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Frio Deseo

Capítulo 1

Londres despertaba con el murmullo del tráfico matutino y la lluvia fina que cubría las calles con su característico gris melancólico, claramente típico de este pais. Desde su oficina en el piso más alto de Sullivan Company, Alexander Sullivan observaba la ciudad con la misma expresión fría e impenetrable que lo caracterizaba. El cielo nublado combinaba perfectamente con su estado de ánimo. Animo que era parte de su vida diaria, los empleados le temian debido a que no sabían que esperar de ese hombre.

-Señor Sullivan… -La voz temblorosa de su asistente lo sacó de sus pensamientos, odiaba las interrupciones.

Él se giró lentamente, su mirada helada recorriendo a la mujer que llevaba trabajando para él los últimos dos años. Un error. Un desastre. Un fracaso.

-Dime que esta vez tienes una buena razón para interrumpirme -su voz era baja, pero cargada de autoridad.

Ella temblaba, era un temblor imperceptible, pero el lo vio.

-Señor, yo… lo siento mucho, pero no puedo seguir.

Un largo silencio se hizo entre los dos, Alexander entrecerró los ojos y luego hablo.

-¿Cómo dices?- era claro que no se lo esperaba y no estaba contento con eso.

-Renuncio -la mujer apretó los labios y desvió la mirada-. Lo siento, pero este trabajo es… demasiado.

¿Demasiado?. Había escuchado esa palabra antes. Una excusa patética para justificar la falta de disciplina, o al menos eso es lo que Alexander pensaba.

Alexander respiró hondo, intentando contener la irritación que se acumulaba en su pecho. No tenía tiempo para lidiar con incompetentes.

-Puedes irte. Recursos Humanos se encargará de tu finiquito.-dijo con tono seco, típico de él.

Su asistente asintió rápidamente, casi huyendo de la oficina. Débil. Ineficaz. Irrelevante.

Alexander pulsó un botón en su intercomunicador.

-Catherine, necesito una nueva asistente. Hoy mismo.-le dijo a la encargada de recursos humanos.

-Señor, encontrar a alguien calificado en tan poco tiempo…

-Hoy mismo.-Dijo con tono firme sin dejar lugar a replica.

Un suspiro del otro lado de la línea.

-Haré lo posible.- dijo ella resignada.

Alexander cortó la comunicación y se frotó las sienes. Él era el jefe, no tiene tiempo para lidiar con estupideces. Él dirigía un imperio de moda con presencia en diversos países del mundo. No había margen para el error.

Mientras tanto, en otra parte de Londres, Valentina Reyes corría por las calles mojadas, sosteniendo una carpeta y tratando de no resbalar. Tarea imposible para ella, pero que venia llevándola sin ningún problema hasta el momento.

-¡Perdón! ¡Lo siento! -gritó al esquivar a un hombre con un paraguas.

Cuando llegó a la entrada del imponente edificio de Sullivan Company tenia  la respiración entrecortada. Se paro dos segundos a tratar de recomponerse, sabia que iba con problemas de horario. Aunque había salido temprano para que eso no pasar, había pasado igual.

-¡Estoy a tiempo, estoy a tiempo!-se decía mentalmente para darse animos.

Pero cuando miró su reloj, su corazón se desplomó. 9:03 a. m. Si efectivamente llegaba tarde.

-¡Nooo!-grito y unos rostros se dieron vuelta, ella pidió disculpas suavemente.

La entrevista era a las 9:00 en punto. ¿La echarían por tres minutos?, seria algo ilógico, deben dar un margen de tiempo para imprevistos, pero se trataba de una gran corporación y ella no estaba segura de nada en ese momento. Solo rogaba que fueran contemplativos.

Respiró hondo y entró, tratando de no parecer una completa desastrosa. Cosa que dudaba conseguir.

-Valentina Reyes. Tengo una entrevista para asistente ejecutiva.-anuncio a la mujer de recepción.

La recepcionista la miró de arriba abajo con expresión neutra. Lo que la hizo sentir pequeña y solo fue la mirada de la recepcionista, ¿estaría lista para esto?

-Quinta planta. Oficina de la señora Carter.

Valentina agradeció y corrió al ascensor. Este trabajo tenía que ser suyo. Se mentalizo todo el camino que nada podía salir mal, esta era su gran oportunidad y no podía perderla.

El ascensor se abrió y se encontró con una mujer mayor, elegante y de expresión seria.

-Valentina Reyes. -La mujer miró su reloj—-Llegas tarde.

-¡Solo tres minutos!-dijo con tono suplicante Valentina.

-Tres minutos es suficiente para que el señor Sullivan te descarte.-Y eso confirmaba su sospechas, no serían tolerantes en ese lugar.

Valentina tragó saliva y trato de poner su mejor sonrisa para suavizar a  la mujer frente a ella.

-No soy impuntual, se lo prometo.- y esperaba que esa mujer le creyera.

La mujer suspiró.

-Sígueme.- dijo sin más.

Diez minutos después, Valentina estaba sentada en una oficina sobria, con las manos sudando sobre su falda.

-El señor Sullivan necesita a alguien eficiente, organizada y… -La mujer, Catherine Carter, la estudió con detenimiento- Disciplinada.

Valentina asintió enérgicamente. Joder estaba perdida, pero todavia no se iba a dar por vencida.

-¡Soy todo eso! Bueno… organizada, sí. Disciplinada… lo intento.- dijo sonriendo.

Catherine entrecerró los ojos. Si ya la había cagado, porque abrio la boca se dijo mentalmente.

-¿Tienes experiencia como asistente ejecutiva?- interrogo Catherine.

-No exactamente, pero he trabajado en cafeterías, tiendas y fui recepcionista. Soy rápida aprendiendo.

-Este trabajo no es para cualquiera. Alexander Sullivan es exigente.

Valentina tragó saliva. Habia escuchado hablar del ogro Sullivan, aunque se había convencido de que eran puros chismes.

-Estoy segura de que puedo manejarlo.- Claro que no podía, esperaba poder aunque lo dudaba, pero necesitaba la plata con urgencia.

Catherine suspiró por décima vez, no le estaba convenciendo ni un poquito.

-Bien. Tendrás una prueba. Ahora.- dijo seria.

-¿Ahora?-¿Qué estaba pasando? Solo había venido para una entrevista y la ponían a prueba… ¡Ahora! Sus nervios estaban burbujeando por todos lados.

-Sí. Acompáñame.- se levantó y empezó a caminar rumbo a lo que suponía era la oficina de ese hombre.

El despacho de Alexander Sullivan era amplio, elegante y minimalista. Como él.

Valentina entró detrás de Catherine y sintió que el aire se volvía más denso. ¿Cómo podía un hombre irradiar tanto poder solo con su presencia? Ella sacudió la cabeza, debía despejar su mente y no pensar tonterías.

Él estaba de pie junto a su escritorio, hojeando documentos. Traje negro impecable, postura recta, mandíbula marcada. Frío. Impenetrable.

Catherine aclaró la garganta para anunciar su llegada

-Señor Sullivan, ella es Valentina Reyes, candidata para asistente ejecutiva.-y le dio un empujoncito a Valentina para que avanzara.

Alexander alzó la vista y la miró.

Valentina sintió un escalofrío. Vio esos ojos grises, penetrantes, evaluadores, y se sintió inhibida.

-¿Tienes experiencia? -preguntó él, sin una pizca de cordialidad.

-Mucha -soltó ella sin pensar y se maldijo, ya había empezado a mentir sin querer.

Alexander alzó una ceja.

-¿Cuánto tiempo has trabajado como asistente ejecutiva?-él sabía que lo engañaba, lo sintió en la forma de responder.

Valentina se mordió el labio. No quería mentir más de lo que ya había mentido, pero necesitaba el trabajo.

-Bueno… exactamente de asistente, no… pero…- el la corto en su explicación

-¿Entonces mentiste?-dijo sin dudar.

-No, no, no… solo que soy muy buena organizando cosas y…-la volvió a interrumpir.

-No me interesa lo que "crees" que puedes hacer. Me interesa lo que realmente haces.

Valentina sintió el impulso de hablar rápido cuando los nervios la invadieron.

-Soy súper rápida aprendiendo. Memoria fotográfica. Bueno, no exactamente fotográfica, pero casi. Puedo recordar muchas cosas. Bueno, no todas, pero sí la mayoría. ¡Y soy muy trabajadora!-Se maldijo mentalmente, acababa de hablar sin sentido frente a su potencial empleador.

El silencio reino en el ambiente, lo que ponía más nerviosa a Valentina.

Alexander la miró sin expresión.

-¿Siempre hablas tanto?- cuestiono.

Valentina abrió la boca, pero se detuvo. No quería volver a cometer otro error, pensó la respuesta y hablo.

-No. Bueno, sí. Solo cuando estoy nerviosa.

Catherine carraspeó.

-Señor, la señorita Reyes tiene habilidades que podrían ser útiles.

Alexander cruzó los brazos.

-Habladora, torpe e inexperta.-dijo con calma.

Valentina sintió que su cara ardía. Si no se equivocaba en esa descripción, aunque no era necesario ser tan cruel.

-También soy persistente y muy capaz.- dijo tratando de mostrar algo positivo.

Él entrecerró los ojos.

-Bien. Trabajarás un mes de prueba. Si fallas una sola vez, estás fuera.

Valentina parpadeó.

-¿En serio?-Ella no se lo podía creer, en cuanto abrio la boca por primera vez intuía que no tenía posibilidades, debido a la reacción del hombre frente a ella.

-¿Quieres retractarte?

-¡No! Acepto.

Alexander volvió a su escritorio.

-Entonces empieza ahora. Catherine, dale instrucciones.

Valentina sonrió. Lo había logrado.

Claro, todavía tenía que sobrevivir a su jefe infernal, el ogro como decidió llamarlo.

Capítulo 2

El reloj marcaba las 8:00 a. m cuando Valentina Reyes entró al imponente edificio de Sullivan Company por segunda vez. Pero a diferencia del día anterior, donde había llegado corriendo y con el tiempo justo, hoy había tomado precauciones. Se había despertado dos horas antes, había revisado su ruta y hasta había dejado listo su desayuno con anticipación. Sabía que no podía cometer errores si quería conservar ese trabajo, le quedo claro después de un día en la oficina.

Si bien tuvo una amplia variedad de jefes e inclusos clientes dificiles, nunca le toco tratar con un hombre asi. Era un desafio para ella, uno que no puede fracasar debido a que su familia dependia de ello.

Nada podía salir mal. Se había mentalizado y preparado para eso, pero conociendose todo podia ocurrir.

Todo iba según lo planeado o al menos eso pensaba hasta que el tacón de su zapato se enganchó en la alfombra de la recepción y se tambaleó violentamente hacia adelante.

-Maldicion- grito mientras sentia que se iba de cabeza al piso.

Antes de que pudiera reaccionar, sintió unas manos firmes sosteniéndola por la cintura y evitando que se estrellara contra el suelo. Nunca llego al suelo, pero cuando se giro y miro a la persona para agradecer que la haya salvado de un tragico accidente, su corazón se detuvo en seco.

-No puede ser peor mi dia- penso Valentina mentalmente.

Alexander Sullivan era la persona que la habia sujetado con firmeza. Sus fríos ojos grises estaban analizándola con la misma expresión de fastidio con la que se mira un error en un diseño impecable.

-Señorita Reyes, ¿planea caerse todo el día?- Dijo con un tono firme y seco.

Valentina sintió que su cara ardía. Se enderezó rápidamente y se arregló la blusa con torpeza. Porque tenia que ser tan cabrón.

-Lo siento, no fue intencional. -Apretó los labios antes de seguir hablando-. Bueno, obvio que no fue intencional. Quiero decir, nadie se cae a propósito. Bueno, quizá los dobles de acción, pero yo no soy una...- se freno, se dio cuenta que estaba haciendo una escena delante de las personas que pasaban por ahi.

Alexander levantó una ceja .

-Maldita sea, Valentina, ¿por qué hablas tanto cuando estás nerviosa?- penso que se lo dijo dijo mentalmente, como dije lo penso ya que el ogro la miro nuevamente con cara de reproche.

-Catherine la está esperando -dijo Alexander con frialdad, ignorando su torpe intento de explicación-. Espero que no haga perder el tiempo a nadie hoy.

Sin esperar respuesta se giró dejando a Valentina petrificada en su lugar. Respiró hondo e intentó convencerse de que su primer día no podía ir peor que esto.

Pero estaba muy equivocada.

Catherine Carter, la eficiente directora de Recursos Humanos, la recibió en su oficina con una expresión impasible.

-Bien, Reyes. Tu trabajo como asistente ejecutiva del señor Sullivan requiere que seas rápida, discreta y eficiente. Hoy te evaluará personalmente, así que te recomiendo que no cometas errores.

Valentina asintió con energía. Ella podía hacer esto. Era organizada, aprendía rápido y... bueno, quizá no era la más coordinada-eso lo demostro en la entrada cuando su jefe la atrapo- pero eso era un detalle menor. O eso creía ella.

Catherine le entregó una tableta con una lista de tareas. Valentina la miró rápidamente y sintió un leve escalofrío:

- Organizar la agenda de reuniones del día.

- Confirmar la asistencia de los diseñadores para la presentación de la nueva colección.

- Enviar un contrato a un socio en Milán.

- Reservar un restaurante para un almuerzo de negocios.

- Traer un café para el señor Sullivan. (Importante: SIN AZÚCAR, SIN LECHE, SIN ESPUMA. Sólo café negro, caliente y exacto a 70°C).

Valentina parpadeó. ¿Quién demonios mide la temperatura de un café? Y ella tenia experiencia en ese rubro debido a que trabajo en una cafeteria.

Decidió empezar con lo más fácil, traerle el café a su jefe. Camino con seguridad, ya que no iba a meter la pata.

Cinco minutos después, estaba frente a la cafetera en la sala de descanso, sosteniendo el vaso con sumo cuidado. Volvio a repasara los reuisitos, café negro, sin azúcar, sin leche, sin espuma, a 70°C.Todo iba bien hasta que...

—¡Ay, quema! —exclamó cuando una gota caliente le cayó en la mano. En su intento por no derramarlo, se tambaleó y...

—¡No, no, no!

La mitad del café terminó en su blusa blanca. Su primer día y ya iba hecha un desastre.

—Respira, Valentina, respira... —se dijo a sí misma, tratando de no entrar en pánico. Cosa que ocurria con frecuencia entrar en panico cuando la cagaba.

Corrió a la recepción, donde compró otro café en una cafetería cercana. No sabía si estaba a 70°C, pero esperaba que Alexander no tuviera un termómetro a mano. Las esperanzas nunca se pierden, ¿no?.

Tomó aire y llamó a la puerta de su oficina.

-Adelante.- dijo con un tono helante.

Entró con una sonrisa nerviosa y dejó el café sobre el escritorio de su jefe. Rezando para que no notara nada extraño sobre el café.

Alexander no alzó la vista de sus papeles, pero tomó el vaso y bebió un sorbo.

Valentina esperó su reacción. Estaba impaciente haciendo pequeños rebotes en el lugar.

Alexander frunció el ceño.

—Esto no está a 70°C.- Y su tono era de fastidio.

Valentina sintió que la sangre le abandonaba el rostro.

—¡Yo...!- trato de justificarse.

—Y tiene espuma.

—Señor Sullivan, yo... lo siento. Se lo cambio.

Alexander dejó el vaso sobre el escritorio y la miró fijamente.

—No quiero otro. Si no puedes traer un simple café correctamente, ¿qué puedo esperar de ti en tareas importantes?- mierda como odio a este hombre penso mentalmente.

Valentina se sintió humillada. Resiste, Valentina. No puedes perder este trabajo volvio a repetirse para ella misma.

—No volverá a pasar, señor.

—Lo veremos.

Como podia ser tan arrogante el ogro, y como podia desmotivarla con solo dos palabras.

Las siguientes horas fueron un torbellino de tareas, correos, llamadas y confusión. Cometió errores mínimos pero suficientes para irritar a Alexander. Era imposible satisfacerlo y eso la frustraba.

A la hora del almuerzo, se dejó caer sobre su escritorio y suspiró.

—¿Sigues viva? —preguntó una voz divertida. Levantó la cabeza y vio a un hombre alto, de cabello castaño y sonrisa encantadora.

—Más o menos.- respondio con un suspiro de cansancio.

—Soy Nicholas Sullivan. Mi hermano ya te hizo la vida imposible, ¿verdad?- Valentina parpadeó. ¿Este era su hermano?¿ Ya la habia cagado de nuevo? ¿Y si era igual que el ogro?

—Bueno...

Nicholas soltó una carcajada.

—Sigues viva. Eso es un récord. Bienvenida a Sullivan Company, Valentina Reyes.

Y asi se encamino hacia la oficina de su hermano dejandome sola y preguntandome si debia lidiar con dos ogros, parecia que era amable y simpatico y eso me daba esperanzas.

Capítulo 3

Valentina Reyes se ajustó la chaqueta y respiró hondo antes de entrar nuevamente a la oficina de Alexander Sullivan. Su primer día había sido un desastre absoluto. Pero hoy, hoy sería diferente. O al menos, eso esperaba. Se habia levantado con objetivos claros y no iba a cometer errores. Su mente estaba organizada para llevar al pie de la letra los requisitos del ogro.

Apenas había cruzado la puerta cuando se encontró con la mirada helada de su jefe, quien ni siquiera levantó la vista de sus documentos. Inspiro hondo mientras eperabas las indicaciones.

-Tienes cinco minutos para organizar mi agenda del día. Comienza ahora.- dijo con voz gruesa y autoritaria, lo que provoco algo en el interior de Valen, pero lo ignoró.

-Cinco minutos. Perfecto.- se dijo para ella misma con ironia.

Se sentó frente a su computadora y comenzó a teclear con rapidez. Revisó reuniones, llamadas y compromisos, asegurándose de no cometer ningún error. ¿Pero cinco minutos? ¿De verdad? Quien logra no cometer errores en cinco minutos. Justo cuando terminaba, Alexander se aclaró la garganta.

-Terminaste.

-Sí, señor- dice tratando de sonar segura, cosa que no era.

-Revísalo de nuevo.- le exigio a Valentina.

Valentina frunció el ceño. Aunque agradecio esa excepcion.

-Pero no hay errores.- Dijo ella tratando de mostrarse capaz, aunque su corazon latia rapido por el miedo de haber fallado.

Alexander finalmente alzó la vista y la miró con severidad.

-Siempre hay errores. Encuéntralos antes de que yo lo haga.

Valentina sintió una mezcla de frustración y determinación. No voy a dejar que este hombre me aplaste, pensó. Regresó a la pantalla y revisó cada detalle. Para su sorpresa o no ya que lo sospechaba, encontró un pequeño error en la hora de una reunión. Alexander tenía razón y odio eso.

Se mordisqueó el labio antes de corregirlo y levantó la mirada con orgullo.

-Ahora está perfecto.- dijo sonriendo.

Alexander no dijo nada, pero una sombra de aprobación cruzó fugazmente su rostro.

A media mañana, justo cuando Valentina pensaba que el día podría mejorar, la puerta se abrió de golpe y Nicholas Sullivan entró con su carismática sonrisa. Solo lo habia visto una vez y no sabia que esperar de ese hombre.

-¡Buenos días! ¿Ya has hecho enojar a mi hermano, Valentina?

Valentina parpadeó, sorprendida, pero su personalidad no la dejo mantener la boca callada.

-Aún no, pero el día es joven.- dijo sonriendo.

Nicholas soltó una carcajada mientras Alexander le lanzaba una mirada asesina. Si este iba a ser su hermano favorito sin lugar a dudas.

-Nicholas, si has venido a perder el tiempo, hazlo en otro lado.- reto el ogro a su hermano.

-Tranquilo, hermano. Solo quería ver cómo le iba a nuestra nueva asistente.- decia mirando a Valentina mientras le guiñaba un ojo.

Valentina sintió que su corazón latía rápido. Nicholas era lo opuesto a Alexander. Cálido, bromista y encantador.

-Voy sobreviviendo -dijo ella con una sonrisa.

-Ya es un avance -bromeó Nicholas.

Alexander chasqueó la lengua y cerró su portafolio con un golpe seco. Si le estaba molestando nuestra interaccion.

-Si terminaste de coquetear, Nicholas, tengo trabajo que hacer.

Valentina sintió un leve escalofrío. ¿Acaso estaba… celoso? La idea le pareció imposible. Alexander Sullivan no era un hombre que sintiera celos. Ademas Nicholas era simplemente amable, no estaba coqueteando.

Nicholas levantó las manos en gesto de paz.

-Tranquilo, hermano. No la asustes demasiado.

Y con un guiño hacia Valentina, salió de la oficina.

Cuando Nicholas se fue, el ambiente se volvió más tenso. Alexander volvió su atención a Valentina y dijo con frialdad:

-Tengo una cena de negocios esta noche. Necesito que organices todo y reserves un restaurante de calidad.

Valentina asintió rápidamente.

-Claro, señor. ¿Preferencias?- dijo ella con tono suave, pero firme.

-Algo privado. Discreto. Exclusivo. Y que tengan el mejor vino tinto.

- Si claro super sensillo- penso ella, con el escaso conocimiento en restaurantes elegantes como iba a conseguir eso. Gracias a dios existe internet.

Valentina se puso manos a la obra. Llamó a varios restaurantes de lujo que le indicaron en internet, pero todos estaban reservados. Después de varios intentos, logró conseguir una mesa en un exclusivo local con vista al Támesis.

Cuando informó a Alexander, este se limitó a asentir.

—Bien. No lo arruines.

Como lo iba a arruinar si ya estaba todo confirmado se dijo para ella misma.

Valentina pensó que todo estaba bajo control, hasta que recibió una llamada a última hora.

—Señorita Reyes, lamentamos informarle que hubo un problema con la reservación. No podremos atender al señor Sullivan esta noche.

El teléfono casi se le cayó de la mano. NO. NO. NO.

Intentó solucionar el problema, pero era imposible. Con el corazón en la garganta, fue a la oficina de Alexander. Iba a ser despedida, ya estaba resignada. Esto no se lo iba a perdonar.

—Señor Sullivan, hay un inconveniente con la cena de esta noche...

Alexander levantó la vista con un brillo peligroso en sus ojos.

—¿Qué tipo de inconveniente?- cuestiono con cara seria.

Valentina tragó saliva, estaba jodida...terriblemente jodida.

—La reservación fue cancelada.- dijo casi en un susurro.

Silencio absoluto. Alexander se levantó lentamente.

—¿Y cómo piensas solucionarlo?- le dijo acercandose a ella.

Valentina sintió un escalofrío. Oh, Dios, estoy muerta.

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