—“Will García ” la eminencia empresarial, envuelto en otro escándalo.
dijo la madre Will tirando una revista en su escritorio.
Él alzó su vista, alzó un ceja, la observó, miro la portada de la revista de arriba y volvió a bajar su vista y siguió revisando los documentos que tenía en su escritorio.
—¿Hasta cuando vas a ser así?.
Preguntó casi derrotada su madre.
—Hasta que se me pegue la gana, déjame trabajar, anda de compras, cambia los muebles de la casa, tu guardarropa, compra una nueva casa, no se cualquier cosa, pero deja mi vida en paz y sal de mi oficina.
Dijo Will tranquilamente como si la hubiera enviado a comprar dulces.
—Nadie te va a querer si sigues de esa manera.
Le dijo su madre ya con enojo en su voz.
—Mira mi cara de preocupación.
Dijo Will mostrando su rostro con su mano, pasandola desde su frente a sus labios.
Su madre respiro profundamente, no sabía cómo hacer, quería una familia, nietos, no el hombre que tenía en frente de ella.
En ese momento la puerta fue abierta y entró Sebastian, el primo de Will.
—Que tenemos aquí a la mujer más hermosa de la tierra.
Alago Sebastian acercándose a su tía para abrazarla y darle un beso.
Ella bufo fastidiada.
—Eres igual a Will no quieren sentar cabeza, la familia de nosotras se va a extinguir, quiero nietos, sobrinos, quiero llantos de niños en la mansión que tengo por cárcel
grito haciendo que su sobrino se alejará de ella.
Ella tomó su bolso y salió de la oficina.
—¡Uyy! no está de humor, debes darle un nieto a la tía o va a enloquecer.
Se burlo Sebastian sentándose en la orilla del escritorio.
—Llamo a tu madre a ver si esta en mejores condiciones.
Atacó Will alzando su móvil.
—¡Tranquilo hermano! estás sensible, deja los santos en su descansadero, vamos de cacería esta noche, necesito unos tragos y un buen trasero que nalguear.
—En dos horas salimos.
Dijo Will volviendo su atención a los documentos.
Dos horas después dos primos salían de la empresa.
Mientras en un club nocturno exclusivo se vivía un enfrentamiento.
—Hoy vas a despachar en la mesa de VIP, hay un importante cliente, que va a venir, así que tu vas a ser la encargada.
Ordenó el hombre con voz dominante.
—Como ordené, jefe.
Dijo la mujer tomando la bandeja y volteando de mala ganas.
Subieron a la zona que se les había indicado, iban llegando dos hombres de trajes hechos a la medida, eran altos, uno de ellos rubio, con una sonrisa calida y despreocupado el otro de cabello negro, mirada fuerte, dominante sin expresión en su rostro.
Alicia los atendió, Sebastian pidió la bebida, y Will solo miró a la mesera de pies a cabeza.
Ambas voltearon y a cierta distancia su compañera habló.
—Estamos de suerte los clientes hoy están de puta madre.
exclamó la compañera de Alicia.
—Me da igual.
Respondió Alicia preparando la botella que fue pedida en la mesa.
—Yo llevo este pedido, tú la próxima.
Propuso Alicia.
Alicia llegó con la bandeja con el pedido y colocó la botella, su abultado y perfecto pecho quedó en frente del cliente ofreciéndole una majestuosa vista.
Ella abrió la botella y sirvió los tragos, su mal humor era tanto que no percibía los penetrante ojos que la comía con su mirada.
Cuando sirvió los trago alzó su vista y unos ojos grises penetrantes.la atravesaban sin parpadear.
—Si necesita algo más me avisa.
Dijo Alicia ignorando al hombre por completo.
Dio media vuelta y salió del lugar.
—Sigue atendiendo tu, necesito ir al baño.
Avisó Alicia a su compañera.
—Con gusto.
Dijo la otra chica acomodando su pecho para verse más voluminosa.
Alicia camino directo al baño, entró a unos de los cubículos y se sentó y dejó caer esas lágrimas que había guardado todo el día.
Le permitió a sus sentimientos adueñarse un instante, luego de un tiempo limpió su rostro dio un largo suspiro se levantó, salió y en el lavamanos empezó a lavar su rostro.
De repente sintió una presencia extraña alzó su vista y en el espejo reflejado vio aquel hombre que acababa de atender.
Volteó rápidamente quedando de frente con el imponente hombre, el cual la miraba como un cazador que había encontrado una perfecta presa.
—Se equivocó de baño.
Informó ella tratando de calmarse.
—”No me equivoque”.
Respondió Will con una voz severa y atemorizante.
—Entonces me equivoque yo.
Dijo Alicia tomando su bolso para salir del baño.
Pero al dar un par de pasos unos enormes brazos la detuvieron atrapándola en medio de ellos
Y la puerta.
—Déjame ir.
Dijo Alicia intentando zafarse de los brazos de Will.
—Crees que tu papel de difícil funciona conmigo.
Alicia respiró profundamente miró fijamente al hombre no podía negar que era el hombre más atractivo que haya visto y a la vez atemorizante, sin embargo no sintió miedo, la copa de esa palabra “miedo” se había llenado en las horas de la mañana de ese mismo día.
—¿Que quiere?
Preguntó Alicia resignada.
Will la miró a los ojos, bajo su vista y
con las yemas de los dedos, acarició el hombro de la chica cuidadosamente.
La soltó y salió de allí.
Alicia se quedó mirando. —Lo que le faltaba a mi día *un loco*.
Bufo mirándose en el espejo le dio un retoque a su maquillaje y salió del baño.
Llego a donde su compañera y preguntó cómo iban las cosas, la chica le dijo que uno de los hombres era un animal sin modales, y el otro no perdió el tiempo y ya tenía a una chica en sus piernas.
Alicia sonrió de mala gana, camino a la mesa a preguntar si necesitaban algo, la chica rubia que penso haber ganado el cielo con la atención de Sebastian pidió un trago con arrogancia.
Alicia tomó el pedido ignorando su activismo y miró al loco de hace unos minutos.
—¿Desea algo?.
Él la miró de pies a cabeza y no respondió.
Alicia trago en seco todo lo que le quería gritar, pero se lo trago, dio la espalda para buscar el trago de la chica.
—¿Te pedí que te retirara?
Preguntó la atemorizante voz.
Alicia se detuvo cerró sus ojos respiro pausadamente, abrió sus ojos y volteó, dando una fingida sonrisa.
Vio a la otra chica que tenía una sonrisa gigante en su rostro por la actitud del hombre.
Alicia sostuvo la mirada del hombre, y no dijo una palabra solo espero.
—Trae otra botella.
ordenó.
Ella asintió con la cabeza y salió.
Estaba en la barra preparando el trago de la acompañante del otro hombre y miró a la mesa y vio al dueño del club en la mesa de los hombres hablando con él loco.
Al terminar de servir, tomó la botella y salió directo a la mesa no podía creer que se bebieron la otra botella tan rápido.
Cuando llegó le dio el trago a la chica abrió la botella y sirvió los tragos.
—¿Puedo retirarme?
Preguntó con sarcasmo mirando a Will.
Will no respondió.
El dueño del club por poco se atraganta de la actitud de ella, se puso de pie.
—Alicia acompáñame.
Alicia lo miró, miró al loco y siguió a su jefe.
Caminaron directo a la oficina.
—Alicia ¿sabes quien es ese cliente?.
Preguntó el arrogante hombre sentándose en la silla de su escritorio.
—Ilumineme.
Dijo ella sarcásticamente cruzándose de brazos.
—¡Will García, el empresario más prestigioso del país! ¿Te suena?
Exclamó el hombre con asombro.
—¿Y eso que tiene que ver conmigo?
Preguntó Alicia desinteresada.
—¿No te importa?, ¡estas loca! ¿qué te pasa el día de hoy?
Preguntó el hombre rojo del coraje.
—Nada que le importe al resto del mundo, solo no me siento bien, eso es suficiente.
Respondió dio la vuelta para salir.
—Él quiere una noche contigo, eres afortunada.
Dijo el hombre de la nada.
Alicia volteó y lo miró, asombrada ¿será que no escucho que se sentía mal?.
—Busca otra afortunada, no me siento bien y no quiero ser afortunada.
Bufo Alicia exaltada.
—Si lo desprecias te quedas sin trabajo.
Gritó el hombre golpeando su escritorio.
—Pues métete tu trabajo por donde te quepa.
Gritó Alicia quitándose el carnet de empleada tirándolo en la cara del sujeto, volteó para salir del lugar y chocó con alguien, era aquel loco hombre, se alejó un poco lo miró de pies a cabeza y salió de allí sin mirar atrás.
Will escucho toda la conversación y al ella mirarlo el le ofreció una mirada devoradora que hizo que todo su cuerpo se descompensara con solo un mirar, sin embargo no permitió que se diesen cuenta de su reacción, así que se recompuso y salió de ese lugar.
Llegó a la barra donde se encontraba su compañera junto a otra chica.
—Termina de atender la mesa, me voy renuncie.
informo a la chica, dejandola desconcertada.
Dio la vuelta sin dar más explicaciones y salio del club.
—¿Algún problema?.
Preguntó Sebastian al llegar Will a la mesa.
Will le hizo señas para que se acercará.
—Investiga todo sobre la mesera que atendió esta mesa.
Sebastian se alejó de él, Will se puso de pies y salió rumbo a su propio club.
Bajo de su auto, y subio a un ascensor que daba directamente a su oficina.
Se quito la chaqueta y la dejo en la silla de su escritorio, la imagen de la mesera vino a él y dio una sonrisa a medio lado, *iba a ser de él*
Se dirigió a la licorera y tomó un vaso abrió la botella de whisky y sirvió un trago y se lo tomó de un solo sorbo.
Dejo el vaso en la mesa y salió para el interior del club.
Salió y desde allí tenia una excelente vista al todo el lugar.
De inmediato unos ojos avellanas se cruzaron con él.
La portadora de esos ojos dejó lo que hacía en la barra y se dirigió a él.
Vannesa se acercó.
—¿Se te ofrece algo?.
Ese hilo de voz que lo enfermaba, resono en sus oídos.
Will cerró sus ojos.
—Quiero a Aida.
Ordenó dio la vuelta y volvió a entrar a su oficina.
Vannesa soltó el aire, que no se había dado cuenta sostenía, Will tenia dos meses sin venir y fue tormentoso tenerlo ahí de pie.
—¿Qué haces belleza?
Preguntó Mario acercándose a ella sigilosamente, haciendola estremecer.
—Nada, Will esta aquí, alista a Aida, la pidió.
Respondió Vannesa tratando de controlar su respiración.
Mario es trabajador del club, es quien controla que los escenarios de la práctica del BDSM tuviera la mejor adecuacion, ofreciendo la mas alta calidad y comodidad posible, según el escenario que los practicantes eligieran.
Vanessa se alejó bajo la atenta mirada del hombre.
Desde que ella llegó a este lugar le había parecido una persona cálida, tranquila, carismática, sin embargo las veces que el jefe estaba en el club, esa mujer dulce he inocente desaparecía y en ella se podía percibir una actitud extraña, no era respeto, Mario casi podía jurar que era *miedo*.
Mario quedo con una incognita, sin embargo, su profesionalismo era intachable, no indagaria en el asunto debido a que su jefe había dado una orden.
Tenía unas barras separadoras en las manos y caminó directo a los camerinos.
—Aida.
Llamó Mario colocando lo que traía en un mueble.
La mujer volteó, el llamado de Mario significaba sólo una cosa.
—Cambia esa cara de gatito enjaulado, tienes una escena privado de esos que te gustan, con el jefe.
Comunicó Mario colocando cara de complicidad.
La chica corrió a él.
—Gracias, ¡por eso te amo! —dijo emocionada, repartiendo besos en toda su mejilla.
—Fue él quien se lo pidió a Vannesa.
Dijo el sin omitir lo sucedido.
—No la he visto, a mejorado los últimos meses.
Dijo la chica con la emoción del encuentro.
—Ella sabe lo que le sucede, tu solo alistate, prepararé la habitación para el jefe.
Dijo Mario saliendo del lugar.
Vannesa se encontraba en el baño tuvo que regañarse mentalmente por su actitud, no pudo evitar derramar algunas lágrimas, sin embargo, la decisión de estar ahí es de ella, nadie es culpable y debe asumir las consecuencias de sus decisiones.
Salió y se dirigió directo a al camerino donde Aida se preparaba.
—¿Lista?.
Preguntó Vannesa acomodando un poco la trenza que adornaba el cabello de Aida.
—Lista.
Contesto Aida, dio un fuerte suspiro y quedó a la expectativa, de la orden de Vannesa.
Vannesa colocó el collar correspondiente y salio directo a la habitación de Will, y ahí se encontraba Mario acomodando los últimos detalles.
Mario la vio entrar y dio una amplia sonrisa.
—Ya termine.
Dijo acercándose a Vannesa.
—Se que eres muy eficiente.
Dijo ella con una corta sonrisa. Mario se acercó.
—En ocasiones quisiera atravesar esas barreras y ver que hay más allá de esa hermosa mirada.
Dijo Mario intentando acariciar el rostro de Vannesa.
Ella se ruborizó y dio tres pasos atrás.
En ese instante la puerta fue abierta con fuerza.
Vannesa brincó en el lugar, y Mario volvió a mirar su actitud, y miró a Will, sin entender. A visto a Will tratar sus sumisa y siempre ha sido responsable con la práctica, sin embargo la actitud de Vannesa lo hacia tener demasiadas dudas.
—Listo lo que ordenó.
Dijo Mario dirigiéndose a Will.
—Muy bien puedes ir por ella.
Ordenó Will severamente.
Mario supo que quería que se fuera y dejara a Vannesa, pero algo en él sentía que ella estaba en peligro.
—¿Vamos Vanne?.
Preguntó él a su compañera.
—Ya te alcanzo.
Dijo ella con una cálida sonrisa.
Mario dudo, sin embargo decidió confiar, y salió de la habitación, y Will cerró la puerta haciendo que Vannesa se erisara.
Will se acercó a ella, era una lucha más grande que él.
—¿Me temes?.
Preguntó con su voz cortada cerca del cuello de Vannesa.
Ella movió su cabeza lentamente negando la pregunta.
—Dilo, quiero que salga de tus labios, ¿por que tiemblas?.
Preguntó el rechinando sus dientes.
Vannesa soltó el aire.
—No te tengo miedo, solo es que me estoy acostumbrado.
Dijo tratando de calmar las pulsaciones de su pecho.
—No lo quiero cerca de ti, me enferma que des para sonreír para otros y sentir que lo único que puedes ofrecerme es miedo y desprecio.
Vannesa no soporto más se alejo y salió corriendo de la habitación. Dejando a Will peor de lo que se sentía.
Vannesa iba corriendo y se chocó en el pasillo con Mario que venía con Aida.
—¿Estas bien?.
Preguntó Mario, ya no soportaba más esta cituación debía saber que pasaba.
—¡Si!, solo que recordé algo que había olvidado, me tengo que ir.
Dijo moviendo sus manos pidiendo disculpa y salió del pasillo, entró al camerino tomó sus cosas y salió despavorida, sentía que el ambiente la asfixiaba sentía que se quedaba sin aire, sentia que iba a colapsar.
Will entró a una habitación adversa al cuarto, que había preparado para la escena.
Se paró en frente de un espejo grande de cuerpo completo y se miró fijamente.
El rostro de Vannesa no se podía borrar de su mente, y así lo negara sabia que sentía miedo de él.
Mario tocó la puerta.
—Puedes irte.
Ordenó Will, desde allí sin dejar de verse al espejo.
Mario no obedeció y entró a la habitación.
Will volteó enojado por la insolencia.
—¿Como te atrevez?.
Preguntó con voz fuerte.
—Quiero saber ¿por qué te teme?, ¿que le hiciste?, tenías dos meses que no venías y cuando no estás ella es diferente, ¿acaso fuiste su amo y algo salió mal?.
Will enfureció y lo tomó del cuello.
—Jamás digas que es una sumisa, no tienes derecho de pensar en ella siquiera, ¡te quiero lejos de ella!.
Grito Will sosteniendolo del cuello cortando su respiración.
—Ella es especial y no soportaría que la hayas quebrantado, solo dígame que nunca estuvo en una escena, que no es por eso.
Indagó Mario.
Will lo soltó con fuerza.
—No, nunca ha estado en este mundo, no se que quiere hacer aquí, solo te voy a decir algo, eres un buen empleado y te aprecio, sin embargo no eres irreemplazable; te quiero lejos de ella.
—Eso me lo debe pedir ella, no usted.
Dijo Mario saliendo del cuarto de habitación.
Will tomó un vaso de cristal que estaba en una mesa al lado del espejo y lo tiro en contra de la puerta partiendolo en mil pedazos
La noche se desplegaba como un manto suave y cálido sobre la ciudad, iluminada solo por la luz tenue de las farolas que se filtraba a través de las cortinas.
Will, después de la afrenta de Mario dejó que la calma de la ciudad, aliviará la tormenta que vivía muy dentro de él quitó su camisa quedando solo en pantalones.
Salió de esa habitación y Aida se encontraba en posición sumisa, postrada de rodillas con la espalda erguida donde la perfecta joya de sumisión adornaba el cuello de la mujer.
Aida.
Sus manos estaban perfectamente acomodadas una en cada muslo, su posición erguida era perfecta, su mirada gacha no era miedo, no era temor, ni mucho menos menosprecio, era una entrega, una forma de decir soy tuya guía mis pasos.
La pareja se movía con una sincronización silenciosa, cada uno consciente de los movimientos del otro. No era la primera vez que Aida se encontraba en esa habitación con él, era una de sus dos sumisas; sin embargo, cada entrega era una melodía diferente, su corazón no dejaba de latir en cada escena de la que era privilegiada.
Will con sumo profesionalismo, tomó una fusta, el cuero frío del que estaba realizado el objeto acariciaba la piel de la mujer, paseando desde su mejilla, cuello, deslizándose por su hombro descubierto.
Llevaba puesto solo un conjunto de ropa interior de encaje rojo, la bata que la cubría se encontraba tirada a sus pies, en señal que dejaba de ser de ella para pertenecer a él en esa escena.
—Ponte de pie, ve a la cama.
Ordenó con voz ronca, autoritaria.
Aida obedeció, se colocó de pie y se acostó en la cama.
Will camino a su organizador, sacó una vela de color celeste.
Llegó a la cama, Aida se tenso al ver lo traído por su amo.
—¿Confías en mí?.
Preguntó Will acariciando las muñecas de su sumisa.
—Sí, amo.
Respondió Aida.
Will tomó una tela roja y la pasó por los ojos de Aida dejándola vendada.
Acarició su piel desde sus hombros hasta sus muñecas.
Aida involuntariamente gimió.
Will tomó la fusta y dejó caer un azote en su abdomen, no un azote que lastimara, si no que recordara su sumisión.
—No te permití ese ruido.
Dijo él rozando su rostro en el cuello de su sumisa.
Aida mordió sus sus labios internamente, su cuerpo se estremeció, pero no se movió, su mente le daba órdenes a un cuerpo que reaccionaba solo con sentir el aliento de su poseedor.
Will tomó unas esposas, de látex, las colocó perfectamente alineadas en las muñecas de su sumisa y las ató a la cama.
Camino a la hielera y tomó en una taza de cristal varios cubos pequeños de hielo.
Puso la taza al lado de la vela, busco otro juego de esposas y las colocó en los tobillos de Aida y de igual manera la ató a los pieceros de la cama.
Se levantó y reparó el cuerpo ahí amordazado, y su mente le jugó sucio y una mirada triste, se le vino a la mente. Sacudió sus pensamientos y a la vez recordó otra mirada fuerte, decidida, y herida que había captado toda su atención.
Tomó la vela en símbolo a ese pensamiento que lo quemaba, a esa mirada que lo consumía.
La vela estaba hecha de un material especial que no permitía que la esperma lastimara al tener contacto con la piel.
Ardía, sin embargo no quemaba.
Prendió la vela la sostuvo con una mano y con su otra mano acomodó el recipiente de hielo, metió uno de sus dedos, dejando que el hielo lo llevara a esa mirada fuerte, desinteresada y fría como este mismo hielo.
La vela ya tenía el líquido necesario y con el cuidado de un profesional Will dejó que unas gotas cayeran en el abdomen de la sumisa.
Ella al sentir no pudo evitar estremecerse, no sintió dolor, fue un ardor suave y cálido después de las gotas calientes en su dedo tenía el cubo de hielo pasándolo por el lugar afectado anteriormente, ocasionando un sentimiento placentero.
—¿Estas bien?
preguntó Will sabiendo que es la primera vez que ella experimenta esta escena.
—Si amo.
Respondió Aida en un susurró ahogado.
Will continuó, esta vez dejó caer varias gotas alineadas, cada gota era un significado de desprendimiento, ahí soltaba el fuego que lo consumía.
Luego pasaba el hielo, que significaba un comienzo, una forma de decir soy libre, no soy culpable, el hielo alivia ese fuego que lo condenaba y recordaba que en la vida muchas veces parecemos culpables, sin embargo somos víctimas.
Will, repitió el acto muchas veces en diversas partes del cuerpo atado, vio la piel de Aida enrojecida por el acto en que fue expuesta, sin embargo sonrió al ver que ella fue obediente y fuerte para resistir él castigo experimentado.
Aida sintió temor, de lo que fuera a sentir; sin embargo, en el camino del castigo su cuerpo sé adicto a lo que sentía, y dejó de sentir cualquier ardor o dolor para sentir placer, su cuerpo esperaba cada gota ardiente para ser consolado por aquel suave hielo que la acariciaba junto al gobernador de su cuerpo. Experimentando un placer indescriptible.
Will debía darle un premio, así que abrió la gaveta de la cama y sacó una caja pequeña en donde tenía un vibrador.
Con unas tijeras cortó la pequeña tela que lo alejaba de la intimidad de su sumisa, y con sumo cuidado empezó a pasar el vibrador, Aida respiró pausadamente mordió sus labios, no podía contener sus gemidos.
Will se acercó a su oído.
—No te contengas.
Susurró y dio un pequeño mordisco en el oído de la chica ocasionando que un espléndido gemido saliera de sus labios.
Aida gimió mientras Will jugaba con el objeto por sus partes más sensibles, cada vez que Aída estaba al límite, Will paraba y no la dejaba obtener el orgasmo que se avecinaba.
Will sacó un nuevo vibrador, uno vaginal, introdujo dos de sus dedos en ella haciendo movimientos circulares, Aida arqueaba su espalda, su cuerpo se sentía cansado; sin embargo, quería más de lo que estaba recibiendo.
Will García.
Will introdujo el vibrador vaginal, se alejó. Él se sentó en el sofá, con la cabeza apoyada en el respaldo, y la miró mientras unió un botón en un control que llevó en sus manos. Ella gimió placenteramente, él dejó el botón hundido y el objeto la estimulaba, la mujer se movía circularmente sintiendo placer, gemía y arqueaba su espalda en el acto.
En ese instante él vio que su cuerpo no resistiría más y dijo las palabras desde allí donde estaba sentado.
—Vente para mí.
Ordeno.
Aida sintió un alivio al escucharlo y su cuerpo no podía resistir más, gimió de una manera liberadora, dejando que su cuerpo soltara todos los espasmos contenidos.
Aida relajó su cuerpo dejando salir un suspiro y de repente Will volvió a hundir el botón haciéndola saltar y su cuerpo erizarse completamente.
Will se levantó retiró el aparato. Quitó la venda y las esposas.
—Te has portado bien.
Quitó la cadena de sumisión.
—Gracias.
Hablo Aida ya no teniendo el collar.
Will se dirigió a una gaveta sacó un estuche y una hermosa gargantilla de gran valor descansaba en ella.
Aida dio una sonrisa espléndida, amaba los regalos de Will al terminar una escena.
—Retírate.
Dijo Will.
Aida asintió se dirigió a su bata que se encontraba en el suelo se la coloco y salió de la habitación.
Will salió de esa habitación y entró a su oficina tomo la botella de whisky un vaso y se sentó en el mueble. La luz de la lámpara de mesa creaba sombras suaves en su rostro, y él se sintió cómodo y tranquilo con su soledad, esa lo ha acompañado por todo este largo tiempo.
La noche era un refugio, un espacio donde podían dejar de lado las preocupaciones del día y simplemente estar solo con él mismo.
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