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Sangre Rubí

Mi historia .

Tenía cinco años y ya me daban ganas de vomitar cada vez que veía el trono del Rey. Y no por la altura, no. Por el hedor a arrogancia, odio y ego que impregnaba todo el salón.

—¡Miren a esta inútil! —gritó el Rey, y su voz retumbó en mis oídos como un tambor de muerte—. ¡Ni siquiera sirve para sostener un vaso de agua sin derramarlo! No servirá ni para sirviente

Un guardia me empujó con tanta fuerza que casi me estampo contra la pared. Me giré, tratando de ver algún rostro amable. No encontré ninguno. Solo risas contenidas, ojos que brillaban con la crueldad de los adultos.

—Tu cabello huele a fracaso —dijo otro, arrancándome un mechón—. ¿Qué es esto? ¿Un arbusto muerto en tu cabeza? Eres pura mierda

Traté de cubrirme el rostro, pero otra mano me golpeó la mejilla.

—¡Mira esos ojos! —gritó el Rey, señalando—. ¡Parecen más vacíos que tu cerebro!

Quería gritar. Quería llorar. Quería convertirme en humo y desaparecer. Pero entonces sentí algo cálido detrás de mí: mis hermanos.

—¡ Rey, Mi hermana solo es una niña! —rugió mi hermano mayor, empujando a los guardias con una fuerza que juraría venía de otra dimensión—. ¡No se les ocurra tocarla otra vez !

—¿Y ustedes quiénes se creen? —escupió el Rey, frunciendo el ceño.— No porque fueran hijos de Richad perdonaré su osadía

—Entonces que así sea. Rey. —respondió mi otro hermano, cruzando los brazos y mirándome como diciendo “no te preocupes, te sacamos de acá ”.

El Rey bufó, y por un segundo, me pareció que estaba a punto de ordenarme la muerte solo por diversión. Mis hermanos se miraron entre sí. Una chispa en sus ojos me dijo que habían tomado una decisión: no me dejarían morir allí.

—Papá, vámonos —susurró mi hermano mayor—. Antes de que nos arrepintamos, mi padre había llegado y se plantó frente a el con su espada. " Todos moriremos " fue lo único que pensé en ese momento.

—¿Irnos? —pregunté, con lágrimas y rabia mezcladas—. ¿A dónde?

—A cualquier lugar donde no nos mate un idiota con corona —respondió mi otro hermano, y me lanzó una mirada que era mitad burla, mitad promesa—. Vente o te quedas para que te arruine la vida aún más.

Y así lo hicimos. Salimos del salón como ratas con patas demasiado grandes para ese juego cruel. Mientras corríamos por los pasillos, escuchaba el eco de los insultos y los gritos detrás nuestro. Cada palabra era un puñal, pero también un recordatorio de por qué no pensaba volver..

—Si nos atrapan, al menos díganle al Rey que su gusto por destrozar niños es enfermizo —murmuré, intentando reír mientras mis lágrimas me cegaban.

—Oh, seguro se lo contaremos —dijo mi hermano, con una sonrisa torcida—. Probablemente se sentirá halagado.

Esa fue la primera vez que comprendí que el dolor podía mezclarse con humor negro, y que la supervivencia a veces requiere huir de los que dicen ser tu familia… Como nosotros "El Clan". Esa noche, bajo las estrellas, me sentí por primera vez viva, aunque marcada para siempre.

– Y entonces paso. Esa madrugada huimos sin nada, fue el único día donde mi familia me mostró su cariño a su manera.

Vivir con mi padre nunca fue lo que alguien llamaría “fácil”. Él era el tipo de hombre que no creía en los abrazos ni en las palabras bonitas. Creía en disciplina, horarios estrictos y en que el dolor era la mejor maestra. Y, sinceramente, tenía razón.

Desde que recuerdo, mis días eran un ciclo constante de entrenamiento. No importaba si llovía, si tenía fiebre o si apenas podía mantenerme en pie: él decía que los enemigos no esperaban excusas.– Creo que estaba paranoico de que vendrían por nuestras cabezas —

Me estaba preparando para sobrevivir a un mundo que me odiaba incluso antes de saber mi nombre.

Mis hermanos… bueno, esa es otra historia. Cinco lobos disfrazados de muchachos. Cada uno tenía una manera distinta de “entrenarme”:

– Porque ¿Lobos ? Pues mi padre era todo un don Juan y su primera mujer tuvo cinco hijos cuando murió mi padre conoció a su segunda oportunidad y nací yo" La sangre maldita "o eso es lo que me contó. ¿Está clase de mezclas debería ser ilegal? – Porque cinco lobos con inmortalidad y una Vampira con fuerza de lobo y sed de sangre sí que es una locura.

Marcus, el mayor, me enseñaba con la espada. Sus golpes eran secos, calculados. Cada vez que me tiraba al suelo, decía:

—Levántate, Evelyn. Si no puedes conmigo, menos podrás con el mundo.

Y yo me levantaba, aunque me ardiera todo el cuerpo.

Darius, el segundo, me llevaba a correr hasta que las piernas me temblaban como ramas al viento.

—El enemigo no espera a que recuperes el aire —me gritaba, mientras yo rodaba los ojos y maldecía cada metro recorrido.

Loren, el tercero, prefería la estrategia. Era frío, cerebral. Me hacía repetir movimientos, estudiar posiciones.

—El poder sin control es un arma contra ti misma —repetía como un maldito mantra.

Eron, el cuarto, era más brutal. Sus entrenamientos parecían castigos: combate cuerpo a cuerpo, resistencia al dolor, aprender a caer y levantarme sin llorar.

—El primero que sangre pierde —me decía con una sonrisa torcida. Spoiler: siempre era yo.

Y Kael, el menor de los hombres pero aún mayor que yo, fue el único que intentaba suavizar las cosas. Su humor sarcástico era la única razón por la que no me rompía por dentro.

—Vamos, hermanita, si sobrevives a mí, sobrevivirás a cualquiera.

Entre todos me forjaron. No como una niña, no como una princesa, sino como un soldado.

Y aunque nunca lo admití en voz alta, sabía por qué mi padre lo hacía: porque el Clan nos odiaba. No lo decían abiertamente al principio, pero yo lo sentía desde mi nacimiento. Ese rechazo en silencio, ese veneno en cada gesto. Yo era la mancha en su orgullo, la abominación que no debió existir.

El día que comenzaron a mostrarlo sin máscara fue peor. Susurros en los pasillos del templo, órdenes de mantenerme alejada, niños que me miraban como si fuera una plaga. Tenía hermanos y un padre, sí, pero fuera de esas paredes yo era nada. O peor: era menos que nada.

Recuerdo una noche, después de un día particularmente duro, cuando me acerqué a mi padre y le pregunté:

—¿Por qué me odian tanto si no hice nada?

Él me miró con esos ojos fríos que nunca dejaban escapar emociones y contestó:

—Porque tu sola existencia es un recordatorio de su miedo. Y el miedo hace que los hombres odien lo que no entienden.

Me dolió, claro que sí, pero también me encendió una chispa. Si iban a odiarme de todos modos, entonces que lo hicieran con razón. No iba a ser débil, ni un error que ellos pudieran borrar fácilmente.

Así crecí. De un padre que nunca mostró cariño, el amor extraño y retorcido de mis hermanos, y la condena constante de un Clan que hubiera preferido verme muerta. Y aunque lo odiaba, todo ese dolor me estaba moldeando. No lo sabía en ese momento, pero algún día lo entendería

••

La vida escolar no es un color de rosas . Señora.

Lo malo es que ese entrenamiento letal era parte de un mundo al que ya no pertenecía. Cuando el Clan me echó, me vi obligada a fingir ser alguien más.Tuve que meterme en el mundo humano. Y créeme, si alguien piensa que las criaturas sobrenaturales son crueles, es porque nunca sobrevivió a una secundaria humana.

Allí todo era distinto:

Los cuchillos se cambiaban por lápices.

Las peleas cuerpo a cuerpo se reemplazaban con indirectas en redes sociales.

Y las traiciones eran mucho más sutiles, pero igual de venenosas.

En el mundo humano tuve que ocultar lo que era. No podía romperle la cara a la típica chica popular que me llamaba “rara”. Tampoco podía volar a patadas a los imbéciles que pensaban que mi cuerpo era un tema de debate público. Aprendí a tragarme la rabia, a sonreír con sarcasmo y a dejar que creyeran que yo era solo “esa chica extraña que no encaja”.

Pero dentro de mí… dentro de mí seguía la bestia. Yo no era una víctima, nunca lo había sido. Solo estaba jugando el papel que me convenía para sobrevivir.

Y aunque intentaba adaptarme, nunca encajé. El uniforme de estudiante me quedaba como un disfraz barato, las fiestas escolares me parecían una tortura, y los dramas adolescentes… por favor, yo había visto hombres arrancarse la garganta por honor, así que los chismes sobre quién besó a quién me parecían el mayor chiste del mundo.

Mi vida había cambiado, sí. Pero no me malinterpretes: yo no era una chica rota intentando encontrar un lugar. Yo era un arma escondida bajo una máscara. Y aunque nadie lo sabía todavía, algún día esa máscara iba a caer.

Y ese día, el mundo iba a sangrar.

Decían que con el tiempo uno se acostumbra. Que las heridas sanan, que el pasado queda atrás. Mentira. Pura mierda de libro de autoayuda. El pasado no se olvida, te persigue como un perro hambriento que no suelta el hueso.

En mi caso, tenía nombre y voz.

La voz del Rey Vampiro, fría, implacable, aún resonaba en mi cabeza:

—Nunca debiste existir. Eres la ruina de lo sagrado. Un error.

Y después venían las demás. Las del pueblo, las del Clan, cuchicheando, riendo, señalándome como si fuera una maldita enfermedad:

—Monstruo.

—Impura.

—Ni bruja ni vampira, solo un engendro.

Podía sonreír, podía fingir indiferencia, pero esas palabras se me habían tatuado en el cráneo. Y cuando estaba demasiado cansada para luchar contra ellas, se repetían como un eco maldito que me hacía hervir la sangre.

Esa tarde en la escuela, justo cuando pensaba que iba a tener un día normal (lo cual nunca me pasa, porque si existe una mala suerte personalizada, soy yo), pasó.

Estaba en el pasillo, intentando ignorar a las risitas estúpidas de las chicas populares —esas que creen que la vida es una pasarela de Instagram—, cuando uno de los tipos del equipo de básquet se acercó demasiado. Ya sabes, de esos que piensan que su camiseta deportiva es un pase libre para ser idiotas, y te derretirse por ellos con un " Hola" suyo.

—Ey, rarita —dijo, con esa sonrisa idiota que me daban ganas de arrancarle de la cara—. ¿Por qué no sonríes más? Seguro que serias linda si no tuvieras esa cara de funeral.

Yo intenté seguir caminando. Pero entonces, otra voz —la del Rey— se mezcló con la suya en mi cabeza:

“Una abominación.. Algo que nunca debió nacer.…”

El idiota me tocó el hombro, y fue como encender una bomba.

Giré tan rápido que ni vio venir el golpe. Mi rodilla se estampó contra su estómago, y el aire salió de él con un sonido patético, como globo desinflándose. Se dobló, y yo ya tenía el puño levantado para dejarlo seco de un solo golpe.

Y ahí me detuve.

Porque todos me miraban. Porque estaba en una escuela humana, no en los campos de entrenamiento con mis hermanos. Porque si soltaba ese golpe, no iba a poder esconder quién era.

Me quedé congelada, la respiración acelerada, la sangre latiéndome en los oídos, mientras en mi cabeza los insultos seguían repitiéndose como un maldito mantra.

—Monstruo.

—Impura.

—Error.

Tragué saliva, bajé el puño y lo empujé al suelo con un sarcasmo que apenas me salió controlado:

—Ups, parece que no eres tan duro sin tu pelotita naranja, ¿eh?. No me hables, tienes a tus zorras ,Neith.

Las chicas rieron nerviosasy furiosas,los demás se quedaron en shock, y yo me alejé antes de que mi autocontrol decidiera irse a la mierda.

Pero en mi interior lo sabía: no podía seguir conteniendo esa bestia. No por mucho tiempo.

Y peor aún… parte de mí ya no quería contenerla.

••

#Fiesta.

El timbre sonó, todos en clases cuando. El megáfono vibró con el chirrido agudo que te molestaba en los oidos.Era el director.

—Evelyn Heartwol.venga a la oficina. Ahora.

Mi estómago se encogió. Sí, estaba acostumbrada a que los adultos no entendieran nada de mí, pero el tono de esa voz… significaba problemas.

—Genial..

Caminé hasta la oficina con la respiración contenida, fingiendo calma. La puerta se abrió y allí estaban mi padre, con la mirada que podía congelar ríos, con los brazos cruzados y ceño fruncido que marcaba líneas como rejas.

Después del discurso de" No violencia en la escuela" Y la mirada del niño llorón y creído haciendo creer que todos le debían algo" Castigados. limpiarán los baños el día de competencia de Fútbol"

– Lo peor. Ogros que Sudán, escupen y dejan mitad de su intestino en cada baño— Pero ni al caso es mejor que una suspensión y eso no estaba en mis planes

..

Después de eso, llegó la batalla en casa, y que peor lugar cuando terminaba de cocinar para todos.

—Explícame qué pasó —dijo mi padre, y por un segundo sus ojos brillaron con algo más que preocupación. Rabia contenida, tal vez—.

Tragué saliva. No iba a mentir, tampoco podía soltar toda la verdad.

—Solo… digamos que un idiota del equipo de básquet decidió tocarme el hombro. Y yo… reaccioné.

—¿“Reaccionaste”? —repitió él, y su voz se quebró entre incredulidad y enfado—. Evelyn, ¡ Debes controlar tu fuerza! Sabes que los humanos son mas que una cucarachas.—agregó, con un tono que no admitía excusas.

—Oh, claro,Porque patear a un idiota en la escuela es totalmente “controlado”, ¿no, papá?

Mi hermano me lanzó una mirada que decía “cierra la boca antes de cavarte un agujero más profundo”. Suspiré y bajé la cabeza.

—Es un idiota lo se, pero aun así no debes perder el tiempo con esa clase de hombres Evelyn —dijo mi padre—. Se trata de que eres más fuerte de lo que cualquiera puede manejar. Y si pierdes el control, no solo te lastimas tú… también a los demás.

Me mordí el labio. Mis hermanos me miraron, mi padre nunca mostro algun tipo de preocupación tan directa como hoy,Parte de mí quería replicar, otra parte quería llorar. La mezcla de vergüenza, culpa y rabia era casi un cóctel explosivo en mi pecho.

—¿Sabes lo que me recuerda esto? —continuó él—. A cuando el Clan decidió que eras un error. Todos esos golpes, humillaciones… siempre has tenido que contener tu fuerza, tu fuego. Entiendo tu enojo mejor que nadie. Pero ahora estás en un mundo humano, y aunque no lo creas, eso no te exime de responsabilidad.

Sentí un escalofrío, papá tenía razón. No podía simplemente dejar que la bestia se desatara. Pero tampoco podía ignorarla. Cada vez que fingía ser normal, sentía que parte de mí se congelaba.

—Papá… —mi voz salió más baja de lo que quería, temblando un poco—. Intento… Realmente intento contenerlo. Perdóname.

Mi padre suspiró, y por un segundo sus ojos mostraron comprensión.

—Lo sé, Evelyn. Por eso debes aprender a controlarte, no a apagar lo que eres. Es peligroso… y no solo para ellos, sino para ti.

—Ahora —dijo mi hermano, suavizando el tono—. Vamos a comer. Hablarás con nosotros cada vez que algo así ocurra. No para castigarte, sino para que aprendas a usar tu fuerza y tu inteligencia, ya estás en edad de las hormonas y todas esas cosas de mujeres

Levante la ceja, mis hermanos negaron la cabeza "paso. Yo no pienso hablar de Eso" — Ahora se la aguantan yo los soporto a ustedes con sus hormonas de lobo cada vez que ven una mujer … – conteste—" Estás muy chica para eso" dijo mi padre, dando inicio a un súbditos de darle la razón.

••

El sol brillaba, pero yo estaba demasiado ocupada ignorando la idiotez del mundo humano como para notarlo. Clara caminaba a mi lado, un poco encorvada, como si la espalda le doliera de cargar tanto sentido común. Neith apareció en los pasillos, impecable y con esa sonrisa que siempre dejaba claro que sabía más de lo que decía.

—Evelyn —dijo, acercándose con una gracia peligrosa—. Quiero que vengas a la fiesta. Es una disculpa por lo que paso ayer.

—Claro —respondí, arqueando una ceja y cruzando los brazos—. Pero solo si Clara va conmigo

Neith sonrió, claramente divertido por mi franqueza.

—Perfecto. Entonces ambas están invitadas.

Clara me miró como si estuviera loca.

Evelyn… ¿Seguro que quieres ir a la fiesta? —preguntó, mordiendo el borde del cuaderno—. Ya sabes cómo es… la popular y sus matones… Yo no encajó en nada…

—Clara… Estaremos bien, es nuestro ante último año debemos hacer algo por nuestra vida nena. —dije con mi sarcasmo habitual—. Pero solo voy si tú vas conmigo. No quiero arruinarle la noche a Paula sola si le ocurre hacernos algo

Clara me miró, sorprendida, con una sonrisa compice

—¿Yo? ¿segura?

—Sí

—Está bien… ¡¡Iremos a una fiesta!!—chilló de emoción

••

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