La verdadera amistad perdura a través de los años.
Y aunque dejaran de verse, siempre estará presente.
Odette y Dafne se conocieron cuando estaban en el kínder.
Ambas niñas de 5 años.
Cuando Dafne fue llevada ahí por su madre lloraba muchísimo, casi todos los días se la pasaba llorando.
Odette se acercó a ella para consolarla.
No llores, Dafne, solamente estaremos aquí un rato y después vendrán por nosotras, tranquilízate.
No quiero que mi mamá me deje aquí, tengo miedo.
No te preocupes, no nos pasará nada las maestras son muy buenas.
A pesar de que Odette tenía 5 años era muy madura.
Odette vivía con sus padres y un hermano menor.
Su padre era un hombre muy estricto y exigente. Mientras que su madre era una mujer muy sumisa que obedecía ciegamente a su esposo.
Lo que su esposo dijera era ley para ella. Si el esposo decía que el color era amarillo, tenía que ser amarillo aunque ella lo viera rojo. Así las cosas, la vida para Odette no iba a ser nada fácil.
Odette era una niña muy noble, siempre buscando la manera de hacer sentir bien a los demás.
Por su parte, Dafne vivía con sus padres y dos hermanos menores. La idea de ir al kínder la aterraba, ya que nunca se había separado de su madre. Ella nunca la había preparado para algo así. Dafne lloró el primer día y los demás también. No había un día que no llorara.
El padre de Dafne era un tipo un poco rudo, amaba a su familia, pero no sabía expresarse, ya que nunca le enseñaron sus padres. Ellos se divorciaron cuando era muy pequeño.
La madre, en cambio, era del tipo de esas madres que protegen de más a sus hijos. Hasta ella lloró cuando la dejó por primera vez en el kínder.
Los padres de estas dos niñas, jamás se iban a cruzar en la vida.
Solo se verían en la escuela, pero jamás interactuarían entre sí.
.
.
¡Mamá!, ¡vienes por mí!, gritaba Dafne, con el rostro bañado en llanto.
Tranquila, amiga, no es el fin del mundo.
¿Tú no lloras porque te dejan aquí?, le dijo Dafne todavía con los sollozos.
No, mi mamá me ha dicho que la escuela es para aprender cosas que ella no nos puede explicar. En vez de llorar deberías de estar alegre porque aquí vamos a conocer más amigos y vamos a aprender muchas cosas.
¿Tú crees eso, Odette?
Por supuesto que sí, nuestras madres no nos engañarían, ¿o sí?
Bueno, creo que tienes razón. ¿Me prometes que nuestras madres van a pasar por nosotras?
Sí, no debes temer.
Fue la manera en que Dafne se tranquilizó.
Solo se oían los pequeños sollozos que emitía.
.
.
Varios días después...
Maestra Karla, Aurora no se quiere quitar de aquí, dijo Odette con su vocecita infantil.
La maestra se acercó a las dos niñas.
Aurora, tú estás más alta que la mayoría de los niños, por favor, fórmate hasta atrás.
Sí, maestra. Aurora obedeció de inmediato y se formó hasta el último de la fila.
Aurora y Odette competían por la atención de la maestra.
Ella les hacía caso a todos para no crear conflictos entre los niños. Claro, pero cuando se requería era muy estricta.
A la hora del recreo Odette y Dafne se fueron a jugar a la pelota con los demás niños.
En una banca, solitaria, se encontraba Aurora con un libro en la mano en su rostro se podía notar una infinita tristeza.
Odette dejó de jugar y se acercó a ella.
¿Por qué lloras, Aurora?, ¿te puedo ayudar?
Nadie puede ayudarme sollozó Aurora.
Mi mamá siempre me dice que cuando tenga penas confíe en alguien, siempre es bueno sacar lo malo que tenemos.
Es que extraño mucho a mi abuela, mi papá dice que se fue al cielo. ¿Qué es el cielo?, preguntó Aurora.
Pues no sé, yo pienso que debe de ser un lugar muy hermoso si es que tu abuela se fue para allá.
¿Tú crees eso?
Sí, pero deja de llorar estoy segura de que tu abuela te está viendo desde... el cielo, luego investigo qué quiere decir, ¿de acuerdo?
Sí, gracias, Odette, ¿ya no estás enojada conmigo por lo de la mañana?
Creo que no, ¿quién se acuerda ya de eso?
Las dos niñas se abrazaron y Aurora dejó de llorar.
Dafne se acercó a ellas y también se unió al abrazo.
Seremos amigas por siempre, dijo Odette.
Sí, dijeron las otras dos niñas.
La maestra las observó desde la ventana. Una sonrisa iluminó su rostro.
Los días pasaron rápido, se estaba llegando la graduación del kínder y pronto entrarían a la primaria.
Espero que en la escuela sigamos juntas las 3.
Yo creo que sí, Odette, nosotros seremos algo así como "los tres mosqueteros", dijo Dafne con su habitual alegría.
Será "las tres mosqueteras", corrigió Odette.
Jajajaja.
Las tres niñas se pusieron a reír alegremente.
La graduación del kínder llegó, Odette le llevó un regalo a sus dos amigas.
A su vez, cada una de ellas llegaban con dos regalos para sus amigas.
Por fortuna para ellas, irían a la misma escuela.
Los días pasaron rápido y, pronto se llegó el momento tan esperado. Las tres amigas se volvieron a encontrar el primer día de clases.
Ellas se abrazaron felices.
Pronto se darían cuenta de que no sería nada fácil lidiar con sus compañeros de clases.
Algunos de ellos eran muy crueles, pero no era por su culpa, solo que sus padres estaban demasiado ocupados para atender a sus hijos y los dejaban en manos de las sirvientas.
Odette, que era la más inteligente y tierna empezó a ser acosada por sus compañeros.
Ella les tenía miedo, no estaba acostumbrada a nada de eso. En el kínder no pasaba nada de eso.
Un día, las tres niñas se estaban comiendo unos sándwiches cuando llegaron dos niños y le arrebataron el sándwich a Odette y se fueron corriendo.
Odette no dijo nada, ni siquiera lloró nada más se quedó con su carita triste.
Yo traje dos sándwiches, dijo Aurora, toma uno.
Odette tomó el sándwich y le sonrió.
Cosas como esas se sucedían casi todos los días, pero Odette nunca dijo nada ni se quejó; tenía miedo de que sus padres la fueran a regañar por dejarse de los compañeros de su escuela.
Desgraciadamente, Odette no sabía defenderse por eso los niños la acosaban constantemente.
Siempre vivía con miedo, era muy tímida.
Aunque sus amigas siempre estaban con ella los chicos no dejaban de molestarla.
Odette, ¿por qué no le cuentas a la maestra lo que te hacen esos niños?, soy muy molestos, dijo Aurora.
Lo sé, pero si yo le digo a la maestra me van a tachar de chismosa y menos me van a dejar en paz.
Entonces, dile a tus papás lo que está pasando, dijo Dafne, ella estimaba mucho a Odette, pero no podía defenderla porque también era una niña.
Mi papá es muy enojón, y si yo le digo en vez de regañarlos a ellos me va a regañar a mí tú no lo has visto cómo se pone cuando se enoja.
Mm...
De todos modos, no te preocupes, no vamos a estar toda la vida en esta escuela, dijo Odette, resignada.
Tal vez tengas razón, contestó Aurora y Dafne asintió con la cabeza.
A pesar de todas las maldades que les hacían los niños Las "tres mosqueteras* se divertían jugando a la pelota o a lo que a ellas les diera la gana, eran muy felices.
En quinto año sucedió lo que tanto temían las niñas; los padres de Aurora habían comprado una casa en otra ciudad y se la llevarían.
Y a Dafne la cambiarían de escuela porque a su papá le ofrecieron un trabajo mejor.
Las tres niñas lloraron en la despedida, pero prometieron que serían amigas para toda la vida.
De por sí, Odette no tenía más amigas que Aurora y Dafne, se volvió más callada y las compañeras y compañeros siempre la estaban molestando.
Odette era la más inteligente del salón y la maestra siempre la escogía para que fuera la maestra de ceremonias en las asambleas que había en la escuela.
En su salón había un niño que le llamaba mucho la atención. El chico se sentaba atrás de ella y era guapísimo tenía un lunar en sus labios, era blanco y muy guapo.
A Odette le gustaba, pero a otra, Armida, también le gustaba y le hacía las caras muy feas para que no le hablara al niño que se llamaba Raúl.
¿Qué te pasó en la cara?, le preguntó Odette al verla que no tenía pestañas ni cejas.
Intenté prender la estufa y la flama me explotó en la cara.
Ay Armida, no hubieras venido estás muy mal.
Sí, ya sé, pero mi papá me mandó como quiera.
Bueno, pues, debes cuidarte.
Odette, dime una cosa, ¿te gusta Raúl?, preguntó Armida aún sabiendo la respuesta de ella.
Bueno, ¿a qué chica no le va a gustar Raúl si es extremadamente guapo?, dijo Odette sin malicia.
Tienes razón, está bien, llevemos la fiesta en paz igual y él ni nos pela, jajaja.
Niña, ¿qué palabras son esas, de dónde las aprendiste?, dijo Odette imitando a la maestra.
Las dos niñas se pusieron a reír, era la primera vez que Odette compartía con otra compañera de su escuela y de su salón.
Los días siguieron su curso, Odette pasó a sexto año.
Era la más inteligente de su salón, cuando salían al recreo ella prefería quedarse leyendo en su salón.
Armida y ella sí se hablaban, pero ella tenía otras amigas.
Iba a haber un concurso de escuelas a nivel estatal. La maestra escogió a Odette para que ella fuera la representante de su escuela.
Si la escuela ganaba, Odette y los maestros irían a conocer al presidente que en ese momento estaba en función (José López Portillo).
Odette estaba muy ilusionada por conocer al presidente, y por la oportunidad que se le estaba dando de ser la representante de su escuela.
Odette tenía miedo de la reacción de sus padres, tal vez no la dejarían ir, y bla, bla, bla.
La maestra Amparo le dio una guía a Odette para que se pusiera a estudiar.
Odette ya les había dicho a sus padres, les dijo que aún no estaba segura, pero la iban a escoger a ella para que representara a su escuela.
Y el padre de Odette le dijo bien claro a la mamá que no la iban a dejar ir a ningún lado.
Ese día, Odette llegó a su casa muy ilusionada.
Mamá, la maestra me ha escogido para que represente la escuela y poder conocer al presidente.
Pero lo que le contestó su madre le bajó completamente la ilusión, sintió que todos sus ánimos se caían al suelo de sopetón:
Niña, no te hagas ilusiones, aunque ganes no vas a ir a ninguna parte.
Odette se quedó muy triste, mientras que la mamá se fue a la cocina a preparar de comer.
Con ese pensamiento en su cabeza se fue a la escuela, era el día del examen para la competencia.
Odette seguía escuchando las palabras de su madre: "niña, no te hagas ilusiones, aunque ganes no vas a ir a ninguna parte".
Ella seguía observando las hojas que tenía frente a ella en su pupitre. La vista se le nubló y no pudo entender ninguna de las preguntas que estaban ahí escritas.
Odette era una chica muy sencilla que se dejaba influenciar por todos incluso por su madre.
Odette no contestó el examen y se lo regresó a la maestra tal y cual se lo había dado.
Al día siguiente, Odette se presentó en la escuela.
La maestra llamó a Odette y le dijo: me has decepcionado, yo creí en ti.
Lo siento, maestra, dijo Odette totalmente apenada.
Ni modo, ve a sentarte, por favor.
El resto de la clase Odette no pudo concentrarse en lo que la maestra hablaba, sabía que le había fallado a la maestra.
Pero, ¿qué podía hacer ella?, solo tenía 14 años.
Se estaba acercando la graduación de sexto año.
La maestra había olvidado el incidente. Empezó a ensayar a los niños el vals para la ceremonia.
Las niñas corrieron a buscar su pareja. Odette no alcanzó pareja.
Pero lejos de ponerse triste, se dijo a sí misma que más valía sola que mal acompañada.
El día de la graduación, la maestra acomodó a todos los niños con sus parejas.
Y vio a Odette sola. ¿Dónde está tu pareja, Odette?, le preguntó.
No tengo, contestó ella.
Bueno, no te preocupes, Gonzalo y Uriel no tienen pareja, bailarás con los dos.
Y así, la sala se engalanó con los niños bailando el vals, pero hubo algo que les llamó la atención, Odette pasó bailando el vals con un niño de cada lado.
Odette se veía muy feliz. Ella lloró, pero no de tristeza, lloró de alegría por salir de la escuela que le trajo tantos sinsabores.
.
.
En otra escuela también se estaba celebrando otra graduación.
Aurora bailaba el vals con un niño muy guapo. Ella, por el contrario de Odette, sí había hecho nuevas amigas. Se veía muy feliz.
Los padres de ella le habían preparado una merienda con sus amigas para celebrar que terminaba un ciclo escolar y empezaría otro. Aurora sacó de promedio 9.6.
En el fondo de su alma recordó a Odette, ella siempre había sido su amiga a pesar de lo mal que se portó con ella.
Era muy chica para andar por la calle como si nada.
Por eso no la había vuelto a ver desde aquel día que se despidieran.
Igual tampoco había visto a Dafne.
Y, hablando de ella, Dafne bailaba el vals con un chico de su escuela.
Se había graduado de sexto año. Los padres de Dafne también le habían preparado una fiesta.
Así las cosas, las tres mosqueteras vivían su vida cada una en sus respectivas ciudades.
Dafne se iba a ir con sus padres a San Luis Potosí, allá estudiaría la secundaria.
Aurora se iría con sus padres a Jalisco y Odette se quedaría en Monterrey.
Ese día que Odette recibió su certificado de primaria, la maestra Amparo le dijo: espero que sigas adelante, de todos modos el concurso se canceló porque la directora enfermó y no pudo asistir. Además, me dijeron que tú eras la más viable a ganar el concurso. Así que, todo queda en el olvido. Éxito en tu vida.
Entonces, la maestra Amparo le dio un abrazo de despedida.
Odette le dio las gracias y se fue con sus padres y hermano.
Se reconfortó al escuchar las palabras de la maestra.
El primer día de clases en la secundaria Odette iba feliz. A ella le gustaba mucho la escuela. Siempre sacaba las mejores calificaciones.
Varios días después, Odette se enamoró en silencio de un chico llamado José Juan, él tenía muy buena actitud, siempre sonriendo. Odette lo admiraba, pero él nunca volteaba a verla.
Cada que lo veía, su corazón palpitaba aceleradamente. Se conformaba con verlo, como era muy tímida no se atrevía a iniciar una plática.
Odette tenía una prima en esa escuela que era bien chismosa.
Ella se dio cuenta de cómo miraba a José Juan y la encaró. Prima, ¿estás enamorada de ese chico?, si tu papá se llegara a enterar no iba a gustarle nada.
No te metas, Jocelyn. Vive tu vida y a mí déjame vivir la mía.
Acuérdate que tu papá te dijo que nada de novios.
José Juan no es mi novio, ni siquiera llegamos a amigos.
Odette sintió tristeza porque José Juan no la tomaba en cuenta para nada.
Es mejor así, no quisiera contarle a mi tío Luis sobre esto.
Metiche, dijo Odette y entró a si salón.
José Juan también estaba en el mismo grupo que ella.
Se sentaba a un lado de ella en otro pupitre.
Aunque no se hablaban, ella lo sentía respirar a su lado.
Suspiraba enamorada.
Lo malo de esto es que José Juan jamás se fijó en ella.
Odette se guardó su amor en el fondo de su corazón.
Ya llevaba dos "amores", Raúl y José Juan.
La vida siguió su curso. A mediados de clases entró un chico nuevo llamado José Ramón.
Este muchacho venía de otra secundaria, lo habían cambiado porque sus padres cambiaron de domicilio.
Él era muy inteligente, siempre sacaba las mejores calificaciones y los primeros lugares. Y no estaba dispuesto a dejarse ganar por nadie.
Cuando supo que Odette era la más inteligente se acercó a ella.
Hola, soy José Ramón, ¿te parece si comemos juntos en el descanso?
Está bien.
Cuando sonó el timbre del recreo José Ramón esperó a Odette y juntos se fueron a sentar a una de las bancas que había en la escuela.
Me han dicho que tú sacas las mejores calificaciones.
¿Quién te dijo eso?
José Juan, él me dijo que eras la más inteligente del salón.
Al oír el nombre de José Juan se le iluminaron sus ojos; José Juan sí reparaba en ella.
Bueno, hasta ahora he sacado 10 en todos los exámenes, hasta me han dejado exenta en varios (antes 10 era la más alta calificación).
Pues quiero que sepas que yo también he sacado 10 en todos los exámenes, y así pienso seguir.
Me parece bien. ¿Quieres un sándwich?, traje dos.
Sí, gracias.
A José Ramón le cayó bien Odette, la vio muy tranquila y seria.
Quiero que seamos amigos, y que los dos luchemos por conseguir el primer lugar, y que gane el mejor, ¿aceptas?
Odette lo observó unos instantes y luego dijo: acepto, pero que no haya rivalidad entre tú y yo.
Está bien, chócala, dijo él sonriendo.
Así, los dos compañeros de clase se esmeraban por sacar las mejores calificaciones.
Al final del año, ambos empataron en el primer lugar.
¡Felicidades, Odette!, eres una gran amiga.
Felicidades a ti, eres un gran amigo.
Esas amistades solo eran de escuela porque al finalizar la secundaria ya no se verían más.
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