El zumbido de mis oídos se mezcla con el latir de mi corazón, el aire que entra por mis fosas nasales no parece suficiente para llenar mis pulmones, tengo la boca seca, trato de regular mi respiración, pero el oxígeno me quema la garganta.
-- Unos pasos más. ¡Aguanta! Solo hasta encontrar dónde esconderme.
Susurro por lo bajo, intentando darme ánimos.
Y lo veo, un contenedor rebosante de basura, está separado de la pared. Latas, cartón, desperdicios de comida esparcidos por el piso.
Salto entre ellas, me deslizo con cuidado entre la enorme caja y la pared tratando de no hacer ruido, me recorro hasta el rincón.
Entre sin dudar, forzando ligeramente mi cuerpo, en un inicio podría deslizarse con facilidad pero poco a poco se volvió más estrecho, voy caminado hacia tras, no deseo perder de vista el panorama, me voy dejando caer aunque he reducido el espacio mi delgado y frágil cuerpo entró en ese rincón, en mis rodillas descanso mi cabeza y con ambas manos cubro mi boca.
Inhalo y exhalo tratando de no hacer ruido, pero no sé si seré capaz.
Escucho los pasos de los hombres que vienen por mí, me están buscando, no sé en qué momento logré aventajarlos.
Tengo tanto miedo, cierro los ojos y aún escucho sus pasos, se acercan.
--Dios mío no permitas que me encuentren.
Vuelvo a susurrar en tono bajo.
-- ¡Dónde estará esa maldita! Sigan buscando.
El jefe de seguridad Roland habla.
--Si no la encontramos la jefa nos cortará la cabeza ¡Volteen todo si es necesario!
Insistió la voz molesta.
-- ¡Sí señor!
Se escuchan dos voces más que conozco perfectamente son Frederick y James.
--¡Malditos!
Resuena en mi mente, me mantengo estática creo que hasta contuve la respiración.
El zumbido en mis oídos ha aumentado, siento el flujo gástrico querer salir de mi boca.
me concentro en que no sea así.
--Sin hacer el más mínimo movimiento o ruido morirás hoy Chloe.
Me digo a mí misma en el pensamiento.
--Sigamos adelante Frederick a la calle del la derecha, James tú a la izquierda y yo voy por la calle del centro.
Se escucha más amenazante que nunca.
De momento algo se mueve en mi espalda, un escalofrío me recorre nuevamente el cuerpo, cubro mi boca con más fuerza, pero es inútil un pequeño quejido se me escapa.
Se detienen los pasos que se estaban alejando.
Siento como algo camina por mi espalda, mi cuello y sube hasta mi cabeza, no me muevo, la cola de la rata cae rozando mi oído derecho.
Los pasos se acercan al contenedor con rapidez.
--¡Estoy muerta!
Me digo para mis adentros, mis lágrimas inevitablemente caen.
En el instante en que los pasos casi llegan a mi escondite, la rata salta de mi cabeza y sale corriendo con otra pegada a la pared.
-- ¡Ay qué asco!
La voz de Frederick se escucha.
-- Sigamos por donde les ordené.
Escucho los pasos a alejarse y suelto un suspiro.
Sin querer sonrío, quien lo pensaría, esos animalitos que me dan tanto miedo hoy, en este momento me salvaron la vida.
El cansancio por fin me cae cierro los ojos sin moverme.
Los recuerdos me golpean con tal brutalidad que me hacen estremecer.
Hace 5 años que llevo de matrimonio con Joseph hoy me regañó a mí misma por mi idiotez, pero en su momento fue maravilloso, de hecho fue tan fui tan feliz, aunque debí renunciar a lo que más quería, a mi familia, a mi estatus de heredera de un consorcio llamado Black and White, o B&W , con giro de compra-venta de bienes muebles.
Adquiría casas, departamentos, mansiones la remodelaba y vendía un alto precio. Y qué decir de los terrenos, eso solo se nivelaban, cercaban y se vendían de nuevo de manera rápida.
Mi padre adquiría a bajo costo bienes inmuebles, el señor William Steel tiene un sentido muy agudo para detectar las urgencias de sus clientes y pagar por debajo del costo, aun así era legal pagaba en efectivo y de una sola exhibición, con esto sus clientes quedaban satisfechos.
Amasó su fortuna a pasos agigantados.
Yo, simplemente vivía.
Sí, se me dio una educación de primera, en colegios particulares exclusivos de alto nivel.
Soy administradora con un máster en ventas, pero lo que más me llama la atención son las adquisiciones.
Desidí seguir patrón de negocios de mi padre, ya no era suerte las gangas que encontraba, no, primero investigaba las propiedades que se ponían en venta, a sus dueños y lanzaba una oferta. A diferencia de mi padre no esperaba por ellas si no iba en su búsqueda.
En el mundo de los negocios; La mayor ganancia se consigue con la menor inversión.
En fin, conocí a Joseph en la universidad y me enamoré perdidamente de él.
--¡Malditos sea el amor!
Recitó como mantra por milésima vez en esta última semana.
Sigo sin poderme mover con la cabeza sobre mis rodillas, tal vez sea el miedo o cansancio, supongo que mi estado adrenalínico se acabó.
Suspiro nuevamente con mi sarta de recuerdos hilarantes.
Me golpeo la cabeza con ambas manos y lloro en silencio.
--¡No hagas ruido!
Me recuerdo, vuelvo a cerrar los ojos y sigo con mis recuerdos.
Aún puedo sentir la frustración que sentí cuando le conté a mi padre que Joseph era mi novio y que deseaba casarme con él ya me lo había propuesto.
En respuesta grito:
--¿Qué te puedo ofrecer? Penas, angustias, mala vida, es un don nadie Chloe. ¡No lo acepto!
El señor William Steel se había pronunciado, no lo quería como yerno, lo había juzgado sin conocerlo.
La dureza de sus palabras me hicieron llorar, supliqué incluso intenté chantajear argumentando con rudeza.
--Si mi madre no hubiese muerto seguro ella me apoyaría en esta decisión.
-- Pero está muerta y tú haces lo que yo diga punto.
Por primera vez vi la ira en los ojos de mi progenitorr.
Bajé la guardia por un día más.
Muy temprano me asegure que mi padre ya había salido al trabajo, regrese a mi habitación, saqué una maleta deportiva, metí mis documentos personales, credenciales, tarjetas, el título de propiedad de mi departamento y mi auto, mi colección de joyas lo vendí todo.
Con esa rápida transacción entendí la técnica de mi padre, la sentí en carne propia, no me importó que me pagaran por debajo de su valor.
Me dirigí al departamento que rentaba Joseph, en donde vivía solo, no tenía familia y le propuse huir conmigo.
Aceptó de inmediato con un: "Te amo" y un. "Te seguiré hasta el fin del mundo".
Fue inevitable que me ría de mí, claro sin hacer ruido.
Por último, pasamos al banco, retiré lo que tenía en mi cuenta de ahorros y huimos de Ciudad azul donde mi padre prácticamente era el rey, pero en Ciudad Dorada no figuraba en lo más mínimo.
Hice también mi tarea que en 24 horas desaparecí de la vida de mi padre, sabía perfectamente que en ese otro lugar, el brazo de mi papá, no llegaría.
Cuando aterrizamos en Ciudad Dorada nos dirigimos al registro civil y nos casamos por bienes mancomunados.
Mi esposo al principio se negaba a aceptar.
Muy contentos, salimos de oficina de asuntos civiles, buscamos un lugar para nuestra celebración.2
-- ¿En qué te gustaría que invirtiéramos?
Le pregunté ansiosa mientras comíamos en el restaurante de media categoría, sabía que tenía que ahorrar por ahora.
-- ¡No lo sé!
Joseph jugaba con su comida sin mirarme a los ojos, lo suyos eran de color café claro que a mí me encantaban, sus pestañas rizadas, su boca pequeña que esbozaba la más hermosa de la sonrisas me cortaban la respiración
No estaba segura que rasgo era mi preferido, si los hoyuelos que marcaban su sonrisa o esa corona de oro en uno de sus dientes; simplemente me encantaba.
Su bien formado cuerpo se lograba apreciar aún con la ropa puesta y qué decir de su cabello castaño rizado.
Recuerdo perfectamente la emoción que sentía al verlo acercarse a mí, mi corazón latiendo a mil.
Corto su trozo de carne con movimientos firmes, varoniles y los llevó a su boca, logré ver su corona dental y sonreí sorbiendo mi bebida.
--¿Y si compramos y vendemos casas como tu padre? Al fin conoces el negocio, te sería muy fácil, yo te ayudaré.
Me propuso con cierta emoción
--No, deseo hacer algo nuevo.
Respondí agraviada.
Él no tenía idea de cuánto dinero llevaba en esa maleta deportiva aparte de dos los cambios de ropa.
Después de sugerencias, algunas tontas o descabelladas nos decidimos por dedicarnos al servicio de paquetería, un negocio muy rentable.
Nunca olvidaré cuando después de armar la empresa, darle una razón social, registrarla en Hacienda y realizar los pagos correspondientes, conseguir los permisos necesarios, nos dirigimos a una sucursal automotriz adquirimos una flotilla: 15 camionetas pequeñas y cinco tractocamiones para iniciar el negocio en Ciudad Dorada.
Mi corazón papito con más fuerza cuando antes de entrar a la sucursal me entregó un pequeño favor de billetes diciéndome:
--Estos son mis ahorros "esposa" respondiendo de inmediato; esta es su aportación "socio".
Con la prosperidad bendiciendo, en poco tiempo, el trabajo iba a en aumento, lo que dio pie que adquiriéramos más unidades.
Formando un equipo genial, él se encargaba de la contratación de los operadores bajo un estricto y riguroso proceso de selección, el personal administrativo era muy eficiente: todo iba perfecto.
Sí, en tan solo tres años éramos los put*s reyes del transporte y lo mejor me desembolvia sin la sombra de mi padre.
Al siguiente año felizmente di a luz a un bebé para completar nuestra buena ventura lo llamamos Nathan Smith Steel.
Sonrío entre dolorosas lágrimas al recordar a mi hijo y vuelvo a llorar con más fuerza.
Me levanto poco a poco recargado una de mis manos a la fría pared y la otra al contenedor de basura, mis piernas están entumidas, sigo asustada, pero decidí recuperar a mi hijo.
--¡Maldita Grace!
Pagarás caro cada una de mis lágrimas, el sufrimiento de mi hijo, lo cobraré con tu sangre.
Susurro entre dientes.
He obtenido la fuerza que senti haber perdido, mi motivación sin duda sería mi hijo y por el haría cualquier cosa.
Aprieto tanto los puños, mis manos van perdiendo su color.
Respiro profundamente, camino lento, recargándome en la sucia pared, el trayecto hacia la salida de mi escondite se me hizo tan largo, como si estuviese en un túnel oscuro, con una intensa luz al final.
Chloe fue deslizando poco a poco la cabeza, pegada al frio metal del contenedor de basura, temerosa, como si de momento alguien la tomara por sorpresa y la arrancará de su cuerpo.
Un rechinido la asusto, se pegó nuevamente al contenedor, su cuerpo no le obedeció comenzo a temblar y sus dientes a castañar por largos segundos, un leve quejido se le escapó. Respiro profundamente y agudizó el oído y nada, no se escuchó nada.
Tomó valor y se asomo, levantando la vista vio como una ventana desvencijada se balanceaba, sostenida por alambres, dos balanceos más y cayó al piso haciendo un ruido aplastante, la sorpresa le hizo cerrar los ojos.
Se obligó a calmarse, afinando la visión, distinguio el asqueroso panorama, basura esparcida por doquier, olores mezclados daban como resultado a putrefacción, le provocaron náuseas. En el lugar merodeaban moscas, moscos, ratas por todos lados.
La luz se tornó más brillante, fue necesario que cerrara los ojos de manera intermitente para acostumbrarse, no tenía idea de cuánto tiempo estuvo escondida en ese lugar.
Debía ser extremadamente cautelosa si quería salir con vida de ese lugar y recuperar a su hijo.
Al tapar momentáneamente la luz del sol con sus manos noto las marcas amoratadas de sus muñecas, instintivamente bajó la mirada a sus pies, sus tobillos le dolían de igual forma estaban morados, no llevaba zapatos.
Sus delicados y blancos pies estaban sucios, maltratados, con cortes en algunos lugares de los cuales salía sangre.
Decidió correr al lado contrario de donde escuchó que se perdieron los pasos de sus perseguidores, camino a paso veloz.
No sentía nada bajo sus pies necesitaba huir de ahí y salvar su vida.
Cruzó a través de varios callejones malolientes, alconzo a percibir el aroma de esa hierbita verde a la distancia le provocó más miedo.
Aumentó su paso un poco más.
En medio de ese callejón había un espectacular que había caído, era enorme casi del tamaño de un auto. Estaba fragmentado en varios lugares, algunas partes del cristal ya no se encontraban en su lugar, se vio reflejada en el deteniendo su carrera, se apreció por algunos instantes.
Su hermoso cabello rubio estaba enmarañado, sucio, su angelical rostro por igual, aún así sus delicados rasgos eran más que evidentes.
El azul profundo de sus ojos robaban más de un suspiro al andar.
Era alta, su voluminoso cuerpo estaba cubierto por un vestido blanco floreado, la suciedad en él distaba de verse lindo, aún así su figura resaltaba.
Profundas ojeras marcadas bajo sus ojos por no dormir bien, sumado al rimel corrido le daba un aspecto deplorable.
Sin asustarse de su reflejo ella continuó con su camino, primero lento y después corrió, lo importante es que estaba viva, libre, ella se encargaría del resto.
Corrió con más fuerza, cruzando los callejones que se hacían cada vez menos hostiles, definitivamente se dirigía a un lugar mejor.
Ya había atravesado toda la zona roja, pobre de Ciudad Dorada, en donde ella había sido la reina y nunca se había enterado que un lugar así existía.
Camino entre indigentes, ebrios y drogadictos.
A su paso encontró a unas chicas vestidas de manera provocativa, ofrecian sus servicios carnales a los transeúntes.
Casas desvencijada se veían, en su mayoría a punto de caer.
Una jauría de perros peleaban por los desechos de la basura.
Le faltaban cinco cuadras, más hacia adelante, ahí ya se observaba el flujo vehicular constante.
Su corazón volvió a acelerarse caminaba a veces corría y de vez en cuando trotaba en dirección a los autos en movimiento. Se imaginaba como si fuesen guerreros los cuáles la ayudarían a salir de aquella situación tan nefasta.
Al cruzar las callejuelas giró el rostro por instinto y alcanzó a descubrir a Frederick Roland y James, se apresuró a llegar a la contra esquina, se recargó en la pared.
Seguían tras ella, contuvo la respiración.
Venían en la calle anterior, en su dirección.
Se giró y corrió a modo de encontrarlos por detrás, antes de poder escapar los guaruras se habían dispersado.
En cualquier momento se vería rodeada, al pensar en esa idea se paralizó.
Sus voces eran escuchadas por ella con nitidez.
-- ¡Por aquí debe de estar!
Vamos, hay que buscarla por allá. Roland ordenaba, como siempre al mando.
Era su fin...!!
Sus manos le sudaban, todo el cuerpo, su cabello se veía humedecido y su fuertes latidos se veían reflejados en palpitar de su cuello.
Bam..
Bam...
Bam...
Solo eso escuchaba.
Logró ver el traje negro que vestía James, su espalda ancha y su altura era muy conocida por Chloe.
Si se girara la vería ahí, paralizada de miedo.
Su cuerpo perdió fuerza, cayó de rodillas en la banqueta apenas sostenida por sus escuálidos brazos.
-- ¡No podré recuperarte bebé!
Su voz en tono bajo salio acompañada de un doloroso suspiro y comenzó a llorar en silencio.
De repente, una cobija deshilada y maloliente la cubrió desde la cabeza hasta la cintura, una persona se sentó a su lado,
incrédula se giró a mirarla y ella le sonrió.
Era una hermosa mujer con rasgos afinados, ojos azules, le guiño un ojo.
Le acomodo una gorra tejida de lana, rápidamente le escondió el pelo en ella, jaló la olorosa cobija hasta cubrirle le cabeza cereando en el pecho, se cruzó de piernas, salpicó de vino por toda su ropa, le dio de la botella en la boca y la obligó a beber luego ella le dio un trago comenzó a cantar.
Su estridente voz llamó la atención de James que se apresuró a preguntar.
-- ¿Has visto a una chica rubia con un vestido floreado descalza y sucia por aquí?
--¡Nop! Ji, ji, ji, creo que ya ni veo.
Mmm se relambio los labios para continuar.
Enfoco a James, levantó la botella y dio un trago más, soltando un erupto seguido de un hipo.
--Ya recobré la vista bombón, si me das un besito y unas monedas que me alcancen para otra como esta hasta la busco. MMM.
La inocente señora mayor sonreía dejando a la vista su blanca dentadura.
Chloe nunca levantó la vista.
-- ¡Salud mi amor! Si estás interesado en nosotras dos te podemos dar un buen revolcón, hip... No tienes ni idea de las cositas que te podemos enseñar o hacer.
La carcajada de ambas resonó haciendo eco en el sucio callejón.
James tapó su nariz, asqueado, arrojó unos billetes y una tarjeta al lado de ellas.
-- Si la ves contáctame, la paga sería muy buena.
Dio la vuelta y continuó revisando a su paso.
Esas dos mujeres no se movieron de ahí, su salvadora sacó de entre sus ropas una botella más tomó el contenido sin despegarse.
Ambas abrazadas se dejaron caer de espaldas, su cercania le trasmitio calor.
Cloe percibió una sensación de protección de parte de su salvadora, lo que le permitió descansar, aunque fuese solo por algunas horas.
Haciendo cuentas descansaba protegida por una indigente en un callejón sucio, libre y con vida .
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