Capítulo 1
En la ciudad de Cuernavaca, se encontraba la hacienda las ánimas que pertenecía a Don Francisco Cortina González, uno de los hacendados más importantes de la región. Su hacienda se encargaba de la producción de maíz y cebada, pero también a la crianza de ganado.
Pero la mayor riqueza de Don Francisco era su familia, su esposa María Luisa Noriega de Cortina, sus hijos Roberto y Valeria que era aún muy joven, sobre todo Valeria que era la niña de sus ojos. Como distinguidos aristócratas, tenían una casa en la capital del país, pero últimamente Don Francisco vivía en la hacienda.
—¡Don Francisco, Don Francisco!—
—¿Que sucede Juventino?—
—Los cuatreros se robaron otra vez el ganado.—
—Pero como es posible, ¿dónde está Juan? Él debería estar vigilando.—
—Le dieron un golpe en la cabeza, gracias a dios no lo mataron patrón.—
—Ve con el alcalde y avísale lo que acaba de ocurrir, deben encontrar esas cabezas de ganado cuanto antes.—daba la orden Francisco.
—¿Que pasa hermano?—preguntaba Loreto la hermana viuda de Francisco.
—Volvieron a robarse ganado Loreto, si seguimos así no tendré el dinero para cubrir el préstamo que me hizo amablemente Don Luis Pimentel. No sé si sea seguro que mi familia venga a estar conmigo en este momento.—
—Todo se resolverá hermano, ¿cuando llega tu familia?—
—En dos días, he pasado muchos meses lejos de ellos. Los extraño demasiado.—
—Deberías enviarle una carta a Don Luis para decirle que no podrás cubrir en tiempo y forma el pago del préstamo que te otorgó, además él está en Europa dudo que se rehúse a esperarte.—
—No quiero faltar a mi palabra, no me gusta abusar de su confianza. Su padre y yo éramos los mejores amigos.—
—Lo sé, la situación es complicada pero dios proveerá hermano. Por cierto ¿Haz pensado en el matrimonio de tus hijos?—
—Eso está solucionado, Roberto debe casarse con Aurora de la Torre y Mier, ese compromiso se pactó desde antes de su nacimiento.—
—¿y Valeria?—
—Ella aún es muy joven Loreto.—
—Te recuerdo que yo me casé a los dieciséis años, ella ya tiene diecisiete entre más años pasan será más difícil encontrarle un esposo.—
—Los hombres solteros son mucho mayores que ella, además es descabellado pensar en que la voy a entregar a alguien de mi edad. No hay urgencia para que mi Valeria se case.—
—Maria Luisa está de acuerdo conmigo, deberías buscarle un esposo. Además con la fortuna de tu yerno, podrá ayudarte a salir de tu situación, que sinceramente es desesperada.—
—Exageras Loreto, así que háganme el favor de que ambas olviden esa absurda idea de buscar un esposo para mi pequeña Valeria.—
Loreto era una viuda sin hijos, que vivía de la caridad de su hermano, ya que su esposo había quedado en la ruina por el juego. Pero era demasiado entrometida en la vida de sus sobrinos, ya saben la típica mujer de su época sin una vida propia y con todo el tiempo suficiente para tratar de solucionar los problemas que no le competen.
Por otro lado Francisco si estaba angustiado por su situación económica, las últimas cosechas habían sido un fracaso y con el constante robo de ganado, no podía seguir esperando un milagro, tenía que pagar todo el dinero que le había prestado Luis Pimentel, así como se había pactado.
Pero Luis en ese momento no tenía cabeza para nada más, estaba preocupado por su esposa y su hija, para su desgracia en la ciudad de París se había desatado una epidemia de cólera. Ambas estaban luchando por su vida, como todo esposo devoto y padre, no dejó ni por un solo segundo de estar al lado de ellas.
—Señor Pimentel, ya no tenemos purgantes para su esposa e hija.—
—¿Cuántos necesitan? No escatimé en gastos cubriré todo.—decía alterado.
—Es una epidemia señor, no hay suficiente. Lo siento mucho pero no podemos hacer más por ellas.—
—¿Que dice inepto?—Luis lo jaloneaba de la camisa y después le dio un golpe.
—Por favor hijo, tranquilízate. No te comportes como un salvaje.—
—Ellas no se pueden morir, ellas son mi familia. Consigan lo que necesitan, tengo todo el dinero necesario para conseguirlo, incluso para que hagan más.—Luis estaba desesperado.
A veces hay cosas que el dinero no puede comprar, una de ellas era la salud, aún más en esa época dónde no se tenía los conocimientos necesarios sobre aquella enfermedad o el tratamiento adecuado a seguir. Durante la madrugada su esposa e hija fallecieron, por instrucción del médico y seguridad de todos se ordenaba enterrar los cuerpos en fosas comunes a las afueras de la ciudad en prontitud.
Luis tenía que aceptar las disposiciones del gobierno. Él se culpaba por haberlas perdido, Luis había llevado a su familia a vivir a Paris por el conflicto que aún estaba vigente en México, ya que quería mantenerlas a salvo, aún así había perdido lo que más amaba. Se encerró en su habitación para beber por días, estaba enojado con dios y con la vida.
—Señora Gertrudis, llegó una carta para Don Luis.—
—Gracias Evelia, es de Don Francisco Cortina. No creo que mi hijo tenga la cabeza para atender a nadie, así que por favor ponla en su despacho.—
—Si señora Gertrudis.—
Gertrudis se preocupaba por su hijo, aún era joven y podría rehacer su vida, Luis había tenido un matrimonio por amor, algo que no era común en el siglo diecinueve. Luis no permitía que nadie entrara en su habitación, estaba decidido a dejarse morir para estar con su familia, mientras pasaban los días pensó que si no podía morir, entonces viviría sin sentir apego por nadie nunca más.
—Hijo, Luis te llegó otra carta de Don Francisco Cortina. Tal vez necesita algo, ¿hijo? Responde por favor.—pero no había respuesta.
Gertrudis se retiró para no atormentarlo, esperaba fervientemente que saliera adelante de su depresión, era peligroso continuar viviendo en Paris con la epidemia en puerta, pero no podía irse sin su hijo.
Días después en México en la hacienda de las ánimas, Valeria se dedicaba a bordar un vestido en compañía de su madre y su tía, aunque en realidad a ella le gustaría ayudar a su padre en el campo. Aunque no era bien visto que una señorita de sociedad trabajara, ni siquiera por ser hija del dueño.
—Valeria, ¿que estás observando?—preguntaba su madre.
—A los mozos que están cargando los víveres que enviaron para la despensa.—
—Baja la mirada, eres la hija de Don Francisco Cortina de González, no quiero que se hable de ti.—
—Perdone mamá, no fue mi intención.—
Valeria había nacido en una época donde el qué dirán, el apellido y la posición económica estaba por encima de todo. Donde la mujer no tenía voz y voto en nada, le aterraba la idea del matrimonio. La mayoría de sus amigas ya estaban por casarse, con hombres mayores y que además habían sido elegidos por sus padres. No quería que llegara ese día, ella quería tener la oportunidad de conocer antes al hombre con el que quisieran casarla, tal vez enamorarse, todo ese asunto la tenía nerviosa.
Capítulo 2
Dos meses después Francisco ya no encontraba la salida, no había cumplido con su promesa de pago a Luis, por si fuera poco la cosecha de maíz se había echado a perder por la plaga. Su única esperanza era que la cosecha de cebada se lograra.
—¿Papá cuando vamos a volver a la capital?—preguntaba Valeria.
—No lo sé aún, nuestra situación es complicada además pienso que deberíamos celebrar ya el compromiso y matrimonio de Roberto.—
—¿Se puede saber con qué dinero?—preguntó María Luisa.
—Le escribiré a Don Luis Pimentel para solicitarle otro préstamo, ya le pagué el primero que me hizo favor de hacernos.—
—Si, pero faltan los otros dos. Querido sabes que te respeto y te considero, sin embargo debemos ser realistas. La situación está peor que nunca, podemos perderlo todo y morir en la miseria, sobre todo en la vergüenza.—decía María Luisa escandalizada.
—El matrimonio de Roberto con Aurora, puede ser nuestra salvación. Ella puede ayudar a su marido a que todo esto que algún día le pertenecerá a él, prospere.—agregaba Francisco.
—Si me permite padre, mi hermano debería ayudarle con todo lo relacionado a la hacienda. Pienso que es más vergonzoso entregarle un esposo por interés, a la pobre de Aurora.—
—No te permito que hables de las cosas que no entiendes.—intervino María Luisa reprendiéndola.
—Es la verdad. Créame padre si yo pudiera le ayudaría en todo lo relacionado con el campo.—
—Valeria, eres una dama y tu única responsabilidad es convertirte en una buena esposa, darle hijos a tu esposo y aprender a llevar tu casa. Creo que tu tía Loreto tiene razón y deberíamos buscarte un esposo.—respondió su padre.
—Eso sería maravilloso, además no dudo que el hombre que te elija ayudara a tu padre con sus problemas económicos también.—decía su mamá.
—Entonces me pondrás en venta padre.—expresaba Valeria.
—Hija no lo digas así, quiero que tengas una familia, un esposo que cuide de ti.—
—Acaso planeas que tu padre te mantenga toda la vida, ¿o prefieres que te encerremos en un convento?—intervenía María Luisa
—Si me permiten, iré a mi habitación. Con permiso.—Valeria se puso de pie, tenía ganas de llorar, ya que nadie la comprendía.
Ella sabía perfectamente que cualquiera podría ser elegido para ser su esposo, tenía tanto miedo que la casarán con un hombre mayor, o con un hombre que la tratara mal. Pero no podía revelarse a la voluntad de su padre, le pedía a Dios que la ayudara a salvarse de un hombre malvado.
Mientras tanto en Paris, Luis dejaba su encierro que había durado meses. Era momento de continuar con su vida, se cortó la barba y el cabello. Se veía delgado y pálido, pero sabía que pronto recobraría sus fuerzas.
—Hijo qué alegría que ya saliste, pediré que sirvan tu desayuno.—
—Si por favor madre, a propósito ¿Que novedades hay en México?—preguntaba mientras se secaba las manos con un toalla.
—Está por terminar el conflicto con los franceses, al parecer el emperador ya perdió el apoyo, aunque aún siguen los enfrentamientos, además tienes mucha correspondencia que leer. Sobre todo del banquero y de tu administrador.—
—Terminando el desayuno me pondré a leerlas.—
—Por cierto, ¿has recibido cartas urgentes de Don Francisco Cortina? ¿Sabes si ya pagó el primer préstamo que le otorgue?—preguntaba Luis.
—Si hijo, pero el banquero le otorgo otros dos.—
—Bien, que le dé todo lo que necesite. Sabes que su hacienda al igual que las nuestras es la más importantes del país, será un placer quedarme con ella.—
—Hijo pero tú ya tienes dos, ¿para que quieres otra más?—
—Si madre, tengo dos aún así me quedaré con las ánimas, será parte de mi plan, voy a vengarme de los Cortina. Estoy seguro que Don Francisco fue el que delató a mi hermano, entregándolo al imperio como un traidor, la muerte de Genaro fue la misma que acabó con la vida de mi padre. Además nuestras haciendas son azucareras. Las del distinguido Don Francisco son de crianza de ganado, siembra de maíz.—
—Entonces le estás prestando para quedarte con sus bienes y así cobrar una venganza que tal vez sea injusta, te recuerdo que era el mejor amigo de tu padre así que dudo que él haya entregado a mi hijo al gobierno y más sabiendo que podía ser fusilado.—
—Están al borde de la ruina, esa no es mi culpa. Yo solo cobraré mi dinero, así que él resolverá con que pagarme. Es matar dos pájaros de un solo tiro.—
Gertrudis veía a su hijo totalmente cambiado, algo se había roto dentro de él. Ella no quería que se convirtiera en un hombre sin corazón, pero al parecer ya lo era. Durante el día Luis se la pasó trabajando en su despacho, por la tarde fue Gertrudis a buscarlo.
—Hijo, ¿puedo pasar?—
—Adelante, ¿en qué puedo ayudarte?—
—Solo quiero saber si vas a comer.—
—Si mamá. Sabes algo, pienso que es hora de volver a nuestro país. El conflicto está por terminar, debo estar allá para evaluar los daños. Aunque Lázaro me asegura que todo funciona bien en las haciendas.—
—Me alegra escucharlo, también quiero volver a casa. Extraño sentirme cerca de tu padre y de tu hermano.—
—Este conflicto absurdo nos arrebató más de lo que pensábamos. Me duele que mi esposa y mi hija se queden aquí solas, en esta tierra extraña pero así tiene que ser. Preparare todo para nuestro regreso a México.—
Luis debía avanzar, sabía que trabajando de nuevo en sus haciendas le ayudaría a olvidar un poco todo lo vivido. Gertrudis notaba el enorme cambio en su hijo, sus ilusiones era claro que estaban rotas. Esperaba que algún día pudiera sanar, después darse la oportunidad de tener otra familia.
Mientras tanto en México Valeria pensaba en cómo escapar de un matrimonio arreglado. No se resignaba a pensar que viviría con un hombre que no le gustara, que además la obligaría a tener intimidad y no solo eso que siempre sería su esclava. Ya que para ella casarse por un convenio era solo cerrar un buen negocio, donde ella sería la mercancía a cambio. Se sentía constantemente atormentada, Loreto la observaba desde la terraza. Ella solo quería que su hermano recuperara su fortuna y el prestigio de su apellido.
Capítulo 3
Valeria salió a comprar unos listones para adornar uno de sus vestidos para la fiesta de compromiso de su hermano, como no había dinero tenía que arreglar el mejor de todos para que se viera como nuevo. Como siempre, salía acompañada de su sirvienta Irene.
—Ves que bello color.—
—Si niña, es muy bonito. A usted todos los colores se le ven preciosos.—
—Gracias Irene, bien compraré estos para hacer que mi vestido se vea distinto. Ahorita mi padre no puede comprarnos ropa nueva.—en ese momento se encontró con Gertrudis la madre de Luis Pimentel, y con Regina Alvarado la cual era su mejor amiga.
—Valeria, qué gusto verte.—saludaba Regina
—También me da gusto verte, pensé que seguías en la capital.—Valeria observó a Gertrudis.
—¿Acaso no me recuerdas?—preguntó Gertrudis
—Si por supuesto, es la señora Gertrudis Armenta viuda de Pimentel. Pensé que vivía en Europa.—
—Si hija vivíamos, pero regresamos. Te has convertido en una jovencita muy bella, dime algo ¿ya estás comprometida?—
—No aún no, me dio mucho gusto saludarlas. Ahora me retiro, con permiso.—se despedía Valeria mientras hacía una pequeña reverencia, saliendo de la mercería.
—Es muy bonita.—expresaba Gertrudis
—Si, pero ahora que su familia está a un paso de la ruina. Será imposible que encuentre un esposo, ya que no tienen un dote que darle para su matrimonio, dice mi padre que Don Francisco está perdido.—
—Si eso lo sé de primera mano, es una lástima. Debe ser horrible vivir en la miseria, sobre todo en la vergüenza y la deshonra. Más para Don Francisco que tiene en su linaje sangre noble, mi esposo siempre dijo que cuando no hay dinero también se pierden las amistades.—
—Si, el único que va a salvarse es Roberto. Espero la hayan invitado a la fiesta de compromiso.—
—Si, si nos invitaron.—
Gertrudis sabía que la deuda que tenía don Francisco con su hijo era enorme, y que los Cortina quedarían en el olvido cuando su hijo exigiera el pago de todos los préstamos que le había otorgado. Más tarde Gertrudis regresaba a la hacienda.
—Madre, ¿dónde estabas?—preguntó Luis que en ese momento estaba leyendo.
—Salí de compras con Regina Alvarado, acaba de comprometerse con Carlos Palafox.—
—Y pensar que iba a ser tu nuera, mi hermano estaba muy enamorado de ella.—
—Si, pero era muy niña aún cuando eso ocurrió ahorita ya cumplió la mayoría de edad. ¿Sabes a quien me encontré?, a la hija de Don Francisco Cortina, estaba comprando listones. Debo enfatizar que se ha puesto muy bonita.—
—No la recuerdo mamá.—
—La vas a conocer en la fiesta de compromiso de su hermano, además tiene de donde heredar su belleza, María Luisa Noriega era la señorita más bella en la capital, incluso el hermano de tu padre la pretendió. Pero María Luisa se decidió por Don Francisco.—
—¿Aunque era mucho mayor cierto?—
—Eso no importa, ya que tu tío no tenía la fortuna que en ese tiempo tenía Don Francisco.—
—Las vueltas que da la vida, mi tío ahora tiene una hacienda algodonera y don Francisco está a un paso de la ruina. Te veo preocupada madre.—
—Si lo estoy, la hija de don Francisco no podrá casarse ahora, lo más seguro es que termine en un convento. Los hombres solo se fijan en el dote.—
—Por favor mamá, a ti qué más te da lo que suceda con esa señorita. Tal vez ahora que lo pierdan todo, se case con un panadero o un pobre diablo.—
—Solo de pensarlo se me erizan los vellos de la espalda, por otro lado, hijo estoy casi segura que Don Francisco no fue quien delató a tu hermano con el gobierno acusándolo de traidor por sus opiniones políticas ya que las compartían.—
—Tendré pruebas de ello, y te juro madre que si es culpable no descansaré hasta que desaparezca el último de su familia de esta tierra.—
Luis tenía un carácter realmente difícil, todos los peones de su hacienda y su capataz le tenían miedo. Era cruel, vengativo y despiadado, con la muerte de su familia se volvió mucho peor. En esa época todo se les permitía a los hacendados, no había derechos humanos que garantizaran la protección y la justicia de los más pobres. Más tarde Gertrudis revisaba la mantelería.
—Señora Gertrudis lo busca el padrecito.—
—Hazlo pasar Evelia.—
—Si señora.—Evelia acompañó al padre hasta el recibidor.
—Padre Marcelino que gusto tenerlo de visita en esta que es su casa.—Gertrudis besaba la mano del padre en señal de respeto.—Lamento no haberle enviado el dinero y las despensas para sus feligreses a tiempo. De inmediato haré que le carguen su carreta.—
—Gracias señora Gertrudis, dios se lo pague. Pero mi visita tiene doble propósito, pasa muchacha para que te vea la señora. Quería pedirle a usted y a su hijo si pudieran darle trabajo para esta jovencita, sus padres fueron asesinados en el camino cuando venían del norte, ella logró escapar.—intercedía el padre Marcelino.
—¿Cómo te llamas?—le preguntó Gertrudis.
—Susana, señora.—
—Te buscaré una actividad dentro de la hacienda, sin duda le servirás de mucha ayuda a Evelia en la cocina, incluso a Trinidad en la limpieza dentro de la casa.—agregó Gertrudis
—Le agradezco mucho su caridad Señora Gertrudis. En cuanto a ti jovencita pórtate bien, aquí estarás segura, tendrás techo y comida. Siempre obedece a tus patrones.—le decía el padre.
—Evelia, lleva a Susana a instalarse a uno de los cuartos del servicio, que se bañe y revísala que no tenga piojos o alguna enfermedad en la piel, dale algo de comer, después asígnale tareas, ella te ayudará.—daba la orden Gertrudis.
—Si señora.—respondió Evelia.
—¿Cómo está su hijo?—preguntaba Marcelino.
—Lo veo bien, sin embargo la tristeza en su alma no lo deja de atormentar padre.—
—Debe ser terrible perder a su familia, sobre todo haber perdido a su hija. Dile que me visite, me gustaría conversar con él.—
—Si padre se lo diré, cambiando de tema padre, usted sabe si la hija de Don Francisco está comprometida o la van a ingresar al convento.—
—Don Francisco le está consiguiendo esposo, pero como ya saben que están a punto de caer en la ruina, han rechazado tener un matrimonio con la joven. Incluso sorprende a todos que su hijo mayor se vaya a casar con la señorita Aurora de la Torre.—
—Es bien sabido que Aurora es huérfana, heredó una enorme fortuna. Que es administrada por su tío Gregorio, que es muy amigo de Don Francisco, para los de la Torre es más importante el apellido. Y eso es algo que aún conservan los Cortina.—
—Si, en la familia de Don Francisco, me refiero a sus ancestros hubo un virrey y un conde pero aún así el dinero es el que otorga el poder. Ahora si me retiro Gertrudis, dios pague con creces tu bondad y tu caridad.—
—No tiene porque agradecer padre, lo hago de corazón.—
Gertrudis estaba muy interesada en Valeria, parecía un ángel. Como mujer empatizaba con el destino que podría tener, ella siempre tuvo el deseo de tener una niña, siempre había tratado a su nuera como una hija. Sin duda ella le ayudaría a conseguir un esposo, que le ayudara a salvar a los Cortina de la ruina.
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