La luna llena sé alzaba en lo alto del cielo cómo un recordatorio de lo que faltaba en su vida.
Ayelén se contemplaba en el espejo de bronce, alisando el vestido blanco que no había elegido, pero que la tradición del clan imponía para las recién desposadas.
La ceremonia había sido sencilla y grandiosa a la vez, toda la manada reunida bajo los árboles ancestrales, los cánticos de los ancianos, las promesas de lealtad y fecundidad que ella había repetido con la voz temblorosa, sabiendo que cada palabra pesaría sobre sus hombros durante toda la vida.
Se había casado con Darién, el alfa joven, fuerte de presencia, pero frágil en un secreto que solo ella conocería con el tiempo, su madre le había dicho, la noche anterior a la boda...
--- Eres afortunada hija, no todas las lobas tienen el honor de convertirse en luna de un alfa, es tu destino,--- dijo la madre de Ayelén
Pero la palabra destino se le clavaba como una espina, ella amaba a Darién, el alfa de su manada, al ser una omega el clan y los mayores aseguraban tener pronto descendencia del alfa que continuara con el linaje. La voz dura de su suegra que no dejaba de recordarle cuál era su deber como luna y esposa del alfa, dar un heredero lomas pronto posible.
La primera noche fue un silencio incómodo, las velas parpadeaban, el fuego crepitaba, y Darién la miraba con una tensión que no supo descifrar, era un hombre de facciones duras, ojos oscuros como la obsidiana y hombros anchos que imponían respeto en el campo de batalla.
La beso con torpeza, intento avanzar más allá y luego se apartó, con el rostro sombrío.
--- Lo siento, no puedo,--- murmuro Darién, casi inaudible.
Ayelén, con apenas diecinueve años, no entendió al principio, se quedó en la cama, mirando al techo de madera, preguntándose si había hecho algo mal, si no era lo suficientemente atractiva, si quizás lo había ofendido sin darse cuenta.
Pero los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses, y la verdad empezó a hundirse en su pecho como un peso insoportable, Darién no podía consumar el matrimonio.
No era su culpa lo veía en sus ojos, una impotencia silenciosa lo carcomía y en lugar de enfrentarla con ella, se encerraba en la furia, la trataba con frialdad, evitaba las miradas largas y cuando la suegra preguntaba en los banquetes si ya había señales de un heredero, él sonreía con una seguridad fingida que ella le helaba la sangre.
Las mujeres de la manada no eran discretas, Ayelén escuchaba susurros...
--- Ya van seis lunas y nada...---
--- Quizás no es tan fértil como aparenta,---
--- De que servirá como luna si no puede darle un hijo al alfa,---
Apretaba los dientes, tragándose las lágrimas en silencio, nadie podía imaginar que no era su vientre el que fallaba, sino el lobo de que debería amarla y protegerla. En esos momentos su consuelo y compañera de lágrimas era su loba interior Irem, solo ella la podía entender y consolar, aunque ambas estaban tristes.
Cada noche se sentaba en la cama, mirando el vacío entre ambos, soñaba con sentir lo que sus amigas describían con risas sonrojadas, la pasión ardiente de un alfa, la unión que fortalecía el vínculo de compañeros destinados, ella no tenía eso, ella tenía un matrimonio vacío, sostenido por las apariencias.
Una tarde, después de otro intento frustrado, Darién golpeo la pared con tanta fuerza que las astillas saltaron.
---¡No sirves para nada!,--- rugió con la voz rota Darién... intento acercarse, pero él se alejó como si la tocara el fuego.
--- No me mires así, no necesito tu compasión,--- dijo Darién con la mandíbula tensa.
Se encerró en su estudio, dejándola sola con el eco de sus propias lágrimas, en ese momento entendió que su vida no sería un cuento de hadas, ni siquiera un matrimonio soportable, sería una cárcel de silencio, donde su deber como luna pesaba más que su felicidad como mujer, como loba.
La suegra, una loba de ojos grises y lengua afilada, no tardo en empezar su guerra,--- Ayelén, recuerda que el deber de una luna es perpetuar la sangre del alfa, no queremos que la manada empiece a murmurar,--- decía mientras fingía amabilidad.
Cada palabra era un veneno y lo, pero era que no podía responder, no podía decir, ´´tu hijo no pede tocarme, no puede darme hijos´´, no podía traicionar ese secreto, porque hacerlo significaba exponer al alfa, arruinarlo ante la manada y si él caía, ella también.
Así que callaba, sonreía y fingía, hasta que en su interior gestarse una idea que cambiaria todo, si Darién no podía darle un heredero, quizá había otra forma de complacer a la manada, una idea que parecía prohibida, pero que pronto se volvería su única salida.
Ayelén se miró otra vez en el espejo esa noche, llevaba puesta una bata de seda roja, su tela brillante se deslizaba con cada movimiento, abrazando las curvas sin apretarlas, insinuando más de lo que muestra, corta dejando las piernas al descubierto, con un escote profundo que se ajustaba delicadamente con un lazo en la cintura, las mangas anchas y ligeras dejando entrever los brazos con elegancia. El tejido suave y frío al tacto, resaltaba la calidez de la piel, la seda juega con la luz, creando reflejos seductores que invitan a perderse en cada pliegue.
Se tocó el vientre plano, con la esperanza y el miedo latiendo juntos en la piel, ella amaba a Darién, desde que era una cachorra, saber que era su luna fue su deseo cumplido, pero ahora su realidad era otra, un alfa sin fuerza en la intimidad, una manada que exigía un heredero.
Ayelén suspiró, abrió la puerta de su habitación y bajo las escaleras su corazón latiendo a mil, cada paso que daba con decisión era un paso a su destino, un paso a su tan anhelado deseo, ser tomada por su alfa, ser reclamada, confirmar el lanzó que los une dado por la diosa luna.
La pregunta quemaba en su mente, ¿hasta dónde estaba dispuesta a llegar para sobrevivir en un mundo que no le dejaba opciones?
La luna brillaba en lo alto, testigo silencioso de una unión que ya estaba rota desde el inicio.
El estudio de Darién olía a cuero, libros viejos y humo a leña, era su refugio, el único espacio en la casa donde no se permitían las risas, ni los comentarios de la manada, allí entre papeles y libros se refugiaba de todo lo que no podía controlar.
Ayelén entró despacio, cerrando la puerta con suavidad, llevaba puesta una bata de seda roja ligera como un suspiro, su cabello castaño caía en ondas sueltas sobre los hombros y en sus ojos ámbar brillaba una mezcla de determinación y vulnerabilidad.
Darién levantó la vista de los documentos y se quedó mirándola, por un instante el alfa que siempre mostraba al mundo desapareció, dejando ver al hombre que dudaba de sí mismo.
Ella avanzó con pasos silenciosos, y al llegar al frente del escritorio, se inclinó un poco, posando la mano sobre los papeles que él intentaba leer.
--- Darién,--- murmuro Ayelén, en voz baja
Él la observó con la mandíbula tensa, se dilataron ante la cercanía, como si algo en su interior lo empujara a reaccionar, se puso de pie, rodeando el escritorio y sin pensar tomo los cordones de la bata desatándolos con brusquedad.
La tela cayó ligeramente, revelando la piel de su hombro y Darién la beso, un beso cargado de ansiedad, de deseo contenido, pero apenas duro unos segundos, de pronto se apartó, como si hubiera tocado fuego, su lobo interior rugió.
Retrocedió dos pasos, con el pecho agitado...
---¿Por qué insistes? Sabes que no puedo,--- su voz era áspera, cargada de frustración.
Ayelén lo miro con un nudo en la garganta,--- la manada exige un heredero y dicen que es mi culpa, todos me señalan, Darién, me llaman estéril, me miran con desprecio,--- su voz tembló, pero sus ojos no vacilaron.
Él apretó los puños con fuerza, los nudillos blanqueando, cerro los ojos y respiro hondo como si necesitara contener el rugido que amenazaba con salir.
-- No puedo,--- repitió Darién casi en un susurro con la vergüenza pesando en cada sílaba.
Un silencio denso se instaló entre ellos, solo el crepitar de la leña en la chimenea se atrevía a interrumpirlo.
Entonces Ayelén dio un paso al frente con la decisión marcada en el rostro,--- entonces solo queda un camino,---
Darién abrió los ojos y la miro con desconcierto, había dolor en sus facciones, pero también un atisbo de curiosidad. ---¿qué camino?,---
Ayelén se armó de valor,--- una inseminación artificial, solo tú y, yo lo sabremos,--- pronuncio cada palabra despacio como si fueran dagas lanzadas al aire.
L a idea quedo suspendida entre ellos como un eco que no se atrevía a morir.
Darién la miro incrédulo era un alfa, un líder, criado bajo tradiciones férreas, donde los hijos debían ser el fruto del vínculo carnal entre compañeros, la sola palabra inseminación era impensable en el mundo de los lobos.
---¿Estás escuchándote, Ayelén? Eso... eso es profanar la tradición,--- su voz era baja, pero temblaba de ira contenida.
Ayelén le sostuvo la mirada,--- ¿más profano que vivir un matrimonio vacío? ¿Más profano que cargar yo con la culpa de tu impotencia?,---
Darién dio un paso hacia ella fulminándola con la mirada,---¡basta!,--- bramo
Pero Ayelén no se inmutó, ya había pasado demasiado tiempo siendo la dócil luna, la esposa callada, ahora estaba acorralada y una loba acorralada podría volverse peligrosa.
--- No es ni por ti, ni por mí, es por la manada, necesitan un heredero, si lo consigo nadie volverá a señalarnos, nadie volverá a mirarme como si fuera una vergüenza,--- dijo Ayelén con firmeza
El alfa respiro con dificultad, como si cada palabra de ella fuera un golpe directo a su orgullo,---¿y de quién?, ¿de quién sería el esperma?,--- pregunto con la voz ronca.
Ayelén bajo la mirada,--- Eso no importa, nadie lo sabrá, solo necesitamos un donante... anónimo, un procedimiento discreto, para la manada el hijo será tuyo,---
Darién la miro largo rato, como si luchara consigo mismo, su rostro se endureció, pero en sus ojos brillaba el dolor de un hombre, un lobo que sabía que había perdido.
Esa noche Darién no durmió, vago por la casa, con el ceño fruncido y el alma desgarrada, se detuvo frente al espejo y golpeo el vidrio con rabia,---¡maldita sea!,---
No podía negar la verdad, su cuerpo lo traicionaba y la manada no esperaría para siempre, ya había rumores, dudas que se extendían como fuego en la pradera, si Ayelén no quedaba embarazada pronto, su liderazgo se vería cuestionado.
Y, sin embargo, la idea de que otro lobo, aunque fuera anónimo, diera su esperma para engendrar al heredero lo desgarraba por dentro.
Al día siguiente Ayelén se levantó temprano, preparo café, se vistió con una sobriedad distinta y lo espero en la sala, cuando Darién entro, con el rostro ojeroso y la mirada perdida, ella lo recibió con calma que ocultaba su nerviosismo.
--- Ya lo he arreglado,--- dijo Ayelén sin rodeos
Él la miró confundido,---¿qué has hecho?,---
--- Conozco a una doctora del clan vecino, discreta, confiable, ella puede ayudarnos, nadie sabrá la verdad,--- respondió Ayelén
Darién apretó la mandíbula,---¿y si alguien o descubre?,---
--- No lo harán, yo cargare con el secreto, yo protegeré tu nombre, Darién,--- respondió Ayelén con convicción.
Por primera vez en mucho tiempo él se sintió derrotado, la luna que había creído sumisa lo estaba guiando a un abismo donde él ya no tenía control.
Los días siguientes fueron un torbellino de nervios, Ayelén viajo en secreto, amparada en excusas de tratamientos medicinales, la doctora la recibió en una cabaña apartada, con mano firmes y mirada comprensiva.
--- He visto muchas lunas pasar por lo mismo, la manada exige hijos, pero nunca entienden que a veces los problemas no son de las lobas,--- le dijo mientras preparaba los instrumentos
Ayelén cerro los ojos mientras el procedimiento comenzaba, su corazón latía con fuerza, estaba cruzando un límite invisible, desafiando la tradición de los lobos, pero al mismo tiempo sentía que recuperaba un poco de poder sobre su destino.
Cuando termino la doctora le sonrió con suavidad,--- ahora lo demás queda en manos de la luna,---
Al volver, Darién la miro, pasaban los días en silencio, cada uno atrapado en su propio infierno, él temiendo que todo saliera a la luz, ella esperando con ansias y miedo cualquier señal de vida en su vientre.
Y entonces una mañana, mientras se vestía frente al espejo, sintió una punzada distinta en su interior, un calor, una certeza, llevo una mano a su abdomen y una sonrisa temblorosa se escapó de sus labios.
--- Lo, logre,--- susurro
´´lo logramos´´, dijo Irem su loba interna
Ayelén estaba embarazada...
Y aunque el mundo entero pensara que era el hijo del alfa, solo ella sabía que la verdad estaba escrita en la sangre de un desconocido.
Lo que aún ignoraba era que ese ´´desconocido´´ no lo era tanto y que aquel secreto transformaría su vida y la de la manada para siempre.
La primera señal fue cadi imperceptible, un ligero mareo mientras recogía las hierbas en el patio, el sol no estaba tan fuerte y, sin embargo, el calor le sofocaba como nunca antes.
Ayelen se llevó la mano a la frente, apoyándose en el muro de piedra, respiró hondo, tratando de disimular el temblor en sus manos, no quería que las sirvientas qué merodeaban cerca notarán nada extraño.
Aquella sensación la acompañó durante varios días, mareos, cansancio un malestar en las mañanas que la obligaba a permanecer más tiempo en la cama.
Una mañana, mientras se vestía frente al espejo, sintió esa punzada cálida en el vientre qué había experimentado semanas atrás, solo que más intensa, más profunda. Llevó ambas manos a su abdomen y la emoción la embargo con tanta fuerza que las lágrimas le nublaron la visión.
--- Luna bendita... es real,--- susurró Ayelen
"Claro que es real, estamos embarazadas", dijo Irem, con alegría.
Su corazón latía con fuerza desbocada, la alegría la envolvía como una llamarada, pero junto a ella venía el miedo, ese miedo espeso que le apretaba el pecho.
¿Cómo reaccionaria Darien?
¿Cómo reaccionaría la manada?
Guardo el secreto durante días, saboreando en soledad cada señal de vida, a veces se sorprendía acariciando su vientre mientras susurraba palabras que nadie más debía oír.
--- Serás fuerte, serás amado, aunque nadie sepa la verdad,--- murmuraba
En esos momentos, la tristeza se mezclaba con la esperanza, aquella criatura no había sido concebida del modo en que las tradiciones exigían, pero ya sentía un vínculo profundo, irrompible, ese hijo era suyo, su milagro, su respuesta al vacío.
Ayelen sabía que no podía ocultarlo para siempre , una tarde, cuando el sol teñia de oro las paredes del estudio, entró decidida, Darien estaba revisando informes de los centinelas, con el ceño fruncido como siempre.
--- Necesitamos hablar,--- dijo Ayelen firme
Darien levantó la vista cansado, ---otra vez?,---
No sé dejó intimidar, dio un paso al frente y colocó la mano sobre su vientre. --- Estoy embarazada, ---
El silencio se extendió, denso, eterno, Darien se quedó petrificado, como si las palabras hubieran golpeado un muro en su interior. ---¿ Qué?,--- balbuceó.
--- Lo has oído bien, la luna me bendijo,--- respondió Ayelen.
Por un instante el rostro de Darien se suavizo, como si un rayo de alivio hubiera atravesado la oscuridad, pero enseguida, la duda, el orgullo herido regresaron.
--- ¿ De verdad?,--- susurró Darien, como si temiera creerlo.
Ayelen asintió, tragando saliva,--- si, tendremos un hijo,---
En los días siguientes, la noticia se extendió como fuego en los corredores de la manada, la suegra fue la primera en reaccionar.
---¡Al fin! has cumplí tu deber,--- exclamó, estrechando a Ayelen con una fuerza que parecía cariño, sino la presión de alguien que sentía que por fin había ganado una batalla.
Ayelen sonrió débilmente, escondiendo el dolor de saber que no era su deber lo que había cumplido, sino el camino que ella misma había forjado en secreto.
La manada entera celebró, hubo banquetes, brindis y cánticos bajo la luna llena, las mujeres se acercaban a felicitarla, algunas con sinceridad, otras con esa curiosidad venenosa que busca encontrar una grieta en las murallas ajenas.
--- Ya era hora,---
----¿Ves? no estaba maldita, ---
--- El heredero está en camino, ---
Cada palabra le recordaba que, aunque todos la celebraban ahora, meses atrás habían sido los mismos que la despreciaban.
Por las noches, en la soledad de su habitación, Ayelen se abrazaba el vientre, se hablaba a sí misma, tratando de convencerse de que el secreto jamás saldría a la luz.
--- Nadie lo sabrá, nadie, este hijo será reconocido como del alfa, tendrá su apellido, su linaje, su lugar en la manada, y, yo lo protegeré con mi vida,---- decía Ayelen
Pero el miedo seguía acechando en la oscuridad, ¿y si alguien descubría la verdad? ¿Y si la manada averiguaba de donde había venido realmente aquella vida?
Se estremecía al pensarlo, la furia de Darien sería implacable, y la manada la destruiría sin miramientos.
A pesar del miedo, hubo momentos de pura felicidad, Ayelen comenzó a notar como su cuerpo cambiaba, como el vientre se redondeaba suavemente. La primera vez que sintió el leve aleteo en su interior, lloro de alegría.
Era una vida creciendo dentro de ella, una promesa de futuro.
En secreto, soñaba con el día en que sostendria a su hijo en brazos, lo imaginaba con ojos oscuros como los de Derian o quizás con los suyos, dorados como el ámbar.
--- No importa a quien te parezcas para mí serás perfecto, --- susurraba Ayelen
Pero la relación con Darien se volvió aún más tensa, al principio, él se mostraba distante, como si no supiera cómo acercarse a ella, algunas veces la observaba en silencio, con un brillo extraño en los ojos.
Una noche, mientras cenaban en la larga mesa de roble, Darien dejó caer los cubiertos con brusquedad.
---¿ Y si descubren que no es mío, --- preguntó Darien
Ayelen lo miró, con el corazón helado, --- Tú y, yo solo sabemos el secreto,--- respondió apretando
Ayelen se levantó, clavando en él una mirada firme. ---- Este hijo es lo que ambos necesitábamos, lo que la manada exigía, ---
Las semanas pasaron, y con ellas la certeza crecía, Ayelen estaba feliz, pero también más sola que nunca, la manada celebraba al heredero que venía en camino. Darien se suma en silencios cada vez más largos, y ella debía cargar el peso del secreto día y noche.
Aun así, cuando el viento de la noche rozaba las ventanas, cuando la luna iluminaba su cama y sus manos acariciaban su vientre, encontraba la paz.
--- Eres mío, pase lo que pase, eres mío, --- susurraba Ayelen, con lágrimas de amor en los ojos.
"No estás sola Ayelen, nuestro cachorro es fuerte, será nuestra alegría," decía su loba interior
"Gracias amiga", respondió Ayelen
" ¿Ayelen, crees que Darien y su lobo Finian alguna vez nos han amado?", preguntó Irem
" No lo sé amiga, nosotras si lo amamos a ellos ", respondió Ayelen.
Y en lo profundo de su corazón, ya sabía que ese hijo no solo sería su salvación, también sería la causa de una tormenta qué aún no alcanzaba a imaginar.
Ayelen, 19 años, loba omega
Darien, 26 años, lobo alfa.
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