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El Legado Del Duque

la espesa tarquitia

La espesa humedad te golpea en la cara como una bofetada nada más cruzar el límite del campamento. El aire huele a tierra mojada, a flores extrañas y a la persistente amenaza de lo desconocido. Eres Alecxis, Duque del Imperio LUX", y a tus diecisiete años, el peso de ese título se siente más pesado que el acero que llevas puesto. Tu mirada verde escanea la selva que se extiende ante ti, un mar esmeralda salpicado de sombras traicioneras.

Tu padre, Casesio, cayó en batalla hace apenas unos meses. Un héroe para algunos, un conquistador despiadado para otros. Para ti, era simplemente tu padre. Y ahora, por derecho de nacimiento y por la voluntad del Senado, te encuentras al mando de esta expedición en las profundidades de la selva tropical de Tarquitia.

El objetivo es claro: asegurar nuevas tierras para el Imperio y encontrar recursos que puedan fortalecer nuestras tierras. Pero en tu corazón, la misión es más personal. Quieres demostrar que eres digno del legado de tu padre, aunque la idea de seguir sus pasos te provoca un nudo en el estómago.

A tu lado, Marco, tu mano derecha la persona más digna de confianza, ajusta su espada. Su rostro curtido por el sol y las cicatrices no revela ninguna emoción, pero sabes que está tan tenso como tú. "Duque Alecxis", dice con voz grave, "los exploradores han regresado. Han encontrado un lago a unas horas de camino. Parece un buen lugar para establecer un campamento base."

Asientes, sintiendo el peso del bosque sobre tu cabeza. "Que preparen a los soldados marcharemos. No quiero que nos agarre la noche aquí afuera."

Mientras los legionarios comienzan a moverse, un joven se acerca corriendo. Es Lucio, uno de los nuevos reclutas, con el rostro pálido y los ojos desorbitados. "Duque", jadea, "he oído… he oído ruidos extraños en la selva. Como… como si algo nos estuviera observando."

Marco suelta una carcajada JAHAHA. "Deben ser los monos, muchacho. O algún felino hambriento."

Pero tú no estás tan seguro. Sientes un escalofrío recorrer tu espina dorsal, una sensación de que algo, algo siniestro, acecha en las sombras. Tu instinto, afinado por años de entrenamiento y por la herencia de tu padre, te dice que Lucio tiene razón. No somos los únicos en esta selva.

"Marco", dices en voz baja, "dobla la guardia. Y que nadie se aleje del campamento. Quiero todos los sentidos alerta."

Mientras te adentras en la selva, sientes la mirada invisible clavada en tu espalda. La aventura, la conquista, todo se desvanece ante la palpable sensación de peligro. Sabes, en lo más profundo de tu ser, que esta expedición no será tan sencilla como esperabas. La Tarquitia guarda secretos, y está dispuesta a defenderlos con uñas y dientes.

El aire se vuelve aún más denso a medida que te adentras en la selva. Cada paso es una lucha contra la vegetación exuberante, contra las ramas que intentan atraparte y contra el suelo resbaladizo que amenaza con hacerte caer. El sol, apenas visible a través de las hojas, proyecta sombras grotescas que danzan a tu alrededor. A medida que avanzas, notas que el silencio del campamento ha sido reemplazado por una cacofonía de sonidos: el zumbido constante de los insectos, el chillido de aves desconocidas, el lejano rugido de algún depredador. La sensación de ser observado persiste, incluso se intensifica. Sientes una picazón en la nuca, la necesidad imperiosa de girarte y confrontar lo que sea que te esté acechando. Pero sabes que sería una locura. En la selva, la paciencia y la cautela son tus mejores armas.

Finalmente, llegas al lago que los exploradores habían descubierto. Es un espacio relativamente abierto, bañado por la tenue luz que se filtra a través de los árboles. El terreno es plano, lo suficientemente grande como para albergar un campamento decente. Sin embargo, incluso aquí, la sensación de inquietud no te abandona. Hay algo en este lugar que te pone los pelos de punta. Marco da órdenes a los legionarios, organizando el perímetro de defensa y supervisando la instalación de las tiendas. Su eficiencia y profesionalismo te tranquilizan un poco, pero no lo suficiente. Necesitas saber qué está pasando.

´Marco´, dices, ´quiero que envíes una patrulla a explorar los alrededores. Que sean discretos y observen todo. Si ven algo algún signo de peligro no se enfrenten. Solo quiero información.´ Marco asiente y da las órdenes correspondientes. Observas a los soldados desaparecer entre los árboles, tragados por la selva. El silencio vuelve a apoderarse del lago, un silencio aún más opresivo que antes. De repente, un grito rompe la quietud. Es Lucio, el joven recluta que había advertido sobre los ruidos extraños. Corres hacia él, con la espada desenvainada. Lucio está temblando, apuntando con el dedo hacia un punto en la espesura. ´Allí´, balbucea, ´lo he visto. Una sombra… algo grande, con ojos brillantes.´ Sigues la dirección de su dedo. Al principio no ves nada, solo la maraña de vegetación. Pero entonces, lo vislumbras. Un movimiento entre las hojas, un destello de luz que refleja algo… algo metálico. No es un animal. Es alguien. O algo. Te preparas para la batalla, tensando cada músculo de tu cuerpo. La selva contiene la respiración, esperando el inevitable enfrentamiento. La sombra se mueve de nuevo, y esta vez, puedes ver con claridad. Es una figura humanoide, alta y delgada, vestida con ropas hechas de hojas y fibras vegetales. Su rostro está cubierto por una máscara de hueso, adornada con plumas de colores. En su mano, empuña una lanza de madera con una punta afilada. Un guerrero de la selva. Y parece que no está solo. A su alrededor, otras figuras emergen de las sombras, armadas de manera similar. Están rodeados.

\=¿QUIENES SON USTEDES?\=

Tu pregunta resuena en el lugar, cortando el silencio como un trueno. Los guerreros de la selva no responden. Te miran con ojos fríos e implacables, sus máscaras de hueso ocultando cualquier MUECA de emoción. La tensión es palpable, casi física. Sabes que cualquier movimiento en falso podría desencadenar una batalla sangrienta.

En ese instante, sientes una punzada en la espalda. Un dolor agudo y repentino que te recorre todo el cuerpo. Te giras lentamente y ves a Marco, tu centurión de confianza, con una daga ensangrentada en la mano. Su rostro, antes un modelo de lealtad, ahora está deformado por una mueca de odio.

"Siempre fuiste un peón, Alecxis", escupe Marco con voz venenosa. "Tu padre era un tirano y tú no eres más que su heredero. Mereces morir." Morir como la rata que eres

maldito hijo de puta

La traición te golpea con más fuerza que la daga. Marco, el hombre en quien confiabas tu vida, te ha apuñalado por la espalda. Sientes la sangre caliente empapar tu armadura, mientras el dolor se vuelve insoportable.

Los guerreros de la selva avanzan, rodeándote. Ya no son una amenaza distante, sino una realidad ineludible. Entiendes que todo ha sido una trampa, una elaborada conspiración para llevarte hasta este lugar. Marco te ha entregado a tus enemigos.

"¿Por qué, Marco?", consigues articular con dificultad.

Marco se ríe con desprecio. "El oro, Alecxis. El oro y el poder. Los guerreros de la selva me han prometido riquezas inimaginables si te entrego a ellos. Serás su sacrificio, y yo seré su nuevo rey."

La revelación te llena de ira y desesperación. Estás atrapado, herido y traicionado por el hombre en quien más confiabas. Los guerreros te sujetan con fuerza, inmovilizándote. Te arrastran hacia el centro del lago , donde un altar de piedra espera su víctima.

Mientras te llevan, ves a Lucio, el joven recluta, observándote con horror. Sus ojos reflejan tu propio miedo y desesperación tu propia impotencia. Sabes que no puede hacer nada para ayudarte.

Te depositan sobre el altar. El frío de la piedra te cala hasta los huesos. Ves al chamán de la tribu, un anciano con el rostro pintado de rojo y adornado con plumas, levanta un cuchillo de obsidiana. La hoja brilla a la luz de la luna, afilada y amenazante.

Cierras los ojos, preparándote para lo peor. Tu vida, tan llena de promesas y ambiciones, está a punto de terminar en un altar de sacrificio, en medio de la selva, traicionado por tu propio amigo.

melanie

El sonido de los tambores te taladra el cerebro, un ritmo implacable que acompaña tu lenta agonía. Cada día que pasa es una tortura, tanto física como mental. Los guerreros de la selva te infligen pequeñas heridas, te privan de agua y comida, y te obligan a presenciar sus rituales macabros. hacen orgias en tu cara como burlándose aún más de la desgracia Sabes que están preparándote para el sacrificio, que tu vida será ofrecida a sus dioses en siete días. La idea te produce escalofríos, pero te niegas a ceder. Mantienes la mente despierta, buscando una forma de escapar, aunque las esperanzas se desvanecen con cada hora que pasa. Marco, el traidor, te visita a menudo. Se burla de ti, te cuenta cómo ha ascendido en la jerarquía de la tribu, cómo ahora es un hombre rico y poderoso. Su sonrisa es una puñalada en el corazón, un recordatorio constante de tu fracaso. Pero en su mirada también ves miedo, un temor latente a las consecuencias de sus actos.

El séptimo día amanece con una intensidad sofocante. El aire huele a sangre y a flores podridas. Los guerreros de la selva te desatan del poste y te arrastran hacia un altar de piedra, donde un sacerdote enmascarado te espera con un cuchillo de obsidiana. Cierras los ojos, preparándote para el final. Pero entonces, un grito de guerra rompe el silencio. Flechas llueven desde los árboles, matando a varios guerreros. Los tambores se silencian, y el caos se apodera del lago. Abres los ojos y ves a un grupo de soldados, vestidos con armaduras negras y portando armas desconocidas. Son rápidos, letales y despiadados. En cuestión de minutos, acaban con la mayoría de los guerreros de la selva.

Al frente del grupo, una mujer con el rostro pálido y el cabello rubio da órdenes con una voz firme y autoritaria. Es Melanie, líder de las fuerzas especiales del Imperio crystalia. Una ayuda inesperada que llega justo a tiempo. La batalla es breve pero sangrienta. Los guerreros de la selva no tienen ninguna posibilidad contra la tecnología y la disciplina de las fuerzas especiales. Marco intenta huir, pero es interceptado por Melanie, que lo desarma de un golpe y lo arroja al suelo. Ella se acerca a ti, con una expresión de alivio en el rostro. ´Duque Alecxis´, dice Melanie, ´estamos aquí para rescatarlo.´confundido, y queriendo saber que hacen ellos aquí y ¿porque?Asientes, sintiendo la adrenalina recorrer tu cuerpo. Pero antes de que puedas decir nada, ves a Marco levantar la vista, suplicando por su vida. La rabia te invade, un torbellino de odio y venganza.

´\=Déjame vivo a Marco\=

, maldito bastardo´, gritas con todas tus fuerzas. Melanie te mira, dudando. Pero al final, asiente. Sabe que tienes derecho a la venganza. Los soldados arrastran a Marco hasta tus pies. Está temblando, con los ojos llenos de terror. Ahora es tu turno de sonreír. El infierno para Marco, acaba de empezar.

La hoja afilada desciende, el acero que corta el aire con precisión letal. La cabeza de Marco rueda por el suelo, los ojos aún abiertos, fijos en un terror que ya no puede sentir. La venganza es un trago amargo, pero necesario. El silencio que sigue al golpe es casi tan ensordecedor como los tambores de la selva.

Entre los rostros familiares de los legionarios, ves a Lucio, lastimado herido sucio pero vivo. Una oleada de alivio te invade. Le das una palmada en el hombro, agradecido de tener al menos un rostro conocido en este mar de traición.

Te diriges a Melanie, la líder de las fuerzas de crystalia, cuya presencia aquí es tan inesperada como bienvenida. "¿Qué haces aquí, ? Nuestros reinos siempre han sido enemigos."

Melanie te mira con esos ojos fríos, pero en ellos detectas una sinceridad inusual. "Recibí información... de que ibas a ser traicionado. Fui la única en mi reino que consideró que tu vida valía el riesgo. Tu rey (ashoca) .... me ha compensado generosamente mi intervención." Su mirada se endurece ligeramente. "Pero no confundas esto con amistad, Alecxis. Simplemente saldé una deuda." que tenía con tu rey

por cierto\= dime melanie.

Asientes ante las palabras de Melanie, la diplomacia no es tu fuerte, especialmente después de todo lo que has vivido. ´Entiendo. Pero agradezco tu ayuda, . Sin ti, estaría alimentando a los gusanos ahora mismo.´ Observas el lago, los cuerpos de los guerreros de la selva esparcidos por todas partes. El olor a sangre y muerte impregna el aire. ´Necesitamos reagruparnos y volver a dux

Esta expedición ha sido un fracaso costoso.´ Le ordenas a un soldado que ves por allí .que prepare a los legionarios para la marcha. Notas una tensión palpable entre tus hombres y los soldados de crystalia, dos fuerzas que normalmente estarían enfrentadas en el campo de batalla, ahora unidas por un pacto frágil. Mientras te preparas para partir, Lucio se acerca a ti, con el rostro sombrío. ´Duque Alecxis, encontré algo que creo que debería ver.´ Te lleva a una de las chozas de los guerreros de la selva. Dentro, en un rincón oscuro, descubre un altar improvisado. Sobre él, hay un mapa tallado en un trozo de corteza.

El mapa muestra la región circundante, pero con un detalle sorprendente. Señala un lugar en lo profundo de la selva, un lugar que no aparece en ninguno de los mapas habidos y por haber. Un lugar marcado con un símbolo extraño, un círculo con una espiral en su interior. Lucio te mira con preocupación. ´Los guerreros de la selva protegían esto, Duque. Creo que podría ser importante.´ La curiosidad te pica.

A pesar de las advertencias de Melanie y la necesidad de regresar a Dux , sientes que no puedes ignorar este descubrimiento. La selva de Tarquitia guarda secretos, y este mapa parece ser la llave de uno de ellos. ´Melanie´, dices, volviéndote hacia ella ´cambiamos de planes. Vamos a investigar esto.´

un lugar en la selva

Melanie levanta una ceja, visiblemente contrariada. ´¿Estás seguro, Alecxis? lux tu hogar te espera, y esta selva ya te ha demostrado lo peligrosa que es.´ Insistes, tu voz firme y decidida. ´Lo sé, pero este mapa... siento que es importante. Si los guerreros de la selva lo protegían, debe haber una razón.

Además, mis hombres necesitan una victoria, algo que justifique las pérdidas que hemos sufrido.´ Melanie suspira, cediendo a tu obstinación. ´Está bien. Pero establece tus límites, Duque. No voy a arriesgar a mis hombres por una búsqueda sin sentido.´ Asientes, agradecido por su apoyo a regañadientes. Le ordenas a Lucio que guíe a la expedición hacia el lugar marcado en el mapa. La marcha se adentra aún más en la selva, la vegetación se vuelve más densa y el aire más húmedo y opresivo.

Cada paso es una lucha contra la maleza y el barro. Los legionarios, acostumbrados a los caminos pavimentados de lux, se quejan en voz baja, pero obedecen tus órdenes sin rechistar. A medida que avanzan, notas que la selva parece observarlos. Los sonidos de animales se desvanecen, y un silencio inquietante se instala a su alrededor. Lucio se detiene de repente, señalando hacia un claro que se abre ante ellos. ´Ahí está, Duque.

El lugar del mapa.´ Al llegar al claro, ves que en el centro se alza una estructura imponente: una pirámide de piedra cubierta de enredaderas y musgo. La pirámide está construida con una precisión asombrosa, las piedras encajan perfectamente entre sí, como si hubieran sido cortadas por una mano divina. En la cima de la pirámide, el mismo símbolo que aparecía en el mapa, el círculo con la espiral, está tallado en la piedra. Un aura de misterio y poder emana de la estructura, atrayéndote como una polilla a la llama. Sabes que este lugar guarda secretos ancestrales, secretos que podrían cambiar el destino de tu imperio... o destruirte por completo.

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