En el poblado de Cheyenne Montáis Colorado, en un viajo edificio, Lucita miraba por la ventana la capa blanca de nieve que cubría los árboles y techos del pueblo, vivía en el viejo orfanato desde que tenía tres añitos, deseando que alguien llegara por ella.
Raquel una de las pocas religiosas que habían quedado en ese lugar, siempre le daba esperanza, de que algún día llegaría alguien a buscar por ella, también a ella le preocupaba pues tenían que desocupar el edificio en menos de seis meses.
Comúnmente las familias que buscaban adoptar,
Se iban por los más pequeños, no era fácil que escogieran niños mayores de un año, además ya solo quedaban tres bebés, de de no más de once meses, eso le angustiaba mucho a la religiosa por temor a donde pudieran ubicar a la niña.
La miro como todas las mañanas observando por el ventanal, se acercó para entregarle un posillo de avena con un pedazo de bizcocho, la hizo que usara un suéter ya que la mañana estaba fresca la pequeña le sonrió sin decir ninguna palabra,
¡Anda vamos para que acompañes a los bebés! Le dijo ayudándole con el suéter.
La monja sabía que le gustaba cantarles una canción de cuna y verlos dormir, no había mucho en qué distraerla, veces jugaba con ella en el exterior, pero ese día había amanecido nevando por lo que era imposible, la acompañó hasta los cuneros, abrió las cortinas para que entrara la luz del sol.
Lucita estaba muy atareada durmiendo a los pequeños, no había escuchado que la llamaron, hasta que la religiosa llegó algo agitada con una sonrisa en su rostro….¡Anda Lucita, alguien a venido a verte! La pequeña pensó que estaba jugando, pero ante la insistencia de que se apurara la niña la siguió.
Lucita le parecía extraño que fuera precisamente a la oficina de la superioriora, pero más fue encontrar una mujer con una sonrisa como si ya la conociera,— ¡Lucita, ella es la señora Duncan!—
le dijo con alegría,—y te va a adoptar hoy mismo, para llevarte a su casa!— La niña le miró incrédula, para enseguida posar sus ojos sobre la mujer que aún le sonreía.
—¡Es verdad Lucita!— Le aseguro Greta sin dejar de ver su reacción,— Quizás quieras ir a preparar tu maleta, desde hoy vivirás en mí casa como un miembro más de mi familia,—¿Que dices, te vienes conmigo? La niña se le iluminó el rostro, miró de nuevo a la monja que le asintió para confirmar, no dijo nada mientras se dirigía a la que era su habitación.
No pasó más de 10 minutos cuando regresó con una pequeña mochila colgada, la religiosa que siempre había sido testigo del deseó que mostraba por tener una familia, sintió nostalgia pero agradeció que hubiera aparecido un ángel a tiempo, se inclinó a la altura de niña atrayéndola con un abrazo sintiéndose conforme.
Se despidió de los bebés con tristeza, fueron su compañía por unos meses, la superior entregó a Greta lo correspondiente en una carpeta ya firmada, podrían marcharse cuando ya lo decidieran….¿Lista Lucita? Preguntó Greta no queriéndola apresurarla, pero para su sorpresa la niña ya había llegado a la salida, ordenó desde lejos a su chofer para que abriera la puerta del automóvil y ayudara a subir a la pequeña.
Lucita se despidió con la mano mientras el conductor ponía en movimiento el auto, poco a poco se empezaron alejar, la niña estaba sentada junto a Greta quien la miraba con gran alegría, la había buscado desde que su madre le suplicó encontrarla, contrató un detective para que le ayudara a buscarla según el rastro que Irina madre de
Lucita había dado.
El detective comparó los ADN así fue como dio con la pequeña, de Irina no volvió a saber nada,
la única vez que supo de ella había quedado devastada por el asesinato de su esposo y la desaparición de su hija, no sabe si está con vida pero tiene la esperanza que si.
La madre de Irina había sido su gran amiga cuando eran jovenes, tuvieron una experiencia que las llevó a juntarse con un grupo de madres
que tenían hij@s desaparecidos, pero era un cancer la trata de mujeres secuestradas, ellas habían sido atacadas por secuestradores, afortunadamente Nora estaba armada fue así que le disparó a uno de los maleantes haciéndolo huir, se enteraron después que habían querido secuestrarlas.
—¡Estamos llegando! — La Interrumpió con sus pensamientos el chofer, estaban entrando a la propiedad del la hacienda la Comarca, una inmensa extensión de terreno se divisaba al acercarse a lo lejos se distinguía la enorme casa rodeada de árboles sembradíos ante una cerca de madera muy bien labrada, era un lugar increíble por su tamaño y la belleza que se divisaba ante los ojos de cualquier persona que llegaba.
Lucita quedó maravillada, nunca había visto nada tan bello como lo que sus ojos alcanzaban a distinguir, pero un chico la hizo fijar su mirada hacia el, llegó corriendo al ver su llegada dirigiéndose a su encuentro, —¡Abuela llegaste!— Caturreo un efusivo Luciano agitado por la carrera, —¡Muchacho! — ¿De donde saliste y que andabas haciendo con este frío y a esta hora? Le preguntó negando con una sonrisa, para enseguida darle un abrazo y un beso sobre su cabeza.
—¡Andaba jugando con remo! — contestó sin dejar de ver a la niña que venía con su abuela,
—¡Ven Luciano, déjame presentarte a Lucita!— ella vivirá con nosotros desde hoy, y quiero que la cuides mucho como una princesa.
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Mientras que Greta y Luciano conducían a la niña al interior de la casa, una mujer los miraba desde la ventana de su habitación con un gesto de reproche y odio, Mireya Duncan madrastra de Luciano, tomaba todas las acciones que su suegra hacía como un desafío para molestarla, desde que se casó con Jeremy nunca la había aceptado creando en la mujer un profundo odio por Greta y todas sus acciones.
Mireya entró a su habitación molesta, ahora tendrá que soportar a otra intrusa en la casa que según ella por ser la esposa del hijo de Greta le pertenecía, algo fuera de la realidad, ya que Jeremy ya había heredado los negocios de su difunto padre en la ciudad, a la cual viajaba constantemente para hacerse cargo de lo más importante,
Su asistente era un hombre de confianza desde que su padre existía, se hacía cargo de todos los negocios más importantes de la empresa familiar, mientras que Jeremy tenía que estar continuamente viajando de la Comarca hasta la gran ciudad, para atender a su familia y mantener estable la empresa.
Por lo que Greta había quedado como legítima dueña de la Comarca, y para Jeremy era lo menos que su madre podía merecer, ya que no quiso nada qué ver con los negocios familiares, dejándolo todo a él hasta que sus dos nietos ejercieran cuando cumplieron la edad necesaria y completaran sus carreras y capacitación.
Por lo tanto Greta era la que decía la última palabra de lo que se hacía o no en la hacienda, y Greta no tomaba opiniones ni parecer de nadie, más de lo que le dictaba sentido común, eso para Mireya era provocarla porque pensaba que ya estaba muy vieja para tomar decisiones, además ella era la esposa de su único hijo y creía que todo debería pasar a sus manos.
—¿Te gusta la casa Lucita?— preguntó Luciano mirándola, la niña asintió con una sonrisa sin dejar de ver a su alrededor, el chico hizo un gesto —¿Abuela ella no habla?— le volvió a preguntar ya que desde que llegó no había pronunciado ninguna palabra,— ¡Claro que habla! Respondió dirigiéndose a la niña,— ¿Verdad Lucita?…dile algo a Luciano para que te escuche y sepa que tienes voz.
¡Sí se hablar!—contestó con un gesto ofendida, Luciano sonrió al verla con ese gesto, le pareció gracioso,—¿Quieres que cuente?—Propuso la niña lista para empezar su conteo, Luciano negó de inmediato, no quería escuchar eso, le parecía aburrido, por le que propuso salir a jugar con remo su perro, un pastor alemán que les había regalado Jeremy desde que era un cachorro.
Su abuela les dijo que podían hacerlo después de que Lucita comiera algo, pues desde qué habían salido no había probado bocado, ambos asintieron, entrando a la cocina para ordenar qué le prepararan una comida ligera para que en la cena se alimentara como era debido, Luciano la acompañó hasta que terminó, yéndose después a divertirse con su mascota.
Así pasaban los días, los niños jugaban reían y corrían detrás del perro que estaba entusiasmado con la recién llegada, Lucita era cuidada como un tesoro de Luciano porque la veía indefensa, no había nada más preciado para el chico que era como una hermanita para el y sentía que su obligación era velar qué nada le sucederá.
Así volvieron a pasar los días, los meses y en poco se convirtieron en años, donde la niña empezó a ver al adolescente con otros ojos que guardaba en su corazón, el ya era un hombre de 18 y ella era una niña de 12, el dejó mucho antes los juegos las carreras tras remo, ahora se dedicaba a estudiar para reforzar su mente, pero no abandonaba a su niña pelo de fuego como le llamaba, desde la estancia siempre la vigilaba.
Pero en poco tiempo, llegó su peor dolor para ella, Luciano debía marcharse a estudiar al extranjero a seguir estudiando para en poco hacerse cargo de las empresas, Lucita estaba exhorta a despedirse de Luciano, sus lágrimas lo decían todo, Greta entendía perfectamente lo que le sucedía, pero no podía evitarlo tenía que irse era una ley que se había hecho entre la familia.
Luciano le dolía verla llorar, pero tenía que irse!
—¡Te prometo que cuando esto termine vendré por ti!—Y te llamaré y te escribiré cuando me sea posible, le dijo tomándole ambas manos,—¿Me lo prometes?—preguntó con su mirada puesta en él, —Claro, te lo prometo!— aseguró dándole un beso en la frente, para enseguida abordar el auto que guardaba por el, junto con su padre y hermano que iría hasta el aeropuerto a despedirlo.
Lucita lo vio partir, llevándose con el parte de su corazón, se quedó observando como desaparecía en la lejanía el automóvil, Greta esperó hasta que ella se volvió para mirarla, se hecho en sus brazos llorando desconsolada, la abuela solo acariciaba su espalda sin mencionar nada, no tenía nada que decirle, la quería como una nieta, y entendía lo pasaba en su corazón.
Cinco años después la abuela Greta enfermó del corazón, pero su estado no era falible, Lucita estaba cuidando de ella, Jeremy presentía que su madre ya pronto los iba a dejar, por eso no se separaban de ella, sin embargo Mireya estaba feliz su pesadilla pronto dejaría de existir se decía para ella misma, y no era necesario adivinar porque su estado de pronto se volvió crítico.
Avisaron a Luciano del estado de su abuela, pero estaba en medio de una encrucijada, pues era el final de su carrera y tenía que presentar su evaluación para viajar a Italia, la empresa estaba en pleno desarrollo de levantarse, Jeremy le sugirió no venir ya que su abuela ya no lo reconocería, además el volvería para estar presente en su presentación como el CEO de la empresa familiar.
Unos meses después Greta murió dando otro golpe a Lucita, pero su pesadilla empezó después que Jeremy tenía que viajar, Mireya mostró su verdadera careta, le quitó todos los privilegios que Greta en vida le había otorgado, la puso a dormir en una habitación donde ocupaban las mujeres del servicio, la empezó a tratar como una sirviente, la hacía cocinar y le daba fuertes tareas de limpieza que debía hacer, la mujer amenazo a todos los sirvientes, si decían algo se vengaría de cada uno, pues decía que ahora era la señora de la casa.
Jeremy volvió después de 6 meses, cuando vio que Lucita hacía las labores de la casa se indignó
con Mireya, ya estaba cansado de ella solamente la soportaba por Charles su hijo, había estado pasando desde hace un tiempo divorciarse de ella, era cruel y vanidosa, sabía que escondía una gran crueldad, y no tenía la seguridad que Charles, fuera realmente su hijo, por algo que él sabía de ella, en realidad jamás la a amo y Charles no tenía porque sufrir, porque a pesar de que no fuera su hijo el lo veía como tal.
—¿Quien te crees que eres para tratar a Lucita de esa manera?—¡Sabes que mi madre la adoptó para que formara parte de nuestra familia,— la enfrentó con el semblante consumido en ira, —¡Tu madre la dejó hacer lo que le daba la gana, es una inútil patética huérfana no entiendo porque tantos privilegios!— Además ahora soy la señora de esta casa!— ¿Tu señora de mi casa?—¡Te recuerdo que mi madre no te dejo absolutamente nada!…¡Nadie te soporta, ni siquiera tú propio hijo!—¡Si no te hubieras interpuesto en su relación con Claudia quizás te hubiera considerado!
—¡Esa es una maldita sirvienta! —no voy a permitir que mi único hijo se enredé con alguien tan poca cosa! Le contestó traspirando del coraje, Te recuerdo de dónde te saqué a ti Mireya?— ¡Además Charles ya es mayor de edad! Puede enamorarse de quien quiera, y el la eligió a ella! Le contestó tratando de ignorar sus insultos que gritaba, — ¡Jamás lo permitiré! —Contestó Mireya con el semblante trasformado en ira.
—¡Pues ya lograste sepáralos con tus calumnias, Charles quiso irse con Luciano a la ciudad no creo que te perdone! —Ya se le pasará solo es un capricho seguro solo se divertía con ella! —Jeremy solo negó ya no quería seguir discutiendo era inútil hacerla entender, tenía que volver a la ciudad, se llevaría a Charles con él, mientras Luciano llegaba de Italia.
Buscó a Lucita en la cocina lamentando encontrarla en el fregadero limpiando trastes, su madre estaría indignada,— Lucita deja eso tú eres de nuestra familia, — pero Lucita sabía que volvería a la ciudad y Mireya volvería incluso a ser más dura, no le importaba hacer eso y más, solo quería que le permitiera seguir sus estudios, y poder irse a buscar empleo a una ciudad todavía tenía dinero ahorrado del que le daba Greta no lo había gastado en nada.
—Señor Jeremy me da gusto que haya vuelto, si busca a Charles lo vi en las caballerizas! — No niña quiero que dejes eso, tú no eres sirviente, si Luciano se entera no le va a gustar nada! — Lucita al escuchar ese nombre se tensó, no sabía nada de él, seguramente se había olvidado de ella, le prometió escribirle, las señales para los teléfonos no eran muy buenas por la interferencia de las montañas del lugar, pero no había recibido ninguna carta, como le prometió.
Lo que no imaginaba la chica, era que Luciano nunca se olvidó de ella, le escribía una o dos cartas por mes, pero extrañamente no llegaban a su destino, por eso la joven siempre estaba triste, cada día pasaba al buzón de correo de llegada de la escuela con la esperanza de encontrar algo para ella, no le importaba que Mireya la tratara como sievienta y la insultara.
Pero nadie se había imaginado que Mireya cada vez que él bus del correo llegaba, ella se adelantaba para tomarlo, sacando lo que no le pertenecía, la irrespetuosa mujer sacaba del buzón lo que venía dirigido a la chica, después de leer el contenido lo quemaba con una sonrisa en su rostro, odiaba profundamente a la chica por haber recibido la atención de Greta y también de Luciano, y ahora su esposo también la defiende era intolerable para la mujer.
Se daba cuenta que su reinado como esposa de Jeremy estaba llegando a su final, sospechaba que el hombre se divorciaría de ella, pero mientras llegaba ese día, seguiría gozando de los privilegios que según ella le pertenecían.
Cuando conoció a Jeremy, ella trabajaba en un club nocturno bailando para divertir a los hombres aprovechando su juventud y belleza se daba el privilegio de pedir grandes sumas de dinero por una noche con el que pagara la cantidad que ella podía, una noche Jeremy llegó con un amigo que lo convenció de ir a tomar una copa para que se distrajera ya que el hombre se había consumido después de la muerte de su esposa.
Se permitirá un par de horas en el bar se dijo, lo necesitaba, pero apareció la mujer y lo deslumbró su belleza además tenía mucho que no tenía intimidad pagando el por una noche, pero una vez se convirtió en otra y otras más, hasta que llegó lo que no esperaba, Mireya Reynols estaba embarazada, le anunció con una prueba en mano, tuvo que hablar con su madre no quería hacer las cosas precipitadas.
—Jeremy, tu has lo que te dicte tu conciencia un hijo no es cualquiera cosa!— y si no fuiste responsable de tener protección tú debiste pensar en las posibles consecuencias, así fue como Mireya consiguió casarse con él millonario Duncan, pero desde entonces el hombre jamás la volvió a tocar como mujer, creando en la mujer más indignación he inseguridad, Jeremy a pesar de haberse casado con ella nunca le dio el lugar de señora de la casa.
Pero Mireya no sabía que Jeremy había visto otro hombre en la hacienda, saliendo rápidamente del granero, unos segundos después salió ella despeinada, y para disimular una marca que tenía en su cuello usaba un pañuelo como complemento de su vestimenta, pero Jeremy no era un estúpido, fue ese suceso que lo llevó a dudar de su paternidad, amaba a Charles como un verdadero hijo, y no le importaba que fuera o no de él.
Se dirigió a su habitación maldiciendo, tomó su teléfono para llamar a alguien, una voz de mujer contestó del otro lado de la línea,— ¡valla valla, Mireya! por fin te dignaste a llamar!— ¡Te estuve marcando y no contestaste!— No es fácil en este maldito rancho!— Contestó aún molesta,— ¡La maldita señal no funciona, hoy tuve suerte!— Solo creo que se va adelantar nuestro plan,—¡Tu has lo tuyo! Luciano según escuché no tardará en llegar a la empresa de Washington.
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