Lydia Kidman, aparte de hermosa es letal en los negocios, implacable con sus adversarios y envidiada por la competencia, siendo conocida como “La Bruja” por ellos y sus empleados qué no se salvan de las exigencias de su jefa.
A sus 29 años, ha posicionado a “Kidman Nexus Conglomerate” en la cima, con arduo trabajo y dejando el amor a un lado. Primero porque no cree en ese sentimiento, piensa que es para personas débiles y por eso su padre casi pierde la vida. Y segundo, porque no quiere distracciones en sus metas trazadas. Pero para seguir al frente de Kidman Nexus, debe cumplir con una cláusula, y es que al cumplir los treinta años debe casarse y tener un heredero.
Así que aconsejada por su padre, acepta los galanteos de Pierre Graham, inversionista y corredor de bolsa. Entablaron una relación y un año después se comprometieron.
Antonio Duarte, un joven soñador, no muy agraciado, pero muy inteligente. Es Ingeniero de software y programación, al no tener oportunidades profesionales en su país y a cargo de un hijo enfermo, debió viajar a Estados Unidos como indocumentado. Dejó en su tierra a su hijo, su madre y muchos sueños incumplidos. Al llegar a Miami, su primo Pedro Luis le ayudó consiguiendo un trabajo en “Diamond Technology” con sus documentos, ya que él sí era residente y podía trabajar. A Antonio lo asignaron a la planta de producción como soldador. Hasta que recibió una inusual propuesta de la bruja de su jefa; era eso o ser deportado y, que su primo sea encarcelado.
Así que, sin otra opción, debía aceptar.
...Querid@s lector@s...
Les doy la bienvenida a mi nueva novela “Casado con la bruja de mi jefa”. Quiero advertirles que esta novela está en EMISIÓN, lo que significa que aún NO ESTÁ TERMINADA. Subiré un capítulo diario durante tres días consecutivos, y al cuarto día descansaré. Esto es debido a que, aparte de ser escritora, tengo múltiples responsabilidades: trabajo haciendo turnos en un hospital en la unidad de cuidados intensivos neonatales, soy mamá, soy esposa, soy ama de casa, y ademas tengo muchas otras ocupaciones que requieren mi atención.
Si eres de los lectores que se desesperan porque la novela no está terminada de inmediato, te sugiero que la pongas en seguidos y la leas cuando esté completa. Para aquellos que me acompañan en esta aventura en emisión, les recuerdo que es importante que le den seguir a la novela para que el sistema les avise cuando haya un capítulo nuevo.
No olviden:
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*Premiar con flores o café.
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Agradezco su comprensión, apoyo y entusiasmo por mi novela. ¡Espero que disfruten del viaje!
La marcha nupcial empieza a sonar. Por la puerta de la catedral de San Patricio, entra del brazo de su padre la hermosa novia: Lydia Kidman “La Bruja” en un costoso vestido del famoso diseñador Marisolio San. En el altar la espera su flamante prometido; hoy, después de un año de relación, se unen en matrimonio.
La boda más esperada del jet set empresarial. Lydia Kidman, denominada “La Bruja” por sus contradictores y sus empleados por la manera en que se desempeña en la bolsa y en las subastas de empresas en bancarrota, y Pierre Graham, un afamado corredor de bolsa e inversionista canadiense.
Los invitados son de la élite norteamericana y europea. La ceremonia da inicio sin contratiempo y, en el momento que el obispo hace las preguntas de rigor, todos están expectantes.
—Pierre, ¿aceptas a Lydia como tu legítima esposa y prometes amarla y respetarla todos los días de tu vida, hasta que la muerte los separe?
—Si, acepto. —Pierre lo dice fuerte y convencido, y coloca su argolla de matrimonio en el dedo de Lydia.
—Lydia, ¿aceptas a Pierre como tu legítimo esposo y prometes amarlo y respetarlo todos los días de tu vida, hasta que la muerte los separe?
Lydia da una terrorífica carcajada, digna de su apodo “La Bruja”, que deja a todos los presentes aterrados, y un silencio quedó después para que ella responda:
—No, no acepto casarme con el señor Graham, ya que él ya tiene una esposa e hijo. Así que, como pueden ver, no nos podemos casar y me niego a ser parte de su juego de poder. —Pierre abre grandes los ojos; no puede ser que haya sido descubierto y su plan de ser parte de Kidman Nexus se haya ido al piso.
—Lydia, mi amor. ¿De qué hablas? —Pierre se hace el tonto. Pero no se imagina que Lydia tiene ahí la prueba tangible de su traición.
—Ahí está Lucero López, tu esposa. Con ella es con quien te tienes que casar. Queridos invitados, no se vayan a ir, que hoy habrá boda, pero no con ese idiota. —Unos hombres de seguridad sacan casi a rastras al ex sin darle tiempo siquiera de protestar. —Ven, Antonio, ocupa tu lugar. —De la banca de adelante se para un hombre que nadie conoce y se hace al lado de Lydia, tomándola tímidamente de la mano.
Lydia es una hermosa mujer de 29 años, y por decisión propia cerrada al amor dada la experiencia en su propio padre, el cual sufrió en manos de su madre hasta casi perder la vida por amarla tanto. Por eso lo considera un sentimiento inútil y que vuelve idiotas a las personas, haciendo que se pierdan en su esencia.
Pero para continuar al frente del conglomerado empresarial Kidman Nexus como CEO, debía estar casada, con un hijo o al menos en espera de un heredero al cumplir los treinta años. De lo contrario, la empresa pasaría a manos del hijo mayor del segundo hermano: osea, su primo Dominic.
Así que siguió el consejo de su padre de aceptar los galanteos de Graham, un importante inversionista de una de sus principales empresas, y un año después de entablar una relación, se comprometieron en matrimonio.
Pero Lydia, fiel a su apodo y a su instinto de desconfiar de todo y de todos, mandó a investigarlo con su leal mano derecha, Orlando Truman, descubriendo que el maldito tiene una doble vida con una familia en México.
—Jefa, debes casarte. De lo contrario, Dominic te quitará el liderazgo y la dirección general pasará a sus manos. Acepta casarte con Pierre Graham; al fin y al cabo, ese hombre nunca se casó con esa pobre mujer. En un año se divorcian y tú quedarás al frente del conglomerado. —Orlando aconsejaba a Lydia y eso más la indignaba.
—Me casaré, pero no con ese mequetrefe, poco hombre. Y mucho menos le daré un hijo. —De eso estaba segura Lydia, ¿pero casarse con quién? Tenía solo una semana para elegir un candidato que esté a la altura del consejo de las filiales y que además no sea un idiota como Pierre.
Juntos se dirigieron a Diamond Technology, una empresa de tecnología que hacía un mes había comprado en secreto, pues su dueño entró en bancarrota y debió venderla a un bajo precio. Ese era el rubro de Kidman Nexus: compran empresas en bancarrota, les inyectan capital y luego algunas son vendidas muy por encima de lo que se compró e invirtió, luego de posicionarlas en la bolsa de Wall Street.
Entró con la elegancia que la caracteriza y se dirigió a donde su fiel amiga Wendy, que además es su asistente personal y está ayudándole con la apertura de la empresa y Orlando siguió en su tarea de investigar al personal.
—Hola, Wen. ¿Cómo está todo por acá? —Lydia pregunta entrando a la oficina.
—Wow, pensé que estarías sin ánimos para trabajar con lo que descubrió Orlando de tu flamante prometido. Ya iba a ir a tu penthouse con un pote de helado de chocolate a llorar tus penas. —Wendy se burla de Lydia hablando con ironía; pues, ella sabe que su amiga es una mujer sin sentimientos.
—Déjate de tonterías. Jamás me verás llorando por amor; ese sentimiento, para mí, es una pérdida de tiempo. —Lydia le restó importancia al comentario de su amiga. Aunque debía trazar un plan para tener un esposo que sea manipulable.
—Lydia, hay algo más que te preocupa. ¿Qué te pasa? —Wendy la conoce muy bien.
—Necesito urgente un reemplazo para Graham. Tengo un plan para el día de la boda. Debe ser un hombre necesitado, que sea manipulable, o que tenga algo con lo que lo pueda chantajear. Que no sea conocido en el ámbito empresarial para trazarle una vida, un pasado, un estatus. ¿Pero quién? Wen, ¡tengo solo una semana! —Lydia lucía preocupada, pero más preocupada estaba Wendy con su amiga y su retorcido plan de reemplazar al prometido.
—¡Lydia, estás loca! ¿Y qué tienes planeado para tu “nuevo prometido”? —Wendy pregunta, y a la vez piensa en un posible candidato... pero nada.
—Le daré esta empresa. —Wendy casi se cae de espaldas.
En ese momento son interrumpidas por Orlando, la mano derecha de Lydia.
—Jefa, puedo pasar. —Le dice a Lydia desde la puerta. Y esta autoriza el ingreso de él. —Jefa, encontré un problema con uno de los empleados. Mire.
Le pasa una carpeta. En él están los documentos de Pedro Luis Quintero Duarte. De 28 años, con papeles de residente americano y con la green card al día.
—¿Qué problema? Yo veo todo legal. —Lydia no ve nada de irregular.
—Él no es el trabajador que hay en la zona de los soldadores. Está haciéndose pasar por su primo para poder trabajar. —Lydia se sorprende con esta revelación.
—Lo más seguro es que sea un inmigrante indocumentado. Investígalo, pero no lo reportes aún. Para mañana mismo quiero todo. —Lydia mira a Wendy con complicidad. Y Orlando sale de la oficina para cumplir con el pedido de su jefa.
—Muéstrame el tal Pedro Luis. —Le pide Wendy y Lydia le pasa la carpeta. Esta se sorprende al ver la foto del susodicho. —Ay, qué feo. Pobrecito, ¿qué tendrá? ¿Le pasaría algo? Está como maluquito de mirar.
—Nada, Wen, es feo y listo. Mejor aún. —Wendy miró con recelo a su jefa y amiga e intuyó qué era lo que pretendía.
—No me digas que ese es el candidato. ¿No podías buscarte uno más feo que ese? —Lydia la miró con mala cara y sin más salió de la oficina. Debía organizar un complot para obligar a ese hombre a firmar un contrato de matrimonio.
Al día siguiente, Lydia se dirigió a su nueva empresa y se reunió con Wendy y Orlando. Ya tenía el borrador del contrato listo y Orlando ya tenía la carpeta con toda la información del empleado.
«Antonio Duarte. 27 años. colombiano. Soltero. Ingeniero en software y programación. Desempleado. Con un hijo enfermo y agobiado por las deudas, se vio obligado a viajar ilegalmente a USA con la ayuda de un coyote en busca del sueño americano. Pero para poder trabajar, uso los documentos de identidad de su primo».
—Que interesante. Wendy, Orlando, ya conseguí mi nuevo prometido. —Wendy y Orlando, miran a Lydia con sorpresa. —Orlando, traelo a mi oficina. Ya el contrato está listo, solo falta que firme.
Lydia decide urdir un plan audaz para protegerse y cumplir con las exigencias del consejo de socios.
—Orlando, no me mires así. Ya te dije que no me pienso casar con ese mequetrefe después de lo que me investigaste. Necesito que vayas por su esposa e hijo a México y los traigas a la boda. —Orlando estaba más confundido aún.
—¿No es, pues, que no te vas a casar? —Orlando no entiende.
—No, no me pienso casar. Pero todos van a pensar que sí. Incluido Graham. —Wendy ya intuye algo de lo que va a hacer Lydia, pero Orlando no, por lo que está muy confuso. —Orlando, ¿qué esperas? Tráeme a ese indocumentado. Necesito hablar con él.
Orlando sale de la oficina, acatando las órdenes de su jefa, llendo a la planta de producción; una vez allí, se presenta ante el supervisor.
—Ingeniero Nagel, necesito que llames al operario Pedro Luis Quintero Duarte. La jefa lo requiere con urgencia. —El ingeniero rápidamente acata la orden; él sabe que Orlando es su mano derecha. Un momento después llega acompañado de Pedro Luis, o sea: Antonio.
—Señor Orlando, él es Pedro Luis. —Se lo presenta el supervisor.
—Nagel, la jefa va a requerir al operario el resto del día. Espero que autorice su ausencia. —Obviamente, el ingeniero lo autoriza, pues es la bruja de la jefa la que lo requiere.
Orlando sale de la planta con un callado Antonio y, cuando iban en el ascensor, este rompe el silencio.
—Se, señor. ¿Me dice que la jefa me necesita? —Antonio pregunta sin saber para qué es solicitado, pero su mayor temor es que haya sido descubierto, y si es así, lo más seguro es que va a ser deportado, por lo que está en un manojo de nervios.
—Sí, vamos a su oficina, la jefa necesita hablar con usted. —Orlando solo le dice eso llegando hasta el piso donde se encuentra la oficina de Lydia.
Antonio sigue a Orlando con pasos pesados, y al salir del ascensor privado siente que con cada paso su corazón se salta un latido. Orlando ni lo mira, y él está demasiado nervioso para hacer alguna otra pregunta.
Recordó el día que tuvo que salir de su país. Dejar a Anthony fue lo peor; su niño estaba enfermo y él desempleado. Y a pesar de que el gobierno le otorgó el tratamiento de las quimioterapias, le negaron injustamente una tutela para que le dieran los suplementos nutricionales y el hospedaje de él en la capital mientras su niño estaba en las terapias. Todo esto fue menguando el escaso dinero que su madre con su trabajo le daba, así que sin más opciones decidió viajar a Estados Unidos y que su primo Pedro Luis le ayudara.
—Papito, no te vayas. Mira que yo ya me voy a mejorar. —Anthony le decía. Era lo único que le quedaba de su efímero romance con una compañera de la universidad. La cual, después de que nació su niño, se lo dejó y ella se fue a vivir a España, según supo él, ya que la muy ingrata se desapareció con un puesto de trabajo en una multinacional que era para él.
—Tony, ya sabes que papá va a ir a donde el primo Pedro para que pueda ganar dinero para tus cositas. Pero él pronto volverá; solo debes ser un buen niño y hacer lo que el doctor te diga para que te sanes pronto. —Marina, la mamá de Antonio le decía a su niño hermoso para que no llorara más y dejara ir a su papá.
Ella también estaba muy triste; Antonio era un excelente hijo y le dolía en el alma todo lo que le estaba pasando. Anthony era ese rayito de luz que hace seis años había llegado a sus vidas, luego de la traición de esa mala mujer y ahora, sin poder evitarlo, se estaba apagando. El haberles dejado al bebé días después de haber nacido fue lo mejor que pudo haber hecho.
El vivir en un pueblo lejos de la capital los hacía dependientes de sus servicios médicos y aún más cuando Anthony se enfermó. Tanto que pensaron en irse a vivir allí, pero eso acarreaba dejar su tierra, su sustento y empezar de cero.
Antonio trabajaba en la administración municipal como programador, pero el cambio de alcalde lo dejó sin trabajo y, con su niño enfermo, implicaba trasladarse a la capital a sus citas médicas y tratamientos. El dinero escaseaba, por eso debió tomar una decisión.
Antonio vivía con su madre Marina y su tía Magnolia, la mamá de Pedro Luis, en la finca que era de sus abuelos. Él no tuvo padre y el esposo de Magnolia viajaba recogiendo café por toda Colombia. Tenía una prima, pero ella estaba casada y vivía en un pueblo de Antioquia. Así que prácticamente era su mamá y su tía su apoyo.
Estudió en la capital en la Universidad Tecnológica, Ingeniería en Programación de Software, gracias a una beca que se ganó por ser el mejor estudiante del instituto del pueblo. Siendo el mejor estudiante, talentoso y con un futuro brillante. Pero allí conoció a Kasandra Salazar, una inmigrante que se aprovechó de la inteligencia de Antonio para enredarlo en sus encantos y pasar fácilmente las difíciles materias. La mujer no es que fuera muy inteligente, que digamos, pero sí muy hermosa, y convenientemente enamoró a un inocente Antonio. Dos años después, ella quedó en embarazo y, aunque pensaba interrumpirlo, después pensó que era una herramienta para seguir manipulando a Antonio, ya que pronto iban a terminar la carrera y ella se debía graduar con “honores”.
Antonio estaba feliz de que iba a ser padre y le propuso matrimonio a Kasandra; esta aceptó, pero su plan ya estaba trazado. Así que se graduaron con honores, y una importante multinacional con sede en España solicitó a la universidad al mejor estudiante de su promoción para trabajar en su edificio principal. De esto se enteró Kasandra y cambió las calificaciones de ella con las de Antonio, siendo ella la elegida. No le dijo nada a él y dos semanas después de nacer el bebé, ella desapareció de sus vidas dejándole a Anthony recién nacido.
Desde esa traición, Antonio prometió no volverse a enamorar; esa mala experiencia dañó su corazón. Y se dedicó un 100% a criar a su niño con ayuda de su madre y de su tía.
Así, con el corazón chiquito, fue que Antonio viajó a Estados Unidos. Una semana de viaje, y después de días de travesía por el desierto y pasando el profundo y peligroso río Bravo, llegó a Laredo y de allí fue llevado en una camioneta hasta Miami. Dos días después llegó a donde su primo y pudo por fin comunicarse con su madre e hijo. Marina, ya tranquila de que su hijo estaba con su sobrino, le pudo poner de nuevo el niño a San Antonio, el santo de su devoción.
Dos semanas después, Antonio estaba trabajando en “Diamond Technology” con los documentos de su primo. Los rumores de que la empresa estaba en quiebra tenían a Antonio muy desanimado, y más al saber que fue adquirida por un comprador anónimo. Su primer pago se acercaba y él debía enviar dinero a su madre para los gastos de Anthony. Sorpresivamente, el pago llegó, y aunque hubo algunos despidos hechos por su nueva jefa, él siguió en su trabajo, lo cual le dio un respiro.
—Señor Duarte, llegamos. Por favor, pase. —La voz de Orlando lo sacó de sus pensamientos y entró detrás de él a una lujosa oficina.
—Pe, permiso. —Dijo apenado y dirigió la vista hacia el escritorio; allí estaba la mujer más hermosa que había visto, pero con un aura maligna. Y eso hizo que los pelitos se le erizaran, anunciando el peligro.
—Orlando, déjanos solos. —Lydia le pidió a su mano derecha, y este rápidamente obedeció. —¿Y tú qué esperas? Siéntate.
Antonio acata inmediatamente la orden y se sienta en la silla que Lydia le señalaba. Pero estaba en un solo temblor.
—Veo que estás muy nervioso. Y deberías estarlo. —En ese momento abre la carpeta. —Antonio Duarte.
Ya con que le haya dicho su nombre real, Antonio supo que estaba en problemas.
—Doctora, está equivocada. Mi nombre es Pedro Luis Quintero. —Tal como le explicó su primo, debe asegurar que ese es su nombre.
—¡No mientas! ¡Odio que me mientan!
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