“Flor De Sombras”
•Matrimonio•
Gabriel. El dios de la vida suave, los ríos transparentes y los suspiros del alba.
La corona de lirios fue arrancada de la cabeza de Gabriel, y en su lugar, el oro líquido de los dioses mayores se tornó una argolla negra en tu dedo. Su nombre, antes cantado por los vientos primaverales, ahora resonaba entre ecos siniestros.
Aquel día, lo perdió todo.
(Apolo, Ares y Artemis, los 3 dioses mayores)
Apolo
Gabriel, tranquilo, me pones de los nervios
Gabriel
Cómo me pides que esté tranquilo??
Apolo
Solo es un simple matrimonio…
Gabriel
Entonces cásate tú con el!
Artemis
Cuida tu tono Gabriel, recuerda que aquí solo eres un Dios pequeño….
Artemis
Te casaremos con el, y lo mejor que puedes hacer es no ser un berrinchudo
Tal como lo dijeron los Dioses mayores
Condujeron a Gabriel por el sendero de ceniza hasta las puertas del Inframundo, escoltado por sombras. Nadie habló. Ni siquiera Gabriel.
En la misma puerta, esperando a Gabriel, está Atther, el temido demonio.
Atther
*lo mira y sonríe* Eres más hermoso de lo que imaginaba
Gabriel
💭: lo vi…. Alto, envuelto en un manto de noche viva, con ojos que parecían haber visto la muerte del tiempo. Sus labios eran una línea recta, su voz, acero templado.
Gabriel
…. *lo mira y con un tono frío responde* Y tú, justo como me advirtieron
Atther
*sonríe con descaro* temible? Cruel?
Gabriel
Solitario. Y dispuesto a poseer lo que no te pertenece.
Atther
*decidió no responder y alzó la mano, indicando que lo siguiera*
El palacio era una catedral de sombras. El trono que te ofreció estaba esculpido en ónix y cubierto de flores negras que aún latían, como si respiraran.
Atther
Te gustaría tu trono ahí? *indica en el gran salón, junto al lado del tono de el*
Gabriel
No necesito un trono. Solo libertad.
Atther
*en un tono sereno, pero sin perder su personalidad fría y estoica* La libertad no existe entre los dioses, Gabriel. Solo decisiones disfrazadas.
Gabriel
Entonces esta decisión es una condena.
Atther
Quizá. Pero si debo cargarla… quiero que al menos no la odies….
Los días pasaban lentos. Atther era silencio, pero no ausencia. Observaba a Gabriel desde lejos, le ofrecía tesoros antiguos, canciones olvidadas, hasta un lago donde las almas cantaban sus memorias.
Gabriel cansado de su persistencia, decidió romper el silencio
Gabriel
Porque te esfuerzas tanto?… que ganas con fingir ternura?
Atther
*lo mira y alza una ceja* Porque no finjo.
Gabriel
Entonces…. Qué es esto?¿Compasión? ¿Piedad por el pobre Gabriel arrancado de su mundo?
Atther
Se supone que te trato como un esposo, con amor? Aún que ni yo lo entienda del todo…
Gabriel
El amor no se construye sobre jaulas de obsidiana.
Atther
*lo mira algo sorprendido*
Esa noche Atther no le hablo ni insistió a Gabriel. Por primera vez, su sombra no lo rondó
Hasta el día siguiente. Lo encontraste en la sala de los ecos, de rodillas ante ti, con la mirada apagada pero firme.
Gabriel
Que crees que hace- *Gabriel fue interrumpido por Atther*
Atther
*lo mira, aún estando de rodillas ante Gabriel* No puedo devolverte el mundo que perdiste…
Atther
*lo mira, aún estando de rodillas frente a Gabriel* Pero si me lo pides, lo destruiré por ti. Cada piedra de este palacio. Cada rastro de oscuridad. Solo dime qué deseas…
Atther
*poso mis manos sobre las de Gabriel con una ternura , algo dolida* Haré lo que sea para verte sonreír, Gabriel.
Hubo un silencio eterno. El tipo de silencio que no duele… sino que revela. Por primera vez, Gabriel no apartó la mano.
Gabriel
*en un tono bajo, casi inaudible* Quiero… dejar de odiarte.
Atther
💭: porque me odias? Solo estoy tratando de ser buen esposo, este matrimonio tampoco fue algo que yo pedí…
Atther
*lo mire y susurre para que él me escuchara* Entonces te prometo que no seré tu carcelero… sino tu aliado.
•Dios que no sonríe•
El tiempo no transcurre igual en el inframundo.
Los días se sienten como siglos, y las noches, como eternidades donde ni las estrellas se atreven a mirar. Y en medio de ese silencio perpetuo, Gabriel permanecía como una llama atrapada en cristal: viva, pero lejana.
Pasaban los días sin que pronunciara palabra más allá de lo necesario. Observaba. Caminaba por los pasillos como una sombra prestada. Rechazaba con cortesía. Respondía sin emoción. Pero nunca huía.
Eso fascinaba a Atther más que cualquier otra cosa.
Gabriel
💭: que aburrimiento estar aquí…. *me dirigí al balcón*
Gabriel salió al balcón del palacio, un abismo abierto donde las almas flotaban como luciérnagas perdidas. El aire era denso, pero él ya se había acostumbrado al sabor amargo del inframundo.
Atther
*iba pasando y lo vi, decidí acercarme* No duermes…
Gabriel
*vi a Atther* tu tampoco
Atther
Los sueños no me visitan desde hace siglos.
Gabriel
Tal vez saben que aquí no hay nada que soñar.
Silencio. Uno de tantos entre ellos, pero nunca vacío.
Atther
*lo mire fijamente me acerqué un paso, sin atreverme a más* Gabriel… hay un jardín que florece solo bajo el llanto de los muertos. No muchos lo conocen. Quisiera mostrártelo.
Gabriel
*lo mire a los ojos, sus oscuros ojos tenían la dureza de una promesa no cumplida* ¿Para qué? ¿Para intentar otra vez que me encante esta prisión disfrazada de palacio?
Atther
*su comentario me tomó por sorpresa, pero sin alterarme contesté* No espero que te encante. Solo… quiero verte sentir algo más que rabia.
Gabriel
*en un tono bastante seco contesté* No confundas mi silencio con sumisión, Atther.
Atther
*en un tono bajo* Jamás lo he hecho.
A la mañana siguiente —si es que esa palabra aún significaba algo allí—, Atther lo esperó frente al comedor. Gabriel no acudió. No comía mucho desde su llegada, como si quisiera demostrar que no necesitaba nada de ese mundo.
Alissa
Señor, gusta que vaya a buscar al joven Gabriel?
Atther
No, gracias Alissa, iré yo
Atther
*me acerque a la puerta de los aposentos de Gabriel y sin pensar toque*
Gabriel
*sin abrir, por dentro dije* No tengo hambre.
Atther
He preparado una sala con luz artificial… es torpe, pero se parece un poco al cielo. Pensé… que quizás…
La puerta se entreabrió, solo un poco. Lo suficiente para que Gabriel pudiera mirarlo con esos ojos que decían más que mil palabras no pronunciadas.
Gabriel
¿Por qué te esfuerzas tanto?
Atther bajó la mirada. Por primera vez, sus palabras fueron casi humanas.
Atther
Porque cuando llegaste… vi algo en ti que me recordó a lo que alguna vez fui. Y porque me gustaría… que este lugar no te devore como lo hizo conmigo.
Gabriel
*estoico* No necesito que me salves.
Atther
Lo sé. Solo quiero que sepas que… si un día decides mirar este mundo sin odio, estaré esperándote allí. *dicho eso, me fui, sin esperar respuesta, no la esperaba aun*
Aquella noche, Gabriel se asomó a la sala que Atther había preparado.
Era imperfecta. La luz era fría, artificial, como un recuerdo roto del sol… pero había esfuerzo. Había un cielo pintado a mano en los muros, con pinceladas torpes pero sinceras. En el centro, un campo de lirios hechos con tela oscura y polvo de cristal.
Gabriel cerró la puerta tras de sí.
Se acercó a una de las flores.
Gabriel
*en voz baja, así inaudible* Estás más solo de lo que aparentas, Atther…
•Donde no crecen las flores•
Los dioses no lloran. No en forma de lágrimas.
Pero Atther aprendió que hay otras formas de ver a alguien desmoronarse. Silencios prolongados. Una mirada vacía.
El modo en que Gabriel se quedaba quieto por horas, sentado junto a las ventanas que daban al mar de almas, sin decir nada, sin moverse, como si ya no estuviera ahí del todo.
Atther
💭: No lo había notado al principio. Gabriel siempre fue reservado, distante. Pero esto es distinto.
Ya no era resistencia. Era ausencia.
Una tarde (si es que así podía llamarse aquel ciclo de penumbra), Atther entró en la sala privada de Gabriel. Lo encontró de espaldas, con la túnica arrugada, los pies descalzos sobre el mármol helado.
El dios menor miraba fijamente un ramo seco. Las flores de sombras que antes decoraban su trono, ahora estaban marchitas. Ni siquiera la oscuridad las sostenía ya.
Atther
*apreté los puños. Di un paso y me detuve. Nunca he sabido cómo cercarme sin hacer daño* Te duele algo?…
Gabriel
*una risa sarcástica y apagada salió de mi* Sí. Pero no puedes curarlo. No es el cuerpo.
Hubo un momento de tensión en el aire, como si el palacio entero contuviera la respiración.
Gabriel
¿De qué serviría? ¿Qué entenderías tú… que has habitado entre piedras y cadáveres toda tu eternidad?
Atther
*me sentí herido, pero lo oculté* Quizá más de lo que crees. He olvidado cómo se sentía el sol. Pero tú me haces recordarlo, aunque solo sea por contraste.
Gabriel cerró los ojos. Cuando habló, su voz se quebró como el cristal.
Gabriel
Extraño el canto de las aves….
Gabriel
El calor del viento entre los árboles.
Gabriel
Las raíces que bailan bajo mis pies cuando camino.
Gabriel
Los ciervos con cuernos dorados… las luciérnagas que dormían en mi cabello.
Gabriel
Aquí… todo es frío. Todo está muerto. Hasta yo.
Atther lo sintió como una daga. No había defensa contra esas palabras. Solo el dolor de ver lo que estaba perdiendo: no un amante… sino un alma desvaneciéndose ante sus ojos.
Atther
*me acerque con cautela, me arrodille frente a él* ¿Qué puedo hacer, Gabriel?
Gabriel
*alce mi mirada. Mis ojos, antes llenos de orgullo, ahora son un campo vacío* Déjame irme…
Gabriel
Entonces no me preguntes lo que deseas que diga.
El frío en la sala se volvió insoportable. Por primera vez, Atther no supo qué decir. Su frialdad natural ya no lo protegía. No cuando el único ser que le importaba lo miraba como si ya estuviera enterrado.
Esa noche, Atther no durmió. Caminó solo por los jardines subterráneos, sintiendo la presión de una angustia que ni mil tormentas podían lavar.
Y entonces, como un rayo, se dio cuenta:
Gabriel no lo odiaba.
Gabriel estaba muriendo en vida.
Y él era su cárcel. Pero también supo algo más terrible: si lo dejaba ir… si lo liberaba…
No volvería jamás.
Días después, Gabriel recibió una caja de cristal oscuro. Dentro, una pequeña raíz palpitaba, envuelta en tierra dorada.
Una nota simple la acompañaba:
No sé crear vida. Pero puedo aprender a devolverla si tú me enseñas.
—A.
Gabriel la sostuvo entre sus manos. No sonrió.
Pero por primera vez…
sintió algo parecido a un latido.
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