Entre Tinieblas
Capítulo 1: Las sombras que respiran
La resaca era un animal roedor en las sienes de Valeria. Avanzó por el pasillo de la universidad arrastrando los pies, el olor de a vodka barato disimulado con chicles de menta. En el aula, las luces fluorescentes zumbaban como enjambres. Se desplomó en el último asiento, apartado la mirada de los grupos que reían. "Payasos", pensó. Su mano buscó el frasco de alprazolam en el bolsillo interior de la chaqueta de cuero.
Profesora
Valeria Fernández *alzó la voz como un latigazo* Ensayo sobre el trauma en la literatura gótica. ¿O prefirió emborracharse?
Murmullos. Risitas ahogadas. Valeria sacó una hoja arrugada. Al entregarle, su maga se retrasó revelando un vendaje sucio en el antebrazo. Renata Volkov, dos filas adelante, giro la cabeza. Sus ojos verdes demasiado luminosos para esa madrugada enterna, se clavaron en la gasa mancha. Valeria tito de la tela como si cerrará una cortina.
Profesora
"El dolor es un parásito que devora la luz ajena" *leí con sorna* ¿Autobiografía?
Valeria Fernández
Realidad *respondió fríamente*
El ataque llegó sin avisar...
Primero el calor: leva subiendo por su garganta. Luego el zumbido, agudo como agujas en los tímpanos. De repente, las paredes se contrajeron. No el aula. El armario. Olía a orín y madera podrida. Veía las rendijas de luz baja puerta. "Si cuento a hasta cien, papá vendrá". Pero nadie vino. Nunca
Renata Volkov
¿Te sientes mal?
la voz de Renata atravesó la niebla
Valeria levantó la vista. La chica estaba frente a su pupitre, bloqueando la luz irónica de los fluorescentes. Llevaba un suéter rojo demasiado vivo para un lugar muerto.
Valeria Fernández
¿Quieres una medalla por claridad? *respondió como un gato enfermo*
No espero respuesta. Corrió al baño, encerrandose en el cubículo final. las pastilla rodaron por el suelo cerámico. Trató dos sin agua. "Inhala. Exhala." Pero sus pulmones eran jaulas vacías
Renata Volkov
Toca la pared
ordenó Renata desde el otro lado de la puerta
Renata Volkov
Dime que sientes
Valeria Fernández
¿Juegas a psicóloga, Volkov?
La ironía de Valeria sonó quebradizo
Valeria Fernández
Azulejo frío. Lisa. ¿Feliz?
Renata Volkov
Ahora aprieta tu pulsera
Valeria miro la tira de cuero gastado en su muñeca. El último regalo de Ricardo antes que la "cariñosa" familia Volkov comprara el edificio de su terapia
Valeria Fernández
¿Satisfecha? *grite*
Renata Volkov
No. Abre la puerta
El pasillo cedió con un chasquido metálico. Renata estaba allí: pelo rizado escapándose de una cola deshecha, sudor en la frente. Le tendió una pastilla blanca.
Renata Volkov
Carbón activado. para el veneno que te tomaste.
Valeria Fernández
No soy un proyecto de redención
Renata Volkov
Y yo no soy santa* señale el vendaje* Esas no son medallas de guerra
Capítulo 2: Las sombras en la mesa
Valeria Fernández
¿Y eso qué se supone que significa? *pregunté cruzando los brazos*
Renata ya se alejaba por el pasillo, su voz aún resonando entre ellas:
El portazo de una taquilla cerca corto el silEncio incómodo. Valeria se quedó clavada en el sitio, sintiendo el papel arrugado en su bolsillo. Ese número. Horas antes. en el baño, Renata se lo había deslizado en la mano con una sonrisa forzada:
Renata Volkov
Tómalo. Por si cambias de idea... de hablar conmigo
Valeria Fernández
No quiero tu número Renata* replicado, intente devolvérselo*
Renata Volkov
Guárdalo. No muerde *insistí y salí sin mirar atrás*
Ahora, Valeria apretó el papel. ¿Qué juego juega? No lo sabía. Y menos aún sospechaba de sus tormentos ocultos.
Mientras tanto, Renata Entraba en su casa. El olor a limón pulido y lámparas de cristal la recibió. en el comedor, sus padres ya estaban sentados.
Roberto Volkov
Llegas tarde *sin levantar la vista el periódico*
Renata Volkov
Solo cinto minutos, papá *deje caer la mochila en el suelo*
Elena De Volkov
ciento minutos son cinco minutos, Renata *intervine mientras ajustada el jarrón de orquídeas blancas* La cena se enfría. Siéntate
Renata ocupo Su sitio. su plato ya estaba servido: ensalada César. Con cuidado, aparto los croutons dorados y el aderezo cremosos en el tenedor. Solo dejó unas hojas de lechuga pálida.
Roberto Volkov
¿No vas a comer proteínas? *pregunté, mirando el plato vacío* O al menos los picatoste
Renata Volkov
no tengo hambre * murmuré, clavando el tenedor en un tomate Cherry*
Elena De Volkov
Siempre dices lo mismo * réplica con un suspiro* Mira tus brazos, Renata. Se te ven los huesos.
Renata Volkov
Estoy bien, mamá *esquivo la mirada de ambos* Hoy tuve un examen largo. Estoy cansada, nada más
Roberto dejo el periódico. Su voz se endureció:
Roberto Volkov
"Cansada" no explica que rechaces la comida. Tu hermana a tu edad comía como una leona
Renata Volkov
No soy clara * corto, Renata, con un filo inusual * Y ya soy mayor para que me vigilen el plato.
Elena De Volkov
¡Nos preocupamos! *exclamó Elena, tomándose la garganta* ¿Acaso quieres enfermarte?
Renata Volkov
¡No! Solo... déjenme en paz * su voz quebró. Bebió un sorbo de agua, evitando las miradas *
el silencio se instaló, roto solamente por el tintineo de los cubiertos. Roberto cambió de tema bruscamente:
Roberto Volkov
Hablemos de algo importante. ¿Qué nota sacaste en el examen de cálculo?
Renata Volkov
Un noventa *mintió Renata, jugando con una hoja de lechuga*
Roberto Volkov
¿segura? *pregunto él, escrutándola* Porque el profesor me llamó hoy. Dijo que no lo entregaste.
Renata Volkov
Se equivocó *farfullo ella, sentido el calor subirle al rostro*
Roberto Volkov
Rebata, ¿estás metiendo? *La voz de Roberto era un martillo*
Renata Volkov
¡No! ¡Déjenme respirar! *salto de la silla* ¡Ya basta!
Salió corriendo del comedor, dejando atrás el plato casi intacto y la mirada helada de sus padres. Subió las escaleras dos en dos y se encerró en us habitacion. Jadeaba, apoyada contra la puerta. "No soy santa", había dicho a Valeria. Y menos lo soy aquí, pensó, mirando su reflejo pálido en el espejo. Sacó el teléfono. El chat vacío esperaba. Valeriana no sabía nada de esto. Nadie sabía nada.
¿Habrá tirad mi número? ¿O lo guardó?
Renta deslizó el dedo sobre las pantalla. El próximo movimiento sería suyo. O tal vez... el de valeria.
Capítulo 3: Conversaciones de humo
Valeria no dormía. Se sentaba en el borde de la cama, como si esperar la mañana fuera menos agotador que soñarla. La botella de vodka estaba a medias. No por falta de ganas, sino porque le temblaban las manos.
El papel con el número de Renata seguía en la mesita. No lo había botado. Tampoco lo había guardado. Estaba allí, como un insecto muerto que se niega a desaparecer.
Encendió un cigarro. Lo sostenía mal, como quien no fuma por gusto, sino por costumbre. Como su padre.
Valeria Fernández
“Solo una enferma acumula el número de alguien que no quiere llamar”*piensa mientras lanzado el humo hacia la ventana entreabierta.
Afuera, la ciudad también parecía cansada
Tomó el celular. Tecleó el número. Lo guardó bajo un nombre falso: “Volkov”. Así, frío. Impersonal.
Valeria Fernández
¿Este número todavía muerde?
Espero. Un minuto. Dos. La respuesta llegó con rapidez
Renata Volkov
Depende de como lo toques
Valeria cerros los ojos. Mierda. ¿Por qué había escrito? ¿Por qué Renata respondía tan... fácil?
Valeria Fernández
¿Siempre tienes frases listas? ¿O las ensayas frente al espejo?
Renata Volkov
solo cuando me importan
Renata Volkov
¿Fumas? Te escuchas como si fumaras
Valeria Fernández
No me psicoanálices. No soy un proyecto para salvar
Renata Volkov
¿Y Tú? ¿Siempre atacas antes de que alguien se acerque?
Valeria dejó el teléfono a un lado. Se tumbó en la cama, observando el techo relado. Apretó los dientes. ¿Por qué esa estúpida conversación le aceleraba el corazón
Valeria Fernández
¿Qué quieres de mí?
Esta vez la respuesta tardo más
Renata Volkov
Quiero saber si respiras. Si comes. Si estás viva
Renata Volkov
no tienes que responder. Solo quería que lo supieras
El silencio lleno la habitación. El cigarro se consumía en el cenicero sin ser tocado. Valeria tenía los ojos abiertos, pero no veía
un recuerdo se deslizó entre sus pensamientos: la voz de Renata, en el baño, diciendo "esas no son medallas de guerra"
Valeria tomo si chaqueta. La olió. Aún tenía el olor de esa tarde. A sudor, a pastillas, a miedo... y a algo más. Algo que no podía nombrar
Valeria Fernández
Estoy viva. Por ahora
Apago el celular. No quería ver si renata respondía. No esta noche
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