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La Tirana Reina Que Se Enamoró

Capitulo 1 : Las Rosas jamás serán Blancas.

La madre de Rafaela, siempre le decía una frase cada que iban al jardín del palacio... “Las Rosas jamás serán Blancas”. Rafaela nunca lo entendió, hasta hoy, uno de sus consejeros más importantes, llegó haciendo un estruendo en la sala de juntas para discutir los problemas del reino, está vez se notaba que llevaba tanta prisa que una de las sirvientas tropezó con él haciendo que tirase las copas de agua que llevaba en una bandeja, Rafaela al ver como llegó su consejero decidió escucharlo a regaña dientes.

Rafaela tiene una personalidad muy dura, ella nunca ha aceptado un “NO” por respuesta incluso ante sus caprichos de madrugada, en el Reino todos le temían, nadie ni nada se salvaba de sus órdenes y quienes se revelaban... Los desaparecía. Sin embargo, hoy el consejero tesorero llegó con la cara pálida, se disculpó tartamudeando con la sirvienta que ha tropezado y se dirigió ante la Reina preguntando por qué ha comprado un collar, un vestido y un par de zapatos que cuestan el doble de lo que vale el reino. La Reina solo le dijo que se fuera que esas prendas eran un regalo y no escucho que eran realmente una compra.

Todos los consejeros se quedaron callados y se miraron confundidos, nadie creía que la Reina llegaba a esas alturas solo por qué fue un regalo, y no una compra, pero el consejero tesorero le mostró un papel donde se mostraba hasta la firma de la Reina y el sello real. Rafaela se sobresaltó, se levantó de la mesa al ver que no fue un regalo sino una compra por casi el doble de lo que vale el reino, básicamente, no puede creer ni ella misma tal acción.

—Consejero Eric que es el tesorero vuelve a preguntar con la voz un poco temblorosa— Su majestad, ¿qué haremos? ¡Si el pueblo se entera seguro pedirán su cabeza!

—Rafaela— ¡Cállate! Solo yo puedo dar esas órdenes, nadie puede tocarme. -exclamo, sin poder pensar con claridad-

—Consejero Jael— Su majestad, perdone la interrupción pero... Esto es grave, más de lo que nosotros podemos imaginar ahora mismo... El pueblo se terminará enterando y es mejor llevar una alianza con otro reino, en mi opinión, Silva podría serle de ayuda aunque ahora mismo no se encuentra en la capital. —Jael con un tono firme militar hizo eco en la cabeza de la joven Reina—

La Reina un poco pensante mando a todos sus consejeros a guardar silencio al respecto del tema, su tono pálido y su rostro sereno, ahora está rojo como un tomate de tanto pensar en que se equivocó, cuando fue que se equivocó y quien la traicionó de esta manera, pues prácticamente el que lo hizo la quiere ver caer junto con su corona y ella lo sabe. No está dispuesta a dejar que nada ni nadie robe su trono pues ella nació en la nobleza, en esos pensamientos, recordó a su mano derecha, quien estaba "desaparecido" en el palacio, lo cual a ella se le hizo sospechoso...

Al medio día, la Reina no podía tener un almuerzo tranquilo, la idea de haber hecho esa compra, sus consejeros preocupados y su reino a punto de desplomarse la estremecía, su mano derecha Valen, hizo su aparición con una sonrisa burlesca que por primera vez la Reina había visto. Una gran discusión se ha formado entre ellos dos, Valen le confesó que no, pero al respecto de lo que estaba pasando pero la Reina sentía que iba a explotar, la discusión escaló tanto que los sirvientes se enteraron de lo que sucedía. Preocupados intentaron averiguar más sobre la situación, pero así como llegó Valen así se fue... Ahora la Reina, con un ligero dolor de estómago estaba muy preocupada, parecía que todos dejaron apoyo, la mayoría de sus sirvientes en ese mismo día renunciaron y el palacio que una vez brillaba cuál diamante, ahora se encuentra opaco y sin vida. Rafaela con 23 años, sintió que fallo como heredera del reino de Belmont, en la noche, se encontraba llorando por primera vez desde que sus padres fallecieron, no sabía que hacer o a quien dirigirse en busca de ayuda, mirará por donde mirará tenía todas las de perder, en eso entro Anna, una de sus más leales sirvientas, ella es un poco mayor que Rafaela, preocupada se acercó hasta donde estaba sentada su reina y temblorosamente tomo sus manos, preguntando con una voz calmada y serena que pasaba.

—Rafaela— Anna... Es una tragedia, creo que he cometido un error tan grande que ni el pueblo podrá perdonarme... -exclamo sintiéndose derrotada-

—sirvienta Anna— Mi señora... He escuchado los rumores... Y si llegarán a ser verdaderos... La seguiría acompañando... —comento de forma calmada y serena tratando de calmar a la Reina—

La Reina solo rompió a llorar, Anna solo la abrazo como mejor podía para consolarla, pero la Reina no tenía consuelo, sus padres ya no estaban en esta tierra, y siente que la traicionaron de una manera muy cruel, queriendo incluso que el pueblo levante una revolución. Anna recordó que conocía muy bien a su antiguo rey y que si era necesario enviara una carta al reino de Moon Blanc queriendo una alianza, la Reina dudando dejo de llorar y la miró fijamente, y negó con la cabeza sobre ese tipo de tratos, ella jamás aceptaría una alianza que implique dinero o un matrimonio. En ese momento entro otra de sus sirvientas, actualmente solo tiene tres, junto con su cocinero real, todos los demás han huido del palacio buscando un mejor futuro en el cual poder sobrevivir. La Reina suspiro, cansada, Anna entendió con ese suspiro lo que quiso decir así que terminó de preparar a su Reina para que esta pudiera descansar.

La noche fue larga, había caído una tormenta intensa y con cada trueno despertaba a Rafaela quien trataba de descansar, sin poder dormir recordó lo que Anna le había comentado pero dudo muchísimo, tenía que meterse con el que esté gobernando Moon Blanc, y la verdad, desconocía quien estaba al mando en estos momentos en ese reino. La Reina se dio cuenta que no tiene ninguna relación cercana con ningún reino cercano, llevo sus manos a su rostro y de manera muy frustrada solo chillo de la impotencia que sentía en estos momentos. También recordó que ya la Reina había cumplido la mayoría de edad, y que mínimo le pedirían a sus 25 años un heredero. "Esto es peor", exclamó con mucha frustración. Decidió levantarse y estirarse, al ver por la ventana desde su cama se dio cuenta que aún era de noche, el cielo estaba oscuro y la tormenta aún no se detenía, sus sirvientas estaban dormidas así que decidió caminando ir hasta la cocina, no tiene habilidades de cocina la Reina así que decidió solo calentar leche y luego agregarle un poco de miel. El sabor dulce de la miel logro consolarla después de este día tan abrumador.

Temprano por la mañana, decidió ir a su estudio y escribir una carta proponiendo una alianza entre el reino de Moon Blanc y Belmont, esperando que un milagro llegue a ella pues los días de la Reina, se encuentran contados y no quiere que su reino caiga junto con ella y toda su historia.

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Horas después, en el reino Moon Blanc, llegó una carta y el príncipe, fue llamado por su padre el Rey, quien estaba feliz por que su hijo al fin podrá ocupar una importante misión. Moon Blanc se caracteriza por que al anochecer es cuando más la luna los ilumina a ellos, tienen estabilidad económica gracias a buenas decisiones diplomáticas, El rey gobernaba solo desde que su amada Reina falleció, y solo ha criado con mucho esmero a Adrián, el futuro rey y actual príncipe. Adrián por su parte tiene un amor en secreto con una princesa que llegó solo una vez de visita a su reino y con quién habla por medio de cartas que le envía en secreto de los ojos de su padre.

Al leer la carta el rey paso de felicidad a asombro sobre lo que está pasando en Belmont, se aclaró la garganta varias veces y solo se dedicó a pensar que responder ante la Reina. En la tarde con el atardecer rojizo envío una carta de respuesta aceptando su alia, el rey prefirió poner en su nombre a su primogénito, y que en el futuro podrían discutir como se llevaría a cabo la alianza. Adrián no demoró en llegar hasta donde se encontraba el rey a exigirle una explicación.

—Adrián— ¡Padre! ¿Por qué debo ir a Belmont? Ella es una niña aún, no sabes que la apodan como la Reina Tirana? —exclamo lleno de indignación—

—Rey— Adrián... Soy mayor ya, no sé en que momento dejaré este mundo... Quisiera que por lo menos mi querido hijo llegue a formar algo más sólido... Un futuro mucho mejor... No quiero que le digas algo a la Reina de Belmont...

Adrián quien siempre fue paciente con su padre se fue refunfuñando como un niño pequeño, sentía que con cada paso ataba una cadena a su cuerpo y cada vez era más pesada, solo le quedaba esperar para poder ir a su reino... “¿Por qué yo?” ... No dejaba de resonar en su cabeza mientras caminaba por el gran pasillo.

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Algunos días después, los pasillos del palacio y las calles de Belmont hervían de murmullos. Se decía que la reina buscaba sellar una alianza y que tal pacto no sería solo diplomático, sino también matrimonial. Todo el mundo en Belmont comentaba, desde los mercaderes que entre monedas y regateos esparcían la voz hasta las damas de compañía quienes susurraban en secreto con gente de la nobleza. Para muchos esto significaba un futuro prometedor y le deseaban a la Reina sus mejores deseos, otros temían pues la Reina era muy estricta con quién esté a su lado.

Mientras tanto la Reina, que veía desde su ventana a otra de sus sirvientas recoger más cartas que llegaban, solo llegó a suspirar, “Ya se enteraron de mi alianza...”, palabras que no dejaban su cabeza en paz, sus manos de tensaban y esperaba impacientemente acerca de la respuesta del rey de Moon Blanc. No le sorprendía la cantidad de cartas que recibía, pero esta decisión que ha tomado no es a la ligera, ella sabe que vendrá más no el resultado final... Es como en el ajedrez, y ahora mismo lidera una batalla para sobrevivir... ¿Qué le depara a la reina en esta situación? ¿llegará a algún acuerdo con el rey?...

Capítulo 2 : Alianzas

Rafaela, la Reina de Belmont, como todas las mañanas era vestida por Anna, hoy su cabello violeta suelto, adornado con pequeños accesorios de plata, su vestido largo y escotado de un tono aguamarina digno de ella, zapatos de tacón sencillos y prácticos y un maquillaje que dejaba ver elegancia y seriedad, ya que a ella le gustaba destacar más por como vestía, siempre quería que todo estuviera a su nivel, si no lo rechazaba de manera tajante, todo tenía que salir bien este día y así pasara.

Reluciente como un diamante salió de sus aposentos caminando, su espalda recta, sus hombros en señal de respeto y un carácter que daba terror, no se dirigió a desayunar si no a la sala de juntas con sus demás consejeros para solo encontrar uno solo, Eric… Al percatarse de esto ella solo suspiro, Eric es su tesorero más leal quien siempre está a su lado incluso cuando la inflación los ha atacado, ni su mano derecha estaba, ella solo podía pensar en cuantas personas que eran leales a ella la dejaron de seguir para poder salvar sus propias vidas. “Cobardes” solo murmuro con molestia pero dejo eso de lado y se dispuso a iniciar la sesión. Mientras ella estaba en plena reunión, uno de sus consejeros había vuelto, era Silva, entró preocupado por lo que otros consejeros le comentaron.

—S.. Su majestad… ¿Por qué no me invoco urgentemente?... Usted sabe perfectamente que yo- —Intento Silva hablar pero fue interrumpido por la Reina.

—Silencio… Ni se te ocurra darme excusas que no necesito en este momento —exclamó Rafaela.

—Su majestad, como su tesorero y actual mensajero, propongo que nos preparemos hoy para la llegada del rey y su hijo, el principe Adrian —comentó Eric.

—... Espera… ¿Un hijo?... —pregunto un poco curiosa.

Eric asintió levemente mientras seguía comentando. —Claro su majestad, el rey de Moon blanc tiene un Príncipe y futuro heredero, su nombre es Adrian, tiene 27 años, según lo que logre reunir sobre él… Es una persona sumamente cordial, enfatiza mucho el orden, actualmente no tiene a nadie como prometida o prometido.

— Hmm… Adrián… Lo conozco de algún lado… Creo que el año antepasado derramó vino en mi vestido, recuerdo todo lo que me hace enojar —remarcó mientras recordaba aquel momento— Siendo sincera dudo que él venga, seguro conoce mi reputación.

—Su majestad —suspiro Silva un poco fuerte— es probable que el rey esté aquí no para hacer alianza con usted… Más bien si viene con el Príncipe Adrián es probable que…

Silva al final fue interrumpido veinte veces seguidas por que la Reina se negaba siquiera a pensar en formar una alianza con el Principe Adrian. Silva solo pudo suspirar lleno de frustración por que la Reina no lo escucho. Mientras tanto Eric solo podía asentir casi tratando de disimular una risa nerviosa, él por su parte no le teme a la Reina pero si le causa gracia cuando deliberadamente se comporta como una niña pequeña. La reunión transcurrió serena, llena de comentarios de la Reina hacia Adrián y catalogando como un crío.

Al final de la reunión Maria, una de sus sirvientas le llevó un desayuno de tostadas con huevos revueltos, un poco de ensalada y un jugo de naranja recién exprimido, la Reina solo dijo gracias mientras Maria colocaba el plato delicadamente a un lado de la Reina mientras ella leía las miles de cartas de su gente felicitandola por la alianza… “¿Desde cuándo esto se expandió tanto?”. Al retirarse Maria, procedió a desayunar, solo que esta vez noto una carta en específico que le llamó la atención. Al tocarla sintió un ligero aroma a rosas, la Reina intrigada la abrio y comenzo a leerla y se ruborizó completamente, la Reina no sabía que el príncipe escribía poesía de esta manera, su fino trazo, sus palabras tan dulces, pero se sentía como si hubiera escrito esta carta para alguien más.

La Reina se reclino en su silla, pensando en si era verdad lo que Silva le habia dicho. En el almuerzo, estaba más pensativa de lo normal, no sentia ansiedad pero seguía cuestionandose el por que de aquellas palabras cuando derrepente, Eric, su consejero entro interrumpiendo su almuerzo para anunciar que el rey de Moon Blanc habia llegado junto con su hijo. Suspirando decidio detenerse y levantarse de su asiento, la Reina se sentia un poco nerviosa por primera vez en mucho tiempo… “¿Que deberia decir?” “¿Como deberia entablar esta alianza?”... Eran las preguntas que rondaban en la cabeza de la Reina… Poco a poco iba caminando hasta llegar al cuarto que le esperaba su nuevo destino.

Al entrar por la puerta, se dio cuenta que los rumores no eran mentira, el rey era un adulto mayor bien parecido, tenia sus cabellos una vez rubios ahora color ceniza pero con un brillo sin igual, por otro lado su hijo era tal cual lo había descrito su consejero, alto, rubio, sus ojos eran parecidos a los de la Reina pero no mostraban afecto por ella, mas bien mostraban un poco de enojo, la Reina ya no entiende que pasaria en estos momentos asi que hizo su mejor movimiento.

— Bienvenidos a mi palacio, espero les guste —comento Rafaela sonriendo levemente.

— Es un honor su majestad estar en este palacio y en su presencia, me llamo Oliver, actual rey de Moon Blanc… Este es mi hijo, Adrián y mi unico heredero, estamos mas que felices de venir y dialogar con usted su real majestad —expreso el rey oliver mientras hacia una ligera reverencia, su hijo seguía las mismas acciones que su padre.

Mientras conversaban la Reina divagaba un poco en sus pensamientos, hasta que el rey la interrumpió diciéndole que su hijo sera su representacion de la alianza y que espera una union para fortalecer ambos reinos. La Reina solo pudo ver al rey y luego al principe Adrián, quien tenia cara de querer huir de ese instante. Pese a que intento negarse la Reina, termino aceptando la propuesta del rey pues ella esperaba más bien al rey y no a su hijo. Adrián cargaba con una tristeza que no se le veia a simple vista, solo en sus ojos, “Los ojos son la ventana del corazon… Que ironia que este viendo esto ahora mismo” repetía para si misma en su mente.

Al terminar esa reunion, el rey salio a caminar un poco mientras que Adrián se quedo con la Reina, ella trato de hablar mas sin embargo el principe no lo permitió, era tanto el sentimiento que sentia que por primera vez decidio no interrumpir lo que iria a decir el.

— Ambos sabemos que esto es por conveniencia, no se que es lo que paso o por que pediste esta alianza con un matrimonio politico… Y voy a ser honesto desde este momento, no me agradas ni como conocida, eres una tirana que seguro tortura a su pueblo a escondidas de todos para poder tener un palacio tan reluciente como este… —decia con una lengua afilada — ¿Quieres saber algo? Me haz robado mi felicidad, mi libertad y mi futuro todo por tu egoismo.

La Reina solo podia mirarlo para luego ella mas astuta que un ciervo comento.

— En verdad pense que eras un Principe pero solo eres un niño pequeño… Tu padre si te llegara a escuchar te deshereda, por cierto… No sabia que usted escribía poesia tan magnifica… A la proxima envíalo sin equivocarte, supongo que esa dama estará decepcionada con la noticia de nuestra... "boda".

La Reina con una sonrisa burlesca vio como la cara de Adrián se volvia palida, y de un momento a otro de un intenso rojo de la rabia y la vergüenza. Ambos se detestan... Eso estaba claro pero por primera vez, la Reina no utilizo su tono normal para hablarle a alguien de su mismo estatus pues se compadeció de Adrián.

Dias despues el rey era el mas feliz planeando la boda, incluso acompaño a la Reina cuando tuvo que probarse el vestido de bodas, la Reina trataba como pudiera ser amable pero sentia que en verdad no encajaba con esta alianza… “Anna espero tengas razon” murmuro sin querer. Adrian por su parte regreso a su reino, triste y desolado, escribio una ultima carta para la mujer que mas amaba y se rindió a tener algo con ella pues ya estaba comprometido con la Reina Rafaela.

Capítulo 3 : Del odio al terror

Meses después llegó la tan esperada boda, la Reina deslumbrante en su vestido de novia siendo llevada al altar por el rey, mientras que Adrián con una mirada seria la esperaba, muchas personas celebraron, bailaron y rieron por la felicidad de el nuevo Rey y de la Reina, Rafaela proclamó a los cielos que el Príncipe Adrián dejaba de ser una promesa para ser un nuevo gobernante a su lado y ser su mano derecha, para reinar por la eternidad mientras que Adrián proclamó a los cielos lealtad eterna a la Reina y si es necesario predicaria su palabra, Rafaela solo podía observarlo detenidamente y analizar cada palabra que salía de su boca.

Jamas ambos reinos estuvieron tan felices, la celebración tomó diez días. Adrian y Rafaela jamás consumaron el matrimonio, ambos sentían asco del otro, pero Rafaela estaba cambiando lentamente, los días posteriores, ambos establecieron reglas como dormir separado, no cruzarse en el camino del otro y si el reino de Belmont se recuperaba, la Reina pensaba en acabar la alianza pero eso traería problemas, por mientras solo podía sentarse con indiferencia en su mesa para reuniones con sus consejeros. 

No todo lo que brilla es oro y Adrián sospechaba de las verdaderas intenciones con respecto a la alianza política en la que vivía actualmente, se le hacía extraño tener que escuchar por fuera de la sala de reuniones discusiones casi todos los dias, y tambien noto que la servidumbre era escasa, podía contar a todos los sirvientes del palacio de la Reina y solo podía reírse de eso pero aun asi esta situación hacía eco en su cabeza. La Reina por otro lado tenía que lidiar dia a dia con todas las demandas de su gente, dormía poco y tenía mal carácter a la hora de hablar con sus consejeros, intentó controlar sus emociones muchas veces hasta que un dia golpeo fuerte la mesa haciendo que muchos papeles se estremescan y sacudan, oportunamente Adrián había entrado para ver tremendo espectáculo, se llevó el regaño de esta vida y la otra por parte de la Reina pues pensó que la estaba espiando. El Rey no se espantó pero sí se sorprendió mucho al punto de salir lento y siempre manteniendo contacto visual.

La relación de ambos era muy tensa, ni como enemigos califican, hasta que la escucho esa misma tarde llorar en la librería. No lo podía creer, eran sollozos puros, cuando entró en la habitación, pudo ver por primera vez la verdadera naturaleza de la Reina, alguien indefenso y con mucho temor, jamás pensó que vería esto y tampoco el cómo le afectó verla así, poco a poco se acercó a ella...

— … Entra y cierra la puerta… —susurró con una voz ronca y temblorosa Rafaela.

— … ¿Puedo saber qué es lo que pasa?... Escucha sé que no nos llevamos bien pero tal vez podría ayudarte.

— ¿Ayudarme? Qué puedes saber tú si solo eres un niño, un niño de veintisiete años… A veces me gustaría que todo esto fuera un sueño, que al despertar nada de esto este ocurriendo…

Adrián no pudo decir nada, aun que era verdad que tenía veintisiete años él quería ayudarla de manera honesta, no quería luego arrepentirse de haberla visto asi, llorando y hecha un desastre y no haber movido ni un músculo, así que solo se le ocurrió para consolarla apoyar gentilmente su mano en su espalda, la Reina, sorprendida no se movió en cambio, era la primera vez en mucho tiempo que podia alguien mas mostrarle afecto, era tan cálido que podía recordar ese sentimiento a la perfección. Ella no le contó nada de lo que pasaba en realidad en el reino, sólo comentó que se sentía triste por la pérdida de su madre y su padre. Adrián no preguntó ni sus labios se movieron, empatizo con la Reina pues él perdió a su madre cuando solo tenía once años.

Los días siguientes la Reina siguió con su mano dura, y siempre cambiaba de consejeros menos de Silva y de Eric, cada tres días hacia cambios de consejeros hasta que ya no pudo hacerlo por falta de recursos, poco a poco el reino dejaba de ser próspero… Adrián al ver estas cosas solo pensó que tal vez necesitaba ayuda con negocios, así que tomó la delantera y ayudó en lo que más podía desde las sombras. Pero lo que no sabía era la deuda que la Reina cargaba y que cada día la acercaba más y más. 

En la noche, de nuevo una tormenta azotó el reino de Belmont, sin truenos pero la lluvia era muy fuerte, todos se disponían a dormir cuando Adrián vio una sombra moverse por uno de los pasillos. Se quedó perplejo pensando que era algún tipo de fantasma, así que corrió a su cuarto esperando que aquel fantasma se fuera, una de las sirvientas, Anna entró a los aposentos de Adrián y le entregó las ropas con las que dormiría.

— … P..Perdon que pregunte esto… ¿Aquí hay fantasmas?...

— … ¿Qué?

—.... Juro que vi un fantasma… Por el pasillo pero se movía rápido.

— … Ah.. Claro, un fantasma… — Anna se acercó para poder susurrarle al oído, como si de un secreto se tratara. — Se dice que los espiritus del Rey y la Reina antes de usted y de su majestad, vagan buscando venganza por el cruel asesinato que presenciaron antes de dejar este mundo… y… Rafaela… La Reina ha visto a su madre y a su padre… A veces se escuchan los gritos de ellos dos… Le recomiendo tener una vela prendida pues ellos no entran en ningún lugar con luz ya que son almas en pena…

Adrián palideció apenas escuchó esto, sentía que le iba a pasar algo, podía incluso sentir como todo el cabello se le erizaba, Anna se fue de sus aposentos después de una reverencia y salió corriendo. Ahora mismo le temía demasiado a la noche y se preguntaba si la Reina podría dormir también.

Sin querer unió los rompecabezas del mal genio de la reina, la pérdida de sus padres y estos eventos tan extraños, llegó a la conclusión que todo el reino estaba embrujado y que rondaban fantasmas en el palacio. La realidad era que la sombra que vio era la Reina, se había escapado para poder ir a ayudar a su gente en secreto pues si se inundó el jardín que ella tenía, no quería ni pensar qué pasaría con sus súbditos, al volver al palacio se encontró con Adrian viéndola fijamente pero ella solo corrió lo más rápido que pudo, cuando se encontró con Anna le comentó a Anna que se inventara lo que sea para mantener en secreto estas salidas. Y claro, el Rey se ha comido toda la historia y ahora alucina en las noches cada vez que deben de ir a dormir, como duermen en cuartos separados es más sencillo para Rafaela disimular sus escapadas. Anna solo podía reírse un poco por el susto que estaba pasando el Rey disimuladamente.

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