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Amor En Tiempos De Guerra

Prólogo

SOFÍA

Era Diciembre de 2025, era pleno invierno y la nieve caía a montones, el viento cortante era frío en extremo y muy helado, casi que me cortaba con la más mínima ventisca. La Tercer Reich, es decir la Alemania Nazi estaba bajo la Orden del actual Führer del cual no sabía su nombre pero sí sabía que era un hombre cruel y peligroso. Además de poderoso.

Ese hombre era otro de los tantos oradores que la Tercer Reich tuvo desde hace más de sesenta años, cada uno de ellos siguió los pasos de Adolf Hitler, desde ser un militar, político, experto en lavar y manipular los cerebros de la gente y el pensamiento colectivo.

Desde que comenzó la segunda guerra mundial hasta el día de hoy habido arrestos masivos de judíos, y detractores religiosos y políticos, sin importar el estrato social.

Hitler al convertirse en Canciller en el año de 1933 las cosas fueron bueno... de mal en peor para los judíos y de maravilla para los Nazis que estaban afiliados al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán.

Sin embargo... en el año de 1934 el Presidente Hinderburg falleció en agosto de ese mismo año, por lo que Hitler se proclamó asimismo como Führer (líder) de Alemania y desde ese momento Hitler se convirtió en el Dictador de Alemania.

Los judíos por otra parte tenían el gran monopolio del comercio de Alemania y por ende los Alemanes en aquella época culparon a los judíos de la pobreza que sufrían, aunque siendo realistas los culpables de esa pobreza eran los mismos políticos alemanes que no hicieron algo para crear fuentes de empleo.

Dadas las circunstancias de su negligencia, ocurrió que Alemania terminó en decadencia, estuvo bajo recesión, que en pocas palabras la recesión económica es la fase en la cual hay una reducción en un país o región en la que disminuye el consumo y la inversión, y por ende hay un aumento de desempleo, en consecuencia.

Dicha recesión sucedió después de la primera guerra mundial, luego de que Alemania perdiera la guerra contra las potencias de la Entente; Gran Bretaña, Francia, Serbia, Unión Soviética, Italia, Grecia, Portugal, Rumania y Estados Unidos.

Alemania que ha sido parte de las potencias centrales; Austria-Hungría, Turquía, Bulgaria y  por supuesto, estos países perdieron la primera guerra. Y Alemania claro que terminó sumida en la pobreza y en el descontento social. Lo cual dio inicio al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán.

Desde que recuerdo sé que los Nazis han acusado a los judíos de robar lo que por derecho nos corresponde a los Alemanes. Y eso ha provocado más derramamiento de sangre a lo largo de los años, por lo que los políticos idearon un plan que hasta ahora se ha seguido usando para robar las riquezas de los judíos y así poder crear la Tercer Reich.

Luego de que los Nazis crearon la bomba nuclear antes que Estados Unidos, la utilizaron para destruir a los Aliados y por ende ganaron la guerra.

Hubo tantas muertes que ni siquiera las cárceles y los campos de concentración eran suficientes como para poder continuar matando a cada judío, cada disidente político, homosexual, gitano, Eslavo, testigo de Jehová, criminales comunes, republicanos españoles emigrados, discapacitados, además de otros colectivos que han sido calificados como "inferiores", "traidores", por la ideología Nazi.

Nunca sentí miedo hacia la muerte, o a las cárceles y campos de concentración y eso era debido a que desde que era muy pequeña, siendo prácticamente una bebé he visto morir a mucha gente frente a mí.

Ninguna de esas muertes me provocaba miedo, asco, desesperación, como era común de ver en personas que veían morir a otros.

Pero en cambio yo era especial o eso creía yo...

Era especial para los Nazis porque mi falta de miedo a la muerte y a la sangre en especial me hacían ver como la candidata perfecta a ser lo que ellos querían que yo fuera. Una Asesina, igual que ellos y me entrenaron para serlo.

Desde que tengo uso de razón mi vida entera ha sido ser una máquina asesina lista para lo que sea.

Y ahora todo lo que había conseguido se fue al diablo. Fui traicionada por la única persona en la que había depositado mi confianza y mi corazón en él.

Lo miré por última vez mientras me llevaban esposada de las muñecas y tobillos a la cárcel por un crimen que ni siquiera había cometido pero eso ya no importaba y ahora mi vida serían las cuatro paredes que me mantendrían encerrada en la peor cárcel que fue autorizada por Hitler en su último aliento antes de morir.

Por un momento maldije el día en que ayudé a cazar y capturar a tantos prisioneros de guerra, llevarlos como animales a una jaula, justo como a mí me estaban llevando. Pero pronto me di cuenta de cuán cruel fui con toda esa pobre gente y a donde me fueran a enviar, sabía que muchas de esas personas me reconocerían y se vengarían por la forma en que los traté, ignoré sus súplicas y sus gritos llenos de desesperación que para todo eso mi única acción fue gritarles que se callaran o pagarían el precio.

Y ahora sabía qué era lo que se sentía ser llevada como un animal a una jaula sin escapatoria alguna, sentía una impotencia, una desesperación por no poder hacer algo para lograr ser libre, libre de las ataduras a las que estaba sujeta.

Respiré profundo y seguí caminando mirando hacia adelante, no debía dejarme caer y mucho menos vencer, tenía que seguir viva, viva para salir en libertad bajo mis propios medios y sobretodo seguir viva para poder contarlo.

Mi voz sería escuchada fuera de las paredes de la cárcel a la que estaba a punto de adentrarme y sólo una cosa me iba a mantener viva y eso era mi determinación y mi valor a que seguir con vida, aún sí ese objetivo conllevara un precio muy alto.

Miré a las demás mujeres que estaban siendo llevadas a la par conmigo y veía que muchas de ellas habían sido raptadas de diferentes situaciones algunas por su vestimenta provenían de familias adineradas, que alguna vez tuvieron el poder y las influencias para hacer lo que se les diera en gana.

Mientras que otras provenían de una situación totalmente opuesta, algunas venían de entornos muy humildes y decadentes, mientras que otras venían de entornos en los que debían trabajar duro para ganarse el pan de cada día y llegar al mes, si es que podían.

Me eran tan irónico pensar que ahora yo estaba en la misma situación que ellas, pero había una marcada diferencia entre ellas y yo... y esa diferencia era que yo era una Asesina, una máquina letal, temida por todos y con el poder suficiente como para hacer temblar al fuerte y poderoso y sobretodo una Nazi. Eso era antes y ahora ya no era nada.

Me adentré en la cárcel y esta era oscura y deprimente, podía percibir fácilmente el olor de la sangre, el sudor y la desesperación en el lugar. Eran aromas que se entremezclaban a la perfección pero a la vez me repugnaba oler eso como a las demás que estaban a una nada de vomitar pero ellas sabían que sí lo hacían entonces todas seríamos castigadas, incluyéndolas.

Así que tuvieron que respirar muy profundo y simplemente seguir adelante, sin importar cuán repugnante fuese el olor dentro de la cárcel.

Los custodios nos miraban con repulsión a algunas por no ser muy bonitas mientras que a las demás nos miraban como sí fuéramos alguna especie exótica nunca antes vista ante los ojos de ellos.

Ni siquiera porque muchas de las que estábamos allí éramos suficientemente como hacer que las demás nos opacaran pero sí era suficiente para que las miradas no fueran sólo para nosotras sino también para todas las que estábamos allí formadas esperando a que nos dijeran cuál sería nuestro destino.

Pero lo que no esperaba era que mi vida iba a cambiar a tal grado que ni siquiera yo misma iba a ser capaz de poder escapar de lo que el destino tenía planeado para mí.

Capítulo 1.

SOFÍA

Me hallaba dentro de un camión verde olivo, donde íbamos decenas de mujeres, además de mí, agotadas, hambrientas, cansadas de estar sentadas en bancas de madera deterioradas y a punto romperse.

Todas las que estaban a mi alrededor estaban temblando, no sólo por el frío que hacía dentro del camión de acero, sino por el miedo y la desesperación que se reflejaba en el rostro de cada mujer que estaba dentro del camión conmigo.

Aquel camión daba una sensación de claustrofobia, no tenía ventana alguna y era algo sofocante. No había luz, todo estaba a oscuras.

Finalmente el camión se detuvo y eso provocó un pánico masivo en todas, pero ninguna gritó dado que si alguna hacia algún sonido era una sentencia de muerte segura. No habíamos sido advertidas pero sí sabíamos que de hacer el más mínimo ruido sería nuestro fin.

Así que simplemente nos quedamos calladas sin movernos. Entonces las puertas dobles metálicas de la parte trasera del camión fueron abiertas, fuimos cegadas por la luz del sol, un par de carceleros nazis vestidos de negro con el emblema nazi en el pecho de la chaqueta nos sacaron de ahí de un salto al suelo de tierra mojada que era en esencia lodo y era pegajoso de lo que supuse que era el patio delantero de la cárcel.

Esos Soldados nos llevaban como si fuéramos animales a punto de ser sacrificadas dentro de un matadero. Nos costaba caminar debido a que todas estábamos sujetadas a unos grilletes y cadenas pesadas de acero para que no escaparamos corriendo en cuanto bajáramos del camión.

Tenía el presentimiento de que una o más bien todas nosotras, sentimos el enorme deseo y necesidad de correr, sabiendo que no teníamos oportunidad alguna de escapar sin antes ser acribilladas a tiros.

Caminaba en fila detrás de las mujeres que bajaron antes que yo del camión. Me tomé el atrevimiento para observar a mi alrededor para poder estudiar la cárcel en la que estaba.

Y para mi desgracia el camión que me trajo con las demás, quedó en fila detrás de otro camión lleno de mujeres y entre medio de varios camiones que se extendían más atrás en un patio extenso de tierra mojada.

Observé a las demás mujeres llorosas y muertas de miedo, que caminaban en fila siendo empujadas por los Celadores, descubrí que éramos cientos de mujeres entre estas judías, gitanas, polacas, españolas, rusas y cristianas jóvenes. Ninguna parecía tener más de veinticinco años, y temía que todas eran solteras sin hijos. Tenía un mal presentimiento.

Parecía que a todas nos habían elegido y apartado de las que eran casadas. Empecé hacer conjeturas acerca del motivo por el que habían hecho esa clasificación.

Entonces recordé lo que habían dicho esos Soldados de la SS que me habían arrestado y apartado de las mujeres que eran casadas de las solteras.

Tenían una lista con nuestros nombres preparada, ellos sabían muchas cosas de todas nosotras, desde dónde vivíamos, dónde nacimos y a qué nos dedicábamos, lo cual en mi caso no me extrañaba pero lo que no sabía era por qué... me habían elegido a mí, pero no lo pensé mucho.

Continué estudiando el lugar que me rodeaba, viendo sí había una posible ruta de escape. El extenso patio estaba rodeado de una muralla muy gruesa, muy alta y de piedra y concreto, además de tener un enrejado eléctrico de púas.

La muralla tenía un pasillo ancho donde se paseaban en lo alto de los gendarmes o más bien, eran los vigilantes Soldados Nazis con armas de fuego en mano.

No había manera de escalar o de atravesar esa muralla que era vigilada por varios vigías armados hasta los dientes, seguí estudiando el edificio de la cárcel. El edificio tenía al menos unos diez pisos, no podía decir con exactitud cuántos metros tenía de largo, pero podía calcular que eran al menos unos novecientos metros o hasta más, además de que se perdía para atrás, en forma de U.

Esa cárcel era aprueba de fugas, sin duda alguna la única forma de escapar de ese lugar era salir por la puerta grande o tal vez ni eso, debido a que se podrían amontonar los cadáveres en las fosas comunes que vi a un costado de la parte trasera de la cárcel.

La cárcel estaba construida con piedra, ladrillos y concreto. No se miraban ventanas y era un lugar impenetrable y lúgubre, era un espacio opresor y cerrado.

Y no ayudaba en nada en que estuviéramos vigiladas en el patio, por miles de Celadores armados con sus expresiones frías y calculadoras.

Noté a otro grupo reducido de Soldados de alto mando guiando el modo en que nos estaban colocando en el patio por los gendarmes armados.

Todas fuimos puestas en fila y luego con voz de mando nos hicieron girar hacia la izquierda para mirar hacia el frente y yo en automático lo hice, era algo que ya traía, era algo así como una costumbre que ya tenía de forma inconsciente, luego de pasar por un intenso y cruel entrenamiento desde niña.

Se formó un grupo considerable de prisioneras y temía que en los días siguientes traerían a más desafortunadas. Los que dirigían el lugar nos miraban con suma atención bajo un intenso y mortal silencio.

Eran exactamente diez Celadores Jefes, de esos diez parecían ser de los pisos de la cárcel.

Aquel juicio me hizo temblar un poco y era como sí... nos estuvieran evaluando y etiquetando como si fuéramos algún producto que estaba por ser vendido de acuerdo a nuestra calidad.

El Alto Mando de la cárcel vestía completamente de negro de pies a cabeza, llevaban la gorra puesta, luciendo muy orgullosos sus uniformes almidonados, me percaté de que todos eran jóvenes hombres y bien parecidos.

Sobretodo uno de ellos no tenía más de veinticinco años, tenía un presencia imponente y opresora, era alto y esbelto, además de fuerte. Su postura era elegante, erguida y con mucha seguridad.

Destacaba por su expresión seria e indiferente. Parecía intimidar a todos, sin excepción alguna. No fui la única que se percató de que en sus manos enguantadas con un par de guantes de cuero negro llevaba una fusta negra de cuero, ese tipo realmente era muy apuesto.

Nunca antes había visto a alguien tan elegante, apuesto y seguro de si mismo como ese Celador. Me preguntaba quién era, ¿Acaso era el Alcaide? No lo creía porque... era demasiado joven, pero debido a su carácter serio e intimidante, bueno... eso era una posibilidad.

Jamás había visto a un hombre con el cabello tan rubio como él. Su piel era casi tan blanca como la luna, sus ojos eran azules como el mar mismo. Era evidente que él nunca había sonreído en su vida.

Parecía sentir aburrimiento y fastidio, pero pese a su expresión pude apreciar perfectamente la forma de sus labios carmesí, sensuales y carnosos. Inmediatamente sentí un cosquilleo desde la punta de dedos hasta el resto de todo mi cuerpo, cuando ese hombre cruzó miradas conmigo.

Me observó por un largo tiempo, pese a que fueron unos segundos. Pero a pesar de que le odiaba y a la vez lo aborrecía, mantuve la mirada fija en él con valentía, él y los demás Soldados en esa cárcel a mi parecer eran demonios traicioneros con forma humana.

Quizás los demonios del infierno no sean tan traicioneros como los Nazis.

La intensa mirada y cruel de ese rubio Celador me erizaba la piel y desbocaba los latidos de mi corazón. Mi vientre era un lío de nervios, no comprendía cuál era la causa de mi apresión y nerviosismo. Nadie había podido impresionarme o con solo una mirada poder desequilibrar por completo todo mi ser y fortaleza, tal y como lo hacía esa persona con el simple hecho de mirarme.

Me negué a bajar la mirada, no iba a ceder ante su mirada intensa y arrogante. No me sentía para nada inferior a él, ¡jamás me haría ser una mujer sumisa! ¡Ni mucho menos ser su esclava!

Era todo menos una traidora, mi único pecado fue confiar y amar a la persona equivocada en cada aspecto.

Él no era nadie para decidir quién tenía derecho a vivir y quién no, yo no era propiedad de nadie y todos esos hombres, incluyéndolo a él... no me iban a arrebatar mis deseos de ser libre y de ser escuchada.

Capítulo 2.

SOFÍA

Ese Celador rubio liberó sus ojos de los míos para luego atreverse a mirarme de pies a cabeza. Mi corazón palpitaba con violencia debido a que esa mirada lasciva la sentí como sí él me hubiese tocado de forma íntima, era como sí él me hubiera marcado como suya.

Una parte de mí sintió un calor intenso y sensualidad, lo cual me era inconcebible y absurdo. No podía sentir otra cosa más que aborrecimiento y asco. No era mi enemigo pero tampoco mi amigo.

Sólo era alguien a quien podía usar para fines personales. Pero debía mantener las distancias con él, no al revés. Tenía que estar fuera de su alcance y de su mirada, fue mi error provocarlo de la forma en que lo estaba haciendo, no debí mirarlo. Culpa mía. Sus ojos eran atrayentes y seductores.

Pero era humillante el tener que bajar la mirada y cederle el triunfo a él, simplemente no. No iba a ceder a su táctica de intimidación y a la palpable provocación sexual que me enviaba con su postura.

Sentía la intensa necesidad de ir hacia él y decirle todo lo que pensaba acerca de él, al sentir un deseo renovado al sentirme inevitablemente atraída a un soldado Nazi traicionero y mentiroso.

¿Qué era lo que me estaba sucediendo? ¿Por qué no sentía del todo odio y repulsión hacia él? ¿Por qué sentía una fuerte atracción hacia él?

A él le parecía divertido incitarme, leerme como un libro abierto le era agradable o tal vez aceptable mi aspecto físico, además de que le gustaba mi carácter orgulloso y frío.

Era la primera vez que... podía hablar con la mirada o pelear con la mirada y con la postura corporal. Atravesé su dura coraza y él la mía con una facilidad que me tenía intrigada.

Me era extraño ser consciente de otro hombre ya fuera para bien o para mal. Luego de ser arrestada y traicionada por el bastardo que amaba o creí amar, en menos de veinticuatro horas dejé de creer en el amor, en la pasión, el deseo, el romance, el odio y la ira, dejaron de ser importantes para mí dentro de mi corazón y de mi mente.

Tenía sueños y todos ellos fueron destruidos en un parpadeo. Antes era soñadora y ahora era alguien más enfocada, más seria y fría de lo que era antes, incluso más sensata.

Ya no creía en el amor, debido a que era algo... superficial y pasajero. Antes que enamorarme... primero me valoro a mí misma así como también valoro la lealtad hacia a mí como mujer.

Enamorarse era un arma de doble filo, peligrosa, mortal y sobretodo muy tentadora, ya que cuando uno termina siendo apuñalado por ese sentimiento tan efímero y débil... se pierde más de lo que se gana. Y por desgracia lo aprendí muy caro.

Yo no confío en nadie sólo en mi carácter y determinación, no necesitaba nada más. Las personas no eran confiables porque en cualquier momento uno podía recibir una apuñalada por la espalda, en menos de lo que uno de podía esperar e imaginar siquiera.

La única persona en la que confiaba me traicionó y me entregó por un crimen que no cometí. Reveló en dónde me escondía y él mismo hizo el arresto.

Desde ese momento juré que jamás pondría mis esperanzas y mi corazón en alguien que es capaz de traicionarme. Yo sólo confiaba en mí misma y en mi capacidad de supervivencia.

Sentir lo que estaba sintiendo iba en contra de todo lo que pensaba. Mi pecho se agitó en ese momento debido a la inevitable atracción que él despertaba en mí, alguien a quien despreciaba con cada fibra de mi ser.

Parecía que estaban saltando chispas del uno al otro. Y la chica que estaba a mi lado parecía sentir esa misma tensión circular entre el Celador rubio y yo, y por lo visto estaba aterrada por la reacción que podía tener él al respecto.

Posiblemente lo estaba incitando a matarme o a castigarme por mi actitud tajante por negarme a agachar la cabeza ante él con una actitud temerosa y sumisa.

Eso no era mi estilo, además yo no era ninguna prostituta a la que podían poner las manos encima, sin antes matar a quien lo intentara.

Prefería ser asesinada a que acceder a ser una mujer sumisa y asustada por él y por todos los que me rodeaban. Ni siquiera muerta esa bestia desquiciada iba a tocarme.

Sus ojos azules como el mar, se oscurecieron de pronto con un brillo lascivo y penetrante que me enfurecia y bastante, nadie en los años que los que fui Nazi, se ha atrevido a mirarme de aquella forma tan insultante.

Nadie en mi vida me hizo sentir como una mujer barata de la calle, a la que cualquier imbécil pudiera manejar a su antojo.

Mi sangre hervía de coraje e indignación al ver que de sus labios carmesí surgía una sonrisa maléfica cuando lo miré con indignación. Le parecía divertido en sobremanera el ver mi furia y coraje juntos.

Noté que ninguna otra mujer se atrevía a mirarlo de forma directa. Sólo yo parecía estar provocando a ese maldito hijo de perra.

La presa que estaba a mi lado me miraba con súplica rogándome porque dejara de seguir provocando a ese hombre. Tomó mi mano rogándome sin palabras que dejara de provocarlo aún más.

Me mordí el labio inferior y suspiré con resignación. Me rendí sólo porque esa pobre chica estaba temblando de miedo.

Mantuve la vista al frente evitando volver a cruzar miradas con el Celador rubio.

Debía sobrevivir para poder tomar venganza en contra del maldito que me traicionó y vivir la vida que él me quitó en el momento en que me puso bajo arresto.

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