NovelToon NovelToon

Mi Omega Mafioso, Tu Aroma Me Lastima

Prólogo

En la oscuridad

Siempre creí que merecía lo mejor. Lo mejor de lo mejor me pertenecía por derecho propio o al menos lo que cualquier alfa promedio habría codiciado hasta la desesperación. Crecí sintiéndome dueño del mundo, pisoteando todo y a todos a mi alrededor, convencido de que nada estaba a la altura de mi magnitud. Nada… hasta ahora.

Ahora, desde este rincón frío y olvidado en una bodega que nadie recordaría en medio del desierto, me doy cuenta de lo ridículo que fui. Nunca tuve nada real, nunca poseí nada que valiera la pena y aunque tuviera la oportunidad de renacer mil veces, sé que cada vez terminaría igual vacío, hueco, desprovisto de propósito, solo y atrapado en mi propio desastre.

Escucho pasos que resuenan en la distancia. Hace días o quizá semanas —ya no sé cuántos llevo encerrado—, que el mismo sonido anuncia la llegada de la hora de comer. Una bandeja sucia aparece ante mí, con un potaje gris y un pan añejo que parece haber sobrevivido a varias estaciones. Lo miro y siento un vacío aún más profundo.

—¿Cómo está Misha? —pregunto de nuevo, insistente.

Es un reflejo automático esos hombres nos recibieron apresuradamente después de huir del galpón donde aquel omega psicópata nos mantuvo secuestrados. Todo lo que recuerdo es fuego y destrucción y una parte de mí espera con desesperación que Skylar haya sobrevivido. Pero entiendo que protegerlo jamás fue mi verdadero destino. No soy un héroe solo soy un hombre atrapado en circunstancias que no comprendía en ese momento.

—¿DÓNDE ESTÁ MISHA? —grito, perdiendo la paciencia, lanzando la bandeja contra la pared.

Siento cómo la cordura me abandona poco a poco. Cada día que paso aquí sin respuestas es más insoportable que el anterior. Solo necesito saber si Misha sigue respirando o si finalmente ha desaparecido del mundo para siempre.

Una voz pastosa, casi un gruñido, llega desde la penumbra

—El jefe aún respira, pero todavía no te llama. No te mueras aún. —

Y luego desaparece. Me quedo solo otra vez, rodeado de sombras y silencio. Un leve escozor recorre mis ojos como si algunas lágrimas quisieran brotar, pero me contengo. Llorar aquí no tiene sentido, no hay nadie que pueda ver mi debilidad, ni nadie que se apiade de mí.

Lo he perdido todo. Todo aquello por lo que alguna vez me sentí orgulloso de ser y de tener. Y aun así… un alivio inesperado me invade Misha sigue vivo. ¿Acaso me estoy volviendo loco? ¿Cómo puedo sentir alivio por la supervivencia de un omega que me ha causado tanto dolor?

Cierro los ojos e intento recordar quién soy. Soy Carter Williams, alfa de élite, CEO de una de las compañías más grandes del país y sin embargo, ahora solo soy un alfa quebrado, encerrado en una celda, esperando que el omega que trastornó mi vida me llame.

Tengo tantas preguntas que no sabría por dónde empezar. Preguntas sobre sus intenciones, sobre su pasado, sobre lo que aún no me ha revelado. Sin embargo, hay algo que no puedo ignorar, algo que me duele admitir... daría lo que no tengo por sentir otra vez su aroma.

Ese aroma a fresas y licor, tan intoxicante y adictivo, que me ata y me lastima al mismo tiempo. Que despierta un instinto que juré controlar.

—¿Dónde estás, Misha? —susurro para mí mismo—. ¿Por qué no vienes por mí?

El silencio me responde. Y en ese silencio mi corazón late con un miedo y una esperanza que no entiendo. No lo amo y no sé si alguna vez lo haré. Pero necesito saber que sigue aquí y que todavía puedo verlo respirar. Que todavía existe algo de él… antes de que todo lo que quedaba entre nosotros se pierda para siempre.

Capítulo 1

Era el día más crudo del invierno ruso cuando el omega del jefe comenzó con los síntomas de parto. Aquel muchacho con sus enigmáticos ojos violetas apenas podía mantenerse en pie con el vientre tan abultado.

Las comadronas, que ya habían anticipado lo difícil que sería el nacimiento del tercer hijo del jefe, sabían que no sería una labor sencilla. El omega apenas comía lo suficiente para seguir respirando, sobre todo después de que lo encadenaran con un grillete a la cama.

Había intentado acabar con su vida en más de una ocasión, incluso arrojándose por las escaleras con la esperanza de interrumpir el embarazo. Pero nada había funcionado, el bebé que crecía en su vientre se había aferrado a la vida con un ímpetu feroz, tanto que Alik pensaba que esa criatura ya estaba maldita desde antes de nacer.

Todos en la fortaleza conocían su origen. Aquel enigmático joven había sido el pago de la deuda de su padre. Cuando llegó no era más que un muchacho escuálido, de apenas diecinueve años. Las betas de la fortaleza sintieron una pena profunda al verlo porque todos conocían la reputación de Andrei Petrov un alfa cruel y despiadado, capaz de obtener siempre lo que deseaba.

Ese chico flacucho y aparentemente sin valor era en realidad una pieza invaluable en el retorcido juego del alfa. No por él mismo, sino por la posibilidad de engendrar un heredero con rasgos dominantes.

Andrei ya tenía dos hijos alfas, pero ninguno había nacido dominante. Aquello lo frustraba más que nada en el mundo. Había elegido con cuidado a las madres de sus cachorros, omegas dominantes con la esperanza de asegurar el resultado. Pero el destino o una cruel ironía genética se lo había negado una y otra vez.

Había desechado a las madres, aunque decidió criar a los hijos bajo su yugo, moldeándolos como futuros soldados de la mafia. Sin embargo, toda su esperanza se depositó en ese nuevo embarazo.

La familia Smirnov era conocida por portar un linaje raro y temido la capacidad de heredar el gen dominante. Andrei había tendido una trampa cuidadosamente planeada. Fingió ayudar a un integrante de la familia para después enredarlo en sus propias redes hasta crear una deuda tan grande que solo había dos salidas la muerte… o entregar un “contenedor”.

De esa manera Alik Smirnov había llegado a ese lúgubre lugar. El hijo no deseado de su familia un omega desaliñado cuyo único valor a los ojos del alfa era la posibilidad de darle un heredero dominante.

Alik intuía su destino y sabía que no tenía escapatoria. Recordaba las lágrimas de su madre cuando lo entregaron y el desprecio en los ojos de su padre quien le escupió a los pies al momento de entregarlo. El color violeta de sus ojos era la marca inconfundible de que portaba aquel gen maldito. Ese mismo que lo convertía en un objeto codiciado, capaz de dar vida a cachorros con rasgos especiales.

¿Era un don… o una maldición?

La primera noche en la fortaleza, las betas lo bañaron con flores aromáticas y ungieron su piel con cremas perfumadas. Le colocaron una bata traslúcida que no dejaba nada a la imaginación. El omega temblaba sin cesar, sus piernas se negaban a sostenerlo y cada paso lo hacía sentir más cerca del matadero.

—Oh, dorogoy, no tengas miedo. Esto terminará rápido y él se irá. Luego entraremos para limpiarte y sanar todo lo que te duela. Solo no te resistas, hará que todo sea más fácil —le susurró una de las betas, intentando transmitirle ternura.

Alik apenas asintió se limpió las lágrimas antes de entrar en la habitación. La beta, como último gesto de compasión le dio un pequeño beso en la frente antes de empujarlo suavemente hacia el interior.

Andrei Petrov no era un hombre conocido por su paciencia ni su ternura. Esas palabras ni siquiera existían en su diccionario por eso cuando vio al omega entrar a la habitación no pudo evitar soltar una carcajada. Las betas lo habían preparado como si fuese una novia, lo cual le pareció una broma porque esa noche sería todo, menos una noche de bodas.

Se levantó para observarlo mejor y no vio nada especial en él, salvo sus ojos. Lo tomó del mentón obligándolo a mirarlo.

—Omega, es tu deber darme el heredero alfa dominante que deseo. De eso depende tu vida.

Alik asintió apenas, sintió como los ojos del alfa lo devoraban. Sabía lo que iba a suceder porque era la única forma en la que se hacían los bebés que conocía, pero jamás imaginó la brutalidad con que sucedería.

Andrei lo giró sin cuidado, presionó su rostro contra la cama y rasgó la delicada bata. Alik se sintió desnudo y expuesto su cuerpo no dejaba de temblar con espasmos que apenas le permitían estar de pie, escuchó un gruñido en su espalda y luego una oleada de feromonas potentes que olían a licor de menta. Un aroma potente y corrosivo que lejos de calmarlo hicieron que sus rodillas temblaran con más fuerza.

Sentía la presión de la mano del alfa sobre su cuello obligándolo a mantener la posición, mientras su otra mano levantaba sus caderas preparándolo para la primera embestida. De esa manera sin delicadeza alguna el alfa entró en el omega provocándole un dolor tan intenso que el grito resonó en toda la habitación.

Los movimientos firmes y acompasados del alfa no cesaban y el omega sentía como era desgarrado por dentro, sus ojos nublados por las lágrimas apenas le permitían ver las siluetas que se formaban contra la pared. Escuchaba el chapoteo y el dolor que no cedía, los gemidos contenidos del alfa que sonaban como una tonada de terror.

Hasta que sintió como el bulto se iba formando en su interior causándole más dolor si eso a caso era posible, gritó desesperado tratando de zafarse del agarre del alfa, pero lo único que consiguió es que lo tomará por el cabello presionándolo con más fuerza.

De pronto el alfa lo soltó para levantarlo sin cuidado mientras el bulto seguía creciendo en su interior. Alik soltó un grito ahogado, sabía que aún faltaba mucho para que aquello terminara pero jamás imaginó que el alfa lo marcaría esa noche, Andrei enterró sus dientes con tanta fuerza que el omega sintió que le arrancaria la piel, gritó desesperado tratando de alejarse del dolor, pero no hubo caso. Lo hecho, hecho estaba.

Se desmayó del dolor, de pronto pensó... Sí tengo suerte moriré esta noche y ese fue su único consuelo.

Pero no murió. Y esa fue apenas la primera de muchas noches de brutalidad.

Las feromonas dulces de Alik —chocolate, cálidas y adictivas— excitaban a Andrei hasta provocar el anudamiento una y otra vez. No pasó mucho tiempo hasta que las betas confirmaron el embarazo.

Alik acarició su vientre entre lágrimas aferrándose a la esperanza de que como había ocurrido con otras, el alfa perdería el interés tras la concepción. Pero se equivocó.

Andrei lo siguió llamando a su habitación. Le rogó que se detuviera temiendo dañar al bebé.

—¿De verdad crees que será el único hijo que me darás? —se burló Andrei—. Contigo puedo tener veinte cachorros. Si perdemos uno… no importa.

Esas palabras sellaron la desesperanza de Alik. Decidió rendirse, dejó de comer, de luchar. Su salud se deterioró con rapidez, Intentó acabar con su sufrimiento más de una vez, pero siempre era evitado por el rápido actuar de las betas de la fortaleza.

Las betas suplicaron al alfa que lo dejara tranquilo. Temían que de continuar así perderían tanto al omega como a la criatura. Andrei, pragmático, cedió a regañadientes. Ya tendría tiempo después de usarlo de nuevo, podría engendrar muchos cachorros con ese omega.

Los meses pasaron y Alik se convirtió en una sombra. El grillete en su tobillo y la habitación sin ventanas fueron sus cadenas visibles, pero las verdaderas estaban dentro de él.

Cuando por fin comenzó el parto, estaba tan débil que apenas podía respirar. Las comadronas corrían de un lado a otro porque sabían que era cuestión de vida o muerte.

—¡Puja, Alik, puja! —gritaba la más experimentada.

Con el último aliento de fuerza, Alik lo hizo y sintió el alivio desgarrador de expulsar aquella vida de su interior.

El llanto del recién nacido llenó la habitación. Era un varón fuerte, con el cabello castaño y los mismos ojos violetas de su madre. Alik lo sostuvo un instante y sintió que algo se rompía en su interior.

—Deseo con todas mis fuerzas que seas el alfa que tu padre espera, mi niño, porque si eres omega… sufrirás el mismo destino que el mio, que terrible maldición. —Su voz se quebró.

Entregó al bebé a una comadrona. Luego se dejó caer exhausto. La hemorragia no tardó en desatarse y la sangre se escapaba sin control.

—Por favor… —susurró como un ruego y las mujeres entendieron. Lo ayudaron a encontrar su liberación, aun sabiendo que se arriesgaban a la furia del alfa.

Alik murió aquella noche con una paz que nunca tuvo en vida.

Cuando Andrei llegó y lo vio, no sintió pena. Solo lástima había sido un buen juguete, nada más.

—¿Ya hicieron la prueba? —preguntó con voz ronca.

—Sí… —respondió una comadrona, temblorosa, entregándole un papel.

Andrei lo leyó con frialdad.

Resultado: 100% probabilidad de omega dominante.

Arrugó el papel con desprecio y escupió al suelo. Pero cuando se acercó al recién nacido y lo vio… sonrió, era idéntico a Alik. Ese estúpido omega le había dejado un último regalo.

—Se llamará Mikhail. Mikhail Petrov. Será mi Misha. —sentenció.

Capítulo 2

La infancia del pequeño Mikhail no fue para nada un cuento de hadas; si acaso se le podía llamar de alguna manera lo más cercano sería un cuento de terror.

Desde el momento en que nació su vida estuvo marcada por la ausencia de afecto. Nunca conoció el calor de una madre y Andrei Petrov, su padre, se lo entregó a las betas de la fortaleza inmediatamente después del parto.

—Se harán cargo de mantenerlo vivo al menos hasta que pueda valerse por sí mismo —dijo el alfa con voz fría y cortante como el hielo ruso—. Pero les advierto si lo conscienten demasiado y lo vuelven débil yo mismo acabaré con su vida. No quiero lastres en mi familia.

Las mujeres asintieron en silencio, conocían demasiado bien la personalidad del alfa para no entender que aquello no era una amenaza vacía. La brutalidad de sus palabras se asentó como un presagio en la mente de todas ellas, y sobre todo en la de la beta mayor, la Babushka, quien a partir de ese momento se convirtió en la figura materna de Mikhail.

Así, el niño creció sin una verdadera madre y con un padre al que apenas conocería a los cinco años. Las betas de la fortaleza lo criaron con disciplina férrea, inculcándole la autosuficiencia desde los primeros pasos. El afecto era escaso y medido lo único que le ofrecía un respiro de ternura era la Babushka al acomodarlo en el duro camastro cada noche, cantándole canciones inventadas que mezclaban lo cotidiano con toques de fantasía para hacerle parecer grandioso algo que, en realidad, era insignificante.

Mikhail creció fuerte y resistente, un omega que jamás lloraba ante el dolor y que aprendió a valerse por sí mismo con rapidez. Antes de los cinco años ya sabía preparar comidas básicas y mostraba destreza con los cuchillos, un rasgo que las betas observaban con una mezcla de orgullo y preocupación.

Una tarde la Babushka recibió un aviso que hizo que su corazón se encogiera el alfa Petrov pronto visitaría la fortaleza. Ella sabía perfectamente la razón de su llegada. Andrei vendría a juzgar si aquel niño pequeño valía la pena y si su vida merecía ser preservada o eliminada.

—¿Qué pensará de él? —murmuró Babushka para sí misma, mientras miraba a Mikhail jugar en el patio con concentración absoluta—. Es solo un niño, pero hay fuego en esos ojos... Tal vez no sea el típico omega que espera ser aplastado por la vida.

Mikhail, por su parte, jugaba sin entender la agitación que crecía a su alrededor. Su mundo era pequeño y seguro, limitado a las paredes de la fortaleza y a las figuras de las betas que lo cuidaban. No necesitaba nada más ni a nadie más. La idea de un “padre” que venía a juzgarlo no tenía sentido para él su existencia hasta ese momento había sido suficiente y la llegada de Andrei solo significaba la amenaza de perder la frágil tranquilidad que había logrado construir.

—Ojalá puedas escucharme, Alik —susurró Babushka, mirando al cielo con los ojos cerrados—. Si todavía estás en algún lugar, protégenos. Protege a este pequeño. Sabemos lo que Andrei le puede hacer.

Mikhail ajeno a estas plegarias dejó de jugar cuando sintió la mano de Babushka sobre su hombro.

—Ven, mi pequeño Misha —dijo la anciana con suavidad—. Es hora de prepararte. Vendrá tu padre y debemos presentarte como corresponde.

El día de la llegada del alfa la fortaleza se convirtió en un hervidero de actividad. Todo debía estar limpio y pulcro, los pasillos se barrían hasta que no quedaba un solo rastro de polvo, las ventanas se abrían para dejar entrar la luz fría del invierno ruso y los muebles se alineaban con precisión militar.

Mikhail fue llevado a la habitación destinada a su preparación. Lo bañaron cuidadosamente retirando toda la suciedad del juego y de los días de rutina. Su cabello castaño, que había crecido desordenado como una mata salvaje fue recortado con delicadeza dejando al descubierto los rasgos finos de su rostro coronados por aquellos enormes ojos violeta que parecían capaces de atravesar a cualquiera con la mirada.

—¿Por qué tanto alboroto, Babushka? —preguntó Mikhail, frotándose los brazos—. No entiendo por qué debo cambiarme de ropa ni por qué todos corren de un lado a otro.

—Porque hoy conocerás a tu padre —respondió la mujer ajustándole la bata limpia sobre los hombros—. Y debes estar presentable. No sabemos qué esperar de Andrei, pero debemos mostrar que eres fuerte y digno de sobrevivir.

Mikhail frunció el ceño, no entendía por qué alguien que nunca antes había aparecido en su vida de repente debía decidir su valor.

—¿Mi padre? —dijo con un hilo de voz, casi un susurro—. No lo necesito. Hasta ahora he vivido bien... y no me hace falta nadie más.

Babushka suspiró con tristeza y resignación en sus ojos.

—Lo sé, mi pequeño, lo sé —dijo suavemente—. Pero a veces, aunque no queramos el mundo nos arrastra hacia cosas que debemos enfrentar. Solo confía en tu fuerza. Recuerda lo que te he enseñado no importa lo que digan o hagan, tú eres más fuerte de lo que piensas.

Mikhail asintió sin saber que aquella tarde cambiaría su vida para siempre. Afuera la nieve seguía cayendo silenciosa y fría, como un recordatorio de que en aquel mundo, la ternura y la seguridad eran lujos que pocos podían permitirse.

Y así mientras la fortaleza se preparaba para recibir al alfa más temido de Rusia, Mikhail permanecía allí, pequeño, pero firme y ajeno a lo que sus ojos violetas serían testigos.

Ajenos a la crueldad y el destino que le esperaba.

Download MangaToon APP on App Store and Google Play

novel PDF download
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play