...Dentro de lo más profundo de esta sociedad, existen males que le hacen bien al mundo, sin embargo, su simple existencia envenena a todo el que la toca....
La figura definida de una mujer envuelta en sudor y sangre. Un tumulto de hombres sangrando a sus pies y un par de hermosas perlas negras brillando bajo la luz del fuego, esta es la primera impresión que tuve de ella, es como ver a la mismísima muerte envuelta en tentación.
Sostengo mi arma, abarcado ante aquella imponente mujer, quien en cuanto escucha el alojamiento de la pistola gira rápidamente su rostro, encontrándome allí de pie. Suelto el aire silenciosamente, procurando calmarme ante su presencia.
– No te muevas – Escupo con un tono de voz calmado.
Ella me sonríe como si de una broma se tratara, acción que hace que me hierva la sangre. No suelo meterme directamente al campo de batalla cuando se trata de la mafia, pues mi puesto está tras una gran pantalla, moviendo todo a mi antojo.
–Así que tú eres Killian Inagawa, ¿no es así? – Pregunta, dejándome escuchar por primera vez su voz.
La observo detenidamente, preparándome mentalmente para dispararle si se movía un solo centímetro. Me reprocho por el temor que su presencia me genera aun cuando soy perfectamente capaz de disparar con un 95% de acierto desde la distancia que nos separa.
– Y tú eres la famosa Durga de la familia Konan.
Contrarresto. Claramente, sabía quién era ella, había investigado cada minúsculo dato sobre su vida, sus guardias, su rutina y su poder, sin embargo, no tenía idea de qué harían con mi trabajo. Ahora lo entiendo. Ella sonríe y lentamente levanta sus brazos, dejando caer su pistola.
– Puedes llamarme Laila, aunque eso ya lo sabias, así como sabías a qué hora mis guardias hacían cambio de turno, la hora exacta en la cual me trasladaría a las afueras de la ciudad y en qué momento podrían atacarme.
–Si sabes mi trabajo aquí no deberías soltar esa arma.
Le advierto, después de todo, no por ser el hacker de una de las familias de la mafia más conocidas por sus masacres, significaba que no seguiría los códigos de honor de los asesinos entrenados. Laila niega suavemente, dando un paso hacia mi dirección, provocando que le dispare en el brazo izquierdo, lo que la hace soltar un alarido.
– ¡Eres un perro asustado ¿o qué?!, no pretendo hacerte daño, mi intención contigo son tan solo negocios.
Aclara, rasgando un trozo de tela de su vestido negro y envolviendo la herida.
–Eres una rehén ahora mismo, no pretendas negociar con un lacayo.
Le aclaro, resolviendo cualquier confusión que tenga respecto a lo que haría después de su propuesta. Ella me devuelve su opinión al respecto con una carcajada, de la cual ya me estaba hartando.
– Cariño, ¿crees que soy yo el rehén ahora mismo?
Señala, dejándome ver cómo había asesinado sin piedad a los que la mantenían prisionera, mientras que el resto del clan estaban atrapados tras el fuego y los demás estaban conteniendo a los asesinos de la familia Konan, dándome a entender que, o me rendía o secundaba a mis colegas.
–¿Cuál es tu propuesta?
Escupo, esperando encontrar una oportunidad de salir bien librado de este problema. Se acerca hasta donde yo estaba y me rodea, observándome minuciosamente, lo que me permite detallar su altura real, encontrando a una joven de unos 23 años de 1.65 de altura observándome con sus ojos negros.
– Eres más alto de lo que pensaba
Suelta ella, dándome a entender que no era el único que estaba evaluando sus proporciones físicas.
–Y yo creía que la reconocida Durga sería más alta que un simple lacayo
Le devuelvo el comentario de forma agresiva, después de todo, en su astuta mirada podía apreciar el grado de manipulación que ella trabajaba. Sin advertencia me golpea en la parte de atrás de la rodilla, provocando que mi pierna derecha pierda fuerza y me vea obligado a apoyar la rodilla en el suelo.
– Nunca te atrevas a hablarme de esa forma cariño.
Me ordena, tomando mi mentón y acercando su semblante. Retiro mi rostro bruscamente y me levanto, enfrentándome finalmente a ella.
– Recuerda que quien tiene el arma soy yo – le advierto, jalándola de la cintura y posicionando el arma debajo de su mentón. – Sigo siendo parte de la mafia, cariño.
Ella me observa con determinación y sin una sola pizca de miedo recubre la mano que sostenía el arma con su propia mano.
– No te sirvo muerta, y tu no me sirves como una oveja más del rebaño, así que conviértete en mi aliado – suelta, provocando que la mande lejos.
–No soy un maldito Peón, y si hay algo que detesto es a una maldita rata – Respondo, sintiendo como la llama se aviva cada vez más dentro de mi pecho.
–No es esa mi intención cariño. Quiero que unamos fuerzas, somos dos clanes bastante fuertes, pero durante todos estos años nuestro poder se ha visto truncado por no ser capaces de establecer una alianza. Ambos jefes han tenido una larga y estúpida enemistad por años, sin embargo, tomaré el mando dentro de poco y pretendo acabar con eso, ¿qué te parece? – Detalla, cruzada de brazos.
Por alguna razón sus palabras parecen convincentes, pero acopladas a la realidad denotan la estupidez de su plan.
– Estás hablando con la persona equivocada, yo no soy más que un lacayo, si deseas entablar alianzas deberás hacerlo con el jefe del clan.
Suelto, desarmando la carga de la pistola y guardándola; de alguna forma sabía que no me lastimaría.
–Jamás lo haré con ese viejo estúpido.
Escupe la respuesta, dejándome estupefacto con su actitud de adolescente rencorosa.
–¿Crees que esto es un juego?, no estás tratando con un par de niños, se trata de jefes de la mafia con alto poder social.
Le advierto, encarándola nuevamente. Laila cambia su expresión a una más seria, lo cual me provoca un sabor amargo y me da la impresión de haber visto esos cambios de humor antes.
– ¿Crees que eres el único que sabe al respecto?, al igual que tú, yo estoy envuelta en esto desde temprana edad, sé perfectamente en el juego en el cual me estoy involucrando, ¿qué hay de ti?
Sus palabras dan en el clavo, ciertamente mi presencia en este mundo había pasado de ser una novedad a ser una maldita cárcel, pero a diferencia de ella, mis intenciones siempre fueron escapar de la maldita sociedad en la que estaba involucrado.
– ¿Qué pretendes que haga?
Pregunto, intrigado por sus intenciones. Laila nuevamente me sonríe, satisfecha con el interés que estaba demostrando.
– Conviértete en el nuevo jefe del clan Miwra y cásate conmigo.
Lanza sus cartas sobre la mesa, dejándome ver todo su maso con una sonrisa estúpida en la cara.
–¿Qué demonios te dieron a inhalar esos idiotas?
Le pregunto, atribuyendo sus delirios a un método de tortura impuesto sobre ella antes de que la encontrase. Laila suelta una carcajada, entretenida con mi confusión.
– Ya sé que no te lo esperabas, pero no tienes por qué ser tan grosero. Piénsalo bien, tienes razones para traicionar al jefe del clan Miwra y no contento con eso, tienes todo el poder para derrocarlo y/o derrumbar a esta familia siendo tan solo un pobre lacayo – Suelta, tomando mi rostro y obligándome a verla a los ojos – si decides pedir mi mano espero que sea el día de mi posicionamiento y no quiero nada sencillo, si no me dejas impresionada dudaré de tu alianza.
Sin decir una sola palabra más, me da la espalda y se retira del lugar con tranquilidad. Dejándome con el problema de las cámaras de seguridad las cuales tendría que intervenir si es que pretendía ocultar mi traición al dejarla ir.
El resonar del reloj es lo único que irrumpe el silencio sepulcral en el despacho del jefe, quien, como pensaba, mandó por mi captura tan pronto se corrió la voz de mi traición; ciertamente esa jovencita astuta se fue sabiendo que me metería en problemas.
–Déjenos solos – Ordena el viejo a los que me trajeron a la fuerza. – killian Inagawa, el póker de mi baraja…
Suelta su sarta se halagos baratos con los que me ha estado “convenciendo” los últimos trece años de mi vida.
– Según los reportes y testimonios de mi gente, fuiste tú quien dejó escapar a nuestra querida Durga de Konan, ¿es esto cierto? – Pregunta, jugando con el filo de su daga de bolsillo.
La agilidad con la cual juega con ella me recuerda a la sangre espesa que goteaba sobre mi rostro cuando este hombre asesinó frente a su hogar a mi padre. Esa era realmente su manipulación, las cadenas que han estado capturándome por años y de las cuales no he escapado porque no hay lugar al cual pueda huir.
Los recuerdos empiezan a asechar y la culpabilidad se hunde ardiente sobre mi pecho, hasta el punto en el que olvido la razón por la que estoy en aquel lugar, no es hasta que la daga se clava sobre la mesa como un cuchillo hundiéndose sobre la carne, que vuelvo a la realidad.
–No. Señor, si bien no tenía conocimiento de la intención del clan Miwra por apoderarse de la Durga, jamás he tenido la intención de meterme en medio de cualquier plan de mi familia, ni mucho menos de cometer alta traición.
Escupo estas palabras con asco, pues a pesar de que todos eran una gran sociedad familiar, la mayoría de ellos estaba allí por la misma razón que yo, obligados y sin algún otro refugio. El viejo se levanta de su asiento sin soltar la daga, para acercarse a mí apuntándome con toda intención.
– Sé perfectamente que no eres capaz de revelarte en contra de la familia mi niño, pero no sé cómo defenderte cuando las cámaras de seguridad se ven claramente manipuladas – suelta, colocando el frío filo por sobre mi cuello.
Si bien este hombre era ya mayor, no cabía duda de que era una rata astuta. A pesar de haber manipulado las cámaras, se había percatado de las pequeñas inconsistencias en el sistema, lo que me hace maldecir mentalmente a aquella jovencita, pues no fue capaz de pensar en su tan anhelado “aliado”.
Me quedo callado, sin saber cómo responder a su acusación, ya que tenía todo en contra, los testigos, las blanduras y todo el maldito caos, sin embargo, no tenía pensado delatar el plan de la Durga, puesto que, si yo moría allí mismo, la única persona capaz de derrumbar a este maldito y a su familia sería ella.
Para mi suerte, las palabras que sellarían mi destino allí mismo fueron interrumpidas por Jairo, el asesino más cercano al jefe del clan, el cual sostenía una servilleta en sus manos.
– Disculpe mi atrevimiento jefe, pero es importante que observe esto.
Su interrupción provoca que el jefe retire su arma de mi cuello, permitiéndome moverme normalmente. Observo detenidamente su mano, dejándome soltar por primera vez el aire que estaba conteniendo, después de todo, aquella jovencita había dejado a la suerte mi vida.
El jefe sostiene con sus dos dedos la bala marcada especialmente para mi arma, aquella que había disparado al brazo de Laila y la cual, al parecer, se había sacado frente a los asesinos del clan Miwra, salvándome el pellejo, pues esto denotaría que le disparé en un intento de evitar su huida, sin embargo, había un claro mensaje en esta “salvación”.
...“Ahora arréglatelas tú solo”...
Maldigo al aire nuevamente, pues era conocido por no fallar un tiro con ese tipo de armas. Observo el rostro imperturbable del viejo, quien deja la bala sobre su mesa y con una sola mirada me pide explicaciones.
No me lo pienso dos veces y con una sonrisa en el rostro le miento en la cara.
– Me encontré con ella cuando estaba huyendo y le disparé pensando en no lastimar al preciado producto, después de todo, su intención no era el tenerla secuestrada, su intención era casarse con la Durga del Clan Konan, ¿o me equivoco?
Suelto jugándome todas las cartas sin pensar. El hombre me regala una sonrisa al darse cuenta de que a pesar de no ser más que su peón, era perfectamente capaz de darme cuenta de sus intenciones, después de todo, tenía los mismos fines de Laila, con la diferencia de que ejercería poder por sobre aquella joven, proclamando el posicionamiento de ambas familias y utilizándola como un vientre para establecer a su próxima generación, pues sus hijos habían sido asesinados años atrás por el clan Konan.
Si bien entendía su rencor contra esa familia, él no se quedaba atrás, pues asesinó a la hija y heredera total del puesto de la familia Konan como respuesta a aquella ofensa, y ahora pretendía arrebatarle nuevamente todo el honor y orgullo dominando con una sola mano a la Durga.
Sonrío ante la estupidez de su plan, pues el viejo había subestimado el nivel de dominio de esa mujer, ya que su título no se debía solamente por su poder social, sino a la representación de la muerte misma en medio del campo de batalla.
–Eres más perspicaz de lo que mis hombres consideran – Suelta, guardando la daga y posicionando la bala en una cúpula de cristal vacía. – Esperaba tenerla antes de que fuese posicionada, sin embargo, mis planes no han cambiado, y ya que tengo a alguien tan competente de mi lado, espero tener sobre mi escritorio los planos e itinerario del posicionamiento para mañana.
Me ordena sin despegar su mirada de la cúpula, la cual ubica sobre su escritorio como un trofeo.
– Esa mujer no sabe lo que le espera – Sentencia, riendo entre dientes.
Su personalidad me asquea, el simple hecho de imaginarlo a su lado hace que le repudie aún más, sin embargo, no tengo más remedio que agachar la cabeza y aceptar su pedido. Salgo del despacho y me dirijo hasta mi estancia.
El pasillo está lleno de asesinos del clan, quienes me observan con una mirada llena de cansancio; estaba más que claro que no era el único en esa “familia” que detestaba al viejo, su imposición y frialdad por aquellos a los que mandaba a pelear sin importarle sus vidas lo habían puesto como el principal enemigo de sus propios hombres.
La rabia sube nuevamente por mi cuerpo, provocando que el esmoquin me incomode, por lo que me aflojo la corbata con la esperanza de que así sea capaz de mantener mis estados de ánimo bajo control, no obstante, el sonido de una pistola recién cargada provoca que me mueva por instinto y apunte mi arma hacia aquella dirección.
–Reaccionas bastante bien como para no haber apuntado adecuadamente frente a la Durga.
Sentencia Einar, uno de los fieles seguidores del anciano, dándome a entender que no confiaba en mi testimonio.
–Si hubiese dañado el preciado producto del jefe habría comprometido su plan, ¿acaso es esa su intención?
Respondo rápidamente, haciendo lo posible por embaucarle con la misma mentira. Su rostro me demuestra que no solo no confía en mis intenciones, sino que tiene un instinto inigualable, es una pena que no esté de mi lado.
– Señor Einar, ¿es usted fiel al clan o es fiel al jefe? – Pregunto, intrigado por su respuesta.
Mis intenciones se filtran lentamente y, a pesar de que es capaz de leerlas, su respuesta es sincera.
– Le soy fiel a los principios del Clan.
Sentencia, bajando el arma sin despegar su mirada de mí. Le imito, guardando el arma y acomodando mi ropa.
– Espero que así sea, Señor Einar…
Expreso, regalándole una mirada inquisitoria, a la espera de tenerlo como aliado. Ciertamente, mi decisión estaba tomada desde que vi a esa mujer huir de la residencia sin ninguna prisa ni temor. Ambos deseábamos acabar con el famoso Piero Miwra, jefe del clan Miwra, uno de los más temidos dentro de la sociedad de la mafia.
Si bien mis inicios con este mundo se marcaron desde el asesinato de mi padre a manos del jefe de los Miwra, las razones por las cuales terminé trabajando para el clan son completamente una serie de coincidencias y mentiras bien elaboradas.
Durante los últimos 13 años reuní la información suficiente para hundir a ese maldito viejo, sin embargo, la presencia de las personas que han llegado hasta aquí debido a que no contaban con un lugar al cual volver, me detuvo en repetidas ocasiones. Si destruía al jefe, el clan no solo caería, sino que sería perseguido por todos los enemigos que ansían su poder, dejándolos completamente a la deriva.
Si bien había evaluado las alianzas, el grupo que me brindaría la carta de victoria era en esencia el clan Konan, no obstante, nuestro historial lo hacía el enemigo con mayor potencial para desmantelar los pedazos que quedarían tras mi movimiento, así que debía encontrar otra forma de protegerlos, y es aquí donde Laila Konan entraría a ser la reina en este juego de poder.
Ingreso a mis aposentos y me ubico tras un monitor con múltiples pantallas, el cual recubre gran parte de la pared, lo que me permitía manejar varias encriptaciones, sin embargo, el trabajo era más complicado, encontrar una forma de proponerle matrimonio a la Durga de Konan, significaba tener poder y para eso debía ser un receptor digno.
Observo la base de datos y los múltiples archivos, movimientos bancarios y transacciones ilegales del clan que me llenan de satisfacción todo gracias a Piero Miwra, quien había construido sus cimientos sobre una base hecha de huesos inestables.
Tomo mi teléfono y marco a la única persona que estaba seguro sería mi mayor cómplice.
– Iker, ¿podrías venir a mi oficina?
Solicito, a la espera de su ayuda con esta treta. Él no tarda en ingresar llenando el ambiente silencioso con pura vida como solía ser cuando éramos adolescentes.
– Killian, dime ¿para qué soy útil hermano?
Pregunta, golpeándome fuertemente en la espalda, lo cual hace que me retuerza del dolor. Río al sentir su entusiasmo despejando mi lúgubre ánimo.
– Quiero que reemplaces la bala que el viejo tiene en su oficina dentro de una cúpula y me la traigas, ¿podrías hacerlo por tu compañero de celda? – Le ruego, entregándole una nueva.
Iker observa la bala, disgustado – ¿Me estás diciendo que realmente la dejaste escapar y que ahora tendré que arriesgar mi pellejo para reemplazar esa bala ensangrentada por una que seguramente tendré que modificar?
Asiento ante su pregunta, expectante por su próximo movimiento. – Eres un maldito loco. Espero que valga la pena, de lo contrario te dispararé con una de estas.
Sentencia, arrebatándome el objeto con una sonrisa y dejando el despacho. Observo el monitor por un par de segundos, hasta que la curiosidad me sobre pasa. Abro las grabaciones de la cámara de seguridad de aquella noche y retrocedo hasta el momento en el que todo se volvió un caos … Allí estaba ella, vigilada por sus secuestradores, quienes cometieron el error de subestimarla, pues en cuanto uno de ellos se distrae, se deshace de su agarre, pateándolo lejos para después sacar el arma oculta bajo su vestido.
Rio entre dientes al ver cómo fueron capaces de considerar a la Durga de Konan como un oponente débil. Tan solo un idiota ignoraría un título como estos y le daría la espalda a esa joven. Para su fortuna, ella acabó con sus vidas rápidamente, de lo contrario, el jefe los abría torturado hasta la muerte por tal error.
–Es hermosa, ¿no es así?
La inesperada interrupción de Iker tras mis espaldas hace que respingue del susto, pues a pesar de no bajar la guardia con facilidad, él era un especialista en ocultarse.
Lo observo confundido, pues había puesto seguro a la puerta, además de que se suponía había ido a cumplir con mi solicitud.
– No se supone que estés aquí – Le reprocho.
–Fui y le saqué unas fotos a la bala original para poder acoplar el falso señuelo, no esperarás que haga una tarea tan importante de forma tan descuidada – Explica, observando la videograbación – Es increíble que alguien con esa estatura sea capaz de destrozar todo en tan poco tiempo.
Vuelvo la mirada al monitor y de inmediato comprendo por qué no puede despegar su mirada de ella, después de todo, su presencia era abrumadora para cualquier persona. Observar la escena nuevamente provoca un escalofrió que recorre todo mi cuello, como si sintiera su aliento rodeándome de nuevo.
Aquella voz hipnótica me abarca nuevamente con una sensación de nostalgia y anhelo.
– Dentro de este mundo no solo las organizaciones entre los clanes denotan poder, también lo hacen los títulos y/o posicionamientos, especialmente el título de Durga…
Le explico, intentando sacarme de la cabeza las palabras de Laila – conocida como una Diosa dotada con fuerza divina, sin ninguna clase de temor y un sentido de calma y humor inigualable… Sin duda alguna esa mujer es la reencarnación de esta Diosa de la destrucción – Suelto, observando cómo todo arde en llamas.
–¿Cuál es tu plan?
Indaga Iker con una sonrisa remarcando su rostro, pues a diferencia mía, él no despreciaba el clan, sin embargo, detestaba seguir órdenes del viejo, quien desde que lo conoció lo ha mantenido a raya de cualquier trabajo de la mafia, desperdiciando su talento.
–Me convertiré en el próximo jefe del clan Miwra – Respondo sacando mi pistola – y para eso debo limpiar este nido de ratas, ¿estarás de mi lado o me traicionarás? – Le apunto, esperando su respuesta.
La sorpresa era evidente en su rostro, sin embargo, lo conocía lo suficiente como para saber que no era debido a la amenaza, sino a mi confesión.
– Maldito loco, claro que estoy de su lado, porque estoy seguro de que ella está muy involucrada – responde, devolviéndome una sonrisa satisfactoria.
Si bien había sido rechazado por el clan, no era solo por su personalidad arrebatada, era por su inteligencia. La única persona en la cual sentía verdadera competencia dentro de este nido de ratas.
Para su mala suerte, nuestras personalidades habían jugado un papel importante dentro de la jerarquía, convirtiéndome en alguien de confiar tras las sombras, alguien a quien consideraban un fanático de la informática sin interés alguno en los temas de la mafia, razón por la cual se me ignoró lo suficiente como para infiltrarme en la raíz podrida del clan Miwra.
–Tal vez soy yo el que está involucrado en sus planes. De cualquier forma, esta alianza es bastante interesante.
Mascullo, observando ese rostro maquillado con la sangre del clan. El recuerdo de su actitud, sus palabras y esa hipnótica voz hace que me obsesione poco a poco con el deseo de verla gobernar a la mafia con un solo dedo.
Si las cosas salían como lo tenemos planeado, eso significaría ponerme a la cabeza de ambos clanes, sin embargo, esa potestad no es de mi interés … si voy a hundirme hasta el fondo en esta podredumbre, será por ella.
...Un perfume dulce... Una mirada manipuladora y una sonrisa proveniente del infierno. Fue lo único que esa mujer necesitó para no salir de mis pensamientos nunca más ... Y desde entonces no dejo de escuchar la misma frase ...
..."Dentro de lo más profundo de esta sociedad, existen males que le hacen bien al mundo, sin embargo, su simple existencia envenena a todo el que la toca"...
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