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En los rincones más lejanos del sistema solar, los ronquidos y murmullos flotaban en medio de una oscura habitación.
—Ah... no, mamita... —murmuró un chico de cabello castaño, rascándose la oreja con pereza. El sueño lo dominaba, como a un perezoso después de una gran comida—. Solo... cinco minutos más...
Lo último que recordaba era el ruido de los frenos, una curva mal tomada, un destello extraño en los matorrales... y luego, oscuridad.
Ahora, atrapado entre la lucidez y el sueño, no se daba cuenta de que, donde fuera que estuviese... no era su casa.
Genial. Qué genio.
—¿Mmm... uh? —abrió los ojos de golpe. La superficie donde se recostaba era extraña, demasiado firme, demasiado fría—. ¿Q-qué? ¿Dónde...? ¡Ah, rayos! ¿Estoy en un hospital?
Buena pregunta: ¿qué lo hizo pensar que esto era un hospital? ¿Había máquinas? ¿Olor a desinfectante? ¡El cuarto estaba completamente a oscuras! ¿Qué hospital no puede pagar la factura de la luz? ¿Uno del gobierno?
—Mejor me largo de aquí... —murmuró el muchacho mientras se incorporaba. Con cierto dolor y dificultad, caminó hacia la única fuente de luz visible: una especie de puerta—. Solo espero que no me cobren por esto...
Las ideas locas del incrédulo muchacho aumentaban mientras observaba la silueta peculiar de la puerta. Su estructura se movía como olas en el mar. El material parecía madera... pero era metal. Y quizá... vivo.
—¿Está bien...? Esto me da mala espina —dijo, acercándose con duda. Pero, ¿acaso había otra opción?—. Ah... ni modo...
Al tocar la puerta, sintió una sensación extraña, como si presionara contra agua fría. La puerta reaccionó de inmediato: se dividió en dos, como una cortina abriéndose. La abrumadora luz le golpeó directo en la cara.
¿Y si alguien le trajera unos lentes de sol? ¿No? ¿Muy exigente?
—Uf, qué calor... —murmuró el chico, entreabriendo los ojos. Solo entonces notó la silueta de alguien frente a él—. Ah... menos mal. Doctor, míreme, no tengo nada malo, creo que podría darme de alta... espera...
Se quedó observando la figura.
¿Desde cuándo las siluetas... brillan así?
No, espera...
¡Esa persona está en llamas!
—¡Pero qué rayos! —saltó hacia atrás, instintivamente. ¿Y cómo no? El tipo frente a él le extendía una mano completamente en llamas. Ardiente, brillante... ay. Eso sonó mal. —¡Estás en llamas! ¿Dónde hay un extintor cuando se necesita?
El hombre en llamas no se inmutó. Lo miraba con una expresión resignada. Esa cara que dice "me encantaría estar en otro lugar ahora mismo".
—Ya... tranquilo, chico. No te voy a golpear. —La voz era grave, áspera, como carbón encendido a medio hablar—. Me presento: soy Épsilon. Flamoide de nacimiento. Y no, no estoy en llamas. Así es mi cuerpo...
Un ser hecho de fuego...
Okay. La lógica se fue de sabático.
—¿Cómo es posible que la...?
El chico fue interrumpido por un gesto del flamoide, que apuntaba con impaciencia al pequeño reloj que tenía en la muñeca. Claramente, no tenía tiempo para responder preguntas existenciales.
—Lo sé, muchas dudas, misterio y todo eso... —El flamoide pasaba de largo cualquier intento de conversación. Qué tipo más simpático, ¿eh? —¿Te importaría si nos saltamos todo eso y vamos directo a las instalaciones, señor Forrester?
—¿Eh...? ¿Yo? —preguntó el chico, visiblemente confundido. Algo me dice que este pobre no tiene ni idea de lo que está pasando... ni de su propio nombre.
—¿Acaso hay otra persona más en esta habitación? ¡Vamos!
El flamoide salió de la habitación como si llevara prisa. El humano lo siguió con cautela. No fuera a ser que, por accidente, le lanzara una llamarada...
—Entonces... Épsilon, ¿no? —El chico se puso a la par del flamoide, que lo miró de reojo con una clara expresión de molestia—. ¿Cómo terminé aquí?
El muchacho sudaba a cántaros. Aunque no estaba seguro si era por los nervios de hablar con un ser hecho de fuego... o porque, literalmente, sentía que lo estaban cocinando vivo.
—Has sido seleccionado para convertirte en uno de nuestros agentes, aquí, en la organización galáctica ARMA —declaró el flamoide, inflando el pecho con orgullo.
—¿¡Una organización galáctica!? —El humano abrió tanto los ojos que casi se le salieron—. Eso significa que...
—Que no estás bajo tierra, ni en un castigo eterno, ni en el "más allá"... o como sea que lo llaman los de tu planeta —interrumpió Épsilon, con voz cansada. Respiraba con paciencia contenida—. En fin, ya llegamos.
Un escalofrío recorrió al muchacho.
Frente a él, una enorme plaza brillaba con vida alienígena: naves aterrizaban en plataformas flotantes, seres de todas las formas, colores y tamaños caminaban por doquier, charlaban, o comían en puestos de comida callejera. A lo lejos, un ventanal inmenso mostraba el majestuoso vacío del espacio, cubierto de estrellas y planetas.
¡Ah, mira, ahí está Júpiter! Siempre tan fotogénico.
—A su... mecha... —balbuceó el humano, con la boca abierta de par en par. Y sí, me uno al asombro. El escenario está increíble—. ¿Cómo... cómo... rayos... cómo es que...?
—Sí, wow... gran sorpresa, ¿no? —El flamoide le quitó toda emoción a la escena, como quien cancela una fiesta sorpresa. Qué tipo más seco...
—¡Ay, por favor! —El chico lo siguió, algo molesto—. Si vas a mostrarme algo como esto, al menos deja que me impresione como es debido...
Mientras caminaban, el humano no pudo evitar sentirse como un animal raro en un zoológico. Todos lo miraban como si nunca hubieran visto a un humano en su vida. Y, siendo sinceros... probablemente ese es el caso.
Finalmente, llegaron a un edificio con forma de cúpula. Enfrente había un letrero completamente ilegible, lleno de garabatos en un idioma desconocido.
Y hablando de idiomas... ¿los flamoides hablan español? ¿O cómo diablos lo entiende?
Ahora sí me picó la curiosidad.
—Buenos días, Crowy —saludó Épsilon, de pronto con un tono mucho más amable y cordial. Ese cambio de actitud huele a "aquí hay jefa".
El humano buscó con la mirada a quien se suponía que estaba en el escritorio. Nada.
Debió mirar más arriba.
Un esqueleto de cuervo con ojos púrpura flotaba sobre ellos. Literalmente. Volando.
—¡Ala gran! —el humano se escondió tras Épsilon, poniéndose en posición defensiva—. ¿¡Tan siquiera eso es un pájaro!?
—Veo que trajiste a alguien nuevo, Eps. ¿Qué se supone que eres tú? —preguntó el cuervo esquelético, clavando sus intensos ojos en el humano.
—Te presento a nuestra más reciente adquisición. Un humano del planeta Tierra —dijo Épsilon con una sonrisa confiada, cruzándose de brazos—. Vengo a terminar su papeleo.
—Vaya... y yo que pensaba que se habían extinguido.
Crowy descendió con elegancia, posándose en su escritorio. Sin previo aviso, su cuerpo empezó a mutar... transformándose en otra flamoide, pero de fuego púrpura. Su aspecto era claramente más femenino, más estilizado.
Tanto el humano como yo estamos sacados de onda. En serio. ¿Qué acaba de pasar?
—De acuerdo... —Crowy, quien ahora tenía un aspecto de flamoide, empezó a buscar en su cajón—. Veamos... humano... humano... ¡Aquí está!
La flamoide terminó sacando una tablilla, la cual tenía un pequeño y grueso botón. Al presionarla, un holograma se proyectó desde la tablilla.
Qué rara es la tecnología de este sitio...
—Perfecto, ya con su papeleo podrá trabajar como uno de nosotros —el flamoide volteó hacia el humano, claramente emocionado por ya terminar su trabajo—. ¿Te importaría firmar?
—Eh... claro, bueno, tampoco es que parezca que sepa a dónde ir ahora... —Bien dicho, ni modo, yo ni sé por qué te interrumpo aquí... —¿Cómo lo...?
—Ah, sí, solo escribe tu nombre en la tablilla.
Épsilon sacó un marcador y se lo entregó al humano.
Ha de ser Sharpie porque no se derritió.
Al firmar, el chico finalmente mostró su nombre: Alex Lower. Tremendo nombre, pero parecía que a la tablilla no le agradó.
La tablilla empezó a emitir sonidos raros, alertando a los dos flamoides.
—¿Qué de...? ¿Qué pasa? —Confundida, Crowy leyó el holograma—. Error: la firma no coincide. Parece que hubo un problema con la firma. ¿Podrías intentarlo otra vez?
Como si fuera magia, la tinta del marcador desapareció de la tablilla.
Tremendo Houdini...
Alex volvió a escribir su nombre. El resultado fue el mismo.
—Debe haber algún error... —Épsilon tomó la tablilla, leyéndola—. ¿Acaso Lower es su segundo apellido, señor Forrester?
—¿Qué? —El humano parecía perdido—. Desde que llegamos no dejas de llamarme así... Yo no me apellido Forrester.
—¿¡Qué!? —Ambos flamoides reaccionaron al unísono, sorprendidos.
Jajá, ya la regaron.
—No, no, no... esto no puede estar pasando.
Épsilon se peinó el cabello de fuego, nervioso.
Las cosas empezaban a tener sentido para Alex; él no debería estar aquí.
¿Ahora qué hará? No creo que lo manden de regreso a la Tierra por correo galáctico o algo así...
—Epsilon, traes al equivocado, solo acéptalo —dijo Crowy con tono sarcástico.
—¡Ay, me lleva! ¡Eso me pasa por andar a las carreras! —El flamoide tenía el rostro tenso; como si acabaran de decirle que no cobraría el bono de productividad del mes—. Pero creo que aún podemos solucionarlo. Podemos regresar, ¿no? El candidato Forrester debe estar aún en la Tierra.
—Déjame revisar algo primero... —Crowy volvió a adoptar su forma de cuervo y voló dentro de una oficina.
Los minutos pasaron. La paciencia de Épsilon era más corta que un fósforo mojado. Alex, mientras tanto, estaba sentado en silencio.
Chitón, mi amigo, que don fogoso anda más cruzado que semáforo sin luz.
Finalmente, Crowy regresó al escritorio. Sus ojos púrpura se habían apagado un poco, y traía otra tablilla flotando a su lado.
—Oye... no me gusta ser la mensajera de malas noticias, pero... —Encendió el dispositivo y el holograma mostró una escena—. Tu candidato está muerto.
—¡¿Qué?! ¡No puede ser!
El video proyectaba un acantilado: un auto se desplomaba por el borde y desaparecía al cruzar lo que parecía ser un portal oculto entre los matorrales.
Segundos después, otro auto caía por el mismo lugar. Pero esta vez, el portal se desvanecía justo antes del impacto. El segundo vehículo se estrellaba contra el suelo, con más piezas volando que futuro como medio de transporte.
—Espera... ese primer carro era mío. ¿Me estás diciendo que entré en ese portal cuando caí?
—Exacto. El segundo auto, según el análisis preliminar, era del señor Forrester —Crowy apagó el holograma con un gesto leve—. Y... bueno, no tengo ni idea de cómo explicaremos esto al Consejo...
La situación de Épsilon estaba más enredada que cable de audífonos.
Un candidato muerto, y otro que no debería estar aquí...
Sí, definitivamente, esto no iba a acabar bien.
—Estoy acabado... ¡Con esta sí me despiden, Crowy!
—Ah... tal vez. Pero quién quita y reconsideran por tu historial.
—Eso significa que me regresarán a la Tierra, ¿verdad? —preguntó el humano, que ya solo quería saber si iba a terminar en una caja con estampilla galáctica.
—Sí... bueno... tampoco es que... espera... —Épsilon abrió los ojos como quien recuerda que dejó la estufa encendida. Una idea brillante —y peligrosa— acababa de surgir—. Crowy... ¿y si modificamos el archivo de candidatos?
—¿¡Estás loco!? ¡No podemos borrar el archivo! ¡El sistema lo notaría enseguida!
—No digo borrarlo. Digo... reemplazarlo. Hagamos que este chico parezca un mejor candidato.
¿Un mejor qué? ¿Yo? ¿Desde cuándo soy "candidato"? —pensó Alex, sintiendo que una gota de sudor helado se le iba por la espalda como cucaracha en fiesta.
Crowy dudó... pero enfrentarse al consejo no era algo que le emocionara demasiado.
—Bueno... creo que podría funcionar... —dijo al fin. Y esa pequeña afirmación le devolvió el color a las llamas de Épsilon—. Pero que quede claro: ¡este humano va a necesitar entrenamiento!
—¿Entrenamiento...? —Alex miró a Épsilon con cara de "ya valí". Esa palabra no le daba confianza. Entrenamiento suena a sudar, correr... ¿y si me muero? Pensó—. Es solo un trabajo de oficina... ¿verdad?
—¡No, es mucho peor! Pero tampoco es como que tengas otra opción... —respondió Crowy, que regresaba tranquilamente a su forma de flamoide.
Me lleva la gran diabla... ¿seré alguna especie de soldado imperial como en Star Wars? Pensó.
El flamoide soltó una risita.
Alex sintió otro escalofrío.
Ya estás fregado. Pero fregado nivel "no hay reembolso ni cambio".
—Bienvenido a ARMA, Alex Lower —dijo Épsilon, con una mezcla de resignación y esperanza.
¿Saben? Esta historia se siente como si fuera sobre "el elegido" que va a salvar al universo...
Pero algo me dice que no es así.
Tal vez sea porque... bueno... ¿desde cuándo a los héroes les pagan salario mínimo?
Mejor llamémoslo: agente de ARMA.
¡Contratado!
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En medio de la enorme plaza, donde seres de diversos tamaños, colores y formas convivían, dos figuras destacaban entre la multitud. Estaban sentados, bebiendo un líquido azulado que parecía tener brillantina.
Aparte de tecnología rara, las bebidas también lo son...
—No sé qué haremos esta vez, Writz... ¡Nos están quitando las mejores misiones! —se quejó una voz femenina, con un eco metálico que sonaba como si hablara desde el fondo de un túnel.
La chica, sorprendentemente, se veía bastante humana entre tantos seres... pero había diferencias. Piel blanca tan pálida que parecía pintura de auto, cabello plateado, y unas cuencas —o más bien, pantallas— que proyectaban pupilas digitales verdes.
Al menos agradezco que tenga párpados, o esto se pondría bastante turbio...
—Épsilon nos tiene limitados, y lo entiendo. Misiones como las que buscas son bastante peligrosas para dos personas —respondió un joven de orejas puntiagudas, con aire sereno.
Cabello dorado como el oro, ojos azules como zafiros, piel pálida y una calma aterradoramente atractiva.
Todo un papucho.
—Ajá... ya me cansé de estar destruyendo bases pequeñas. ¡Quiero que vayamos a por algo grande! ¡Una misión épica! —exclamó la robot alzando el puño, retadora—. ¿Es acaso pedir demasiado?
—Para Épsilon, parece que sí —dijo el elfo, dando un sorbo a su bebida, con una mirada que decía: "Siempre dices lo mismo"—. Él le da prioridad a equipos completos que requieren más miembros.
—¡Podríamos formar un equipo si alguien se nos uniera!
—¿Con tu forma de entrenar y tratar a los novatos? Seguro...
El comentario de Writz hizo que a la robot le chispearan los circuitos del enojo.
Claramente, tiene unos cuantos problemas de ira...
—Eres un maldito bug en mi sistema, Writz... —Una tablilla al lado de ella comenzó a emitir ruidos y parpadear; alguien llamaba—. ¿Épsilon?
—Hablando del súcubo... solo falta que nos despidan...
—¿Cállate, quieres? —La robot respondió la llamada. Un holograma de Épsilon se proyectó desde la tablilla—. Clank, clic. ¿Necesitas algo, Épsilon?
—Te tengo a alguien para que hagas equipo. Todavía estás desesperada, ¿no?
—Resetéate, idiota... pero sí, seguimos buscando a alguien —respondió, dejando a un lado la molestia. Su interés superaba cualquier insulto—. ¿Es alguien conocido?
—De serlo, habría buscado una mejor opción... —comentó el elfo, sonriendo. La robot frunció el ceño—. Que continúe.
—No es alguien que conozcan. Tengo un nuevo recluta al que quiero que entrenen. Quiero ver si es útil. Se llama Alex Lower.
El holograma mostró una hoja digital con información y foto del humano. Heart lo miró con fastidio; no era lo que buscaba... pero tampoco había muchas opciones.
—¿Un humano de la Tierra? —preguntó el elfo, intrigado—. ¿Aún existen?
—Wow, calma esos circuitos, Writz. La líder aquí soy yo. Este tipo se ve más flácido que un slime deshidratado... —Heart empezó a leer la ficha—. Y no tiene nada que destacar.
Qué exigente para alguien que necesita urgentemente un nuevo miembro...
Writz pareció pensar lo mismo. Su sonrisa calmada parecía decir: "Igual lo vamos a reclutar".
—Tranquila, Heart. Sabes que podemos improvisar... como el viento errante.
—Ah... eres de lo que no hay... —Heart suspiró. Luego movió el holograma, enfocándolo otra vez en Épsilon—. Sí, tráelo.
—¡Magmático! Alex llegará en unos minutos. Por favor —y esto va sobre todo para ti, Heart— no se sobreexijan con él.
La transmisión terminó. Heart y Writz se miraron con cierta picardía.
Algo me dice que no le harán caso a Épsilon... pobre Alex.
Y hablando del diablo, un portal se abrió frente a ellos... y Alex cayó por él.
Qué primera impresión tan interesante...
—Ah... Épsilon, fogata, pedazo de... ¿Eh? —Alex se levantó y vio al elfo y la robot.
—Así que tú eres el humano del que Épsilon nos habló —dijo Writz, caminando a su alrededor, con una mística aura de sabiduría—. Veo que no eres tan diferente a nosotros.
—Sí... lo mismo digo... —Alex tragó saliva, incómodo. La mirada fulminante de la robot era lo que más le inquietaba—. ¿Ustedes son Writz y Heart, verdad?
—Tú lo has dicho.
Writz se acercó más. Alex, instintivamente, retrocedió... y terminó colocándose al lado de la robot.
Heart lo miró con desprecio. Su postura decía: "Un paso más y sabrás cuántas veces se puede doblar un humano."
—Soy Heart. Espero que seas útil... —y caminó sin mirar atrás—. ¡A la zona de entrenamiento, ya!
—Ya escuchaste a nuestra capitana —dijo Writz, pasando junto al aún confundido humano—. Ah, una recomendación, joven retoño... hazle caso, si no quieres acabar... bueno... no vivo.
Bueno, chico, moviendo ese trasero o te mueres en este capítulo.
Alex sintió un escalofrío, y los siguió.
—Por eso prefiero los trabajos de oficina... —comentó con resignación.
Mientras tanto, lo mejor sería regresar unos cuantos... ¿millones? ¿billones? ¿Años luz? No sé, la distancia que hay entre la organización ARMA y la Tierra es más confusa que la tabla periódica en chino.
En la Tierra, horas antes... un jeep se detuvo al borde de un acantilado. Bajó de él un hombre imponente, con un uniforme militar cubierto de medallas. No hacía falta leer su currículum: el tipo gritaba "peligro" con solo existir.
Junto a él, una joven soldado —con menos medallas pero igual de firme— lo seguía a paso disciplinado.
—¿Reporte de daños? —preguntó el hombre. Su voz rasposa sonaba como si fumara volcanes.
—General Kennedy, lamentamos informar el deceso del teniente Evan Forrester. El auto... —La joven dudó un segundo, buscando las palabras correctas.
—¿Y los chips? —interrumpió Kennedy, sin cambiar de expresión.
La mirada helada del general era suficiente para hacer sudar a una estatua.
—L-los chips se destruyeron tras el impacto. Ninguno está en condiciones de uso —respondió la teniente, revisando un archivo digital con nerviosismo.
Este tipo sí da miedito...
—¿Cómo fue posible que nos ganaran? —masculló el general—. Nos aseguramos de que ninguna nación supiera de este operativo, ¿verdad?
—Correcto, señor. Pero hubo una variable que no pudimos controlar: la zona de extracción.
—¡Maldición! —Kennedy pateó una roca con tal fuerza que de ser una pelota habría marcado gol desde la portería—. ¿Quién fue el que hizo el contacto?
—Tenemos una sospecha leve, señor —dijo la teniente, extendiéndole el archivo—. Un joven local: Alex Lower. Testigos afirman que estuvo en esta zona el día del incidente. Y, desde entonces, está desaparecido.
—¿Un guatemalteco...? Increíble... —El general arrojó el archivo al suelo como si fuera una servilleta usada.
Oye, al menos recicla, ¿no?
—Debemos prepararnos —dijo con frialdad.
—¿A qué se refiere, señor? —preguntó la teniente Fel, visiblemente inquieta.
Kennedy no se volteó.
—Piénsalo, Fel. Los chips están rotos. No tienen lo que vinieron a buscar. Eso significa que... —Hizo una pausa, clavando la vista en los restos del vehículo de Forrester—. ...nosotros tenemos ventaja.
Por un instante, el silencio se volvió más tenso que una cuerda floja sobre lava.
—Prepara el Proyecto Hammer.
Okay... ese nombre no suena a algo bonito. Si un proyecto militar se llama "Martillo" o "Hammer", probablemente no es para armar muebles de IKEA...
El general subió de nuevo al jeep, manteniendo su expresión de roca volcánica tallada por el odio.
—¡Pero, general...!
—¡No desobedezcas, haz lo que te digo! —rugió mientras arrancaba.
El jeep se alejó, levantando polvo, y dejando atrás a la teniente Fel, que observaba los escombros del auto en silencio.
—Quien sea ese tal Alex... va a desear no haberse metido con el ejército estadounidense.
Ay, no puede ser... Necesitamos que Alex esté preparado.
Seguro que podrá contra una adversidad como...
—¡Ayuda! —Alex salió volando contra la pared. Su vista se duplicó y sus huesos crujieron como palomitas en microondas. Esto es peor de lo que pensé... —¡Tiempo... tiempo!
Heart lo sujetó sin compasión y lo lanzó contra otro muro. Esta vez, el chico cayó inconsciente.
A este lo agarraron peor que al recluta Pyle...
—Ni pienses en descansar, Lower... —gruñó Heart—. ¡El enemigo no espera a que despiertes! —Volvió a lanzarlo; el golpe lo despertó, adolorido. —Por hoy ha sido suficiente... pero mañana será peor. ¡Así que prepárate, novato!
—Ah... puchica... —Alex se arrastró como pudo hasta sentarse. Su cuerpo tambaleaba como un muñeco inflable de los autolavados. —¿Es así todo el tiempo...?
Writz, vendándose con calma, asintió.
Al menos agarra parejo...
—Diablos... ¿cómo se supone que aprenda algo con esto...? —Alex se sentó junto a Writz, quien le pasó unas vendas. —Gracias...
—Siento que lo estás viendo de forma equivocada, Alex —respondió el elfo, con la mirada perdida en el horizonte.
—¿A qué te refieres?
—Heart no quiere que aprendas técnicas. Quiere que te adaptes. —Le dio una palmada amistosa en el hombro antes de marcharse, cojeando un poco.
Alex bajó la mirada. Lo dicho por Writz tenía sentido... dentro de la locura general.
Pero la verdadera pregunta era... ¿podría Alex adaptarse a algo tan extremo? Yo apuesto cinco a que no...
—¿¡Mandaste a Alex con Heart y Writz!? ¿¡Acaso quieres que lo maten en su primer día!? —Crowy le lanzó una tablilla a Épsilon, quien apenas logró esquivarla.
—¡No me quedaba otra chance! Los demás equipos ya están ocupados... ¡y no quiero perder mi bono!
Épsilon piensa con la cabeza... pero no estoy seguro de con cuál.
—¡Si lo veo en la enfermería —o peor, muerto— ni pienses que voy a defenderte ante el consejo! —Crowy se transformó en cuervo y voló fuera del edificio.
—Ah... me lleva...
—Veo que solo te he traído problemas...
Épsilon se giró. No esperaba que alguien escuchara.
Alex estaba ahí, con vendas por todo el cuerpo y cara de haber sido atropellado por un tren... o por una robot enojada.
—¡Por las flamas eternas, Alex! ¿¡Estás bien!?
Épsilon se puso guantes especiales para no quemarlo al tocarlo.
—Sí, tranquilo. Fue un... primer día agotador. Vi que Crowy se molestó contigo...
—Ya se le pasará. Siempre se pone así con los nuevos reclutas que... —Épsilon se detuvo. Alex ya entendía lo que quería decir. —Supongo que Heart te mostró parte de su "cronograma de entrenamiento", ¿no?
—Sí... digamos que es más práctica que teórica.
Ambos rieron. Épsilon se notaba genuinamente sorprendido. Pocos sobreviven al primer día con Heart sin quejarse.
—Oye... siento mucho que te haya tocado algo tan duro. Voy a cambiarte de equipo, uno donde te traten mejor.
Desde un rincón, oculta entre las sombras, Heart escuchaba. Su rostro mostraba una expresión... ¿de tristeza?
Como si esto ya hubiera pasado antes.
Pero algo en su mirada cambió cuando escuchó lo siguiente:
—No, no. Está bien. Me quedaré con ellos —dijo Alex.
Épsilon y Heart (y yo también, la verdad) quedaron sorprendidos.
¿Amigo, eres masoquista o qué?
—Writz dijo algo cierto —continuó Alex—. Heart no quiere que aprenda técnicas o estrategias. Quiere que me adapte a las amenazas. Y creo que esa es la mejor lección para empezar.
—Vaya... jamás pensé que alguien podría... bueno, no importa. —Épsilon sonrió, buscando algo en su bolsillo.
Sacó una tablilla brillante y se la entregó a Alex.
—Toma esto.
—¿Una tablilla? ¿Como las que usan todos aquí?
—Exacto. Tiene tu información, reloj, calculadora, UPS, y hasta juegos si te aburres.
Alex la tomó como si fuera un trofeo. No era solo una herramienta... era el símbolo de que oficialmente era parte de ARMA.
Y me da orgullo decir que te lo ganaste con sudor, moretones y una sacudida contra la pared.
—Gracias, Épsilon.
—Solo no hagas que me arrepienta. Ve a la enfermería y luego usa el UPS para encontrar tu vivienda. La compartirás con Heart y Writz, no lo olvides.
Alex tragó saliva. Lo de "compartir casa con quien casi lo mata" no sonaba muy alentador...
Pero también sabía que estaba empezando algo grande.
—¡Nos vemos!
Alex salió del edificio. Heart, desde su escondite, lo observó en silencio... y por primera vez, sonrió.
—Creo que este sí será de los nuestros...
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Unos pasos pesados, como el eco de una avalancha, resonaban a lo largo de un pasillo que conectaba con diversas habitaciones.
Sala de archivos, sala de descanso, sala de… ¿rascaditas?
Ok. No quiero saber qué pasa ahí.
Los pasos se detuvieron frente a la última puerta. La sala de reclutamiento.
—¡Épsilon!
Una voz distorsionada, potente y amenazante retumbó en la entrada.
Crowy dio un respingo inmediato, y su esqueleto aviar se erizó por reflejo.
Las flamas de Épsilon vacilaron. Sabía exactamente quién había llegado.
—¿Dónde están los dispositivos de almacenamiento que le encomendaste al candidato?
Una esfera enorme, cubierta de un líquido viscoso y con brazos gelatinosos, se deslizaba por el marco de la puerta. Era como un slime… pero en modo jefe intergaláctico.
—Oh, sí, jefe… sobre eso… —Épsilon giró hacia Crowy con una expresión que claramente decía “sálvame, por favor”.
Crowy, en respuesta, se convirtió en cuervo y se deslizó sin una palabra a su estación de trabajo.
Este Épsilon está más despedido que contratado.
—Verá, jefe… durante el proceso de reclutamiento, hubo un cambio… inesperado.
—¿Inesperado?
—Sí, sí... Imprevisto cósmico… pero ganamos en calidad, créame. El nuevo candidato es un rayo de esperanza galáctica.
—Interesante. ¿Y eso qué tiene que ver con los dispositivos de conocimiento humano?
Los pequeños puntos negros que hacían de ojos en el slime se clavaron en las flamas temblorosas de Épsilon.
—Eps… —intervino Crowy con cierta tensión—. Mejor dile la verdad.
—¿La verdad? ¿Hay algo que no me estás contando, Épsilon?
Ahora el pobre flamoide estaba más acorralado que nunca. Rodeado, no por paredes, sino por la presión galáctica y laboral.
Si los flamoides sudaran, este lugar ya tendría una piscina de lava.
—Bueno, sí… Crowy tiene razón… Concejal Qagoo. Hubo un pequeño error con el humano que trajimos a la organización.
—¿Un error?
—Digamos que… olvidó traer los chips consigo.
—¿¡Qué!? —Crowy gritó tan fuerte que su forma parpadeó entre varias versiones de sí misma.
—Oh… ya veo. No hay problema. Error de principiante. Que regrese a la Tierra por los chips, y asunto resuelto.
—Claro, sí. En nada tendremos el conocimiento humano de vuelta, en menos de los que canta un Cackaroo. Todo bajo control.
—Eso espero, Épsilon… eso espero…
El slime se retiró rebotando lentamente. De ahí el sonido a derrumbe.
Un poco de dieta no te hace daño, ¿eh?
—¿¡Qué se supone que haces, trozo de carbón encendido!?
Crowy, ya transformada de nuevo en flamoide, sacudía a Épsilon con ambas manos como si quisiera reiniciarlo manualmente.
—¡Ahhh... menos mal se la creyó! Digo, confió... eso quise decir.
—¡Nos acabas de condenar a los dos!
Crowy se encogió en su estación de trabajo, adoptando formas ansiosas como una una robot humex, una elfa, o un slime a la defensiva.
—No creo que sea tan grave…
—¡Si ese humano resulta ser un completo inútil y no consigue los chips antes del final del ciclo solar, nos van a despedir por incompetencia y falsedad!
Y tenía un punto.
¿Hasta cuándo se podría sostener la mentira de Épsilon?
—Tranquila… Crowy, eres una Skrow. Tu especie es famosa por mantener la compostura en los momentos más críticos.
—¿Skrow serena? Ja. ¡Ayer me bajé tres latas de pastel estelar del estrés!
Eso… suena preocupante. Azúcarita en estado de emergencia.
—Bien, bien. Yo lo arreglaré. Mandaré a Alex con el resto de su equipo a la Tierra, recuperarán los chips, salvamos nuestros trabajos, y te alejamos de una posible diabetes tipo tres.
—Más te vale arreglar esto, pirómano.
Crowy volvió a su forma de cuervo y se posó sobre el hombro del flamoide.
—Vamos a buscar a ese trío de inadaptados.
Un pasillo más adelante, igual de largo y sobredecorado...
¿Quién diseña estructuras así? ¿Los pasillos infinitos están de moda?
Cada muro estaba cubierto de puertas con nombres rimbombantes y algo dudosos: Nebulosa Acuática, Planeta Increíble, Sistema Reptiliano, Heartless, Las Memorias, y una lista interminable.
Una puerta destacaba, pero no por su diseño… sino por su título.
Equipo de Heart.
Wow. Qué creatividad. Me pregunto cuánto tiempo le tomó decidir ese nombre.
—Mmm… universo… —Alex dormía plácidamente sobre un colchón tan suave como la idea popular de lo que sería tocar una nube. —Explorar…
¿Habló dormido? Probablemente no sea buena idea confiarle secretos.
—Hey, Alex… —Unas manos frías y suaves lo tocaron con delicadeza. —Despierta... o te reinicio el sistema con una cachetada.
Heart comenzaba a desesperarse.
—¡Despierta! —La robot endureció su superficie y le soltó un golpe seco.
—¡Ala gran! ¿¡Qué onda!? —Alex se incorporó bruscamente, sobándose la cara. —Ah… buenos días, Heart…
—Buenos días, Alex... tu sistema parece lento hoy. —Heart salió de la habitación con total indiferencia.
Le acaba de dar semejante golpe y ni siquiera se digna a explicar. Qué considerada.
—Te esperamos en la sala.
Alex aún se sobaba el rostro. El golpe casi le había reacomodado la mandíbula.
Con compañeros así, ¿quién necesita enemigos?
Al bajar, encontró a Writz sentado en el sofá, leyendo un libro que parecía haber sobrevivido varias eras galácticas. Mientras tanto, Heart servía un vaso de lo que, por el bien de todos, ojalá fuera jugo de naranja.
—Buen día, Alex. ¿Qué tal la cama? —preguntó Writz, sin apartar la vista de su lectura. —Esas plumas vienen de dragones Airnek... criaturas tan nobles que hasta el viento les pide permiso para pasar.
—¿Plumas de dragón? ¿No se supone que deberían tener escamas?
Este chico aún intenta encontrar lógica en un lugar donde hay robots con emociones y jefes con forma de slime.
Writz rió ligeramente ante la inocente duda.
—Existen dragones de todo tipo. Algunos tienen escamas, otros plumas, y algunos poseen una piel tan suave que puedes resbalar sobre ella.
—Wow… ¿y todo eso lo sacaste de ese libro?
—¿Qué? No, esto es… un libro de cocina. —Writz bajó la mirada, algo incómodo.
Mucha serenidad pero poca habilidad en la cocina...
—¡Épsilon llamó esta mañana! Vendrá para asignarnos nuestra primera misión. —La voz de Heart tenía un matiz nuevo: entusiasmo.
Alex notó el cambio. Heart, ¿emocionada?
La robot, incómoda, cambió su semblante a uno más serio y neutral.
—En fin, Alex… antes que nada, quiero agradecerte por formar parte de este equipo. Sin ti, no podríamos acceder a tantas misiones como quisiéramos.
La frase tenía buenas intenciones, pero cayó como una piedra. Alex creyó que al menos lo agradecerían por su voluntad de quedarse… no solo por ser el requisito mínimo para llenar el formulario.
Justo entonces, se escucharon toquidos en la puerta.
—Ah, perfecto. Ya llegaron. —Heart se dirigió hacia la entrada.
—No te desanimes, Alex —murmuró Writz—. Cuando te conozca mejor, dejará de verte como una carga. Toda raíz joven necesita tiempo para crecer. Ya verás, pronto te sentirás parte del bosque.
Las palabras fueron reconfortantes. No perfectas, pero algo es algo.
Aunque también era conveniente que Alex no se marchara, ¿no?
Épsilon y Crowy entraron apresurados.
—¡Buen día, equipo! Eh... ¿Cómo se llama el equipo? —preguntó Crowy, flotando con curiosidad.
Heart abrió los ojos de par en par.
"¿El nombre del equipo? No había pensado en eso." Pensó.
Revisando su memoria inmediata, rescató una palabra suelta. Una que Alex había dicho mientras dormía: explorar.
—¡Explorar! Digo… Explorers. ¡Nos llamaremos Explorers! —dijo, forzando una pequeña sonrisa.
No era el nombre más original, pero funcionaba.
—¿Decidiendo el nombre sin votación? Qué considerada… —bromeó Writz. Heart lo fulminó con la mirada.
Alex solo saludó con la mano. Ya intuía lo que venía.
—Bien, equipo Explorers —anunció Épsilon—. Su primera misión será regresar a la Tierra para recuperar unos chips de almacenamiento.
El flamoide activó un holograma con imágenes de los dispositivos.
—Estos chips contienen toda la información y cultura de la especie humana. Nos permitirán negociar con la Tierra y registrar formalmente su existencia en la red galáctica. —explicó Crowy, ahora en su forma flamoide.
—Parece importante… —dijo Alex, examinando los chips.
—Entonces... esta misión será la que despierte nuestra raíz como equipo. —preguntó Writz.
—Exactamente, Writz, esta misión no es cualquier paseo interestelar... —asintió Épsilon—. Consigan esos chips, regresen con todas sus extremidades, y ¡boom!, se ganan su rango galáctico.
Tanto Heart como Writz intercambiaron una mirada cargada de emoción. Alex, en cambio, parecía perdido en otra galaxia.
¿Rangos? ¿Como en Solo Leveling?
—Disculpen… ¿qué es eso de los rangos?
Todos lo miraron a la vez.
Ese momento incómodo donde descubres que eres el único sin idea de lo que está pasando... horrible.
—Cierto, Crowy. Aún no hemos inscrito a Alex en los cursos de orientación galáctica. —Épsilon le entregó su tablilla.
—Lo agregaré a la lista. Pero no te emociones, Eps. Primero veamos si el chico no se quiebra en el intento.
—¿Cómo así que quebrar? —preguntó Alex, inquieto.
—Bueno… el anterior candidato falleció en un accidente. Su auto, con los chips originales, cayó por un acantilado. —explicó Crowy, sin rodeos.
—Por suerte —añadió Épsilon—, existe una copia de respaldo.
Crowy activó otro holograma. Esta vez, lo que apareció fue una base militar terrestre. La bandera estadounidense ondeaba en la entrada.
—Así que tienen que ir por la copia. En la base militar. Humana. De esas que disparan primero y preguntan nunca.
Alex sintió un escalofrío.
—Esa es una base militar… estadounidense. —dijo, resignado—. ¿Vamos a infiltrarnos en una base militar gringa llena de soldados armados hasta los dientes?
—¡Eso suena increíble! ¡Por fin una misión real! —exclamó Heart, casi brincando de emoción.
Alex solo quería volver a la cama. O al menos, cambiar de universo.
—El sendero ha sido trazado. Prepararé los pergaminos... y mi mente. —Writz se retiró con tranquilidad a su habitación. Su calma frente a una misión tan riesgosa solo inquietaba aún más al humano.
—¿Es necesario que vaya? —preguntó Alex, con las manos temblorosas. —Creo que Heart y Writz podrían arreglárselas sin mí…
—¡Claro, quédate, así no estorbas! —Heart hablaba con total despreocupación.
Alex no sabía si sentirse aliviado… o insultado.
—En realidad, Alex tiene que ir con ustedes. —aclaró Crowy, ya en su forma aviaria.
—¿¡Qué!? ¡Pero no puede hacer nada! ¡Ese humano no tiene ni siquiera calibrados los puños! ¿Cómo quieren que lo lleve?
—Tú misma lo escuchaste, ¿no? —intervino Épsilon con una sonrisa astuta. —Si está contigo, no es para aprender, es para adaptarse a las amenazas.
Heart se quedó en silencio, procesando la indirecta.
"¿Cómo se enteró de que lo estaba escuchando ayer...?" Pensó.
Fastidiada, se rasgó la cabeza con ambas manos, conteniendo un cortocircuito emocional.
—¡Está bien! ¡El humano viene con nosotros! —dijo finalmente, antes de marcharse a su habitación. Cerró la puerta con un portazo tan fuerte que agrietó parte del muro.
—¿En serio sobreviví a varios golpes de ella? —murmuró Alex, observando las grietas. —¿Por qué necesitan que vaya yo?
Crowy cruzó las alas y suspiró.
—Ehhh... bueno... resulta que veníamos en camino, cuando... nos topamos con cierto concejal... y como yo soy tan... social... pues se me salió mencionar que tú irías por los chips. —Épsilon se rascó la cabeza, apenado.
—Ahora el concejal quiere conocerte. Personalmente. Con chips en mano y sonrisa de recluta. —Agregó Crowy.
—Perfecto… más presión. Ni modo... si me toca, me toca. —Alex casi se desplomaba.
Sus piernas temblaban, y aún tenía vendajes en la cabeza del golpe de ayer. Todo esto parecía sacado de una mala broma espacial.
Crowy lo observó con cierta culpa. Al menos ella mostraba empatía por la situación del humano.
Fue entonces que se transformó una vez más. Esta vez tomó una forma humana, lo que dejó boquiabiertos tanto a Alex como a Épsilon.
—Alex... sé que da miedo. Nos pasó a todos. Y sí, sigue pasando. Nadie nace listo para este trabajo.
Sacó un reloj digital del bolsillo. O al menos parecía uno.
—¿Qué es esto? —preguntó Alex, mientras ella se lo colocaba en la muñeca.
—Es un activador de viaje interestelar. Puede crear portales para transportarte entre lugares. Si todo se sale de control, puedes usarlo para huir.
—¿Puedo crear portales? ¿Así, nada más?
Alex no esperó ni dos segundos. Tocó el reloj, activando un portal frente a él. Intentó atravesarlo… solo para estrellarse de lleno contra la superficie.
—¡Agh! ¿¡Por qué no funcionó!?
— Creaste medio viaje, muchacho. Falta el portal de salida... Principio básico de portología 101.
A este le hace falta jugar Portal.
Alex lo intentó de nuevo. Esta vez, creó el primer portal frente a él… y el segundo en la cocina. Cruzó con éxito.
—¡Increíble! Pero el nombre es muy largo… ¡Mejor lo voy a llamar reloj de portales!
—Lo que sea que te ayude a usarlo bien. —dijo Crowy. —Ahora ve a prepararte. Tienen una misión que los espera.
Ella y Épsilon salieron del hogar del equipo Explorers.
Alex, por su parte, daba saltos de emoción.
—¡Puedo crear portales! ¡Puedo viajar entre mundos! ¡Esto es increíble!
Como niño con juguete nuevo.
Aunque la felicidad no duró mucho.
—¡Alex, prepárate para la misión o te doy pantallazo! —La voz de Heart se oyó desde su habitación, molesta.
—¡Ah! Sí, sí… ¡ya voy!
Corriendo, Alex volvió a su habitación en busca de todo lo que pudiera ser útil.
A pesar de los gritos, los portazos, el peligro de muerte y lo absurdo de su primera misión… el humano tenía algo en claro:
No pensaba dejar pasar la oportunidad de tener una aventura.
Ay, mijo… te van a hacer pedazos.
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