general. Si enviamos al ejército confirmaremos sus temores, de qué queremos aplastarlos solo por pensar diferente y si por algo siempre me he caracterizado es por entender al que piensa diferente y respetar nuestras tradiciones.

Mahmoud Al—Thani, intervino desde la otra punta de la mesa.

— Excelencia, su visión es noble, pero mucho me temo que en Wadi Al-Rimal no verán nobleza en su decisión, verán debilidad. Su oposición ya no es solo contra las leyes de Raleigh, sino contra usted. Cada dia que se retrasa una acción contundente, ganan mas adeptos.

— De momento solo enviaremos a los médicos y asistencia, demostraremos que Raleigh no solo impone, sino que además protege al pueblo aunque piense diferente y mientras obtenemos información, intentaremos encontrar a nuestro hombre.

El jefe del servicio secreto se inclinó hacia adelante con un tono más áspero.

— Alteza, con el respeto que su investidura se merece, nuestro agente no tiene el lujo del tiempo. Si su desaparición se prolonga, no lo recuperaremos con vida.

Mariana se puso de pie lentamente .

— Entonces no perderemos mas tiempo, General organice de inmediato un convoy, el grupo de médicos ya se encuentra a unos kilómetros. Mientras los médicos atienden a la población, los médicos del ejército buscarán a nuestro agente, esta de mas decirle que quiero a sus mejores hombres, si estan entrenados en combate mucho mejor. — Mariana frunció el ceño.— Envíe al menos tres mujeres, al ver la expresión de los jefes.— Mariana sonrió.— Las mujeres suelen ser mas accesibles y no suelen desconfiar de otras mujeres.

El general asintió, en otras palabras la mujer solía ser mas cotilla.

La expresión de Mariana se endureció.—Wadi Al-Rimal es Raleigh. Son mi pueblo, no mi enemigo. Pero que quede claro; si alguien osa levantar la mano contra nuestros hombres, la respuesta será tan firme que nadie volverá a dudar de la fuerza de su gobernante.

Un murmullo de aprobación recorrió la mesa, y los oficiales inclinaron la cabeza en señal de respeto. La decisión estaba tomada.

 — Si bien no hay pruebas por el momento de una posible rebelión, comento el jefe del servicio secreto.

Queda claro que la resistencia a la autoridad de Su Excelencia, es muy grande. Informes previos hablan de reuniones clandestinas, sermones en contra de Su Excelencia y habladurías que intentan desacreditarla y mellar su autoridad.

Mahmoud Al–Thani, el consejero del Rey, y lider del consejo frunció el ceño.

—Esa es una de las mayores preocupaciones de Su Majestad, Alteza. Que, a su muerte, usted quede en una posición frágil, rodeada de enemigos internos que no reconocerán su legitimidad.

Mariana respiró hondo, consciente de que la herida que se abría en aquella mesa no era militar, sino política.

—Mi legitimidad no dependerá de quienes me acepten o me rechacen, sino de cómo gobierne Raleigh. Mi deber es con el pueblo entero, no con quienes aplauden o murmuran a mis espaldas.

El general Al–Hamdan golpeó la mesa suavemente con los nudillos.

—Tal vez lo que necesitamos es un nuevo espía. Alguien que pueda infiltrarse donde nuestro hombre cayó, alguien con menos riesgos de ser detectado.

Mariana lo miró con severidad.

—Si nuestro espía fue descubierto, estarán más alerta. Enviar otro sería entregar otra vida al enemigo. No sumaré un conflicto a los que ya tenemos.

El jefe del servicio secreto asintió, con resignación.

—Entonces, ¿qué propone, Alteza?

—De momento solo irán los médicos —replicó Mariana, sin dudar. La misión principal será llevar ayuda, pero las instrucciones secundarias están claras, buscar a nuestro agente o indicios de lo que pasó con él.

Recogió los documentos frente a ella.

—Mientras tanto, analizaré posibles candidatos para futuras misiones de inteligencia. Con calma, con estrategia, y sin dar un paso que pueda poner en duda la estabilidad de Raleigh. Es claro que si algo se está gestando estaran mas alerta.

Los jefes inclinaron la cabeza, en señal de respeto...

Mientras el coche avanzaba sobre las calles iluminadas de Rhaydan, una idea se repetía en la cabeza de Mariana, el trono nunca había estado destinado para ella, pero era el destino trazado.

Malek su hermano mayor, durante años había instruido para ser el rey. Era disciplinado, íntegro, amado por su pueblo, pero las malas decisiones sobre su vida personal lo hicieron dudar, tras un año sabático, Malek descubrió que por mas amor que tenia por su pueblo, mas amor tenía por su familia. Malek adoraba ser padre, enseñarles a montar en bicicleta o a caballo, acompañarlos dia a dia. Y si bien Khalil Hazbun había sido un excelente padre, Raleigh siempre estuvo por encima de todo. Y por eso Malek renunció, gobernar significaba sacrificar lo que más amaba.

Entonces la corona recayó en Jalil, su libertino hermano, quien acepto mas por obligación que por sentirlo. El príncipe soñador siguió con sus juegos de caprichos y excesos, al final decidió sincerarse consigo mismo, haciéndose a un lado.

 Y la corona terminó sobre su cabeza.

Mariana suspiró, hoy el peso del legado recaía sobre ella, ni su hermana gemela Constanza ni su hermana menor Rosse se habían interesados en los asuntos de Raleigh. Asi que tras la sanción de una ley, ahi estaba ella. Mariana Hazbun la heredera legítima, no había vuelta atras, durante los últimos cinco años comenzó a formarse para lo inevitable, ingreso al ejército aunque como médico ya había estado en el. Hoy se formaba en táctica y estrategia, porque algún día sería la comandante en jefe y Raleigh la miraría a los ojos no como mujer sino como soberana.

El coche se detuvo frente al palacio, Mariana apartó todo pensamiento y peso de quien carga el futuro de una nación sobre sus hombros.

Apenas cruzó la puerta el sonido del piano la hizo sonreír. Su bella y dulce Zuleyka estaba tocando suavemente para deleite de sus abuelos, Khalil y Amira escuchaban embelesados las melodías mientras cuidaban de sus nietos.

El primero en notar la presencia de Mariana fue Henry, su hijo menor de casi tres años. Mariana lo tomo en brazos, el pequeño tenía los ojos negros de su padre, Asher y un cabello castaño claro atravesado por mechones mas claros, sin duda era igual a su marido.

— ¿Cómo te has portado hoy?, pregunto mientras lo besaba en la frente.

—¡Horrible!, exclamó Khalil, su hijo poniéndose de pie para abrazarla. Con apenas cuatro años aquel pequeño príncipe ya mostraba su porte natural; ojos celeste como el cielo que resaltaban mas contrastando con su pelo negro azabache y el dorado de sus piel, sin duda heredado de ella. Mariana sonrió y besó la frente de su heredero.

— Es cierto, mamá, la abuela ha tenido que regañarlo, exclamó Zuleyka con la madurez de sus nueve años, mientras dejaba el piano.

Mariana beso a su hija.— Cada dia tocas mejor mi adorada Zuzu...

El comedor del palacio, habia quedado sumido en el silencio. Las copas de cristales reflejaban la tenue luz del techo, y el aroma a cafe cardamomo flotaba aún en el aire.

Los niños ya dormían en sus habitaciones, bajo el cuidado de las niñeras, Mariana aprovechó que estaba sola junto a su padre.

Khalil, ya mayor pero con la misma firmeza en la mirada que lo había convertido en un Emir respetado dentro y fuera de Raleigh, permanecía en silencio escuchando a su hija mientras repasaban los asuntos del reino.

—Padre, debemos hablar de Wadi Al-Rimal.

El rey levantó la vista y la observó con atención.

—El informe que recibí es preocupante, comento él —. La resistencia allí no se disfraza más de simple descontento. La desaparición de nuestro agente podria confirmar que no solo se trata de palabras.

Mariana asintió despacio.

— Si bien decidi el envío del convoy médico, se que puede ser interpretado como un gesto de buena voluntad… o como una muestra de debilidad.

El rey suspiró y se recostó en su silla.

—Supongo tu cuñado, ira al frente, el marido de Constanza era medico. Sabrá manejar la situación.

Mariana apretó las manos sobre su regazo. Recordaba bien sus años en la facultad de medicina, los largos turnos en el hospital junto a Kamal, el respeto que siempre había sentido por su vocación. Pero ahora, la medicina estaba cruzándose con la política y la guerra.

—No cuestiono su capacidad, padre —dijo con firmeza—, mucho me temo que el problema en Wadi Al-Rimal es más profundo. No se trat de tradición, sino de rebeldes . Ellos jamás aceptarán que algún día una mujer sea su reina.

El silencio cayó entre ambos, pesado como el mármol del palacio.

Khalil la miró en silencio unos instantes, con el orgullo y la preocupación mezclados en sus ojos.

—Entonces, hija mía, es hora de que demuestres que puedes reinar incluso con los que más te rechazan.

— Los jefes sugieren dejar el asunto en manos del ejército, pero aun no hay pruebas de que se esté gestando una rebelión, exclamó Mariana.

 — Yo tampoco quiero que Raleigh se desgarre en una guerra interna. Por eso, he tomado una decisión. Tu coronación será en dos meses. El anuncio oficial se hará mañana.

Mariana contuvo el aliento, consciente de que ese paso cambiaría para siempre la vida de Raleigh y la suya propia.

—Me retiraré para disfrutar de mis nietos —continuó Khalil, con una serenidad que ocultaba la nostalgia—. Pero mientras tanto, tendré margen para maniobrar. Si algo llegara a suceder, no estarás sola.

Aunque en su corazón sabía que su hija tenía la fortaleza suficiente para cargar con todo, el rey no quería abandonarla sin respaldo. Esa certeza se reflejaba en la mirada orgullosa con la que la observaba.

Esa noche, después de ducharse, Mariana se metió a la cama. Encendió su laptop y tras unos segundos, el rostro de su esposo apareció en la pantalla, Asher se encontraba en su lujosa mansión en Moscú, por asuntos de negocios.

—¡Princesa! —saludó él con una sonrisa arrogante.

Mariana respondió con una sonrisa enorme. Conversaron algunos minutos sobre sus hijos, el mal comportamiento de Henry a quien su padre regañaría en cuanto regresara, y de asuntos familiares, liego del adios el silencio volvió a envolver la habitación.

Entonces, con gesto decidido, Mariana tomó las carpetas de los distintos candidatos para la misión encubierta en Wadi Al-Rimal. La noche sería larga, y ella sabía que cada nombre sobre esas hojas podía marcar el destino de Raleigh, pero Mariana no se decidia por ninguno.

Juramento

Al día siguiente apenas había amanecido cuando Mariana ingreso a su oficina, mientras destinaba fondos para las diferentes asociaciones y sectores gubernamentales, Mariana observó una en particular.

Tomó su teléfono y realizó una llamada, dos horas después tenía toda la información sobre el escritorio.

Mientras leía los informes, consideraba plenamente las consecuencias de su elección...

Durante siete días Nasser, había defendido a su cliente con uñas y dientes, durante horas el juez se había retirado para analizar su sentencia.

Amina miro a su abogado.— ¿ Que va a pasar si me declaran culpable?, pregunto aterrada.

— No pienses en eso, no nos rendiremos, si llegara a pasar solo nos queda una opción dijo Nasser.

Miró la fotografía sobre la pared.

— Recurriremos al tribunal real, la familia gobernante podría declararte inocente, en cuyo caso sería una sentencia definitiva.

Hasta ahora Nasser, no había tenido que recurrir a ese método y esperaba no tener que hacerlo nunca.

Caía la tarde cuando finalmente el juez regreso a la sala.

Nasser lo escucho expectante.

— Después de analizar las diferentes pruebas y testimonios, es la decisión de este tribunal declarar a la señora Amina Al–Rashid inocente de los cargos que se le acusan y se ordena su inmediata liberación...

Era de noche cuando finalmente Nasser regreso a su oficina, abrió la puerta e ingresó iba a prender la luz cuando una pequeña lámpara se encendió, Nasser se dio la vuelta y unos ojos claros se clavaron en él.

— Debemos conversar...

Nasser permaneció inmóvil, estudiando el rostro de Mariana bañado por la calidad luz de la lámpara.

Cinco años habían pasado, algo sorprendente considerando que vivían en la misma ciudad y se movían en el mismo ambiente.

— Su Alteza, me sorprende verla aquí exclamó el haciendo una reverencia.

— Por favor toma asiento, debemos conversar. Puedes tutearme.

— Alteza, por respeto prefiero no hacerlo dijo él.— Usted dirá que la trae a esta humilde oficina.

— Felicitaciones por tu nueva victoria, es sorprendente.— Mariana suspiró.—Ahora a lo que vine, Raleigh necesita de tu servicio.

— Y por eso vino usted misma —murmuró él, con una sonrisa escéptica—. Eso ya es raro.

Mariana mantuvo la compostura, pero la rigidez de su postura lo delató todo.

—No es raro. Es necesario.

Nasser arqueó una ceja.

—¿Necesario para quién?, no puedo imaginar que puede necesitar usted de mi.

Ella respiró hondo, y le sostuvo la mirada, sin pestañear. Nasser la miro con desconfianza.—¿Qué clase de problema tiene que viene a buscar al hombre con el que juro no cruzarse más?

— Nunca jure eso, solo crei que era lo mejor para los dos. Vine a buscarte porque necesito de tu servicio, una vez juraste defender a Raleigh incluso a costa de tu vida.

— ¡ Mariana!, exclamó él.

— Wadi Al-Rimal, dijo Mariana como si eso resumiera todo poniéndose de pie. — En dos meses será mi coronación, hay rumores de rebelión.

Nasser se acercó y dejó su maletín sobre su escritorio.

— ¡Tienes consejeros!, exclamó él con dureza.

— Los cuales me aconsejan enviar al ejército sin pruebas. Autorice el envío de un agente y ha desaparecido.

— Sigo sin entender que te trajo hasta aquí dijo él.

Mariana lo miro con escepticismo ¿ no era obvio lo que ella quería?.

— A nadie le sorprendería qué tú te unieras al movimiento de Wadi Al-Rimal, después de todo debo ser la persona que más odias.

Nasser no podía creer lo que escuchaba, ¿ es que se había vuelto loca?.

— No puedo creer que quieras usar nuestra tragedia, para redituarte políticamente.

— Es lo que quiero exclamó ella sin ningún remordimiento.— Haré lo que sea por evitar un derramamiento de sangre, es mi pueblo. Tú sabes tan bien como yo, que las personas que me rodean tienen intereses propios. Tranquilamente, podrían falsificar informes o estar detras de la desaparición del agente.

— ¿Porque yo?, pregunto él.

Mariana lo miró.— Porque juraste defender a Raleigh, porque cada día te levantas para defender a los inocentes y luchar contra la injusticia. Y porque se que que me diras la verdad.— Mariana movio sus manos.—No sería una injusticia que mal aconsejada yo terminaré cometiendo un error. No puedo solo aplastarlos porque no piensan como yo. Más allá de mi corona, es el legado de mi familia, un legado de honor y justicia. Y sé que independientemente de tu pensamiento sobre mí, serás sincero y me dirás la verdad.

Nasser la observó en silencio por unos largos segundos, en su interior la lucha era titanica. Por un lado el soldado que había jurado proteger su tierra, por el otro el hombre que conocía de cerca lo que causaba la traicion y la injusticia, el abogado que cada dia intentaba promover un cambio en la concepción de justicia en un país donde el balance era tan delicado.

Y el hombre que alguna vez había amado a esa mujer.

— Lo que me pides no es sencillo, incluso los que te apoyan no verán con buenos ojos esto.

—Lo se por eso solo te reportaras conmigo, nadie sabrá de nuestro acuerdo.

— Sabes que si la rebelión es real, para unirme a ellos tendre qué ensuciarme las manos.

— Te daré un salvoconducto, si el ejército de Raleigh te atrapa, ten la certeza que nada te pasara.

Nasser realizo una mueca.— ¿ Y si me atrapan los de Wadi Al-Rimal?

Mariana clavó sus ojos en él.– Iré por ti, te lo juro por el honor de mi familia, sentenció ella como si eso bastará para sellar el juramento.

Nasse suspiró, mirandola a los ojos.

— Fui soldado de esta tierra, vi lo que la guerra hace con la gente , vi familias desgarradas por los que piensan diferente. Si hay una manera de evitar que Raleigh derrame sangre inocente, entonces debo considerarlo.

Nasser miro a su alrededor, todo ahi hablaba de justicia, luego la miro a los ojos.

—Lo haré.—Nasser sonrió.— No se si lo hago porque es justo o porque no puedo decirte que no.

Mariana tomó su cartera y saco una antigua pulsera de oro, labrada y dentro gravado el emblema real del Emir. Era su salvoconducto, quien viera ese emblema, sabría que debía ayudar y proteger a Nasser Al-Sabah

—En el nombre de Raleigh y del legado que nos sostiene, que tu camino sea claro, tu mano firme y tu regreso seguro.

Nasser se sorprendió, Mariana había tenido la certeza de que el aceptaría, luego le entregó una tarjeta y Mariana salió de esa oficina dejándolo solo con sus pensamientos...

Y tres días después, Nasser paso a saludar a su madre, tras la muerte de su padre ella vivia con su hermano.

— Me alegra que te esté yendo bien en el trabajo, tu padre debe estar muy orgulloso. Pero no todo puede ser trabajo.¿ No crees que es hora de que te cases y me des un nieto?.

— Aún no he conocido a la indicada dijo Nasser.

— Como si la buscaras dijo su hermano en tono burlón.

— No me ayudes le dijo Nasser a su hermano. — Tal vez no esta trazado qué yo debo casarme...

Al día siguiente Nasser salió para el desierto, su destino era Wadi Al-Rimal, se dijo que no era una locura, que hacía lo correcto. Que no lo hacía por la mujer que se lo había pedido, que lo hacía por evitar una guerra y no porque aun creyera que le debia algo, mientras conducía su camioneta atravesando el desierto. Tardaría dos días en llegar a destino, tiempo suficiente para aclarar su mente.

A lo largo del camino pudo ver diferentes gigantografías de los gobernantes...

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