La Hija De Mi Enemigo
El encuentro
En la mansión estaba Tiago sentado junto a su madre la cabecilla de los pájaros azules. Después de la muerte de su padre la única capaz de sustituirlo era la sanguinaria doña Lucía. En los ojos de ella brillaba una macabra felicidad mientras decidía como castigaría al jefe de los Tigres Blancos.
Lucía
Escucha bien hijo mío estas palabras. Te pido no las olvides nunca. Cuando entres al clan de los Tigres Blancos lo primero que harás es ganarte su confianza y luego le quitarás lo más sagrado para él. ¿Sabes lo que más él estima?
Tiago
No se que es lo que él más estima.
Lucía
Su hija, ese es su más presiado tesoro. Y cuando la tengas en tus manos, quiero que la mates y me traigas su cabeza como obsequio.
Los ojos de Tiago se llenaron de miedo. Su madre estaba tan llena de odio hasta el punto de querer matar a la hija de su enemigo. Pero un pájaro azul debe ser leal hasta la muerte. Y eso era algo que él no podía olvidar.
Tiago
Así lo haré, todo sea por la felicidad de mi madre. (dijo sin refutar y besó su mano)
Lucía
Ahora vete, no te quitaré más tiempo.
Tiago se fue de allí, se puso su mejor ropa dispuesto a ganarse la confianza del señor Pietro. Lo había estudiado con detenimiento, sabía que lugares frecuentaba y hasta su bebida favorita.
Después de una larga caminata finalmente llegó al bar donde Pietro solía relajarse después de un cansado día de trabajo. Religiosamente pidió su martini, mientras Tiago pensaba en la manera de acercarse a él.
Su madre le envió un mensaje y rápidamente supo lo que debía hacer. Esperó hasta que terminara su tercera copa. Los ojos se le cerraban al señor.
Tiago
Disculpe, ¿se siente bien?
Pietro
Sí, nada puede derrumbar a un tipo como yo.
Tiago
Sí, he oído hablar de usted. Un hombre muy fuerte y poderoso también.
Pietro
Entonces has escuchado bien. Ya debo irme (hizo una seña al bantender) Pon a mi cuenta lo que el chico quiera.
Salió del bar y corrí detrás de él, pero antes envié un importante mensaje de texto.
Pietro se acercaba a su auto cuando apareció un motociclista con un arma en la mano que apuntaba al gran magnate. Me dio el tiempo necesario para correr y lanzarlo al suelo, evitando que la bala le diera en el pecho. Una vez fallada su misión el hombre de negro huyó, sin dejar rastro.
Tiago
¿Se encuentra bien? (le ayudé a levantarse)
Pietro
¡Tú! (el magnate aún tenía la expresión del miedo en su rostro)
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