Gael Moreira estaba desesperado porque su hijo no llegaba.
¿Dónde se habrá metido este bueno para nada?
Elena Yañez, su esposa, le reclamó:
¿Por qué hablas así de tu hijo?, él está con sus amigos, aún está en edad de divertirse.
Pero, ¿qué dices mujer? Él debería estar conmigo en la empresa, ¿qué no ves que será el próximo CEO? Debería estar aprendiendo todo el proceso.
Debes de tenerle paciencia, solo tiene 25 años.
Sí, pero no le pagué una carrera en una de las mejores universidades de la ciudad para que esté "divirtiéndose" con sus amigos, Gael recalcó la palabra.
Amor, recuerda que tú también tuviste su edad y te gustaba divertirte con tus amigos.
Pero yo era muy responsable con las cosas del trabajo.
Cuando José Augusto entró a la casa su padre lo recibió con un regaño.
Vaya, hasta que apareces, ¿por qué no has ido a la empresa?, ¿qué no te das cuenta que yo ya estoy viejo? Necesito que te hagas cargo.
Lo sé, papá, perdón.
Hijo, entiende que no estudiaste para andar de vago con tus amigos. Dime si quieres ser el CEO de una vez, si no para buscar a otro, tal vez tu primo Heliodoro quiera reemplazarme. Ya ves que él es muy aplicado y no he tenido queja de él en un año que lleva en la empresa como mi asistente. Lugar que tú no has querido ocupar.
Ya, papá, no te azotes, yo ya estoy listo para ocupar tu lugar, solo que yo no quiero a Helio como mi asistente. Necesitaré a una chica.
Eso lo veremos más tarde, mañana te presentas temprano para presentarte a todo el personal. Además, necesitas ponerte al corriente con el manejo de todo.
Sí, papá.
Ah, y otra cosa, necesitarás una esposa. No puedes ser el CEO sin una.
Pero papá, yo no me quiero casar. No quiero decir que en un futuro no lo haga, pero por el momento, prefiero estar solo.
Pues ese es el futuro, tienes un año exactamente para casarte. De otra manera, tu lugar lo ocupará Heliodoro. Luego, antes de irse a su cuarto dijo: solo un año.
José Augusto se fue a su cuarto, no dejaba de pensar en lo que acababa de hablar con su padre.
"En buen lío estoy metido. ¿Dónde voy a conseguir una esposa?, si no tengo ni siquiera una novia", se dijo ya a solas en su cuarto.
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En una colonia no muy alejada de la colonia donde vivía José Augusto una pareja de novios paseaban muy enamorados por el parque.
Graciela, mi amor, no sabes lo feliz que me haces. Tu compañía me transporta al cielo, eres encantadora.
Graciela, "Chela" como le decían sus amigos más cercanos era una chica muy bonita, tenía muchos pretendientes, pero ella solo tenía ojos para Erick, su novio.
Tú también lo eres todo para mí. Sueño con el día en que podamos casarnos.
Ya lo sé, amor, pero por el momento eso no puede ser, aún no hemos ahorrado lo suficiente, dijo Erick con la desesperanza reflejada en su rostro.
Sí, amor, pero juntos podemos lograrlo. Entre los dos podemos formar un imperio, todo es cuestión de que nos propongamos. Lo demás vendrá solo.
Sé que tienes muy buenas intenciones, pero con eso no se come. Tal vez mis palabras te hieran, pero hay que ver la realidad, dinero es lo que nosotros necesitamos para poder casarnos.
Está bien, dijo Graciela, pero ¿cuánto tiempo crees que podamos seguir así? Yo te amo, pero tampoco te puedo esperar toda la vida. Y no es que me importe tanto el dinero, yo lo único que quiero es vivir a tu lado por el resto mi vida. Y eso solamente será cuando nos casemos. Ahora llévame a mi casa.
Erick ya no dijo nada, acompañó a Graciela a su casa y después se fue a la suya.
Nadie sabía que el destino estaba tejiendo sus propios hilos.
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Al día siguiente, muy temprano, José Augusto, acompañado de su padre, llegó a la empresa.
Cuando iba a dar la vuelta por el pasillo tropezó con una chica muy hermosa.
¿Tú eres?...
Soy Graciela Carrillo, vengo por el anuncio de trabajo.
Tanto José Augusto como Gael quedaron impresionados por la chica.
Mucho gusto, señorita, si gusta pasar a mi despacho en unos minutos la atenderé, dijo Gael muy amable, señalándole el despacho con una mano.
Entonces volteó a ver a su hijo con una mirada muy significativa.
Papá, ya sé lo que estás pensando, pero en este momento no tengo cabeza para nada y permite que sea yo el que decida con quién voy a casarme, ¿de acuerdo?
Está bien, hijo, pero no he dicho absolutamente nada.
Ay papá, como si no te conociera, con la mirada me lo dices todo.
Vaya, veo que sí me conoces bien. Pero esa chica es muy hermosa, y tal vez sea la apropiada para que sea tu esposa.
Está bien, veo que no cejas en tu empeño de verme casado. Trataré a esa chica, pero no te aseguro nada.
De acuerdo, dijo el padre, piensa en tu futuro. Serás feliz, te lo aseguro.
Ahora resulta que también eres adivino, dijo José Augusto con una mueca de ironía.
No, pero esa chica me da buena espina.
Bueno, te espero en la sala de juntas, mientras atiendes a Graciela.
Está bien, hijo, solo dame unos minutos.
Cinco minutos después, Gael entró a la sala de juntas con Graciela.
Pero, ¿qué es esto, padre?, dijo José Augusto indignado.
La señorita Graciela desde hoy trabaja aquí.
Ok, dijo José Augusto dando un gran suspiro. Sabía que nunca podría ganarle a su padre.
Poco después, ante una sala concurrida, Gael tomó la palabra:
Les quiero presentar a mi hijo, José Augusto, él será mi reemplazo en un año, es hora de que vaya a viajar con mi esposa. Desde hoy, él será parte de esta empresa, cualquier duda o aclaración diríjanse a él. Solo les pido el mayor respeto hacia su persona.
Toda la sala aplaudió, menos Heliodoro; en el fondo de su ser esperaba ser el próximo CEO.
Así que no se quedó callado.
Eso no me parece justo, yo he estado aquí todo el tiempo, mientras que él, dijo señalando a Augusto, no ha estado nunca ni en los peores momentos. ¿Por qué será él y no yo el próximo CEO?
Porque así lo he decidido, la empresa es mía y yo pongo al que a mí se me dé la gana. Y con más razón si se trata de mi hijo. Si no estás conforme pasa a RH por tu liquidación.
Diciendo eso se levantó; la junta ha terminado.
Uno a uno fueron abandonando la sala de juntas.
Señorita, Graciela, espere un momento, por favor, dijo Gael esperando que todos salieran.
Al final, Heliodoro se quedó parado mirando atentamente a José Augusto y Gael.
¿Necesitas algo Heliodoro?, preguntó Gael al ver que no se movía de su lugar.
No, señor. Con permiso, dijo y se fue.
Graciela, permite que te tutee, mi hijo será tu jefe desde hoy.
Graciela Carrillo, ¿verdad?, muy bien, yo soy José Augusto, mi padre me ha presentado.
Gracias por haberme contratado, la verdad es que necesito mucho el trabajo.
Bueno, con permiso, los dejo solos para que se pongan de acuerdo, iré a casa, Gael se retiró con una sonrisa en sus labios esperando que congeniaran los dos chicos.
José Augusto guio a Graciela hasta su despacho el que iba a ocupar en adelante.
Pero contrario a lo que José Augusto hubiera esperado, Graciela tomó la palabra.
Mire, yo estoy dispuesta a aceptar todo lo que usted me ordene, pero no espere que le rinda pleitesía solo porque es el hijo del dueño.
Pero, ¿por qué dices eso? Háblame de tú, ¿quieres?
No puedo hablarle de tú porque es mi jefe y lo que dije fue porque escuché a Heliodoro hablar; yo también pienso que fue una injusticia que no lo hayan puesto a él como CEO, claro que no lo conozco, pero por sus palabras sé que él ha estado aquí todo el tiempo mientras que usted sabe Dios dónde ha andado. Y, bueno, a mí no me interesa porque no soy ni la dueña ni nada, solamente soy una empleada que acaba de entrar. Discúlpeme, pero tenía que decirle esto.
Vaya, vaya, por lo que veo empezamos el día con el pie izquierdo. ¿Tienes algún problema, Graciela? Ni siquiera me conoces y ya me estás prejuzgando. Te recuerdo que yo soy el jefe ahora y no voy a permitir que ningún empleado se me insubordine y menos una chica que acaba de empezar. Te voy a poner a prueba a ver en qué área te puedes manejar bien.
Eneguida le habló a Katy, la secretaria de su padre.
Katy, te voy a dejar a Graciela para que la instruyas en todo lo que tú haces, ella desde hoy es mi asistente, pero no te preocupes, tu lugar seguirá intacto.
Sí, señor, lo que usted ordene.
Ven conmigo, le dijo Katy a Graciela.
Las demás compañeras observaron la escena y todos coincidieron en algo.
Pobre chica no sabe lo que le espera con esa Katy como instructora, dijo uno de los compañeros.
Otra dijo: ay sí, esa Katy es como un cadillo en "salva sea la parte", jajaja.
¿Qué tanto murmuran?, dijo la aludida.
Nada, tú continúa con lo tuyo.
Continúen con su trabajo, dijo Katy de manera autoritaria. Ella era la asistente de Gael Moreira y la encargada de contratar o despedir personal si así fuera necesario. El mismo Moreira le había dado poder en ese aspecto.
A ver cómo le iba con el nuevo CEO.
Necesitas estar al pendiente de todo lo que necesite don Augusto, porque aquí la atención es lo más importante. Tienes que estar pendiente de todo lo que necesite, no sabemos qué carácter vaya a tener.
¿Voy a ser su asistente o su criada?, porque no estoy dispuesta a ser la criada de nadie.
Katy levantó las cejas en señal de extrañeza.
¿Qué te pasa, Graciela? ¿Tú crees que con esa actitud puedes ser contratada en esta empresa?
Pues ya ves, el mismo Gael Moreira fue el que me contrató.
Eso no quiere decir absolutamente, nada, yo soy la encargada de aceptar o no a cualquier empleado, dijo Katy con aires de suficiencia.
Me imagino que después de que don Gael Moreira se retire te retirarás tú también, porque ahora el nuevo CEO será su hijo y yo soy su asistente, dijo Graciela con una sonrisa en sus labios. La sola idea de poner mal a Katy le alegró ese día.
Sin más incidentes, Katy le enseñó todo el trabajo que hacía una asistente. Solo que Katy no tenía ningún tacto con Graciela, casi le ordenó todo lo que tenía que hacer.
Al final del día, Graciela se sentía muy agotada porque en ningún momento Katy dejó de darle órdenes.
Es todo, puedes irte a tu casa y recuerda ser puntual mañana, si llegas aunque sea un segundo tarde se te regresará a tu casa.
Graciela le hizo una seña con la mano poniéndosela en la cabeza, como si dijera "sí patrona".
Graciela iba rumbo a la salida del edificio cuando, de pronto, José Augusto le llamó.
Espera, Graciela, te llevaré a tu casa.
Ella se puso a la defensiva, no es necesario puedo tomar un camión.
No seas necia y sígueme, he dicho que te llevaré a tu casa, José Augusto empezaba a cansarse de la actitud de Graciela.
"No creo que esta sea la mujer ideal para mí, parece una gata enjaulada", dijo José Augusto para sus adentros.
Al llegar a unas cuadras de la de la casa de Augusto, Graciela le dijo que ahí la dejara en la esquina. Por nada del mundo quería que él supiera dónde vivía. Y tampoco quería que su novio la viera bajar del auto de otro hombre que no fuera él.
Desgraciadamente, Erick alcanzó a verla que bajaba de la camioneta, ya que él venía de comprar algunos víveres para su familia.
En cuanto ella bajó del auto se acercó.
¿Quién es este tipo y por qué bajas de su coche?, Erick estaba sumamente molesto.
José Augusto, al ver la situación se bajó del coche.
Buenas tardes, soy José Augusto el CEO de la empresa donde trabaja Graciela. Y usted es...
Su novio, dijo Erick por toda respuesta.
¿Mi novio? Discúlpeme, pero yo no soy homosexual.
No se haga el gracioso que no le queda, soy el novio de Graciela.
Perdón, solo fue un chascarrillo para romper el hielo. Bueno, me voy, te espero mañana a las 9, dijo José Augusto volteando a ver a Graciela.
José Augusto arrancó el coche y se perdió en la lejanía.
Pero, ¿qué te traes Graciela?, el primer día que entras a trabajar y ya vienes acompañada de tu jefe. ¿Qué significa esto?
Tranquilo, amor, no significa nada, simplemente que me quiso dar un ride, es todo. No inventes historias en tu cabeza.
Por supuesto que no son historias. Es, simplemente, lo que estoy viendo.
Aún así no es nada de otro mundo, simplemente fue una cortesía del patrón, dijo Graciela para su defensa.
Pues será el sereno, pero espero que sea la primera y última vez que te subes al coche de un hombre sea quien sea.
Cálmate, amor. Tampoco te pongas así, no soy tu esclava ni eres mi guardián. Somos novios, eso sí, pero de ninguna manera quieras hacer de mí un pelele, dijo Graciela tratando de no explotar de coraje.
Y sin decir agua va se metió a su casa sin darle un beso a Erick.
Al día siguiente, Graciela llegó puntual. Puso la cafetera, aseó su lugar de trabajo, para cuando llegaron todos incluyendo a la señora de la limpieza, ella ya estaba trabajando.
José Augusto saludó, y sonrió con beneplácito al ver a Graciela su hermoso rostro y su figura contrastaban con la figura de Katy, que llegó una hora tarde.
Katy, de figura un poco pasada de peso, puso cara de asombro cuando vio que Graciela hacía su trabajo sin ayuda de nadie.
¿Qué estás haciendo?, dijo, entrando a la oficina de Graciela, separada por una pequeña puerta del despacho de José Augusto.
¿Qué parece que estoy haciendo?, trabajando.
¿Por qué no me esperaste?, dijo Katy exagerando sus facciones que ya de por sí se veía un poco exagerada de la cara.
Graciela sintió ganas de reír al verle la cara, pero se contuvo. Luego, checó su reloj, llegaste una hora tarde, no voy a esperar a ver a que hora te da la gana venir. Además, como asistente del CEO, estoy capacitada para regresarte a tu casa. Así que andando. Tienes dos días de descanso. El viernes llegas puntual o te regreso otros dos días más, ah, y será sin goce de sueldo.
Katy abrió mucho los ojos, jamás imaginó que una mujer que tenía solo dos días de ingresada le hablara de esa manera, y menos que la regresara a su casa.
¿Acaso te has vuelto loca?, tú no eres nadie para hablarme así. No puedes disponer de mi tiempo como si fueras la dueña, dijo Katy, quien echaba lumbre por los ojos.
Soy la asistente del CEO, ¿no es suficiente?, dijo Graciela sin inmutarse. De verdad que estaba disfrutando de ese momento.
José Augusto salió de su despacho al escuchar la discusión entre ambas mujeres.
¿Qué está pasando aquí?, dijo con la mayor calma posible.
Esta mujer que se toma atribuciones que no le corresponden, dijo Katy, quien ya estaba un poco alterada.
¿Cuáles atribuciones?, preguntó Augusto.
Ella me ha suspendido dos días.
Ah, y, ¿por qué lo hiciste, Graciela?, dijo Augusto tan tranquilo que exasperaba al más santo.
Ella llegó una hora tarde, creí que por ser su asistente tendría ciertas obligaciones, dijo Graciela firme en su postura.
CEO, llevo varios años trabajando aquí, y esta acaba de entrar, no es justo que me quiera mandar, Katy estaba segura que Augusto le daría la razón.
Mi nombre es Graciela por si te olvidaste.
Bueno, vamos a calmarnos, Graciela cometiste un error al suspender a Katy dos días.
Al oír eso, Katy sonrió, pero casi de inmediato se le borró la sonrisa al escuchar al CEO.
Tómate lo que resta de la semana, sin goce de sueldo, desde luego. Graciela tiene el poder de suspender, checar, mandar, etc. Para eso es mi asistente. Así que, ¿qué esperas para irte?
Usted dijo que seguiría ocupando mi sitio, dijo Katy casi llorando.
Pues sí, pero mi padre ya no está, y ahora soy yo el que decide lo que se va a hacer o no. Regresa el lunes y, por favor, sé puntual, dijo regresando a su oficina.
Katy echó una última mirada a Graciela, fulminándola.
Te juro que te arrepentirás de esto.
Graciela solo se encogió de hombros.
Heliodoro se acercó a Katy que echaba lumbre por los ojos, las lágrimas estaban a punto de hacer acto de presencia.
¿Qué pasó?, ¿el tigre pasó a ser un simple gatito?, ¿vas a permitir que esa escuincla sosa te eche de tu propio trabajo?, en todo este tiempo no has podido conquistar a mi tío. Y ahora viene esta mujer a derrotarte. Porque déjame decirte que entró muy fuerte.
¡Cállate!, no necesito tus burlas, Katy salió de ahí rumiando su coraje.
"Buscaré la manera de vengarme de esta mujer, lo juro", dijo para sus adentros.
En los próximos días, Graciela se desempeñaba bastante bien, todos llegaban puntuales, hasta la señora que hacía la limpieza.
Para cuando llegaba Graciela a su oficina, la señora ya había limpiado y puesto la cafetera. Graciela había llegado a poner orden en ese lugar. Ahora todos obedecían y hacían su trabajo lo mejor posible para beneplácito de Augusto.
Graciela no era déspota, trataba amablemente a todos, pero sí era firme y autoritaria, no dejaba que nadie se le trepara.
Augusto la llevaba todos los días a su casa. Ese día, Erick la estaba esperando. Al verla llegar en el auto de Augusto la encaró.
¿Otra vez vienes en el auto de tu jefe?, dijo sin ocultar su enojo.
Sí, ¿qué tiene de malo?
Bueno, nos vemos mañana, que descanses. Augusto se alejó, llevaba una sonrisa en sus labios.
A Graciela ya le estaba cansando la actitud de Erick.
Amor, ¿qué te está pasando?, tú no eres así.
Es que no me gusta que ese tipo te traiga, por más jefe que sea tuyo.
Pues ya sabes lo que tienes que hacer para que yo deje de trabajar.
Ya te dije que no tengo dinero. Debemos esperar un tiempo.
Mm, mira, Erick, en este tiempo me he dado cuenta que lo que sentía por ti no es amor. Será mejor que dejemos las cosas por la paz. Sigue tu camino y yo seguiré el mío.
¿Qué dices?, no puedo permitirlo. Tú eres mi novia y seguirás siéndolo mientras a mí me dé la gana.
Graciela abrió mucho los ojos. No te permito que me hables así. Lo nuestro ha terminado. Y sin hacer caso de él se fue directo a su casa.
Erick se quedó ahí con el coraje, la decepción, celos, una mezcla de sentimientos que no podía guardar porque le hacía mucho daño.
Él conoció a Graciela el día que llegó con sus padres a la colonia. Desde ese momento se prendó de su belleza.
Lo mejor de todo, ella le correspondió, llevaban dos años de novios, pero ella se quería casar y él le daba largas diciendo que no tenía dinero, pero en el fondo tenía miedo de una responsabilidad así.
Y ahora ella había terminado la relación.
Pero Erick no estaba dispuesto a perder al amor de su vida.
Lucharía por ella. Estaría dispuesto a casarse si con eso lograba recuperarla.
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