Desperté de sobresalto, mi cabeza latía con fuerza, un dolor sordo acompañaba mi confusión que se extendía por toda mi mente. La habitación estaba a oscuras, iluminada solo por los primeros rayos de luz que se filtraban a través de las gruesas cortinas.
Mi piel desnuda sentía el roce de las sábanas de una textura lujosa, un detalle que no se alineaba con mi humilde realidad. Pero lo que más me alarmó fue el peso firme y cálido de un brazo masculino que rodeaba mi cintura.
Me tense de inmediato. Gire apenas la cabeza para observar al hombre que hacía junto a mí. Su cabello negro estaba despeinado, si rostro relajado en un sueño profundo. No lo reconocí de inmediato, pero mi corazón se aceleró. No podía permitirme despertarlo, no sabía quién era ni cómo había terminado en esta situación.
Intenté moverme con cuidado, pero mi cuerpo no respondía como esperaba, me sentía como si estuviera atrapada entre el agotamiento y la ansiedad.
Cerré los ojos y respiré profundamente, tratando de calmar el torrente de emociones que amenazaban con desbordarse.
Si no podía moverme, al menos estoy intentando recordar, me obligué a buscar en mi memoria las piezas del rompecabezas que me había llevado hasta aquí. Lo único claro que pasa por mi mente es que el día anterior está cumpliendo años.
»Mis veinti un año«
—¿Por qué en mi vida todo tiene que ser una pesadilla?—Susurre para mí misma con los ojos cerrados y el corazón apachurrado.
Los recuerdos comenzaron a llegar, uno a uno, como un torrente sanguíneo. Quería que ese día fuera especial, aunque nadie parecía recordarlo. Mi madre, quién siempre había sido mi apoyo, ya no estaba. Había fallecido años atrás dejando un vacío que nunca logré llenar. Pero nunca permití que esa tristeza me detuviera. Decidí que celebraría con Elijah, mi novio, él era al único que yo le demostraba un poco de afecto en este mundo que parecía estar empeñado en que yo no existiera.
Pedí permiso en el trabajo para salir temprano, algo que no solía hacer nunca. Me había esmerado en arreglarme bien, en que mi apariencia estuviera presentable, poniéndome un vestido nuevo, era sencillo pero bonito, uno que Elijah me había elegido en una tienda diciéndome que me quedaba bien, lo había guardado para este día.
Con una sonrisa nerviosa, me fui al apartamento. Quería sorprenderlo, había planeado llevar una pequeña tarta que compré camino a casa y pasar la noche con él, para celebrarlo en privado.
Pero todo se desmoronó al abrir esa maldita puerta No necesite entrar para comprender lo que estaba sucediendo allí dentro.
Los gemidos de una mujer desconocida resonaban desde la habitación seguida por la voz de él.
—Mas fuerte...—pidemelo así, cariño—
Me congele durante un largo rato, no pude moverme, no sabía cómo procesar lo que estaba escuchando.
Nada podía segar mis ojos en este momento ante la horrible situación en la que estaba. Ambos estaban completamente desnudos y me daban la espalda. La chica estaba en cuatro, con las manos aferradas a las sábanas, mientras que Elijah estaba detras de ella mientras la embestía.
Me quedé petrificada en el umbral de la habitación incapaz de moverme o apartar la mirada de ellos. Era como si mis pies estuvieran anclados al suelo y mi mente se negara a procesar lo que estaba pasando ante mis ojos.
—¿Así te gusta?— Le pregunto a la chica con voz ronca, casi que gutural.
Los gemidos de la mujer se intensificaron, un sonido grotescamente triunfante que hizo que la sangre se me congelará. La chica enterro si rostro en la almohada mientras Elijah agarraba su cabello con fuerza, inclinándose sobre ella.
—¡Joder, estoy cerca!— gruñó Elijah, con su voz transformándose en algo casi lobuno mientras seguía moviéndose con desenfreno.
No supe que fue lo que finalmente me sacó de mi estado de shock, tal vez fue el sonido de la voz de el, que fue como un eco cruel que golpeó mi corazón como un mazazo. O tal vez fue la tarta que aún sostenía en mis manos, un recordatorio de mis intenciones para esta noche. El objeto, ahora insignificante, cae al suelo creando un sonido sordo
—¡No puedo creer que me hicieras esto, Elijah— grite, con mi voz quebrada por la traición y el dolor, sin esperar respuesta me fui de ahí.
Ni siquiera vi la cara de la mujer que estaba con el. Todo habia pasado tan rápido, y al mismo tiempo tan lento, que mi mente apenas podía procesarlo. Mientras corría fue de aquel apartamento, mis pensamientos me traicionaban, llevándome a un lugar más oscuro. No era Elijah quien me había traicionado. No del todo, yo me culpaba por no haberlo visto venir. Por no haber entendido desde el principio que estaba destinada a ser miserable.
La maldición de ser Marcela Wood
Mi padre Harley, era el Alfa de la manada Wood, una comunidad pequeña pero importante en la jerarquía de los clanes lobunos. Como todos los Alfas, Harley solo pensaba en su legado, en un heredero que perpetuará su linaje y asegurará si posición. Pero la vida no se lo había puesto fácil. Su esposa, la orgullosa Luna de la manada, tuvo complicaciones después de dar a luz a su primera hija, ina. Los médicos fueron claros: No podrá tener más hijos.
La noticia fue un golpe devastador para Harley, y aunque él nunca lo dijo directamente, yo supe que ese fue el inicio de todo su desprecio.
Harley busco una solución práctica, recurrió a una omega común de la aldea, alguien que pudiera ser un vientre de alquiler para darle el ansiado heredero. Pero el destino, siempre irónico. tenía otros planes. Nací yo, otra niña.
Harley se enfureció tanto que juro no tener nada que ver conmigo. Su oído hacia mí era profundo, como si mi existencia fuera un recordatorio constante de su fracaso. Si no hubiera sido por la muerte de mi madre, yo jamás habría puesto un pie en la casa de los Wood.
La vida con mi padre fue un tormento. No solo era una omega, lo cual ya era un estigma en sí mismo dentro de los clanes lobunos, si no que para la mayoría de los de su especie, el despertar del lobo interior ocurría a temprana edad. Desde los tres años, los lobos se manifestaban con pequeños signos: Un aura de poder, sentidos más agudos, un olor distintivo que los identificaba. Pero yo a mis diecinueve años no tenía nada. Ni poderes lobunos, ni olor, era más débil que un humano común y corriente, lo que hacía que Harley me despreciará aún más.
Lo peor no era solo La indiferencia de mi padre, sino también el desprecio de la esposa de este, quien nunca pudo superar que su marido hubiera tenido que buscar otra mujer, aunque fuera solo un vientre de alquiler.
Cada mirada de la luna estaba cargada de veneno, y no perdía oportunidad de recordarme que no pertenecía allí, que era una ingrida, una desgraciada.
Sin embargo, no todo había sido doloroso. Lina mi hermanastra, había sido mi único refugio. Lina era la única que me trata como una persona, que me defendía de los comentarios hirientes y me abrazaba cuando todo se sentía demasiado pesado. Si no hubiera sido por Luna, yo probablemente me habria rendido hace mucho tiempo...
No podía dejar de pensar en Elijah, en como había llegado a creer que él era mi todo, era inteligente, atractivo y parecía tener el futuro asegurado.
Todos en la manada decían que él sería él próximo alfa de los Wood. Una vez que su padre Harley, decidiera retirarse. Elijah siempre destacaba en las reuniones, no solo por su físico imponente, sino por su manera de hablar, por su confianza y yo una simple omega sin loco, había sido la elegida por él.
Cada vez que caminábamos juntos por el pueblo, podía sentir las miradas de las demás. La administración en sus ojos, el deseo, pero Elijah nunca se dejó llevar por ellas. O al menos eso había crecido yo.
Su atención estaba siempre sobre mí haciéndome sentir especial, como si estuviera viviendo un sueño. Pero hoy ese sueño se había convertido en una pesadilla.
La realidad me golpeaba con brutalidad. Yo no era suficiente. Nunca lo había sido, solo era un fenómeno que jamás sería amada.
No regresé a casa después de lo ocurrido, no podía enfrentarme a las preguntas de mi padre o las miradas de desprecio de la luna. En lugar de eso, me encontré en un parque desolado abrazándome a mí misma mientras las lágrimas caían sin cesar, mis sollozos eran el único sonido en la fría noche, un eco de mi corazón roto.
No supe cuánto tiempo pasó, pero de alguna manera Lina me encontró, yo no entendía cómo ni hermanastra había sabido donde buscarme, pero tampoco me importa, en cuanto la vi todo mi autocontrol se rompió.
—Lina...—Solloce incapaz de decir algo más.
Lina, alta y majestuosa como su madre, no dudo en correr hacia mí y envolverme en un abrazo protector. No había reproches en sus ojos, solo preocupación genuina.
—Estoy aquí, Marcela. Estoy contigo— susurro acariciándome el cabello mientras yo lloraba contra su hombro.
Fue entonces cuando lo solté todo.
Le conté entre lágrimas lo que había visto en el apartamento de Elijah, como me había sentido y como mi mundo se desmoronaba ante mis ojos.
Lina me escuchó en silencio, sin interrumpirme pero podía sentir sus manos tensarse cada vez que mencionaba el nombre de él.
—Ese hombre no te merece, Marcela. No quiero que vuelvas a llorar por alguien tan despreciable. Eres mucha más de lo que él podrá tener jamás—
Sus palabras me hicieron sentir mejor pero no bastaba para llenar el vacío que sentía en mi pecho, ella seguía abrazándome murmurando palabras en mi oído de aliento.
Una luz brillante nos iluminó. Levanté mi cabeza y eran las luces de un auto acercándose.
El vehículo se detuvo frente a nosotras y un escalofrío recorrió mi cuerpo, no sabía si era el frío de la noche, o la creciente incomodidad.
Fue algo cuando algo llamó mi atención. Mire la mano de Lina que descansaba en mi hombro y noté un detalle que antes había pasado por alto.
»El reloj«
—Lina...— dije su nombre temblando.
—¿Qué pasa?—
Baje mi mirada hacia el reloj nuevamente, y es un diseño elegante y distintivo. Era inconfundible. Y la imagen de esa mujer en el apartamento de espaldas, vino a mi mente como un rayo.
—La mujer que estaba con Elijah... Ella llevaba un reloj igual al tuyo—
Lina miró su reloj y con nerviosismo susurro: —¿En serio?— su voz sonó trenza, y por un momento, pude ver un destello de miedo y pánico en los ojos de mi hermanastra. Pero tan rápido como apareció esa expresión desapareció, como si nunca hubiese estado allí. Lina rápidamente se recompuso.
—Hay muchos relojes como el mío, pero este... este ya no me gusta. Me voy a deshacer de él—
Las observé sin comprender del todo, la escena había sido tan fugaz que no estaba segura de si realmente había visto lo que pensaba; sin embargo, la idea de que ella tuviera algo que ocultar no me parecía creíble, aunque ella a veces era difícil de entender yo confiaba en ella. Quizás solo me había sorprendido por la coincidencia de que sus relojes fueran tan similares.
—¿Sabes que?—La vi alzando su reloj con una mano. —Lo tiraré, no quiero que nada arruine nuestra noche—
Sin más la vi lanzar su reloj tan lejos como pudo y observando como caía en un rincón oscuro de la calle.
No sabía si sentirme tranquila o preocupada pero el resto impulsivo de Lina, pero al final no le di tanta importancia.
—¿Nuestra noche?— pregunté curiosa.
Lina sonrió ampliamente, como si todo tuviera un sentido perfecto.
—¡Claro! No voy a permitir que el cumpleaños de mi hermana menor pase desapercibido. Si que vamos, te voy a arreglar y está noche vamos a divertirnos como nunca—
La miré desconcertada pero no le dije nada, había algo extraño en su entusiasmo pero decidí no cuestionarlo, después de todo su ella quería hacer de esa noche algo especial ¿Por qué no dejarla hacerlo?
Dejé que lisa me guiará a mí habitación en casa de los Wood donde en pocos minutos me transformó. No me esperaba mucho, pero cuando me miré en el espejo me sorprendí por lo que veía.
El vestido rosa que Lina había elegido me quedaba perfectamente acentuando mis curvas de una manera que nunca había imaginado. El maquillaje estaba impecable, un toque delicado en mis ojos delineados haciendo que los azules de estos resaltarán más, los labios suaves pero llamativos, apenas podía reconocerme.
Observé a Lina dar un paso hacia atrás y admirar su trabajo con satisfacción.
—Perfecta— exclamó con una sonrisa —Ahora solo falta el último toque... El perfume—
Fruncí el ceño al recordar el perfume que me había regalado mi jefe por mi cumpleaños. Aunque al principio no me gustaba la idea de rociarme algo tan caro, ahora sentía que el perfume me quedaba bien.
Me apliqué en el cuello y en las muñecas, con un toque sutil pero elegante.
Mientras caminábamos por las calles, no pude evitar notar lo diferente que era lisa, ella siempre tan segura de si misma, vestida con ropa cara y reveladora, es el centro de atención donde quiera que iba, en cambio, yo, aún que también atractiva, preferiría la sencillez, evitando llamar la atención. A pesar de nuestras diferencias esta noche parecía que todo el mundo se fijó en mi.
¿Qué está pasando? Pensé mirando a mi alrededor, las calles estaban llenas de gente por todas partes.
—¿Por qué hay tanta gente en la calle hoy?—
—Es la celebración del compromiso de Camilo—
La miré extrañada, no tenía idea de quién era Camilo, ni porque ese compromiso parecía tan importante.
—¿Camilo?— pregunté desconcertada.
—Sí, Camilo Dark. Es el príncipe de Moon. Se compromete con Ana, la hija de los lobos más nobles del reino. Es un evento grandioso—
Traté de asimilar la información aunque no conocía a Camila ni a Ana, personalmente. Había escuchado rumores y leyendas sobre el Reino de Moon y sus poderosas manadas. En mi mente todo eso siempre parecía muy lejano, algo sacado de un cuento de hadas.
Pronto llegamos a un bar muy concurrido, este era el tipo de lugar donde era fácil perderse entra la gente. La música era alta. El aire lleno de conversaciones y risas entremezcladas.
El ambiente estába cargado de una nergia electrizante...
Me sentí un poco fuera de lugar al entrar, aún no entendía bien que estaba pasando, pero confío en Lina, quién parece tan a gusto aquí. La seguí hasta la barra, donde ella, sin vacilar, pidió dos tragos, un tequila para cada una
—No te preocupes, Marcela— dijo con una sonrisa confiada, mientras empujaba el vaso hacia mi. —Relajate y disfrutemos de esta noche—
Mire el trago con algo de duda. Nunca había probado el alcohol antes y no estaba segura de cómo iba a reaccionar hoy, pero las palabras de Lina sonaban tan convincentes que decidí, al menos, intentar relajarme. A pesar de mis esfuerzos, sentía que la atención aumentaba dentro de mí. No estaba acostumbrada a lugares como este, ni a la multitud que me rodeaba.
Volteo y ya no veo a Lina, desapareció sin previo aviso, la busco entre la gente y no la veo, es como si se hubiera desvanecido en el aire. Me quedé allí, sola, mirando alrededor, insegura de qué hacer punto fue entonces cuando varios hombres comenzaron a acercarse a mí, mirándome con sonrisas intrigantes, comenzando a coquetear conmigo de manera descarada. No sabía cómo reaccionar como sintiéndome más incómoda de lo que ya estaba mientras trataba de esquivar las miradas y palabras de estos hombres.
El pánico comenzó a apoderarse de mí, y en un impulso, di un paso atrás, dispuesta a salir corriendo de este bar, cuando, veo a Lina aparecer de nuevo, abriéndose paso con una actitud desafiante. Con un gesto de mano, alejó a todos los hombres.
—¡Váyanse!— les ordenó, y los hombres, ante su postura tan decidida, no dijeron una palabra más y se alejaron, dejándonos a solas con una sensación de alivio.
Lina se acercó rápidamente a mí, sonriendo con un aire de Victoria, y me extendió una tarjeta.
—Tomala—me dijo con un tono tranquila. —Vamos, ya no hay marcha atrás—
Mire la tarjeta con confusión, sin saber qué pensar.
—¿Para qué es esta tarjeta?—pregunté, mientras sostenía el objeto en mis manos.
Veo Alina darme una mirada traviesa y, sin perder la calma me explicó.
—Definitivamente nos vamos a emborrachar. Mamá nos matarías y llegamos ebrias, así que alquilé un cuarto en este hotel. Volveremos a casa mañana, y todo estará bien—
Aún desconcertada por la propuesta, miré a mi hermanastra con desconfianza. No estoy segura de qué pensar sobre todo lo que está sucediendo.
Antes de que pudiera refutar algo, el escenario se iluminó en medio del bar. Las luces se atenuaron brevemente, y la música pareció desvanecerse, dando paso a vitores y aplausos de la multitud. Todos se agolpaban, emocionados por lo que estaba a punto de suceder.
La multitud se volvió loca, gritando y aplaudiendo con entusiasmo. Lina, que había estado observando el escenario con expectación, levantó la mano y, con una sonrisa emocionada, grito:
—¡Son Camilo y su esposa!—
Yo, por otro lado, no podía apartar la mirada de ellos. El hombre, con soporte elegante, y la mujer a su lado, tan exquisita, vestida con una túnica ceremonial de color rojo profundo y adornada con metales preciosos, hacían que el resto del mundo pareciera opaco en comparación. Los aplausos llenaban el bar, pero pronto se apagaron, el murmullo de la multitud se convirtió en susurros entre algunas chicas que estaban cerca de mí.
Con curiosidad me acerqué un poco más a ellas para escuchar mejor lo que decían.
—Camilo es muy guapo— dijo la primera chica, casi en un susurro, mirando fijamente el escenario.
—Si, lo es— respondió la segunda chica, también con una expresión admirada. —Su esposa también es hermosa. escuché que es la mujer más hermosa de la capital—
—No lo dudo— dijo con una sonrisa cómplice. —Nació hace veinte años, la noche de la luna de la cosecha—
Sentí como si el aire se me escapara de los pulmones. Mis ojos se abrieron ligeramente, y mi corazón dio un vuelco. La luna de la cosecha. La misma Luna bajo la cual yo también había nacido.
—¿La luna de la cosecha?— susurré, sintiendo como si el mundo de repente se hubiera vuelto más pequeño.
La luna de la cosecha es un fenómeno raro, que solo ocurre una vez al año. Aquella noche, todas las criaturas de la manada, Los lobos, sentían una conexión más fuerte con la luna punto se decía que cualquier loba nacida bajo la Luna de la cosecha crecía para ser increíblemente poderosa, para poseer una belleza arrolladora y una fuerza más allá de lo común. En la capital, esas historias eran leyendas, historia susurradas entre los ancianos, historia de mujeres elegida por el universo, destinadas a ser líderes y heroínas.
Y ahora, Ana... También había nacido esa misma noche.
Un estremecimiento recorrió mi espina dorsal. El dolor en mi pecho se hizo más fuerte, más punzante. Yo también había nacido esa misma noche, bajo la misma luna llena y brillante. Habíamos compartido el mismo destino, pero los caminos de ambas parecían haber sido completamente diferente. Ana había recibido lo que todos soñaban: una belleza deslumbrante, una gracia que la hacía destacar entre las demás, y ahora, la futura esposa de uno de los príncipes más poderosos del reino.
El universo podía haberse olvidado de darme poderes, pero el destino también me había dejado a un lado. No importaba que yo también hubiera nacido bajo la misma luna: la vida de Ana sería siempre mucho mejor y más grandiosa que la mía.
Aparte la mirada del escenario donde el compromiso real seguía su curso, intentando disipar el crecimiento desnudo en mi pecho. Mi mirada vagó por la multitud, observando los rostros iluminados por sonrisas de júbilo, reflejos de admiración y satisfacción. Todos parecían disfrutar del evento como si fuera el clima de un cuento de hadas. Excepto el...
Camilo Moon.
El príncipe estaba en el centro del escenario, de pie junto a su prometida, Ana. Su porte imponente y su rostro impecable lo hacían parecer la Encarnación de la perfección. Pero había algo en su mirada, algo helado y distante, qué traicionaba esa imagen. Aunque los aplausos retumbaban y su prometida sonreía deslumbrantemente, Camilo se mantenía rígido como si nada de lo que ocurría a su alrededor le importara realmente
Cuando Ana lo besó, el gesto fue recibido con un estallido de entusiasmo por parte de los presentes. Sin embargo, yo noté el ligero endurecimiento en la mandíbula de Camilo, el frío en sus ojos que no alcanzaba a disiparse. Era como si estuviera cumpliendo con un deber, un papel impuesto por las circunstancias, sin dejar entrever ningún activo de emoción verdadera.
—Muy triste—susurró de repente otra voz femenina cerca de mí, captando mi atención.
Gire mi cabeza y vi a otras dos jóvenes conversando en voz baja, sus expresiones revelan que compartían un secreto.
—¿Triste?—replicó una de ellas, una chica de vestido negro que parecía confundida. —¿Por que lo dices?—
La primera chica, una joven de cabello castaño que sostenía un abanico de encaje, sonrió como si estuviera a punto de revelar algo impactante.
—¿No lo sabías?—susurró, inclinándose hacia su compañera.
Sin quererlo, afiné el oído, incapaz de ignorar el tono conspirativo en la voz de la chica.
—¿Saber que?— preguntó la de vestido negro, con evidente curiosidad.
—Ana es la compañera predestinada del segundo príncipe, Leandro—respondió la primera, con un tono de misterio que dejó a la otra boca abierta...
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