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Plata

1. Eudora

...EUDORA:...

El castillo era frío, con sus torres siendo tocadas por los copos espesos que caían sin cesar.

Las puntas de cada torre estaban cubiertas de blanco y las gárgolas tenían estalactitas de hielo en sus hocicos. Mi grueso abrigo apenas lograba mantenerme caliente, como si eso no fuese suficiente, tenía que esperar en el patio.

Los guardias en las torres de los muros observaban de vez en cuando hacia mí.

Las puertas enormes al final de la escalera se mantenían cerradas.

Exhalé otra nube blanca de mi naríz.

¿Cuánto iba a tardar esto?

Escuchaba el sonido de una pala, apartando la nieve de los adoquines del patio.

Era pésima entrenando, uno de los espías de la hermandad de Escuchas apenas me dió dos lecciones y ya me consideró mala para ser espía.

Era buena abriendo cerraduras y entrando a lugares sin dejar rastro de mi presencia, pero eso no bastaba. Decían que mi apariencia sería suficiente para ser descubierta, no tenía un rostro común, ni rasgos que pasaran desapercibidos, no servía para escuchar sin que nadie me tomara en cuenta.

Donde quiera que estuviera, era considerada algo extraño y llamaba mucho la atención.

Sir Levi estaba demasiado ocupado para tratar personalmente conmigo.

Por eso estaba aquí.

Si él no aceptaba encargarse de mi entrenamiento como ordenó el rey, yo volvería con la Duquesa Pepper para seguir siendo su doncella, al fin y al cabo era lo mejor que podía hacer.

Servir para la duquesa era un trabajo sin peligros.

Siendo mujer, sin título ni posesión, no se esperaba nada de mí. Mi vida era sencilla, sin experiencias, ni altibajos, no había emoción.

Ese era mi lugar desde que nací.

Hasta que me metí a la casa del capitán para impedir que se casara con mi señora.

No podía permitir que siguiera triste y acongojada por unir su vida a un hombre tan desagradable.

Me conformaba con haber hecho algo peligroso al menos una sola vez.

Por dentro me sentí distinta.

La vida de una doncella no era relevante, una parte de mí quería hacer mucho más y de no ser así, no estuviera congelada hasta los huesos, esperando pacientemente.

Pude haberme retirado sin molestar al sir, volver al palacio de la duquesa y seguir con mis obligaciones, pero no lo hice.

La pala sonó más cerca, el sonido de una bola de hierro siendo arrastrada por el suelo me saco de mis pensamientos.

Me giré.

Me encontré con un hombre con una barba muy larga y ropas harapientas. Reconocí sus ojos, era el capitán quien quitaba la nieve del patio.

Un trabajo sin fin, ya que no paraba de nevar, tendría que volver a cargar nieve dentro de un par de horas.

— La fisgona está aquí — Dijo, con voz áspera, las cadenas sonaban, se veían pesadas — Te dieron un trabajo digno de ti.

Nunca fue mi intención que terminara así, no sabía que al entrar a su casa descubriría lo que había detrás de su mente, la libreta que evidenciaba lo que planeaba ese ser. Abusó de su poder y su puesto solo para atormentar a los presos.

Tenía planes desquiciados y gracias a mí eso había acabado.

— Basta — No quería caer en sus provocaciones.

Retrocedí.

No le convenía atacarme, no ante los guardias.

Tenía una sentencia de por vida como limpiador de letrinas y ya no podía empeorar más las cosas para él.

— No toleras que hable con la verdad — Se aproximó, arrastrando la bola conectada a su tobillo — Dime ¿Qué encontraste? ¿Qué chisme vienes a traerle al perro faldero del rey?

— No vine a traer ningún chisme.

Soltó una risa.

Era un traidor, un conspirador, estaba derrotado y aún así seguía comportándose como si no estuviese encadenado.

— ¿Ah no? — Arqueó las cejas, las tenía casi congeladas — Entonces vienes a prestar otros servicios.

— No es de su incumbencia.

— Pensé que serías menos regalada, eras una dulce doncella que aparentemente solo seguía a su señora limpiando sus suelas, pero resultaste más listas de lo que creía, sacaste las garras — Siseó, observando por debajo de mi capucha — Mira lo que lograste — Enseñó los grilletes en sus manos — Por tu culpa estoy aquí.

— No fue mi culpa, fue suya, por hacer cosas malas.

Se rió — Todos hacen cosas malas, todos actúan sucio para lograr lo que quieren y tú no eres la excepción, mírate, ahora pisas el castillo como si pertenecieras aquí, ya no bajas la mirada como cuando eras doncella, lo que significa que siempre quisiste estar en una posición más elevada.

— Capitán Morfall...

— ¡No me llames así! — Gruñó y me tensé — ¡Fui degradado para siempre, estaré así hasta el final de mis días, lo perdí todo, ya no soy un maldito capitán!

— Es el precio por sus acciones.

— El rufián Roquer es la misma basura, en cambio a él se le dió honor, un puesto de caballero ¿No te parece que el rey tiene preferencias al impartir su justicia? — Me evaluó detenidamente.

— Son las decisiones del rey, no deben ser cuestionadas.

Apretó sus puños.

— Si eso es así, muchos criminales estarán en las filas de sus ejércitos, piensa en lo que podría pasar si empieza una guerra, no les temblará la mano para matar niños, violar mujeres, saquear.

— ¿Por qué tanto odio en contra de ellos? — Pregunté, con mucha curiosidad.

Las puertas dobles se abrieron.

La Princesa Ania bajó las escaleras.

Hice una reverencia cuando se aproximó.

— ¡Cumple con tu trabajo, no te quedes ahí parado! — Ordenó la princesa.

El capitán se marchó, lanzando una mirada antes de volver a tomar la pala.

— ¿La estaba molestando?

— No.

— Sir Levi está ocupado, lo lamento, tendrás que volver luego.

— ¿Cuándo? — Pregunté, decepcionada.

— No lo sé, pronto se marchará a un viaje — Dijo, tenía una capa de invierno y su armadura, pantalones de cuero y botas forradas con lana.

— Los espías no me consideran apropiada, dicen que no sirvo para el trabajo — Gruñí, indignada — Sir Levi sería el encargado de formarme como Escucha y hasta ahora no le he visto el rostro desde que estuve en el juicio.

— Le informaré de lo que está sucediendo, nuestras atenciones están en otra dirección.

La reina, lo entendía, había escuchado de su apariencia similar a la de la tirana y su extraño acento.

— ¿Cuánto demorará en su viaje? — Pregunté a la princesa.

— Es indefinido, son asuntos confidenciales.

Observé detrás de la princesa, Sir Levi bajó las escaleras del castillo.

— Ya está aquí, habla con él — Ordenó la princesa.

Me acerqué.

El sir se desvió para ir a la parte trasera.

— ¡Sir Levi! — Llamé y se detuvo en seco.

Observó por encima de su hombro.

— ¿Qué desea?

Parecía disgustado.

— Soy la señorita Eudora ¿Recuerda?

Se giró lentamente, sus ropas de invierno también eran negras, el cabello se le agitaba por el viento, rozando su delgado y cincelado rostro pálido, los aretes de plata se inclinaron cuando hizo un movimiento de cabeza.

Me evaluó.

— Señorita Eudora, debería estar entrenando.

— Los espías no me consideran buena para el trabajo, me corrieron de la hermandad — Dije, elevando una ceja.

— Ah, es una pena, lamento tener que dejarle a terceros incompetentes mis obligaciones, pero en estos momentos no puedo lidiar con todo, tengo asuntos de urgencias que atender, saldré de viaje mañana temprano, debo organizarme — Cortó, volviendo a girarse para marcharme.

Antes actuaba cordial, ahora parecía un arrogante que no podía tratar con una molestia como yo.

— ¿Qué pasará con mi entrenamiento?

— Fue de utilidad en su aporte, gracias por su colaboración para detener al capitán, le haré llegar una recompensa, pero temo que ahora no es buen momento para encargarme de su preparación — Dijo, sin siquiera observarme.

— Fue una orden del rey.

— El rey está lidiando con sus propios problemas, al igual que la hermandad de espías y la hermandad de caballeros, todos tenemos asuntos que atender, su entrenamiento puede esperar hasta después de resolver esos asuntos — Dijo, con el ceño fruncido.

— ¿Cuándo será eso?

— No lo sé, le haré llegar una carta.

Me sentí enojada, me dieron una oportunidad y ahora me la quitaban.

El sir empezó a caminar.

— Me parece injusto, confíe en que podría ser de utilidad para el reino — Dije, lanzando una mirada furiosa.

Se detuvo en seco.

— Lo será, en un futuro.

— Si hay un problema, cada persona cuenta para apoyar — Me crucé de brazos.

— Señorita Eudora, estos asuntos no son de su incumbencia, el problema no se escapa de nuestras manos — Me evaluó de perfil — No se mortifique por ello.

Se alejó y lo seguí.

— ¿Significa que también considera que no soy buena para el trabajo?

— Tiene potencial, pero ya le dije, en estos momentos carezco de tiempo — Se giró en seco y retrocedí, tenía que elevar la mirada para observarlo.

Era delgado y esbelto.

— Podría entrenarme mientras viaja.

— ¿A qué se refiere? — Frunció el ceño.

— Ir con usted...

— Ni siquiera lo piense.

— Necesitarás una ayudante para tu viaje — Dijo la princesa, detrás de mí.

Él apretó su mandíbula.

— Su alteza, no necesito ayudante.

— Serviría de mucho.

— Por favor, no de ideas tan absurdas, sabes a donde voy — Gruñó a la princesa — Esto no es un juego, ni siquiera conozco que tan peligroso puede ser ese lugar.

— Si va a ser Escucha, siempre estará cerca de peligros, serviría para ver si tiene lo necesario — Sugirió ella.

— No está calificada, no voy a arriesgarme — Cortó, alejándose — Fin de la discusión.

— Es un hueso duro de roer — La princesa se encogió de hombros.

...****************...

Entré al palacio de la Duquesa Pepper.

— Dígale a su excelencia que he venido a visitarla.

— La duquesa está de reposo, en su habitación — Dijo el mayordomo.

Me preocupé.

— ¿Está enferma?

— No, pero hace dos días dió a luz.

— Subiré a verle.

Me acerqué a las escaleras y empecé a subir hacia el piso de su habitación.

Toqué la puerta al llegar.

— Adelante.

Abrí.

La duquesa estaba recostada en la cama, un poco pálida.

Sir Roquer estaba cargando al bebé, envuelto en una gruesa manta.

— Eudora, me alegra verte de nuevo.

Me aproximé e hice una reverencia.

— Su excelencia, perdone que no había podido venir a visitarla.

— No te preocupes, entiendo que tienes tus propios asuntos con los espías — Dijo, sonriente.

— La verdad es que me rechazaron.

— ¿Por qué? — Frunció el ceño.

— Dicen que no poseo el perfil para ser espía, rasgos físicos que puedan ser comunes y no demasiado llamativos.

— Tonterías — Protestó — Demostraste ser capaz al desenmascarar al capitán.

— ¿Sir Levi sabe de esto? — Preguntó Roquer.

Se veía tierno cargando a su bebé.

— Estaba en castillo, tratando de explicarle, pero saldrá de vieja y lleva prisa — Suspiré pesadamente — Vine a ver si podía volver a servirle como doncella — Observé a Pepper.

— ¿Es lo que quieres?

— No me molesta servirle y lo sabe, podría ayudarle con la bebé — Dije.

— Es niño, se llama Pryor.

— Muchas felicidades.

— Gracias — Suspiró la duquesa — No preocupes, puedes quedarte, pero no como sirvienta, si no como invitada.

— Pero... No me molesta en lo absoluto...

— Roquer lo está haciendo bien, cuida mucho a Pryor, Eudora, puedes hacer mucho más que servir y lo sabes.

— Se ha vuelto muy sabia — La elogié — Pero, a veces no se puede hacer más, ser doncella es lo que más sé hacer, no me quite eso.

— Te quedarás como invitada, es mi última decisión.

Suspiré pesadamente.

— Bien, pero déjeme sostener a Pryor — Me acerque a Roquer.

Él me tendió el niño.

Lo sostuve, no pesaba casi.

Su piel era oscura, como la de su padre, aunque la delicadeza pertenecía a la duquesa.

— Eres muy lindo, mi pequeño Pryor.

— ¿A dónde irá el sir? — Preguntó Roquer.

— No lo sé, es confidencial.

— Estoy seguro de irá a Polemia, como mano derecha del rey, será enviado a dialogar con el otro gobernante.

— ¿Polemia? — No había escuchado de un lugar así.

— Es el reino de donde proviene la reina Freya, según escuché de su propia boca, es un lugar en caos dominado por salvajes caníbales.

Eso sonaba peligroso, eso me gustaba.

Eudora:

2. Sir Levi

...LEVI:...

— No confío en ti, no ahora — Gruñó el rey.

Me quedé inmóvil, sin moverme de la silla, con mis brazos cruzados.

— ¿Cuándo le hice dudar de mi lealtad?

Permaneció sereno, aunque el rey se veía cada vez más disgustado. No me apetecía lidiar con él, no así, no frente a todos los demás. Los miembros del consejo no aportaban más que comentarios lame suelas, yo era el único con la sinceridad suficiente para tener mi puesto de mano derecha.

— Con tus decisiones a mis espaldas.

Desde que puse un pie en Floris, sabía que la esposa del rey no sería de Hilaria, si no de Polemia, pero el padre del rey Adrian me pidió discreción, si yo hubiese soltado que la prometida era de un trato y de una tierra desconocida, esta discusión se hubiese adelantado y yo no estuviera ejerciendo mi voluntad.

— Solo cumplía con la orden de su padre, Majestad.

— ¡Juraste lealtad a mí, no mi padre y me deshonran, ahora tengo a esa mujer, proveniente de ese reino que no posee nada para hacer tratos, pero que obviamente está interesado en nuestras tierras! — Gruñó el rey, con expresión dura.

— Su padre no hubiese hecho un trato si Polemia no tuviera nada que ofrecer — Me defendí, elevando una ceja, el rey de Hilaria no era tonto — Confíe en las negociaciones de su padre.

— Puede hacer sus propios negocios, pero con Hilaria, este reino es Floris — Señaló el mapa pintado en la mesa, toda esa basta tierra para poseer — Es mi reino, son mis decisiones y si tú lealtad está conmigo, tienes que demostrarlo.

Polemia no era una tierra desconocida para mí, en mi sangre había parte de ella y no podía negarme a ayudarles en su situación, por supuesto que lo hacía con cuidado, tampoco confiaba en el rey de ese lugar, no había vuelto a pisar ese reino desde que era solo un niño.

Entendía al rey Adrian, se le había cuestionado su autoridad.

— Todo tiene un propósito y el enlace con la princesa Freya tendrá tintes positivos.

— ¿Positivos? — Siseó él — ¿Cómo podría una mujer idéntica a mi fallecida esposa tener algo positivo para el reino? ¿Vas a decirme que esto no era parte del plan de ese rey de Polemia? Su sola presencia a traído inquietud al reino.

A él también, pero eso no lo iba a decir en alto.

Esa era la parte que me tenía dudoso ¿Por qué mandar a una princesa tan parecida a la tirana si solo se quería negociar? Fácilmente, hasta un niño podría interpretarlo como una amenaza directa, un claro mensaje de que no se buscaba solo alianzas y negocios.

Guerra ¿Tal vez?

— Esperemos que solo sea una absurda casualidad — Fue mi única defensa.

— Eres un hombre que se ganó muy rápido mi confianza, pero esto no puedo pasarlo por alto — Lo fulminó con la mirada.

— Majestad, si usted me considerara un conspirador y traidor, ya estuviese siendo expulsado de este castillo — Seguí despreocupado — Pero, sabe que soy uno de sus mejores hombres a pesar del mal entendido que se está gestando.

— No seas arrogante, acepto que has hecho las cosas bien anteriormente, lo que te brinda una sola oportunidad para demostrarme tu lealtad a Floris en lugar de Hilaria — Estrechó sus ojos azules — Ya no deseo a mi padre involucrado aquí porque su reino no es este.

Me tensé, el rey Adrian resentido estaba a flote. Siempre tan temperamental, últimamente parecía más irritable, mucho antes de que llegara su prometida estaba así.

Los rechazos lo ponían tan mal.

Lo lamentaba, pero a mí me gustaba amarrar y encadenar, eso a él en cambio le causaba un pánico espantoso.

— Ciertamente que no lo es, pero somos reinos aliados y si ejecutó un trato con Polemia, fue porque lo creyó correcto, así funcionan las alianzas, algo bueno debe tener ese reino helado para que hayan usado a la princesa Freya como primer acercamiento.

— Tú debes saber la razón.

— El rey no me dió detalles sobre esto, jamás supe porque razón cambió los planes sobre su matrimonio.

— No creo en tus palabras, llevas ocultando esto desde hace tres años, desde tu llegada.

— ¿Entonces qué dispone? — Pregunté, cansado de la discusión — Me gusta mi trabajo y mi puesto, no deseo perderlo, tampoco deseo que su confianza en mí siga decayendo, mi función de mano del rey no tiene sentido sin eso.

— Tendrás que ir a Polemia a hablar con el rey de ese reino, averiguar todo sobre sus intenciones y tratar de zafar el trato que haya hecho mi padre, de no poder, considera que tendrás reemplazo al volver.

— Iré, aunque lo último no se si podré llevarlo a cabo, teniendo en cuanta que ya hubo un matrimonio y hasta coronación — Me levanté de mi silla.

— Sir Levi, le aseguro que el pueblo estará más que satisfecho si se despoja del título y se anula el matrimonio — Sugirió el ahora ministro defensa, el viejo general de la guardia real.

— La reina no a demostrado ser incapaz para gobernar, tampoco ha violado ninguna norma — Gruñó la princesa — No se puede hacer algo así si ella no ha hecho nada inadecuado que ponga al reino en riesgo.

— Es por eso que ser miembro del consejo no es para cualquiera — Dije y el general se tensó — Una decisión así no se toma a la ligera.

Sospechaba que era igual al capitán Morfall, solo que no hubo pruebas y su ausencia en la guarnición estuvo justificada.

— Solo fue una sugerencia.

— Tomen en cuenta que la reina tiene que estar presente en las reuniones — Dije y el rey frunció el ceño.

— No voy a arriesgarme a que se robe mi autoridad y empiece a abusar de su poder.

Casi me reí a carcajadas.

— No es la reina Vanessa — Dije y apretó su mandíbula — Sugiero que la deje ejercer su función como gobernante, solo así se podrá comprobar sus intenciones.

— No me haga recordar que sabía esto desde el principio o consideraré no darle una segunda oportunidad.

Su problema con el rencor lo tenía cegado, aunque jamás entendía como una mujer llegó a tal punto de atormentar incluso después de su muerte al rey, al reino y a todo lo que vivió bajo su poder.

El rey tenía una clara desconfianza con las alianzas por matrimonio, precisamente porque fue objeto de una, no hubiese terminado con una loca si su padre no lo hubiera usado como usaron a la princesa Freya.

Debía ponerse en los zapatos de esa princesa con más razón.

No estaba de parte de nadie, pero tal vez se estaba haciendo una tormenta con un simple charco.

— Necesitaré uno de sus barcos, partiré mañana mismo, Polemia está a muchos meses de viaje, todo al norte.

— Te daré un barco y hombres por si necesitas apoyo.

— ¿Cuántos? — Arqueé las cejas.

— Unos veinte.

— No son suficientes para un ejército, pero entiendo, es mejor aparentar llegar en son de paz, deme unas horas para prepararme — Me alejé, caminando hacia la salida.

...****************...

Tuve que partir al muelle de la costa, tomé uno de los carruajes, con equipaje y mis armas, salí pese al maldito frío, pero no podía quejarme, no cuando en Polemia el invierno era un infierno de hielo.

Varios carruajes me acompañaban con los hombres que necesitaba.

Seguí escribiendo en mi libreta posibles respuestas del rey de Polemia. Debía prepararme para cualquier reacción de su parte, eso era lo que me hacía tan brillante.

Me preparaba siempre para enfrentarme a cualquier contrincante y con la mejor de mis armas, mi inteligencia.

Tras varios días por tierra, llegué a la costa.

El barco del rey estaba listo gracias a la paloma mensajera, los hombres empezaron a subir las cosas, a terminar de alistar todo para el viaje con los navegantes del rey Adrian.

Su barco era negro, mi color preferido.

Observé las velas desde el muelle, el viento invernal estaba más frenético que mis ganas de partir.

Odiaba perder el tiempo.

— Sir Levi — Dijo alguien detrás de mí.

Me giré.

El abrigo de piel café, la capucha gruesa y una valija de mano, también un vestido de invierno, botas trenzadas de cuero.

Elevó su rostro.

Las miradas distintas que se cruzaban en sus ojos, como si dos almas estuviesen atrapadas dentro de aquel rostro fino y delicado.

Su ojo azul brillaba más que el café.

El cabello trenzado de color plata que se le escapa de la trenza.

Las mejillas y nariz sonrojadas por el frío.

— ¿Qué hace usted aquí? — Siseé, desconfiado por su aparición.

La señorita Eudora fue invitada a la hermandad solo para ser investigada, su padre era un hombre que fue muy buscado en su época, le apodaban el fantasma hace años, porque jamás se le encontraba hasta que actuaba y aunque las muertes supuestamente naturales que sufrieron los deudores del duque Jones no habían sido investigadas si no hasta el juicio donde ella confesó todo, se creyó necesario mantenerla vigilada.

Era sospechosa, siempre supo lo que su padre hacía y nunca hizo nada, no echó de cabeza al duque, tal vez también colaboró en sus muchos actos.

Eso no la hacía confiable.

Ofrecerle un entrenamiento de espía sería lo más adecuado para mantenerla en mira, pero con todo lo que estaba ocurriendo consideré dejar las cosas así, ya no valía la pena escarbar en los crimenes de Jones, tampoco quería que la señorita Eudora estuviera tras las rejas, más cuando había colaborado con la detención del capitán, le pedí a los espías que ya no le dieran más lecciones, que la echaran de la hermandad.

Pero, no contaba que le interesara tanto ser espía.

— Perdone Sir Levi, pero no encontré otro modo.

Usó sus habilidades como cazadora.

Su padre se tomaba el tiempo para seguir a sus víctimas y luego los asesinaba haciendo parecer que era un accidente, eso era lo que hacían los cobradores de deudas.

Ya no quedaban más, Eudora era la única, sabía que no era tan inocente como aparentaba, no se hubiese metido a la casa del capitán para dejarlo inconsciente con una droga.

— ¿Cómo rayos supo que estaría aquí? — Exigí, dándole una mirada severa.

— En el castillo dijo que partiría al día siguiente y es obvio que se iría en barco...

— No dije a donde iría — Corté, estrechando mis ojos.

¿Cuál era su interés?

— Por casualidad fui a visitar a la duquesa Pepper y allí estaba Roquer, él me mencionó que tal vez usted iría a Polemia, solo se puede llegar por barco, le pedí un carruaje y viajé hasta acá — Dijo, enseñando la valija.

— ¿Con qué propósito? — Estreché mis ojos.

Se tensó.

— Quiero que me entrene.

— Ya hablamos de esto, señorita Eudora, después de que regrese de mi viaje volveremos con las lecciones — Gruñí, atento a la rampla del barco.

— ¿Y si no regresa? ¿Y si lo olvida?

— Eso no pasará, no lo olvidaré — Corté, resoplando.

— Lo primero no puede asegurarlo — Retó, elevando una ceja.

— Entonces habrá otro que le enseñe.

— Usted dió su palabra de que me entrenaría como Escucha, debe cumplir y no vine hasta acá por nada.

— Lamento decepcionarle, vino hasta acá por nada — Dije y soltó un gemido — Vuelva a su carruaje.

— Pensé que era más cordial — Siseó, indignada.

— No le pedí que viniera.

Pisoteó el suelo.

— Ya veo que no tiene un sentido de la consideración.

Me reí y frunció el ceño.

— Señorita Eudora, no voy de paseo, voy a Polemia, un reino en caos, no necesito cargar con una mujer, sería una mortificación para mí.

Se indignó más.

— ¿Yo soy una mortificación?

— Soy un hombre responsable, no me gusta tomar decisiones a la ligera que terminen en caos, si usted me acompaña podría pasarle algo y yo no cargaré con semejante peso de conciencia — Señalé el barco — No hay lugar para usted allí.

— Bien.

Me rodeó y empezó a subir por la rampa.

La alcancé y tiré de su brazo.

— ¡Oiga! — Se mantuvo inmóvil, sobre la rampa — ¡Me voy a caer si sigue tirando de mí!

— ¡Retroceda!

Los hombres del barco empezaron a observar desde la cubierta.

Esto era vergonzoso.

— ¡Haga caso, esto no es un juego! — Gruñí, perdiendo la paciencia.

Se resistió, tiró de mí.

La maleta salió volando y terminó en el agua.

La señorita Eudora se quedó con la boca abierta.

Sir Levi:

3. En el barco.

...EUDORA:...

La valija se estaba hundiendo, aparté a sir Levi a un lado para aventarme al agua. Sentí un agarre cuando intenté aventarme. Giré mi vista hacia atrás, el sir me sostenía.

— ¡Déjeme! — Tiré de mi brazo.

— ¡El agua está helada, si se lanza a ella podría morir de una hipotermia! — Perdió la paciencia.

— Tengo todas mis pertenencias ahí.

La gente del puerto se entretenía observando.

— Esto es suficiente señal para que no suba al barco — Dijo, frunciendo el ceño, los mechones del rostro se le llenaron de copos.

Era una falta de respeto, había pedido un carruaje prestado a Pepper, incluso marché el mismo día que fui a visitarla para llegar antes que el sir y así poder alcanzarlo cuando estuviera abordando, esperé en una posada cercana y no dejé de observar por la ventana, todo para que se negara a dejarme subir.

No tenía palabra.

Ya era la segunda vez que me topaba con un hombre y que no era lo que aparentaba en un principio.

Seguía pensando en lo decepcionante que estaba por el capitán, creí que era un hombre repto, aunque una parte de mí justificó su comportamiento con una forma diferente de pensar.

El sir por su parte, había mostrado ser cordial, tomó mi palabra en serio a pesar de ser mujer, pero ahora se portaba como todos los demás.

Me zafé de su agarre.

— Solo llevaba ropa, mi dinero y documentos están en los bolsillos de mi abrigo, puedo viajar — Intenté caminar hacia la rampla pero se atravesó.

— Usted no entiende que este no es un paseo y que voy a tratar asuntos muy serios — Apretó sus manos cubiertas por los guantes de cuero.

— Yo también trataré asuntos muy serios, tengo disponibilidad para aprender a todas horas y se que el viaje será largo, esos meses que estaremos en mar servirán de mucho — Dije, observando su rostro.

— ¿Ha viajado en barco?

— No, pero...

— Podría enfermarse a tal punto de morir, pocos están preparados para el mar.

— Tengo buena salud, serví desde muy pequeña a una duquesa, si eso no me mató, menos lo hará el mar — Insistí y maldijo entre dientes.

— ¡Señor, debemos partir! — Gritó el capitán del barco.

— ¡Señorita Eudora, ya debo marcharme!

Tomé su capa y me aferré a ella.

Sus ojos echaron chispas.

— ¡No vine hasta aquí para recibir un no por respuesta, tengo una meta y es volver siendo parte de la hermandad de espías! — Dije, con firmeza.

— No necesita aprender, usted ya tiene habilidades como las de su padre.

— No, no sé mucho, él solo me enseñó unas pocas cosas, eso no tiene nada que ver con lo que estamos discutiendo usted y yo, faltará a su palabra, fue una proclamación que se llevó a cabo en el salón de justicia — Gruñí y se quedó muy serio — No tiene palabra entonces.

— No vuelva a tocar mi capa — La apartó de mi agarre.

No sabía que era tan petulante.

— Sir Levi, podría serle útil.

— No sabe lo que está diciendo— Gruñó y no comprendí, apretó su mandíbula y luego soltó una larga respiración — Me refiero a que no tiene idea de que hay en Polemia.

— ¿Usted ha ido? — Pregunté.

— No, tampoco sé a lo que me voy a enfrentar, por eso no puedo llevarla — Empezó a subir a la rampla.

— Sé abrir cerraduras, suponga que nos capturan, no necesito una llave para liberarme.

— ¿En serio? — Su tono era interesado.

— Si nos encadenan, yo podría liberarnos.

— Encadenar — Susurró, con una postura regida, dejando de avanzar.

— Dígame, Sir Levi ¿Lo he convencido?

— De acuerdo, pero no me hago responsable de lo que pueda sucederle — Dijo manteniéndose de espaldas a mí.

— No tiene porque hacerlo, soy una mujer, no una niña.

— Por supuesto que lo noté.

Empezó a subir la rampla y lo seguí.

Llegamos a la cubierta.

— ¿La dama vendrá? — Preguntó el capitán

— Así es, es mi aprendiz de espía, ésta será su primera prueba.

— ¡Todo listo, suban la rampla! — Ordenó el capitán a los marineros — ¡Eleven anclas! — Empezaron a moverse de un lado a otro — ¡Preparen las velas!

— ¿Hay camarotes disponibles? — Le preguntó el sir — Es para la dama.

— Si, hay un par.

— Alguien que la guíe.

— Espere, quiero ver como zarpamos — Dije, emocionada.

El sir se alejó hacia la parte interna del barco.

...****************...

El barco se movía sin cesar, me sentía un poco mareada, pero al ver el azul profundo del mar pronto dejé de sentir molestias, era muy hermoso, a pesar de que el cielo seguia gris, aún estábamos en las costas de Floris.

El sonido de las velas contra la madera, el crujir de la madera, el olor del barniz y la sal, me sentía muy animada.

El capitán me enseñó el barco, me mostró los camarotes, indicando donde quedaba el mío, también la bodega donde estaba la comida almacenada.

En mi camarote había una litera de dos pisos, un pequeño espacio para baúles y una silla.

La pequeña ventana circular en el centro de la pared.

El dilema era la ropa, me tomé a la ligera el no tener prendas.

No podía andar con la misma siempre.

Tendría que preguntarle al capitán del barco, ya que no quería molestar a sir Levi, quien estaba en el camarote de al lado.

Se había encerrado allí desde que partimos del puerto y no parecía contento con que yo estuviese a bordo.

Salí del camarote, por el estrecho pasillo, hacia el camarote del capitán al final del mismo.

Toqué la puerta.

— ¿Quién es?

— Soy la señorita Eudora.

— Adelante.

Abrí la puerta y entré.

El capitán observaba el mapa en el centro de una mesa redonda.

— Señorita Eudora — Dijo sonriente, este hombre me parecía familiar, su rostro y su cabello rubio, tenía un aire como de Lord Leandro Mercier, pero su cabello largo y su ropa no parecían de un noble.

Debía ser solo una simple apariencia similar.

— ¿Cómo se encuentra? — Preguntó — ¿Está mareada?

— No, me he acostumbrado al Vaivén.

— Tiene buenas tripas, la primera vez que subí a un barco duré como un mes con el estómago revuelto, pero usted debe tener un hierro en el abdomen — Dijo, como halago, me observaba mucho y sabía que era por mi apariencia.

— Mi valija debe estar al fondo del muelle, así que me he quedado sin ropa. Me preguntaba si usted no tiene algún vestido por ahí...

— Ropas de hombres, lamento decir que en este barco no abordan muchas mujeres — Dijo y me decepcioné — De estar en el barco de mi madre si hubieses tocado con suerte.

— ¿Su madre es marina? — Me sorprendí.

— Es capitana, ella fue quien me enseñó a navegar — Comentó, con postura orgullosa.

— Vaya, debe ser una mujer increíble.

— Lo es.

— Creo que puedo conformarme con la ropa de hombre — Dije, sin más remedio.

— No creo que le quede.

— No importa, la ajustaré con un cinturón.

Se rió — Vaya, no es una señorita muy exigente.

— Fui doncella, me bastaba con un informe.

— Muy bonita usted — Dijo y me apené.

— Descuide solo es un cumplido.

Observé el mapa.

— ¿Es un mapa del mundo?

Siguió mi mirada.

— Parte de él.

— Es Floris, se ve tan pequeña en el papel — Posé mi dedo en el territorio — ¿Dónde está Polemia?

Extendió su dedo índice por el papel, recorriendo un camino vasto por el mar, hacia una tierra lejana casi al borde del papel.

— Aquí.

— Solo se ve un pedazo pequeño de las tierras.

— Los cartógrafos de Floris no se atreven a explorar esa parte del mundo, es casi un enigma, por eso solo la muestran con un pedazo, se desconoce de que tamaño es y solo se le menciona en pocos libros, muchas veces de forma errada.

Vaya, el capitán era muy sabio.

— ¿Usted no ha viajado hacia allá?

Negó con la cabeza.

— Ningún navegante que conozca lo ha hecho.

— ¿Eso no le asusta? — Me sorprendí.

— Por supuesto, pero las aventuras se tratan de eso.

— Supongo que todos en este barco estamos bajo la misma circunstancia, yendo a un enigma — Tensé mis hombros.

Unos pasos se escucharon.

Sir Levi entró en el camarote, lanzando una mirada al capitán al verme junto a él, aunque no mostró ninguna molestia en su expresión neutral.

El capitán se alejó un poco.

— Capitán Alber, dígame, ¿Cuál ruta es la mas fácil para llegar a Polemia? — Preguntó, deteniéndose frente a la mesa, observando el mapa.

— Las corrientes al este son demasiado fuertes, es un camino más corto, pero arriesgado — Dijo el capitán, trazando con un pequeño barco de madera en miniatura.

— ¿Cuánto tiempo?

— Seis meses.

— ¿Y la ruta normal? — El sir elevó una ceja.

— Diez meses.

— Tendremos que ir por las aguas tranquilas, aunque el camino sea corto, no podemos arriesgarnos, estamos atravesando terreno casi desconocido — Dijo y el capitán cambió el pequeño barco por el oeste — Ni modo, los salvajes tendrán que esperar diez meses por nosotros.

— Sir Levi, no creo que sea una broma agradable — Dijo el capitán, preocupado.

— Hay una muralla que divide a los salvajes de los civilizados, estaremos del lado menos peligroso, aunque siendo honesto no se que lado lo es más — Gruñó el sir apoyando sus puños de la mesa.

Ya no llevaba la capa de piel de lobo, tenía solo una camisa negra con un chaleco del mismo tono, la espada enfundada en el cinturón y unas botas de cuero, también negras.

— Le estaba diciendo al capitán que todos en este barco estamos en la misma circunstancia — Opiné y el sir me lanzó una mirada irónica — Estamos a ciegas.

— Sigue siendo la más inexperta en este barco, señorita Eudora.

— Puede ser, pero ni usted sabe a qué se está enfrentando — Me crucé de brazos.

— Interesante observación que no necesito — Hice un gesto y observó al capitán — ¿Probabilidad de piratas?

— No lo sé, aunque si este lado del territorio es inexplorado, podemos hallarnos con cualquier cosa.

— Tengan listos los cañones.

— Por supuesto — Dijo el capitán.

— Señorita Eudora, sugiero que vaya a descansar, las noches en el mar son más agitadas — Comentó el sir, con su expresión demandante.

— Gracias, estaría haciéndolo si usted no hubiese hecho que mi valija se cayera al agua.

— ¿Ahora resulta que es mi culpa? — Bramó.

— No, pero si no estuviese tratando de empujarme de la rampa, no hubiera sucedido.

— Usted fue quien quiso venir, una valija perdida en el fondo sucio del muelle no será el mayor de sus problemas en este viaje — Siseó e hice un gesto de indignación.

— ¿Me está diciendo que me echará por la borda?

— Si sigue siendo tan bocona como lo es no me quedara más paciencia para tolerar y mucho menos para enseñarle, no tolero las respondonas como usted, puedo ser amable, pero tengo poca paciencia — Gruñó, irritado.

El capitán aclaró su garganta.

— Capitán, deme la ropa que mencionó.

— No, usted no usará eso — Dijo, con expresión seria.

Fruncí el ceño y salí del camarote.

Me encerré en el mío.

Me acerqué a la litera, trepé a la cama de arriba y me acosté.

...****************...

Casi caigo de la litera ante el brusco movimiento del océano.

La temporada de invierno era mala para viajar y no era en vano que el sir había dicho que las noches eran agitadas.

Me levanté a tropezones, la lámpara de queroseno que colgaba del techo provocaba una agitación de luz insoportable.

Me asomé por la ventana.

No sé veía nada, pero si salía a la cubierta probablemente me asustaría.

La puerta se abrió.

— Aquí está la cena — Dijo un marinero, dejando una bandeja sobre la silla.

Saliendo a tropezones, no se molestó en tocar antes de entrar.

La bandeja se iba resbalar y salté rápidamente para tomarla.

Era pan y puré, un poco de tocino.

Me senté en la primera cama de la litera.

¿Estaban locos? ¿Cómo es qué este movimiento no les causaba pánico?

Intenté comer, me mordí la lengua varias veces.

Me apoyé del umbral y me arrastré por el pasillo.

Subí las escaleras hacia la parte exterior.

El agua salpicaba la cubierta, hombres iban y venían, todos coordinados y serenados, tirando de las sogas para mover las velas.

Salí, tambaleándome.

El capitán sostenía el timón.

El agua salpicó mi cuerpo, el barco escaló una ola más grande que una montaña.

Mi estómago se revolvió.

Tropecé y rodé.

Alguien me levantó.

Me encontré con el rostro empapado del sir, quien me sostenía de ambos brazos.

— ¡Vuelva a su camarote! — Gritó por encima del viento.

Empapado se veía más guapo.

Las náuseas persistieron.

Terminé vomitando la cena en el rostro y pecho del sir.

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