La existencia de un segundo género en la raza humana siempre había estado presente; las castas, dígase los Alfas, Betas y Omegas —tal vez desconocidos en un principio— era un elemento siempre presente en la historia humana: a veces temido por la falta de entendimiento de un atributo que definía a los individuos más allá de simples comportamientos sexuales; pero al fin y al cabo, era algo siempre presente en la composición de lo que llegó a entenderse cómo humano.
El cambio y la transformación natural que el paso de los años y los siglos proveyeron, trajo el reconocimiento y adaptación de ese cambio evolutivo cada vez más prominente. En consecuencia, el reconocimiento de un segundo genero cimentó la determinación de roles, y el establecimiento de reglas que irían mostrándose cómo la base de la sociedad, y cómo dogmas de sujetos obstinados en mantener su posición, cómo lo eran los Alfas.
Se crearon las clases: en apariencia algo necesario para establecer límites, dar derechos, y asegurar una convivencia harmoniosa. Un supuesto necesario, tal vez…pero no equitativo, y cimientos que eran restrictivos sin duda, particularmente para aquellos bajo la denominación de Omega.
La inconformidad se anidó en los individuos de la casta Omega, que fueron obligados a cumplir un papel: siempre fuera de las decisiones de la sociedad, y criados casi exclusivamente para la procreación.
El tráfico y abuso de la sexualidad de los Omegas, era, pues, una costumbre más durante muchas décadas. Los humanos vivieron muchos años donde los «derechos humanos»eran un tema sin definir.
Ningún Omega pensó que ese fuera su lugar. Ninguno abrazaba con conformidad o gozo el no ser más que algo similar a ganado para embarazarse y complacer.
Pequeños actos de rebeldía comenzaron: quejas, y desafíos a los Alfas, fueron percibidos como actos inofensivos, de seres que no podrían presentar una amenaza. Simples berrinches que podían despreciar con facilidad; estas protestas no cimbraron los cimientos de la sociedad hasta que dichos individuos, los Omegas, comenzarán a usar sus atributos para la manipulación de los que estaban en la cúspide de las castas, causando que estos endurecieron su trato, y notarán que el poder no estaba en un solo lado de la balanza.
Las consecuencias llegaron por supuesto, y la opresión se hizo aún más evidente provocando un mayor resentimiento que se iba a acumulando. El odio y el rencor crecían fuertes y profundos.
A finales de los noventa la delicada y forzada tranquilidad se derrumbó: los Omegas se rebelaron abiertamente; los Betas que también veían injusticia en la situación de los Omegas, y la suya por ser considerados como sector de segunda, se unieron al movimiento. Las formas de protestas comenzaron con pequeños grupos desperdigados en las principales ciudades de algunos de los países más grandes en el mundo; hasta Omegas que abandonaron sus hogares y se refugiaron en hogares Betas para hacer bloqueos de vialidades y destrucción de inmuebles.
Los altos mando que eran mantenidos por los Alfas y que apenas reconocían las habilidades y beneficios de los Betas, dejándolos ingresar a puestos de poder que, claro, era una forma de tenerlos de su lado para seguirlos controlando; los dejaban aspirar a posiciones en apariencia más relevantes; esto jugó a favor de los Omegas: tras varias sesiones en senados y parlamentos, finalmente, tras un par de años turbulentos, se crearon los derechos de los Omegas.
Los cambios estaban en la superficie, meras leyes lo suficientemente vagas para no garantizar ningún derecho ni ofrecer más que la mínima protección, esto, con el fin de apaciguar a las crecientes y cada vez más violentas protestas. No sólo evitaron que los Omegas continuarán con su rebelión, sino, tras encontrar cómo suavizar las normas y leyes que daban libertades a los Omegas, hallaron cómo convertirlas en maneras más modernas de restricción; en otras palabras: cambiar la forma de control para hacerla menos evidente y excusadas con el falso pretexto de buscar protegerlos.
Se eliminó el tráfico humano, el abuso sexual y coacción de la voluntad de un Omega, un hecho que se clasificó como un delito sumamente grave; desterrando el intercambio de Omegas por dinero a grupos y familias dentro de las clases más adineradas e influyentes, y dejando estos intercambios para garantizar uniones por conveniencia; impulsado con el ofrecimiento de cuantiosas dotes por ellos, forzando a los Omegas de familias ricas, o de alcurnia, a seguir bajo las viejas costumbres pero con modos de operar más discretos y modernos.
Irónicamente, aquellos individuos de familias más comunes y humildes tenían, en manera relativa, más libertad.
Pero el pasado aún pesaba, como la libertad de muchos aún era limitada, las manifestaciones públicas de los Omegas volvieron a resurgir; la sociedad veía como atroz el rechazo de su rol, ideas implantadas por los Alfas, finalmente las protestas disminuyeron tras ver que no podrían hacerlos ceder más allá que las risibles nuevas leyes. Las protestas redujeron sus números poco a poco.
La propuesta final para apaciguar la turbulencia de la época, fueron leyes un tanto más claras y especificas en respuesta a la inconformidad: se garantizó protección y refugio (aunque siempre dejando al Alfa cómo el eje y responsable de las decisiones); permitiéndoles a los Omegas trabajar e incluso acceder a la educación universitaria, pero bajo un sinnúmero de términos que dejaba las más importantes decisiones de sus propias vidas en manos de la casta superior.
Bajo las condiciones de los Alfas, las opciones de trabajo y educación fueron limitadas a carreras y empleos que no representaran riesgos, además de que fueran adecuados, según lo que era, o se esperaba que fuera, un Omega. Sus opciones se reducían a elegir carreras relacionadas con la crianza de niños, o donde no estuvieran bajo estrés, justificando esto por su naturaleza emocional y riesgo a que se pudieran enfermar o lesionar.
Los Omegas aún querían romper esos estigmas. Sin embargo, la presión social era abrasadora y apenas soportable, algo que terminó por relegarlos a llenar el rol en que los querían desde el principio: concebir y criar hijos. Tenían apenas el consuelo que por ley, ellos decidían su pareja y el tamaño de la familia.
Pero, aquellos Omegas que no podían cumplir con lo que se esperaba de ellos (ser fértiles y buenos en la crianza), eran una decepción y mirados con lástima, puesto que no servían para lo único que les quedaba como principal, y aparentemente único, propósito en la vida.
Hubo Omegas, que por sus logros académicos o intelectuales estuvieron a punto de ingresar al poder; aunque era imposible ir contracorriente en su sociedad: nuevamente la presión social para los Omegas que querían puestos en los gobiernos, o trabajos con riesgos, se imponía y estos desistían.
Entonces, si no se nacía; no se desarrollaba o se carecía de cualidades que determinarían tu capacidad de llenar el papel que se esperaba de ti desde tu nacimiento… ¿Qué quedaba?
Tal vez…podía considerarse cómo un inicio sin guía, un inicio en blanco, ¿Si alguien no era nada, podía ser todo?Siempre se podía intentar, ¿Verdad?
Este es el relato de alguien que quiso aprovechar las que parecían carencias, ausencias, y fallos: innegables imperfecciones.
Un infante de poco más de diez años, observaba con ojos grandes de un suave marrón a su madre, que hacía a su cuerpo agitarse con la fuerza de su voz y la rabia que parecía hacerla estremecer mientras sus palabras parecían expandirse y hacer eco por la estancia, y envolver al Doctor que a duras penas resistía las ganas de encogerse sobre sí mismo al verse cómo objetivo de la rabia de una Alfa.
Suni también se sentía tenso con los reclamos de su madre, aunque no fueran dirigidos a él; aun así, el chiquillo siguió observando, hasta que su madre se dio media vuelta para mirarlo con enfado, y tomar de la mano a su hijo de diez años con más fuerza de la necesaria para irse de otro consultorio al que no volverían: un episodio que ya llevaba repitiéndose las suficientes veces cómo para que el pequeño casi pudiera adivinar las reacciones de la Shin, su madre.
Suni tenía cada vez más claro las razones del comportamiento de su madre; las expresiones de los doctores, y la tristeza con que su padre, un dulce Omega de nombre Hye, los veía partir hacia otro centro médico para buscar tener un diagnostico diferente a lo que no se podría cambiar nunca: el hecho de que su único hijo, su primogénito, era un Omega defectuoso.
Shin ansiaba obtener un diagnostico diferente a la casta de su hijo, aunque en el fondo, Suni pensaba que sólo buscaba a alguien a quien poder recriminarle lo que para ella (cómo muchos Alfas) era muchas veces no bien recibido. Suni miraba con cautela a su madre hasta que llegaron al auto, y mientras miraba las manos de la Alfa apretar su agarre del volante con evidente fuerza, pensó que su madre jamás iba a aceptar que fuera un Omega.
A pesar de la amargura que provocaba a los padres Alfas más orgullosos el hecho de verse con un hijo Omega —especialmente cuando su padre Hye, se le había dicho que otro embarazo podría ser mortal por su cuerpo más bien frágil—, los Omegas eran raros y buscados; y de hecho su madre cuando supo que Suni era uno, se mostró muy feliz, jubilosa, al menos hasta su primer chequeo a detalle.
Al parecer, Suni no poseía todas las funciones y características de un Omega norma, y completo: no era fértil; los doctores, todos y cada uno, terminaban con el mismo diagnóstico, una serie de carencias que tenía cómo Omega: dos años tras su designación, se hizo el chequeo de rutina para revisar su sistema reproductor, que en el caso de Suni apenas se había desarrollado; sus glándulas de esencia eran pequeñas y tenían periodos donde no producía ninguna; su útero y ovarios no es que tuvieran un desarrollo lento, más bien no se habían desarrollado siquiera manteniéndose igual que en más temprana niñez.
Para un niño que aprendía de las reacciones y emociones que sus padres mostraban ante sus ojos, su madre se fue convirtiendo en una extraña. Cuando cumplió catorce, tras su última revisión médica, que si bien demostraba que su útero y ovarios habían crecido un poco, el diagnostico se mantuvo: apenas había producción de esencia, y sus ovarios eran aun pequeños, sin rastro de comenzar con la formación de óvulos, o de haber formado alguno.
Las expectativas de su madre se derrumbaban: las expectativas que un Alfa debía tener de un Omega, Suni, su único hijo, no las podría cumplir. Y es que Shin era un Alfa en toda regla, que cumplía su papel tal cómo debía y cómo sus abuelos se encargaban en decirle cada que los visitaban (evento que Suni detestaba).
Suni llegó a la adultez, tal como su cuerpo que también creció con él, aunque no de manera deseable para poder ser un Omega: su aroma era tan nimio que era lo suficientemente débil para ser similar al de un Beta; sus caderas no tenían mayor anchura que las de cualquier hombre Beta, su cuerpo era más bien ángulos rectos, poco adecuadas para concebir y gestar. Lo único que tenía que hacía pensar en un Omega cuando lo miraban era su estatura, que aun así superaba la media de 1.60.
El único problema que los doctores llegaron a revisar con más cuidado pues les preocupaba los efectos en su salud, eran sus bajos niveles de hormonas; pero, para sorpresa de todos, Suni apenas tenía problemas de salud, se resfriaba con poca frecuencia, y duraba poco enfermo cuando llegaba a padecer algún mal.
Aunque nunca llegó a expresar su dolor o su resentimiento, mucho menos la soledad que llegó a sentir cuando su madre pasó de apenas hablarle a distanciarse definitivamente, al punto de ignorarlo, Suni llegó a extrañarla en algún punto. Algo natural, se dijo cómo el adolescente concienzudo que era normalmente, un niño anhela la atención de sus padres. Naturalmente, quien resultó tan o más afectado por el desmoronamiento de la familia fue Hye, su padre Omega, alguien tan dulce y amable que le rompía el corazón que alguien concibiera hacerle daño.
Suni a veces lo encontraba al borde de las lágrimas en algún rincón esperando nadie lo viera, y lo abrazaba a su padre con suavidad, acariciando sus cabellos claros y castaños, tan rebeldes cómo los suyos. Y a pesar de su dolor, Hye se esmeraba en resarcir el lazo familiar, en disuadir a Shin que en otros tiempos fuera uno de los Alfas más dulces y justos que llegó a conocer.
Pero eso solo empeoró la situación.
Naturalmente, la ruptura de la familia afecto el matrimonio de Shin y Hye.
Cuando la relación de sus padres comenzó su declive, Park Shin, su madre, dirigió su reproche a su compañero; y su mente aún infantil no entendía la magnitud del rechazo de un Alfa a un Omega marcado.
Aún siendo un niño que estaba entrando en la adolescencia, Suni tuvo que tomar la dura decisión de ser tan fuerte cómo pudiera, tan independiente y ajeno a los Alfas cómo le fuera permitido. Él vería por su padre y por el mismo. Aunque las condiciones en su hogar eran contradictorias: su madre nunca dejo de proveer comida y ropa para el joven en abundancia, lo que hacía a Suni sentir rencor y añoranza al recordar su dichosa niñez…el cariño de su madre. El joven apretaba los puños y reprimía sus recuerdos. «Tal vez es cosa del instinto, los Alfas adoran proveer. Nada más».
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Keun Hye, padre de Suni y Omega, veía destrozado como su Alfa no solo rechazaba a su hijo, por algo que el niño no tenía la culpa, sino que también lo evitaba a él, como si recriminara le responsabilidad de la situación, y algo que no debería definir su valor; el hombre no comprendía que había pasado con su esposa, en que momento Shin se perdió en su deseo de cumplir con la sociedad…con sus padres, cuando la Alfa le había demostrado al principio que los absurdos estándares de su familia poco importaban en comparación con el amor que compartían.
Hye apenas podía dormir con lo mucho que sufría el dolor de su hijo y la ausencia de su Alfa. Veía a Suni tener que apresurarse a ser un Adulto cuando apenas estaba en la pubertad: su hijo formó un carácter más bien peculiar; era un tanto inexpresivo y sereno incluso en las situaciones más tensas. Sabía que su pequeño lo hacía por él, para darle fuerza al verlo decaer cada día más, debido a la frecuencia con que discutía con su pareja.
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El carácter imperturbable, como despreocupado de Suni, lo convirtió en una anomalía;
una abominación para quienes sabían que era un Omega, dado que por su naturaleza, debía actuar como un ser en extremo emocional y afectivo; su carácter perturbaba especialmente a su madre, algo a lo que no le dio importancia, él aprendió a ser indiferente a las opiniones.
Centró su expresividad y afecto hacia su padre, el único que se preocupaba por él y lo amaba por lo que era, no por lo que debía ser.
Inteligente, con una agudeza desarrollada, no se hundió en la depresión como otros Omegas; el adolescente al notar que nadie lo tachaba como lo que su cuerpo establecía, comenzó a pensar en lo que ello significaba.
Si no era un Omega para la sociedad, ¿no tenía que seguir reglas verdad?
Suni tomando una decisión, aprovechó la ventaja de una vida sin un papel determinado; claro, el joven no rechazaba su naturaleza, él estaba conforme con eso; pero noto que las personas lo señalaban como un Beta, y el tomo sin miramientos las libertades que eso conllevaba.
Si no se tenían expectativas de él, él podía hacer lo que quisiera.
No se esperaba nada de él, y no tenía nada que imposiciones que complacer.
No tenía los límites de una forma de vivir.
Suni no estaba interesado en las relaciones románticas, o tener pareja, su entusiasmo se centró en algún día estudiar en una universidad.
Le preocupó la llegada de su cumpleaños dieciséis, donde estaría en la edad de su primer celo; sin embargo contrario a la intensidad y sufrimiento de su padre, el aun Omega en desarrollo, descubrió que su celo parecía más bien una liviana fiebre acompañada de una sensibilidad incrementada, con una duración de dos días, sin representar una interrupción a sus actividades; su aroma no cambió su intensidad, haciendo innecesarios los supresores.
Entonces las esperanzas de su madre, de que al menos su hijo tuviera algo que lo hiciera un Omega normal se desvanecieron.
La relación con su madre se volvió tan distante que ya no se hablaron más; ni buscaron mantener cortesía fingida; el resto de su familia decidió dejarlo de lado; sus abuelos maternos tenían una opinión similar a su madre, así que ellos se alejaron de su padre y él también.
En el caso de sus abuelos paternos, nunca logró conocerlos, ambos ya habían fallecido cuando nació.
A veces su padre se disculpaba por su situación, pero Suni lo consolaba, el joven comprendía que para el Omega mayor era mucho más devastadora la crueldad de su pareja, especialmente por el hecho innegable, de estar enlazado.
La Alfa de la casa comenzó solo a darle compañía a su Omega en sus celos, Suni odiaba cuando el período acababa y la indiferencia hacia su padre volvía.
Como había sido la relación de sus padres era algo que desconocía; Hye le contaba a su hijo memorias de una relación gentil, relatos que al adolescente le costaba creerlo.
Era obvio cuánto deseaba su padre la compañía de su pareja. Él no entendía porque también el Omega mayor recibía el mismo trato que él; en especial, porque su padre era la epítome de la perfección de un Omega. Hye era aún joven, concibiendo a su único hijo a los veinte.
Y como era de esperarse, la frágil convivencia se rompió eventualmente.
Cuando un Omega lograba estudiar una carrera universitaria, fuera de los trabajos y educación que se les imponían, la verdadera prueba era ejercerla, muchas veces abandonando por la forma en que eran juzgados; por ser imprudentes y ponerse en peligro con cosas que no eran para ellos.
Había algunas ocasiones donde eran un poco indulgentes, como en medicina, y solo algunas ramas.
En el caso de lo que eligió Suni, psicología, esta no era una de esas excepciones; hasta quizá hubiese sido una proeza cuando salió con honores y consiguió empleo. Y hubiese sido una proeza extraordinaria, si no fuese porque nadie sabía que era un Omega, no lo ocultaba, pero nadie lo cuestionó una sola vez, asumiendo que era un Beta con episodios frecuentes de resfriado con fiebre cada tres meses.
Un Omega generalmente era rechazado en carreras similares a la psicología; donde se creía que su naturaleza emocional los hace inestables e incapaces de manejar algo así.
Sin demora ni retraso, el peculiar Omega terminó sus estudios e ingresó a una compañía de consejeros de parejas, una opción que no le interesaba; pero la compañía, si bien se dedicaba a problemas maritales, también tomaba partido ayudando al gobierno con casos de parejas inusuales, y hasta situaciones de Alfas negligentes, como Omegas abandonados.
Y para Suni, que veía a su padre en una situación similar, supo que ese era su lugar, encontrando un propósito.
Nuevamente la empresa al aceptarlo, asumió que era un Beta, el joven estaba un poco cansado, de que lo etiquetaron a su voluntad, pero al final sabía que ser un Omega significaba un futuro diferente.
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El primer caso que se le encargó fue el de una pareja de dos Alfas, conformada por un conocido empresario Choi Rae, y uno de los congresistas más jóvenes del gobierno: San Kyo.
Las parejas de Alfas no eran comunes, pero tampoco tan inusuales, y eran bien aceptadas.
El problema con el caso de Suni, comenzó cuando decidieron vivir juntos; sus discusiones alertando a los vecinos de sus diferencias en el edificio donde vivían, finalmente fueron obligados a pedir ayuda.
El Omega no tuvo que indagar mucho para saber el problema, los dos querían dar un paso más en su relación: marcar al otro; claro que ninguno quería ser el que fuera marcado, Suni rodó los ojos cuando supo los detalles.
Convenientemente su olfato era extremadamente sensible, como si se compensará sus demás deficiencias; con ello era capaz de leer las emociones en detalle, ayudándole a controlar el temperamento de los Alfas.
La situación en apariencia parecía infantil, siendo tan simple de resolver como que ambos se mordieran; pero para un Alfa, ser marcado tenía demasiadas implicaciones, admitiendo sumisión, y en cierto sentido degradando su naturaleza como Alfa a ojos ajenos.
Suni comprendió que cada quien estaba atado a estándares impuestos.
Logró que dejaran las discusiones y mejorará su convivencia, pero lo de la marca era un tema que no tenía avance.
Y no estaba seguro de que hubiera solución.
Al parecer el sexo era un tópico donde ambas partes estaban notablemente satisfechas, e incluso podría decirse que les gustaba intercambiar posiciones.
Bastante flexible para un Alfa si lo pensaba.
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Sus logros al mantener tranquilos y controlados a dos Alfas fueron reconocidos, dándole cierto prestigio en la empresa.
El segundo caso que tuvo en sus manos, pocos meses después de tomar el de los Alfas, fue el que más emociones y empatía le provocó.
Suni fue asignado a un Omega con pareja negligente, teniendo dos objetivos: lograr proteger al Omega si la situación era desfavorable, o averiguar la realidad de la situación, dado que el Omega no quería dar ningún detalle.
La situación fue notificada gracias al encargado del condominio donde vivía dado que el Omega no quería hablar con nadie sobre el problema; y el único dato que tenían, era que el que el Alfa en cuestión tenía tiempo sin aparecer.
El caso era triste para Suni; Min Mo, el Omega de su caso, pequeño con cabello color miel al igual que sus ojos, no tenía familia, de hecho su única relación cercana era su Alfa; quien si bien le mandaba dinero más que suficiente, y le compró el lugar donde vivía, solo venía en su celo, y en cuanto quedo embarazado desapareció; usando el dinero como sustituto de afecto.
Mo tenía tres meses de embarazo, el tiempo sin que su Alfa viniera, y la influencia de la marca en su cuello lo hacía más difícil.
Pero el Omega no se quejaba ni expresaba su tristeza; negaba la realidad.
Siempre creando excusas de la ausencia del Alfa, no para otros, se convencía a sí mismo, rechazando la verdad, de que para el Alfa el no importaba, y Suni lo sabía, había hablado con el hombre.
Mo en cambio siempre parecía tener sus ojos pegados a la puerta de madera.
Siempre esperando alguien que no iba a llegar.
El caso se tornaba personal por las similitudes con su padre, pero no podía ayudar si Mo no reconocía la situación.
Los días de ese Omega se basaban en llamadas nunca realizadas, y esperanzas rotas, rechazando en lágrimas hacer cualquier daño al Alfa, con eternas justificaciones y aterrado de aceptar la verdad.
El Omega creía en su Alfa, lamentablemente este no dedicaba ni un pensamiento para quien se sentaba por horas con el corazón a punto de romperse en eternas ilusiones.
Suni pasaba sus visitas llevando comida y pasando todo el día con él, logrando distraerlo, a veces hasta arrancándole una sonrisa.
Consolando a quien esperaba,
Una espera que nunca acabaría.
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Casi un año después de tener dos casos a su cargo, le asignaron otra situación inusual, y mentiría si no se quedó sin palabras al ver el archivo.
Una pareja de Omegas.
Este trabajo se tornó en una ventana, para ver realmente las cadenas que el mismo gobierno que argumentaba libertad, imponía, usando mentiras de bienestar para los Omegas.
Las manos de la burocracia, se hicieron visibles en forma descarada, ordenándole incluso separar a la pareja, bajo la excusa de que no podían cuidarse adecuadamente.
Usando palabras que indicaban que eso no era normal, que necesitaban entrar en razón.
Suni estuvo a punto de renunciar por las blasfemias que usaban como propósito, pero sabía que no podía ayudar si abandonaba la empresa.
Los objetivos que tenía con ese caso eran totalmente diferentes a lo que se le pedía, el joven decidió apoyarles, y buscar una manera para que las autoridades dejasen en paz la situación.
Entonces conoció a los individuos de su caso, ambos trabajaban como profesores en una escuela primaria. Ganarse la simpatía de los dos no fue una tarea fácil, particularmente debido a que uno de ellos siempre se comportaba agresivo y a la defensiva.
Pelirrojo y con mal carácter, Bin Soo, buscaba proteger su relación, intentando dentro de lo posible mantener alejado de cualquier daño a su pareja Ji Hwan, un Omega rubio y con pecas, que intentaba controlar el carácter del otro.
Fueron meses antes de que Soo, permitiera poner un pie cerca de su casa al terapeuta, sospechando las intenciones del gobierno.
Claro que Suni tuvo que trabajar para ganar su confianza, y confesando sus verdaderos intereses no fue lo que lo que logró ganarse a los Omegas, al final tuvo que sincerarse, sin mucho esfuerzo en realidad, de que él también era un Omega, nunca lo había negado para empezar.
Pero toda persona que conocía, asumió lo que quería, el solo tomaba ventaja.
Lamentablemente, su trabajo para investigar cómo contraponerse a las intenciones del gobierno, se vio obstaculizado al saber que tenía que tener sus sesiones con la presencia de un abogado.
Acepto sin pensar mucho, tal vez podría convencer al hombre de buscar algún hueco legal.
Era imposible no observar, como Soo y Hwan se tomaban todo el tiempo de las manos, acortando cuanto fuera posible la distancia, con miedo en sus ojos. Y era natural, su futuro era incierto. Por primera vez, Suni sintió ganas de llorar de rabia por una situación ajena. De dos personas que se protegerían hasta las últimas consecuencias.
Dos personas que solo deseaban estar juntas.
«Un deseo pequeño…»
Pero era su mundo.
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